viernes, 4 de marzo de 2016

Hilo Rojo [Capitulo 10]

















                             Capitulo-10 












Le costó un rato, pero José al fin pudo meterse a dar una ducha, se puso ropa limpia y se peinó como de costumbre. Ordenó un poco su habitación, se dio una última mirada al espejo para revisar que todo estuviera en su lugar, que todo se viera bien, como si no hubiera pasado nada, ninguna crisis en sus emociones, o su personalidad.  Se roció colonia con el ceño fruncido. Y miró el reloj; cinco veintidós de la tarde. Afuera había sol, un sol que lo invitaba a salir y olvidarse de todo. Debía salir, si se queda encerrado se ahogará y no podrá avanzar. Le pensó muy bien, y llegó a una gran idea; olvidar todo. Sí, ignorarlo, fingir que nada ha pasado y volver a ser el mismo.
Se sentía pésimo al ver que era incapaz de proseguir con sus composiciones, del nuevo álbum de la banda a causa del estrés y la confusión. Ya había sido suficiente, no podría aguantar más así. Si es que esa mujer se vuelve a atravesar en su vida, la ignorará y listo.
Por ahora tiene que despejar su mente, tiene que divertirse un poco, dejando a un lado el Whisky y el tabaco, aunque son sus fieles amigos, ya fue mucho de ellos. Volverá al camino.

Salió de casa, vistiendo un pantalón de mezclilla, unas botas Martin´s marrón, y una camisa de botones azul abierta que dejaba ver una de fondo blanca. Su cadena de oro siempre visible, y su cabello algo largo peinado todo hacia atrás. En su muñeca llevaba el reloj barato que le había dado Vicky. No es como si le importará o le diera algún tipo de significado, tan solo lo vería como un recordatorio. Si es que llegaba a encontrarse con esa mujer otra vez, mirará el reloj y pensará en otra cosa, recordará que no debe ponerle atención, quizá debiera pensar en algo más importante como en el tiempo…, el tiempo con el que cuenta para terminar el álbum.
Abordó su auto para dirigirse a comer a un restaurante. Luego se dedicará a pasarla bien. Para estar fresco y así poder trabajar.
Tan solo eso importaba, solo eso.



Las zapatillas de Victoria retrocedieron como si quisiera escapar rápidamente de esa situación, su esposo había venido a buscarla, como si presintiera lo que estaba a punto de hacer. Se encontró cara a cara con Akiba y ahora ella no podía huir. Por más que quisiera, como una tonta observaba, y esperaba lo que diría su jefe, lo que diría su esposo, y rogaba por dentro y suplicaba en su mente que Daniel no se la llevara. No quería ir con él. De pronto sus sentimientos brotaron dejando fuera la preocupación y dudas con certeza, por un momento. Sabía que no deseaba volver a ese suplicio. Akiba no perdió su educación, se mantuvo firme, ni siquiera lo tocó, aunque el deseo de golpearlo hasta la muerte fuera más latente. Se controló y respiró hondo.

—Mi nombre es Akiba Shimura, y soy amigo de Victoria, nada más le pido que por favor se calme.
—Un momento. —bajó el tono— Suenas igual al jefe de Victoria con quien hable hace un momento, y ese nombre…, ¡Eres tú! ¡A mí no me haces tonto!   

Se giró para ver al japonés a la cara. Esa expresión tosca, pelo semi cano, al igual que la barba que apenas le crecía, esas líneas de expresión ligeramente definidas por el paso de los años. ¿Este señor, que rondaba la cuarentena era el esposo de Victoria? Podría ser su padre.

—Sí señor, soy yo. El que sea su jefe, no prohíbe que pueda ser su amigo —con un rostro sereno.
—O su amante ¡¿no?! —empezó a gritar de nuevo— ¿Por qué no me dijo que ella estaba aquí? ¿Me ha mentido? Además. —se puso colorado de la rabia— ¿A dónde pretendían ir?
—Disculpe…, creo que, todo este asunto se ha malinterpretado ¿Cierto Victoria? —la miraópor encima del hombro del señor.

Daniel volteó a verla y ella dijo "si" con su cabeza sin verlo, enfocó su vista al pavimento, concentrándose en su respiración y sus pequeñas manos sobre su pecho.
Volviendo toda la atención de Daniel hacía Akiba, debía seguir mintiendo para llevar las cosas en paz.

—Victoria no vino a trabajar, pero justo después de usted, ella me llamó para disculparse por faltar estos días al trabajo. Que probablemente faltará más días ya que no se ha sentido bien de salud.

El rostro del tipo cambiaba lentamente empezaba a relajarse ¿se la estaba creyendo? La voz de Akiba era convincente, ni tan baja, ni tan fuerte. Tampoco tan tranquila o intensa. Sencillamente era normal, y transmitía confianza a cualquiera. Sus rasgados ojos eran fijos, ni el más mínimo titubeo, no mostraba ninguna señal de mentira o engaño, ni siquiera nerviosismo, como si fuera un maestro de la mentira. Incluso hasta a Victoria le sorprendió, si no lo supiera todo, sin duda ella también le creería.

—Después —prosiguió— Me pidió un favor; que la llevará al médico. Dijo que no recurrió a usted, que no ha ido a casa, porque no quiere preocuparlo. Además, no podía atenderlo como usted lo merece ¿O no Victoria? —volvió a verla.
—Sí, así es. —dio unos pasos hasta acercarse, quería apoyar a Akiba en su mentira— Lo lamento. No quería molestarte.
—¿Y dónde has estado todo este tiempo? —cuestiono su esposo dando un paso hacia ella— ¿Dónde haz dormido? —frunció el ceño.
—En… —quiso decir Akiba pero Victoria lo interrumpió; En casa de una amiga.

Tardo unos segundos para asimilarlo, y Daniel se relajó.

—Bueno, Victoria no me molestas eres mi esposa, sabes que debes confiármelo todo —sonaba más tranquilo— Gracias Akiba, pero yo me encargo a partir de ahora, yo la llevo al médico. —la tomó del brazo y la acercó a él.
—Señor, no creo que sea buena idea, seguro debe tener otras cosas que hacer —sonríe y la sostuvo del otro brazo dándole un tirón suave hacía el.
—¿Pero qué dice? Yo soy su esposo —elevando el tono— siempre tengo tiempo para ella —la volvió a acercar.
—Ya me he tomado el tiempo libre. Por favor no deje que sea en vano —no la soltó y se puso más serio.

Victoria sentía como un calor interno crecía y llegaba hasta su cabeza, estaba a punto de estallar, y decir todo lo que quería.

—¡Ey! ¿Qué pasa? ¿Todo en orden caballeros?

Resonó la poderosa voz de Grey. Nada aguda, nada delicada ni dulce, pero sin perder lo femenina.
Todos los ojos se fijaron en la chica entrometida que vestía de negro, y tenía unos parpados ahumados en sombras oscuras.

—¿Quién eres tú? —preguntó Akiba.
—Puedo ser su peor pesadilla si no le quitan las manos de encima a..., mi amiga.

Victoria y Akiba con expresiones interrogantes gritaron al unisonó: ¿Qué?
Luego Daniel los miró enarcando una ceja, y al recordar una de las mentiras sobre “la supuesta amiga” Asintieron.

—Ah sí…, eres la amiga de Victoria —dijo Akiba ampliando su sonrisa y sin soltar el brazo de Vicky— Te llamabas… —elevó sus cejas esperando que le ayudara.
—¡Grey!

Se escuchó el grito de un joven de tez morena que venía corriendo desde donde había dejado estacionado su auto.

—¡Grey por Dios! ¡Te dije que no te metieras en asuntos ajenos! —jadeó al llegar a ella.
—¿Ella es mi amiga no? —lo volteó a ver con complicidad.
—¡Ah cierto! —se le escapó una risa tonta, luego se acercó a la oreja de su novia para susurrarle— Sí, lo sé pero no te pases…

Grey se guardó sus manos en las bolsas de su chaqueta y no deja de verlos.

—¿Qué es lo que pasa?
—¡Qué le importa! ¡Victoria vámonos! —la hala y es tan fuerte el tirón que la desprende de la mano de Akiba.

El joven japonés ya no sabía qué hacer y pudo sentir como su corazón se retorcía, sus labios se sellaron, era mejor callar.
Gabriel abrió mucho sus ojos al encontrar en la expresión de Grey que lo había notado todo, la mirada de Victoria hacia Akiba, silenciosamente estaba pidiendo auxilio, la chica rubia, podía oler el miedo que la otra chica emanaba en sus expresiones. Odiaba a los tipos como el ruco que se la está llevando por la fuerza. Gabo estaba asustado sabía de lo que era capaz su novia ¿habrá sido mala idea tratar de contentarla al salir de casa de su amigo, con traerla a comer al restaurante de comida oriental?
En un movimiento Grey llegó a ellos y con su mano extendida como si fuera un cuchillo la levantó y golpeó un punto de la muñeca del hombre, haciendo que la soltara. Apartó a Victoria de un empujón. La chica fue sostenida por Akiba. Daniel se dió la vuelta viéndose como su rostro se desfiguraba lentamente, y hervía su sangre. Grey con su pálido rostro y el entrecejo arrugado, sin una pizca de temor, retuvo sus brazos uniéndolos a su espalda. Una técnica policíaca muy usada. No era como si ella fuera una policía, solo tenía el conocimiento, también en defensa personal y artes marciales. De hecho era maestra de Tae Kwon do. Después de un puntapié en la corva de la rodilla lo hizo caer con sus piernas doblabas al suelo. Lo mantuvo así.

—Lo siento ella viene conmigo. —le dice al oído.
—¿Qué diablos le pasa? —quería levantarse pero Grey no lo dejaba moverse— Suéltame o llamó a la policía. —miraba a todos lados sintiéndose humillado. ¿Una mujer lo trataba así?

Con una mirada le dice a Gabo que se lleve a Victoria. Gabo enseguida tomó de la mano a Victoria.

—Vamos, ven conmigo rápido.

“¡No! ¿Qué te pasa?” Tenía ganas de decirle Victoria. Puesto que, recordó que son amigos del otro sujeto loco, y no les tiene confianza, pero tampoco quería irse con su esposo, por ahora parecía ser su única salida. Victoria antes de irse con Gabo miró al japonés y el joven asintió sonriéndole, eso le transmitió tranquilidad y fuerza para seguir al joven moreno hasta su auto.
Grey soltó al hombre.

—Ya, ya. No hagas un escándalo. Adiós. —con calma, pero a paso firme, se encaminó a alcanzar el auto de su novio, llevando sus manos en los bolsillos.
—¡Ey! ¡Un momento! ¡Victoria! —se levantó  y observó a la mujer de cabellos rubios que se estaba yendo— ¡Tú maldita perra! —corrió tras ella.

Intentó agarrarle el cabello, pero Grey se detuvo y giró alzando su pierna. Le dió una patada debajo de su oreja haciéndolo colapsar. Pudiendo continuar su camino hasta que subió al auto y sonó el motor cuando avanzó. Salieron del estacionamiento.
Los ojos de Akiba no se despegaron del auto hasta que lo perdió de vista, respirando profundamente, y con sus rasgados ojos más grandes. Esa mujer y ese hombre se llevaron a Victoria, no sabía si sentirse bien o mal con lo que hicieron, pero probablemente era mejor a que cayera en manos de su esposo de nuevo. Algo vino a su cabeza…, claro, ese joven moreno ya lo había visto antes, es el mismo que hace poco llegó a su restaurante buscando a Victoria, gritándole que un tal José la amaba. Esto no lo deja muy contento ¿y si ese tipo está detrás de todo esto? ¿Quién era ese tal José? ¿Victoria le ocultaba algo? Ella le dijo que no se metiera en sus asuntos ¿Acaso estaba celoso? Despejó su cabeza, por ahora debía encargarse del esposo abusivo de Victoria, que quedó inconsciente en el suelo del estacionamiento.
Estando cerca del hombre, revisó en sus bolsillos del pantalón, y miró a todos lados cerciorándose que nadie estuviera viéndolo. ¿Alguien los habrá visto?, finalmente adentro de su saco encontró lo que parecían las llaves del auto. Lo arrastró hacía el auto que justo había estacionado a un lado del suyo. Atinó la llave y la puerta se abrió. Lo subió como pudo al asiento trasero, lo recostó y después tomó el asiento del volante. Encendió el auto y se lo llevó afuera del estacionamiento de su restaurante. Para evitar que estuviera cerca cuando despertara y quisiera buscar problemas en su negocio. Si así lo pretendía hacer, al menos ya estaría muy lejos, y cuando llegara sería tarde, y estará cerrado. Los siguientes días, contará con más seguridad y lo tachará como cliente no deseado. Ya todo estaba planeado. Solo pedía por dentro que Victoria haya caído en buenas manos, le pensaba llamar en un momento pero tampoco quería que lo tomara como entrometido. Cree que ya se ha metido demasiado en su vida ¿Y si le molesta?

Quería reunirlos a todos, Arturo, Jorge, Ricardo. Pero Jorge y Ricardo estaban ocupados en sus asuntos. Solo se pudo encontrar con Arturo después de comer, en su Bar-Billar de lujo favorito.
Ahí estaban uno frente al otro en la mesa de billar compitiendo. José llevaba ventaja, eso a Arturo no le gustaba nada pero siguió moviendo las bolas. Había algo raro en José que hasta Arturo pudo ver. Reía mucho, más de lo normal, y no había tomado un trago. Estaba completamente sobrio, y extrañamente risueño. Además Arturo recordaba muy bien que apenas ayer les pidió a todos vía celular que no lo molestaran, que no quería saber nada, que estaría concentrado en la composición que tan solo esperaran el día de reunión oficial de la banda para armar las canciones juntos y hacer los ajustes. Mientras Pepe bromeaba con un sujeto conocido que frecuentaba el Billar-Bar esperando que Arturo hiciera su movimiento en la mesa, no pudo contener las ganas de saber.

—Eh güey… le llamó.

Pepe seguía riendo y hablando con el otro sujeto de cabello rizado y anteojos de marco grueso y negro. Una música regional sonaba en el Bar.

—¡Pepe! —grito esta vez.

Sin más, volteo a verlo arrugando su ceño.

—¿Qué paso? ¿Te rindes? —apareció una sonrisa sarcástica.
—No, eso jamás. Oye… —sin soltar el taco del billar se acercó a su amigo yendo al otro lado— ¿Qué te sucede?
—¿A qué te refieres?

El otro sujeto al ver la cara tan seria que puso Arturo, le dio una última mirada a Pepe.

—Bueno, nos vemos luego. —se despidió, yendo a la barra por un trago.
—O sea… —Arturo pensó como explicarle— Haz estado muy raro últimamente ¿Recuerdas ese día que nos reunimos todos? Tú te escondiste para hacer una llamada y te veías muy mal. Pensamos que estabas así por tu falta de inspiración, pero, esos cambios tan drásticos y rápidos. Siento que ya es demasiado. ¿Qué pasa contigo?
—Nada, no es nada güey. —torció los labios y miro a otro lado, claramente inconforme— Estoy bien. —se relamió sus labios y suspiró.
—Siempre eres así de cerrado güey, no me sorprende. Pero si pasa algo dínoslo ¿va?
—Está bien ya, creí que no eras como el Gabo. —se rió y miró las posición de las bolas en la mesa de billar cruzado de brazos intentando despejar su mente— Anda, haz tu parte, o juego con el Tony.
—Uy si, que horror, no sabes cómo me duele que me cambies —emitió una risa entre sus dientes.

José lentamente borró su sonrisa y apretó sus labios, quedando en silencio. Arturo lo miró fijamente a los ojos unos segundos y los entornó.

—¿Es una chica verdad? —se extiende una sonrisa en sus labios.

José quedó con cara de Póker. ¿Cómo el idiota de Arturo se dió cuenta? ¿Acaso sus ojos lo delataban? Solo ellos lo vieron enamorado y sufriendo por amor una vez. Pero este asunto no se parecía en nada al otro. No estaba enamorado, no estaba sufriendo era…, otra cosa. Algo que era imposible explicar ¿Sería que también se podía ver en sus ojos?
Quedó callado. No respondió nada.





Cuando Gabriel y su novia Grey salieron de casa de José. Gabo le había prometido llevarla más tarde a comer para recuperar la sonrisa de su novia.
Entonces al llegar a casa, mientras editaba unos vídeos para su vlog en YouTube y Grey revisaba unas inscripciones de unos niños y adolescentes para sus clases de Tae Kwon Do en Monterrey. Sentados en la mesa de centro de la sala. Ahí los dos trabajaban juntos, pero Gabo no podía dejar de pensar y pensar en lo que le sucedía a su amigo, porque algo le estaba sucediendo, lo conocía muy bien, mejor que cualquiera, aunque no se hayan visto en mucho tiempo. Seguía siendo igual.
Sabía que, algo pasaba en su corazón, que hace unos años fue hecho pedazos, y que le costó armarlo de nuevo,  y por eso lo protegía demasiado, no dejaba que nadie lo tocara, ocultando el hombre tan bueno, amoroso y entregado que es, bajo una armadura fría, insensible y ruda. Esa chica del restaurante ,seguro se enamoró de ella, está claro con lo que les contó apenas hace horas, y su deber como amigo, como su mejor amigo era ayudarlo.
José no quería saber nada del amor, como su novia Grey en aquel entonces. A quien puede ver ahora a su lado muy atenta en esos papeles con la punta del bolígrafo en sus labios. Ese perfil blanco y esa nariz respingada, su cabello rubio que caía en ondas lo hacían suspirar. Sin embargo, su interior antes era tan duro como el de su amigo, a él le costó mucho ablandarla y ahora es feliz, le costaba menos sonreír que antes y expresaba sus emociones con mayor facilidad. José y Grey se parecían mucho. Entonces ¿Victoria era como él? pero, ella aquí no es la interesada, el que podría ser el interesado es José, lo que complicaba las cosas. Las comparaciones podrían ser absurdas, y quizá no.

Conocía muy poco a la chica del restaurante, le dijo que se llamaba Victoria. Ella a simple vista la podía juzgar por su forma de hablar, que era dulce y delicada, quizá demasiado y que escondía un gran dolor también por su triste mirada. Dolor que también guardaba su amigo. Ya tenían algo en común. Ya que José se rehusará mil veces a aceptarlo o hacer algo al respecto aunque supiera que podía ser feliz con la chica. En ese caso, le tocaba a él y a Grey ser amigos de Victoria, para conocerla mejor, y acercarla, sería más fácil que hacerlo con José. Quién aparte tiene trabajo con su banda por hacer.
A su cabeza se le vinieron muchas ideas, pero primero debía ganarse la confianza y amistad de la chica, sin que los viera sospechosos. Es ahí cuando cierra su Notebook, y le habla a Grey sobre esto, ella escuchaba atenta y asentía levemente con su cabeza sin ninguna expresión. En el rostro de Gabriel, no se borró una sonrisa, ni su entusiasmo al hablar desaparecía. Entusiasmo tan contagioso para Grey que aceptó el colaborar.

—¿Crees que funcione? —preguntó Grey.
—Claro que sí, ya lo verás.
—Justo ella es la mesera de mi restaurante favorito ¿no? Al que más tarde iremos.
—Así es ¿No es genial? —sonriente alzó sus cejas varias veces.
—Tal vez.



Habían entrado al estacionamiento y a través de la ventana Grey pudo presenciar que la chica de cabello como el cobre, estaba acorralada entre dos hombres, la escena era tensa, lo que la hizo reaccionar muy pronto. Gabriel maniobraba buscando donde estacionarse, casi no había lugares.

—¡Mira! ¡Detente ya! —se quita sus gafas de sol— ¡Abre la ventana! —le dió golpecitos con su palma al vidrio.
—¿Qué? ¿Qué pasa? —trató de buscar con su mirada lo que veía Grey.
—¡Es la chica esa! ¡Está en problemas! ¡Detente ya! —lo pellizcó.
—¡Ay! Ya voy, ya voy… —se detuvo sin estacionarse.
—Hay que ayudarla, quizá así podamos acercarnos a ella. —lo miró objetiva.
—Grey…, amor. Tómalo con calma, te dije que no debíamos vernos tan obvios. Además ¿Cómo sabes que está en problemas?

Fueron capaces de ver como la sujetaban de los brazos y parecían pelear por ella, tirándola de un lado a otro. Grey sin más abrió la puerta y bajó. Gabo llenó sus pulmones de aire y exhaló, encontrando un espacio en el estacionamiento cercano.




La carretera de San Pedro estaba casi vacía. Gabo iba al volante, Grey a su lado con sus gafas de sol puestas y mascando un chicle, haciendo bombas también. En todo el camino, Gabo no se había callado se notaba que está haciendo un gran esfuerzo para ganarse la confianza de  Victoria, hasta hacía bromas para hacerla reír. Gracias a todo eso consiguió calmarla un poco. La chica iba atrás pegada a la ventana, jugando con un mechón de su cabello apenas les dirigía una mirada cada tanto, pero la confianza que le transmitió el agradable y siempre lleno de humor Gabriel, la hizo soltar la lengua, incluso les contó sobre su marido, y sobre Akiba, sin revelar los pequeños sentimientos que brotaban por el japonés. Por lo visto la chica no tenía muchos amigos. Habló para desahogarse con ellos, sin decirles su más profundo secreto claro. Grey pensó que debería ir a ver un Psicólogo, pero no se lo dijo, solo siguió mascando su goma y haciendo bombas que estallaban. Se lo dejaría todo  a su novio por ahora, después de todo era su plan. Gabriel, le confesó que sí, era el mejor amigo de José. Eso hizo que Vicky se exaltara.

—¡Ese es un loco! ¿Viste no? Cuando fui a su casa, cómo me trato, el me llevó a su casa y luego…
—Te lo dije. —la interrumpió el joven deteniéndose en un semáforo rojo— Es amargado, y tiene problemas para expresarse pero es un buen tipo. Créeme la única que en verdad está mal, pero más mal, eres tú por seguir con tu esposo.—hace una mueca de desgane. 
—Sí…, también me dice lo mismo Akiba.
—Pues Akiba tiene razón, pero tampoco está bien que te invite a quedarte a su casa. Bueno, sé que es tu amigo y le tienes confianza pero. Sería mejor, que por ejemplo te quedarás con Grey que es una chica, aunque es muy pronto, debe ser raro para ti pensarlo ¿no? —soltó una carcajada.
—Lo es.
—Sí. —dijo Grey, y explotó una bomba de goma de mascar.
—Menos mal llegamos a tiempo —siguió hablando Gabriel para no perder la conversación— ¿Por ahora que piensas hacer? —la miró por el retrovisor y levantó una ceja.
—No lo sé, solo sé que, no quiero regresar con él. Ya no…
—Necesitas —se integró Grey— hablar con él, pedirle el divorcio, o denunciarlo y listo, que te ayude ese tal Akiba. Yo haría eso. —cruzó sus brazos y se giró para verla por un lado de su asiento.
—¡No es tan fácil! Él…, tiene influencias, una demanda no servirá de nada, y el divorcio no querrá firmarlo. Además, ustedes no me conocen —hizo una breve pausa al hablar— no saben porque sigo con él, y no pienso decírselos.
—De acuerdo —dijo Grey sacando el chicle de su boca y tirándolo por la rendija abierta de la ventana— Entonces ve con él y deja que te golpee.
—Grey… —le llamó con atención Gabo, mirándola con desaprobación. No le conveníaque Victoria se enfade— Discúlpala Victoria, ella es así de directa y…, bueno. Dime ¿A dónde vamos?
—No hay problema. Y, a un Hotel, tengo que buscar dónde vivir sola. Por lo pronto a un Hotel, después…
—¿Te divorcias? —inquiso Grey.
—No, aún no. Necesito… —bajó la mirada.
—¿Perder más tiempo?
—¡Grey! —la miró Gabriel muy serio. Era raro cuando se ponía así de serio—Muy bien Victoria, tomate tu tiempo para pensar. Te daré mi número y el de Grey, nos llamas cuando nos necesites, igual trataremos de llamarte ¿Va?
—Gracias chicos. —les sonríó— De verdad gracias.



El sol se ocultaba. Sería la hora en la que Victoria estaría despidiéndose en su trabajo. En cambio, estaba en un Hotel pensando sobre todo. Había estado ignorando las insistentes llamadas de su esposo como siempre. Creía que debería llamarle a su jefe, agradecerle por intentar ayudarla y disculparse por causarle problemas, pero abandona la idea enseguida. Ese hombre de rasgos asiáticos, poco a poco, la estaba haciendo sentir algo en su estómago nada agradable. Aquel beso, cada que salía de sus memorias se sonrojaba, contrario al beso que le robó José, le repudia. Se echó en la cama, y contempló el techo queriendo relajarse unos segundos con el celular en su mano. 

Resonó su móvil, avisando una llamada, al fijarse, el nombre de Akiba saltó en la pantalla a la vez que su corazón dio un brinco. Contestó enseguida.
Seguramente Akiba, no aguanto llamarla por más que quiso evitarlo.

—Akiba-san
—¿Akiba-san? Es la primera vez que me llamas así —se escuchó su suave risa—Qué linda suenas.

Esa voz tan calmada y grabe era como miel para sus oídos. Sus mejillas se tornaron rosadas y no pudo decir más. Ese tono de voz tierno y el llamarlo “Akiba-san” le nació naturalmente.

—Vicky ¿Estás bien? Por favor dime que sí. He estado muy preocupado por ti, pero el trabajo no me dejaba libre. —sabía que esa no era la razón.
—Todo está bien. Gracias por tu preocupación.

Victoria había perdido las formalidades con él. Y Akiba lo podía percibir, estaba distinta. Eso le gustaba, le gustaba mucho.

—¿Quiénes eran esos chicos?
—Ahora, son unos amigos me han ayudado
—¿Tan rápido? Vaya. Dime ¿Dónde te encuentras? Por favor dime que no estás con tu esposo.
—No, gracias a ellos me anime a quedarme en un Hotel

“Gracias a ellos” Es decir, que si no fuera por su convencimiento hubiera vuelto con su esposo ¿Tan mal está Vicky?

—Por favor no digas locuras Victoria.

Ambos se rieron un poco. La chica estaba pensando entre todo lo que estaba en su mente, poner algo a prueba Tenía que hacerlo para sentirse segura de lo que quería hacer, pero callo, de momento callo, casi por un minuto.

—Vicky…
—¿Si?
—Tienes que hacerlo.
—¿Eh? —sonando nerviosa— ¿El qué?
—Dejar a tu esposo, pedirle el divorcio. No puedes escapar de él siempre, no puedes vivir así como hasta ahora. Si quieres ser libre, tienes que hacerlo.
—Es que…no sé. —su voz bajó.
—¿Por qué? ¿Qué sucede? ¿Tienes miedo?
—Sí.
—¿A que le tienes miedo Victoria? Él no te hará daño, si gustas puedo acompañarte, cuando hables con él o alguno de mis abogados o un guardaespaldas.
—No es eso Akiba.
—¿Entonces qué es?
—Temo que..., nadie más me quiera y, no quiero estar sola.
—¿Por qué crees eso? No seas insegura de ti misma.
—No soy insegura.

Se quedaron en silencio un minuto. Victoria respiró profundamente cerrando sus ojos, era hora de que Akiba lo supiera.

—Es solo que…, muchos hombres quieren una familia, me refiero a; su mujer, y sus hijos. ¿Tú la quieres Akiba?
—Por supuesto que sí, pero ¿Por qué lo dices?
—Yo no puedo tener hijos. Soy estéril de nacimiento. —hizo una pausa, sus labios temblaron, su voz también— Por eso, nunca los he tenido con Daniel, y él, solo él me acepta así.



Esto dejó boquiabierta a Akiba y se tocó la frente cerrando sus parpados con fuerza. 









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