miércoles, 21 de septiembre de 2016

La Bruja y el Ángel mestizo [Capitulo-30] (Final-Parte 1)













                              Capitulo-30











No había lugar para el orgullo en este momento. Los Asesinos debían actuar rápido, no la tienen a su favor. Está claro que no podrán enfrentarse a Haytham, y tan solo son cinco los Asesinos que custodian la Iglesia, tres están dentro del templo y los dos restantes con Ezio protegiendo las afueras.
Su deber era proteger el fruto del Eden como les había indicado la orden de Asesinos, como le juraron a su líder Garrett, si no lo hacen tanto la muerte de Garrett como la de sus hermanos Asesinos habrá sido en vano, es por eso que aunque no confían totalmente en el joven de acento italiano tienen que tomar en cuenta su propuesta.
Sujetan a Ezio entre los dos Asesinos para llevarlo hasta dónde está la pieza del Edén con el fin de que no intente algo absurdo. Si en verdad conoce un lugar seguro dónde llevar el fruto lejos de las manos templarias, deben recurrir a él.

La mano de Haytham se aferraba al delgado brazo de Charlotte, ella sin querer mirar sus ojos veía sus pies descalzos y esas sucias y viejas ropas de prisión que deberían ser blancas. Escuchaba a Ratohnaketon a su Ratonhaketon, y sí tiene razón, que no los deje ir, que solo los este usando para llegar a lo que quiere y una vez que lo obtenga vuelvan a separarlos, de nada servirá, pero si no le dice lo que quiere saber puede matarlos y toda esperanza de vivir una vida tranquila y normal en el bosque junto a Ratonhaketon, todo lo que siempre soñó y no pudo concederse hasta el momento se verá perdido.  En Natalia se podía ver como subía y bajaba su pecho por la inquietud que sentía, ella también lo sabía y quería vivir ahora tenía una razón, necesitaba vivir si quería salir a buscar a ese hombre italiano que le robo la mirada. Por su lado el joven mestizo mantenía su compostura, no debía perderla si no quería poner en riesgo a Charlotte. La paciencia de Haytham se estaba agotando al paso de cada segundo.

—¡¿Podría dejarla en paz?! —grito Natalia siendo sujetada por dos soldados, detrás de Charles lee— Yo también lo sé, y se lo puedo decir pero primero haga que estos soldados nos suelten.

Logro captar la mirada del líder quien con sus manos atrás se apartó de la chica de cabellos enredados y rojizos para pasar lentamente hacía la mujer flacucha y de mirada melancolica y rostro con marcas de golpes.

—De ninguna manera los soltaré sin antes ver el fruto del Eden en mis manos.
—Señor, dejemos esto —interrumpe Charles— Ya nos trajeron aquí, ahora —mira con su ceño arrugado hacía el techo— podemos encargarnos de esos Asesinos que se esconden arriba como cobardes, quizá alguno de ellos nos lo diga a la fuerza.
—¿Para qué molestarnos Charles? —lo mira de reojo— Si tenemos aquí a una bruja —la señala con su mano— Y a la loca de su amiga que seguro saben muy bien dónde están. Y desde ahora les advierto, tienen un minuto para decirme sea quien sea o las mataré con mis propias manos.
—¡Basta! —grita Connor y se mueve intentando librarse pero no tiene la suficiente fuerza— Déjalas ir, yo te diré dónde está.
—¡Connor! —exclama Charlotte sin poder voltear a verlo bien— 
«Tú no sabes realmente solo te pondrás en peligro…» 
—Ah… —sonríe Haytham y camina hacía Connor para ponerse delante de él— Pero si es mi hijo…
—No soy tu hijo.
—Lo eres.
—Eres un…

Se escuchan dos golpes en el suelo. Son dos Asesinos que han caído desde los techos de la Iglesia para enfrentarse a ellos. Haytham es el primero en notarlo y se prepara con su espada en mano, sus soldados también. Uno de los encapuchados de túnicas blancas arroja un cuchillo hacía la cabeza de un guardia y con su espada se balancea sobre otro, su compañero se acerca a toda prisa a Haytham y extrae una daga de la funda de su espalda e intenta clavársela pero el templario lo evade haciendo que roce el filo de su espada. Los otros soldados no hacen nada por estar sujetando los prisioneros, y Charles recibe una bala en su hombro lo que lo hace doblarse de dolor y caer de rodillas. Ese proyectil venía desde el techo por un pasillo. Pasaron corriendo hacia el fondo dos Asesinos más junto con otro hombre vestido como prisionero que sostenía un mosquete largo.
Haytham los detecta y mientras controla las estocadas del Asesino levanta su voz.

—¡Síganlos! ¡Y mátenlos pero dejen a un Asesino vivo, tendrá que decirme dónde está el fruto del Eden! —detiene la mano con la hoja oculta que estaba a punto de enterrarse en su cuello— No será tan fácil Asesino… —lo empuja y lo apunta con su espada.

Connor, Charlotte y Natalia se ven libres de los soldados y los Templarios, aprovechando para escapar, Connor se apresura a encontrarse con Charlotte y tras un abrazo algo débil porque siguen lesionados se ayudan mutuamente para correr lo más rápido posible. Por supuesto el mestizo no deseaba irse así como así, su instinto le pedía vengarse aún pero ahora pensaba más en Charlotte, aunque la tentación fuera fuerte, le basto con tomar con fuerza la mano de Charlotte para controlar su ira guardada, sumando una tierna mirada de parte de la chica que lo hace enternecer por dentro. Natalia había alcanzado a ver que el hombre que le disparó a Charles era aquel joven que le interesaba así que siguió detrás a la pareja para acercarse a Charlotte.

—Por favor, váyanse, vayan y sean felices, yo tengo algo que hacer.
—Natalia ¡No! —dice Charlotte agarrando su mano.
—¡Era Ezio!
—¡Pero te matarán!
—Es un riesgo que debo tomar Charlotte, ese es mi motivo de vida ahora, si muero, habrá valido la pena al menos fue por algo.

Le da un fuerte abrazo a Charlotte.

—Cuídala por favor —le pide a Connor antes de irse.

Connor la ve irse y se da la vuelta para seguir adelante.

—Vamos… —le hala el brazo a Charlotte.
—Pero no podemos dejarla así… la matarán Connor.
—Ya la escuchaste, ahora vamos.
—Es mi amiga.
—Charlotte. —la mira a los ojos y toma con sus manos sus mejillas— Hay que irnos, o moriremos también.

No dice nada y vuelve a ver atrás.

Ezio sigue a los Asesinos con su mosquete en sus manos.

—¡Maldición! Debía darle a ese Templario idiota, y le di a su amigo.

Alguien lo empuja contra la pared y le aprieta el cuello con su antebrazo; es uno de los Asesinos. Quien lo observa fijamente, una mirada que hiela la sangre de Ezio.

—No lo vuelvas a hacer, gracias a tu descuido, nos han visto y ahora hay que darnos más prisa.
—Perdón, yo solo…quería ayudar. Un…poco.

Se aleja y sigue corriendo hacia dónde esconden el fruto del Eden junto con su otro hermano. Ezio los sigue.

Los dos Asesinos han muerto a manos de Haytham y uno de sus soldados, los demás han ido tras los otros. Haytham con manchas de sangre en su elegante traje inglés se toma un respiro para ver a su alrededor. Charles lee amarrando un trozo de tela que le arranco a uno de esos trajes de los Asesinos sin vida en el suelo, para detener el flujo de sangre en su hombro se ayudaba con los dientes para hacerle un buen nudo. Haytham aparte de Charles lee, no puede ver a su hijo ni a esas mujeres. Pero no les dio importancia, de todos modos lo único que le importa es obtener el fruto del Eden.

Natalia sube las escaleras para subir a dónde vio al joven, pero se encuentra en un laberinto de pasillos, no sabe a dónde ir, cuando un grupo de guardias pasan corriendo no muy lejos de ella, enseguida se dispone a seguirlos, seguro están siguiendo a aquel joven que disparó.


Afuera de la Iglesia a duras penas corrían Connor y Charlotte. No tardó para cansarse la chica con una herida en recuperación, aunque iba agarrándose del brazo del mestizo como prisioneros prófugos se balanceo y sus piernas se rindieron. Los brazos de Connor la sostuvieron y se apresuró a verle el rostro tras esos mechones rojos que apartó suavemente con su mano.

—Charlotte. —la llamó con delicadeza.
—Estoy bien, solo siento que no puedo sostenerme más en pie. Lo siento.
—Ni lo digas. —miró sus ojos un momento viendo el reflejo de su rostro en ellos— No tienes que esforzarte. Debes descansar, de hecho tenemos que ir a un médico.
—Olvida al médico, no podemos volver a la ciudad —inhala y exhala con fuerza— Hay muchos guardias por todas partes, nos reconocerán. Solo hay que escondernos.
—Sí.

Se le viene una impotencia enorme, ya que le gustaría cargarla pero el se encuentra en las mismas, si no que hasta en condiciones peores, recibió balazos en su espalda, se enfrentó a una pelea. Tan solo le ayuda a llegar a un árbol cuya sombra y la hierva densa que lo rodea serviría para ocultarse. La recuesta y el se recuesta cerca haciendo que descanse su nuca sobre su pecho, dónde Charlotte podía escuchar como latía su corazón mientras cerraba sus ojos poco a poco. Sonaba muy lento, y apenas podía percibirlo.

—¿Nos verán? —preguntó Charlotte.
—No. —mira las ramas del árbol, como se movían con el viento.
—Apenas me sienta mejor y seguimos. No nos separaremos jamás. —lleva su mano hacia arriba poniéndola a su alcancé con una sonrisa en sus labios.

De inmediato Connor la toma para apretarla suavemente.


Un Asesino abre la puerta dónde escondían el fruto del edén, lo extrae de la caja y se echa a correr seguido de su hermano y el italiano. Los guardias derrumban la puerta de la cámara y los encuentran. Optan por salir por la ventana evitando las balas que disparan los guardias, llega Natalia gritando al ver que son atacados. Los asesinos huyen bajando por la fachada de la iglesia, los guardias desde la ventana les intentan disparar. Un guardia sujeta a Natalia sin permitirle moverse. Haytham y Charles lee algo cansado, entran a la última habitación más alta. Haytham avanza al ver que los guardias apuntan afuera de la ventana. Los Asesinos y Ezio llegan hasta el suelo con el fruto del edén en sus manos y se dirigen a dónde están los caballos que trajeron los guardias para robarlos pero un rayo atraviesa el cuerpo de un Asesino, justo el que cargaba el fruto, la bola dorada rueda por el suelo y Haytham desde la ventana los observa con la espada que brilla como el sol  en su mano. El ruido del relámpago y la caída, es escuchado por Connor quien no consigue relajarse como Charlotte, lentamente busca con su mirada y hace a un lado la hierba con una mano solo para poder ver lo que ocurría. Reconoce a Ezio, quien estaba llegando a dónde estaba la esfera, y a otro Asesino cayendo al suelo por ser atravesado por el rayo de la espada.

Tenía que apurarse en tomar la bola antes de que ese Templario lo matara también. Desconoce el poder que tenga ese objeto tan deseado por los templarios, solo sabe que tiene algo especial y por eso lo desean tanto. Sin embargo muy en el fondo siente que podría salvarle la vida si lo toma pensando en que puede usarla, quizá activar su poder de algún modo, o eso quisiera creer, de lo contrario puede darse por muerto. Antes de que Haytham pudiera mover su espada hacia él. Ezio se lanzó al suelo para arrastrarse y alcanzar el fruto con su mano como si fuera una garra levantándolo al cielo viendo como expulsa una luz que se expandió por todos lados. Esa luz les ardió en los ojos a todos excepto a Ezio. Vibraba una energía en su entorno que lo hizo temblar. Vibración que podían sentir todos en su piel. Charlotte quiso abrir sus ojos pero no podía.

—¿Qué está pasando? Connor… —se abrazó a su cuerpo.

Connor la rodeo con sus brazos y besó su frente para calmarla. Lo único que importaba es que estaba con ella, algo, que debió ser desde un principio.

Tras un momento, algunos rayos empezaron a brotar del fruto del Eden que tenía Ezio en su mano, ahora todos eran capaces de verlo con sus propios ojos. Ezio se levantó del suelo y pensó en matar a los guardias y a los templarios. Esos rayos se dirigieron a las cabezas de los guardias y de Charles lee. Levantaron sus barbillas y sus ojos se pusieron en blanco como si estuvieran poseídos, sus pies se elevaron del suelo. Natalia era libre y podía ver lo que pasaba con los guardias y Charles lee. Haytham también, puesto que tenía una pieza del edén en sus manos; la espada. Tal parecía que eso lo protegía y tal vez lo volvía inmune. Natalia respira profundamente con temor por lo que presencia ante ella, tampoco podía atacar a ese hombre con la espada, así que solo se escabulló, salió de la habitación para bajar lo más rápido posible y así poder acercarse al joven que parecía un héroe sosteniendo y usando aquella esfera que irradiaba una intensa y casi cegadora luz.
Los cerebros de los soldados y Charles lee fueron exprimidos por una energía que comprimían en sus cráneos. Sangraron sus oídos, nariz, boca y sus ojos se salieron de sus cuencas. Terminando en el suelo. Haytham viendo esto se asomó a la ventana y aplaudió con una sonrisa.

—Vaya, vaya…, bien hecho joven caza recompensas. Me sorprende. —exclamó desde arriba.

Ezio hace una mueca de desagrado en vista de que el Templario que más odiaba y el que principalmente deseaba matar seguía vivo. Volvió a intentarlo alzando el fruto del Edén y nada pasaba, era como si estuviera bloqueado.
Haytham sale de la ventana y gracias a sus conocimientos en Parkour baja por la fachada tal y como hicieron los Asesinos, llevando la espada colgando. Ezio gruñe y retrocede, no sabe si la espada que tiene le pueda hacer daño, pero si se ha dado cuenta que el fruto del Eden no le ha hecho ningún rasguño.
Natalia llega a zancadas encontrándose a unos metros de Ezio y el otro hombre que paso a paso se aproximaba al joven caza recompensas con facha de prisionero al igual que ella. No fue capaz de decir nada, pero muy en el fondo anhelaba que no le pasara nada al joven que le ha robado toda su atención. Haytham lo miraba y estaba tan tranquilo, como si supiera que tiene todo bajo control.


—Con ignorancia haz usado el fruto, no conoces todo su poder, ni tampoco sus límites. —dice Haytham agarrando el mango de la espada con el brillo permanente.
—¡Cállate! —arruga el ceño al verlo frente a él— ¡¿Crees que puedes someter a todo el mundo con esto?! Me lo dijo Aveline ¿La haz olvidado? ¡¿Haz olvidado que la mataste?!
—Por supuesto que no la he olvidado. Fue una excelente discípula pero incompetente aliada. Ahora, no sé qué tanto te haya dicho sobre mí, pero lo que es cierto, es que mi trabajo aquí termina. Porque tú me darás ese fruto ahora —le extiende su mano.

Ezio observa la mano de Haytham y aprieta más el fruto en su mano. No puede darle algo que fue la razón por la que su amada Aveline murió. Jamás le perdonará que le haya arrebatado a la única mujer que no solo hizo que sintiera un cosquilleo en su entrepierna sino que también se sacudiera su corazón.

—¡No se lo des! —grita Natalia con esas agallas que forjó en su vida.

Haytham ni voltea a verla restándole importancia. Su mirada solo se fija en el fruto del Eden, podía conseguirlo si quiere de una buena vez, pero no puede perder su tan distinguida educación.
Ezio escucha a la chica, y no sabe que es lo que hace aquí ¿Por qué no escapa? Debe estar loca por seguir aquí, incluso parece que Connor y Charlotte se han ido.

—Muy bien, no quería hacer esto. —desliza hacia afuera la espada que brillaba en dorado.

Ezio ya sabe lo que sigue y sin soltar la esfera dorada corre hacía el árbol más cercano para cubrirse recibiendo el tronco el relámpago amarillo que brota de la espada.

—Por favor ¿vamos a jugar al gato y al ratón? No puedes esconderte toda la vida.

Ya que la Iglesia se encontraba rodeada de bosque a las afueras de un pueblo, que para llegar a ella había que cruzar un puente. Ezio aprovecho su entorno para moverse al ver que Haytham se acercaba al árbol que lo cubrió. Natalia quería ayudar pero no sabía como, tan solo miraba, hasta que tuvo una idea. Y se echó a correr para entrar a robarle armas a los guardias fallecidos.
Por otro lado Connor y Charlotte seguían descansando pero han escuchado los gritos, las voces y el ruido que producía el relámpago de la espada del Eden.

—Connor…—lo llama Charlotte sentándose y ayudándolo a levantarse con debilidad—Me siento mejor, podemos seguir. Hay que irnos de aquí.
—Ezio está en problemas. —seguía viendo cómo se desarrollaba el enfrentamiento. Su padre atacaba con la espada que irradiaba luz a su alrededor y era como si fallara en su intento y seguía intentándolo sumergiéndose en el bosque.
—Olvida a Ezio…
—Charlotte, no puedo permitir que nadie más muera a manos de ese hombre. —la mira a los ojos.
—Connor, no vamos a separarnos más.
—No lo haremos, sé que eres fuerte.
—Pero que podemos hacer, míranos… —toca con su mano su mejilla.

Connor ve que Natalia sale de la Iglesia cargada con una escopeta y una espada. Con una palmada al hombro le indica a Charlotte que vea, y sus ojos verdes se abren mucho quedando boquiabierta.

—¡Natalia! —grita.

Connor le cubre la boca.

—No, hay que ser silenciosos.

Natalia cree que la han llamado y se toma unos segundos para buscar con su mirada pero al no ver a nadie, continúa siguiendo la luz que parpadeaba entre los árboles a lo lejos, ahí debe encontrarse el hombre que quiere matar al joven de acento italiano. Lleva una escopeta en sus manos.
Ezio sigue siendo rápido y ocultándose en los arbustos para pasar a cubrir su espalda a otro tronco. Y Haytham se detiene y no ataca más.

—¿Es todo lo que harás? Ya me he aburrido ¡Sal y enfréntate a mi como hombre!

Ezio no se mueve de dónde está. Y llega Natalia ocultándose entre la maleza del bosque, desde ahí, alza la escopeta intentando apuntarle en la cabeza, no está muy cerca ni muy lejos, solo lo suficiente para que la bala que escupa la escopeta lo alcance, no quiere fallar, si falla llamará su atención y puede matarla súbitamente. Pero debe concentrarse. Cierra un ojo que tenía hinchado por los golpes y empieza a sudar, también a temblar, y su corazón se quiere salir de su pecho. Respira profundamente.

Connor y Charlotte han conseguido armas del mismo modo que Natalia pero también se han subido a dos caballos, ya que no son tan rápidos ni resistentes por sus heridas aún en reparación. Entran por un sendero cuidando que los caballos vayan lo más lento posible para no hacer ruido, ya que el bosque permanece en silencio.

Haytham empieza a caminar fijándose bien a su alrededor buscando al joven que permanece oculto, sin darse cuenta se acerca a Natalia pero ella retrocede guardando el mayor silencio posible en cada pisada que da, pero los oídos de Haytham lo escuchan, y acto seguido lanza un rayo impulsado de la espada cuando la chica da un salto a un lado esquivando el ataque y salvándose por un pelo. Ezio descubre que hay alguien más en el bosque que parece distraer al Templario y aprovecha para moverse.

—Vamos maldita cosa ¿Por qué no lo destruyes como a los otros? —agarra con fuerza la esfera y la contempla.

Natalia seguía retrocediendo para alejarse de los relámpagos que perforaban los troncos de los árboles al fracasar en su cometido, sin dejarlos huecos. En eso se escuchan caballos a toda prisa. Venían dos caballos, y Haytham descubre que los jinetes son su hijo y la chica de cabellos rojizos quien le tiende la mano a Natalia.
Haytham se percata que a quien ha estado siguiendo es a una de las prisioneras que sale de las hierbas, y no al chico que tiene el fruto.

—¡Toma mi mano!

Le grita Charlotte a su amiga.

—¡Pero Ezio!

Sin más la obliga a agarrarla a la fuerza y sostenerla mientras el caballo avanza, haciendo un enorme esfuerzo costándole toda su resistencia que le quedaba.

—¡Sube ahora! ¡Connor irá por Ezio!

Natalia se trepa al caballo y se agarra de la cintura de Charlotte.

El caballo de Charlotte galopa para salir del bosque. A Connor se le facilita encontrar a Ezio gracias a su olfato y deducción de rastreador y cazador. Sin pedírselo tan solo lo hala hacia arriba de su brazo, colocándolo detrás del Caballo. A Ezio no le queda más que agarrarse del borde que sobra de la silla del animal que tarda en sentirse cómodo con Ezio arriba.

—¡Que estás haciendo?! ¡Ese maldito Templario no puede quedar vivo!

Connor hace como si no lo escucha y sigue adelante. Natalia ve atrás y no alcanza a ver más que árboles. Haytham se da cuenta de que Ezio ha subido al caballo con su hijo y arroja un relámpago hacía dónde están. Connor hace que el Caballo de un brinco y evada el relámpago. Yéndose lo más rápido que pueden.

Haytham emite un bufido y corre queriendo alcanzarlos con los truenos de su espada pero es inútil. Necesita un caballo, se toma un respiro antes de apresurarse a salir del Bosque para regresar a dónde habían dejado los soldados caballos.

A todo galope Connor alcanza a Charlotte quien ya iba atravesando el puente para entrar al pueblo a las afueras de Nueva York. Pero sabía que lo mejor era ir a un lugar que Haytham no conociera. Cuando Connor cabalga a un lado de Charlotte tomando un camino que se abre entre el campo empieza a pensar en ir con Aquiles.

—¡Charlotte!
—¡Connor hay que ir a otro lado! ¡Antes de que tu padre nos alcance!
—¡Ese hombre no es mi padre! —frunce el ceño.
—Disculpa amor mío.

Ezio sigue teniendo el fruto en su mano.

—Connor por favor déjame derrotar a ese bastardo  ¡Mato a Aveline! Mi deber es matarlo también.
—No, lo mejor es irnos, ya viste que tiene esa espada no será nada fácil quitársela, es muy hábil.
—¡No me importa! Ustedes váyanse.


Le arrebata el fruto del Eden.

—¡Eh no!

Al tocar el fruto del Eden una energía dorada rodea el cuerpo de Connor, y parece sanarlo por completo. Se siente como nuevo, el dolor, la hinchazón, todo ha desaparecido. Connor queda perplejo ante los poderes curativos del fruto del Eden. Ahora entiende cuanto poder contiene, y es por eso que era tan importante para su familia en su aldea.
Enseguida piensa en Charlotte.

—¡Charlotte toma! —se lo arroja.

Y trata de atraparlo con una mano pero no puede en cambio lo atrapa con ambas manos Natalia quien queda libre de golpes en su rostro, se limpia quedando como antes.

—Ya no siento nada en mi cara —se toca con una mano la cara.

Mira a Connor y asiente con su cabeza haciendo que Charlotte toque el fruto del Edén, y de la misma forma se siente mejor, como si nunca hubiera recibido esas lesiones. Recuperando sus fuerzas y viéndose también mejor, continúan el camino ahora con más fuerza y totalmente sanados gracias a los poderes del fruto del Eden. Se desvian a lo que Connor dice que es la casa de Aquiles.

Haytham arriba de un caballo cabalga queriendo que el caballo sea más veloz pero no es posible. Ha cruzado el puente y va apretando los dientes. Ha estado tan cerca de obtener el fruto. Ha perdido a su mano derecha; Charles lee. Sin olvidar a sus soldados, aunque ha acabado con la hermandad de Asesinos en América. No abandonaría todo ahora, necesita seguir lo que él piensa que es el rastro de ellos. A pesar de no estar seguro.

Ezio en vista de que se dirigen a lo que parece un escondite “La Casa de Aquiles” A quien de hecho no ven desde hace mucho tiempo. Se rehúsa a aceptarlo, su sed de venganza no desaparece.

El fruto del Eden lo sigue teniendo Natalia en un brazo, sosteniéndose con el otro de Charlotte.
Los caballos cabalgan uno a un lado del otro, casi muy juntos.

—¡Eh tú mujer! ¡Dame el fruto ahora!

En las mejillas de la chica aparece un rubor rosado.

—¡Mi nombre es Natalia! —tenía que gritar igual que él.
—¡No me importa! ¡Dame eso no te pertenece! ¡Ya te has sanado los golpes de tu cara, tu rostro ya está sanado ahora dámelo!
—¡Sí pero, a cambio de algo!
—¡¿De qué estás hablando?!

Charlotte sonríe conteniendo una risa. Y Connor va más concentrado en recordar el camino a casa de Aquiles.

—¡Me tienes que dar un beso una vez que bajemos de los caballos y lleguemos con ese señor!
—¡¿Qué?! Ah…—su rostro cambia— ¡¿Acaso te gusto?! —le guiña un ojo.

Que no se alcanza a ver por el movimiento brusco del caballo de Connor que va a galope.
Natalia siente muy vivo su corazón y sonríe con picardía.

—¡Sí tonto! ¡¿Me lo darás?! Tiene que ser uno largo
—¡Sí, sí lo que sea! ¡Mujeres, siempre se emocionan conmigo! ¿Verdad Connor?

Connor sigue concentrado viendo al frente.

—Bueno tú que vas a saber, la única mujer que se emociona contigo es Charlotte.

No dice nada.
Ezio mira atrás y no logra ver a ningún otro jinete siguiéndolos, si es que viene tras ellos ese Templario, se ha quedado muy atrás, o se ha perdido.
Tendrá que buscarlo después con el fruto en sus manos, quizá hasta elabore algún plan para arrebatarle esa espada y dejarlo vulnerable. En vista de que el fruto del Edén no puede hacerle daño si posee la espada.
Mientras tanto no le queda más que acompañarlos en su huida, porque no tiene el fruto, sino se arrojaría del caballo sin importarle que este a galope, solo tiene que rodar en el suelo, o eso cree jamás lo ha hecho, pero está dispuesto a todo con tal de encontrarse de nuevo cara a cara con ese sucio Templario para quitarle la vida. No obstante sabe que para lograr eso debe deshacerse de la espada que porta, arrebatársela, o hacer que se le resbale de las manos. Solo así…tal vez..., su mente y corazón tengan paz.

Llega a un punto en el que no sabe a dónde han ido, y no es un tonto como para seguir adelante y tantear su ubicación. Hace un alto en el camino, baja del caballo dejándolo a la orilla le da unas palmadas antes de retirarse. Había visto a un hombre campesino que al parecer tuvo un accidente. Los costales con vegetales recién cosechados, que transportaba en una carreta tirada por un caballo con las pezuñas inquietas haciendo ruido, se habían desparramado en el suelo, y se dedicaba a recogerlos y reacomodarlos en los costales subiéndolos a la carreta. Viendo que el caballo estaba asustado aún, seguro el accidente ha sido reciente apuesta lo que sea que fueron su hijo y la mujer ladrona los causantes de lo que ven sus ojos.
No duda en ir hacía el señor, al mirar más de cerca puede ver que ronda la cincuentena, por las canas que cubren la mayor parte de su cabeza, está sudando como si estuviera haciendo un gran esfuerzo podría estar con fiebre, y sorbia los mocos en cada dos segundos lo que le parecía algo repugnante.
Estando lo suficiente cerca no le costó guardar la calma y su compostura. Unió sus manos atrás y miró al campesino con una cordial sonrisa.

—¿Puedo saber quién hizo esto?
—¡Que le importa! ¡Ocúpese de sus asuntos! —gruñó y se detuvo para escupir un gargajo en el suelo y después continuar acomodando un costal en la carreta.
—Su caballo se ve asustado ¿Acaso fueron dos fugitivos en caballos quienes lo asustaron?
—¡¿No escucho?! —hace una pausa para ver los ojos de Haytham— ¡Ocúpese de sus asuntos! ¡Déjeme en paz!

El mal genio del señor y lo asqueroso que era, estaba haciéndolo perder la paciencia, pero debía saber por las buenas a dónde se habían ido, estaba casi seguro que fueron ellos quienes provocaron el accidente. Si el señor no se prestaba a decirle por las buenas, entonces aplicaría las malas.

—Por favor… —acerca sus pasos— ¿Podría decirme si cuatro prisioneros en caballos han corrido por aquí? ¿Y a dónde se han dirigido?

El campesino se toma un momento, sorbe sus mocos y se limpia el sudor con el dorso de su mano. Se coloca su sombrero para cubrirse el sol, aunque se está empezando a nublar rápidamente.
Observa al hombre vestido con ropas finas propias de un caballero inglés y vuelve a escupir al suelo.

—¡Mire idiota! ¡Si no se larga juro que…!

Haytham no soporta más y lo agarra por el cuello de su camisa.

—¿Sabe quién soy yo?
—¡¿Qué cree que hace?! ¡Quíteme las manos de encima imbécil! —mira fijamente sus ojos sin una pizca de temor.
—Soy Haytham Kenway, líder Templario que trabaja muy cerca de Washington y le juro que si quiero puedo matarlo aquí y ahora, si no me responde lo que quiero saber, que sé que lo sabe.

Desde que escucha el nombre lo reconoce y ahora sabe muy bien quien es, traga saliva y su entrecejo deja de estar arrugado para cambiar toda su cara a una de pavor.

—Lo, lo lamento señor, por favor perdóneme. Sí fueron personas con ropas de prisioneros, y en dos caballos, pasaron a toda prisa uno de los caballos empujó al mío y lo asusto haciendo que se descontrolara.
—Así me gusta. Ahora dígame a dónde fueron o ya sabe que pasará. —no lo suelta pero su semblante parece afable y con una sonrisa.


Al saber a dónde se habían ido sigue ese camino montado en caballo que hace correr como si no hubiera un mañana.




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