viernes, 20 de mayo de 2016

Hilo Rojo [Capitulo 11]















                        Capitulo-11 











Sentía un dolor en la cabeza y su cuerpo algo adolorido, cuando al fin abrió sus ojos viéndose frente aquel embalse de agua llamado popularmente como “Presa de la Boca”
No sabía cómo había llegado ahí, y estaba dentro de su auto. Daniel se tocó la frente y trato de recordar…, claro había ido por Victoria al restaurante, y llegó la entrometida rubia y le dio un mal trato. Esto no se iba a quedar así. Seguramente fue ella también quien lo dejó aquí.
Al fijarse bien, nota que casi no hay gente cerca, por la hora y el día, menos mal no es un Domingo. Y colorado del coraje, se mueve al volante y mete llave para arrancar y salir de la Presa, directo al restaurante. Quería que Victoria dejara de trabajar para que así esté siempre en casa cuando llegue, y alejarla de ese oriental que no le da confianza, por supuesto también regresará para exigir informes de la rubia, probablemente la demande por el trato que le dio. Pero gracias al tráfico, y la hora tan tarde que era, no llega a tiempo y el restaurante se encuentra cerrado. Pasadas las nueve de la noche, resopla y lo deja pendiente, toma su celular y le intenta llamar a su esposa, pero parece que la línea está ocupada.
«¿Con quién estará hablando? » Se cuestionó.
El tan solo quería tener consigo a su esposa, y mantenerla al margen, así como el cree debe ser.



Era estéril.
Finalmente una persona cercana a Vicky, aparte de su esposo lo sabe. Para Akiba, ese no era un grave problema, al menos no lo podía ver así, pero si se ponía en su lugar, siendo mujer, y una tan delicada y sensible como Victoria, entonces si era muy pero muy problemático, y sobre todo triste. No poder concebir hijos era algo que seguro ha marcado a Victoria como mujer, y le debe doler mucho. Le resulta muy fácil comprenderla. Se tomó un momento para pensar muy bien las siguientes palabras que debía decirle, por supuesto no quería lastimarla, sí que era un tema delicado, y se imagina lo que ha sufrido por saberlo.
Al otro lado del teléfono Victoria contiene las lágrimas, y aguanta un nudo en la garganta apretando sus labios cerrados, espera que Akiba tal y como su esposo, reaccione de mala manera, y la menosprecie como mujer, ya que ha sido la única imagen varonil que ha tenido de ejemplo. Y aunque sabe que Akiba es diferente, muy diferente, no deja de ser un hombre y probablemente no la entienda en lo absoluto. Fueron segundos de silencio, pero sin dudas los segundos más largos de la vida de Victoria, empezó a temblar su delgado, frágil, pero femenino cuerpo. Y su corazón daba golpes a su pecho, golpes que le dolían por dentro. Se estaba imaginando la respuesta.


—…Victoria —suavizó su tono de voz— Me gustaría verte a los ojos, para que veas que lo que diré, viene de mi corazón. Pero, mira…
—Ya lo sé…
—Espera —hace una breve pausa— No tienes que temer quedarte sola, no lo estarás. El tener hijos, eso no es tan importante como parece, al menos para mí sería más importante mi mujer y con ella me bastaría. El que seas estéril, no le da derecho ni razón alguna a nadie, para tratarte mal. Tú no mereces esa vida ¿entiendes? Tú mereces ser feliz. Déjame decirte que, eres la mujer más maravillosa que he conocido, una mujer dulce, delicada, de esas que en estos tiempos están desapareciendo. Me atrae mucho una mujer así.
—¿Te atraigo Akiba?
—Sí. Y al menos, a mí no me importaría tu condición, al contrario siento que así tendríamos más tiempo para nosotros, y te disfrutaría más. No vales ni más, ni menos que una mujer que si puede tener hijos. Lo que eres es lo que importa, y no te falta nada ¿de acuerdo?
—Akiba… —le brota una pequeña lágrima de su ojo, que no puede ver Akiba— Gracias.
—No me agradezcas. Y ya no te lamentes, amate tal y como estás hecha, eres perfecta.
—Aun así no puedo dejar a mi marido, me casé con él, y el no querrá darme divorcio. Pero, no quiero volver a casa.
—No importa. Ven a vivir conmigo, te abro las puertas de mi casa. No malpienses, si quieres, solo velo como un amigo que quiere ayudarte.
—Pero, él me irá a buscar al restaurante, esto te traerá problemas.
—Yo me encargo, tú no te preocupes.


¿Es en serio? Tanta bondad. Tanto amor.
Victoria se percata de que Akiba siempre ha sido un buen hombre, y siempre quiere ayudarla, apoyarla. Su esposo no es ni la mitad de lo que es Akiba, por eso empieza a sentir algo en su corazón hacía él. Termina aceptando su ayuda, después de todo, puede confiar en él, puede creer en él.


Esa pizca de sonrisa que no se borraba de la cara de Arturo, por primera vez estaba poniendo nervioso a Pepe. Sensación tan nueva como extraña para él, que optó por perder su mirada hacia otro lado y guardarse todo otra vez. ¿Para que le dice? No entendería, porque ni siquiera él lo entiende, aparte no aguantaría las burlas que Arturo le haría después, por lo tanto pensó que decir.
En la cara de Arturo se veía que él, ya lo daba por hecho, el que estuviera por segunda vez enamorado, aunque sería raro que él se enamorara tan rápido ya no es un jovencito, por eso espera le confirme.

—No güey, nada que ver. Sí es por mis canciones. Antes me llevaba componer una canción un día, ahora desde que empecé se me complica, y eso me estresa. No sé qué me pasa.
—Pues, debe estar pasando algo definitivamente ¿no? —enarca su ceja al verlo.
—No lo sé. Quizá es porque tengo encima a Gabo, hace tiempo no me ve y anda emocionado buscándome y buscándome…me asfixia.
—Pues ya sabes güey —le pone la mano sobre su hombro— Cuando quieras, tengo unas amigas que…
—Sí, buena idea Arturo, tienes razón, necesito despejarme. —le sonríe.

Sin embargo algo muy adentro de José Madero no estaba conforme, no estaba tranquilo, ahora que Arturo se acercó de ese modo, mostrando interés por lo que le pasaba, sentía que necesitaba desahogarse, sacarlo todo, soltar la lengua pero con otra persona. Pensó en Gabriel, pero seguro no lo entendería, hace tiempo que no se comunicaban tan personalmente así que no sabe, que ya no es el Pepe de antes, aunque el crea que sí.

Dejó pasar un par de días, se ha hecho “amigo” de las chicas que le presentó Arturo, tanto que se han conocido hasta en la intimidad, pero ni eso lo dejó tranquilo, Vicky se aparece en su mente y en la cara de cada una de ellas, es como estar viéndola en ellas, y en cada mujer que se le cruza, como si se estuviera volviendo loco. Apenas puede terminar una canción más, pero esas ganas de confesarle cómo se siente a alguien no se van por más que lo desee. Por eso, estando en un antro sentado en alguna zona vip en donde no hay mucho ruido y tomando algo de whisky, espera solo la llegada de Ricardo, le había citado ahí, porque quería hablar precisamente con él. Llegando con unos minutos de retraso aparece Ricardo y toma asiento a su lado en ese sofá largo con un centro de mesa, detrás de ellos estaba una pared corta de vidrio que se extendía a lo largo de la planta alta. Abajo se veía el ambiente del antro y mucha gente. Ricardo lo saludó como de costumbre y José se preparó sacando un cigarrillo y poniéndolo en su boca; lo encendió.
Empezaron hablando de nimiedades, hasta que José quiso dar con el clavo, la razón del porque quería hablar con él, le contó sobre Victoria, todo, cada detalle, desde que comenzó todo; El casi accidente, como se la encontraba a dónde sea que fuera, como empezó a sentir algo por ella sin siquiera saber la razón. Y también la última estupidez que hizo de subirla  a la fuerza a su camioneta y llevarla a su casa, para robarle un beso y luego dejarla ir, con la suerte de que no le ha demandado ni nada. Pero tampoco se ha aparecido ya en su vida, y curiosamente eso lo extraña, muy adentro quiere verla de nuevo, que se le atraviese otra vez, pero ya no es así y no entiende que es lo que pasa con él. Pepe no dejaba de tocar el reloj dorado que tenía en su muñeca, ese mismo reloj que le había regalado Victoria como agradecimiento, y tampoco se da cuenta de lo que hace. Ricardo lo escuchó atentamente, tomo un gran sorbo del whisky y respiro. Jamás había visto a José así, tan expresivo, tan abierto, tan enamorado más aparte todo era tan raro, como se había desarrollado todo. Era una chica que ni siquiera conocía ¿Cómo era eso posible?
Cuando terminó, llenó su vaso con más whisky y lo tomo de golpe, viendo a Ricardo, esperando lo que sea que le fuera a decir, apretó sus labios, por primera vez se sentía expuesto, vulnerable a que se burlaran en serio en su cara, pero por algo había escogido a Ricardo; sabía que él no lo haría.

—Pues…, —buscó las palabras y miró la mesa.

Los ojos de pepe eran diferentes, y eso más que extrañarle le daba cierta inquietud.

—Güey, sinceramente te estás comportando de un modo muy infantil. —se le escapó y lo miró preocupado, esperando un directo rechazo, un insulto, lo que fuera.

No pasó nada. Solo lo seguía mirando esperando que continuara. Más serio que nunca.

—Es como si tu corazón sabe, pero tu mente no. Estás confundido, debes acercarte, tratar de conocerla ¿por qué evitarla? Solo es una chica, no pasa nada. Por favor…, mírate ¿tú? ¿escondiéndote? ¿escapando? No lo creo. Cázala güey, pregúntale bien quien es, habla bien con ella, deja claras las cosas en tu mente.
—Está casada.
—¿Y eso que tiene que ver?
—Ella me odia. —baja su mirada— me odia y eso que no me conoce bien.
—¿Cómo sabes que te odia?
—Lo sé porque no la he golpeado pero, seguro cree que soy como su esposo. Te dije vi como la maltrataba, y a como he sido yo con ella, de forzarla a subir a mi camioneta. Ella…, ella me admiraba, incluso hasta estaba agradecida por aquella vez que la defendí, y yo quise verla como cualquier otra chica, pero no es así. Ha de pensar que soy un desgraciado como su esposo…
—Pues entonces demuéstrale que tú no eres así y ya.
—No es tan fácil —suspira y suelta el humo del cigarro— Ella es diferente a todas.
—Acércate a ella güey.

José no dijo más, tan solo lo miró y decidió cambiar de tema, hasta que se despidieron.
Estaba en la habitación de su casa, entre los papeles con composiciones fallidas ¿Por qué no le gustaba nada de lo que escribía? Como si alguna vez eso le haya importado. Todo siempre tan solo salía, y como salía estaba bien. Ahora ya no es así. Pensó por un momento el consejo que le dio Ricardo, consejo que por supuesto no tomaría, no era lo suyo. Mejor se bloqueó, mejor siguió bloqueando todo, si es que podía. Porque hacer eso que le dijo, sería ser alguien que no es él ¿pero quién está siendo él ahora?


En estos días el esposo de Victoria intentó demandar al restaurante varias veces, pero Akiba lo había protegido, tenía más seguridad, y lo había tachado como un cliente problemático, indeseable, hasta tenía testigos. Daniel tampoco dio con el paradero de la rubia. Se estaba volviendo loco, porque tampoco sabía dónde estaba Victoria, y no le permitían pararse en Itadakimasu.
Por otra parte han sido días de profunda paz para Vicky, ha estado mucho más tranquila lejos de su esposo. Tal parece que ya no le preocupa más. Está viviendo en casa de Akiba, y se siente muy bien, muy a gusto, como jamás pensó sentirse. Aunque para mucha gente pudiera ser raro que vivan juntos cuando se supone no son novios, quizá si amigos, pero su relación siempre ha sido de Jefe y empleada. Ahora no figura ser así.
Se acerca el fin de semana y Akiba pide a Victoria que lo acompañe a hacer unas compras al súper, le explica que no le gusta enviar a su criada por las compras porque él es muy especial al elegir sus alimentos, y productos para su consumo personal. Victoria gustosa lo acompañó.
Y ahí estaban en la tienda, Akiba empujaba el carrito y Victoria iba a su lado ni tan apartada ni tan cerca, tan solo lo suficiente como para que parecieran una pareja de recién casados. La gente los miraba y Victoria jamás se sintió más tranquila. Las compras con su esposo eran tormentosas, la apuraba, la presionaba, y le daba muchas órdenes. Junto a Akiba todo era paz, él la dejaba ayudarle a elegir los productos y ella sonriente los metía al carrito y seguía a su paso. No sabía por qué no podía dejar de ver su perfil, y esos rasgados ojos, que debes en cuando la miraban con una pizca de sonrisa que le ponía su piel erizada.

—¡Ah! ¡Y galletas también! —Victoria se apresuró a escoger unas galletas de chocolate y las echó dentro del carrito casi lleno. Volteó a verlo con una sonrisa amplia— ¿Qué más?
—No lo sé Victoria, la mayor parte de productos que llevamos son chucherías y helado. Eres como una niña

Con un gesto amable, le toca con su índice la punta de su nariz y Victoria se sonroja.
«Al fin la veo feliz como antes, cuando la conocí… es como si finalmente su esposo haya desaparecido de su vida, ya lo ha olvidado. Pero sé que él no la ha olvidado a ella, y sigue algo pendiente… »
—Yo quiero ayudarte a hacer los rollos de sushi esta noche —comenta Vicky con una sonrisita y un leve rubor en sus mejillas.
—Claro que sí, será un honor…

Suena el celular de Akiba.
No reconoce el número, duda un momento y luego contesta.

—Hola ¿Quién habla?
—Akiba, soy tu madre.

Sus ojos se exaltaron al reconocer esa voz, además le estaba hablando en japonés, sí, sin duda era su madre ¿Quién le habrá dado su número de celular? Eso no importaba ahora, más importante ¿por qué está aquí?

—Madre ¿cómo está usted? Ha sido un largo tiempo… —hablo en japonés.

Victoria se quedó ahí sin decir nada, más aparte no entendía el lenguaje.

—¿Haz olvidado tus responsabilidades con la familia?
—No sé a qué se refiere.
—No te hagas el tonto. Sabes a que me refiero
—Bueno, este… —cerró sus ojos pidiendo por dentro que no fuera lo que está pensando que es.
—¿Por eso viniste a México? ¿Para escapar de tus deberes? Sé que tu padre esta de tu lado, pero yo no y lo sabes. Ya no puedo permitir que las cosas sigan así. Ahora mismo estoy en la capital de este país, en dos semanas iré a Monterrey —le costó pronunciar el nombre—
—Pero, pero…
—¡Pero nada! ¡Estas deshonrando a tu familia y lo sabes!
—Madre… —miró un momento a Victoria luego desvió su mirada. Suspiró aliviado, sabe que Victoria no entiende nada— Madre yo no la quiero a ella.
—¡No me importa! ¡Te veré en dos semanas! ¡Adiós! —colgó.


Bajó el celular de su oreja y respiró profundamente viendo el suelo sin decir nada, sin mirar a Victoria.

—¿Pasa algo? —preguntó Victoria con su frente arrugada.
—No, todo está bien. —volvió a hablar español.
—¿Era tu padre?
—No, ojalá hubiera sido él.
—Akiba… —se acercó y sus miradas se encontraron.
—No pasa nada, era… un socio que no entiende —ríe y empuja el carrito.




Victoria se ha seguido comunicando con Gabo y Grey, pero más que nada con Grey, ya que a Gabriel no le tiene aún tanta confianza, sabe que conoce a ese hombre tan problemático. Y aunque Grey también estaba con ellos, sabe que solo es novia de Gabriel, no amiga de José, de hecho hasta Grey misma le ha confesado que no le cae bien el amigo de su novio, que incluso han llegado a tener grandes diferencias, y discusiones. Ahora que está viviendo separada de su esposo, se siente libre, feliz, y por fin siente que puede relacionarse más con la gente, hasta puede tener una amiga con la que se lleva muy bien. Hacen competencias de “haber quien come más” “quién corre más lejos” o “quién golpea más fuerte” incluso las llamadas “vencidas” en estas últimas siempre gana Grey, bueno, de hecho en todo siempre gana Grey, pero lo importante era divertirse. Se pasaban horas hablando por teléfono, aunque la que más hablaba era Victoria, Grey era excelente escuchando.
Esto formaba parte del plan de Gabriel para juntar a Victoria con su amigo, al cual se le nota está enamorado de ella, es su amigo, él lo sabe. Y aunque se trataba de un simple plan, para Grey no lo era así, en serio la consideraba una amiga.

Un día soleado, con el cielo totalmente despejado, un calor que elevaba la temperatura hasta cuarenta grados. En la escuela de Tae Kwon Do de Grey, Vicky es derrumbada al suelo y es vencida por un niño practicante, alumno de su amiga. El niño medía la mitad de su cuerpo, tampoco es que Victoria fuera alta.  Grey al ver esto aguanta una risa y se acerca para darle la mano. Ambas llevaban puesto el traje blanco de la disciplina; Grey cinta negra, Vicky cinta blanca.  También habían recogido su cabello en una coleta para que no les estorbara.


—Está bien, está bien. Estás empezando… —dijo Grey al ayudarle a levantarse del suelo.
—Sí pero a diferencia de su edad. Esto es vergonzoso —se rasca con el dedo índice la punta de su nariz viendo hacía donde estaba el grupo de niños principiantes.
—Ey, nadie nace sabiendo. —palmea su espalda.
—Tienes razón —sonríe.
—¡Vaya! —cruza sus brazos— Estas semanas, has estado más sonriente ¿lo ves? Debías alejarte de aquel imbécil. —frunce el ceño.
—Sí pero, de todos modos lo tendré que volver a ver, si quiero pedirle el divorcio. He estado pensando…, hablar seriamente con él. No en casa, en algún café.
—Buena idea… —abre mucho sus ojos— ¡Pero por si las dudas! ¡Yo te acompaño! O sea, estaré cerca, ya que no permitiré te vuelva a poner un dedo encima. —hace una posición de combate.
—Sería perfecto, gracias Grey. —extiende más su sonrisa mostrando sus dientes.
—Bueno hora de comer…

Se encaminan a la oficina de Grey ahí cerca de su escritorio tiene un microondas, en el que introduce dos botes de ramen instantáneo Ottogi. Se sienta a un lado de Victoria.

—Aún no me acostumbro a tus comidas —ríe entre dientes Victoria.
—Y lo que te falta ¿vienes conmigo a la convención de comics de este fin de semana?
—¿Es ese evento del que me hablabas el otro día?
—Sí, claro. Quizá vaya disfrazada…
—Pues, claro… ¿Por qué no? Será divertido. —sonríe una pizca.

Entra una llamada al celular de Grey. Contesta.

—Qué onda. —se pone en pie.
—Grey mi amor ¿sigue Victoria contigo?
—Sí.
—¡Genial! Necesito que la invites al restaurante bar El Patrón, al que invite a Pepe, para que se encuentren ya sabes. Ya te tiene confianza, entonces ya podemos dar el siguiente paso.

Suena el pitido que hace el Microondas al avisar que ha terminado. Victoria saca con cuidado los dos botes con ramen y los pone sobre el escritorio viendo la expresión del rostro de Grey. Su entrecejo arrugado, y sus ojos muy abiertos.

—Está listo Grey… —dice Vicky— ¿Pasa algo?




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