Capitulo- 11
Es el tiempo el que
obliga a Ezio a pensar mejor las cosas. En estas semanas estuvo pensando, y a
pesar de sentirse más libre, le parece más fácil volver con su viejo Maestro y
aceptar su propuesta de trabajar junto a ese Nativo. El trato que le dio aquella
vez cuando fue a buscarlo no lo puede olvidar, y lo guarda con algo de rencor,
pero quizá su Maestro tenga razón, y pueda ser de gran ayuda para encontrar su
objetivo principal. Para ganar esa abundante recompensa.
No espera ser bien
recibido después de su imprudente ausencia, pero puede con ello.
En medio día llega cabalgando hasta la casa de
Aquiles, y desmonta su cansado caballo que resopla. Dándole unas palmadas, para
luego encaminarse a la entrada de la casa. Esta por tocar la puerta con sus
nudillos cuando percibe el ruido de unas espadas golpearse entre sí, como si
alguien estuviese enfrentándose. Se deja guiar por donde proviene el sonido y
entra a la parte trasera de la casa. Cerca del establo esta su Maestro que
parecía darle indicaciones de los movimientos al nativo, enseñándole las
técnicas entre pausas. Ratohnhaketon está muy atento, mostrando mucho interés.
—Buenas tardes
caballeros. —levantó su voz para ganar su atención y alzo su mano saludando—
Veo que están ocupados.
—Ezio después de
todo este tiempo ¿osas presentarte ante mí como si nada hubiese pasado? —se va
acercando paso a paso con su bastón y la espada enfundada— Espero tengas un
buen pretexto por lo que hiciste.
—No entiendo. ¿Qué hice? —se
encoge de hombros fingiendo inocencia.
—No juegues conmigo…Ezio. —su
mirada es pesada.
—Está bien. Lo lamento mucho
Maestro. Usted tenía razón.
—Ven Connor acércate. —voltea
a ver al nativo.
Dejando la espada en su
lugar Connor camina hacia ellos lentamente.
—¿Qué pasa?
—Ezio quiero que te
disculpes con Connor y prometas ser un buen compañero.
—¿En serio? —alza
sus cejas— Pero…
Basta con ver la
cara de Aquiles, para resignarse en un suspiro.
—Lo siento Connor. —le
da su mano.
Quedando tendida
unos segundos antes de que Connor asimile ese “gesto” que apenas conoce. Lo
estrecha con su mano.
—¿Es así?
Ezio mira sus manos
unidas y asiente con una mueca de inconformidad.
Medio año, un poco
más de seis meses se han cumplido de entrenamiento para Connor. Y ha crecido no
solo en habilidades, y en conocimientos que le brindó Aquiles, sino también en
estatura, en complexión física, se ve un poco más fuerte, su rostro y su voz
han cambiado se acercan más a la de un adulto.
Ha llegado la
esperanza y con ella el crudo invierno. Esa esperanza ha cobrado más fuerza
para Connor, las ganas de encontrar a esa Asesina y Ladrona, para hacerla
pagar. No le importa en lo absoluto el dinero que pueda conseguir, eso es lo
que les interesa más a Ezio y Aquiles, a los cazarrecompensas. El busca venganza.
Y ese sabor, ese orgullo y esa satisfacción que le dejará, no se puede comprar.
Ahora Connor ata la
mitad de su cabello en una pequeña coleta, sin dejar sus raíces Mohawk, se
cuelga dos pequeñas plumas y no toca esa corta trenza que cae por su oreja.
Claro que ha sido de
mucha ayuda para Aquiles, Connor sentía la necesidad de agradecerle de algún
modo, asi que todo este tiempo estuvo cazando, para obtener todo tipo de pieles
y carne. Las carnes las consumían, mientras que las pieles las vendían en la
ciudad. Aquiles le enseño como hacerlo.
Sabe quién es, y
aunque sabe que hoy dejará atrás su vestimenta Mohawk, sus orígenes no los
olvidara jamás, y seguirán dentro de él. También tiene entendido que existen
otras tribus hermanas de la que fue su familia, podría pedir ayuda para matar a
la Asesina pero esto, no debe involucrar a nadie, esto debe hacerlo solo. No le
corresponde más que a él, además esas tribus deben estar en sus propios
problemas. Aquiles le ha contado que los gobernadores quieren adueñarse de esas
tierras. Él no sabe cómo detener esto, quizá se ocupe de eso después, por ahora
toda su mente está centrada en su venganza, se ha sumergido en ese deseo, y no
hay nada que le importe más. Entre más pronto la encuentre mejor será.
Echa un vistazo por
la ventana, el cristal está nublado, afuera está nevando con suavidad, todo se
ve blanco. Se dirige a la puerta oculta, que se abre tirando de un porta velas.
Baja por las escaleras de madera, y ahí adentro ya lo está esperando Aquiles.
—Hoy debe ser un día
especial para ti Connor. —con esa voz ronca frente al traje que vestirá Connor.
Es un saco azul
oscuro con mangas, largo, y con el
cuello y unas franjas en la unión de los botones color hueso. Pantalones
blancos, y un sombrero de tres puntas, en el mismo color del saco. Muy
diferente a lo que está acostumbrado a usar. Pero está dispuesto a vestirlo.
—Haz entrenado muy
duro y creo que ya sabes lo necesario para ser todo un cazarrecompensas —continuó
Aquiles al darle la cara— Puedes vestirte e ir con Ezio a Nueva York, para que
puedas empezar con tu búsqueda. Recuerda que son un equipo y que comparten el
mismo interés. Si me disculpas, iré a descansar un rato a mi habitación, estos
viejos huesos cada vez se cansan más rápido. —apoyándose en su bastón da pasos
hacia la escalera para irse.
—Gracias Aquiles. —con
una voz más gruesa. Lo ve marcharse sin recibir respuesta.
Observa
detenidamente el traje antes de descolgarlo junto con el sombrero, que es lo
primero que se coloca con cuidado en su cabeza, sintiéndose algo extraño, pero
sabe que se acostumbrará.
Saliendo de casa
vestido con ese traje, y cargando su Tomahawk que había cambiado por una de
acero, una espada y un mosquete. Es obvio que con esas ropas apenas soportarían
el helado clima, pero deben trabajar. Ezio apenas lo reconoce montando su
caballo que frena al entrar en su campo de visión.
—¡Eh, Connor!
¡Apúrate, o te quedarás atrás! —le apunta con su dedo al caballo que ha
preparado para él.
Esa sonrisa que
muestra, Connor ya la conoce, y puede leerla. Está retándolo a una carrera. En
segundos Ezio espolea su caballo para correr por el sendero marcado en la
tierra. Connor sube a su caballo y trata de alcanzarlo, pasando por entre los
árboles bañados de nieve, siguiendo ese camino que los llevaría lejos del
territorio Davenport.
Ezio lo mira por
encima de su hombro y pincha a su caballo para que sea más veloz, lo más veloz
posible. A Connor le parece algo absurdo e infantil, pero de todos modos tiene
que seguir ese camino si quiere viajar a Nueva York.
Así siguen en
carrera cruzando por un puente de madera, pasando cerca de superficies rocosas
del bosque cubiertas de hielo. Hasta que sus caballos se cansan. Ezio tira de
las riendas para frenar su caballo.
—¡Sí! ¡Gané! —voltea
a ver al otro jinete que de igual forma se detiene—
—No me gusta perder.
—dice Connor muy serio.
—Ni a mi amigo, por
eso siempre gano.
Sonriente, el
italiano observa hacia el horizonte, y puede divisar un pueblo que ya conoce.
Habían estado cabalgando durante dos horas aproximadamente, a todo galope. Sus
caballos resoplan exhaustos.
—Creo que tendremos
que quedarnos en ese pequeño pueblo, para que nuestros caballos descansen,
luego seguiremos más tarde. Todavía nos queda mucho camino por delante.
—Eso lo sé, y me
parece una pérdida de tiempo. Tú fuiste quien ha cansado a los caballos. —su
aliento se ve en el aire por el frío— Si hubiéramos viajado como es debido no
tendríamos que detenernos a descansar.
—¿Y por qué tanta
prisa? Sabes, en ese pueblo hay mujeres muy bellas.
—Quiero encontrar a
la asesina cuanto antes.
—Ah claro. Pero…
—Pero es una buena
opción para resguardarse del frío. —hace que su caballo avance lentamente hacia
ese pueblo.
—Sí, el frío. Y
también hay mujeres. —lo sigue— Si quieres te presento una. Solo serán unas
horas…
Pasan horas y horas.
Connor puede ver que el cielo se ha oscurecido un poco. Y apenas van entrando a
Nueva York. Nadie lo ve como un nativo, de hecho hasta el trato al entrar es
diferente, las miradas también. Aquiles tenía razón, pueden confundirlo con un
Italiano o Español. Su excelente pronunciación del inglés le ayuda mucho. A
diferencia de Ezio con ese acento Italiano permanente.
Van entrando por las
calles de la ciudad a caballo.
—¿Por qué te fuiste
de Italia, y decidiste ser cazarrecompensas? —pregunta Connor. Interesado de
conocerlo más.
Si va ser su
compañero principal, cree que tiene que esforzarse en entablar una buena
amistad con él.
—Tenía muchos
problemas con mi familia, y no solo con mi familia. —empieza a contarle—Me
había ganado muchos enemigos, ya no podía vivir ahí. Yo y mi amigo André,
decidimos dejar nuestras vidas y viajar a América para iniciar otra. Conocimos
a Aquiles quien nos enseñó a ser lo que somos y luego…André conoció a una mujer
que, tiempo después la hizo su esposa, y decidió vivir aquí con ella —viendo
los edificios que lo rodean junto con esa gente que camina tranquila por la
calle— A mí no me gustan los compromisos, me gusta divertirme, aunque si
conozco a una mujer que valga la pena quizá me arriesgue. Por cierto, espero
volver a ver esa mujer de hermosa piel oscura… ¿En serio a ti nunca te ha
atraído ninguna mujer Connor? ¿Nunca te has enamorado o algo así? —lo mira con
el rabillo del ojo.
No obtiene
respuesta.
—Muy bien, sé que
solo te interesa encontrar a la Asesina Ladrona. Sabes, me dijeron mis amigos
que ya habían dicho su nombre, lo dieron a conocer solo una vez, pero los
zopencos no lo recuerdan, y curiosamente los pregoneros y la imprenta ya no
dijeron más, y es por eso que no tenemos
la suficiente información, solo que es pelirroja. ¿Ya lo sabías no?
—¿Pelo rojo? —detiene
su caballo y queda pensativo un momento, recordando a esa chica que le había
robado suspiros, besos y su corazón.
—¿Aquiles no te lo
había dicho? —también se detiene— Vaya, parece que todo eso quiso dejármelo a
mí. Sí, su cabello es rojizo, y según me dijo André, es muy hermosa. Por eso yo
no quiero matarla, mejor la entregaremos viva, que ellos se encarguen.
Ezio nota lo pasmado
que ha quedado su compañero.
—¿Todo bien
Connor? Oye, tenemos que dejar los
caballos y seguir a pie es mejor. ¿Sabes quiénes son los ladrones que estamos
buscando? ¿Quieres que te muestre los carteles? No solo tenemos que buscar a
esa chica.
—Claro. —reacciona
viéndolo.
Emprenden su
búsqueda caminando por la calle, fijándose bien en los callejones, y lugares
dónde un ladrón andaría; Los techos. Ezio al igual que todos los
cazarrecompensas sabía escalar y saltar de tejado a tejado. Connor es más hábil
en ese aspecto, gracias a la cacería en el valle Mohawk.
Se sientan un rato
en lo alto de una torre, desde ahí pueden ver muy bien todo el movimiento de la
ciudad. Esos rateros suelen robar a las personas, o a comerciantes, asi que
fácilmente los detectarían.
—Creo que ya es
hora. —dice Ezio viendo lo oscuro del cielo. Ha dejado de caer nieve— Vamos, te
llevaré al Pepper Black. Conocerás a mis amigos y nos relajaremos un rato. —se
levanta.
Connor no ha
despegado su visión de las calles y todo lo que alcanza a ver.
—No, ve tu solo. Yo
seguiré buscando.
—¿Tu nunca te cansas
verdad? —con sus manos a la cadera alza una ceja.
No responde.
—Bien, como quieras.
—baja de la torre poco a poco.
Minutos después.
Connor se pone en pie y desciende de la torre, hasta que sus pies tocan el
piso. Puede escuchar los gritos de un vendedor del mercado, y puede ver mucho
movimiento. Es un ladrón, y es justo uno de los dos que están buscando. Tiene
bigote, un gorro que cubre toda su cabeza, y vendas en el cuello. No hay
guardias cercas por más que el señor grite nadie lo ayudará. Claro que un
ladrón sabe moverse para lograr su cometido. Por lo que Connor se apresura a ir
tras él, persiguiéndolo por lo largo de la calle de piedra, da vuelta en una
esquina, entra a un callejón, no lo pierde de vista. Es un cazador por
naturaleza. Es su presa. El ladrón trepa por un muro y Connor también. Sobre el
techo lo alcanza, y se lanza sobre él para atraparlo, el hombre opone
resistencia pero Connor es más fuerte, y con sus manos estando sobre él no lo
deja moverse, aprisionándolo en el suelo. Saca su Tomahawk de acero y lo
amenaza tocando su cuello con el filo.
—No te muevas. —frunce
el ceño.
—Está bien, está
bien. —con voz temblorosa el ratero cierra sus ojos.
—De pie. —retirando
su hacha. Con su mano lo levanta del suelo y lo sujeta bien de su brazo— Dime
¿Sabes dónde está la Asesina Ladrona?
—¿Quién? —asustado
al ver sus ojos—
—Ya sabes de quien
hablo.
—Ah, la mujer
pelirroja. No, no sé.
A Connor no lo
convence, sabe que es un ladrón al igual que ella un malhechor y probablemente
la conozca.
—Claro que sabes. —le
empieza a torcer el brazo— Dime…
El hombre suelta un
quejido.
—Te lo juro que no
se nada. —casi grita— No la conozco. De hecho, nunca la he visto.
El rostro de Connor
se oscurece de la furia y le da un tirón para que camine. Lo empuja y toca su
espalda con el cañón del mosquete cargado.
—Muévete.
—Sí, está bien.
Connor lo lleva
hasta el vendedor para que le regrese sus ganancias. Y sabe que puede matarlo
si quiere, en el cartel dice “vivo o muerto”. Pero tiene que volver a
intentarlo, necesita conseguir por su cuenta información sobre la mujer
asesina.
En un oscuro
callejón, un gato negro huye al ver que dos hombres se acercan. Connor le da un
empujón contra la pared al ladrón, amenazándolo con su mosquete, hundiéndolo en
su frente.
—Por última vez dime
si sabes algo de esa mujer. —eleva su voz.
—No, de verdad no sé
nada. Solo sé que el Asesino que también están buscando, el Asesino
encapuchado, es su amigo.
Una información
inútil, eso ya lo sabía, pero no es capaz de matarlo. Aleja su arma y lo mira
directamente a los ojos.
—¿Sabes cómo llegar al Pepper Black?
Necesitaba ir con
Ezio a demostrarle que ha capturado a uno de los ladrones. Claro que lo obliga
a acompañarlo para que le indique el camino al bar, ya que apenas conoce la
ciudad.
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