viernes, 22 de agosto de 2014

La Bruja y el Ángel mestizo [Capitulo 12]








                        Capitulo-12











Con éxito. Connor, Ezio y el resto de cazarrecompensas aliados, entregan al malhechor a la guardia, recibiendo su merecida recompensa. André felicita y agradece a Connor, los demás solo quieren festejar, volviendo a la popular taberna a beber y beber cerveza, reír y conversar acompañados de mujeres.
El joven nativo se siente algo contento al ver a todos felices, y sabiendo que ha ayudado capturando a uno de los buscados. Pero aún tiene algo pendiente, ese pendiente que no lo deja relajarse del todo. La mujer de cabello rojo, la asesina, tiene que…

—Eh Connor, ¿porque no vienes a jugar un poco?

Le habla André, encapuchado, solo puede ver su sonrisa y esa barba corta, en la otra mesa más pequeña. El hombre que había estado jugando con él se ha ido insatisfecho tras la derrota. Rara vez, André pierde un juego.
Connor con algo de confianza se acerca y voltea la silla de madera para sentarse, quedando el respaldo enfrente donde puede apoyar sus brazos.

—Nunca he jugado. ¿Cómo es? —fijándose en el tablero de la mesa.
—Es fácil, vamos yo te enseñaré.

De todo el grupito de cazarrecompensas, él es el más amable, al que a Connor parece agradarle más. Por este momento quiere vaciar su mente de esos pensamientos, controlar su sed de venganza, y tratar de llevarse bien con todos.







Un mes, ha pasado un mes. De búsqueda, de desafíos para Connor. Gracias a él, los cazarrecompensas han atrapado a los rateros buscados por la guardia. Tachando los retratos del muro en el sótano de Aquiles. Han limpiado la ciudad, pero todavía siguen faltando esos dos. La ladrona asesina, y su amigo el asesino. Son los únicos retratos que faltan por tachar. Y el solo verlo a Connor le retuercen las entrañas, pero sabe que está cerca, puede sentirlo.

Por otro lado, Garrett también sigue en su búsqueda del líder de los templarios asentados en tierra americana. Tiene que enfocarse solo en asesinar al mandamás, ya que solo hay un Asesino en todo Boston y Nueva York, y es él.  Ha pensado en reclutar Asesinos, para formar una hermandad pero, no hay tiempo, tendría que entrenarlos, y no puede dedicarse a eso. Ya conoce el nombre del líder, por su cuenta lo ha descubierto, usando el método que usó el maestro Altaír; Interrogando a sospechosos.
Haytham Kenway.
De la única persona, en quien puede confiar y sabe que tiene su apoyo; es Charlotte. Aunque ella siga negándose a asesinar, aunque su ayuda no se haya visto, sabe que es un apoyo.

Durante la noche, Charlotte entra por la ventana del segundo piso de la casa del señor August como acostumbra, nunca se permitiría ser vista entrando por una puerta. Alguien puede verla. Adentro, baja su capucha marrón viéndose su cabello rojizo bien recogido y trenzado, se quita esa mascara que cubre le cubre hasta la nariz, dirigiéndose hacia la planta baja donde encuentra solo a Garrett, recargado en una pared cruzado de brazos, vistiendo su túnica blanca de Asesino, pero ha bajado su capucha y puede verse su cabello castaño corto, con el símbolo del gremio de cinturón también ha dejado su armamento en una mesa. Está contemplando la nocturna nevada a través de una ventana.

—¿Saliste a robar con este frío? —dice Garrett sin moverse.
—Tengo que hacerlo. —queriendo reír.
—He descubierto el nombre del líder de los templarios. Es Haytham Kenway.

Fijándose en ella medio sonriente, camina lentamente para darle la cara.

—Qué bien. ¿Dónde está el señor August? Necesito bombas de humo, algunas flechas y veneno. —con su mirada busca a su alrededor.
—Charlotte.
—¿Qué pasa?
—¿En verdad te interesa ayudarme? —viéndola con esos ojos azules y perezosos.
—¿Por qué lo dices? —con un gesto interrogante.
—Nunca me prestas atención cuando te hablo. Y, parece que solo te preocupas por ti, no me has ayudado en nada.
—Garrett ¿Qué pasa contigo? Antes… no te importaba todo ese conflicto entre Asesinos y Templarios. Aún me parece extraño que te intereses tanto en ello.
—Habíamos acordado algo. Yo te ayudaría a ocultar tu identidad, te enseñaría a defenderte, a pelear, y tú…
—Lo sé, pero tengo que robar también. Aunque no quiera hacerlo.

La chica camina hacia la mesa de madera, que en su centro tenía  una vela encendida y unos papeles. Toma lugar en la silla.  

—Sabes que estoy cansada de esto. Sigo intentado averiguar que sucedió antes de que Miryam me encontrara. —observa la pequeña flama de la vela.
—Charlotte esto es más importante. Los Templarios…
—Ya me has dicho lo que son y lo que pueden llegar a hacer.

A Charlotte, le viene el recuerdo de sus visiones. Visiones que ha estado guardando, quizá sea oportuno revelarlas, probablemente así lo ayude en algo. Tal vez se esté arriesgando, puesto que Garrett posiblemente ya no la vea de la misma manera ¿Qué pensará sobre ella? Cuando se entere que tiene visiones.

—Sabes, creo que sé dónde encontrar el fruto del Edén.

Despierta interés en el joven Asesino, que se aproxima lentamente tomando lugar frente a ella en esa mesa.

—¿En serio?
—Sí, pero…no sé si puedas creerme. —se pone seria.
—Tú solo dime.
—He tenido visiones, dónde veo una casa en una colina por el bosque, cerca de esa casa hay una sepultura, por ahí está enterrada una caja dónde se esconde el fruto. Así lo he visto.

Incrédulo la observa, desviando su vista como con fatiga. Piensa que quizá lo está inventando por que le ha dicho que no le ha brindado su ayuda. Por lo tanto no le cree, y volviendo a ver sus ojos…

—¿Visiones Charlotte? ¿Cuándo las tuviste?
—Hace ya tiempo pero, no había querido decirte porque… —baja su mirada.
—No sé, mejor seguiré buscando por mi cuenta. Ahora… iré a dormir.

Bostezando estira su espalda y brazos poniéndose en pie, encaminándose a las escaleras.

—¿Y qué hay de mi material? —lo sigue con su mirada.
—Ven a buscarlo mañana. —dice sin ganas.

«Sabía que no me creería… »Dice para si en su interior y suspira.




Los únicos que quedan por encontrar son al Asesino y la mujer pelirroja. No los habían visto. Aunque Ezio y sus aliados ya han perseguido a la ladrona tres veces sin tener éxito. Connor no ha tenido la oportunidad.
Como casi a diario por la noche, van al Pepper Black a beber y pasarla bien. Y el nativo empieza a adaptarse al ambiente, aunque no acepte ponerse ebrio, ni todas las costumbres que tienen, puede estar con ellos.

Un hombre barbudo y fornido va hacia la mesa de Ezio y los demás. Connor y André están algo apartados jugando una ronda en el tablero del Molino de Doce.
El sujeto con su palma golpea la mesa de Ezio capturando las miradas de todos.

—¡Eynard! ¡Págame lo que me debes maldito bastardo! —gruñe mirando con esos enrojecidos ojos al mencionado.


Ezio sonríe divertido, sabe lo que viene, una pelea. Todos están ebrios excepto Connor y André, quienes observan desde lejos haciendo una pausa en su juego.

—¿Qué pasa? —pregunta Connor frunciendo el ceño.

A Connor no le había tocado presenciar lo que suele pasar con Eynard, siempre está metido en problemas, al igual que Ezio.

—Ignóralos. —contesta André haciendo una movida en el tablero.


Cuando vuelve a ver, el sujeto le ha tirado un golpe en su cara  a Eynard, a quien parece que su rostro se incendia, lo afrontándolo truena sus nudillos y se prepara para pelear con él, todos los hombres en la taberna comienzan a rodearlos para disfrutar del pleito, con júbilo gritan y animan para que inicien.
A Ezio también le encanta pelear, pero ahora mismo está con unas mujeres muy hermosas, que aleja de la situación llevándolas afuera, parece que se las llevará a otro lado para divertirse con ellas. Jace queda tranquilo fumando en la mesa en dónde hay una botella de cerveza a medio terminar, botella que el hombre barbudo agarra para romperla a la mitad y usarla como arma contra Eynard.
Mientras Connor hace un esfuerzo por ignorar el borlote jugando con André. Afuera del Pepper Black, Ezio mareado y algo desequilibrado, iba abrazando de sus hombros a dos chicas, y las hacía reír. Cuando sus ojos captan a una mujer de vestido verde y un sombrero, luciendo muy elegante, quien hablaba con otro hombre de sombrero de tres puntas y un traje muy inglés. Apunto de subir a un carruaje. A pesar de su media embriagues Ezio puede identificarla, reconocerla, claro, ese color de piel… ese inconfundible porte, sin duda es esa mujer hermosa. Aveline de Grandpré ¿Qué hace con un viejo inglés? Espera, ese hombre la ha tocado de su barbilla y se acerca a decirle algo al oído. Su visión no es tan clara pero puede verlo.

—Lo siento chicas tengo que irme. —con voz barrida se aparta de ellas y se inclina como reverencia— Que pasen una linda noche, bellezas.

Las mujeres interrogantes se miran entre ellas y se van dejándolo solo. El joven italiano camina lentamente y balanceándose un poco hacia la mujer que el hombre acaba de abandonar en la calle. El carruaje se va, y ella mira el suelo.

—Aveline… —levanta su voz  llegando a ella.

Ella puede recordar ese rostro, es ese molesto chico que no pudo ayudarla. Sin prestarle atención sigue una dirección cruzando la calle. Caen copos de nieve suavemente, las calles están casi vacías.

Su maestro la ha humillado, ya que él se encargó de averiguar sobre el joven nativo, le han dicho que lo han visto en una taberna, así que le ha pedido que busque en las tabernas pero ella se rehúsa a hacerlo, esos sitios simplemente no son propios de una dama.

—¡Oye! ¡Espera! ¡Por favor!

Suena algo borracho. Aveline detiene sus pasos, este tipo puede servirle  de algo, seguro el conoce mejor las tabernas que ella, así que gira en sus talones para mirarlo de pies a cabeza con desaprobación. No le inspira nada de confianza pero no le queda otra opción.

—¿Qué es lo que quieres?
—Me…gustaría —eructa cerca de ella.

Con una mueca de asco, Aveline da un paso atrás, ese olor a alcohol era tan desagradable.

—Hablar un poco contigo. —termina.

Sus ojos a pesar de estar irritados, eran profundos, encantadores, el verlos directamente hace ruborizar a la chica, que gracias a su piel no se distingue. Vaya sí que tiene encanto, por algo es un mujeriego.
Tiene que aprovechar esta oportunidad, es posible que esta noche encuentre a ese nativo que la ha tenido buscando durante meses.

—Está bien, pero antes, necesito que me ayudes en algo. —levanta su vista.

Ahí enfrente de ella está una taberna, con el nombre expuesto “Pepper Black”. Es evidente que su maestro es muy listo y la ha dejado a la puerta de un sitio así para que pruebe su suerte. Siempre se está burlando de ella.
No tiene miedo de entrar a ese lugar, puesto que  es una Templaria, con el mejor maestro, sabe defenderse muy bien, incluso puede matar a más de seis hombres si así lo quiere, pero el solo pensar en entrar en ese sitio otra vez, le provoca una sensación desagradable en su estómago, como tener deseos de vomitar.

—Estoy buscando a un nativo. Dicen que suele concurrir una Taberna.

De entre sus pechos saca un papel doblado. Lo extiende y se lo muestra. El retrato de Ratohnhaketon. Ezio entrecierra sus ojos viéndolo con atención, sabe que es Connor, no hay duda.

—Lo conozco sí.

Con una sonrisa pícara la observa, se acerca más a su rostro y con sus dedos toca su barbilla.

—Pero si te lo digo. ¿Qué me darás a cambio? —susurra intentando seducirla a pesar de su embriaguez.


Se escucha el chasquido que hace su hoja oculta al salir. De esas hojas ocultas que los Templarios han robado a los Asesinos que derrotaron, y ahora poseen.
Le da un empujón apartándolo de ella, y en un movimiento lo sujeta de su abrigo tocando con el filo de su hoja su cuello

—No me mientas, si lo haces te mataré. —masculla.



Termina llevándola adentro de la Taberna en dónde se había recuperado la “tranquilidad” Y ahora los hombres beben y ríen en sus respectivas mesas, mientras conversan.  Un grupo de músicos se ha puesto a tocar sus instrumentos para alegrar el ambiente. Y Eynard con un ojo morado y una gotita roja saliendo de su nariz, está con Jace tomando cerveza. Todo indica que la pelea ha pasado, y ya no hay señales del hombre que lo enfrentó. 
La elegancia con la que viste Aveline atrae las miradas de algunos hombres, lo que le incómoda de sobremanera. Ezio a su lado la escolta hasta la mesa dónde jugaba Connor con André todavía. Ella detecta al joven nativo que aunque lleve otras prendas  diferentes a las que recuerda, sabe que es él.

—Connor te presento a…

Empieza a presentarla. Cuando Aveline lo aparta con su mano, y clava su mirada en el nativo.

—Buenas noches. Soy  Aveline de Grandpré. Y me gustaría hablar contigo.
—¿En qué puedo ayudarte? —se levanta de su asiento Connor. Dejándola a la altura de sus hombros.

Ya es más alto, y sus músculos han crecido, hasta su voz es más grave. La última vez que lo vio estaba a su misma altura, pero ahora…

—Sé que tienes el fruto del Edén, y quiero que me lo entregues. —dice en una voz más baja— Si no me lo entregas, te mataré.

Ni André ni Ezio saben lo que sucede, solo observan.

¿Fruto del Edén? El recuerdo de la aparición de aquel “espíritu” viene a la mente de Connor. Está hablando de ese tesoro que ha escondido bajo tierra. Viéndola a los ojos, puede leer que sus intenciones no son buenas, tal y como le dijo el espíritu, que tenía que protegerlo de los Templarios. O algo así. También recuerda esa noche en que fue atacada su aldea, esa mujer ladrona y asesina también quería arrebatarles ese tesoro. Pero ella no puede ser esa mujer, ya que sabe que es pelirroja y ella, es de tez y cabello oscuro.

—¿Por qué quieres el fruto? ¿Cuáles son tus intenciones? —inquiere arrugando el ceño.
—Connor —interviene Ezio— No le hables así a esta encantadora mujer, solo dale lo que te pide.
—No. —responde.
—Te lo advertí. —dice la mujer y saca su hoja oculta para matarlo.

Connor capta el sonido de su hoja oculta, al ser cazador su oído es muy sensible. Y antes de que pudiera enterrarle el acero detiene su mano y mira sus ojos. Deduce que puede conocer a la mujer pelirroja, ya que las dos quieren lo mismo: El fruto del Edén. Por lo visto son asesinas. ¿Pero porque ella no es buscada? ¿Quién es?

—¿Conoces a la mujer que atacó mi aldea? ¿Son aliadas? —indaga el nativo sin soltar su mano.


En vista de que el nativo no cedería, Aveline con su otro brazo libre lo golpea en la cara, y con un rodillazo en su entrepierna logra debilitarlo para así librarse de él. Aprovecha para rasgarle el pecho con su hoja. Connor deja escapar un quejido de dolor. Está armado, pero no quiere lastimarla, ni pelear con ella.
De nuevo se reúnen todos los hombres para ser espectadores del conflicto. Los músicos no paran de tocar.

Al involucrar una mujer, llama la atención del Señor Johnson y su hija Hannah. Que desde la barra pueden divisarlo.

—Es una mujer padre.
—¿Pero qué? Esto nunca había pasado. Ya hubo una pelea no toleraré otra más. —dice el señor de pelo y bigote blanco.
—¿Y si la chica resulta herida? Mejor llama a la guardia. —sugiere su hija de grandes pechos.


André intenta retener a Ezio para que no se meta, ya que sabe que es muy problemático pero el italiano se suelta y va hacia Aveline.

—No deberías hacer esto adentro de una Taberna es peligroso. Ven aquí. —intenta tomar su mano.

Pero ella lo empuja con su mano alejándolo de ella.

—Vete, esto no te incumbe.

Ezio queda boquiabierta, sí, en efecto nunca había conocido a una mujer tan intensa en su vida. Se limita a contemplarla.

—Solo quiero que me des el fruto del Edén —habla la mujer en voz alta concentrándose en Connor.
—No lo tengo. Y no me has dicho porque lo quieres. ¿Por qué lo quieren ustedes los Templarios?¡¿Fueron ustedes los que atacaron mi aldea?!
—Eso no te importa. Yo sé que lo tienes.


Saca su mosquete corto y lo apunta con él. Da pasos lentos acercándose cada vez más.

—Sabes dónde está ¿no? Si no me lo dices te volaré los sesos. —poniendo el cañón cerca de su frente.

Todos los hombres del lugar reían, y parecían divertirse con el conflicto. Animaban a Aveline para que peleara contra Connor. A ella no le importa el escandalo ni que sean el centro de atención. Entonces el nativo con agilidad retira el mosquete corto y aprieta su muñeca para que lo soltara y cayera al piso. Se ve obligado a usar su Tomahawk para amenazarla en su cuello.

—¡Y tú, sabes dónde está esa mujer que atacó mi aldea! ¡¿No es cierto?! ¡Dime dónde está! —aprieta sus dientes, alterado.

La tela de su pecho se ha manchado de rojo, pero puede soportar el dolor. Aveline no se mueve, ni expresa nada su rostro. Entierra la punta de su hoja en el costado de Connor, solo para quitárselo de encima. No es conveniente matarlo, es el único medio que tiene para llegar al fruto del Eden. El joven se queja del dolor y retrocede tocando su herida y con una mueca de sufrimiento la observa.

Ezio se aproxima a Aveline para susurrarle al oído.

—Calma preciosa, déjalo así. Yo te ayudaré. ¿Quieres que Connor te diga dónde está esa cosa llamada fruto del Eden? Bueno, yo haré que me diga algún día, pero por favor déjalo. Confía en mí.
—¿Por qué confiaría en ti? —dice viéndolo con el rabillo de su ojo.

La sugerencia del italiano no sonaba tan mal. Quizá pueda ayudarla, ya que tal parece que lo conoce. Precisamente en ese momento llega un grupo de guardias, que se abren paso entre la multitud. Y al ver a Aveline le sonríen con complicidad, van por Connor. Dos guardias lo agarran de sus brazos y lo alzan, aunque estuviera encorvado del dolor.

—¡Yo no la he lastimado!. —reclama molesto al ser arrestado— ¡No he hecho nada!.
—Claro que sí. Ahora guarda silencio, o te irá peor.






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miércoles, 13 de agosto de 2014

La Bruja y el Angel mestizo [Capitulo 11]











                            Capitulo- 11





Es el tiempo el que obliga a Ezio a pensar mejor las cosas. En estas semanas estuvo pensando, y a pesar de sentirse más libre, le parece más fácil volver con su viejo Maestro y aceptar su propuesta de trabajar junto a ese Nativo. El trato que le dio aquella vez cuando fue a buscarlo no lo puede olvidar, y lo guarda con algo de rencor, pero quizá su Maestro tenga razón, y pueda ser de gran ayuda para encontrar su objetivo principal. Para ganar esa abundante recompensa.
No espera ser bien recibido después de su imprudente ausencia, pero puede con ello.

 En medio día llega cabalgando hasta la casa de Aquiles, y desmonta su cansado caballo que resopla. Dándole unas palmadas, para luego encaminarse a la entrada de la casa. Esta por tocar la puerta con sus nudillos cuando percibe el ruido de unas espadas golpearse entre sí, como si alguien estuviese enfrentándose. Se deja guiar por donde proviene el sonido y entra a la parte trasera de la casa. Cerca del establo esta su Maestro que parecía darle indicaciones de los movimientos al nativo, enseñándole las técnicas entre pausas. Ratohnhaketon está muy atento, mostrando mucho interés.

—Buenas tardes caballeros. —levantó su voz para ganar su atención y alzo su mano saludando— Veo que están ocupados.
—Ezio después de todo este tiempo ¿osas presentarte ante mí como si nada hubiese pasado? —se va acercando paso a paso con su bastón y la espada enfundada— Espero tengas un buen pretexto por lo que hiciste.
—No entiendo. ¿Qué hice? —se encoge de hombros fingiendo inocencia.
—No juegues conmigo…Ezio. —su mirada es pesada.
—Está bien. Lo lamento mucho Maestro. Usted tenía razón.
—Ven Connor acércate. —voltea a ver al nativo.

Dejando la espada en su lugar Connor camina hacia ellos lentamente.

—¿Qué pasa?
—Ezio quiero que te disculpes con Connor y prometas ser un buen compañero.
—¿En serio? —alza sus cejas— Pero…


Basta con ver la cara de Aquiles, para resignarse en un suspiro.

—Lo siento Connor. —le da su mano.

Quedando tendida unos segundos antes de que Connor asimile ese “gesto” que apenas conoce. Lo estrecha con su mano.

—¿Es así?

Ezio mira sus manos unidas y asiente con una mueca de inconformidad.


Medio año, un poco más de seis meses se han cumplido de entrenamiento para Connor. Y ha crecido no solo en habilidades, y en conocimientos que le brindó Aquiles, sino también en estatura, en complexión física, se ve un poco más fuerte, su rostro y su voz han cambiado se acercan más a la de un adulto.
Ha llegado la esperanza y con ella el crudo invierno. Esa esperanza ha cobrado más fuerza para Connor, las ganas de encontrar a esa Asesina y Ladrona, para hacerla pagar. No le importa en lo absoluto el dinero que pueda conseguir, eso es lo que les interesa más a Ezio y Aquiles, a los cazarrecompensas. El busca venganza. Y ese sabor, ese orgullo y esa satisfacción que le dejará, no se puede comprar.

Ahora Connor ata la mitad de su cabello en una pequeña coleta, sin dejar sus raíces Mohawk, se cuelga dos pequeñas plumas y no toca esa corta trenza que cae por su oreja.
Claro que ha sido de mucha ayuda para Aquiles, Connor sentía la necesidad de agradecerle de algún modo, asi que todo este tiempo estuvo cazando, para obtener todo tipo de pieles y carne. Las carnes las consumían, mientras que las pieles las vendían en la ciudad. Aquiles le enseño como hacerlo.
Sabe quién es, y aunque sabe que hoy dejará atrás su vestimenta Mohawk, sus orígenes no los olvidara jamás, y seguirán dentro de él. También tiene entendido que existen otras tribus hermanas de la que fue su familia, podría pedir ayuda para matar a la Asesina pero esto, no debe involucrar a nadie, esto debe hacerlo solo. No le corresponde más que a él, además esas tribus deben estar en sus propios problemas. Aquiles le ha contado que los gobernadores quieren adueñarse de esas tierras. Él no sabe cómo detener esto, quizá se ocupe de eso después, por ahora toda su mente está centrada en su venganza, se ha sumergido en ese deseo, y no hay nada que le importe más. Entre más pronto la encuentre mejor será.

Echa un vistazo por la ventana, el cristal está nublado, afuera está nevando con suavidad, todo se ve blanco. Se dirige a la puerta oculta, que se abre tirando de un porta velas. Baja por las escaleras de madera, y ahí adentro ya lo está esperando Aquiles.

—Hoy debe ser un día especial para ti Connor. —con esa voz ronca frente al traje que vestirá Connor.

Es un saco azul oscuro con mangas, largo, y con  el cuello y unas franjas en la unión de los botones color hueso. Pantalones blancos, y un sombrero de tres puntas, en el mismo color del saco. Muy diferente a lo que está acostumbrado a usar. Pero está dispuesto a vestirlo.

—Haz entrenado muy duro y creo que ya sabes lo necesario para ser todo un cazarrecompensas —continuó Aquiles al darle la cara— Puedes vestirte e ir con Ezio a Nueva York, para que puedas empezar con tu búsqueda. Recuerda que son un equipo y que comparten el mismo interés. Si me disculpas, iré a descansar un rato a mi habitación, estos viejos huesos cada vez se cansan más rápido. —apoyándose en su bastón da pasos hacia la escalera para irse.
—Gracias Aquiles. —con una voz más gruesa. Lo ve marcharse sin recibir respuesta.

Observa detenidamente el traje antes de descolgarlo junto con el sombrero, que es lo primero que se coloca con cuidado en su cabeza, sintiéndose algo extraño, pero sabe que se acostumbrará.

Saliendo de casa vestido con ese traje, y cargando su Tomahawk que había cambiado por una de acero, una espada y un mosquete. Es obvio que con esas ropas apenas soportarían el helado clima, pero deben trabajar. Ezio apenas lo reconoce montando su caballo que frena al entrar en su campo de visión.

—¡Eh, Connor! ¡Apúrate, o te quedarás atrás! —le apunta con su dedo al caballo que ha preparado para él.

Esa sonrisa que muestra, Connor ya la conoce, y puede leerla. Está retándolo a una carrera. En segundos Ezio espolea su caballo para correr por el sendero marcado en la tierra. Connor sube a su caballo y trata de alcanzarlo, pasando por entre los árboles bañados de nieve, siguiendo ese camino que los llevaría lejos del territorio Davenport.
Ezio lo mira por encima de su hombro y pincha a su caballo para que sea más veloz, lo más veloz posible. A Connor le parece algo absurdo e infantil, pero de todos modos tiene que seguir ese camino si quiere viajar a Nueva York.
Así siguen en carrera cruzando por un puente de madera, pasando cerca de superficies rocosas del bosque cubiertas de hielo. Hasta que sus caballos se cansan. Ezio tira de las riendas para frenar su caballo.


—¡Sí! ¡Gané! —voltea a ver al otro jinete que de igual forma se detiene—
—No me gusta perder. —dice Connor muy serio.
—Ni a mi amigo, por eso siempre gano.

Sonriente, el italiano observa hacia el horizonte, y puede divisar un pueblo que ya conoce. Habían estado cabalgando durante dos horas aproximadamente, a todo galope. Sus caballos resoplan exhaustos.

—Creo que tendremos que quedarnos en ese pequeño pueblo, para que nuestros caballos descansen, luego seguiremos más tarde. Todavía nos queda mucho camino por delante.
—Eso lo sé, y me parece una pérdida de tiempo. Tú fuiste quien ha cansado a los caballos. —su aliento se ve en el aire por el frío— Si hubiéramos viajado como es debido no tendríamos que detenernos a descansar.
—¿Y por qué tanta prisa? Sabes, en ese pueblo hay mujeres muy bellas.
—Quiero encontrar a la asesina cuanto antes.
—Ah claro. Pero…
—Pero es una buena opción para resguardarse del frío. —hace que su caballo avance lentamente hacia ese pueblo.
—Sí, el frío. Y también hay mujeres. —lo sigue— Si quieres te presento una. Solo serán unas horas…


Pasan horas y horas. Connor puede ver que el cielo se ha oscurecido un poco. Y apenas van entrando a Nueva York. Nadie lo ve como un nativo, de hecho hasta el trato al entrar es diferente, las miradas también. Aquiles tenía razón, pueden confundirlo con un Italiano o Español. Su excelente pronunciación del inglés le ayuda mucho. A diferencia de Ezio con ese acento Italiano permanente.

Van entrando por las calles de la ciudad a caballo.

—¿Por qué te fuiste de Italia, y decidiste ser cazarrecompensas? —pregunta Connor. Interesado de conocerlo más.

Si va ser su compañero principal, cree que tiene que esforzarse en entablar una buena amistad con él.

—Tenía muchos problemas con mi familia, y no solo con mi familia. —empieza a contarle—Me había ganado muchos enemigos, ya no podía vivir ahí. Yo y mi amigo André, decidimos dejar nuestras vidas y viajar a América para iniciar otra. Conocimos a Aquiles quien nos enseñó a ser lo que somos y luego…André conoció a una mujer que, tiempo después la hizo su esposa, y decidió vivir aquí con ella —viendo los edificios que lo rodean junto con esa gente que camina tranquila por la calle— A mí no me gustan los compromisos, me gusta divertirme, aunque si conozco a una mujer que valga la pena quizá me arriesgue. Por cierto, espero volver a ver esa mujer de hermosa piel oscura… ¿En serio a ti nunca te ha atraído ninguna mujer Connor? ¿Nunca te has enamorado o algo así? —lo mira con el rabillo del ojo.

No obtiene respuesta.

—Muy bien, sé que solo te interesa encontrar a la Asesina Ladrona. Sabes, me dijeron mis amigos que ya habían dicho su nombre, lo dieron a conocer solo una vez, pero los zopencos no lo recuerdan, y curiosamente los pregoneros y la imprenta ya no dijeron más, y  es por eso que no tenemos la suficiente información, solo que es pelirroja. ¿Ya lo sabías no?
—¿Pelo rojo? —detiene su caballo y queda pensativo un momento, recordando a esa chica que le había robado suspiros, besos y su corazón.
—¿Aquiles no te lo había dicho? —también se detiene— Vaya, parece que todo eso quiso dejármelo a mí. Sí, su cabello es rojizo, y según me dijo André, es muy hermosa. Por eso yo no quiero matarla, mejor la entregaremos viva, que ellos se encarguen.

Ezio nota lo pasmado que ha quedado su compañero.

—¿Todo bien Connor?  Oye, tenemos que dejar los caballos y seguir a pie es mejor. ¿Sabes quiénes son los ladrones que estamos buscando? ¿Quieres que te muestre los carteles? No solo tenemos que buscar a esa chica.
—Claro. —reacciona viéndolo.


Emprenden su búsqueda caminando por la calle, fijándose bien en los callejones, y lugares dónde un ladrón andaría; Los techos. Ezio al igual que todos los cazarrecompensas sabía escalar y saltar de tejado a tejado. Connor es más hábil en ese aspecto, gracias a la cacería en el valle Mohawk.
Se sientan un rato en lo alto de una torre, desde ahí pueden ver muy bien todo el movimiento de la ciudad. Esos rateros suelen robar a las personas, o a comerciantes, asi que fácilmente los detectarían.

—Creo que ya es hora. —dice Ezio viendo lo oscuro del cielo. Ha dejado de caer nieve— Vamos, te llevaré al Pepper Black. Conocerás a mis amigos y nos relajaremos un rato. —se levanta.

Connor no ha despegado su visión de las calles y todo lo que alcanza a ver.

—No, ve tu solo. Yo seguiré buscando.
—¿Tu nunca te cansas verdad? —con sus manos a la cadera alza una ceja.

No responde.

—Bien, como quieras. —baja de la torre poco a poco.

Minutos después. Connor se pone en pie y desciende de la torre, hasta que sus pies tocan el piso. Puede escuchar los gritos de un vendedor del mercado, y puede ver mucho movimiento. Es un ladrón, y es justo uno de los dos que están buscando. Tiene bigote, un gorro que cubre toda su cabeza, y vendas en el cuello. No hay guardias cercas por más que el señor grite nadie lo ayudará. Claro que un ladrón sabe moverse para lograr su cometido. Por lo que Connor se apresura a ir tras él, persiguiéndolo por lo largo de la calle de piedra, da vuelta en una esquina, entra a un callejón, no lo pierde de vista. Es un cazador por naturaleza. Es su presa. El ladrón trepa por un muro y Connor también. Sobre el techo lo alcanza, y se lanza sobre él para atraparlo, el hombre opone resistencia pero Connor es más fuerte, y con sus manos estando sobre él no lo deja moverse, aprisionándolo en el suelo. Saca su Tomahawk de acero y lo amenaza tocando su cuello con el filo.

—No te muevas. —frunce el ceño.
—Está bien, está bien. —con voz temblorosa el ratero cierra sus ojos.
—De pie. —retirando su hacha. Con su mano lo levanta del suelo y lo sujeta bien de su brazo— Dime ¿Sabes dónde está la Asesina Ladrona?
—¿Quién? —asustado al ver sus ojos—
—Ya sabes de quien hablo.
—Ah, la mujer pelirroja. No, no sé.


A Connor no lo convence, sabe que es un ladrón al igual que ella un malhechor y probablemente la conozca.

—Claro que sabes. —le empieza a torcer el brazo— Dime…

El hombre suelta un quejido.

—Te lo juro que no se nada. —casi grita— No la conozco. De hecho, nunca la he visto.

El rostro de Connor se oscurece de la furia y le da un tirón para que camine. Lo empuja y toca su espalda con el cañón del mosquete cargado.

—Muévete.
—Sí, está bien.


Connor lo lleva hasta el vendedor para que le regrese sus ganancias. Y sabe que puede matarlo si quiere, en el cartel dice “vivo o muerto”. Pero tiene que volver a intentarlo, necesita conseguir por su cuenta información sobre la mujer asesina. 
En un oscuro callejón, un gato negro huye al ver que dos hombres se acercan. Connor le da un empujón contra la pared al ladrón, amenazándolo con su mosquete, hundiéndolo en su frente.

—Por última vez dime si sabes algo de esa mujer. —eleva su voz.
—No, de verdad no sé nada. Solo sé que el Asesino que también están buscando, el Asesino encapuchado, es su amigo.


Una información inútil, eso ya lo sabía, pero no es capaz de matarlo. Aleja su arma y lo mira directamente a los ojos.

—¿Sabes  cómo llegar al Pepper Black?

Necesitaba ir con Ezio a demostrarle que ha capturado a uno de los ladrones. Claro que lo obliga a acompañarlo para que le indique el camino al bar, ya que apenas conoce la ciudad.






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lunes, 4 de agosto de 2014

La Bruja y el Ángel mestizo [Capitulo 10]























                           Capitulo-10
















La organización Templaria es cada vez más fuerte, tanto así que ya  han implantado una base, que es dirigida por Haytham Kenway. Y casi alcanzan su meta; el control de toda la nación. Por eso han estado trabajando duro, eliminando a hombres con grandes cargos, hombres importantes, incluido George Washington, bajo el anonimato. Tienen que permanecer en secreto. Para eso han estado usando la identidad de la ladrona, que ahora buscan como asesina. Su objetivo principal es conseguir el fruto del Edén, han escuchado que se encuentra aquí en América, y por supuesto lo quieren para obtener el control total.
Aveline de Grandpré, la pupila favorita de Haytham, ha estado esforzándose cumpliendo con las encomiendas que le otorga su Maestro, con el fin de tomar su lugar dentro de la organización. Debe demostrar que es digna, que es fiel, que puede servir a la orden.
Ha estado buscando sin éxito al nativo que esconde el fruto del Edén, según especula su Maestro. Esa es su misión principal. 


Han pasado dos semanas de entrenamiento para Connor. Y son dos semanas que Ezio no ha vuelto a la Hacienda, se quedó en una posada de Nueva York siendo acompañado por su amigo André, el más unido a él. Se ha puesto a pensar bien las cosas, todo lo que le dijo Achilles, su Maestro. Pero la rebeldía e inmadurez le ciega, al menos por ahora.

El joven italiano ha bajado al bar de la posada, para desayunar, y tomar cerveza junto con su compañero. Ahí, sentados en una de las mesas, con un ambiente pacífico, contrario a lo que se vive de noche en las tabernas más concurrentes.

—Ese ratero fue fácil de capturar. —dice Ezio haciendo una pausa, al comer elegantemente— Vaya creo que puedo arreglármelas solo, no necesito a ese viejo para nada. —le da un trago a su tarro de cerveza— Puede quedarse con su nuevo discípulo.

Engrandecido sigue comiendo viendo su plato. André deja de comer y retira el plato apoyando sus codos sobre la mesa.

—No piensas vivir toda tu vida en una posada ¿o sí?
—Pero por supuesto que no. Ya veré que hacer, mientras tanto dime. ¿Cómo es que la ladrona se ha hecho asesina?
—Eso no importa. Lo que nos importa es encontrarla, alcanzarla y llevarnos esa recompensa ¿o no?. Es muy veloz y hábil, a veces pienso que un Nativo le enseñó, pero es una locura —sonríe como queriendo reír, y descansa sus brazos cruzados en la mesa—
—Claro que podemos. —exhibe una sonrisa de confianza— Si lo hacemos juntos.


Su interlocutor le responde con un gesto de aprobación, le da grandes tragos a su tarro de cerveza hasta que lo termina y se limpia sus labios con su manga.
Los cazarrecompensas guardan un cartel en dónde se exhibió el aspecto físico de Charlotte. Esos carteles que han sido retirados por el soborno a la imprenta, pero ellos lo conservan. También el de Garrett, el asesino.



Ha cumplido dos semanas de reflexión, de analizar profundamente. La joven Inglesa, sale de su refugio cuidándose de los mirones. Usando un vestido gris, con su cabello bien recogido oculto bajo un gorro que cubre su cabeza, y emprende su caminata por las calles. Después de un par de semanas sin salir a respirar aire fresco, a ver el cielo, esas nubes en todo su esplendor. Sintiendo la libertad. ¿Así debería ser? Pero si escoge ser libre, no puede quedarse en Nueva York, ni a Boston, tendría que volver con Miryam. Todos esos pensamientos que apenas por unos minutos se habían despejado, regresan atormentándola otra vez. Avanzando entre la gente del mercado, el olor a frutas, pescado y carne fresca, llega a su nariz.
No puede volver con Miryam, sigue con esa sensación de no tener nada que hacer ahí, como si corriera peligro de hacerlo así. Entonces ¿debe unirse a la hermandad? ¿Aceptar la invitación de Garrett? No…no quiere pensar en tener que matar a una persona. Sin darse cuenta se detiene en seco frente a un puesto dónde un vendedor tiene expuesta carne y vísceras bien rojas, como teniendo  algo de sangre todavía. Charlotte se queda pasmada, y se pone bien pálida, como si, algún amargo recuerdo quiere volver.
Una imagen se aparece en su mente. Puede ver una mano sosteniendo un órgano ensangrentado aún palpitante. La imagen se va y ella se marea.

—Señorita ¿se encuentra usted bien? —la sostiene una señora, de su falda se agarra su pequeño hijo.

La mirada entrecerrada de Charlotte se posa en el rostro de la mujer y le sonríe una pizca.

—Sí, gracias. —hace un esfuerzo por sostenerse en pie y seguir su camino.


La idea de ver sangre, de oler la muerte, no le agrada en lo absoluto, por eso no puede ser Asesina. Hay algo en ese ¿recuerdo?. ¿Será alguna pieza de su pasado?. No se detiene a pensar más a fondo. Puesto que en su campo de visión vislumbra al señor August atendiendo a un hombre en su puesto del mercado.
Acelera el paso.

—¡Señor August!. —muestra una amplia sonrisa—
—¿Charlotte? Te vez diferente.


Con su mirada Charlotte busca al joven Asesino, pero no lo encuentra.

—¿Dónde está Garrett?
—Ah, ese chico. Se ha puesto a buscar ¿hermanos?. Algo así, para que le ayuden en lo que quiere hacer. La verdad no le entendí mucho pero ¿lo puedes creer? —alza sus cejas al verla— Ya no es un holgazán, al menos no como antes —suelta una carcajada—Lastima que ya no tengo ayudante. Si es que a ese muchacho se le podía llamar así.
—¿Por qué cambió tanto?
—No, claro que sigue siendo el mismo, solo que. Se arrepintió de dejar la hermandad. Y ahora quiere recuperarla. ¿Te unirás a él?
—No. —baja su mirada— No me interesa su causa ni lo que quiera hacer.
—Bueno chica, me gustaría seguir hablando contigo, pero tengo trabajo. —le sonríe servicial a una pareja que acaba de llegar—

El señor se acerca a su oreja y le murmura.

—Aquí no podemos hablar tanto ¿verdad? Mejor ven a mi casa esta noche, Garrett llegará a cenar y puedes hablar con nosotros con más libertad.
—Entiendo. —asiente con su cabeza.



Las nubes han cubierto totalmente el cielo y no dejan ver la luna, vienen cargadas de agua, y los relámpagos suenan cuando empieza a llover. El agua que cae del cielo cubre todo Nueva York, todo Boston.
Es una noche divertida en la Taberna Pepper Black, los cazarrecompensas del grupo de Ezio están celebrando el haber entregado a los guardias dos rateros en esta semana. Ya había sido tiempo desde que no lograban capturar un delincuente. Anhelan que llegue pronto la noche de festejo por haber capturado al Asesino del verdugo y a la Ladrona asesina.
Ezio tiene en sus brazos a dos hermosas mujeres sentadas a sus lados, ellas lo acarician y besan, mientras Eynard y Jace beben borrachos platicando y riendo con Hannah. En tanto André, juega en un tablero con piedras, contra otro hombre joven. Nadie le puede ganar a André, es muy bueno en eso.
En esos lugares solo se ven hombres, y mujeres que se dedican a la prostitución.
Por eso es algo raro cuando una mujer ajena a todo esto, entra a la taberna vistiendo una túnica oscura con una capucha puesta, empapada por la lluvia de afuera.
Baja su capucha  y deja ver ese cabello trenzado y recogido en una cola de caballo. Su piel es café, y su semblante es serio, inalterable, como si para ella lo que está viendo no es nada. Su presencia atrae la mirada de unos cuantos.
Aveline camina hasta la barra, dónde el padre de Hannah, un señor canoso y con bigote, la detecta enseguida.

—Bienvenida joven dama. ¿Apetece algo de cerveza?
—No gracias. ¿Usted ha visto por aquí a un joven nativo? —saca por dentro de su túnica un papel, con el retrato de Ratohnhaketon— ¿Alguien así?


Había recorrido casi todo el bosque, incluso irrumpió en la paz de otras tribus pero sin hacer daño, solo buscando quien se asemejara a la descripción física que ella recuerda, de esa vez que lucho contra él. También buscó por todo Lexington sin éxito, por Boston y ahora en Nueva York, revisará en todos los rincones, no cree que haya ido tan lejos, siente que está cerca.

El señor se pone sus anteojos que cuelgan de su cuello y mira con atención un momento.

—No, lo siento pero no.
—Está bien. Gracias. —gira en sus talones para seguir con su búsqueda.
—Espere señorita. —la voz del hombre de la barra.

Aveline lo mira por encima de su hombro, espera y valga la pena que la haya hecho parar sus pasos.
Con su mano el señor le indica que se acerque. Y así lo hace, escuchándolo.

—Quizá los cazarrecompensas puedan ayudarle. —le apunta a una mesa en dónde unos jóvenes hombres se la pasaban bien.

Sin decir más, solo se dirige hacia esa mesa ignorando lo que le gritan unos hombres ebrios, incluso dejando pasar que un hombre le eructara en sus narices. No quiere desenvolver un pleito con esos asquerosos borrachos, solo quiere conseguir información, por ahora.



Los platos están en la mesa, con sobras. Y ha llegado el momento de poner serio el asunto, se la ha pasado bien riendo y hablando con Garrett y el señor August, es la primera vez que la invitan a cenar, hasta llega a sentir que esto es amistad. Pero la realidad cae sobre ella. Los dos están buscando sus propios beneficios, sabe que a Garrett le interesa que se una a la hermandad, y al señor August que siga ayudándoles y sea ladrona. Y la conversación surge en esa mesa redonda.
Principalmente aclara no estar interesada en ser Asesina, dejando callado a Garrett, agregando que no le gustaría seguir robando. Siendo el señor el que comienza a hablar.

—Muy bien Charlotte, sigue el camino que quieras, pero ¿Qué más puedes hacer para sobrevivir? —clava su mirada en ella— Estas sola. Mírate, eres una mujer sola en esta nueva ciudad. No tienes más opción  que los burdeles, o el convento. ¿Qué vas a hacer? ¿Regresar con Myriam? ¿en serio? ¿Crees que te sentirás segura y tranquila ahí? Tú misma me dijiste que no estas segura de eso.

Queda un minuto en silencio. Viendo la mesa.

—Es cierto, no tengo otra opción. —sus ojos brillan como queriendo soltar lagrimas— Me da…miedo volver al bosque. Y me frustra el no saber por qué. Lo único que se hacer y para lo que estoy preparada es, robar. Todavía tengo muchas preguntas sin respuesta. —levanta su mirada para ver a uno y a otro— ¿Quién era yo? Antes de hacerme ladrona. ¿Qué pasó esa vez? En ese accidente, si realmente fue accidente. ¿Cómo es que se escalar, correr tan rápido y tengo esa habilidad del sigilo? ¿Cómo es que sé todo esto? ¿Cómo es que tengo miedo? De volver, de ver sangre. Algo pasó —cae una lagrima— Y no sé qué fue. Me gustaría recuperar mis memorias, pero…no puedo. —deja caer su cabeza.

Se levanta de su lugar, y pone sus manos sobre la mesa viendo a August a los ojos.

—Sí, seguiré siendo ladrona, pero solo porque es lo único que puedo hacer, y me ha costado mantenerlo. —pasa a ver a Garrett— Pero tú me ayudarás a pasar desapercibida. No quiero terminar de nuevo en la horca.
—Charlotte, no puedo ayudarte a recuperar tus recuerdos pero, en eso sí puedo ayudarte. —se recarga en el respaldo de la silla y cruza sus brazos más cómodo— Me gustaría que también me echaras una mano. Necesito encontrar al mandamás de los Templarios, reclutar asesinos que se unan a la causa. Tenemos que detener esto, antes de que sea tarde. No tienes que asesinar. Pero de todos modos te enseñaré a pelear, para que puedas defenderte por si acaso.
—Por supuesto Garrett, cuenta conmigo. —muestra una sonrisa.
—Necesito Asesinarlo. De nada sirve que mate uno por uno, si el que es la fuente de todo sigue vivo.
—Entonces —interviene August también poniéndose en pie— ¿Nos seguiremos ayudando mutuamente? —le tiende su mano.

Charlotte sonriente acepta el apretón de mano.

—Sí.


Realmente no le importan, solo lo hace por ella, por su bien, por su seguridad…y nada más. Solo en ellos puede confiar.



Entre risas, Ezio suspende los besos que repartía por el cuello de una chica para detectar con su mirada picara a una nueva mujer. Una mujer que no había visto, y es la expresión en su cara y la luz en su mirada lo que lo hace estremecer ligeramente, como emocionado. Esa mujer tiene algo…diferente. Hay algo que la hace destacarse a las demás mujeres que ha conocido y las que suelen venir a él. Quiere descubrir ¿Qué es?. Su sonrisa crece al ver que definitivamente viene directo a él, pero no suelta a las chicas de sus lados.

—Buenas noches. Vengo a saber si han visto a este joven nativo. —extiende su brazo dejándolos ver el retrato de Ratohnhaketon.

Si no fuera porque el joven italiano ha quedado embelesado al verla de más cerca y escuchar su voz, enseguida hubiese reconocido que ese joven que busca, es el mismo que lo molestó aquella vez, es el mismo que fue hasta la hacienda, y que justo ahora está siendo entrenado por su mismo Maestro. Está distraído, viendo sus ojos, perdiéndose en ellos, hasta ha quedado enmudecido. Por primera vez. Los demás observan bien el dibujo y niegan con sus cabezas, por supuesto que no lo han visto.

—¿Están seguros? —con voz más grave.

Arruga el ceño, está algo furiosa, siente que el señor la ha hecho perder el tiempo.

—¡Ya te hemos dicho que no lo sabemos mujer! —vocifera Eynard y escupe al suelo el tabaco que masticaba, no le agradó su tono de voz.

Ezio en un respingo reacciona y mira con desaprobación a su amigo rudo.

—Por favor relájate amigo. No permitiré que le levantes la voz a tan…, encantadora mujer. —le sonríe con esa sonrisa que usaba para conquistar.


Aveline enrolla el papel y lo guarda con una mueca de desagrado. Se dispone a irse.

—¡Oye, espera un momento!

Desesperado, no queriendo perderla, empuja a las chicas para levantarse e ir tras ella.

—Ahí va de nuevo… —murmura André con una sonrisa y hace su movimiento en el tablero.

La chica se vuelve a poner su capucha para salir de la taberna, aunque la voz de Ezio le pidiera que no se fuera, que deseaba hablar con ella un momento, ella sigue su camino.

—¿Al menos puedo saber tu nombre? —cuestiona Ezio viéndose afuera de la taberna mojándose en la lluvia.
—Aveline de Grandpré.
—El mío es Ezio Auditore. Un placer. —sigue sus pasos— Está bien, si quieres irte, te dejaré ir. Aunque me encantaría ayudarte, en lo que sea.

Hace un alto para voltear a verlo. Le parece ridículo lo que hace, y más aun viendo esa estúpida cara por dónde le escurre el agua a chorros. Por su acento al hablar, y su nombre, sabe que es Italiano, pero uno muy extraño por lo visto.
Entre cierra sus ojos al verlo.

—No.

Ya había hecho su pregunta y no respondió, si los demás no saben, mucho menos él, está claro que solo quiere llamar su atención, y a ella no le interesa, no tiene tiempo para él. Solo sigue su andar, dejándolo ahí parado en medio de la calle empapándose más y más.

—Vaya… que mujer. ¿Estará casada? —toca su barbilla mientras la ve irse.




Charlotte está esperando a que la lluvia termine para volver a casa, mientras tanto toma un poco de té con Garrett  en dos sofás cercanos a la chimenea. Ha recordado algo que pasó esa vez que la capturó la guardia, y probablemente pueda ser una información útil para Garrett.

—…estaba escondida en un armario, dentro del fuerte templario. Recuerdo haber oído algo.
—¿Ah, sí? —poniéndole atención— ¿Y qué escuchaste?
—Era la voz de una mujer, y un hombre. Mencionaron algo sobre el fruto del Edén. El hombre le pedía a la mujer que se lo trajera, que alguien lo tenía, menciono una aldea. ¿Será un nativo?
—Eso quiere decir que no lo tienen. Menos mal. Tenemos que encontrarlo nosotros primero. —le da un sorbo a su taza de té y mira abajo— Interesante… ¿Por qué no me habías dicho esto?
—Apenas lo recordé, y además, decidí ayudarte ¿no?
—Pues gracias entonces. —deja la taza de té en una mesita a su lado y bosteza cubriéndose con su mano— La lluvia me hace tener ganas de dormir.


Charlotte ríe un poco.

—Por favor Garrett, a ti todo te hace tener ganas de dormir. No has cambiado ¿verdad?


Tienen que encontrar el fruto del Edén antes que los Templarios. Al menos tienen algunas pistas. Saben que un joven lo tiene, probablemente sea un nativo. Y aunque parezca absurdo, Charlotte lo relaciona con su collar de tres colmillos. Quizá el destino será el que le responda sus preguntas.

Antes de dormir, Charlotte sopla una vela para quedar a oscuras, y ver por la gran ventana de su habitación, como se mueven las nubes descubriendo a la luna. La lluvia ha cesado.
Cierra sus parpados lentamente para intentar conciliar el sueño. Y unas visiones vienen a ella, esta vez son diferentes, no como las que había estado teniendo, de ella llorando, o corriendo y divirtiéndose por los árboles con alguien.
Es una esfera brillante, dorada, justo como se la describió Garrett, sin duda es el fruto del Edén, y lo ve dentro de una caja cerrada, debajo de un montón de tierra, enterrada a lo alto de una colina, cerca de una casa de madera, por el bosque.
Abre sus ojos de par en par y respira agitadamente. Empieza a confundirse ¿será una creación de su mente, e imaginación? ¿o lo puede tomar en serio? Si puede tomarlo como una visión real, le tendrá que contar a Garrett.
Nunca les ha dicho que tiene visiones, la tomarán como una loca, hasta la darán por una bruja. Pero, si es que esta visión es real, tendrá que revelárselo a Garrett. ¿O lo mejor será guardárselo y jamás decírselo?.
Permanece en silencio, acostada en su cama pensando y pensando.




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