miércoles, 13 de agosto de 2014

La Bruja y el Angel mestizo [Capitulo 11]











                            Capitulo- 11





Es el tiempo el que obliga a Ezio a pensar mejor las cosas. En estas semanas estuvo pensando, y a pesar de sentirse más libre, le parece más fácil volver con su viejo Maestro y aceptar su propuesta de trabajar junto a ese Nativo. El trato que le dio aquella vez cuando fue a buscarlo no lo puede olvidar, y lo guarda con algo de rencor, pero quizá su Maestro tenga razón, y pueda ser de gran ayuda para encontrar su objetivo principal. Para ganar esa abundante recompensa.
No espera ser bien recibido después de su imprudente ausencia, pero puede con ello.

 En medio día llega cabalgando hasta la casa de Aquiles, y desmonta su cansado caballo que resopla. Dándole unas palmadas, para luego encaminarse a la entrada de la casa. Esta por tocar la puerta con sus nudillos cuando percibe el ruido de unas espadas golpearse entre sí, como si alguien estuviese enfrentándose. Se deja guiar por donde proviene el sonido y entra a la parte trasera de la casa. Cerca del establo esta su Maestro que parecía darle indicaciones de los movimientos al nativo, enseñándole las técnicas entre pausas. Ratohnhaketon está muy atento, mostrando mucho interés.

—Buenas tardes caballeros. —levantó su voz para ganar su atención y alzo su mano saludando— Veo que están ocupados.
—Ezio después de todo este tiempo ¿osas presentarte ante mí como si nada hubiese pasado? —se va acercando paso a paso con su bastón y la espada enfundada— Espero tengas un buen pretexto por lo que hiciste.
—No entiendo. ¿Qué hice? —se encoge de hombros fingiendo inocencia.
—No juegues conmigo…Ezio. —su mirada es pesada.
—Está bien. Lo lamento mucho Maestro. Usted tenía razón.
—Ven Connor acércate. —voltea a ver al nativo.

Dejando la espada en su lugar Connor camina hacia ellos lentamente.

—¿Qué pasa?
—Ezio quiero que te disculpes con Connor y prometas ser un buen compañero.
—¿En serio? —alza sus cejas— Pero…


Basta con ver la cara de Aquiles, para resignarse en un suspiro.

—Lo siento Connor. —le da su mano.

Quedando tendida unos segundos antes de que Connor asimile ese “gesto” que apenas conoce. Lo estrecha con su mano.

—¿Es así?

Ezio mira sus manos unidas y asiente con una mueca de inconformidad.


Medio año, un poco más de seis meses se han cumplido de entrenamiento para Connor. Y ha crecido no solo en habilidades, y en conocimientos que le brindó Aquiles, sino también en estatura, en complexión física, se ve un poco más fuerte, su rostro y su voz han cambiado se acercan más a la de un adulto.
Ha llegado la esperanza y con ella el crudo invierno. Esa esperanza ha cobrado más fuerza para Connor, las ganas de encontrar a esa Asesina y Ladrona, para hacerla pagar. No le importa en lo absoluto el dinero que pueda conseguir, eso es lo que les interesa más a Ezio y Aquiles, a los cazarrecompensas. El busca venganza. Y ese sabor, ese orgullo y esa satisfacción que le dejará, no se puede comprar.

Ahora Connor ata la mitad de su cabello en una pequeña coleta, sin dejar sus raíces Mohawk, se cuelga dos pequeñas plumas y no toca esa corta trenza que cae por su oreja.
Claro que ha sido de mucha ayuda para Aquiles, Connor sentía la necesidad de agradecerle de algún modo, asi que todo este tiempo estuvo cazando, para obtener todo tipo de pieles y carne. Las carnes las consumían, mientras que las pieles las vendían en la ciudad. Aquiles le enseño como hacerlo.
Sabe quién es, y aunque sabe que hoy dejará atrás su vestimenta Mohawk, sus orígenes no los olvidara jamás, y seguirán dentro de él. También tiene entendido que existen otras tribus hermanas de la que fue su familia, podría pedir ayuda para matar a la Asesina pero esto, no debe involucrar a nadie, esto debe hacerlo solo. No le corresponde más que a él, además esas tribus deben estar en sus propios problemas. Aquiles le ha contado que los gobernadores quieren adueñarse de esas tierras. Él no sabe cómo detener esto, quizá se ocupe de eso después, por ahora toda su mente está centrada en su venganza, se ha sumergido en ese deseo, y no hay nada que le importe más. Entre más pronto la encuentre mejor será.

Echa un vistazo por la ventana, el cristal está nublado, afuera está nevando con suavidad, todo se ve blanco. Se dirige a la puerta oculta, que se abre tirando de un porta velas. Baja por las escaleras de madera, y ahí adentro ya lo está esperando Aquiles.

—Hoy debe ser un día especial para ti Connor. —con esa voz ronca frente al traje que vestirá Connor.

Es un saco azul oscuro con mangas, largo, y con  el cuello y unas franjas en la unión de los botones color hueso. Pantalones blancos, y un sombrero de tres puntas, en el mismo color del saco. Muy diferente a lo que está acostumbrado a usar. Pero está dispuesto a vestirlo.

—Haz entrenado muy duro y creo que ya sabes lo necesario para ser todo un cazarrecompensas —continuó Aquiles al darle la cara— Puedes vestirte e ir con Ezio a Nueva York, para que puedas empezar con tu búsqueda. Recuerda que son un equipo y que comparten el mismo interés. Si me disculpas, iré a descansar un rato a mi habitación, estos viejos huesos cada vez se cansan más rápido. —apoyándose en su bastón da pasos hacia la escalera para irse.
—Gracias Aquiles. —con una voz más gruesa. Lo ve marcharse sin recibir respuesta.

Observa detenidamente el traje antes de descolgarlo junto con el sombrero, que es lo primero que se coloca con cuidado en su cabeza, sintiéndose algo extraño, pero sabe que se acostumbrará.

Saliendo de casa vestido con ese traje, y cargando su Tomahawk que había cambiado por una de acero, una espada y un mosquete. Es obvio que con esas ropas apenas soportarían el helado clima, pero deben trabajar. Ezio apenas lo reconoce montando su caballo que frena al entrar en su campo de visión.

—¡Eh, Connor! ¡Apúrate, o te quedarás atrás! —le apunta con su dedo al caballo que ha preparado para él.

Esa sonrisa que muestra, Connor ya la conoce, y puede leerla. Está retándolo a una carrera. En segundos Ezio espolea su caballo para correr por el sendero marcado en la tierra. Connor sube a su caballo y trata de alcanzarlo, pasando por entre los árboles bañados de nieve, siguiendo ese camino que los llevaría lejos del territorio Davenport.
Ezio lo mira por encima de su hombro y pincha a su caballo para que sea más veloz, lo más veloz posible. A Connor le parece algo absurdo e infantil, pero de todos modos tiene que seguir ese camino si quiere viajar a Nueva York.
Así siguen en carrera cruzando por un puente de madera, pasando cerca de superficies rocosas del bosque cubiertas de hielo. Hasta que sus caballos se cansan. Ezio tira de las riendas para frenar su caballo.


—¡Sí! ¡Gané! —voltea a ver al otro jinete que de igual forma se detiene—
—No me gusta perder. —dice Connor muy serio.
—Ni a mi amigo, por eso siempre gano.

Sonriente, el italiano observa hacia el horizonte, y puede divisar un pueblo que ya conoce. Habían estado cabalgando durante dos horas aproximadamente, a todo galope. Sus caballos resoplan exhaustos.

—Creo que tendremos que quedarnos en ese pequeño pueblo, para que nuestros caballos descansen, luego seguiremos más tarde. Todavía nos queda mucho camino por delante.
—Eso lo sé, y me parece una pérdida de tiempo. Tú fuiste quien ha cansado a los caballos. —su aliento se ve en el aire por el frío— Si hubiéramos viajado como es debido no tendríamos que detenernos a descansar.
—¿Y por qué tanta prisa? Sabes, en ese pueblo hay mujeres muy bellas.
—Quiero encontrar a la asesina cuanto antes.
—Ah claro. Pero…
—Pero es una buena opción para resguardarse del frío. —hace que su caballo avance lentamente hacia ese pueblo.
—Sí, el frío. Y también hay mujeres. —lo sigue— Si quieres te presento una. Solo serán unas horas…


Pasan horas y horas. Connor puede ver que el cielo se ha oscurecido un poco. Y apenas van entrando a Nueva York. Nadie lo ve como un nativo, de hecho hasta el trato al entrar es diferente, las miradas también. Aquiles tenía razón, pueden confundirlo con un Italiano o Español. Su excelente pronunciación del inglés le ayuda mucho. A diferencia de Ezio con ese acento Italiano permanente.

Van entrando por las calles de la ciudad a caballo.

—¿Por qué te fuiste de Italia, y decidiste ser cazarrecompensas? —pregunta Connor. Interesado de conocerlo más.

Si va ser su compañero principal, cree que tiene que esforzarse en entablar una buena amistad con él.

—Tenía muchos problemas con mi familia, y no solo con mi familia. —empieza a contarle—Me había ganado muchos enemigos, ya no podía vivir ahí. Yo y mi amigo André, decidimos dejar nuestras vidas y viajar a América para iniciar otra. Conocimos a Aquiles quien nos enseñó a ser lo que somos y luego…André conoció a una mujer que, tiempo después la hizo su esposa, y decidió vivir aquí con ella —viendo los edificios que lo rodean junto con esa gente que camina tranquila por la calle— A mí no me gustan los compromisos, me gusta divertirme, aunque si conozco a una mujer que valga la pena quizá me arriesgue. Por cierto, espero volver a ver esa mujer de hermosa piel oscura… ¿En serio a ti nunca te ha atraído ninguna mujer Connor? ¿Nunca te has enamorado o algo así? —lo mira con el rabillo del ojo.

No obtiene respuesta.

—Muy bien, sé que solo te interesa encontrar a la Asesina Ladrona. Sabes, me dijeron mis amigos que ya habían dicho su nombre, lo dieron a conocer solo una vez, pero los zopencos no lo recuerdan, y curiosamente los pregoneros y la imprenta ya no dijeron más, y  es por eso que no tenemos la suficiente información, solo que es pelirroja. ¿Ya lo sabías no?
—¿Pelo rojo? —detiene su caballo y queda pensativo un momento, recordando a esa chica que le había robado suspiros, besos y su corazón.
—¿Aquiles no te lo había dicho? —también se detiene— Vaya, parece que todo eso quiso dejármelo a mí. Sí, su cabello es rojizo, y según me dijo André, es muy hermosa. Por eso yo no quiero matarla, mejor la entregaremos viva, que ellos se encarguen.

Ezio nota lo pasmado que ha quedado su compañero.

—¿Todo bien Connor?  Oye, tenemos que dejar los caballos y seguir a pie es mejor. ¿Sabes quiénes son los ladrones que estamos buscando? ¿Quieres que te muestre los carteles? No solo tenemos que buscar a esa chica.
—Claro. —reacciona viéndolo.


Emprenden su búsqueda caminando por la calle, fijándose bien en los callejones, y lugares dónde un ladrón andaría; Los techos. Ezio al igual que todos los cazarrecompensas sabía escalar y saltar de tejado a tejado. Connor es más hábil en ese aspecto, gracias a la cacería en el valle Mohawk.
Se sientan un rato en lo alto de una torre, desde ahí pueden ver muy bien todo el movimiento de la ciudad. Esos rateros suelen robar a las personas, o a comerciantes, asi que fácilmente los detectarían.

—Creo que ya es hora. —dice Ezio viendo lo oscuro del cielo. Ha dejado de caer nieve— Vamos, te llevaré al Pepper Black. Conocerás a mis amigos y nos relajaremos un rato. —se levanta.

Connor no ha despegado su visión de las calles y todo lo que alcanza a ver.

—No, ve tu solo. Yo seguiré buscando.
—¿Tu nunca te cansas verdad? —con sus manos a la cadera alza una ceja.

No responde.

—Bien, como quieras. —baja de la torre poco a poco.

Minutos después. Connor se pone en pie y desciende de la torre, hasta que sus pies tocan el piso. Puede escuchar los gritos de un vendedor del mercado, y puede ver mucho movimiento. Es un ladrón, y es justo uno de los dos que están buscando. Tiene bigote, un gorro que cubre toda su cabeza, y vendas en el cuello. No hay guardias cercas por más que el señor grite nadie lo ayudará. Claro que un ladrón sabe moverse para lograr su cometido. Por lo que Connor se apresura a ir tras él, persiguiéndolo por lo largo de la calle de piedra, da vuelta en una esquina, entra a un callejón, no lo pierde de vista. Es un cazador por naturaleza. Es su presa. El ladrón trepa por un muro y Connor también. Sobre el techo lo alcanza, y se lanza sobre él para atraparlo, el hombre opone resistencia pero Connor es más fuerte, y con sus manos estando sobre él no lo deja moverse, aprisionándolo en el suelo. Saca su Tomahawk de acero y lo amenaza tocando su cuello con el filo.

—No te muevas. —frunce el ceño.
—Está bien, está bien. —con voz temblorosa el ratero cierra sus ojos.
—De pie. —retirando su hacha. Con su mano lo levanta del suelo y lo sujeta bien de su brazo— Dime ¿Sabes dónde está la Asesina Ladrona?
—¿Quién? —asustado al ver sus ojos—
—Ya sabes de quien hablo.
—Ah, la mujer pelirroja. No, no sé.


A Connor no lo convence, sabe que es un ladrón al igual que ella un malhechor y probablemente la conozca.

—Claro que sabes. —le empieza a torcer el brazo— Dime…

El hombre suelta un quejido.

—Te lo juro que no se nada. —casi grita— No la conozco. De hecho, nunca la he visto.

El rostro de Connor se oscurece de la furia y le da un tirón para que camine. Lo empuja y toca su espalda con el cañón del mosquete cargado.

—Muévete.
—Sí, está bien.


Connor lo lleva hasta el vendedor para que le regrese sus ganancias. Y sabe que puede matarlo si quiere, en el cartel dice “vivo o muerto”. Pero tiene que volver a intentarlo, necesita conseguir por su cuenta información sobre la mujer asesina. 
En un oscuro callejón, un gato negro huye al ver que dos hombres se acercan. Connor le da un empujón contra la pared al ladrón, amenazándolo con su mosquete, hundiéndolo en su frente.

—Por última vez dime si sabes algo de esa mujer. —eleva su voz.
—No, de verdad no sé nada. Solo sé que el Asesino que también están buscando, el Asesino encapuchado, es su amigo.


Una información inútil, eso ya lo sabía, pero no es capaz de matarlo. Aleja su arma y lo mira directamente a los ojos.

—¿Sabes  cómo llegar al Pepper Black?

Necesitaba ir con Ezio a demostrarle que ha capturado a uno de los ladrones. Claro que lo obliga a acompañarlo para que le indique el camino al bar, ya que apenas conoce la ciudad.






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