Se podía sentir aquel baño de sol en California, Estados Unidos. En pleno
verano, en plenas vacaciones; dos jóvenes aburridos tomaron la decisión de ir a
divertirse en uno de esos paseos turísticos que llevaban a cabo en la Mansión
Winchester. El sitio era considerado el más embrujado de todo el país.
Se reunió un grupo de doce personas contando a este par de jóvenes;
Sarah McGrath, y Jorge McGrath. Dos hermanos que, estaban dispuestos a entrar en
esa casa de la cual poco sabían, pero ya el guía les informaría, lo único que sabían,
era por la fama que tenía; Habitaban fantasmas en ella.
Antes de entrar, el guía del grupo se colocó al frente dándole la espalda a la
puerta principal de la imponente y magnifica Mansión. Tan solo verla desde ahí
provocaba escalofríos. Tan enorme, con tantas ventanas y puertas, parecía sacada
de alguna película de horror, pero no por una lúgubre o abandonada apariencia,
sino por la complejidad de su arquitectura, sumándole esa vibra oscura que
emanaba y se podía sentir en la piel.
—Muy bien, escúchenme
gente. Conocen bien nuestra advertencia. Justo aquí pueden leerla…
Les señaló un letrero
enterrado en el jardín a distancia de la entrada, en el cual se podía leer
“Advertencia, no debe entrar solo, porque si se pierde, no le podemos asegurar
que vayamos a encontrarlo.”
—Incluso para nosotros
es complicada la casa, solo les haremos conocer y recorrer cierto camino que ya
conocemos, lo siento pero no podemos llevarlos a conocer toda la casa. Y claro,
tampoco se les recomienda apartarse del grupo… ya que si lo hacen no nos
hacemos responsables si se pierden. Por favor manténganse unidos y solo síganme
a mí.
—¿Solo síganme a mí?
¿A quién más podríamos seguir? —preguntó Jorge cruzado de brazos entre la
gente.
No obtiene
contestación alguna.
—Advertidos ya están
gente. Muy bien —sonríe— Sí están listos, adelante, empezamos con el recorrido…
Las personas
emocionadas, algunas sintiendo el miedo en carne propia, se adelantaron
siguiendo a su guía del tour.
Pero fue Jorge quien
aguardó un momento antes de seguirlos, se quedó viendo por fuera la casa, como
examinándola con sus ojos, por un momento le pareció captar la presencia de
alguien verlo desde una de las tantas ventanas, luego sintió que muchos ojos lo
observaban por cada centímetro de la mansión. Su hermana menor, Sarah, una chica de quince
años, de pantaloncillos cortos puestos, cabello azabache recogido en una
coleta. Cae en la cuenta que su hermano mayor, un joven alto, con barba
completa de días y cabello encrespado, se había quedado ahí sin moverse, ella le
sonrió viéndose los brackets de sus dientes, en una clara expresión de gran emoción, en cambio
su hermano no se veía muy convencido de continuar.
—¡Eh, vamos, nos
dejaran atrás!.
Se acercó para tirarlo
un poco del brazo, atrayéndolo lentamente a la puerta, hasta que el joven se desembarazó de ella y le arrojó una mirada reprobatoria. El grupo de
turistas junto con el guía se podían escuchar en uno de los vestíbulos, el que
se encontraba justo a la entrada de la Mansión. Cuando Jorge miró al interior,
estando delante de la puerta que el guía había dejado abierta, una fría ventisca
se estampó en su cara.
—No. Vámonos, no tengo
un buen presentimiento, algo está mal. —dijo el muchacho retrocediendo poco a
poco.
Su hermana soltó una
carcajada creyendo que estaba jugando o era otra de sus bromas a pesar de
mostrarse bastante serio.
—Ay, no juegues.
Espera… ¿acaso tienes miedo? ¿Eso es? ¡Por Dios! Ni siquiera yo lo tengo y mira
que soy menor que tú por seis años.
—No estoy jugando
Sarah, en serio, vámonos. —sujetó su mano.
—¡No! ¡No quiero! —su
rostro cambió a uno molesto— ¡Si no quieres ir tú, iré yo sola! —forcejó para
librarse de su mano— ¡Miedoso!
Enseguida se dirigió
tras el grupo para alcanzarlo. Justo estaban por pasar a otra zona de la casa.
—¡Sarah!
Le gritó su hermano,
pero la chica fingió no escucharlo integrándose al montón de personas. Al
muchacho no le quedó más que entrar, y apenas puso un pie adentro, una
vibración subió por su piel a un costado como si estuviera alguien a su lado,
seguido de una voz muy tenue que dijo “largo…” Abrió mucho sus ojos y se esforzó por ignorar, tal vez era su mente que le estaba jugando una mala pasada.
¿Se estará sugestionando? Él no es del tipo de personas que se sugestionaban fácilmente. Se apresuró para llegar al grupo, siguiendo
las voces, menos mal no habían ido tan lejos, porque aparentemente el guía les
contaba la historia de la Mansión, y de Sarah Winchester; la propietaria
original de la finca. Curiosamente tenía el mismo nombre que su hermana
pequeña, todo se tornaba cada vez más extraño. Encontró a su pequeña hermana
entre la multitud de personas, y se colocó a un lado de ella no muy contento,
la miraba con desagrado, se suponía que debía obedecerlo, era su hermano mayor,
pero vaya que era necia su hermanita.
La chica prestaba
mucha atención a lo que decía el guía y admiraba cada detalle de la casa, su
complicado diseño en madera, tapiz, bordes, cuadros, candelabros, y lamparas colgantes. Habían
entrado a una habitación con un órgano, una chimenea y mucho espacio como si se
tratara de un salón de baile. El guía empezó a explicar.
—Este instrumento se
supone que no funciona… —miraba los rostros de las personas y les señalaba el
órgano a su espalda— Pero, mucha gente ha asegurado haber escuchado sonar este
órgano, como si alguien lo tocara. —yendo más cerca del órgano, presionó las
teclas demostrándoles así que efectivamente no suena nada al tocarlo— Y aquella
chimenea que ven por allá. —les indico a dónde vieran— Es falsa, como muchas
cosas aquí, hay puertas que no llevan a ningún sitio, baños que no funcionan y
pasillos sin salida, así fueron hechos. Todo está elaborado acorde a como la
señora Sarah Winchester, que en paz descanse, lo mandó.
«Esta casa es una
locura…» Prefirió guardarse Jorge. Seguía sintiendo que alguien lo observaba
desde que entró en la casa, y entre más pasaba el tiempo, era como si estuviera
más cerca de él.
—Bien continuemos con
el recorrido…
Avanzaron a una de las
seis cocinas con las que contaba la enorme morada. Y el guía llegando ahí se
detuvo para decirles algo a todos.
—Bien, como dije
antes, la casa consta de 160 cuartos, incluyendo 40 habitaciones, 7 pisos, 476
puertas, 6 cocinas, 52 tragaluces y 2 vestíbulos. También incluye 47 chimeneas,
10.000 ventanas con paneles, 2 sótanos, 3 ascensores. Cuenta con solo una
bañera y dos espejos en toda la casa, y esto porque según Sarah los fantasmas
le temen a su propio reflejo.
Sonaron pasos ajenos a
ellos cruzar la cocina para salir por una de las puertas, todos fueron capaces de
escucharlos y el rumor de la gente se hizo oír, algunas mujeres temblaban y otros lucían muy impresionados.
El guía asiente con su
cabeza y les sonríe.
—Como pueden ver no
estamos solos.
La gente se
conmocionó. Continuaron su viaje, y en uno de los corredores pasando por un baño
falso, a lo lejos se escuchó que dieron un portazo y nuevamente la gente se
exaltó estupefacta. Jorge siguió inquieto y nada divertido, creía que lo sería, pero había algo en ese lugar que no le gustaba nada, no sabía si llamarlo “mala vibra” “un
mal presentimiento” o “miedo” pero había algo. Para calmarse un poco intentó pensar en algo más lógico, probablemente había gente adentro de la casa, o
reproductores de audio cerca que producían esos sonidos para asustar a la gente
y mantener la reputación de la Mansión pero…¿y si todo era real?.
La chica sintió la
necesidad de mirar uno de los cuadros del corredor, era un retrato de Sarah
Winchester, sus ojos se fijaron en ese cuadro, como embelesada, sumergiéndose en
la imagen. En tanto su hermano ni cuenta se daba, seguía escuchando lo que decía el
guía, pero para su hermana Sarah parecía que aquella voz del guía bajaba de
volumen, y tan solo podía escuchar una voz masculina y carrasposa…
—Sarah...
El iris de sus ojos se
dilató, y puso un pie adelante, seguido de otro, muy lento, y como si estuviera
hipnotizada caminó con calma hacía ese cuadro sin dejar de ver el rostro de la
señora en aquella fotografía, estando muy, muy cerca de la pared en dónde estaba colgado ese cuadro, sigue avanzando sin detenerse hasta que su cuerpo traspasó la
madera de la pared como si esta fuera invisible.
Entonces fue cuando el
guía sin haber notado la desaparición de uno del grupo prosiguió con el tour indicándoles
a las personas que lo siguieran. Jorge buscó a su hermana con su mirada, y no
la hallaba entre las personas, entonces barrió por completo su alrededor, y tampoco
la veía por ninguna parte. Acto seguido se dirigió al guía abriéndose paso entre
los cuerpos delante de él.
—Disculpe…mi hermana,
no sé a dónde ha ido.
Pero el rostro del
guía hablaba por sí solo. Se había molestado, porque lo había interrumpido en su narración de la historia de la casa. Y eso lo podía notar Jorge, pero se sentía con
derecho a pedir ayuda.
—Como les he dicho… —se
dignó a hablar el guía— No nos hacemos responsables si
—¡Pero no puede dejar
que se pierda! —no lo dejo terminar—¡Es una chica! —inquieto miró hacia otro
lado— ¡Sarah! —trata de llamarla.
Por supuesto la gente
empezó a hacer muecas y a poner los ojos en blanco. Les estaba arruinando el
viaje.
—Seguro está jugando a
las escondidas ya aparecerá. —comentó un señor.
—Sí, sigamos adelante,
debe andar por aquí cerca. —se escuchó una mujer.
El hombre guía sin
darle importancia, prosiguió con el recorrido, pidiéndoles que lo siguieran a
otra zona de la mansión, dejando al muchacho atrás, quien naturalmente no
quería irse sin saber dónde estaba su hermana. Tampoco podía permitir que el
guía fuera tan indiferente cuando un extravió de una jovencita se trataba, y
más siendo su pequeña hermana. Nadie más que el conocía la entrada y salida de
la Mansión, que en sus entrañas parecía como un laberinto. Y claro, también se
sentía muy enfadado con su hermana ¿cómo pudo separarse del grupo? Debió
tomarla de la mano y no soltarla. ¿Acaso fue su culpa? Por su descuido…
Despabilo su mente y
antes de que los perdiera de vista, aún sin obtener rastros cercanos de Sarah
se precipitó hacía el grupo.
—¡Por favor! —arrugó
el ceño— ¡No puede ser tan desgraciado! ¡¿Cómo se atreve a abandonar a las
personas así?!
—Se lo advertí joven.
No haga que nos retrasemos más. —caminó para encararlo— Búsquela usted por su
cuenta. —clavó su mirada en los ojos del chico.
Esos ojos, por un
momento a Jorge le dio la sensación de que le habían brillado como si adentro
de ellos se hubiera encendido una llama. Una mirada distinta, que le provocó un
escalofrío que se extendió por su espalda y lo hizo temblar. Una energía… que
lo estaba presionando, y le pesaba en sus hombros. Esa voz que articuló las
palabras: Búsquela usted por su cuenta. Sonaba diferente, más apagada, más
fría…
Dejó que lo dejarán
atrás. El único que se iba a preocupar por la chica, sin duda era él, y era su
deber y necesidad encontrar a su hermana pronto. Esa tonta de Sarah, seguro
creía que era divertido esconderse, o aventurarse ella sola por esa maldita
casa, que evidentemente no conocen.
«Cuando la encuentre
lamentará haber jugado así…» Pensó por un momento.
Tomó una ruta que
desconocía, atravesando una habitación, entrando en otra puerta, y otra, y
otra, las puertas parecían nunca acabar, no dejaba de gritar el nombre de su
hermana con la esperanza de que lo escuchara. Se detuvo en una habitación, la
“habitación del té” con una linda mesa, sofás, lámparas, y un juego de té de
oro que no podía faltar. Por supuesto
Sarah no estaba ahí, y aquella desesperante sensación de que alguien lo estaba
siguiendo, y cuando volvía su mirada no encontraba nadie, lo estaba volviendo loco.
Aún así continuó. Luego de un rato volvió a esa misma sala, eran los mismos
sofás, la misma mesa, las mismas lámparas, el mismo juego de té, intentó ir por
otro lado, tomando un pasillo, y regreso de nuevo, estaba dando vueltas y vueltas,
y no salía del mismo lugar. Esa persona, espíritu o lo que sea que lo estaba
siguiendo por atrás, lo podía sentir más y más cerca, hasta escuchaba su
respiración a su oreja, una respiración ajena a la de él, que ya de por si era
acelerada. Pálido y con sus ojos muy abiertos el temblor se hizo presente en
todo su cuerpo, el miedo tangible en el aire a su alrededor y en su piel, se distinguía
un sudor frío. ¿Estaba haciendo frio? Se sentía helado, muy helado, incluso su
aliento podía verse en el aire ¿Entonces por qué estaba sudando?
Recargó su hombro en
la pared y era como si en cualquier momento se le fuera acabar el oxígeno de
sus pulmones, y abría su boca queriendo tragar aire pero le costaba. Algo
huesudo y que le quemaba agarró sus tobillos con fuerza. Quería gritar pero la voz no salía de su boca,
ni un pequeño sonido, estaba como paralizado y se veía en la expresión de su
cara. Esas manos grandes y delgadas, muy delgadas, no lo sueltan. Lo halaban hacía abajo, como si el suelo quisiera tragárselo, y no importaba cuanto lo deseara no podía moverse, permaneció pegado a esa pared y ni siquiera era capaz de pedir
ayuda.
Sarah corría subiendo
unas largas escaleras que la llevaban a un piso superior, su coleta negra se
movía en el aire y algo tiró de ese cabello haciéndola rodar por los escalones
hacía abajo, gritando y soportando los golpes con cada escalón le fue imposible
detener su descenso y con sus brazos protegiendo su cabeza cayó hasta el final
de las escaleras. Jadeando de temor y el dolor que recorría su cuerpo, no podía moverse y se quedó ahí viendo el techo con una lámpara de araña repleta de
cristales. Le había parecido escuchar la voz de su hermano llamarla varias
veces, pero no sabía muy bien de dónde provenían sus gritos. Y no lograba recordar cómo se separó del grupo. Poco a poco la imagen se iba borrando hasta
ver todo negro.
Afuera el firmamento
anunciaba la noche, ruborizándose lentamente, el tiempo pasaba y el sol estaba despidiéndose
por el día de hoy.
El grupo de turistas
con grandes sonrisas. Por sus caras quedaba claro que la habían pasado bien, y la
visita a la mansión había sido una magnifica experiencia para todos. Algunos
pudieron sentir a los espíritus de la casa muy cerca, otros se quedaron con las
ganas pero los típicos portazos y pasos de los que tanto hablaban, fueron
suficientes para probar el miedo que prometía la Mansión Winchester. Por su
parte el guía del grupo despreocupado completamente a pesar de que faltaran dos
integrantes, les sonríe a todos dándole fin al tour, y los llevó directamente a la salida pasando de los hermosos jardines y fuentes a la
entrada de la Mansión. Ha dejado asegurada la puerta como debe. Solo si recibían
llamadas que exijieran la búsqueda de los jóvenes perdidos, intentarían, solo
intentarían encontrarlos, porque justo y como dejaba bien claro su advertencia, no
les podían prometer que iban a hallarlos. Incluso hasta ellos mismos, que se
suponía conocían muy bien la Mansión eran propensos a perderse.
Cuando la chica abrió
sus ojos con debilidad se vio acostada sobre una amplia cama dosel. Era la
habitación de Sarah Winchester, el guía les había mostrado esa habitación por
fuera de aquella puerta de madera, que sus ojos alcanzaban a ver, y está cerrada. Así
no estaba antes.
Era una gran recamara,
con su armario, un librero, un sofá, una mesita, una ventana falsa y otra real, un tocador, cortinas largas y decoraciones… el tocador que irremediablemente llamaba su atención, no podía
apartar sus ojos de él, especialmente del espejo. Y sus labios temblaron, y
despacio fue levantando su espalda del colchón de la cama. Podía verse algo
ahí, dentro del espejo, algo que se movía, algo oscuro. Se puso en pie y sus
zapatillas deportivas con agujetas avanzaron hacía ese espejo del tocador. Un
silencio sepulcral reinaba en la habitación de Sarah Winchester, tan solo el
sonido que hacían sus zapatillas en el piso de madera era lo que se escuchaba.
Estaba fuera de sí,
viendo fijamente ese espejo, al quedarse ante el tocador, su mano se movió sin
que ella lo quisiera y asustada miraba como su mano alcanzo a tomar un joyero
pequeño de plata que estaba cerca del espejo. Y viendo su reflejo, con su
corazón palpitando sin control, hacía un esfuerzo por detener su mano,
fuera lo que fuera que la estuviera obligando a hacer, no quería hacerlo, no
podía permitir que la usaran como un objeto. Gruñía, apretaba sus labios y
arrugaba su frente al tratar de detener su brazo que, levantaba aquel pequeño
cofre.
— ¡No! —logró gritar—
¡Basta! —su mano subía sosteniendo ese joyero y parecía que tomaría impulso
para arrojarlo al espejo—¡Jorge! ¡Jorge! ¡Ayúdame!
Fue lo último que pudo
decir.
Golpeo
involuntariamente con ese joyero el espejo, con una fuerza ajena a ella. Lo
rompió en pedazos, esos pedazos salieron volando a todas partes como si una ventisca
cargada de energía saliera del espejo quebrado, la coleta de Sarah volaba, y
cerró sus parpados apretándolos, recibiendo algunos trozos en su cara y
playera, dejándole algunos rasguños y abriéndole un par de heridas más
profundas; en su cuello y en su frente. Como si la hubieran empujado, cayó hacía
atrás al suelo y tardó unos segundos en recuperar su aliento y fuerza, viéndose
entre los pedazos del espejo destrozado, despegó su espalda con el ardor de su
cuello y frente sangrantes, movió sus piernas que se resbalan en el suelo, en un
intento por levantarse, pero el miedo era más fuerte, y solo consiguió deslizarse
hacia el borde de la cama y ahí, se puso a llorar como un bebé, viendo el
destrozo en el suelo, el joyero abierto, y las gotitas de sangre que dejó por
ahí. Con sus dedos se toca el cuello y los vio manchados de sangre, se toca la
cara con su otra mano y vio como tiemblan sus dedos rojos.
Dejó salir un grito
que se extendió por toda la habitación hasta afuera, resonando por el
pasillo.
Esa voz apenas la pudo oír
su hermano, que justo cuando entraba por sus oídos aquello que lo aferraba al
suelo, lo soltó y recuperó el aliento, pasó su vista por la habitación,
descubriendo que se encontraba solo. Pero no le quedó ninguna duda, esa voz era de
su hermana, así que presuroso se puso en pie para volver a buscarla, gritando
su nombre, que retumbaba en las paredes. No era capaz de pensar en nada más que
en su hermana y en salir de ahí, pero justo cuando encontraba una puerta se
encontraba con una pared al abrirla. Viendo unas escaleras angostas en forma de
caracol, y queriendo ir a dónde sea que lo llevaran las sube, escalón por
escalón, cada uno se vuelve más pesado y todo lo ve con más brillo y como si se
moviera a su alrededor. Se estaba mareando. Y algo continuó siguiéndolo por
atrás, escuchó una respiración, esa presencia no se iba
—¡Aléjate de mí!
Exclamó y subió más
rápido las escaleras de caracol para encontrarse nuevamente con un muro.
Boquiabierta observó el muro, sin saber a dónde más ir, trató de descansar
sentándose en el escalón final y pasó sus manos por su cara como si la
enjuagara, peinando su encrespado cabello hacía atrás, clavó su mirada abajo, sumergiéndose
en su mente. No..., no podía ser obra de su mente, era demasiado, para tan poco tiempo. Sentía como si en cualquier momento se volvería loco, no ha hecho más
que dar vueltas y cuando al fin consiguió dejar de andar en círculos se
encontró con pasajes que, no lo llevan a ningún lado. Su respiración se agitó
y su rostro se puso colorado estirando su cabello, maldice al levantarse para dar un punta pie al rellano de la escalera. El sonido de unas botas subir, llama su atención. Al asomarse para ver quien estaba subiendo
solo puede ver una sombra negra en la pared como si realmente se tratara de un
hombre yendo hacía el. Paralizado, quiso salir corriendo pero no sabía hacia
dónde, y no quería acercarse a esa cosa, tampoco quería que eso se acercara, se
arrimó lo más que podía al muro esperando que eso desapareciera.
Sarah no había dejado
de llorar y aunque estaba un poco más tranquila, la desesperación era más
fuerte, giraba el picaporte de la puerta de un lado a otro inquieta, queriendo
abrirla, pero era como si algo la estuviera sujetando del otro lado, gira la
perilla pero por más que intentará no se abría.
—¡Déjame salir!
Gritó con sus ojos
arrasados de lágrimas, y totalmente pálida por el pánico que la ha poseído. Se
arrepintió profundamente de haberse distraído, aunque no recordaba bien,
deseaba volver al tiempo aunque sonara absurdo e imposible, le gustaría que al
menos su hermano estuviera ahí. Terminó por rendirse, esa maldita puerta no se
abría. Se dejó caer al piso y berreo como nunca, aún le dolían esas heridas y
todavía sangran, esa sangre que escurría desde su frente por toda su cara. Recargándose
en la puerta, siente que algo empieza a empujar, a golpear como queriendo
entrar a la fuerza, enseguida de un brinco se puso en pie y retrocedió cubriendo
su boca con sus manos y con sus ojos tan abiertos, observó como seguían embistiendo la puerta.
Sarah ya ni siquiera podía emitir un sonido.
La luz se estaba
agotando, aquella tenue luz naranja del atardecer que se colaba por las
ventanas se estaba extinguiendo, y el interior de la casa es invadido por la
penumbra, si no fuera por aquellos débiles rayos de luz de la luna reinando el
cielo, no serían capaces de ver absolutamente nada, apenas les era posible ver
algo. Jorge no había dejado de ver como esa sombra o espectro que estaba
subiendo las escaleras se quedó estático, y el también. Para Sarah, la
oscuridad es lo que menos le preocupaba, tiene toda su atención en esa puerta que
parecía que iba a romperse en cualquier momento.
Es entonces cuando
llegó la hora de que los padres de los jóvenes comenzarán a preocuparse, siendo
su madre la más angustiada.
Ella, y el señor padre
de estos jóvenes atrapados en aquella mansión. Estaban preparando su cama para
dormir de una vez.
—¿No crees que ya han
tardado? —dijo la señor arrugando su frente—Son las diez de la noche, estarían
aquí para antes de las ocho.
—Ya llegaran cariño.
Seguro se están divirtiendo.
—Solo irían a esa
mansión. ¿Y si les pasó algo?
—Me parece que estás
exagerando, todavía no es tan tarde, ya deben estar en camino.
—Eso espero. —se
acostó en la cama y le dio la espalda a su marido, viendo la hora en el reloj
debajo de esa lámpara de buró.
En el momento que la
puerta dejó de ser golpeada violentamente, fue cuando la joven con rastros de
sangre en su cara, dejó de llorar, y se tomó un segundo para calmarse y
respirar más profundamente, acto seguido se encaminó a la puerta queriendo
intentar una vez más salir de ahí, escapar. Sintió que algo adentro la estaba observando fijamente, sentía que debía huir, encontrar a su hermano, si es que
alguien la estaba buscando, porque aún mantenía la esperanza de que alguien la estuviera buscando, aunque fuera noche, y todo estaba oscuro, aunque sabía que el guía debió
cerrar hace rato ya, no dejaba de tener esa esperanza de que vendrían por ella, no
quería dejar de tener esa fe, se aferró a esa idea con todas sus fuerzas, tal y
como se aferraban sus dedos a esa perilla, que al fin pudo abrirse sin esfuerzo.
Y salió por esa puerta corriendo por el corredor, con aquella sensación de que
alguien la seguía, incluso escuchaba esos pies que se arrastraban tras de ella, ni
siquiera sabía a dónde se dirigía, bajó unas escaleras y en medio de ellas
sintió que algo le cubrió su cara, algo invisible, pero que puede sentirse como
si se tratara de una telaraña, pero imposible, la mansión es reluciente por el
mantenimiento que le dan para los turistas, se trataba más bien de una energía,
algún fantasma que la ha atravesado. Reaccionó moviendo sus manos como
queriendo deshacer esa “telaraña” y cerró sus ojos, continúo bajando y bajando.
La sangre de su cara ya empezaba a secarse pero no le importaba, todo lo que
quería era salir de esa maldita mansión cuanto antes. Pero estaba perdida, y no veía casi nada, tan solo la tenue luz de la luna le permitía ver por donde
caminaba. Temblaba y temblaba sin poder controlarse, estaba tan silencioso,
pero no vació, podía sentirlo, como si hubiera muchas personas a su alrededor,
personas que no podía ver.
Por alguna extraña razón creía que su hermano
pudiera estar buscándola o eso quería creer.
—¡Jorge!
Dijo tan fuerte, que
hasta resonó en sus propios oídos.
Otro grito, que Jorge
podía escuchar débilmente. Aquella sombra había desaparecido y el aprovechó para bajar de esas falsas escaleras que no llevaban a ningún lado, y regresó a
una cocina, viendo a todos lados. La había escuchado, claro, sin duda es su hermana, y
seguramente al igual que él, estaba pérdida y llena de temor, pero si ambos
tenían miedo no van a ir a ninguna parte. Es entonces cuando el joven decidió armarse de valor, esas cosas no le iban a hacer daño, no le iban a dar más miedo,
eso pensó, sin embargo no podía evitar sentir algo de temor. Temor a lo
desconocido, temor de quedarse atrapado ahí hasta la muerte. Su misión era encontrar
a su hermana, y estaba seguro que escuchó su voz, por lo que debía estar cerca; así
que el también gritó su nombre, recibiendo de inmediato una respuesta de Sarah,
quien no se había movido de dónde estaba, cayó en la cuenta de que no tenía
caso seguir caminando o corriendo, en un sitio que desconoce.
—¡Jorge! ¡Aquí estoy!
¡Ven por favor!
—Allá voy Sarah,
quédate dónde estás no te muevas —se oyó a lo lejos, las paredes ahogaban el
sonido—solo sigue gritando.
—¡Está bien! ¡Pero apúrate!
¡Por favor! ¡Tengo miedo!
Sarah barría el lugar,
lo poco que alcanzaba a ver por la escasa luz, con sus grandes muy grandes ojos
verdes. En esa sala dónde estaba había un espejo, a unos pasos delante de ella,
lo que hizo que retrocediera más, al recordar el accidente con el espejo, sus
piernas perdieron fuerza derrumbándose en el suelo de madera, boquiabierta no apartaba su vista del espejo.
—¡Sarah! —gritaba,
necesitaba escucharla para guiarse, caminaba lentamente por un pasillo y algo
lo empujó haciéndolo caer de espalda al suelo— ¡Maldición! ¿¡No quieres que
vaya con ella?! —frunció el ceño y se levantó— ¡¿Es por aquí, verdad?!
Avanzó por dónde vino
el aventón.
La chica captó que en
un pasaje, cerca de dónde estaba se ha encendido una vela de la nada.
«No estaba encendida
antes…Estaba muy oscuro» Dijo a sus adentros, yendo directamente hacía esa luz
con porta vela. Necesitaba aunque fuera un poco de luz para ver dónde iba, y
eso fue como ver un milagro. Tomó la porta velas y se aleja de aquel mueble
para poder alumbrar su camino, y cuando se dió la vuelta una figura blanca de
cabello largo negro, con hoyuelos oscuros como ojos y una sonrisa que parece
desfigurar su rostro, dejó salir su larga y puntiaguda lengua al verla emitiendo
un sonido gutural. Sarah sufrió un sobresalto y se alejó del lugar corriendo,
pero no dejó de sentir que esa cosa la perseguía y se estremeció, esa luz de la
vela parecía querer apagarse con el correr así que se detuvo y a su oído escuchó: No…
son…bienvenidos.
Le dió un escalofrió en
todo su cuerpo y dejó caer la vela, viendo cómo creció y se extendió el fuego
rodeándola, acorralándola así entre las llamas. De inmediato la envolvió el calor,
miedo, y desesperación. Al verse atrapada en llamas. Ya no le faltaba la luz,
pudo ver que estaba adentro de una pequeña sala, pero el fuego se concentro solo
en su contorno, formando un circulo, y se alzó, sin quemar más de la
habitación. Ella podía ver como si se formaran figuras con cuernos en las
llamas.
—¡Jorge!
Apenas consiguió levantar la voz.
—¡Ayúdame!
Su hermano podía oírla
pero no alcanzarla, se encontraba atrapado en los pasillos, no ha conseguido salir de
ellos.
—¡Maldición! Huele a
quemado…. ¡Sarah!
No se consumía el
fuego, por más que la chica lo deseara, el terror le revolvió el estómago y
sintió nauseas. Todo daba vueltas a su alrededor y se dejó caer en el suelo, ahí
en el centro de ese círculo en llamas.
Jorge pudo ver que estaba saliendo luz y calor de una sala, y a zancadas llegó hasta esa sala, y la vió envuelta en llamas, pero nada se quemaba solo tenían atrapada a su hermana,
apenas podía distinguirla entre el fuego.
—¡Sarah!
Algo atrajo sus ojos al
espejo que estaba al fondo, y recuerdó las palabras del guía: “Cuenta con solo
una bañera y dos espejos en toda la casa, y esto porque según Sarah los
fantasmas le temen a su propio reflejo.” Claro, podía usar ese espejo como
escudo, pero debía primero salvar a su hermana menor del fuego. Apenas se
acercó un poco a las llamas sin saber cómo apagarlas y sintió el golpe de calor
que lo hizo sudar. No había humo, solo fuego. Como si se tratara de un fuego
que venía directamente del infierno. Se quitó su sudadera y en un banal intento
por apagar las llamas la agitó, pero esto parecía alimentar la lumbre y se
levantaron sobrepasando la altura de su cabeza. Se apartó y no tenía más recursos, solo su voz.
—¡Sarah! ¡Respóndeme!
¡¿Estás bien?!
—Si…
Escuchó un susurro
tras él, una voz ajena a la de su hermana. Algo lo sujetó de sus pantorrillas y
tiró de él, arrastrándolo por el suelo, para alejarlo del incendio. En ese
momento, viéndose jalado por una fuerza invisible, a lo largo del pasillo,
sintió ganas de gritar, pero no lo hizo, en cambio trató de aferrar sus dedos
al suelo de madera para detenerlo, pero era inútil. No sabía a dónde lo llevaba,
pero pensó que quizá lo estaba retirando del espejo en esa habitación, necesitaba conseguir ese espejo para espantarlos, para darles una cucharada de su propia
medicina. Apretando su mandíbula, y con un hilillo de dientes, se sujetó bien
del suelo como pudo, y sacudió sus pies luchando contra esa fuerza. Que se detuvo, pero se rehusaba a soltarlo.
Lentamente la chica va
recuperándose y reparó en que ese círculo de fuego que la rodeaba se hacía más y más
chico, alcanzando a sentir el ardor en su piel, iba a quemarse.
—¡Nooo!
Elevó un grito al
techo, y en un abrir y cerrar de ojos, aquellas lumbres paranormales
desaparecieron, volviendo a fundirse en la negrura. Pero no había terminado, sabía que
seguían ahí. Caminó moviendo sus manos adelante buscando tocar alguna pared para
apoyarse y no moverse hasta que, la espesa tiniebla fuera un poco más clara. Hace
un momento, le pareció escuchar la voz de su hermano cerca, posiblemente estaba
por ahí.
—¿Jorge?... —su mano
derecha tocó un hombro— ¿Jorge eres tú? —con un gran alivio respira y espera.
Unos ojos brillantes
como focos y unos colmillos se hacieron visibles, seguido de un gruñido profundo.
Exaltada se dejó caer
hacía atrás y alguien la sostuvo con sus brazos, se removió desesperada,
imaginando que era esa entidad y rompió en llanto.
—Sarah…tranquila. Soy
yo.
Su hermano la abrazó para confortarla. A la chica le costó un momento para reponerse, su respiración fue lo único que se escuchó en esa habitación oscura. Y cayó en la cuenta que era su
hermano quien la abrazaba por la espalda. Jorge la llevó hacía una pequeña
ventana cercana de las miles que había en esa casa, por dónde entraba una pizca
de luz exterior, esa que les regalaba la luna. Estando ahí, se acurrucó con su
hermana en el suelo y ambos al sentirse acompañados pueden descansar unos
segundos, no dijeron nada, solo disfrutaron de no sentirse solos. Empezó a
descender la temperatura, como si se hubiera colado una fuerte ventisca por
alguna apertura. Sin embargo sabían que en pleno verano, un viento así era
imposible. Sus alientos pudieron verse en el aire, lo que hizo que se abrazaran más. Su mente quedó en blanco, el miedo se había ido por ahora.
—Tenía…tenía miedo. —bajó la voz.
—Lo sé Sarah, lo sé.
—Vámonos de aquí. Por
favor, por favor… —sollozó.
—Ya saldremos de aquí.
Gracias a Dios te encontré.
Como si un hombre se
echara a reír en mofa por lo que acababa de decir. Así escucharon detrás de las
paredes. Sonido que los exaltó y Jorge ayudó a su hermana a incorporarse,
descubriendo que detrás de ellos hay una ventana que llevaba a parte del tejado,
observándola bien descubrieron que estaba cerrada ¿Esta podría ser su salida? Con sus
manos trató de elevar el borde de la ventana para salir, mientras puede sentir
el temblor de su hermana que se enganchó a su brazo.
La ventana no cedía.
Hizo un último
intento, arrastrando una silla y con esta golpeó el cristal de la ventana, al
cual no le hizo ni un rasguño. Gruñó con rabia y aventó la silla lejos.
Resopló y miró los
ojos de su hermana, apenas pudo ver su cara por la escasa luz plateada que
entraba de afuera.
—Sarah, te prometo que
saldremos de aquí...
Distinguió la sangre
que se estaba secando en su cara y cuello, y arrugó su frente viendo a su pequeña
hermana.
—¿Te has herido?
No contestó, en cambio
lo abrazó, como no queriendo apartarse de su hermano jamás. Solo cerca de él
podía sentirse confortada.
—Hay que tratar esas
heridas Sarah… —dijo mientras con la manga de su sudadera le limpió un poco su
rostro, y al apartarse de su cuerpo, atrás de su hermana visualizó una especie
de nubosidad negra— Por ahora vámonos.
Tomó de la mano a su
hermana, mano que ya no se atrevería a soltar. No debió soltar.
Dan vueltas y vueltas
por la casa que parecía laberinto, se encontraron con paredes, no con salidas,
volvían a verse en la misma habitación, hasta que Sarah pudo ver unas
escaleras que llevaban abajo, y optaron por ir hacia abajo, en lugar de arriba, lo
que querían era llegar a la puerta por dónde entraron. Pero terminaron en uno de
los sótanos, ya que estaba muy oscuro apenas podían saber que se trataba del sótano,
por que olía a húmedo, hacía más frío y la oscuridad era un poco más densa.
Agotada Sarah se dejó caer en el suelo de rodillas y sus ojos se arrasaron en lágrimas, una vez más.
Eso no solucionaría nada, pero esta vez, no era el miedo, ni la sensación de
haberse quedado atrapados ahí lo que la hacía berrear, sino. Arrepentimiento.
Jorge se detuvo a
escuchar como su hermana menor desbordaba en llanto, ya que no ve más que negrura
a su alrededor, y prefería que fuera el lloriqueo de su hermana lo que escuchara a que otras cosas que lo estaban enloqueciendo.
—¡Perdón! —gritó su
hermana, con sus manos en su cara.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Ya lo
sabes, por mi culpa estamos aquí. Tú no querías entrar, yo fui quien te
insistió, quien te hizo entrar. ¡Tú lo presentías! ¡Como hermano mayor deseabas
protegerme! ¡Yo fui tan idiota! Si no fuera por eso, ahora mismo estaríamos en
casa, y no en este lúgubre lugar.
Lentamente se aproximó a su hermana y alcanzando el suelo, la atrajo a sus brazos. Sin decir nada, solo
acarició su nuca y espalda. Escuchando a su oído el llanto de su hermana.
—¡Esos fantasmas o lo
que sean! ¡No nos dejan en paz! —añadió su hermana—¡No podemos alejarnos de ellos, y ellos no se
alejan de nosotros!
—Sarah… dime ¿Cómo te
hiciste esas heridas?
Apretándolo con sus
brazos cierra sus ojos.
—Me forzaron a romper
un espejo…
No fue capaz de decir más.
Eso fue como una luz
que iluminó el rostro de Jorge, tanto así que abrió de más sus ojos y sonrió.
—¡Es verdad! Un
espejo…
« …los fantasmas le
temen a su propio reflejo. »
Casi lo olvidaba, el
espejo, el maldito espejo que había visto en la misma habitación, llegar de
nuevo ahí será un reto, pero es mejor a quedarse a lamentarse en el sótano.
Cuando le pidió más detalles sobre el “accidente” a su hermana, le hallo sentido
al porqué la obligaron a romper ese espejo. Solo habían dos espejos en toda la
casa, ya han acabado con uno, solo restaba otro más. El único que quedaba, y que
podrían usar como un escudo para protegerse, para al menos poder estar
tranquilos y dormir. Ya ni siquiera podían pensar en salir, porque por lo visto,
no había salida.
Cuando se dirigían a
las escaleras para salir del sótano, Sarah pareció sentir que alguien caminaba hacia
ellos desde una de las esquinas.
—¿Qué es eso? Viene
alguien, Jorge viene alguien… —se sujetó de la manga de su sudadera.
—No lo veas Sarah y
sígueme.
Tomándola bien de la
mano subieron por las escaleras apresurados, y esa sombra agarró de los tobillos a
Sarah. La chica pegó un grito que resonó en los tímpanos del joven.
Jorge la cogió más
fuerte para que no la arrastrara.
«Justo como me pasó a
mi» Pensó el chico. » No quieren que vayamos por el espejo, le tienen miedo »
Era una fuerza que no
se podía quitar de encima, esa fuerza tiraba de ella, y su hermano la abrazó atraiéndola a él, compitiendo contra esa cosa. No dejaría que le ganara, que se
llevara a su hermana. Otra vez. La libró y la chica impulsada cayó sobre su
hermano y continuaron su camino. Queriendo recordar por dónde vinieron. Seguir
el mismo patrón, para llegar a dónde estaba el espejo.
Pasaron horas para que
Jorge pudiera reconocer ese mismo pasillo por dónde había visto salir la luz de
las flamas paranormales. Sintieron un alivio, ya estaban más cerca del espejo,
del único espejo que había en toda la Mansión.
Cuando en la esquina del techo, ahí en
ese pasillo, apareció una figura de una mujer en los huesos, uñas largas,
cabello negro largo, esa sonrisa que Sarah ya había visto, la lengua larga,
pero esta vez, estaba pegada al techo con su cuerpo engarrotado como si fuera
una araña. Los miró, los hermanos retrocedieron lentamente, y la mujer se movió
directo a ellos por el techo. Se escuchó el grito agudo de la chica, y Jorge la
hizo correr. Entraron a la primera puerta que se encontraron, por fortuna no
era falsa. Llevaba a un baño rosa. La figura fantasmal quiso entrar con ellos,
pero juntos cerraban la puerta cuando cuatro brazos con largas uñas no les permitían
cerrarla, se movían como queriendo agarrarlos, o al menos rasguñarlos. Con
todas sus fuerzas empujaron, hasta que esos brazos desaparecieron y de un
portazo cerraron la puerta. Quedando con su espalda a una pared, la chica se
abrazó a su hermano y ocultaba su rostro en su pecho, sollozando y su cuerpo
vibraba, sus dientes castañeaban como si se estuviera muriendo de frío, pero
no era frío lo que sentía.
Jorge froto con su mano la espalda de su hermana.
—Hay que ir por el
espejo.
—No. —levanto su
mirada.
—Sarah, tenemos que ir
por ese espejo, con eso los asustaremos y ya no nos seguirán.
—No quiero volver
afuera. ¿La viste? ¿La viste, no es así? ¿Y si vuelve a aparecer? —jadeaba y
con su frente arrugada lo observó.
—No volverá. Tienes
que acompañarme. No te puedo dejar sola, ya no te apartarás de mi ¿entendido?
—¡Pero no quiero! —se
alejó de él y se abrazó así misma— ¡No quiero!
—Sarah… ven. —le
tendió su mano.
Se quedaron en silencio,
solo la respiración ruidosa de la chica se escuchaba, era inquietante salir de
ese pequeño baño, sabiendo que afuera los estaba esperando aquella cosa. Pero era
el riesgo que debían tomar y eso lo sabía su hermano mayor. Le tomó un minuto
el pensar bien las cosas, no podía separarse otra vez de su hermano. Justo por
eso es que ahora estaban en esta situación. No podía volver a ser su culpa, que
todo empeore.
Toma su mano.
—Está bien.
—Buena chica. —con su
otra mano le acaricio la cabeza con una sonrisa.
Salieron de la puerta
del baño, esta vez reinaba el silencio, y también la oscuridad. No pasó nada.
No obstante la misma sensación que ha acompañado a Jorge desde antes de entrar
en la Mansión, seguía con él.
Ahí estaba frente a
sus ojos el dichoso espejo, la que parecía ser su única salvación. Y Jorge fue al
espejo y lo intento tomar, pero estaba bien clavado a la pared, con todo y un
marco de madera tallada.
En tanto el joven veía
como podía hacerse del espejo, un sonido musical invadió el silencio de repente.
El órgano, como si alguien lo estuviera tocando y aunque las paredes atrapaban
el sonido, este podía ser claro a sus oídos. Hacía eco. El compás era veloz, y
armonioso a la vez.
—Jorge…
Lo llamó en cuanto vio
que en la parte más oscura de la sala, venía saliendo un rostro blanco, y un
cabello negro se podía distinguir, se movía como si tuviera vida, y un brazo
huesudo se extiende como si quisiera alcanzarlos. La música del órgano sigue
sonando en todo su apogeo, parecía escucharse más y más fuerte.
Jorge como si no
hubiera escuchado a su hermana con sus manos tira del marco del espejo para
retirarlo de ahí, pero es inútil.
—¡Jorge!
Elevo su nombre en un
grito, y tocó su hombro. El joven miró atrás y esa misma mujer con la lengua
larga de fuera venía arrastrándose en una posición arácnida.
Alarmado aplico más
fuerza hasta apretar sus dientes, quería arrancar ese espejo de la pared, pero
este no cedía. Los acordes del órgano continuaban cada vez más veloz. No podía
usar algo para golpear el marco y así quitarlo, podía romper el espejo.
Sarah se acercó más a
su hermano queriendo ocultarse o cubrirse con su cuerpo, y sin alejar ojos de esa figura que estando más cerca de ellos se desdobló estirando su
cuerpo como esqueleto cuan largo era. Justo el espejo se separó de la pared y
Jorge se lo mostró a la entidad para que viera su reflejo, pero antes de que
este se alzara ante el espectro. Ya había desaparecido, junto con el sonido de
aquella música. Todo se esfumó, incluyendo esa terrible sensación que había
sentido Jorge desde el inicio. Todo se calmó.
Entonces era verdad,
le temían a su reflejo.
Pudieron tomar un
respiro y se abrazaron sonrientes, parecía que todo había acabado. Ahora que estaba cerca el amanecer, lo que querían era descansar un poco, y después,
volverían a intentar encontrar la salida. Fueron a una habitación y se
acostaron juntos en la cama, con una hermosa paz que le tranquilizó sus
corazones. Sarah no podía dejar de abrazar a su hermano, quien sostenía el
espejo aún acostado. No sería capaz de soltar ni ese escudo, ni la mano de su
hermana.
Durmieron.
Los ojos de Sarah se
abrieron de par en par.
Se levantó de la cama,
y miró a su hermano dormir.
Algo había en sus
ojos.
Como si adentro
hubiera unas flamas.
Sonrió torcidamente.
El sol ya estaba en lo
más alto del cielo. Pasaba de medio día. Jorge escuchó unas pisadas. Se
despertó de sobresalto.
—¡SARAH!
—Ey, tranquilo
muchacho, menos mal te hemos encontrado.
Era un oficial, y sus
padres estaban detrás de él. Observó bien lo que lo rodeaba. Seguía en la misma
habitación, pero no estaba su hermana con él. Se sentó al borde de la cama y
encontró en el suelo, los restos del espejo. Alguien o algo lo había hecho
pedazos.
—¿Dónde está Sarah? —los
miró.
—La seguimos buscando,
menos mal te hemos encontrado a ti muchacho.
Lo asaltó el abrazo de
su madre.
—¡Hijo! ¡Gracias a
Dios te hemos encontrado!
Jorge pudo escuchar la
risa de una chica. ¿La risa de Sarah?
—¡Mamá!... ¿Escuchaste
eso?
Su madre, con los ojos
hinchados del llanto y del desvelo, negó con su cabeza.
Pasó sus ojos a su
Padre y el policía. También movieron su cabeza diciendo “No”.
—Era una risa…
—Hijo, sabemos que lo has
pasado mal. —le habló su padre— Ayúdanos a encontrar a tu hermana.
—Sí.
Las enormes ganas de
contarles todo lo que pasaron, de explicarles sobre los espejos, decirles que
Sarah había estado con él, que durmieron juntos. Lo reprimió. No pudo decirles.
Era demasiado…
No le creerían.
Buscaron y buscaron a
la chica.
Jamás la encontraron.
La madre fue la
primera en romper en llanto, cuando después de meses de búsqueda por la mansión
la habían dado por desaparecida.
Pero eso no iba a
quedarse así. Jorge volvió a la mansión, con un espejo en una mochila.
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