lunes, 15 de febrero de 2016

La Bruja y el Angel Mestizo [Capitulo 27]











                     Capitulo 27 










El crujir de algo frágil quebrarse en el suelo hace que sus ojos se abran de par en par. Charlotte, descubre un dolor profundo en su abdomen. Lo toca como si su tacto sirviera de algo. Se da cuenta que la han vendado y trae puesta ropa de prisionera que le queda un poco grande. Sus pies están descalzos. 
Aprisionada en tres paredes, tras una oxidada reja. Apenas hay iluminación producida por unas cuantas antorchas colocadas en las paredes, afuera de su celda.
Escuchó gritos de mujeres discutir en alguna parte, los pasos de un guardia que bajó a las celdas subterráneas a echar un vistazo, las hace callar. El dolor, la oscuridad, la soledad; la están asfixiando. Recuerda como aquella mujer pelirroja al igual que ella pretendía matarla ¿Por qué no lo hizo? Pudo haberlo hecho. 
Si no fuera porque Connor aún vive, no le importaría su vida. Porque está segura que aún vive, tiene que estar vivo pero ¿En dónde estará? Seguramente, debe estar buscándola. ¿Qué pasó con la Templaria? ¿Y Garrett? Son tantas las preguntas que era inútil formular en su mente, aunque lo que más le preocupaba era Connor. Por ahora, solo sabía que estaba encerrada en una prisión, posiblemente condenada a pena de muerte. Sigue arrepentida de no haberse alejado de Garrett cuando pudo. No tenía la culpa de haber perdido la memoria.
Sacudió su cabeza moviéndose esos cabellos rojizos enmarañados, para despejar su mente.

Después de un rato no soportó más, y con un gran esfuerzo se puso en pie poco a poco, apoyándose en la pared cercana. Cada movimiento era doloroso, su cuerpo estaba débil. Se tomó un minuto al conseguir pararse, para casi arrastrarse a la reja, por dónde veía otras celdas ordenadas en forma de U y en el espacio sobrante alcanzaba a ver unos escalones de piedra que llevaban a una planta superior. Por un segundo pensó en intentar escapar, luego su cuerpo le reclamó reposo. Recargó su espalda en la pared y se deslizó hasta tocar el suelo, respirando por la boca y nariz como si le faltara el aire, pero realmente se sentía muy agotada e incapaz de moverse.

—Necesito…, salir de aquí. —se dijo a si misma— Necesito saber de Connor.
—¿Ya despertaste?

Oyó una voz de otra mujer muy cerca.







Tardaron un poco en reaccionar los guardias que custodiaban a los prisioneros en su tiempo de despeje. Ya que su plática entre ellos parecía divertida y muy entretenida, pero como Connor había despedazado una mesa con sus puños cargados de furia, al saber  que Charlotte peligraba se le había hervido la sangre Esto captó la atención de los guardias que les ordenaron pasados unos minutos, que recogieran su desastre del cual eran responsables. Mientras lo hacían, Ezio seguía esperando escuchar la respuesta de Connor a sus sugerencias; Buscar a Haytham y matarlo juntos para cobrar la muerte de Aveline a manos del Templario, y también evitar que más tierras nativas fueran arrebatadas, todo esto dejando a Charlotte de lado, en algún sitio seguro. Aunque se trataba de una hipótesis, puesto que, ni siquiera es seguro que vayan a lograr salir de allí y salvar a Charlotte. Al nativo le costó unos minutos asimilarlo en su ordenada y solida cabeza.

Terminaban de levantar del piso las últimas piezas del tablero que era lo único que faltaba cuando Ezio ya no aguantó más y estando de rodillas al igual que Connor, se fijó en él y dijo; “¿Y bien? ¿Qué dices?” Con unas piedritas del tablero en las manos.

—Primero lo más importante —lo ve a los ojos— Que es Charlotte.
—Sí, sí, eso lo sé, pero ¿Piensas hacerlo?
—Lo demás es trabajo de los Asesinos, no el mío.—sonaba muy serio. 
—¿Estás seguro?

Connor se incorporó pero sin apartar su vista del joven Italiano, quien echó las últimas piezas a la caja y también se levantó.

—Incluso lo que tiene que ver con las tierras nativas. —siguió Ezio—
—Mohawk. —lo corrigió.
—Sí, lo que sea. ¿Acaso no querías a tu familia? E-Esa es tú familia ¿no?
—Mi familia está muerta. —da un paso adelante para verlo más cerca de su cara— Lo único que me queda es Charlotte, y no pienso volver a ponerla en riesgo.
—Pero…

Le bastó con ver el inexpresivo e intimidante rostro de Connor para callarse y aceptarlo. Tampoco quería hacerlo enfadar, técnicamente no le convenía.
Se miraron el uno al otro un instante. Solamente el rumor de las voces de los hombres alrededor se podía escuchar, al igual que las risas escandalosas de los mal vivientes. Ezio debía ver el lado positivo de encontrarse con Connor, al menos ya no se sentirá solo, sí, conocía a muchos, pero por alguna razón a Connor lo siente más cercano, aparte él era más fuerte y hábil, y admitía aunque le costara un poco, que es incluso más capaz de realizar lo que él desea desde que llegó a la prisión; escapar. Sin duda lo podía ayudar sin muchos problemas. Intentó pensar como Connor “primero lo primero” Lo cual es; recuperar las armas. Y quedaba poco tiempo para que los devolvieran a sus celdas, debía actuar de una buena vez.

—¡Muy bien! ¡Entiendo amigo! —agarró su brazo y lo llevó a dónde ni los guardias y ningún curioso pudieran escuchar.

Este movimiento obligatorio no le gustó al joven nativo, el cual ya no usaba su sombrero de tres puntas, solo su coleta media que dejaba ver por completo su rostro con aquellas facciones endurecidas, y ese ceño fruncido que se le formó al ver al Italiano sonreírle.


—Vamos por Charlotte. Esto será divertido. Primero, necesitamos nuestras armas de vuelta, creo que sé dónde pueden estar…
—¿Dónde? —preguntó en seco.
—En el despacho de guardias, pero tenemos que conseguir algunas llaves, o alguien capaz de forzar cerraduras, yo no conozco a nadie. Porque las armas están dentro del almacén del despacho.
—Charlotte. Ella aprendió cuando era ladrona y Garrett le enseñó otros trucos.
—Pero, ella no está aquí. Y para ir por ella debemos estar preparados ¿Entiendes?

Asiente con su cabeza muy leve sin ninguna expresión en su cara.

—Mira, ponme atención, te diré lo que vamos a hacer para conseguir la llave del almacén primero. Es dorada y grande, es la única así y la tiene el vigilante de la Fosa, necesitas conseguir que te lleven ahí para que estés cerca de él y puedas robársela, me han dicho que el muy idiota acostumbra dormir apoyando su espalda en la puerta de metal del foso y su nuca queda cerca de la pequeña abertura, quizá puedas arrebatarle la llaves, tanto la del almacén, como con la que puedas salir de ahí, ambas se las cuelga al cuello. Pero debes tener cuidado, me han dicho que tiene un oído muy agudo, muchos lo han intentado pero se da cuenta antes de que lo logren. Cuando salgas de ahí, vas al despacho, tu averigua como llegar al despacho, encuentra el almacén, sacas tus armas y las mías, es una espada y un mosquete corto, y en el mismo despacho debes encontrar la llave de mi celda, es la número ochenta y cinco, también trata de conseguir las llaves de las celdas subterráneas, tráelas todas, no son muchas. Me buscas para que me liberes, luego vamos por Charlotte, todo esto sin que nadie te descubra. ¿De acuerdo?
—¿Otra opción?
—Me temo que es la única. Connor, sin armas no podemos contra los guardias, es lo más importante, si nos descubren ¿Cómo nos defenderemos? ¿Cómo defenderemos a Charlotte?
—Puede ser que tu no puedas. —hace una pausa—
—¡Ey! No me subestimes, además lo digo porque ellos si están bien armados, por más fuerte y bestial que seas, no podrías.
—Bien. ¿Y cómo logro que me lleven a la Fosa?
—Provocando un gran pleito por su puesto. Pero, no cualquiera. —se encoge de hombros y enarca una cena. Vacila un poco antes de continuar Debe ser una gran pelea, tú contra muchos, haz una guerra, así te ganarás el foso. Debes noquear a los más que puedas para que llames la atención de la guardia.

Sin decir nada al respecto y con una faz por demás seria. El joven nativo pone manos a la obra y al primer hombre que ve pasar a un lado, le propina un buen puñetazo en su cara. Ezio toma su distancia queriendo reír, sabe que podrá con eso, es lo más fácil del plan.
El hombre escupió un diente, gruñó mostrando su dentadura amarilla, sangrante, y se arremetió en contra de Connor devolviéndole su golpe, pero Connor lo detiene con su mano y lo empuja pegándole otro en el estómago, su puño se hunde hasta sacarle todo el aire, y mientras trata de respirar, Connor levanta una silla de una mesa y la rompe en la espalda del hombre pelirrojo que había confundido con Charlotte anteriormente.

—¡¿Otra vez tú?! ¡Ahora si te mataré!

Se balancea contra Connor. Ezio con sus manos en su boca para que sus gritos se escucharan más fuerte hace su parte.

—¡Vamos mátalo! ¡Rómpele la cara!

Algunos escuchan los gritos de Ezio y lo interpretan como una invitación a un espectáculo. Los rodean para alentar y ver la pelea de los luchadores. Gritan con júbilo, al fin algo de entretenimiento puro.








Podía escuchar esa voz femenina más sin embargo le era difícil saber con precisión de dónde provenía. Existía el eco en ese lugar subterráneo y casi vacío. Si no fuera por la presencia de otras mujeres que, algunas compartían celda, y entre ellas se estaban besando y tocando. Charlotte prefirió no verlas.


—Estoy en la celda de a un lado.

Con una roca golpeo el muro.
Charlotte se arrastró como pudo hasta esa pared. No le vendría nada mal hablar con alguien ¿Y si sabe algo sobre Connor?

—¿Quién eres? —su voz era cansada.
—Natalia ¿Cuál es tu nombre pequeña?
—Charlotte.
—Charlotte, así se llamó una perra que tuve. Amaba a esa perra, era tan dulce, lo único amoroso que conocí.

Charlotte pegó más su oreja a la pared.

—¿Qué pasó con ella?
—Unos idiotas la mataron.
—Lo lamento.
—No te preocupes, pasó a mejor vida. Además en cinco días me reuniré con ella.
—¿Qué?
—Sí, llegará el día de mi ejecución. Lo estoy asimilando.
—¿Por qué estás aquí? ¿Qué hiciste?
—Larga historia pequeña. Pero sabes, me alegra poder charlar decentemente con alguien. Todas aquí son tan raras y locas.

La pelirroja con vendaje en su abdomen que no podía ver por su ropa de prisionera más si sentirla. No dijo nada.


—¿Quién es Connor? —quiso saber Natalia.
—¿Eh?
—Connor, lo mencionaste hace un momento.
—Ah, es…, mí…
—¿Novio? ¿Prometido? ¿Amigo? ¿Qué?
—Todo. Lo amo.
—¿Y él te ama?
—Sí, me lo ha dicho y demostrado. A causa de algunos problemas, no hemos pasado mucho tiempo juntos. Nos apartamos. ¿Y para qué? No debimos.
—Qué suerte, que alguien te ame. —murmuró entre dientes.
—¿Dijiste algo Natalia?
—No, nada.

No podían verse las caras, solo escuchar sus voces tras el muro, pero en medio de la miseria y soledad, era un alivio para las dos.

—¿Y tú porqué estás aquí? —le preguntó Natalia.
—No lo sé.
—Estuviste inconsciente todo este tiempo. Cuando me trajeron aquí vi como un guardia también te traía. No, eran dos. Dicen que han abusado sexualmente de todas las prisioneras. 

Charlotte enmudeció.

—Tampoco quiero asustarte pequeña. ¿No tienes hambre? No haz comido nada aún.
—Sí, un poco.
—Te guarde un poco de pan y…, si quieres, puedes quedarte con mi sopa, no me apetece el día de hoy.

A través del angosto espacio entre los barrotes, le pasa un pan duro. Charlotte  puede ver su mano al acercarse, era blanca, y sus uñas se veían como si las hubiera mordido hasta casi sangrar.
Tomó el pan lentamente, luego le pasó el pequeño tazón de sopa fría que apenas entro entre los barrotes, con todo y cuchara.

—Gracias Natalia.
—No agradezcas. No tiene sentido seguir comiendo sabiendo que en cinco días morirás. Sinceramente no me importa, no tengo motivos para seguir viviendo, al menos tú tienes un amor y una esperanza. Quizá él esté por ahí buscándote. Tú puedes salvarte él te ama y no te abandonará. Yo…

«Tiene razón el motivo más grande que tengo para vivir es Connor, y la vida que podemos rehacer juntos. Una vida muy lejos de aquí. »

—Estoy sola. —concluyó.

Hubo silencio.
Charlotte le dio mordidas al pan y se tomo la sopa sin usar la cuchara, inclino el cuenco hasta vaciarlo. Una sopa fría y sin sabor, pero era algo para calmar las tripas.

—Sí el viene. —comienza a hablar Charlotte— También te salvará a ti.
—Se vale soñar pequeña.
—En serio, él es un hombre fuerte, el más fuerte que puedas conocer, y nunca se rinde una vez que tiene un objetivo. Ahora eres mi amiga, y deseo salvarte también.
—¿En solo cinco días? Lo dudo.
—¡No seas tan negativa Natalia! Saldremos de aquí. Lo prometo.

Sonrió pero esa sonrisa no pudo verla Natalia.
Charlotte tenía la seguridad de que Connor vendría por ella, lo conoce y sabe que no descansará hasta encontrarla y sacarla de ahí, ya que ella haría lo mismo por él.







Un hombre grandulón cayó al suelo inconsciente, seguido de otro más. El hombre pelirrojo de cabello largo no pudo dar más y levanto el polvo del suelo al caer. Solo eran dos. Los guardias miraban con atención cómo el salvaje seguía peleando contra otros tres hombres, que deja incapaces de moverse. Se estaba ganando un castigo justo, ese castigo  que buscaba Connor.
Ezio, entre la multitud que se había reunido alrededor, seguía alentando. Tenía que seguir haciendo ruido, tenían que hacer mucho ruido.
Al joven nativo le habían dejado un ojo morado y le rompieron sus labios de dónde sangraba, claro que también había recibido muchos golpes no obstante, su fuerza, su resistencia, parecía inagotable, como si su cuerpo estuviera hecho de acero, no caería por nada. Solo con sus puños, golpeaba frenéticamente la cara de un tipo en el piso estando sobre él, no lo dejaba moverse en tanto los otros dos le pateaban la espalda, pero Connor no se detuvo hasta que vio en esa cara roja por la sangre y molida por sus puños que ha quedado inconsciente. Acto seguido sujetó a uno de los tipos que lo pateaban y enganchando su brazo en el cuello, lo apretó casi rompiéndolo, y con su mano libre agarró la ropa del otro para arrastrarlo y aventarlo contra un muro tan fuerte, que por el impacto colapsó. Sin soltar al de su brazo, que luchaba por liberarse, lo golpeó y golpeó con su puño casi rompiendo sus costillas, lo llevó a  la pared y ahí azotó su rostro hasta que sangró y le rompió la nariz. Con quejidos de dolor, el hombre se derrumbó en el suelo y ya no se movió, solo tocaba su cara que le ardía. El ceño de Connor no se relajó, tampoco su respiración, está transformado en toda una bestia salvaje, no se detendría. 

Más de ocho hombres estaban a sus pies derrotados.

El público guarda silencio viéndolo con una expresión de temor en sus caras. En cambio Connor con su instinto salvaje activado, fue directo al siguiente contrincante, eligiendo al azar entre los espectadores. Luego sintió unas manos que agarraron sus brazos, sabía de qué se trataba. Tres guardias lo han agarrado justo como indica el plan. El joven nativo aún le chorreaba sangre de su boca por la pelea, y en el cuello de su camisa de prisionero se había extendido una mancha roja. 
Ezio de lejos le sonrió y se cruzó de brazos con complicidad. Connor se dejó llevar por la guardia.

—¡Para ya bastardo!
—¡Llevémoslo a la fosa a ver si así se le bajan los humos!

Dijeron los guardias y lo empujaron amenazándolo con armas para que caminara.
Recién se había recuperado un poco de sus lesiones y después de haber peleado y vuelto en sí, se siente sin energía para siquiera dar un paso, y cae al suelo de rodillas. Pasada la furia viene el bajón. Estaba sudando, sangrando de su nariz, boca y el vendaje se había aflojado abriendo un poco las heridas, también de ahí le brotaba sangre. Sus ojos se querían cerrar del cansancio  ¿O es que estaba muriendo?
Los gritos de los guardias lo hicieron reaccionar. Se necesitó de tres para poderlo levantar y lo volvieron a empujar hacia adelante para que continuara.

—¡Camina imbécil!



El tiempo de “despeje” terminó para los reos, y ahora les tocaba a las mujeres justo en el mismo sitio donde hace apenas un rato se desenvolvió el tremendo enfrentamiento que había dejado algunos rastros de sangre pero nadie le dio importancia. Era común de ver después de todo.
Las mesas y espacios se llenaron de prisioneras, todas con sus pies descalzos tal y como se anda en la prisión. Charlotte aún no se sentía del todo bien, le dolía profundamente su abdomen y no le dejaba moverse con facilidad, pero Natalia le insistió que debía salir un poco, que el aire de arriba no era el más puro, aunque si mejor que el de abajo, ya que hay más ventilación y sería muy bueno para su salud. La joven le ayudó a caminar dejándola apoyarse en su hombro, aprovechando que el Guardia les había dejado salir un momento, eso sí, sin quitarles los ojos de encima, fijándose en cada movimiento que hacían.
Finalmente, ambas fueron capaces de verse a la cara. Natalia contaba con la misma altura promedio de Charlotte, su cabello azabache corto hasta dónde acaba el cuello y en ondas rebeldes. Sus ojos ámbar lucían lacrimosos pero con cierta luz que dejó con dudas a Charlotte, su cuerpo era delgado, muy delgado a comparación del de su compañera que ayudaba a caminar, y carecía de curvas. Era joven, como a inicios de la veintena.

Cuando llegaron a la zona de “descanso mental” por llamarlo así. De inmediato una mujer sin busto y con su pelo recogido en una cola de caballo, se acercó y les sonrió.

—Hola hermosas ¿Quieren divertirse? Conozco algunos juegos. —se detiene a ver a Natalia— Ah, tú debes ser Natalia
—Otra vez tú…
—¡Ey tranquila no te he hecho nada! —se acerca más imponiendo su superior altura— ¿Y quién es la nueva? Es linda.
—Qué te importa, y déjala está herida y necesita descansar. —busca con su mirada alguna silla desocupada pero no hay una libre.
—Ah, entiendo es tu novia. Qué envidia. —mira a Charlotte y se acerca tanto como para besarla— Déjala a ella y ven conmigo. —dice con voz muy suave.

Charlotte no puede hablar, como si su lengua estuviera pegada a su paladar, ni siquiera era capaz de abrir la boca,tampoco moverse, simplemente mira sus ojos tan directa y profundamente como queriéndola fulminar con su mirada, justo como hacía Connor. Como respuesta tras un momento lo único que consiguió fue arrojar un escupitajo en su rostro. La chica lesbiana se limpió con su mano y la expresión en su rostro cambió rotundamente.

—¡Idiota! ¡¿Cómo te atreves?! —le da una bofetada.

Natalia la mueve hacia atrás poniéndose ella adelante.

—¡No la toques! ¡Te dije que la dejaras en paz!

Algunas prisioneras se aproximaron al escuchar los gritos.

—¡Yo hago lo que quiero! —se arrimó y sujetó el brazo de Charlotte con fuerza.

Le apretó su brazo tan fuerte enterrando sus dedos, que su piel se enrojeció. Charlotte hizo una mueca de dolor, Natalia no la soltaba, como si supiera que si lo hacía la otra se la llevaría y ya no podría ayudarla.

—¡Que no la toques!
—¡Suéltala! ¡Entrégamela o te mato!
—No te tengo miedo idiota. —la voz de Natalia sonaba más profunda y segura.

Charlotte no se siente fuerte como para hacer algo, solo intentaba calmarse, respirando por la nariz y boca. Mientras la mujer lesbiana de un tirón la desprende de su amiga.

—¡Es mía ahora!
—¡Estás loca!

Natalia se balanceo contra ella y la mujer la empujó. Charlotte cayó al suelo del que ya no se pudo levantar, el golpe le lastimó, y el dolor en su herida era latente, quería ayudar a su amiga, sería capaz, pero ahora no puede ni ponerse en pie, jamás se sintió tan inútil. Nadie más le ayudó a pararse del suelo, muchas corrieron a ver la pelea y en el trayecto le pisaron sus manos y sus piernas sin fijarse ni le dieron el más mínimo valor. Ella aguantaba y cuando pudo, se arrastró respirando profundamente hacía una de las sillas que quedaron libres, pero no le era posible sentarse en ella, tan solo se apoyó ahí y se abrazó a sí misma. Su abdomen la estaba matando. Vendado pero aún estaba fresca, y en un proceso lento de cicatrización. Desde ahí no podía ver a Natalia pelear contra la otra mujer, solo podía ver las espaldas de los cuerpos de las prisioneras con pies descalzos que se reunieron para ser espectadoras, y hacían mucho ruido.






Resonó el portazo de la puerta de metal que sellaba el foso. El espacio era pequeño, midiéndolo basándose en su altura de casi dos metros, Connor pudo deducir con su mirada que si se echaba en el piso y estiraba por completo piernas y brazos apenas sobraría un poco de espacio de su cuerpo. Estaba vacío, solo piso, paredes, la puerta de metal y un pequeño espacio a lo alto dónde ni siquiera él podía alcanzar para ver hacia afuera. Por ahí entraba una pizca de luz y algo de oxígeno. Era casi asfixiante, cualquier persona ahí, se volvería loca, o moriría a falta de aire y estrés. Por ahora se suponía que era un castigo que no sabe cuánto durará. Además que su ejecución debía estar cerca, y Charlotte..., no puede olvidarla, el tiempo corre y no lo esperará, debía actuar, cuanto más rápido mejor.
Se sentó en el suelo con su espalda contra la pared, sin importarle lo golpeado que ha quedado tras la lucha que se vio obligado a crear para llegar ahí. Aquel dolor pulsante de los que fueron balazos en su espalda tampoco le importaba. Por otro lado ¿Puede confiar en Ezio? ¿Y por qué hasta ahora se lo pregunta? Ezio estuvo por mucho tiempo de parte de Aveline, una Templaria. Le estaba ayudando a buscar el fruto. Todo esto lo hace dudar un poco sobre el joven italiano, antiguo amigo y compañero de entrenamiento. Sin embargo, sabe que él, al igual que todos desea escapar de la prisión, y su futuro destino. No puede mentirle, no debía mentirle o se las pagará. A parte, tiene algo en fuego; Charlotte.  Si lo que dice Ezio es verdad necesita apurarse, no soportaría verla llorar, verla sufrir. No puede permitir que esos hombres la hagan  pedazos por dentro. Así que aguardó al momento, sus ojos oscuros debajo de esas cejas que se unían intensamente, se clavaron en una sola cosa: La pequeña ventanilla de la puerta de metal. Por ahí cabía su mano, por ahí en cualquier segundo vería a su objetivo a robar. Sabía que una vez que llegara su oportunidad, tenía que controlarse, ser sigiloso, delicado, de no ser así el guardia lo notaría, y se metería en un lío. Por supuesto sonaba complicado para un hombre tan rudo y salvaje ser sutil, pero por Charlotte, solo por ella tenía que esforzarse.




Corrían por la pradera libres. Charlotte con su cabello suelto bailando en el aire, con un vestido de piel y botas igual, hechas por su padre, junto con  Rathonhaketon con esa ropa de nativo también hecha de piel animal y su cabello semi largo, ambos unos años menos que ahora. Subían por los árboles y saltaban de uno a otro. De pronto Charlotte cayó, se abrió una herida en su rodilla, su tobillo se lástimo, ya no pudo levantarse, aunque no se quejó. Rathonhaketon se acercó rápido para verla de cerca. Se fue un minuto. Cuando volvió trajo consigo unas hojas y otras hiervas, molió las hiervas en un cuenco, las puso en la hoja, y la colocó sobre su herida, atándola con una raíz larga. Charlotte sintió punzadas leves de dolor, luego un poco de ardor, pero lentamente desapareció el malestar. Le sonrió al joven nativo, el solo la miro y la cargó en sus brazos, para llevarla así a dónde pudiera descansar. Un suave viento le acaricio el rostro a Charlotte trayéndole paz y tranquilidad, miraba el mentón de Ratonhnaketon y le trono un besito en esa piel castaña. El joven se sonrojó pero no dejo de caminar. El viento, y el sonido del corazón latente del joven la arrulló. Casi se quedaba dormida.
Pero eso solo permanecía en sus recuerdos.

La chica de cabellera como el fuego, permaneció en su celda. Su amiga en la suya a un lado, con su rostro molido por los golpes. Su enfrentamiento había llamado la atención de la guardia, sobre todo la de esos dos guardias que tenían sus repugnantes y lujuriosos ojos sobre Charlotte “La carne fresca” le llamaban. Los hombres con casacas azules, uno aparentemente más joven que el otro de bigote cano, se acercaron para verla a través de los barrotes. La chica detrás de esos barrotes, lucía muy cansada, con sus ojos cerrados recostada en la incómoda, y sucia cama.

—¿Todavía sigue delicada?
—Al parecer sí. —responde el otro guardia más joven— ¡Al diablo! No me importa que esté así. ¡Estoy que me quemo cada que la veo! ¡Mañana mismo será mía!
—Dirás, nuestra. —ríe al ver a su compañero.
—Sí, sí. —se da la vuelta— Nuestra.

Ambos se marchan tranquilamente.

—¡Malditos cerdos! —les grita Natalia desde su celda que golpeó con una pequeña roca.
—¡Cállate zorra! ¡O te mandaremos a la fosa!

Alzó la voz uno de ellos antes de subir las escaleras. Con su mano Natalia toca su cara. Esta hinchada, aún le sale sangre de su nariz, y sus ojos están entornados.

—Gracias.

Escucha la voz de Charlotte al otro lado.

—No. Después de todo yo tuve la culpa. No debí llevarte arriba, todavía tienes que recuperarte, por un momento olvide a esas tipas.
—No te culpes, estuvo bien, tenías razón el aire era más fresco. Créeme yo hubiera podido defenderme sola o eso creo, pero no estoy en condiciones. Antes fui una ladrona arquera, luego me convertí en una… Asesina.
—¿Asesina? Vaya, solo tienes el aspecto de chica dulce y delicada eh…

Se escuchó la risita de Charlotte. Abrió sus ojos y se desvaneció su sonrisa.

—Lo lamento tanto. —guardó silencio un momento— Si Connor estuviera aquí, el conoce muchos remedios naturales para sanar lesiones, golpes, los hacía cuando éramos más jóvenes, en varias ocasiones yo sufría una caída de un árbol, o un simple tropezón y el los usaba para ayudarme. Ahora no se si lo siga haciendo, quizá lo ha olvidado.
—Ya vendrá ¿No? Y lo pondremos a prueba.


De nuevo los labios de Charlotte se extendieron en una sonrisa que Natalia no logró ver.





Con sus brazos atrás y una sonrisa casi imperceptible. El Maestre Templario Haytham Kenway, observaba por una ventana de su despacho la oscura noche. La búsqueda del fruto del Eden no la han abandonado al contrario cada vez se sienten más cerca, viendo que el número de Asesinos se reduce. No le ha importado en lo absoluto la perdida de sus hermanos Templarios más relevantes, ni siquiera la perdida de Elise de la Serre, Templaria francesa, enviada con la misión de apoyar la orden en América.
Habían hallado su cadáver en uno de los callejones de Nueva York, solamente estaba su cuerpo, su espada y nada más —la caja del fruto del Eden que Connor había abandonado con desdén, ya no se encontraba ahí—
También continuaba con la búsqueda de su propio hijo, del cual sospecha que protege el fruto, al fin y al cabo le perteneció a su familia, y seguramente esta de lado de los Asesinos.
Escucha que llaman a la puerta.

—Adelante.

Charles lee abre la puerta dirigiendo algunos pasos hacia él con calma. El hombre de ojos azul brillante debajo de unas espesas cejas, siempre ceñudo, carraspeó un poco antes de hablar.

—Señor, un guardia enviado de la prisión ha venido personalmente a darle una valiosa información.
—Perfecto. Dígale que pase. —se giró para mostrar su rostro inglés radiante.

Un casaca azul pasa del umbral de la puerta y tras una reverencia correspondiente se pone firme y lo observa directamente a los ojos.

—Señor Kenway, me complace informarle que hemos capturado al hombre salvaje que estaba buscando.
—¿Ah sí? —sonríe tajante y da unos pasos hacia adelante.
—Sí señor. En estos momentos se encuentra en la fosa de la prisión. A partir de ahora procederemos como usted ordene.

«¿En la Fosa? Ya veo, se parece tanto a su madre, seguro causó problemas. »

—Cuando lo capturaron… —comienza a decir Haytham— ¿No vieron si traía consigo alguna clase de artefacto brillante o, transparente?
—No señor.
—¿Qué fue lo que le confiscaron?
—Un arco, un mosquete corto, una hacha de mano origen Mohawk.
—¿Nada más?
—Así es. Lo encontramos protegiendo a una chica pelirroja.

«¿Una chica pelirroja? Vaya, vaya… ¿La ladrona? Bueno tampoco es como si fuera la única pelirroja existente en estas tierras. »


—Bien, por ahora déjenlo ahí. Mañana a primera hora iré personalmente a hablar con él.
—Como diga señor.

El guardia lleva su mano a su pecho y se inclina un poco hacía adelante para después retirarse.

»Ya llegó la hora de hablar de padre a hijo.
Pensó Haytham yendo a uno de los libreros. Justó a un lado se encontraba una pequeña palanca que acciona y el librero se desliza hacía un lado desvelando un espacio, de ahí el Templario saca algo muy brillante, tanto como el sol, ese reflejo dorado en su cara lo hace sonreír una pizca. Era una espada como si tuviera una cubierta de oro pero que se enciende, justo como el fruto del Eden.


«Elise ayudó en algo, trajo esto consigo, si unimos este artefacto de la antigua civilización y el fruto..., los Templarios seremos invencibles. Si es que mi hijo tiene el fruto y ya sea que los Asesinos o alguien le enseñe como usarlo, necesitaré de esto por si acaso. » 












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