viernes, 25 de julio de 2014

La Bruja y el Ángel mestizo. [ Capitulo 8 ]
















               Capitulo-8 












Siempre había estado huyendo, escondiéndose, escapando. Y había corrido con mucha suerte, acostumbraba robar en la ciudad, a la gente, cofres custodiados por un par de guardias. Pero quizá su error fue, haber escogido un fuerte Templario. Ella ignoraba que era un fuerte Templario, uno de los muchos que había visto en Nueva York y en Boston. Desconoce  que son los Templarios. Su torpeza la ha hecho caer en un grave error.
Con agilidad se desliza para bajar del edificio de ladrillo, tiene que salir cuanto antes. Sus pies tocan la tierra y se ve rodeada de guardias que la apuntan con sus armas. Está atrapada. Como quisiera saber defenderse, saber pelear, o asesinar, lo suficiente como para acabar con tantos hombres que la están acorralando, pero no es así. Ni siquiera sus flechas envenenadas le ayudarán.

Esta vez no puede huir.

Dos de los guardias se mueven para sujetarla y aunque Charlotte opusiera resistencia, es inútil. Saben que ella es la ladrona tan buscada, la ahora también asesina.
La chica grita y no deja de resistirse por lo que uno de ellos de un golpe en la cabeza, la noquea. Cayendo el peso de su cuerpo a la tierra.



Ha amanecido, y en la Hacienda Davenport; el joven nativo se ha despertado muy temprano. Puede ver al italiano durmiendo todavía en su alcoba, pero él no puede perder el tiempo, su venganza es ahora lo más importante. Por eso busca al viejo de piel oscura por todo el interior de la casa, como desesperado, tiene muchas preguntas que hacerle, y el prometió aclarárselas hoy mismo. Al no tener éxito dentro de la casa, sale al establo, encontrándolo finalmente cerca del barranco con vista al mar. Se detiene en seco al ver al señor, y con pasos más lentos se acerca.

Al escuchar las pisadas, el hombre sabe que es él, y no se mueve solo sigue apoyándose en su bastón de pie viendo al horizonte.

—Sabía que me buscarías. ¿Asi que quieres saber sobre la mujer ladrona? —se da la vuelta para ver su cara.
—Necesito saber quién es, ¿porque atacó y destruyo mi aldea? ¿porque asesinó a mi madre y a toda mi familia? ¿Y dónde está?
—Lamento decirte, que no sé responderte todo eso. Sé que ella es una ladrona, pero no una asesina. Quizá la estás confundiendo con otra mujer. Nosotros llevamos más de un año buscándola, y solo en dos ocasiones Ezio y sus compañeros la vieron, más no pudieron alcanzarla.
—No, no la estoy confundiendo. Es ella. —arruga el ceño y con voz más fuerte— La vi en esa hoja, era su aspecto, sé que ustedes saben quién es.

El señor emite una risa ahogada.

—Primero, cálmate…chico. Nosotros te ayudaremos a buscarla, tú también nos ayudarás. Pero antes, hay que entrenarte, y hay mucho que debemos enseñarte para que puedas moverte en la ciudad. Si aceptas, esta casa será también tu casa, ya que te unirás a nosotros —camina con su bastón y hace un alto para verlo con el rabillo de su ojo— Necesitarás un nuevo nombre, uno fácil de pronunciar.

Achilles ha visto en él una fortaleza increíble, una determinación única. Todo, lo que le falta a su ayudante Ezio Auditore. En su equipo de cazarrecompensas falta algo para que los impulse, algo para que logren sus objetivos, y ese algo…es él. Puede ver que de este muchacho sacará mucho provecho, además su actitud le recuerda a su hijo…

—Connor. Sí…ese será tu nombre.

El joven nativo mira abajo aceptando su nuevo nombre y lo que le propone el señor. Suena bien, necesita encontrar a esa mujer de algún modo.

—Anoche no te había podido ver con claridad —continúa Achilles— ahora que te veo. No pareces completamente un Nativo. Tu piel no es lo suficientemente oscura, ni tampoco lo suficientemente clara. Así será más fácil que te hagas pasar por un Español, o un Italiano como Ezio.
—Mi padre era un inglés. Según me contó mi Madre. —lo mira a los ojos hablando con calma— Su nombre era Haytham Kenway.
—Bueno, entonces serás…Connor Kenway. —le sonríe una pizca, una sonrisa casi imperceptible, y sigue su camino, hacia su casa.
—Achilles… —recordó su nombre, anoche escucho a Ezio llamarlo así—
—¿Si? —voltea a verlo un momento.
—Gracias. —asiente con una pequeña sonrisa.
—De nada, Connor.



No había pegado las pestañas en toda la noche, que para Charlotte fue muy larga.
Se vio encerrada en una oscura celda, sucia, con un olor apestoso que no sabía distinguir bien que era, y unas rejas por dónde podía ver afuera a uno que otro guardia que pasaba vigilando de vez en cuando. Sentada en la cama de piedra se la pasó pensando cómo salir de ahí, pero nada de lo que se le ocurría era buena idea. No importaba que tanto sacudiera las rejas de la pequeña ventanilla de dónde entra oxígeno y algo de luz. Esta tan sellada que es un esfuerzo en vano.

Está en las celdas especiales, en las que aprisionan a las pocas mujeres delincuentes, apartada de los hombres. Muy lejos escuchaba gritos que se oyen ahogados por los muros. No siente miedo, pero si preocupación ¿Qué pasará ahora con ella?
El sonido de unos pasos aproximarse la saca de sus pensamientos, y la hace ponerse en pie, algo alarmada.
A través de las rejas observa a un hombre bien vestido, sin duda elegante, acompañado de otro más, que permanece a su costado, un hombre de cabello negro, nariz aguileña y largas patillas. Tras unos segundos un par de guardias llegan también.
Al fin es posible verla, ese rostro que tanto había ocultado ahora está totalmente expuesto, pueden distinguir su llamativo cabello rojizo, y ahora suelto, sus ojos verdes, sus pecas, su belleza y juventud en todo su esplendor. Ya no viste de ladrona encapuchada, ahora viste de prisionera, tan solo unos trapos que cubrían bien su cuerpo, una tela sucia y color arena.
Está a su disposición, indefensa y a lo visto rendida. ¿Qué puede hacer? Ya todo está perdido, no le queda más que resignarse. Al menos consiguió sobrevivir un buen tiempo, más de lo que esperaba, pero por lo visto, la suerte la ha abandonado. Y sabe que está sola, no se esmeró en hacer amigos, ni siquiera le importó hacer amigos como Charlotte, por eso sabe que no vendrá nadie a rescatarla o ayudarla, está perdida.

—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? —habla el hombre con el traje elegante— ¿Está es la ladrona que tanto habían estado buscando? No es gran cosa, ni siquiera se ve peligrosa.
—Pero ha sido un fastidio, y ha robado bastante todo este tiempo, Señor. —comenta el hombre de su lado.

Uno de los guardias abre la celda para dejar entrar al hombre que le habla a Charlotte.

—¿Sabes lo que va a ocurrirte? ¿no? —acorta la distancia de ella y clava su fría mirada en sus ojos verdes— Irás directamente a la horca, para pagar tus crímenes. —se inclina para encararla más de cerca y ladea un poco su cabeza— ¿En serio creías que podías entrar al fuerte y salirte con la tuya como había sido siempre? —sonríe medio burlesco—
—¿Y tú quién eres? —pregunta la chica algo nerviosa. Era intimidante.
—Mi nombre es Haytham Kenway. —se endereza pero no deja de verla con desagrado— Anoche cuando hablaba con mi discípula Aveline, tenía la sensación de que alguien nos observaba. ¿Asi que eras tú?.

Se aleja de ella y sale de la celda.

—Llévensela. —ordena Haytham yéndose enseguida.
—Sí Señor.

Responde el hombre que lo acompañaba y dando una seña con su mano les indica a los guardias que hagan lo suyo.
Acto seguido los guardias sujetan de los brazos a Charlotte para llevársela.

—Andando. —dice uno de ellos, dándole un tirón.


Le han atado sus manos a su espalda, y la hacen caminar apuntándole atrás  con sus armas. Así ella es obligada a avanzar a pasos lentos, viendo sus pies descalzos, dirigiéndose a la plataforma de la horca.
Mucha gente ha asistido como público de esta sentencia, hace tiempo que no se ejecutaba a una mujer, y mucho menos una tan importante, y tan buscada como ella.  Entre el público hay hombres y mujeres adultos, todos gritándole, insultándola, y arrojándole pequeñas piedras u otros objetos.
Charlotte soporta todo esto y sigue caminando, viendo cada vez más cerca su destino final.
A unos pasos de llegar a la base de madera una señora muy pasada de peso se acerca, pero no para algo bueno. Claro… toda esa gente que había sido la razón del porqué está aquí no tiene un gramo de amabilidad. Si tan solo la hubieran ayudado cuando más lo necesitó, hace tres años atrás, si tan solo hubiera encontrado a alguien que cuya bondad la condujera por un buen camino, no estaría aquí despidiéndose de su vida. Pero ya es tarde, lo hecho, hecho está y no hay vuelta atrás.

—Bruja —le grita la mujer gorda, y enseguida le escupe en la cara.

Charlotte simplemente cierra sus parpados apretándolos un poco, tragándose su orgullo, dignidad, coraje, todo.

Un poco apartados de la muchedumbre, hay un par de hombres jóvenes que no parecen muy entusiasmados por la ejecución a comparación de la gente. Son dos cazarrecompensas compañeros y amigos de Ezio. Uno tiene una barba corta, usa capucha café al igual que su chaleco, unas mangas blancas y algo sucias remangadas, y cuelga un hacha de su espalda. El otro tiene el cabello hasta el cuello pero algo enmarañado, con un sombrero de soldado inglés y unas facciones duras, como si estuviera enojado todo el tiempo, se ve fuerte y porta dos espadas.

—¡Maldita sea! ¡Es ella! ¡Esa era nuestra presa! —gruñe el del sombrero, y parece que mastica tabaco.
—Ya es caso perdido. —se cruza de brazos el del hacha— ¿Cómo se sentirá Ezio al saber que ya la ha capturado la guardia?
—¡¿Cómo diablos la atraparon?! ¡Si ellos eran más lentos que nosotros! Mierda…
—Yo no quiero ver cuando la ejecuten. Te veo luego en el Pepper Black. —sonríe al verlo y se marcha.


Enredan una soga alrededor del cuello de Charlotte y ella ha cerrado sus ojos, sigue con sus manos atadas atrás. El verdugo que sonríe como disfrutando, mostrando sus amarillentos dientes, con algunos faltantes. Se pone al frente para vociferar a la multitud.

—¡Esta mujer! ¡Nos ha estado robando a todos durante casi tres años! ¡Es por eso! —se posiciona detrás de ella, y le cubre su cabeza con una tela— Que les pregunto ¿Qué podemos hacer con una ladrona así?
—¡Matarla! —contesta la multitud al unísono con júbilo.


El verdugo se echa a reír a carcajadas, saboreando el momento. Y aunque no pudiera verse, de un ojo de Charlotte brota una lagrima. ¿De tristeza? ¿de miedo? ¿de arrepentimiento? Tal vez todo junto. Es el fin.
Un golpe detrás de ella, que hace vibrar el suelo de madera a sus pies, y un oleaje de gritos despavoridos se desata.

—¡Llamen a la guardia! ¡Un asesino!

Mucho escándalo la hace abrir sus ojos. Alguien le descubre su cabeza, y corta la cuerda para cargarla en sus brazos y llevársela lejos.
La chica levanta su mirada y puede ver a un joven encapuchado, un joven conocido. Es…Garrett.

—Tú… Pero. —con sus ojos bien abiertos.
—Guarda silencio.

Sin distraerse sigue corriendo lo más rápido que puede. La gente ha alterado a los guardias que están alerta buscando al encapuchado que se llevó a la ladrona sentenciada.
 Entra a un callejón.

—Bájame, puedo huir sola.
—No lo creo, si pudieras sola no te habrían atrapado. —entre jadeos.
—¡Que me bajes te digo!
—¿Así me agradeces que te haya salvado?
—Nunca te pedí que me salvarás. ¿Acaso te importo?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque soy un Asesino, y ese es mi deber.

Sabe que cada vez los guardias están más cerca. La carga de Charlotte hace pesado el correr, por lo que la echa a una carreta de heno.

—Quédate aquí y déjame perderles por mi cuenta. —le pide.

A zancadas se retira, y escala por una pared hasta el tejado.

Charlotte escucha como pasan corriendo los guardias sin percatarse de que ella está adentro del heno.

«Es un loco. Creí que había dejado de ser Asesino. Ahora…tengo que salir de aquí y resguardarme en mi casa sin ser vista cuanto antes. »





Por otra parte, se ha creado una discusión entre el joven italiano y el viejo. Connor mantiene su distancia detrás de una pared, afuera de la cocina que es en dónde Ezio y Achilles discuten. Desde ahí escucha todo atentamente, quizá ha sido mala idea la de Achilles.


—…tengo a mis amigos, con ellos me basta para encontrar a la Ladrona. No necesitamos de un salvaje que no sabe nada del mundo para logarlo. Por favor viejo, no me obligues a llevarme bien con él. ¿Qué acaso no viste lo violento que es?
—Fíjate cuanto tiempo han estado buscando…sin tener éxito. —elevando lo más que puede su volumen de voz—Si siguen así, alguien más la capturara, hasta la misma guardia. Son unos distraídos, y unos borrachos empedernidos, que no se esfuerzan más de lo que deberían. Connor podría serles muy útil. Solo necesita un poco de entrenamiento, saber lo necesario…, y listo.
—Olvídalo —une sus cejas y lo apunta con su dedo— Ni creas que aceptaré trabajar con alguien así. Ni siquiera lo conoces. ¿Cómo sabes que puede ayudarnos?
—Porque lo sé. —camina apoyándose en su bastón hacia la puerta—¡Bien! ¡No lo hagas! Pero tampoco quiero que sigas viviendo en mi casa, y te quiero muy lejos de mis tierras, regrésame mi armamento, y todos esos años que te dedique para convertirte en lo que eres, y entonces, podrás hacer lo que quieras.
Sale de la cocina y se encuentra a Connor, quien lo mira con seriedad. Achilles  le da una mirada rápida y sigue su andar.

—Ven Connor, tengo algo que mostrarte.

Obediente le sigue, hasta llegar a una pared de madera pero pintada de blanco. Con su bastón Achilles acciona una lámpara cercana y esa pared se desliza abriéndose ante ellos.
Bajan por unas escaleras de madera, a lo que parece un sótano. Hay una pared de dónde cuelgan varios trajes parecidos a los de la guardia. Una mesa al centro con un mapa. Un librero repleto de libros viejos. Y otro pequeño cuarto, de donde se pueden ver que guardan armamento. En una parte especial, hay otra mesa con varios papeles, y unas velas apagadas que Achilles enciende enseguida, y puede ver que esta pared está llena de carteles como el que encontró, pero con otros rostros en su mayoría hombres, algunos están tachados y otros no. Cuando ve al centro de todos ellos el mismo papel que había recogido, es igual y está en medio de todos. Es esa mujer, la Ladrona y “asesina”.

—Solo sabemos que viste así, pero no conocemos su rostro o alguna otra seña en particular. Por supuesto, nada es fácil. Ven… —va hacia la mesa en dónde hay unas sillas— Siéntate y pon mucha atención.
—¿Qué pasa con Ezio?
—No te preocupes por él, ya aceptará, lo conozco bien.


El joven Italiano tiene que volver al trabajo, y tiene que viajar a Nueva York. Por lo que se apresura a montar su caballo y galopar por el camino más corto que conoce.



La mujer de piel oscura, guarda bien su traje réplica del de Charlotte y se mira a un espejo, vestida como una dama sofisticada, usando un vestido verde y blanco, con detalles femeninos, y en su cabeza un sombrero con plumas y flores artificiales.

—Ya has asesinado a los necesarios ¿verdad? ¿Te has asegurado de que todo el territorio de Nueva York y Boston, sea de nosotros? —con ese acento elegante—
—Así es. Lo he hecho. —por el espejo ve a Haytham detrás de ella pero respetando la distancia.
—Perfecto. —Sonríe una pizca— Entonces ya no tienes que usar la imagen de esa Ladrona. Ya cumpliste con tu parte y además, la Ladrona ya ha sido ejecutada hace unas horas. Puedes deshacerte de esas prendas, y volver a tu otra misión, encontrar al joven nativo que esconde el fruto. —se da media vuelta.
—Eso no fue lo que escuche.

Atrapa la atención de Haytham, quien se vuelve para verla.

—¿Qué dices?
—Me han informado que un hombre encapuchado la ha rescatado. Al pedir más detalles, me dicen que asesinó al verdugo con una hoja que al parecer tenía oculta. —se da la vuelta para ver sus ojos— ¿Será un Asesino?
—Creí que ya habíamos acabado con todos. ¿Asi que todavía queda uno?
—No sabría decirle con seguridad, Señor.  
—Uno no es problema, solo búscalo y mátalo cuanto antes. Asegúrate de que no queden más de ellos. Y de paso acaba también con la Ladrona
—Eso es trabajo de la guardia.
—Ya te dije lo que tienes que hacer. —taladrándola con su mirada.
—Entendido, así lo haré. 






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