sábado, 17 de diciembre de 2016

La Bruja y el Angel mestizo [Capitulo-30] (Final-Parte2) Cierre












                                    Capitulo-30 










Del cielo gris resuenan relámpagos antes de precipitarse una abundante lluvia que empapa a Connor, Charlotte, Natalia y Ezio en segundos. El sendero que lleva a casa de Aquiles se ha transformado en fango y las pezuñas de los caballos se hunden haciéndoles algo difícil el avanzar, pero ahora con calma entran a la hacienda de Aquiles y amarran ahí a los Caballos.
Natalia se acerca lentamente a Ezio con el fruto en sus manos, debajo de un árbol. Se han detenido ahí porque Connor y Charlotte se han adelantado tomados de la mano hacía la puerta de Aquiles aún con la lluvia sobre sus cabezas.

—¿Y bien? ¿Me darás el beso? —pregunta sonrojada Natalia.
—Oh claro…

Toca su mejilla con los nudillos de sus dedos y le sonríe. Natalia cierra sus ojos y prepara sus labios para sentir los labios del galante joven italiano. Lo mojado que estaba lo hacía lucir mejor y su aroma le gustaba más.
Lentamente Ezio se acerca y la hace sentir su respiración en su boca y nariz, una mano se desliza por su cintura y la otra…

—¡Lo tengo!

Arrebata el fruto del Edén.
Natalia lo mira mientras él se ríe y se aleja con la esfera dorada. El ceño de la chica se frunce y antes de que pudiera ir más lejos le propina un buen puñetazo en su cara que lo hace sangrar de la nariz y marearse un poco ¿Cómo una chica puede pegar tan fuerte? Se le viene a la mente Aveline cuando le daba bofetadas, lo amenazaba y peleaba contra él. Se le resbala el fruto de la mano y lo toma Charlotte antes que Natalia.

—Basta ustedes dos.

Le pasa el fruto a Connor.

—¡Eh Connor dámelo! ¡Yo lo encontré!
—No. Este objeto es sagrado.
—¿Y el viejo? —pregunta Natalia.
—No nos abre —responde Charlotte— Dice Connor que no es la primera vez que lo deja afuera. Debe estar molesto. Tiene mal genio.
—¡¿Por qué estaría enojado con nosotros?! No le hicimos nada… —reclama Ezio.
—Hay que resguardarnos de la lluvia. —dice Charlotte llevándose del brazo a Connor— O nos resfriaremos.
—Vamos Ezio. —lo toma de la mano Natalia.
—Que cambiante…

Ezio no le queda más que dejarse llevar, limpiándose la sangre que sale de su nariz.


Haytham alcanzó a preguntarle a una señora que corría por el camino para llegar a su casa y resguardarse de la lluvia, hacía dónde vio ir a dos caballos que montaban prisioneros. Y siguió el camino. Llegando a un pueblo que no conocía, ya no había personas a quienes preguntar, y las huellas en el lodo eran casi invisibles por la lluvia que no paraba. Pero sabía que debían estar cerca. Bajo del caballo para caminar llevándolo de la rienda con calma poniendo mucha atención a su alrededor, puede ser que se hayan instalado muy cerca para descansar, o atender sus heridas. No conocía el pueblo, y aunque él también sentía que debía descansar, y buscar donde resguardarse de la lluvia que parecía duraría así unas horas más. Sentía que podía olerlos, y debía estar alerta hasta encontrarlos.


Adentro del establo Connor y Charlotte buscaron intimidad detrás de un montón de heno. Y Ezio y Natalia quedaron viendo hacia afuera como caía a chorros la lluvia. Las ropas de prisioneros que traían puestas no eran suficientes encima estaban mojadas y frías, Natalia y Charlotte empezaron a temblar. Connor dejando el fruto sobre el heno rodeo con sus brazos el delgado y helado cuerpo de Charlotte. Ella miró sus ojos y sonrió, Connor por su parte lo intento, consiguiendo una ligera sonrisa. Ambos deseaban que este momento perdurara, y que pudieran estar juntos y en paz para siempre, al mismo tiempo los dos miran a su lado el fruto del Eden. Objeto que desde el inicio les ha dado problemas, y podría ser culpable del ataque a la aldea de Connor. Tanto poder no debería estar en manos de hombres como Haytham Kenway. Sin embargo no sabían qué hacer con ese artefacto casi mágico y milagroso. En el camino Ezio les dijo que podían ocultarlo en casa de Aquiles, pero ¿en verdad allí estaría seguro? ¿Y qué pasa si Haytham los ha seguido? Connor sabe que su padre no es de los que se rinden fácilmente. Pero ahora su más grande preocupación tenía nombre, y se llamaba; Charlotte. Esa forma que tiene de sonreír cuando mira sus ojos, esa forma en que esos ojos verdes brillan como cristales. No podía permitir perderlos, no se imagina volver a durar gran tiempo sin verlos.
Charlotte le desata su cabello que está empapado, lo suelta y lo peina con sus dedos hacía atrás riendo como si viera algo gracioso.

—Quien diría que terminaríamos así aquí.—dijo Charlotte La vida da sorpresas ¿No lo crees?
—Sí, cuando te encontré ese día en el bosque, también fue una sorpresa.

Guardan silencio y tan solo se miran los ojos.

—Está vez, vámonos juntos Ratonhaketon. —habla con suavidad, y toca su mejilla— Esta vez no me dejes ir.
—No lo haré. Lo prometo —la agarra de su cintura y la atrae a su cuerpo.

Se recuesta llevándola consigo lentamente hasta dejarla sobre él. Ella mira sus ojos antes de plantarle un beso y hacerlo duradero. Se besan con ansiedad, con suavidad, y pasión. Olvidándose de que no muy lejos de ellos, del otro lado del montón de heno están Ezio y Natalia.

—¡Ah! ¡Estúpido Templario! Ahora tiene una espada igual que la manzana del Eden.
—¿Manzana del Edén? —le pregunta la chica de corto cabello negro mojado.
—¡Sí! ¡La misma cosa que tiene Connor!
—Me sorprende lo que hizo con nosotros, nos sanó en segundos totalmente, fue casi mágico.
—Si ese estúpido Templario la tiene en sus manos, no importa que haga jamás morirá ¿No es así?
—¿Por qué lo quieres matar?
—¿Te importa? Asuntos míos.

No dice nada la chica y lo mira de perfil un momento.

—Sabes… eres muy lindo —se ruboriza.
—¿Por eso me golpeaste? ¿es tu modo de decir que te gusto? —suelta una risa.

Ezio mira la lluvia y siente un beso en su mejilla. Voltea para ver a Natalia.

—Eres, muy rara.
—¿Por qué? —sonriendo con un rubor en sus mejillas.
—Porque eres la primer mujer que me parece fea.
—¡¿Qué dices?!


Connor y Charlotte separan sus labios al escuchar un golpe.

La lluvia termina, y la oscuridad domina en el cielo. Ya es tarde, y no hay rastros de ellos, se rinde y busca con su mirada alguna posada cercana pero no ve más que a una joven mujer de largos cabellos negros, que usa un vestido rojo descubriendo sus hombros, a diferencia de él, ella se ve muy seca, seguramente acaba de salir de algún lado. Ella camina hacia el lentamente. Haytham no se mueve.

—¿Buscas algo cariño? —acaricia el pecho de Haytham.

Al verla de cerca puede darse cuenta que la joven mujer posee una belleza atrapante. También que no solo se ven sus hombros, sino también sus redondos senos que sobresalen de ese fino vestido carmesí. Parece ser que se trata de una prostituta.

—A decir verdad sí —responde Haytham
—Tal vez yo pueda ayudarte —se deslizan por sus carnosos labios rosados las palabras mientras lo rodea tocándolo con su mano.
—¿Acaso haz visto por aquí a cuatro prisioneros en caballo?
—Oh sí, sí, claro que sí, yo los vi. —abraza su brazo pegando su escultural cuerpo al de él.
—Que bien, entonces dime dónde crees que pueden estar —mira su cara.

La mujer cubre con sus manos sus labios para ocultar una risita.

—Tendrás que pagar por esa información cariño. Sabes eres muy atractivo —apoya su barbilla en su hombro pasando sus manos por su pecho, baja hasta tocar un bulto— Sé que también te gusto. Deberíamos divertirnos. —le susurra al oído.

Por supuesto el hecho de haber visto a aquellos jinetes era mentira pero Haytham por un lado estaba desesperado en encontrarlos y por el otro estaba siendo seducido por esa mujer. Ella lo llevo del brazo hasta su posada, le dio cobijo y lo hizo probar placeres que hasta el momento el templario desconocía y que conoció después de ver como se deslizaba ese vestido rojo ante él.


Estaban tan cansados y con ganas de dormir, estaba tan oscuro y parecía que la lluvia paraba lentamente dejando el ambiente húmedo, frío y lodoso por doquier. Que Charlotte fue la primera en caer rendida en el sueño, una vez que sus ojos parpadearon, al sentirse protegida en esos brazos, y muy cerca de su pecho. Para Connor ahora no podía existir el sueño, si bien podría decirse que están escondidos en uno de los establos de Aquiles, su padre seguramente los busca por ahí y el fruto del Eden está a su lado. Y aunque tiene muchas ganas de buscarlo y matarlo como debió hacer para vengarse sabe que mientras su padre tenga consigo esa espada poderosa no puede hacer mucho. Además le prometió a Charlotte guardar la calma para alcanzar la ilusión de vivir con ella en paz en el bosque muy lejos de la ciudad y más allá del que era el valle Mohawk.
Solamente pasó sus dedos entre los mechones rojizo anaranjado del cabello de Charlotte, habían pasado tanto para estar así, se separaron por tanto tiempo, se encontraron y volvieron a separar por  seguir persiguiendo algo que ahora ya no tiene mucho sentido. Cuando ahora debería ver lo que tiene en las manos y no soltarlo jamás.

La observó y contemplo con una casi imperceptible sonrisa, por su cabeza pasaba todo aquello que había sufrido a causa de su inseguridad, no debió empujarla a aquel río, debió irse lejos con ella. Justo lo que quiere hacer con ella, pero por ahora no debe perturbar su descanso.
Recordando la primera vez que la vio brillar en el bosque cuando niños, y entre él y sus amigos la piel y cabello de Charlotte era como fuego y nieve, una mezcla explosiva que hizo bailar su corazón. Y algo lo hizo confiar y acercarse a diferencia de sus amigos que salieron huyendo como si se tratara de un monstruo lo que veían. También recordando aquellos momentos de juventud en el bosque, saltando, corriendo y trepando árboles y montañas, nadie lo había seguido a todas sus aventuras ni siquiera su amigo que era tan consciente como miedoso. Charlotte lo seguía en sus juegos y se ponían retos. Luego cuando la perdió o eso había creído; la época gris. Y ahora aquí está dormida casi sobre él. No puede dejarla ir esta vez, nada importa más que ella.


Ezio tenía su mejilla algo hinchada por el golpe de Natalia, pero parecía no importarle se concentraba al ver como caían las últimas gotas de lluvia. Ella algo avergonzada unió sus manos y las miraba con sus mejillas sonrojadas.

—Perdón… —sale de sus labios casi en un susurro.
—¿Te disculpas luego de golpearme? Sí que debes estar loca, conocí alguien que nunca se disculpó, ella sí que era realmente genial.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Del amor de mi vida. Aveline…

Ezio se explayó contándole su historia con Aveline, la que apareció llenando su vida de cambios y actitudes que nunca había visto en una mujer. Sorprendiéndolo y enamorándolo. También le contó como acabó la vida de Aveline y la razón por la que aún desea matar a Haytham Kenway el líder Templario. Todo cobraba un poco de sentido para ella.

—No sé qué decir Ezio Auditore.
—No tienes por qué decir algo. —la mira con el rabillo del ojo.
—No te vayas Ezio…
—¿Qué dices?
—Cada persona especial que conozco —sigue mirando sus manos— Siempre se va y no la vuelvo a ver, por favor no te vayas.

Ezio no dice nada pero no puede dejar de verla. Haciéndose muchas preguntas en su cabeza que prefiere guardarse. 
Tras una hora aproximadamente, ella cae dormida a su hombro y Ezio se recarga en el montón de heno a su espalda para dormir sin alejarla de su cuerpo.

Justo a las seis de la mañana Haytham despierta tras una noche con la mujer desconocida de la cual no sabía ni su nombre que lo atrapo con sus encantos. Estando en una gran cama con cobijas rojas de terciopelo. Con su mano tantea a su costado esperando sentir el maravilloso cuerpo de la mujer pero no siente nada. Se fija y esta vació. Frunce el ceño y se levanta casi de un salto buscando lo más valioso que poseía y por supuesto que no quería perder;  Su espada dorada.
Tampoco estaba.
Todas sus entrañas se retuercen, la piel de su cara se enrojece su sangre hierve ¿Cómo pudo caer en un truco tan viejo? ¿Acaso no pudo aguantar su hombría? Esa mujer se había llevado la espada dorada. Busco y busco con desesperación hasta que volteo la habitación dejando un desorden revoltoso. No había nada. Aún sin conocer su nombre la buscaría, su perseverancia y necedad no terminarían. Estaba consumido en esos deseos que tenía de poder controlar a las dos ciudades. De un golpe abrió la puerta para salir y se encontró en el camino con la señora de la limpieza, ella comenzaba a barrer la casa. Era gorda y de cabello corto pero oculto bajo un gorro tradicional.
No perdió la oportunidad de preguntarle sobre la mujer pero la señora no supo decirle a dónde había ido, solo la vio salir.
Se tomó un respiro. Apoyó su mano sobre una pared.
Tan solo era una espada, y quizá no la necesite para conseguir el fruto del Eden, pensó por un momento. Mas sin embargo se trataba de una de las piezas de las antiguas civilizaciones, no era cualquier espada.
Claro que la necesita, ellos tienen el Fruto del Eden y con el podrían manipularlo y matarlo. Con la espada en su mano eso no funciona. Tenía que buscarla. No debía estar lejos, debe seguir en el pueblo.

Ezio sintió que algo le picó en sus costillas y se removió queriendo despertar pero sus parpados eran pesados. No podía. Lo volvió a sentir con más fuerza se enterraba en sus costillas una clase de palo.

—¡Eh, chico despierta!

Esa voz ronca, débil pero clara, la reconoció enseguida; era Aquiles. Abrió sus ojos y empujó a un lado a Natalia despertándola de golpe para levantarse.

—¡Viejo, tanto tiempo sin verte!

Se extendió una sonrisa en el rostro del joven Italiano así como sus brazos. Connor ya había despertado pero ya que Charlotte seguía dormida no quería moverse para despertarla. Ya que se encontraban acostados detrás del montón de heno tampoco podían verlos desde allí.
Aquiles miró un momento a Ezio quien no dejaba de sonreír y de sostener sus brazos abiertos.
Le golpeo con su bastón en la cabeza.

—¡Oiga! ¡¿Por qué hizo eso?! Podría ser más amable, ya hace mucho que no me veía.
—¿Cómo te atreves a irte por un largo tiempo y luego volver cuando te plazca y usar mi establo de refugio sin mi permiso? —se apoya en su bastón y se fija en sus ojos.
—Nosotros le tocamos la puerta ayer antes del anochecer, usted no nos escuchó o no quiso abrirnos.
—No tenía por qué, después de cómo te fuiste tú y…el otro chico.
—Connor.
—Ah sí…Connor.
—Pero ¿volvimos no? No nos olvidamos de usted
—¿volvimos?

Natalia solo observaba sin decir nada. Y Charlotte por las voces había despertado así que Connor pudo ponerse de pie ayudando a la chica.

—Buen día Aquiles. —saludó cordialmente Connor, tal y como el señor Aquiles lo había educado.

Los ojos de Aquiles se llenaron un poco de lágrimas que jamás saldrían. Realmente veía a Connor como un hijo, se parecía mucho a su hijo con el mismo nombre. Nombre que él le dio. También recordó cuando era un salvaje sin modales, no sabía comer decentemente, ni sabía tomar las cosas con delicadeza, entre otras cosas que él le enseñó después. Tan solo con verlo, aquellos días cuando Connor y Ezio eran más jóvenes vinieron a su mente. Cargándolo de viejos recuerdos que lo inundan de nostalgia.

Los dejó entrar a su casa Aquiles había notado a las chicas pero no les dio gran importancia. El viejo jamás fue cordial no sabía lo que era la hospitalidad así que nos les ofreció ni un vaso de agua, aparte de que no lo merecían por irse y no volver en gran tiempo. Pero Connor aprovechó para mostrarle y hablarle sobre el fruto y de su padre que seguramente los estaba buscando.

—Debe estar en el pueblo, no muy lejos, pero tampoco muy cerca. —dijo Aquiles yendo a sentarse a su sofá lentamente y encorvado.
—Señor Aquiles ¿conoce algún sitio donde podamos esconder este artefacto? —quiso saber Charlotte.

Ezio le echó una mirada a la bola dorada que sostenía Connor en sus manos. Se le quedó viendo un buen rato sin pensar en nada más, simplemente enfocándose en el fruto. Se le vino a la mente la muerte de Aveline a manos de Haytham Kenway. Algo dentro de él…, no estaba tranquilo.

—Puede ser que lo conozca. —miró a Charlotte a los ojos— Pero no estoy seguro si sea seguro.
—¿Cree que pueda encontrarlo fácilmente en ese lugar? —cuestiono Charlotte interesada.
—No, no… es una cueva que solo yo y una persona más conocemos, pero hace años que no voy ahí, temo que si entramos no podamos salir, se debe estar cayendo a pedazos.
—Yo iré a esconderla ahí. —se ofreció Connor.

Charlotte lo volteo a ver y se acercó para tocar su hombro.

—No irás solo.
—Lo has escuchado, es peligroso.
—Dijiste que ya no nos separaríamos jamás.

Se miran a los ojos y parecen comunicarse sin decir una palabra. Natalia se posiciona a un lado de Ezio y mira el perfil del italiano que solo se fija en el fruto del Eden.

—Tranquila Charlotte. —dice Ezio sonriendo— Yo iré con él tu puedes estar tranquila, nos ayudaremos mutuamente, somos amigos ¿O no Connor?
—Sí. —responde Connor queriendo sonreír sin conseguirlo.
—¡¿Y si te encuentras a ese templario en el camino?! —se eleva la voz y los nervios de Charlotte.
—Estaré bien…
—Pero… —sus ojos se vuelven cristalinos y brota una lagrimas— amor mío… no quiero alejarme de ti… otra vez.

Connor le pasa el fruto del Eden a Ezio y el joven italiano sonríe. Y así puede rodear con sus brazos a Charlotte apretándola con algo de fuerza. Charlotte al sentirlo cerca se desborda en llanto y lo estrecha también.

—Estaré bien, solo dejaremos ahí el fruto del Eden, al fondo de la cueva saldremos  después yo y tú, nos iremos a vivir muy lejos. Más allá del valle Mohawk como te lo prometí, podemos buscar una de las tribus aliadas de mi familia y formaremos parte de ellos.

Se aparta solo para acariciar con sus grandes manos, el pequeño rostro de la mujer con la que creció y comparte un amor que no le cabe en su pecho, limpia con sus pulgares las lágrimas de la chica.

—Está bien…

Aquiles los observa y se levanta del sofá apoyándose de su bastón. Da unos pasos lentos para retirarse.

—Bien… —suelta— Antes de eso, estaría bien que cambiaran esas ropas de prisionero por unas más decentes.
—Pero solo vamos a una cueva ¿Por qué importa cómo vistamos? —Ezio miró al viejo alzando una ceja con un gesto confundido.
—Porque a mí me molesta ver esa sucia ropa con sangre, aparte huelen mal, deberían darse un baño también. No subirán así a mi carruaje. 

Sin detenerse siguió caminando hasta salir de la habitación diciendo por último “síganme”.

A ellos, les entrego su ropa de cuando era más joven calculando que podría quedarles bien, y a ellas, con algo de dolor les entregó vestidos sencillos de su esposa que ella usó en vida para andar en casa y hacer deberes.
Ezio terminó con un traje colonial gris con blanco, y Connor con otro en color azul, no se molestaron en usar sombreros pero si zapatos. Charlotte vistió un vestido marrón y unas zapatillas y Natalia otro blanco.
Ezio y Connor emprendieron el viaje a la cueva que Aquiles aseguraba estaba algo lejos y tendrían que ir en su carruaje, que el conduciría. Las chicas se quedaron en casa de Aquiles. Natalia quería seguir a Ezio pero ni Ezio ni Aquiles la dejaron, por supuesto Charlotte también se aferró a la idea de acompañarlos pero de nuevo se lo impidieron.

Habían pasado horas desde que amaneció, era casi medio día y Haytham no podía encontrar a aquella mujer de vestido rojo y gran belleza, también una ladrona que se llevó una espada poderosa. Por más que preguntara por ella, nadie sabía a dónde había ido. Es como si jamás existió y todo se trató de una alucinación, tal vez en realidad solo perdió la espada pero ¿Quién sería tan tonto para perder objeto tan valioso?

Se tomó un breve momento para comer y beber algo en un bar, luego subió a su caballo para rastrear las huellas de los caballos de Connor y Ezio, si es que aún permanecían allí, y aunque probablemente ya era algo tarde para preguntar, aun así preguntó por los jinetes que pasaron ayer por la tarde noche. Una persona fue capaz de indicarle por dónde recuerda se habían ido, pues ya que parecían llevar mucha prisa, y nadie en el pueblo cabalga así por las calles. Haytham siguió la indicación, vislumbrando a lo lejos, una enorme casa que se escondía entre los árboles, y ahí las huellas de los caballos eran más visibles, como si no fuera común que más personas transitaran por estos caminos. Podría tratarse de un sitió privado. Pero algo le decía que esas huellas de herraduras se trataban de los caballos que ellos se habían llevado. Las siguió.

Natalia estando hambrienta buscaba en la cocina de Aquiles y sin preparar nada especial, tan solo agarraba y llevaba a su boca; pan, queso, una fruta, agua. Era como un náufrago. Charlotte solo la veía, también tenía hambre, pero era mayor su preocupación por Connor, no estaba tranquila, se imagina que ya deben irse alejando cada vez más, piensa en rastrearlos, algo que aprendió de Connor aquellos días de juventud en los que le enseñaba a cazar conejos y pequeñas criaturas. No podía dejarlo ir ¿Y si no lo vuelve a ver? ¿Y si le sucede algo? Y si Haytham…
Sabe que ese hombre no se rinde. Debió decirle que no se involucrara y se lo dejará a Ezio y Aquiles, pero es que así es Connor, siempre queriendo ayudar, es parte de él.

—Ven come algo Charlotte. —le dice su amiga sentada en una silla de la mesa.

A Charlotte le sorprendió tremenda educación de sentarse a la mesa cuando ya ha arrasado salvajemente con toda la comida sentada en el suelo.

—No gracias.
—Aunque sea un bocado, vamos, no haz comido en dos días.
—Natalia, Connor se ha ido, a una cueva que no conoce que Aquiles dijo era peligrosa, luego si se encuentran con Haytham…
—Ya tranquila… no pasará nada, ya volverán. Ven…

Cruza sus brazos y tan solo la mira de lejos con desaprobación, no podía comprenderla.
Natalia no dejaba de ver sus ojos, hasta que la convenció y Charlotte se sentó a la mesa, aunque la inquietud no se iba, sus manos temblaban. Miró a Natalia y quiso sonreírle pero no podía.

Haytham guiado por las huellas de los caballos llegó al frente de la hacienda. Hasta ahí llegaban las huellas, de hecho, pudo reconocer a los caballos tenían el símbolo de la guardia. Sonrió y se detuvo a contemplar la imponente casa.

—Así que, aquí se esconden. —dejó ahí atado su caballo y se encaminó a la puerta de la casa.

Toco educadamente la puerta, cosa que lo distinguía al ser inglés. Podría ser tonto e incluso arriesgado que se enfrente a ellos sin su espada, pero podría usar el viejo truco, y capturar a la chica de cabello rojo que sabe su hijo debe amar. No le gustaría recurrir a eso pero debe ser inteligente para conseguirlo y tiene que usar todo lo que esté al alcance de sus manos. Luego que tenga el fruto los matará a todos, aunque pensar en matar a su hijo aún sea una idea que no puede concebir ni asimilar, es decir, después de todo…es su hijo.

El sonido de los tres golpes en la puerta altero a Charlotte y Natalia tranquilamente se levantó de la silla y se dirigió a ver quién era. La imagen de Haytham entrando a la casa y llevándoselas consigo a la fuerza se vino a su mente…como una visión más.

—Espera… —dijo Charlotte.

Pero Natalia no la escuchó. La chica también se puso en pie para seguirla. La joven italiana tomo la perilla de la puerta para abrirla. La mano de Charlotte le ganó la carrera y le puso seguro tratando de no hacer ruido.

—¡¿Qué…?! —apenas logró decir Natalia antes de que Charlotte le tapara la boca con su mano—

Y con la mirada le pidió que se callara. Natalia no comprendía, pero tampoco se movía.
Haytham logró escuchar el sonido del seguro de la puerta y levantó las comisuras de sus labios, formando una sonrisa. Sabía que alguien estaba adentro y no quería que entrara. Bastante obvio. Pero sin perder su paciencia golpeo nuevamente la puerta tres veces, pasando su mirada por las ventanas y todo lo que su rango de visión podía ver. Silencio.
Charlotte se estiró sin soltar a Natalia para ver a través de una rendija que dejaba una cortina de la ventana cercana, y como lo había visto, ahí estaba Haytham.
Los ojos de Haytham captaron la mirada de Charlotte desde la cortina.
En vista de que no abrirían  la puerta no importa cuanto lo pidiera cordialmente, en su desesperación, la golpeo con su pie pero la puerta era más resistente de lo que pensaba.

Charlotte enseguida se llevó a Natalia, corriendo al fondo de la casa, buscando una ventana o puerta por dónde salir, pero no veía nada. Natalia ingenuamente veía a Charlotte.

—¿Qué sucede? ¿Quién es?
—Haytham.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo nos encontró?!
—Es un maldito con suerte.

Otro golpe más a la puerta y está ya se estaba rompiendo no resistiría más. Casi temblando Charlotte trato de abrir una puerta trasera que encontró, estaba cerrada con llave, luego pudo ver una ventana un poco abierta lo suficiente para que sus manos entraran ahí y levantarla para poder salir, eso sí podía levantar la ventana, reza por dentro para que no esté atorada o algo así, o tendrían que optar por esconderse lo más rápido posible.

—Rápido, ayúdame a abrirla. —le pidió a Natalia.

Haytham se toma un respiro, ya casi la abre, un golpe más y listo. Se hace un poco hacia atrás y empuja con su cuerpo. Rompiendo el cerrojo de la puerta, logra abrirla.
Hay silencio y sin rastros de presencias  a la vista. Se pone a pensar ¿Por qué no han usado el fruto contra él? Puede ser que crean, todavía tiene la espada consigo.

—No lo hagan más difícil… salgan de dónde están y entreguen lo que no es suyo. —Ordenó Haytham arriesgándose a que notaran no trae la espada.

¿Qué más le queda? Ha llegado hasta aquí por el fruto, tanto que ha esperado y buscado, es ahora o nunca. No puede simplemente abandonarlo e irse, se arrepentiría toda su vida, todo su esfuerzo será tirado a la basura. Y su orgullo pisoteado.

Charlotte y Natalia se han ocultado debajo de una mesita y están muy cerca, casi abrazándose guardando silencio y escuchando los pasos que da, cuando ven las piernas de Haytham pasar por enfrente. 
No lograron escapar y solo les quedó esconderse en el primer sitio que vieron.
El Templario se queda parado justo ahí luego mira cada detalle de la habitación, los cuadros, los muebles y muy cerca estaba la cocina. Sus ojos pasan a una mesita que parecía tener algo abajo que hacía mucha sombra, de inmediato llamó su atención y se agachó para ver mejor.
Eran las chicas pero antes de que pudiera decir algo las dos mujeres se le echaron encima como dos leonas, y empezaron a golpearlo, sus golpes eran fuertes para ser mujeres, no estaba tratando con damas comunes, si no con ladronas, asesinas. Él pensó en su espada común para defenderse pero al llevar su mano ahí no la encuentra cuando la punta de su espada ya está tocando su barbilla. Levanta la mirada y es Charlotte, que se ha puesto de pie y también su amiga dejándolo tumbado en el suelo. Sin duda ha sido entrenada por Asesinos, y lo han atacado con la guardia baja…, muy listas. Lo que más le impresiona es que no llevan sus ropas de prisioneras, tienen vestidos de campesinas puestos, y hasta zapatos que no les quedan muy bien, pero en sus cabellos se les nota lo salvaje. Esa mirada que le dirige la mujer de cabello rojizo, lo hace sonreír porque se parece mucho a la de su hijo.
Charlotte había notado que no lleva esa espada, y también se había puesto de acuerdo con Natalia, debían actuar, porque si escapaban seguramente las seguiría y ¿A dónde irían? Aún debe esperar que regrese Connor, o en todo caso ir a buscarlo. No puede moverse de ahí y sería tonto conducirlo hasta la cueva, porque ella podría rastrear el camino que han tomado Aquiles, Ezio y Connor. Pero llevar a Haytham hasta ahí sin querer, solo por querer huir, sería su peor error, lo único que le quedaba era luchar y no podía darse el lujo de esperar a que las encontrara porque era un pésimo escondite, y de ser así serían fácilmente atrapadas. Luego Haytham pensó en su mosquete corto, y también lo busco cuando descubrió que la otra chica de cabello corto lo tenía en su mano pero no lo apuntaba con el arma. Lo han desarmado.

—Vete de aquí y no vuelvas. —le pidió Charlotte frunciendo el ceño.
—¿Dónde están el italiano y…?
—¡Se han ido, ahora vete!
—¿Se han ido? Qué raro, que raro sería que mi enamorado hijo abandonará así a la mujer que ama ¿no lo crees? Quizá este también por ahí escondido.

Haytham desesperado no podía dejar de aferrarse a la intención y deseo de tener el fruto en sus manos. Aún si eso pone su vida en riesgo.

—Busca lo que quieras —casi grito Natalia y se veía que sabía usar bien un arma, ya que se toma un segundo para ver si está cargada y apunta con el cañón— Podría matarte en este momento si quiero.
—Natalia, no. —dice  Charlotte.
—¿Y qué más da? Es una escoria.
—Es el padre de Connor, sea como sea.
—Tú no puedes Charlotte ¡Pero yo sí!

Haytham aprovecha que se han mirado mutuamente para discutir y sin hacer ruido se levanta del suelo, y en un ágil desplazamiento engancha su brazo al cuello de Charlotte poniéndole en la garganta su hoja oculta que con un chasquido sale de su escondite.

—Creo que se les ha olvidado este pequeño detalle ¿En serio creían que sería tan fácil?

Natalia abre mucho sus ojos y todo su cuerpo vibra pero no baja su arma que lo apunta a él. Se queda sin palabras.

—Que descuidadas son mujeres. Ahora… creo que el asunto es evidente ¿O no? —se fija en los ojos de Natalia.

Charlotte arruga su ceño y le dice que no a Natalia con su cabeza. Que de ninguna manera lo conduzca a dónde se encuentran Connor y Ezio. Y espera que la haya entendido.


Ellos han llegado a la cueva desde hace rato, se han adentrado. Aquiles iba caminando a la cabeza para guiarlos hacia el fondo de la cueva y así ocultar ese fruto que lleva Connor en sus manos. El que no podía parar de hablar era el joven Ezio, Connor casi no decía palabras y Aquiles les pedía que tuvieran más cuidado y sobre todo que Ezio no hablara tan fuerte o gritara, la cueva estaba en pésimas condiciones, era como si en cualquier momento pudiera derrumbarse, hasta sus cuidadosos pasos hacían que temblara el lugar, o esa sensación les daba. Faltaba poco para llegar al punto que Aquiles deseaba alcanzar cuando Ezio vio su oportunidad, desenfundó su espada y le apunto con ella a Connor. El nativo y el viejo pararon sus pasos en seco y lo miraron, no se lo esperaban.
En la expresión del rostro del joven italiano se podía ver lo inseguro que estaba pero también lo decidido.

—Lo siento amigo, pero tengo que vengar a Aveline. Quizá tú ya estés feliz y satisfecho porque tienes a Charlotte, pero ese Templario mató a la mujer de mi vida, y esto no lo puedo dejar así
—¡Baja esa espada…, Ezio! —levanto un poco su voz Aquiles, no quería ponerse en riesgo debajo de esas rocas que se mantenían por un hilo en su lugar.
—¡No! Dame el fruto Connor, solo tienes que dármelo, no quiero pelear contigo.

Connor inmutable y sin quitarle los ojos de encima, tomo aire para enfrentarse de nuevo con el que siempre finge ser su amigo.

—¿Qué piensas hacer con él? —preguntó con calma.
—Sé que él tiene una espada poderosa, pero sé también que quiere el fruto, de algún modo deseo matarlo, ya veré yo como obtengo la espada, pero también quiero contar con el fruto del Eden.
—Olvídalo.
—¡Maldita sea Connor! ¡No quiero matarte! ¡Por favor no me obligues! —exclamo poniéndose rojo de la cara y con el ceño arrugado.
—Tú no vas a matarme, y tampoco tendrás el fruto.

Aquiles escucho un ruido de rocas tras los gritos de Ezio, el suelo vibraba.

—¡Salgamos de aquí rápido! —avanzó lo más rápido que le permitían sus viejos huesos y su bastón.

En su desesperación Ezio saltó a lanzarle una estocada a Connor que el esquivo fácilmente, se dio la vuelta y empujó el cuerpo de Ezio contra unas rocas, que empezaron a caer. El joven mestizo reaccionó al instante, cargó a Ezio de un brazo  y ayudó a Aquiles haciendo que se apoyara en él, y trato de avanzar rápido mientras las rocas rodaban y caían tras él.
Ezio se sacudía exigiendo que lo soltara, Connor era más fuerte físicamente que él y lo sabe. Su espada quedó bajo los escombros. Aquiles se esforzaba por ir rápido pero por más que lo intentaba no podía, los estaba atrasando y el derrumbe los estaba alcanzando.

—¡Olvídalo chico! ¡Vete con Ezio, sálvense! ¡Y dame eso!

Era viejo, pero hábil. Así que le arrebato el fruto del Edén a Connor. Sin dejar de avanzar. El polvo en el aire apenas le permitía ver el rostro de su maestro.

—¡Aquiles! —grito Connor sin querer soltarlo.
—¡Rápido no hay tiempo! ¡No lo lograré, pero tu si chico! —se retira y le da un empujón quedándose atrás.

Connor sin querer ver más se echó a correr como pudo cargando el peso de Ezio soportando el querer soltar una lágrima. Medio cerró los ojos, frunció el entrecejo concentrandose en distinguir el camino entre la cortina de polvo, agachó su cabeza sin querer pensar en Aquiles. Una roca golpeo su hombro, otra mas pequeña cayó en la cabeza de Ezio.
Salió de la cueva que quedó destrozada, se levantó mucha tierra. Ezio tocia por la que entro a su garganta.

—¡No! ¡El fruto del Eden quedo ahí!

Por dentro Connor lamentaba más la perdida de la valiosa vida de su maestro Aquiles. Y se apresuró en regresar a casa del viejo, dónde había dejado a su querida Charlotte dejando atrás a Ezio, quien se quedó viendo un momento las enormes rocas que bloquearon la entrada a la cueva y como se disipaba el polvo poco a poco.

No le importa en absoluto el Fruto del Eden, tan solo había deseado que no cayera en manos equivocadas. Ese fruto fue el causante de la pérdida de su familia, también de separarse tantas veces de Charlotte, ahora estaba dónde debía estar, en el olvido. El carruaje de Aquiles lo dejaron ahí, pero Ezio se llevó un caballo para alcanzar a Connor, sabe que Haytham anda tras él, y aunque haya perdido su espada, aún le queda su mosquete largo y sus ganas tan fuertes de matarlo. Connor opto por ir corriendo, y saltando por los árboles, quizá así se iría el dolor de la pérdida de su maestro.

Haytham había buscado en toda la casa hasta en los establos rastros de los jóvenes pero no encontró nada, entonces las chicas tenían razón no estaban. Pero era evidente que saben a dónde fueron así que amenaza una vez más a Natalia tocando con el filo de su hoja oculta la garganta de Charlotte, y por más que Charlotte le pedía que no le dijera. Natalia sucumbió al Templario.

—Fueron a esconder el fruto. No, no recuerdo a dónde.

Haytham se aproxima a ella y mira sus ojos.

—¿Estás segura que no lo sabes?

Aprieta el filo en la garganta de Charlotte lo suficiente para causarle dolor. Charlotte se queja y respiraba más profundo.

—¡A una maldita cueva! No sé dónde está, los llevó el dueño de esta casa ¡Es todo lo que sé! ¡¿Estás feliz?!
—Entonces solo queda esperar… —sonríe— Les diré lo que haremos.


Connor entra a la casa sin ver rastro de Charlotte a la vista. Entra un poco en pánico.

—¡Charlotte! ¡Charlotte! —camina y abre una puerta buscando.
—Aquí cariño

Se escucha atrás de él. Voltea y la abraza con fuerza.

—Me da gusto que estés bien. Todo ha acabado, vámonos.

Entra por la puerta que Connor dejó abierta, Ezio.

—¿A qué has venido? —le pregunta Connor.
— Vine por Natalia claro. —miente.

Sale Natalia de una habitación.

—¿Por mí en serio? —con una gran sonrisa corre a él y lo abraza y da besos en todo su rostro.
—Eh, si, si…

Charlotte se apresura para decirle lo que ha pasado a Connor al oído y mientras él la escucha. Haytham hace su aparición saliendo de la cocina y caminando hacia ellos.

—¿Interrumpo? Supongo saben porque estoy aquí.
—No tenemos el fruto, quedó sepultado bajo las rocas en una cueva, se ha perdido —respondió Connor— si tanto lo quieres ve por él.

Sin darle importancia toma la mano de Charlotte y se dispone a retirarse. Haytham no le cree en lo absoluto y sujeta la muñeca de Charlotte, pero Connor no la suelta.
Mira directamente a los ojos a su padre.

—Dime dónde está hijo.
—Ya te lo he dicho

Haytham ríe una pizca.

—Sé que no fue así. Tendré que quitarte algo valioso para ti, tú me has quitado algo valioso para mí.
—No lo permitiré. —lo fulmina con su mirada.

Charlotte no deja de mirar a Connor pero empieza a temblar, aprieta fuerte la mano de Connor, no se quiere alejar de él.

—¡El experto para quitar lo valioso eres tu maldito Templario!

Se escuchó un grito detrás y Ezio ataca a Haytham, el detiene la espada con la suya. Tomando distancia y poniéndose en guardia contra Ezio.

Connor mira los ojos de Charlotte, el momento ha llegado, el momento que estuvieron esperando, tantos años. Poder escapar juntos, como debieron hacerlo antes, lo pueden al fin hacer ahora. Tomados de la mano se echaron a correr para salir de la casa de Aquiles, sin mirar atrás, en ese momento no importaba nada solo huir, a Connor ya no le importaba quedar como un cobarde por que no sería totalmente valiente si dejaba ir de nuevo a lo que más ama en el mundo. Connor le ayudó a Charlotte a subir al caballo, aunque a ella le preocupaba Natalia, sabía que quizá Ezio la protegería, deseaba despedirse de su amiga, pero ya no había tiempo de retroceder, ahora solo mirará hacia el futuro, hacía dónde está Connor, hacía dónde está su felicidad.

Haytham y Ezio lucharon, Ezio por Aveline, Haytham por querer saber dónde habían dejado el fruto del Eden, pero sin duda todas las batallas más importantes, son por algo que en el fondo deseamos, sea bueno o malo, lo deseamos, y es eso tan grande que puede decidir entre la vida y la muerte.
Haytham y Ezio murieron en batalla, los dos, sobre un charco de sangre. Haytham era un Maestro pero la fuerza que tenía Ezio por ser joven, y por el amor que le tenía  a Aveline, lo llevó a esa victoria aunque arriesgando su vida. Natalia con ojos más lacrimosos que nunca, derramaba un llanto desconsolado adentro de la que fue casa de Aquiles abrazando a Ezio, le tenía cariño y no deseaba perderlo. Ella volvería a hacer ladrona, y quizá regresaría a prisión.

Quizá fue un sueño antes de dormir eternamente, quizá esto realmente pasó en espíritu. Pero Ezio pudo ver la escena, de su cuerpo sin vida bañado en sangre, a su lado el Templario de la forma que tanto deseo ver, y la chica a quien se quedó con ganas de darle un beso sin que se lo pidiera. Pero algo toco su mano. Era Aveline, como si lo estuviera esperando, le beso sus labios. Y lo llevó con ella, por un sendero desconocido.




Pasó el tiempo y Charlotte junto con Connor habían encontrado una tribu aliada a su familia Mohawk. Una de las pocas sobrevivientes de las masacres hechas por Washington y Haytham.
Se habían convertido en la nueva familia y casa de Connor y Charlotte. Dejaron el pasado atrás y aunque extrañaban a algunos amigos solo podían ver hacia el futuro que tenían juntos.

El cielo se había teñido de un naranja rosado, el sol se estaba ocultando, y Connor abrazaba por la espalda a Charlotte, acercó sus labios para besarle la mejilla. Los dos vestían con ropas hechas de piel animal, botas del mismo material, y el cabello de Charlotte vibrante y libre como el fuego ondeaba con el viendo hacía un lado. Parados arriba de una pendiente del bosque, observando hacía el horizonte en sus ojos se reflejaba el astro rey.

—¿Y si abandonamos la Tribu y nos aventuramos solos? —cuestionó Charlotte.
—Por supuesto.

Charlotte se giró para verlo a los ojos con una sonrisa de oreja a oreja. Los dos eran espíritus libres, los dos volvían a ser niños, jóvenes, a pesar de vivir en plena adultez. Corrieron juntos por el bosque, tomados de las manos y solo se soltaron para trepar juntos lo más rápido que pudieron un árbol, estando arriba se miraron los ojos y no necesitaron decirse palabras, sabían lo que debían hacer.
Compitieron, debían llegar pronto saltando por las ramas de los árboles hasta la montaña que estaba más adelante, y el primero que trepara a la cima ganaría.
Mientras pasaba de un árbol a otro Charlotte reía y cuando subieron descubrieron que habían llegado al mismo tiempo, no había un ganador.

—¡No es justo! —se hecho al suelo de espaldas Charlotte— He perdido mi toque —suspiró.
—No lo has perdido, es que antes siempre me dejaba ganar pero eres buena, no he podido llegar primero. —también se echó a un lado de ella viendo al cielo.
—¿En serio lo hacías? ¿Por qué?
—No hacen falta razones.

Charlotte se voltea a un lado para verlo apoyándose sobre su codo y la cabeza en su mano. Connor podía ver como sonreía tan ampliamente, gesto que no se esperaba, siempre la dejaba ganar porque le gustaba verla sonreír pensaba que si no lo hacía ya no sonreiría, pero no es así.

Ella sonreía, y era como una caricia a su corazón, ella sonreía y eso era suficiente.







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