martes, 29 de julio de 2014

La Bruja y el Ángel mestizo. [Capitulo 9]













                      Capitulo- 9 
















Ahí sentado frente a Achilles en el sótano, escucha atentamente lo que le dice. Llega a saber que Achilles es el maestro de Ezio, por asi decirlo, ya que le enseñó a empuñar y usar una espada, entre otras armas y técnicas necesarias para ser un cazarrecompensas reconocido. Que la ciudad esta infestada de delincuentes, que  nunca falta la recompensa que estén ofreciendo a cambio de entregarlos, ya sea vivos, o muertos. Intenta explicarle lo que hace Ezio, y que por lógicas razones, se ha retirado de esa dedicación.
Afuera está nublado el cielo, por lo tanto es escasa la luz que entra por las ventanas, las velas ayudan a alumbrar un poco más.

—…mi aldea fue atacada por ella, yo la vi. —cuenta Connor con intensidad en su voz— Quemó y acabó con la vida de mi madre, mi amigo, y el resto de mi familia. Tiene que pagar por lo que hizo.
—Primero, tienes que prepararte. —con esa voz cansada por el peso de su edad—Necesitas saber lo necesario para convertirte en un cazarrecompensas.

El joven solo asiente con esa tensión en su entrecejo, y lo observa como estando dispuesto.

—Deberíamos empezar hoy. Pero antes. —se levanta de su silla— Vamos a tomar el desayuno, y después comenzaremos con el entrenamiento.


Sin dar una respuesta, simplemente se pone de pie y sigue al viejo.
 Comida, no le caería mal, no se ha llevado bocado a la boca desde que partió de lo que quedó de su hogar.  
Connor no se detiene a pensar ¿Por qué el anciano es tan amable con él? Tampoco tiene la malicia de creer que, solo lo usará para su beneficio, ya que vio sus habilidades, y su capacidad. Que puede ser mejor que Ezio. Tan solo está buscando la oportunidad de encontrar a esa mujer, que ha hecho pedazos su vida, como la conocía. Suficiente tenía con haber aceptado que Charlotte ya no está con él, y ya no regresará.






Horas y horas le llevan a Ezio Auditore, llegar a Nueva York. Tanto que casi atardece, el cielo está cambiando, pero sigue nublado.
Desmonta su caballo dejándolo descansar casi a la entrada de una Taberna, en dónde hay otros dos caballos. Amarra bien las cuerdas, y se adentra al sitio. Sabe muy bien que adentro se encontrará con sus amigos, es aproximadamente la hora en la que acuerdan siempre reunirse en el Pepper Black.
Apenas pasa de la puerta y el olor a humo de cigarro, el ruido de carcajadas, voces hablando, y la música del pequeño grupo tocando en una esquina, lo invaden. Un ambiente agradable para él, lo que le provoca sonreír muy leve, y dando unos pasos, buscando con su mirada a su grupito de conocidos entre todos los hombres de las mesas. En su visión se atraviesa alguien, que ya conoce bien.

—Ezio…bienvenido.

Una voz encantadora, de una mujer con una trenza rubia que cae en su hombro, labios rojos y pechos grandes.
Como lo esperaba, se acerca de más, sujetándolo de su brazo, dándole caricias con su mano.

—Te vez cansado ¿necesitas algo cariño? —esboza una sonrisa pícara.
—Hannah, es un placer verte. —con sus dedos roza la barbilla de la chica— Algo de cerveza por favor. Y también un poco de carne.

Vuelve a barrer su alrededor con su vista. Encontrando en una mesa a sus amigos.

—Estaré por haya preciosa. ¿De acuerdo?

La mujer le guiña el ojo, y se dirige a la barra.

En la mesa a la que se encamina Ezio hay tres hombres que beben cerveza en tarros. Los dos que presenciaron a Charlotte en la horca y otro más. El que fuma y fuma, de cabello castaño peinado todo hacia atrás, largas patillas y anteojos, parece ser el más delgado del grupito pero no se ve débil.
Por lo visto, estos tres sujetos aparentan ser mayores que Ezio más no viejos.

—¡Eh, amigos! —el joven con ese acento italiano llega a ellos con sus brazos abiertos y una sonrisa, saludándolos.
—¿Qué tal Ezio? —le responde el de la capucha café con gentileza.
—Tenemos algo que contarte, siéntate y escucha. —casi ordena el del sombrero con mirada dura.


Le informan a su líder lo que vieron por la mañana. La ladrona capturada por los guardias. Luego que fue rescatada por un hombre encapuchado a quien también están buscando y ofrecen una recompensa menor.

—Entonces ahora está libre.
—Sí y la siguen buscando. —agrega el de anteojos y lleva su cigarrillo a su boca.
—Han modificado los carteles —dice el de barba y capucha— ahora sabemos que la ladrona es pelirroja, y conocemos su rostro, quizá así sea más fácil encontrarla ¿no crees?


Hannah viene cargando una bandeja con un tarro de cerveza y una pieza de carne, tenedor y cuchillo. Se lo entrega a Ezio y enseguida le sonríe al hombre encapuchado del grupo, va y se sienta en sus piernas, dejando la bandeja sobre la mesa para poder abrazárlo por el cuello.

—Hola André. —parece olfatearlo con delicadeza.

Claramente se siente atraída por él y es una descarada, pero a André parece no incomodarle o molestarle en lo absoluto, más bien le es indiferente.

—Cabello rojo. —se toca la barbilla Ezio viendo el tarro de cerveza que sostiene— He visto a varias mujeres así, no es una seña particular me parece. Pero puede ayudar.

Guarda silencio un momento, quedando pensativo. Sus amigos lo observan mientras la mujer de grandes pechos le baja la capucha a André para  jugar con su castaño cabello.

—Caballeros. —los apunta con su dedo aplicando énfasis a sus palabras— Lo he decidido, la atraparemos muy pronto, y esa recompensa será nuestra. —eleva su tarro lleno de cerveza— ¡Juntos por la victoria!

Exclama con una voz entusiasmada, y sus compañeros unen sus tarros a lo alto.

—¡Por la victoria!

Gritan al unisonó con energía. Y después dan un gran sorbo a la cerveza.





Pasan dos días.
El señor August y Garrett se han encargado de ir a la imprenta y pagarle lo suficiente al dueño para que deje de crear más carteles, y se mantenga así un tiempo, hasta que el rostro de Charlotte se borre de sus memorias y vuelvan a buscarla como antes, encapuchada y con gran parte de su rostro cubierto. Fue una gran suma de dinero, que consiguieron gracias a los cofres que hurgó Charlotte la semana pasada.
Le han conseguido una vestimenta de ladrona idéntica a la anterior, un arco, flechas, veneno y la mascara con la que se cubre y solo deja ver sus verdes ojos.
En estos dos días, Charlotte no ha salido de su casa para nada. Se ha mantenido escondida, los ciudadanos siguen creyendo que esa casa está abandonada. Ya que Charlotte solo la limpió un poco cuando recién llegó, pero no la ha reparado, ni arreglado absolutamente en nada, solo esta lo que parece una cama y unas velas, lo demás lo encuentra en casa del señor August.
Le ha costado mantener esa idea en la gente, y pasar desapercibida. Y es que le gusta dormir en esa casa.

Con una mirada de desprecio observa desde la ventana de arriba a los que tocan su puerta. ¿Cómo se atreven a venir a su casa? August y Garrett. Y el joven trae consigo una caja.
Mejor se apresura a bajar por las escaleras para abrirles la puerta lo más pronto posible.

—Rápido entren.





Con sus brazos cruzados los observa fijamente en lo que había sido una cocina.

—¿A que han venido? —viendo la caja que sostiene Garrett con una mirada cansada.
—Hemos hecho que ya no produzcan esos carteles. —dice el señor barbudo y rechoncho— Puedes volver a tu trabajo Charlotte.
—¿Qué trabajo? Yo era ladrona.


Atrae la mirada de Garrett que luce más viva ahora.

—¿A qué te refieres con era?

Cuestiona el Joven y Charlotte camina de un lado a otro viendo el suelo de madera y sus zapatos, la falda de su vestido sencillo, tal y como suelen vestir las mujeres en Nueva York. Nunca se ha sentido tan cómoda siendo normal todo el tiempo, sin necesidad de brincar a ser una ladrona.
Les sonríe a los dos.

—Oigan. He estado pensando y…, ya no quiero seguir en esto. —se detiene para verlos— Sí, era divertido, y sí, disfrutaba hacerlo pero. Bueno sabía que probablemente terminaría en la Horca algún día, pero solo era un pensamiento pasajero. En ese momento, al ver que perdería mi vida. No sé, me arrepentí… Quiero rehacer mi vida, ser una persona nueva.

Garrett y August intercambian una mirada. El menos satisfecho con esto es su tío y lo puede leer en su cara.

—¿Haciendo qué? —dice el señor descontento— Charlotte, sabes que nos va muy mal en las ventas, a veces no vendemos y tú nos has ayudado mucho, la ayuda es mutua ¿no?


Sin decir una palabra y ni siquiera mirarlo.
Garrett la sigue viendo, pero se mueve para dejar la caja sobre una mesa de madera desgastada, aún resistente. Entretanto su tío va hacía la chica y la toma de sus hombros, viendo su rostro con atención. No la ve más que como una mina de oro, una fuente de dinero, de ganancias, sin mucho esfuerzo, es por eso que tiene que convencerla.

—Chica escucha. Tienes que seguir siendo ladrona.
—¿Para terminar de nuevo en la Horca? —en un tono apagado— ¿Qué no lo ven? —se altera— Ya lo saben, ya saben quién soy, saben que mi cabello es rojo, conocen mi rostro. Ya no será tan fácil esconderme. Ya no podré vivir como antes, siendo…yo misma. Y siendo “la ladrona” aparte. Además ahora también buscan a Garrett como un asesino.

Garrett se ha puesto cómodo en un sillón cerca de ellos.

—Charlotte, hay algo más importante…
—Yo solo obedecí una corazonada. —haciendo caso omiso a sus palabras—algo… me decía que esta ciudad, era mi hogar, que no debía estar en los bosques, que debía irme muy lejos. Pero… Creo que aquí, ya no puedo vivir, yo…regresaré con Myriam.


El señor se aleja de ella y le da la espalda, quedando pensativo. Con un suspiro de fatiga Garrett la observa desde su asiento.

—Todavía tenemos que saber quién es esa mujer que se hizo pasar por ti y estuvo Asesinando con tu identidad. Y está bien, no tienes que seguir robando, ya nos ocuparemos de tener lo necesario. —voltea  a ver a su tío— Solo lo necesario. —mira a Charlotte— Necesito que te unas a la hermandad, yo cuidaré de ti, te enseñaré lo que necesites. Necesito tu ayuda.
—¿Para qué? Yo no quiero ser una Asesina ¿Me oíste?. No quiero… matar. Ese no es mi camino.
—Hay muchos Templarios, y yo soy el único Asesino, necesitaré ayuda. Ellos están tomando el control de estas tierras. Me pregunto si tienen el fruto, si lo llegan a poseer, no sé qué pasará pero seguro será terrible.
—¿Qué no habías renunciado a la Hermandad por tu comodidad, por que viste que aniquilaron a todos los Asesinos? ¿En dónde está el resto del Gremio? ¿Qué no los hay en todo el mundo?  Tú me dijiste, entonces, llámalos, que vengan a ayudarte.
—No es tan fácil, ellos están en lo suyo en sus respectivos terrenos. Estoy solo. —deja de verla y se remueve un poco de su asiento—Asesinaron a todos mis hermanos y a mi Mentor. Estoy solo en esto. Necesito reclutar Asesinos, pero es difícil encontrar hombres o mujeres de confianza, que sean fieles, que puedan servir a la hermandad.

Hay silencio total durante un minuto.
Charlotte repara en la caja de madera que Garrett había dejado en una mesa.

—¿Y eso que es?
—Conseguimos otro traje, y todo lo que necesitas para que regreses a ser ladrona. —contesta el señor.
—Charlotte ¿te unes? —pregunta el joven— Yo he pensado bien las cosas, espero tu hagas lo mismo.
—Fuera de aquí. —les indica la puerta— Váyanse, déjenme sola.

Enseguida se marchan, pero no se llevan la caja. La joven de cabello rojizo la abre y extiende un vestuario, mirándolo atentamente. Está atravesando una confusión. No le importa lo que hagan los Templarios, ella quiere saber qué pasó aquella vez. Aquella vez que Myriam la encontró con un golpe en la cabeza en el río. Después de tres años, apenas se lo pregunta, porque es como si sentir la muerte cerca le ha abierto los ojos por completo. Pensar más en su vida y en lo que está haciendo con ella.
Todo este tiempo, solo se había preocupado por sobrevivir. Se ha enfocado solo en eso, y las memorias no ha podido recuperarlas. Pero al fin se detiene a analizar, a buscar en su interior, escudriñando, indagando. Quiere saber ¿quién es?.

Por la noche va y busca debajo de su almohada, ahí había guardado ese collar que desde el día en que despertó en el refugio de Myriam tenía en el cuello. Es muy peculiar, parece algún detalle nativo. Recuerda que el señor August le había dicho que en el pueblo Lexington han visto a unos cuantos nativos, que no son muy bien recibidos.
No sabe que signifique esto o ¿Por qué ella tiene algo que podría pertenecer a un nativo? Si ella, no lo es. Vuelve a ponérselo al cuello y se mira a un espejo viejo y algo roto, tocando los colmillos de lobo con sus dedos, esforzándose por recordar algo… pero es inútil.
Ahora tiene un deseo, ¿podría ser un sueño? Saber de su pasado, saber a dónde pertenece.






.

viernes, 25 de julio de 2014

La Bruja y el Ángel mestizo. [ Capitulo 8 ]
















               Capitulo-8 












Siempre había estado huyendo, escondiéndose, escapando. Y había corrido con mucha suerte, acostumbraba robar en la ciudad, a la gente, cofres custodiados por un par de guardias. Pero quizá su error fue, haber escogido un fuerte Templario. Ella ignoraba que era un fuerte Templario, uno de los muchos que había visto en Nueva York y en Boston. Desconoce  que son los Templarios. Su torpeza la ha hecho caer en un grave error.
Con agilidad se desliza para bajar del edificio de ladrillo, tiene que salir cuanto antes. Sus pies tocan la tierra y se ve rodeada de guardias que la apuntan con sus armas. Está atrapada. Como quisiera saber defenderse, saber pelear, o asesinar, lo suficiente como para acabar con tantos hombres que la están acorralando, pero no es así. Ni siquiera sus flechas envenenadas le ayudarán.

Esta vez no puede huir.

Dos de los guardias se mueven para sujetarla y aunque Charlotte opusiera resistencia, es inútil. Saben que ella es la ladrona tan buscada, la ahora también asesina.
La chica grita y no deja de resistirse por lo que uno de ellos de un golpe en la cabeza, la noquea. Cayendo el peso de su cuerpo a la tierra.



Ha amanecido, y en la Hacienda Davenport; el joven nativo se ha despertado muy temprano. Puede ver al italiano durmiendo todavía en su alcoba, pero él no puede perder el tiempo, su venganza es ahora lo más importante. Por eso busca al viejo de piel oscura por todo el interior de la casa, como desesperado, tiene muchas preguntas que hacerle, y el prometió aclarárselas hoy mismo. Al no tener éxito dentro de la casa, sale al establo, encontrándolo finalmente cerca del barranco con vista al mar. Se detiene en seco al ver al señor, y con pasos más lentos se acerca.

Al escuchar las pisadas, el hombre sabe que es él, y no se mueve solo sigue apoyándose en su bastón de pie viendo al horizonte.

—Sabía que me buscarías. ¿Asi que quieres saber sobre la mujer ladrona? —se da la vuelta para ver su cara.
—Necesito saber quién es, ¿porque atacó y destruyo mi aldea? ¿porque asesinó a mi madre y a toda mi familia? ¿Y dónde está?
—Lamento decirte, que no sé responderte todo eso. Sé que ella es una ladrona, pero no una asesina. Quizá la estás confundiendo con otra mujer. Nosotros llevamos más de un año buscándola, y solo en dos ocasiones Ezio y sus compañeros la vieron, más no pudieron alcanzarla.
—No, no la estoy confundiendo. Es ella. —arruga el ceño y con voz más fuerte— La vi en esa hoja, era su aspecto, sé que ustedes saben quién es.

El señor emite una risa ahogada.

—Primero, cálmate…chico. Nosotros te ayudaremos a buscarla, tú también nos ayudarás. Pero antes, hay que entrenarte, y hay mucho que debemos enseñarte para que puedas moverte en la ciudad. Si aceptas, esta casa será también tu casa, ya que te unirás a nosotros —camina con su bastón y hace un alto para verlo con el rabillo de su ojo— Necesitarás un nuevo nombre, uno fácil de pronunciar.

Achilles ha visto en él una fortaleza increíble, una determinación única. Todo, lo que le falta a su ayudante Ezio Auditore. En su equipo de cazarrecompensas falta algo para que los impulse, algo para que logren sus objetivos, y ese algo…es él. Puede ver que de este muchacho sacará mucho provecho, además su actitud le recuerda a su hijo…

—Connor. Sí…ese será tu nombre.

El joven nativo mira abajo aceptando su nuevo nombre y lo que le propone el señor. Suena bien, necesita encontrar a esa mujer de algún modo.

—Anoche no te había podido ver con claridad —continúa Achilles— ahora que te veo. No pareces completamente un Nativo. Tu piel no es lo suficientemente oscura, ni tampoco lo suficientemente clara. Así será más fácil que te hagas pasar por un Español, o un Italiano como Ezio.
—Mi padre era un inglés. Según me contó mi Madre. —lo mira a los ojos hablando con calma— Su nombre era Haytham Kenway.
—Bueno, entonces serás…Connor Kenway. —le sonríe una pizca, una sonrisa casi imperceptible, y sigue su camino, hacia su casa.
—Achilles… —recordó su nombre, anoche escucho a Ezio llamarlo así—
—¿Si? —voltea a verlo un momento.
—Gracias. —asiente con una pequeña sonrisa.
—De nada, Connor.



No había pegado las pestañas en toda la noche, que para Charlotte fue muy larga.
Se vio encerrada en una oscura celda, sucia, con un olor apestoso que no sabía distinguir bien que era, y unas rejas por dónde podía ver afuera a uno que otro guardia que pasaba vigilando de vez en cuando. Sentada en la cama de piedra se la pasó pensando cómo salir de ahí, pero nada de lo que se le ocurría era buena idea. No importaba que tanto sacudiera las rejas de la pequeña ventanilla de dónde entra oxígeno y algo de luz. Esta tan sellada que es un esfuerzo en vano.

Está en las celdas especiales, en las que aprisionan a las pocas mujeres delincuentes, apartada de los hombres. Muy lejos escuchaba gritos que se oyen ahogados por los muros. No siente miedo, pero si preocupación ¿Qué pasará ahora con ella?
El sonido de unos pasos aproximarse la saca de sus pensamientos, y la hace ponerse en pie, algo alarmada.
A través de las rejas observa a un hombre bien vestido, sin duda elegante, acompañado de otro más, que permanece a su costado, un hombre de cabello negro, nariz aguileña y largas patillas. Tras unos segundos un par de guardias llegan también.
Al fin es posible verla, ese rostro que tanto había ocultado ahora está totalmente expuesto, pueden distinguir su llamativo cabello rojizo, y ahora suelto, sus ojos verdes, sus pecas, su belleza y juventud en todo su esplendor. Ya no viste de ladrona encapuchada, ahora viste de prisionera, tan solo unos trapos que cubrían bien su cuerpo, una tela sucia y color arena.
Está a su disposición, indefensa y a lo visto rendida. ¿Qué puede hacer? Ya todo está perdido, no le queda más que resignarse. Al menos consiguió sobrevivir un buen tiempo, más de lo que esperaba, pero por lo visto, la suerte la ha abandonado. Y sabe que está sola, no se esmeró en hacer amigos, ni siquiera le importó hacer amigos como Charlotte, por eso sabe que no vendrá nadie a rescatarla o ayudarla, está perdida.

—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? —habla el hombre con el traje elegante— ¿Está es la ladrona que tanto habían estado buscando? No es gran cosa, ni siquiera se ve peligrosa.
—Pero ha sido un fastidio, y ha robado bastante todo este tiempo, Señor. —comenta el hombre de su lado.

Uno de los guardias abre la celda para dejar entrar al hombre que le habla a Charlotte.

—¿Sabes lo que va a ocurrirte? ¿no? —acorta la distancia de ella y clava su fría mirada en sus ojos verdes— Irás directamente a la horca, para pagar tus crímenes. —se inclina para encararla más de cerca y ladea un poco su cabeza— ¿En serio creías que podías entrar al fuerte y salirte con la tuya como había sido siempre? —sonríe medio burlesco—
—¿Y tú quién eres? —pregunta la chica algo nerviosa. Era intimidante.
—Mi nombre es Haytham Kenway. —se endereza pero no deja de verla con desagrado— Anoche cuando hablaba con mi discípula Aveline, tenía la sensación de que alguien nos observaba. ¿Asi que eras tú?.

Se aleja de ella y sale de la celda.

—Llévensela. —ordena Haytham yéndose enseguida.
—Sí Señor.

Responde el hombre que lo acompañaba y dando una seña con su mano les indica a los guardias que hagan lo suyo.
Acto seguido los guardias sujetan de los brazos a Charlotte para llevársela.

—Andando. —dice uno de ellos, dándole un tirón.


Le han atado sus manos a su espalda, y la hacen caminar apuntándole atrás  con sus armas. Así ella es obligada a avanzar a pasos lentos, viendo sus pies descalzos, dirigiéndose a la plataforma de la horca.
Mucha gente ha asistido como público de esta sentencia, hace tiempo que no se ejecutaba a una mujer, y mucho menos una tan importante, y tan buscada como ella.  Entre el público hay hombres y mujeres adultos, todos gritándole, insultándola, y arrojándole pequeñas piedras u otros objetos.
Charlotte soporta todo esto y sigue caminando, viendo cada vez más cerca su destino final.
A unos pasos de llegar a la base de madera una señora muy pasada de peso se acerca, pero no para algo bueno. Claro… toda esa gente que había sido la razón del porqué está aquí no tiene un gramo de amabilidad. Si tan solo la hubieran ayudado cuando más lo necesitó, hace tres años atrás, si tan solo hubiera encontrado a alguien que cuya bondad la condujera por un buen camino, no estaría aquí despidiéndose de su vida. Pero ya es tarde, lo hecho, hecho está y no hay vuelta atrás.

—Bruja —le grita la mujer gorda, y enseguida le escupe en la cara.

Charlotte simplemente cierra sus parpados apretándolos un poco, tragándose su orgullo, dignidad, coraje, todo.

Un poco apartados de la muchedumbre, hay un par de hombres jóvenes que no parecen muy entusiasmados por la ejecución a comparación de la gente. Son dos cazarrecompensas compañeros y amigos de Ezio. Uno tiene una barba corta, usa capucha café al igual que su chaleco, unas mangas blancas y algo sucias remangadas, y cuelga un hacha de su espalda. El otro tiene el cabello hasta el cuello pero algo enmarañado, con un sombrero de soldado inglés y unas facciones duras, como si estuviera enojado todo el tiempo, se ve fuerte y porta dos espadas.

—¡Maldita sea! ¡Es ella! ¡Esa era nuestra presa! —gruñe el del sombrero, y parece que mastica tabaco.
—Ya es caso perdido. —se cruza de brazos el del hacha— ¿Cómo se sentirá Ezio al saber que ya la ha capturado la guardia?
—¡¿Cómo diablos la atraparon?! ¡Si ellos eran más lentos que nosotros! Mierda…
—Yo no quiero ver cuando la ejecuten. Te veo luego en el Pepper Black. —sonríe al verlo y se marcha.


Enredan una soga alrededor del cuello de Charlotte y ella ha cerrado sus ojos, sigue con sus manos atadas atrás. El verdugo que sonríe como disfrutando, mostrando sus amarillentos dientes, con algunos faltantes. Se pone al frente para vociferar a la multitud.

—¡Esta mujer! ¡Nos ha estado robando a todos durante casi tres años! ¡Es por eso! —se posiciona detrás de ella, y le cubre su cabeza con una tela— Que les pregunto ¿Qué podemos hacer con una ladrona así?
—¡Matarla! —contesta la multitud al unísono con júbilo.


El verdugo se echa a reír a carcajadas, saboreando el momento. Y aunque no pudiera verse, de un ojo de Charlotte brota una lagrima. ¿De tristeza? ¿de miedo? ¿de arrepentimiento? Tal vez todo junto. Es el fin.
Un golpe detrás de ella, que hace vibrar el suelo de madera a sus pies, y un oleaje de gritos despavoridos se desata.

—¡Llamen a la guardia! ¡Un asesino!

Mucho escándalo la hace abrir sus ojos. Alguien le descubre su cabeza, y corta la cuerda para cargarla en sus brazos y llevársela lejos.
La chica levanta su mirada y puede ver a un joven encapuchado, un joven conocido. Es…Garrett.

—Tú… Pero. —con sus ojos bien abiertos.
—Guarda silencio.

Sin distraerse sigue corriendo lo más rápido que puede. La gente ha alterado a los guardias que están alerta buscando al encapuchado que se llevó a la ladrona sentenciada.
 Entra a un callejón.

—Bájame, puedo huir sola.
—No lo creo, si pudieras sola no te habrían atrapado. —entre jadeos.
—¡Que me bajes te digo!
—¿Así me agradeces que te haya salvado?
—Nunca te pedí que me salvarás. ¿Acaso te importo?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque soy un Asesino, y ese es mi deber.

Sabe que cada vez los guardias están más cerca. La carga de Charlotte hace pesado el correr, por lo que la echa a una carreta de heno.

—Quédate aquí y déjame perderles por mi cuenta. —le pide.

A zancadas se retira, y escala por una pared hasta el tejado.

Charlotte escucha como pasan corriendo los guardias sin percatarse de que ella está adentro del heno.

«Es un loco. Creí que había dejado de ser Asesino. Ahora…tengo que salir de aquí y resguardarme en mi casa sin ser vista cuanto antes. »





Por otra parte, se ha creado una discusión entre el joven italiano y el viejo. Connor mantiene su distancia detrás de una pared, afuera de la cocina que es en dónde Ezio y Achilles discuten. Desde ahí escucha todo atentamente, quizá ha sido mala idea la de Achilles.


—…tengo a mis amigos, con ellos me basta para encontrar a la Ladrona. No necesitamos de un salvaje que no sabe nada del mundo para logarlo. Por favor viejo, no me obligues a llevarme bien con él. ¿Qué acaso no viste lo violento que es?
—Fíjate cuanto tiempo han estado buscando…sin tener éxito. —elevando lo más que puede su volumen de voz—Si siguen así, alguien más la capturara, hasta la misma guardia. Son unos distraídos, y unos borrachos empedernidos, que no se esfuerzan más de lo que deberían. Connor podría serles muy útil. Solo necesita un poco de entrenamiento, saber lo necesario…, y listo.
—Olvídalo —une sus cejas y lo apunta con su dedo— Ni creas que aceptaré trabajar con alguien así. Ni siquiera lo conoces. ¿Cómo sabes que puede ayudarnos?
—Porque lo sé. —camina apoyándose en su bastón hacia la puerta—¡Bien! ¡No lo hagas! Pero tampoco quiero que sigas viviendo en mi casa, y te quiero muy lejos de mis tierras, regrésame mi armamento, y todos esos años que te dedique para convertirte en lo que eres, y entonces, podrás hacer lo que quieras.
Sale de la cocina y se encuentra a Connor, quien lo mira con seriedad. Achilles  le da una mirada rápida y sigue su andar.

—Ven Connor, tengo algo que mostrarte.

Obediente le sigue, hasta llegar a una pared de madera pero pintada de blanco. Con su bastón Achilles acciona una lámpara cercana y esa pared se desliza abriéndose ante ellos.
Bajan por unas escaleras de madera, a lo que parece un sótano. Hay una pared de dónde cuelgan varios trajes parecidos a los de la guardia. Una mesa al centro con un mapa. Un librero repleto de libros viejos. Y otro pequeño cuarto, de donde se pueden ver que guardan armamento. En una parte especial, hay otra mesa con varios papeles, y unas velas apagadas que Achilles enciende enseguida, y puede ver que esta pared está llena de carteles como el que encontró, pero con otros rostros en su mayoría hombres, algunos están tachados y otros no. Cuando ve al centro de todos ellos el mismo papel que había recogido, es igual y está en medio de todos. Es esa mujer, la Ladrona y “asesina”.

—Solo sabemos que viste así, pero no conocemos su rostro o alguna otra seña en particular. Por supuesto, nada es fácil. Ven… —va hacia la mesa en dónde hay unas sillas— Siéntate y pon mucha atención.
—¿Qué pasa con Ezio?
—No te preocupes por él, ya aceptará, lo conozco bien.


El joven Italiano tiene que volver al trabajo, y tiene que viajar a Nueva York. Por lo que se apresura a montar su caballo y galopar por el camino más corto que conoce.



La mujer de piel oscura, guarda bien su traje réplica del de Charlotte y se mira a un espejo, vestida como una dama sofisticada, usando un vestido verde y blanco, con detalles femeninos, y en su cabeza un sombrero con plumas y flores artificiales.

—Ya has asesinado a los necesarios ¿verdad? ¿Te has asegurado de que todo el territorio de Nueva York y Boston, sea de nosotros? —con ese acento elegante—
—Así es. Lo he hecho. —por el espejo ve a Haytham detrás de ella pero respetando la distancia.
—Perfecto. —Sonríe una pizca— Entonces ya no tienes que usar la imagen de esa Ladrona. Ya cumpliste con tu parte y además, la Ladrona ya ha sido ejecutada hace unas horas. Puedes deshacerte de esas prendas, y volver a tu otra misión, encontrar al joven nativo que esconde el fruto. —se da media vuelta.
—Eso no fue lo que escuche.

Atrapa la atención de Haytham, quien se vuelve para verla.

—¿Qué dices?
—Me han informado que un hombre encapuchado la ha rescatado. Al pedir más detalles, me dicen que asesinó al verdugo con una hoja que al parecer tenía oculta. —se da la vuelta para ver sus ojos— ¿Será un Asesino?
—Creí que ya habíamos acabado con todos. ¿Asi que todavía queda uno?
—No sabría decirle con seguridad, Señor.  
—Uno no es problema, solo búscalo y mátalo cuanto antes. Asegúrate de que no queden más de ellos. Y de paso acaba también con la Ladrona
—Eso es trabajo de la guardia.
—Ya te dije lo que tienes que hacer. —taladrándola con su mirada.
—Entendido, así lo haré. 






.