Capitulo-8
Siempre había estado
huyendo, escondiéndose, escapando. Y había corrido con mucha suerte,
acostumbraba robar en la ciudad, a la gente, cofres custodiados por un par de
guardias. Pero quizá su error fue, haber escogido un fuerte Templario. Ella
ignoraba que era un fuerte Templario, uno de los muchos que había visto en
Nueva York y en Boston. Desconoce que
son los Templarios. Su torpeza la ha hecho caer en un grave error.
Con agilidad se
desliza para bajar del edificio de ladrillo, tiene que salir cuanto antes. Sus
pies tocan la tierra y se ve rodeada de guardias que la apuntan con sus armas.
Está atrapada. Como quisiera saber defenderse, saber pelear, o asesinar, lo
suficiente como para acabar con tantos hombres que la están acorralando, pero
no es así. Ni siquiera sus flechas envenenadas le ayudarán.
Esta vez no puede
huir.
Dos de los guardias se
mueven para sujetarla y aunque Charlotte opusiera resistencia, es inútil. Saben
que ella es la ladrona tan buscada, la ahora también asesina.
La chica grita y no
deja de resistirse por lo que uno de ellos de un golpe en la cabeza, la noquea.
Cayendo el peso de su cuerpo a la tierra.
Ha amanecido, y en la
Hacienda Davenport; el joven nativo se ha despertado muy temprano. Puede ver al
italiano durmiendo todavía en su alcoba, pero él no puede perder el tiempo, su
venganza es ahora lo más importante. Por eso busca al viejo de piel oscura por
todo el interior de la casa, como desesperado, tiene muchas preguntas que
hacerle, y el prometió aclarárselas hoy mismo. Al no tener éxito dentro de la
casa, sale al establo, encontrándolo finalmente cerca del barranco con vista al
mar. Se detiene en seco al ver al señor, y con pasos más lentos se acerca.
Al escuchar las
pisadas, el hombre sabe que es él, y no se mueve solo sigue apoyándose en su
bastón de pie viendo al horizonte.
—Sabía que me
buscarías. ¿Asi que quieres saber sobre la mujer ladrona? —se da la vuelta para
ver su cara.
—Necesito saber quién
es, ¿porque atacó y destruyo mi aldea? ¿porque asesinó a mi madre y a toda mi
familia? ¿Y dónde está?
—Lamento decirte, que
no sé responderte todo eso. Sé que ella es una ladrona, pero no una asesina.
Quizá la estás confundiendo con otra mujer. Nosotros llevamos más de un año
buscándola, y solo en dos ocasiones Ezio y sus compañeros la vieron, más no
pudieron alcanzarla.
—No, no la estoy
confundiendo. Es ella. —arruga el ceño y con voz más fuerte— La vi en esa hoja,
era su aspecto, sé que ustedes saben quién es.
El señor emite una
risa ahogada.
—Primero,
cálmate…chico. Nosotros te ayudaremos a buscarla, tú también nos ayudarás. Pero
antes, hay que entrenarte, y hay mucho que debemos enseñarte para que puedas
moverte en la ciudad. Si aceptas, esta casa será también tu casa, ya que te
unirás a nosotros —camina con su bastón y hace un alto para verlo con el
rabillo de su ojo— Necesitarás un nuevo nombre, uno fácil de pronunciar.
Achilles ha visto en
él una fortaleza increíble, una determinación única. Todo, lo que le falta a su
ayudante Ezio Auditore. En su equipo de cazarrecompensas falta algo para que
los impulse, algo para que logren sus objetivos, y ese algo…es él. Puede ver
que de este muchacho sacará mucho provecho, además su actitud le recuerda a su
hijo…
—Connor. Sí…ese será
tu nombre.
El joven nativo mira
abajo aceptando su nuevo nombre y lo que le propone el señor. Suena bien,
necesita encontrar a esa mujer de algún modo.
—Anoche no te había
podido ver con claridad —continúa Achilles— ahora que te veo. No pareces
completamente un Nativo. Tu piel no es lo suficientemente oscura, ni tampoco lo
suficientemente clara. Así será más fácil que te hagas pasar por un Español, o
un Italiano como Ezio.
—Mi padre era un
inglés. Según me contó mi Madre. —lo mira a los ojos hablando con calma— Su
nombre era Haytham Kenway.
—Bueno, entonces
serás…Connor Kenway. —le sonríe una pizca, una sonrisa casi imperceptible, y
sigue su camino, hacia su casa.
—Achilles… —recordó su
nombre, anoche escucho a Ezio llamarlo así—
—¿Si? —voltea a verlo
un momento.
—Gracias. —asiente con
una pequeña sonrisa.
—De nada, Connor.
No había pegado las
pestañas en toda la noche, que para Charlotte fue muy larga.
Se vio encerrada en
una oscura celda, sucia, con un olor apestoso que no sabía distinguir bien que
era, y unas rejas por dónde podía ver afuera a uno que otro guardia que pasaba
vigilando de vez en cuando. Sentada en la cama de piedra se la pasó pensando cómo
salir de ahí, pero nada de lo que se le ocurría era buena idea. No importaba
que tanto sacudiera las rejas de la pequeña ventanilla de dónde entra oxígeno y
algo de luz. Esta tan sellada que es un esfuerzo en vano.
Está en las celdas
especiales, en las que aprisionan a las pocas mujeres delincuentes, apartada de
los hombres. Muy lejos escuchaba gritos que se oyen ahogados por los muros. No
siente miedo, pero si preocupación ¿Qué pasará ahora con ella?
El sonido de unos
pasos aproximarse la saca de sus pensamientos, y la hace ponerse en pie, algo
alarmada.
A través de las rejas
observa a un hombre bien vestido, sin duda elegante, acompañado de otro más, que
permanece a su costado, un hombre de cabello negro, nariz aguileña y largas
patillas. Tras unos segundos un par de guardias llegan también.
Al fin es posible
verla, ese rostro que tanto había ocultado ahora está totalmente expuesto,
pueden distinguir su llamativo cabello rojizo, y ahora suelto, sus ojos verdes,
sus pecas, su belleza y juventud en todo su esplendor. Ya no viste de ladrona
encapuchada, ahora viste de prisionera, tan solo unos trapos que cubrían bien
su cuerpo, una tela sucia y color arena.
Está a su disposición,
indefensa y a lo visto rendida. ¿Qué puede hacer? Ya todo está perdido, no le
queda más que resignarse. Al menos consiguió sobrevivir un buen tiempo, más de
lo que esperaba, pero por lo visto, la suerte la ha abandonado. Y sabe que está
sola, no se esmeró en hacer amigos, ni siquiera le importó hacer amigos como
Charlotte, por eso sabe que no vendrá nadie a rescatarla o ayudarla, está
perdida.
—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos
aquí? —habla el hombre con el traje elegante— ¿Está es la ladrona que tanto
habían estado buscando? No es gran cosa, ni siquiera se ve peligrosa.
—Pero ha sido un
fastidio, y ha robado bastante todo este tiempo, Señor. —comenta el hombre de
su lado.
Uno de los guardias
abre la celda para dejar entrar al hombre que le habla a Charlotte.
—¿Sabes lo que va a
ocurrirte? ¿no? —acorta la distancia de ella y clava su fría mirada en sus ojos
verdes— Irás directamente a la horca, para pagar tus crímenes. —se inclina para
encararla más de cerca y ladea un poco su cabeza— ¿En serio creías que podías
entrar al fuerte y salirte con la tuya como había sido siempre? —sonríe medio
burlesco—
—¿Y tú quién eres? —pregunta
la chica algo nerviosa. Era intimidante.
—Mi nombre es Haytham
Kenway. —se endereza pero no deja de verla con desagrado— Anoche cuando hablaba
con mi discípula Aveline, tenía la sensación de que alguien nos observaba. ¿Asi
que eras tú?.
Se aleja de ella y
sale de la celda.
—Llévensela. —ordena
Haytham yéndose enseguida.
—Sí Señor.
Responde el hombre que
lo acompañaba y dando una seña con su mano les indica a los guardias que hagan
lo suyo.
Acto seguido los
guardias sujetan de los brazos a Charlotte para llevársela.
—Andando. —dice uno de
ellos, dándole un tirón.
Le han atado sus manos
a su espalda, y la hacen caminar apuntándole atrás con sus armas. Así ella es obligada a avanzar
a pasos lentos, viendo sus pies descalzos, dirigiéndose a la plataforma de la
horca.
Mucha gente ha
asistido como público de esta sentencia, hace tiempo que no se ejecutaba a una
mujer, y mucho menos una tan importante, y tan buscada como ella. Entre el público hay hombres y mujeres
adultos, todos gritándole, insultándola, y arrojándole pequeñas piedras u otros
objetos.
Charlotte soporta todo
esto y sigue caminando, viendo cada vez más cerca su destino final.
A unos pasos de llegar
a la base de madera una señora muy pasada de peso se acerca, pero no para algo
bueno. Claro… toda esa gente que había sido la razón del porqué está aquí no
tiene un gramo de amabilidad. Si tan solo la hubieran ayudado cuando más lo
necesitó, hace tres años atrás, si tan solo hubiera encontrado a alguien que
cuya bondad la condujera por un buen camino, no estaría aquí despidiéndose de
su vida. Pero ya es tarde, lo hecho, hecho está y no hay vuelta atrás.
—Bruja —le grita la
mujer gorda, y enseguida le escupe en la cara.
Charlotte simplemente
cierra sus parpados apretándolos un poco, tragándose su orgullo, dignidad,
coraje, todo.
Un poco apartados de
la muchedumbre, hay un par de hombres jóvenes que no parecen muy entusiasmados
por la ejecución a comparación de la gente. Son dos cazarrecompensas compañeros
y amigos de Ezio. Uno tiene una barba corta, usa capucha café al igual que su
chaleco, unas mangas blancas y algo sucias remangadas, y cuelga un hacha de su
espalda. El otro tiene el cabello hasta el cuello pero algo enmarañado, con un
sombrero de soldado inglés y unas facciones duras, como si estuviera enojado
todo el tiempo, se ve fuerte y porta dos espadas.
—¡Maldita sea! ¡Es
ella! ¡Esa era nuestra presa! —gruñe el del sombrero, y parece que mastica
tabaco.
—Ya es caso perdido. —se
cruza de brazos el del hacha— ¿Cómo se sentirá Ezio al saber que ya la ha
capturado la guardia?
—¡¿Cómo diablos la
atraparon?! ¡Si ellos eran más lentos que nosotros! Mierda…
—Yo no quiero ver
cuando la ejecuten. Te veo luego en el Pepper Black. —sonríe al verlo y se
marcha.
Enredan una soga
alrededor del cuello de Charlotte y ella ha cerrado sus ojos, sigue con sus
manos atadas atrás. El verdugo que sonríe como disfrutando, mostrando sus
amarillentos dientes, con algunos faltantes. Se pone al frente para vociferar a
la multitud.
—¡Esta mujer! ¡Nos ha
estado robando a todos durante casi tres años! ¡Es por eso! —se posiciona
detrás de ella, y le cubre su cabeza con una tela— Que les pregunto ¿Qué
podemos hacer con una ladrona así?
—¡Matarla! —contesta
la multitud al unísono con júbilo.
El verdugo se echa a
reír a carcajadas, saboreando el momento. Y aunque no pudiera verse, de un ojo
de Charlotte brota una lagrima. ¿De tristeza? ¿de miedo? ¿de arrepentimiento? Tal
vez todo junto. Es el fin.
Un golpe detrás de
ella, que hace vibrar el suelo de madera a sus pies, y un oleaje de gritos
despavoridos se desata.
—¡Llamen a la guardia!
¡Un asesino!
Mucho escándalo la hace
abrir sus ojos. Alguien le descubre su cabeza, y corta la cuerda para cargarla
en sus brazos y llevársela lejos.
La chica levanta su
mirada y puede ver a un joven encapuchado, un joven conocido. Es…Garrett.
—Tú… Pero. —con sus
ojos bien abiertos.
—Guarda silencio.
Sin distraerse sigue
corriendo lo más rápido que puede. La gente ha alterado a los guardias que
están alerta buscando al encapuchado que se llevó a la ladrona sentenciada.
Entra a un callejón.
—Bájame, puedo huir
sola.
—No lo creo, si
pudieras sola no te habrían atrapado. —entre jadeos.
—¡Que me bajes te
digo!
—¿Así me agradeces que
te haya salvado?
—Nunca te pedí que me
salvarás. ¿Acaso te importo?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque soy un
Asesino, y ese es mi deber.
Sabe que cada vez los
guardias están más cerca. La carga de Charlotte hace pesado el correr, por lo
que la echa a una carreta de heno.
—Quédate aquí y déjame
perderles por mi cuenta. —le pide.
A zancadas se retira,
y escala por una pared hasta el tejado.
Charlotte escucha como
pasan corriendo los guardias sin percatarse de que ella está adentro del heno.
«Es un loco. Creí que
había dejado de ser Asesino. Ahora…tengo que salir de aquí y resguardarme en mi
casa sin ser vista cuanto antes. »
Por otra parte, se ha
creado una discusión entre el joven italiano y el viejo. Connor mantiene su
distancia detrás de una pared, afuera de la cocina que es en dónde Ezio y
Achilles discuten. Desde ahí escucha todo atentamente, quizá ha sido mala idea
la de Achilles.
—…tengo a mis amigos,
con ellos me basta para encontrar a la Ladrona. No necesitamos de un salvaje
que no sabe nada del mundo para logarlo. Por favor viejo, no me obligues a
llevarme bien con él. ¿Qué acaso no viste lo violento que es?
—Fíjate cuanto tiempo
han estado buscando…sin tener éxito. —elevando lo más que puede su volumen de
voz—Si siguen así, alguien más la capturara, hasta la misma guardia. Son unos distraídos,
y unos borrachos empedernidos, que no se esfuerzan más de lo que deberían.
Connor podría serles muy útil. Solo necesita un poco de entrenamiento, saber lo
necesario…, y listo.
—Olvídalo —une sus
cejas y lo apunta con su dedo— Ni creas que aceptaré trabajar con alguien así. Ni
siquiera lo conoces. ¿Cómo sabes que puede ayudarnos?
—Porque lo sé. —camina
apoyándose en su bastón hacia la puerta—¡Bien! ¡No lo hagas! Pero tampoco
quiero que sigas viviendo en mi casa, y te quiero muy lejos de mis tierras, regrésame
mi armamento, y todos esos años que te dedique para convertirte en lo que eres,
y entonces, podrás hacer lo que quieras.
Sale de la cocina y se
encuentra a Connor, quien lo mira con seriedad. Achilles le da una mirada rápida y sigue su andar.
—Ven Connor, tengo
algo que mostrarte.
Obediente le sigue,
hasta llegar a una pared de madera pero pintada de blanco. Con su bastón
Achilles acciona una lámpara cercana y esa pared se desliza abriéndose ante
ellos.
Bajan por unas
escaleras de madera, a lo que parece un sótano. Hay una pared de dónde cuelgan
varios trajes parecidos a los de la guardia. Una mesa al centro con un mapa. Un
librero repleto de libros viejos. Y otro pequeño cuarto, de donde se pueden ver
que guardan armamento. En una parte especial, hay otra mesa con varios papeles,
y unas velas apagadas que Achilles enciende enseguida, y puede ver que esta
pared está llena de carteles como el que encontró, pero con otros rostros en su
mayoría hombres, algunos están tachados y otros no. Cuando ve al centro de
todos ellos el mismo papel que había recogido, es igual y está en medio de
todos. Es esa mujer, la Ladrona y “asesina”.
—Solo sabemos que
viste así, pero no conocemos su rostro o alguna otra seña en particular. Por
supuesto, nada es fácil. Ven… —va hacia la mesa en dónde hay unas sillas— Siéntate
y pon mucha atención.
—¿Qué pasa con Ezio?
—No te preocupes por
él, ya aceptará, lo conozco bien.
El joven Italiano
tiene que volver al trabajo, y tiene que viajar a Nueva York. Por lo que se apresura
a montar su caballo y galopar por el camino más corto que conoce.
La mujer de piel
oscura, guarda bien su traje réplica del de Charlotte y se mira a un espejo,
vestida como una dama sofisticada, usando un vestido verde y blanco, con
detalles femeninos, y en su cabeza un sombrero con plumas y flores
artificiales.
—Ya has asesinado a
los necesarios ¿verdad? ¿Te has asegurado de que todo el territorio de Nueva
York y Boston, sea de nosotros? —con ese acento elegante—
—Así es. Lo he hecho. —por
el espejo ve a Haytham detrás de ella pero respetando la distancia.
—Perfecto. —Sonríe una
pizca— Entonces ya no tienes que usar la imagen de esa Ladrona. Ya cumpliste
con tu parte y además, la Ladrona ya ha sido ejecutada hace unas horas. Puedes
deshacerte de esas prendas, y volver a tu otra misión, encontrar al joven
nativo que esconde el fruto. —se da media vuelta.
—Eso no fue lo que
escuche.
Atrapa la atención de
Haytham, quien se vuelve para verla.
—¿Qué dices?
—Me han informado que
un hombre encapuchado la ha rescatado. Al pedir más detalles, me dicen que
asesinó al verdugo con una hoja que al parecer tenía oculta. —se da la vuelta
para ver sus ojos— ¿Será un Asesino?
—Creí que ya habíamos acabado
con todos. ¿Asi que todavía queda uno?
—No sabría decirle con
seguridad, Señor.
—Uno no es problema,
solo búscalo y mátalo cuanto antes. Asegúrate de que no queden más de ellos. Y
de paso acaba también con la Ladrona
—Eso es trabajo de la
guardia.
—Ya te dije lo que
tienes que hacer. —taladrándola con su mirada.
—Entendido, así lo
haré.
.
Me encantan tus historias, sigue escribiendo.
ResponderEliminarGracias <3
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