Capitulo-19
Dentro de la
seguridad de una cámara oculta en la base principal de los Asesinos, se esconde
el fruto del Edén ahora. Connor creía que nadie podía custodiar mejor ese
artefacto que la propia hermandad, puesto que nadie sabe cómo destruirlo, lo
mejor es protegerlo, será lo más conveniente para todos. Dejarlo muy lejos del
alcance de las sucias manos Templarias.
En su regreso,
Garrett le contó a Connor la procedencia de aquel fruto. Mencionando, que era
una pieza muy importante, y muy deseada por los Templarios, pero que también
puede ser bastante peligrosa. Aprovecho para darle información sobre la primera
civilización, le desveló todo lo que los Asesinos saben sobre ellos. El joven
nativo, casi podía sentirse parte de la hermandad, sin embargo todavía no puede
serlo, ya que primero que nada debía cumplir con una misión. Misión, que ya
tiene muy en mente.
Tanto Charlotte
como Connor, saben que no será nada sencillo encontrar a esa Templaria, y mucho menos darle
muerte. Garrett, como buen líder, se dedicó en luchar junto a sus hermanos,
contra los pocos templarios que encontraban. La orden Templaria tenía de su
lado al gobierno, por lo tanto las hojas asesinas se manchaban de sangre templaria,
y de guardias comunes. También era duro ver como caían algunos de sus hermanos
en la batalla.
Garrett le
pidió a Charlotte que custodiara y defendiera la base principal de Asesinos,
ahora poseen lo que más desean los templarios dentro de su casa. Otro grupo de
Asesinos se encargaría de proteger y vigilar las vías subterráneas en la
ciudad.
A Charlotte le
desespera el no poder ayudar a Connor en su búsqueda, pero tenía otra
obligación. Solo le resta rezar por él.
Después de tres
semanas.
A través de uno
de los túneles bajo tierra, Connor acompaña a Garrett. Atrás, los siguen un par
de Asesinos bien encapuchados con máscaras oscuras que no permiten ver sus
rostros. Garrett también portaba esa capucha. La túnica de Asesino aún no puede
ser entregada al nativo, así que usa su atuendo azul y ese sombrero de tres
puntas tan distinguido. Y por supuesto, todos iban bien armados.
Se dirigen al punto más cercano de la base
principal Templaria. Atacaran en plena luz del día, justo cuando menos lo
esperan, los Asesinos habían estado actuando de noche casi siempre. Aunque
dentro del húmedo túnel apenas iluminado por algunas antorchas en las paredes
de tierra, puede ser fácil olvidar que arriba hay sol, y no luna.
—…por eso,
mantén los ojos bien abiertos, Connor. Es probable que logres ver a esa
Templaria, o incluso a…tu padre. —lo mira de reojo Garrett.
—A ese hombre
no puedo llamarle “padre”, y si logro verlo, tendré que hablar con él para
estar seguro... —dice con calma— Algo me hace pensar, que él tuvo mucho que ver
con el ataque a mi aldea, y el asesinato de mi madre. Los Templarios, fueron quienes
buscando el fruto destruyeron mi aldea. Mi familia, protegía ese fruto como
algo sagrado. No me sorprendería que él fuera el culpable de todo.
—Tienes razón,
es lo más lógico.
Subiendo por
unos escalones, salen uno a uno del túnel por una pequeña puerta de madera oculta
entre el herbaje que crecía en torno al Fuerte principal. Desde dónde podían
contemplarlo con cautela, se trataba de una zona restringida cercana a la
ciudad de Nueva York, la cual es posible apreciar a la distancia. Vislumbran
que hay muchos guardias rodeando el fuerte, y por supuesto que esperan
encontrar a unos cuantos Templarios también. Sería mucha su suerte si se
llegasen a encontrar con el mismísimo Haytham Kenway, o Aveline de Grandpré, su
discípula. Pero antes debían organizarse.
—Muy bien
adelante hermanos, ustedes saben qué hacer. —les deja retirarse al par de
Asesinos que lo acompañan.
—¿Y qué es lo
que haremos nosotros? —pregunta Connor.
—Yo buscaré a Haytham,
y tú a Aveline. —señala hacia la entrada del fuerte— Mira…
Le hace ver
como algunos hermanos desde sus escondites, asesinan a los guardias y los
ocultan en los arbustos o detrás de los árboles, dónde no pudieran ser vistos.
Otros han trepado por los muros y se han infiltrado.
—Se están
encargando de dejarnos el paso libre. Andando. —se adelanta.
—¿Y qué haremos
si no se encuentran aquí? —le sigue.
—Entonces
interrogaremos a algún Templario, haremos que nos diga a dónde es que han ido,
o en dónde están.
—¿Crees que un
Templario ceda tan fácilmente?
—Por algo hay
que empezar Connor, nadie dijo que sería fácil. Además, pronto se enteraran que
hemos atacado su fuerte principal y vendrán a nosotros tarde o temprano, para
entonces, tenemos que estar preparados—le lanza una mirada cómplice y avanza más
rápido agachándose para no ser detectado a lo lejos.
El cielo tan
despejado y celeste, el aire con aroma a verano. Es un ambiente envolvente para
Ezio que, arriba de un tejado, de los tantos que hay a su alrededor, sentado
con una pierna doblada en dónde apoya su codo; piensa profundamente, recuerda
profundamente, a la mujer que lo ha arrebatado por completo. Incluso, se siente
distinto, como si ya no se conociera ni así mismo. Ha perdido la ambición, ha
perdido su tentación a las mujeres. De hecho, ya ni le preocupa su trabajo como
cazarecompensas, se ha apartado mucho del único amigo que le queda, y todo por
Aveline. Necesita verla, necesita hablarle, estar con ella. Todo este sentir,
lo ha llevado a tener una idea quizá algo riesgosa, hasta podría parecer
absurda. Abandonarlo todo para entregarse a ella.
Está tan serio,
y forzando su mente para recordar ese bello rostro de color, que ni el ruido de
un hombre acercarse lo distrae. Se escucha un peso caer en el tejado, y zancadas
que cruzan detrás de él, seguido de un salto. Seguramente un delincuente
huyendo, pero no le presta ni la más mínima atención. Tras unos segundos se
escucha que viene alguien más, esta vez ese alguien se aproxima a él y antes de
que pudiera sentirlo más cerca, algo en Ezio se activa y lo hace levantarse
como si tuviera un resorte, desenvainando su espada le apunta al hombre que,
resulta ser Jace.
—Ah, eres tú…
—dice Ezio bajando su espada.
—Con que aquí
haz estado, hace tiempo que no te veía amigo. —le tiende su mano.
—Mis disculpas.
—acepta el apretón de manos— He estado, poniendo en orden mi mente.
—Sí ya lo creo,
desde cuando debiste haberlo hecho, te hacía falta ¿no? Oye ¿Qué crees?
Encontré a un Asesino, y gracias a ti lo he dejado escapar, no sabes cómo han
estado aumentando las búsquedas de Asesinos últimamente, tenemos mucho trabajo
amigo.
Ezio lo escucha
y se cruza de brazos haciendo una mueca desinteresada.
—Ya veo…
Jace enarca una
ceja, distinguiendo en él, algo diferente y bastante raro.
—¿Sucede algo?
Creí que te emocionaría saberlo.
—Verás Jace,
creo que lo que quiero ahora es otra cosa. —le sonríe ampliamente— Supongo que
te haz de imaginar que es.
—¿Hablas de esa
mujer?
—Tiene nombre
Jace, se llama; Aveline de Grandpré —mira al cielo un momento— Y si… —pone sus
manos en su cadera y camina de un lado a otro— He decidido que me uniré a ella,
creo que es algo llamado… ¿Templaria? O algo así, está buscando esa cosa que
tiene Connor, y que vi que llevó a una habitación secreta en el Pepper Black,
quizá esa información le sea útil…
—A ver… ¿Qué
estás diciendo? ¿Olvidas que esa mujer…,es decir, “Aveline”, te amenazo de
muerte la última vez? Incluso creo que, te dejo herido.
—Tenía sus
razones. Yo la entiendo.
—No, tú estás
enamorado. —pone su mano sobre su hombro y lo mira de cerca— Espero y estés
seguro de lo que quieres hacer.
—Estoy más que
seguro, no hay cosa que desee más, que ayudarle. —sonríe mostrando sus dientes—
Pero, necesito encontrarla…
—¿Y qué has
sabido de Connor?
—Es cierto, Connor.
—mira abajo— Él también la está buscando, quizá él pueda…
«Esto será como
seguir una cadena que me lleve hasta Aveline…» Piensa sonriente.
—Necesito ir al
Pepper Black.
Una
estocada atraviesa el estómago de un Asesino que cae al suelo derramando sangre,
otro viene hacia ella pero antes de que pudiera tocarla, Aveline sujeta su
brazo donde portaba su hoja oculta, torciéndolo hasta que crujen sus huesos,
escuchando el alarido de dolor, con un
golpe le entierra la suya por su espalda acabando con él, un Asesino más cae de
arriba sobre ella, Aveline se derrumba
al suelo, sintiendo que la ha inmovilizado, este Asesino al que no puede verle
su rostro por la capucha, está apunto de clavarle su hoja en el cuello cuando
alguien más le dispara en el cráneo. La chica se quita de encima el cuerpo sin
vida del Asesino, y ve ante ella una mano, al elevar su mirada descubre que,
quien le ha ayudado es; Shay Cormac.
—Creí que
habías dicho que podías tu sola. —sonríe una pizca.
Sin responder,
Aveline lo deja con su mano tendida, poniéndose ella sola en pie sin mucho
esfuerzo, más sin embargo esta sangrando de un costado, en dónde se toca con su
mano y con una mirada inalterable, observa a su hermano Templario.
—Eran muchos.
Observa su
contorno, todo el piso bajo sus pies está repleto de sangre y cuerpos de
Asesinos fallecidos en la batalla contra ella.
Shay nota una
vestimenta diferente en la chica, ya no viste su vestido elegante color
esmeralda, ahora porta un pantalón, botas y un sombrero de tres puntas, en
colores más suaves. Ropa que le brindaría mejor agilidad.
—Y todavía hay
más. —Shay pasa su mirada arriba, a la copa de los árboles que se encuentran
cerca, cerciorándose de que no queden más y estén ocultos.
No muy lejos,
se podía divisar uno de los principales pueblos próximos a Nueva York. Cabañas,
corrales, amplios campos de siembra y mucho herbaje, personas llevando heno
para alimentar a sus caballos. Ni se imaginaban lo que ocurría en aquella zona
en dónde habían muerto un grupo de Asesinos, en manos Templarias. El ruido y
los alaridos no alcanzaron los oídos de los pueblerinos.
Aveline
caminando lentamente se aleja de Shay yendo a otro lado.
—¿A dónde vas? —cuestiona
Shay.
—Tengo que
cumplir con lo que me encomendó mi Maestro.
—En esas
condiciones —levanta su tono de voz— Dudo que puedas matar a más de tres
Asesinos.
La chica se
detiene en seco.
—No es nada. —sigue
su camino.
—Me sorprende
que la discípula del gran Maestro Haytham Kenway, se encuentre en un estado tan
deplorable.
No siente
necesario contestarle algo a su compañero Templario, y se marcha por su cuenta.
«Es
cierto, son muchos Asesinos, jamás creí que la hermandad crecería tanto en
estas tierras» Se decía Aveline en sus adentros. » pero… no creo que todos sean
de Nueva York y Boston, estoy segura que pidieron refuerzos de Asesinos de
otros países, solo que… no se pueden ver sus rostros. »
»Reducir
la cantidad de Asesinos, ese es mi deber por el momento. »
Viene
en un carruaje en una de las carreteras que cruzan el bosque, y que lo conduce
de vuelta a Nueva York. Haytham Kenway, había viajado en corto para atender
otros asuntos que tenía, pero no puede descuidar tanto a la orden Templaria, dejarla
en manos de Charlees lee y Aveline, sería tan decadente. Sabe que la hermandad
Asesina se ha desarrollado y sabe lo que desean. Pero él también tiene
entendido que es lo que sus superiores están buscando desde hace años, y que
fue esa la razón por la que pisaron estas tierras, por lo que están aquí. Justo
cuando sentía que de los Asesinos ya no debían preocuparse, que ya los habían
derrotado, surgen desde las cenizas, como si de un ave fénix se trataran.
Entonces,
cree que ya es hora de tomar el mismo las riendas del asunto, de la búsqueda
del fruto del Edén, ya bastante oportunidad le dio a Aveline, ya bastante
tiempo dejo pasar, por eso ha estado pensando y pensando. Tiene muy claro que
aquel joven Nativo protege el fruto gracias a las erróneas y primitivas
creencias de su tribu, pero también sus sospechas han caído en esa taberna que
tanto frecuenta el joven. ¿Qué hay ahí? Tal vez debería ir a investigar un
poco, eso no vendría nada mal.
—Algo
me dice que el Pepper Black, tiene algo especial. —se dice a si mismo mientras
mira por la ventanilla de la carroza—Podría ser como algún punto de encuentro
del Nativo y sus aliados, si tanto lo frecuenta es por algo, seguramente ahí
esconde el fruto, y si no es así, de todos modos tengo que ir, probablemente los
que trabajan ahí, saben algo de él, a qué hora llega a qué hora se va, lo que
sea que me digan me será útil. Necesito presentarme personalmente con ese
salvaje, y ponerle fin a todo esto.
«Pero
antes debo ir a la base. Espero que Aveline, Shay, Charles lee, y los otros,
estén haciendo bien su trabajo. »
Faltaba
poco para el crepúsculo. Y Ezio Auditore dio marcha hacia su taberna favorita.
Desmonta
su caballo y ata bien la cuerda afuera del sitio, todavía no entra y ya puede
escuchar las risas y la música del interior. Ese ruido le gusta y lo hace
sonreír.
Al
entrar el rumor de las conversaciones, la música más fuerte, y el olor a
cerveza y tabaco, le da la bienvenida. Se encamina hacia la barra en dónde
puede divisar a Hannah llenando unos tarros con cerveza de un barril. Y un par
de hombres se le atraviesan, uno de ellos le da palmadas. Lo saludan con júbilo.
Ezio apenas responde su saludo, y otro grupo de hombres que estaban en una de las
mesas lo invitan a beber con ellos, pero Ezio rechaza amablemente su
invitación, todos lo ven interrogantes. Nunca había entrado sin ganas de beber,
o divertirse un rato. Ya llevaba la mitad del camino, y tres mujeres muy
hermosas con vestidos que descubrían sus hombros se le acercan dándole caricias,
esta vez no siente tentación de nada, y con elegancia las aparta de su camino.
Es
como si fuera otro, como si haya cambiado, su rostro se ve serio y dispuesto a
lo que ha venido. Dejando a un lado su popularidad con hombres y mujeres,
finalmente llega al frente de Hannah, quien acomodaba los tarros sobre una
bandeja preparándose para ir a servirles a unos clientes.
Pero
la chica se detiene con la bandeja en mano para verlo detenidamente.
—Ah,
Ezio. Me alegra verte aquí. —sonriente mira a sus lados— ¿Has venido solo? Hace
rato que no venías, ya hasta te había echado de menos.
—Sí,
eh… Hannah. —apoya sus brazos sobre la barra acercándose más— Dime ¿Has visto a
Connor últimamente por aquí?
—A
Connor. Claro que sí. —deja su bandeja sobre la barra, para descansar sus
brazos.
—¿Y
crees que venga hoy?
Hannah
medio cierra sus ojos dando un paso hacia atrás, Ezio jamás había indagado
tanto sobre Connor, ni siquiera por alguien.
—De
hecho…
—¡Eh
mujer! ¡Tráenos la cerveza de una vez! —le grita un hombre con sombrero desde
una mesa siendo acompañado por otros hombres.
—Ezio,
ve arriba. —le señala las escaleras del sitio que llevan a lo alto— Ahí
podremos hablar, pero solo será un momento ¿Está bien?...
El
joven agradecido y sonriendo con picardía, aprovecha para tomar su mano y
besarla.
—Gracias,
preciosa.
Recargado
en una pared en el piso superior del Bar, Ezio espera a la chica, cuando
escucha sus tacones subir las escaleras, se endereza y le sonríe al verla.
—Hannah,
de verdad necesito saber si vendrá Connor hoy. —le hace a un lado con sus dedos
un mechón dorado de su frente.
—Ay
Ezio, me gustaría decirte, pero es que son
asuntos que mi padre no me permite revelar.
Eso
despierta la intriga en Ezio.
—¿Hay
algo más no? La última vez que vine, pude ver como tu padre y Connor entraron a
una puerta secreta.
—¿Los
seguiste? —abre mucho sus ojos.
—Tranquila.
—acaricia su mejilla y toca su barbilla, tomando su cintura con su otra mano—
Solo necesito saber, si es que lo sabes, dónde está Connor, o si es que vendrá
más tarde.
—Ezio,
oh Ezio… —se ruboriza al ver sus ojos entrecerrados que parecían absorber su
mirada—De verdad, no debes saber en dónde está Connor.
—Hannah,
por favor, sé que sabes en dónde está. Tus ojos lo dicen todo—susurra cerca de sus
labios— ¿Está detrás de esa puerta? ¿En esa sala? —inquiere rozando sus labios en
los de ella.
—Eh…
—empieza a temblar.
—Vamos
dime, no te pasará nada… —desliza por su piel sus labios hasta alcanzar su
oreja— Yo te protegeré. —dice con suavidad.
Sus
palabras, su cercanía, su voz, hacen que la chica sintiera que se derrite del
placer. Tan irresistible, que suelta la lengua.
—Si
ahí está, yo vi por dónde se ha ido. Si quieres, te llevo…
Con
una sonrisa llena de satisfacción se aparta de ella.
—Por
favor.
En
la sala de Asesinos debajo del bar. Charlotte visualizaba en sus manos la
pequeña pluma que Connor le había obsequiado antes de marcharse, con sus ojos
posados en el gesto de amor del chico, recuerda ese instante.
Connor
antes de seguir a Garrett y los otros Asesinos, se tomó un minuto para tomar
las manos de Charlotte y ver su rostro.
—Sé
fuerte, y protege este sitio, sobre todo, aquello que sabes que es muy
peligroso si los Templarios lo encuentran.
—Sí.
Eso haré. —esboza una sonrisita.
Charlotte
no resiste envolverlo en sus brazos, y Connor ceñudo, la aprieta contra su
cuerpo cerrando sus ojos, queriendo darle fuerza, y protegerla, pero no puede
hacerlo por ahora.
Se
separa de ella, y de su cabello desprende esa pluma que siempre llevaba atada
para entregársela en su palma, que con sus manos cierra lentamente.
—Prometo
que volveré con vida, cuando vuelva juro que ya no te dejaré sola, ya no te
dejaré ir.
—Ratohnhaketón.
—conmovida lo observa.
Sus
labios se fundieron en un beso.
Charlotte
sonriendo guarda la pluma en un bolsillo, y escucha la puerta abrirse de par en
par. Se gira alarmada y frunciendo el ceño lleva una mano a su arco, cuando sus
ojos captan a Hannah y a un tipo que reconoce al instante, pero sin duda es un
sujeto que no debería estar aquí. Por supuesto que tampoco le inspira
confianza, Connor le ha dicho que al parecer trabaja para Aveline, una
Templaria. No es para nada de fiar.
Hannah
lleva a Ezio a una de las puertas de los túneles, ignorando la presencia de
Charlotte, ya que ella es la única autoridad ahí, puesto que sus hermanos que
vigilaban la puerta fueron a luchar, le corresponde a ella detenerlos.
—¿Hannah?
—le llama Charlotte.
Ezio
y Hannah la voltean a ver con asombro, como si no la hubieran notado, será por
la vestimenta negra que lleva la chica, muy distinta a las túnicas de Asesino
que usan sus hermanos.
—Oh
Charlotte, creí que, no había nadie. —nerviosa le sonríe y le hace reverencia.
—¿Qué
hace él aquí? —se aproxima a ellos y se enfoca en Ezio, revisándolo con recelo.
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