jueves, 30 de enero de 2014

Hilo Rojo [Capitulo- 3]







                                Capitulo- 3







Por ese momento, no escucha las voces de su amigo con su novia pidiendo la orden a la mesera. Se ensordece. Solo puede verla a ella. Sus emociones se mezclan confundiéndose, enredándose.

—… ¿Cierto Pepe?

La voz de Gabo dirigiéndose a él, lo hace despertar, como si estuviera en un sueño. Haciendo un esfuerzo para verlo sin tener una idea de lo que habla. Hasta ha olvidado que hace ahí.

—¿Qué? —pregunta viendo los rostros interrogantes de Gabo, Grey y la mesera.

Se empieza a incomodar. Seguramente se ha de ver como un idiota, preguntando de esa manera. Bastante obvio que se ha distraído viendo a alguien. Prefiere esperar respuesta disimulando su inquietud.

—¿Escuchaste lo que dije? ¿Qué te pasa güey? —inquiere Gabo— ¿Todo bien? —enarcando una ceja.
—No pasa nada.

Su mente no puede traicionarlo. Sonríe al recordarlo todo súbitamente. Sabe que es lo que debe hacer.

—Quiero de esa comida… ¿China? —viendo a Grey con la hoja del menú en su mano, como buscando ayuda.
—Cada platillo tiene su nombre. —Informa Grey como ofendida.
—Como sea.


Inevitablemente como si unas manos invisibles movieran su cabeza, voltea a buscar con su mirada  a aquella chica misteriosa. Sin encontrarla a la vista, sintiéndose estúpido por lo que hace. ¿Por qué lo hace?
Ni siquiera la conoce, solo la ha visto “casualmente”. Y no desea hablarle. No le importa, o por lo menos eso quiere creer. Claro… tiene cosas mucho más relevantes en las cuales pensar, como por ejemplo: El nuevo álbum.
Los platillos llegan a su mesa, y Grey es la primera en tocar la comida llenándose su boca de ese arroz y el guisado japonés que pidió. ¿Cómo puede masticar así? No parece importarle como se ve al comer de esa manera, eso… no es digno de una mujer. Lleva grandes bocados a su boca como si tuviera hambre de días. Toda idea o imagen de belleza o sensualidad que José empezaba a tener de ella. Cae por el suelo. Esto no es nada hermoso, mucho menos sexy. ¿De verdad es mujer? Da un poco de asco, al igual que una pizca de escalofríos.
Pepe se enfoca en ese platillo de comida china, que con solo verlo sabe que para nada le apetece. Y con los palillos chinos que aprende a usar en este momento se dedica a jugar con la comida, como si fuera un niño que no quiere comer sus verduras.

—Come despacio amor. —le dice Gabo a su novia sonriente.

Como si alguien le avisara. José gira su mirada y puede ver pasar a su costado a esa mujer de cabello como el cobre, quien se dirige a otra mesa tras ellos. Percibe ese exquisito y suave aroma de su perfume. Lo embriaga. Lo ataca la tentación de querer mover su cabeza y ver detrás.
No le gusta para nada como se siente. Desea irse, cada vez es más incómodo, no solo por lo desagradable que es ver como Grey consume sus alimentos, sino por esa mujer que lo está volviendo loco.
Para calmarse y no gritar. José bebe todo ese té helado que le sirvieron y respira hondo, soltando el aire. Es demasiado ya.

—Suficiente. —brota de los labios de José.

Atrayendo la atención de Gabo quien hace una pausa al comer y Grey termina de tragar lo de su boca.

—No me gustó la comida. Es un asco. —viendo el plato con disgusto.
—¡Pero, ni siquiera lo haz probado idiota! —Grey se levanta de su silla para encararlo con un rostro tenso.
—Grey… tranquila. —la toca Gabo pidiéndole así que vuelva a su asiento.

Su novia voltea a verlo, como diciendo “Solo por esta vez imbécil”. Regresa a su lugar cruzándose de brazos y mirando a José con desaprobación.

—Con verla lo sé. Sé que no me gusta. —habla en doble sentido. Solo él se entiende— Por eso, sabiendo que siempre está aquí. No quiero volver venir  jamás. ¿Nos vamos? —mira a uno y a otra—
—¡¿Qué?! Aún no he terminado. —protesta Grey golpeando con su mano la mesa, haciendo brincar los objetos sobre ella.
—A ver, a ver…calma. —los observa Gabo— Grey, podemos venir mañana o después. Todas las veces que quieras…tú y yo ¿Está bien? —mirándola sonriente.

Vuelve a cruzarse de brazos y solo lo mira diciéndolo todo con su mirada. Lo pasaría por hoy.

—Pepe, amigo…muy bien, vámonos.
—Perfecto. —sonríe apenas José y se pone en pie.


Del otro lado del restaurante. Akiva detecta que son clientes nuevos y que por lo visto están por retirarse. Vicky camina pasando por su hombro y él con su mano la detiene. Acercándose a su oído.

—¿Ves a esos tres de haya? —viendo enfrente.
—Eh… —los busca con su mirada, logrando divisarlos— Sí.
—Es su primera vez en nuestro restaurante. Ya sabes que hacer.

Sus miradas se encuentran, y Akiva le sonríe con complicidad.

Los tres clientes nuevos están por marcharse, no sin antes pagar lo que es debido. Grey es quien recibe el dinero de su novio y se encarga de ir a pagar la cuenta. Mientras su novio y José, esperan en la mesa. Una inquietud e impaciencia creciente invade al cantante y compositor.
Cuando es atacado por un escalofrió, este sube por su espalda. Al ver que esa misma chica, que ya no quiere ver, ya no quiere encontrarse, viene hacia ellos. Casi involuntariamente, se alarma, interrumpiendo lo que cuenta su amigo.

—Ya vámonos. —concentra su vista en el rostro de Gabo. No quería ver a “otro lado”.
—Sí, ya nos iremos. Apenas regrese Grey y nos vamos… tranquilo. —arquea una ceja interrogante— Güey…¿Estás bien? Te vez muy pálido.

Aquella chica cada vez está más cerca con esa ligera y dulce sonrisa, trayendo algo entre sus manos. No lo puede soportar, sus nervios son imparables.

—Podemos esperarla afuera, pero salgamos de una vez.

Ha pasado por alto la pregunta que formulo su amigo. Dicho esto José se pone de pie y Gabo igual, aunque no muy convencido.

—Esa no es una buena idea Pepe. Grey se enfadará, mejor esperémosla aquí. —voltea para buscar con sus ojos a su caucásica novia—No debe tardar.
—¡Te digo que nos vayamos ya! —exclama José cargado de rabia y avanza un paso para irse— Entonces yo me largo de aquí.

Sin percatarse su cuerpo da contra el de Vicky, lo que lo hace parar y ver esos orbes avellana, que lo están mirando…profundamente, como si entrara en él, penetrando y perforando su alma. Tiene ganas de salir corriendo, temblar o gritar. Pero opta por mantener su compostura como es correcto. Por su dignidad, por su gran orgullo. ¿Qué es lo que le pasa? Solo es una chica, ni más ni menos. ¿Por qué lo inquieta tanto?. No la conoce.

—Buenas tardes. Espero y hayan disfrutado sus alimentos. —pronuncia tomando su distancia de José, con una radiante sonrisa. Viendo a uno y a otro— Esperemos que vuelvan pronto. Siempre serán bienvenidos. —estira su brazo para darle a Gabo en su mano dos galletas de la fortuna envueltas en un fino papel— Una es para usted, y la otra para la señorita que lo acompaña.

Posteriormente pasa su mirada a José y también le ofrece la única que le restaba en su mano. Ampliando su sonrisa.

—Para usted.

Esa voz, tan dulce, tan suave, tan…
Se dirige a él. Y sintiendo su mano muy cerca le provoca un brinco a su corazón. No entiende con que sentimiento o emoción se ha movido, simplemente permanece callado esperando que se vaya de una vez. Antes de que algún impulso inapropiado e involuntario lo traicione.

—Son galletas de la suerte. Dentro de ellas encontrarán un mensaje.

Gracias al cielo, ha volteado a mirar a Gabo.

—Tómenlo en cuenta y que la fortuna siempre este de su lado. —con esa misma sonrisa. Dobla la mitad de su cuerpo en una reverencia por respeto, educación y despedida. Yéndose.

Grey viene en camino con esa faz inexpresiva. Por lo visto, Gabo se ha emocionado mucho con eso de “La galleta de la suerte”. No ha quitado su vista de la galleta en su mano. Le entra una curiosidad muy grande, que no puede esperar. Vuelve a sentarse y José lo observa con el ceño fruncido.

—¿Qué estás haciendo? —capta a Grey con su mirada— Mira ahí viene tu novia. Ya nos vamos…
—¡Espera, espera por favor güey! Quiero saber que dice… —deja la otra galleta en la mesa apartada para Grey. Y a la de sus manos le quita la envoltura, viendo ese color amarillo y la examina con su mirada un momento.

En eso llega Grey y le da un  manotazo en la espalda, de buena manera.

—Ya está. Ahora vámonos antes de que la niñita esta —voltea a ver a José— Se vomite, haga berrinche o algo peor.

Eso ha ofendido de sobremanera a José. Le molesta tanto su comentario, que solo por ahora, pasará por alto.

—Si Gabo, vamos… —articula sin muchas ganas.


Su amigo ya ha abierto la galleta y empieza a leer el corto texto del mensaje.

—Se avecinan viajes y placeres. Sonríe, la fortuna está contigo. —con una enorme sonrisa mira a Grey y a su amigo— ¡Oh! ¡Genial! ¡Esto es genial!
—No creerás en serio en eso. —dice José incrédulo queriendo tirar al suelo esa galleta que le dio esa chica. Pero algo se lo impide y lo obliga a cerrar su mano en puño apretando la galleta muy leve. Siente como si se estuviera quemando.

Grey se ha puesto al corriente del asunto y su rostro ha cambiado. Parece emocionada al igual que Gabo como dos niños viendo un juguete nuevo.

—¡¿Esta es mía verdad?! —cuestiona Grey ansiosa tomando la galleta de la mesa— ¡Increíble! ¡Tenía tanto tiempo sin abrir una! —se apresura a desnudar la galleta y la parte en dos, extrayendo el mensaje.

En tanto Gabo come los pedazos de galleta interesado en Grey. José resopla, aunque un poco más tranquilo ya no ve a la chica. Al menos no a la vista.

—Recibirás una gran suma de dinero.

Lee Grey en voz alta.

—Y también viajes.

José comienza a cansarse de esto y es notable en su rostro.
«Qué tontería. No sé porque sigo aquí». Es como si algo lo aferra al suelo y no lo deja caminar. Pidiéndole que vea lo que hay dentro de la galleta. Sintiéndose muy extraño.

—¿Pepe que dice la tuya? —cuestiona Gabo sonriente.

Grey le presta atención. Mientras José suspira resignado y con sus dedos temblorosos, abre la galleta.

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Akiva le llama a Vicky, y detrás de una pared muy cerca de la cocina.

—Toma una galleta. —le pone a su alcance un frasco de galletas de la fortuna envueltas.
—Como cada mes. —sonríe Vicky y con su mano escoge una.
—Veamos qué es lo que dice. —aguarda a que lea el mensaje.
—Tú amor está cerca de ti. —lee en pausas.

Vicky se queda viendo ese texto detenidamente. Nunca le había salido en una galleta algo así. Hasta desea saber más detalles pero las palabras son únicas en el papel y muy claras.

—Oh vaya, que hermoso —comenta Akiva.

Muy adentro, cree que ese amor es él. Pues en verdad la ama y está muy cerca de ella ahora. Solo sonríe, claro que no le dirá lo que piensa.

Para Akiva esto es una señal de que definitivamente está en lo cierto cuando piensa que ese Hilo Rojo, lo tiene con ella.

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—Tú amor está cerca de ti —lee José y levanta su mirada sintiendo como tiembla su corazón.

¿Por qué el mensaje es ese? Pudo haber sido: Dinero, viajes, éxito. ¿Por qué habla de amor?.
Deja caer al piso la galleta y el mensaje. Quedando estático unos segundos.

—Le afectó —comenta Grey cruzando sus brazos al verlo.
—Ay amigo… —hace un ademan afeminado. Ya se había tardado en bromear— No descubras —imitando voz de mujer.
—Cállate Gabo. —le pide José. No tiene humor.

Es el primero en ir a la salida. Gabo y Grey lo siguen sin comentar o preguntar más.

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Todavía, el sol calienta la ciudad. Es hora de ir a casa para Vicky. Tiene que salir a tomar un taxi, si llega tarde su esposo no se lo perdonará.
Al salir de su trabajo se da prisa, y esas zapatillas altas con suela corrida y agujetas se desatan, lo que la hace tropezar y tambalearse, lastimándose su tobillo. Es un quejido intenta continuar. Cojeando.

Es tan frágil como una muñeca de porcelana. Akiva siempre la vigila en su salida. Nunca como un acosador, más bien como un ángel guardián. Y viendo el problema que tiene para andar y que además la muy torpe no ato sus agujetas. Camina hacia ella con una sonrisa y toma su mano delicadamente haciéndola dar un alto.

—Vicky… —con esos rasgados ojos, revisa sus zapatillas— Espera un momento.

Dobla sus piernas para alcanzar sus pies y se dedica a atar sus agujetas correctamente.

—Podrías caerte si no las atas bien. Ten más cuidado.

Pronuncia con ese tono de voz masculino, suave, cálido y profundo de siempre.

—G…Gracias señor Akiva. —lo observa tornándose rojas sus mejillas.

Es muy joven, casi como ella. Pero Vicky no puedo llamarle de otro modo. Es su jefe, es su superior…y nada más.
Oyendo la dulce voz. Akiva alza su mirada y le muestra una sonrisa al terminar.

—Me… —brota de los labios de una tímida Vicky— Tengo que ir ya. Con su permiso.

Continúa su camino, soportando la molestia de su tobillo y esforzándose para no apoyar totalmente su pie lastimado en el suelo al caminar. Eso, no lo puede dejar pasar Akiva, así que la sigue.

—Estás lastimada. Permíteme llevarte yo mismo a casa. —pone su mano contra su pecho. Demostrando así su sinceridad— Sería un placer ayudarte.
—No. Descuide, estoy bien. Tomaré un taxi enseguida. —sigue sin parar con ese dificultoso andar.
—Por favor… —se atraviesa en su camino y la mira directamente con suplica— Lo lamento, pero… no puedo dejarte ir así. ¿Te duele? —posa su mano sobre su hombro— Llamaré a mi enfermera, para que te atienda.
—No, de verdad no. Gracias, ya se me pasará. —muestra una sonrisa.

Akiva borra ese gesto amable y sin pedirle permiso alguno, la carga en su espalda a la fuerza sin darle tiempo de reaccionar.

—Akiva, no… —sonrojada se ve muy pronto encima de su espalda— Bájame…
—Discúlpame Victoria, pero tú no puedes irte así. No ante mis ojos.  

Camina llevándola a su coche muy contento de tenerla con él. Ignorando sus reclamos.
Vicky no está acostumbrada a recibir ayuda. Es nueva la acción de Akiva. Todo siempre lo hace sola, así que termina sintiéndose avergonzada y apoya su barbilla en el hombro de Akiva con sus mejillas ardiendo.
La ayuda a subir a su coche y conduce hasta su casa.
Vicky teme que al entrar a casa, este su esposo ahí. No puede dejar de temblar, cuando Akiva la lleva hasta la puerta en sus brazos.

Tras introducir la clave de seguridad, se adentran a la casa y el interior se ve solitario, sin ruido. Todo indica que aún no llega su marido. Vicky puede tomar un respiro.
No desea que alguien se entere del esposo que tiene, no quiere más problemas.
Akiva la recuesta en un sofá de la sala de estar. Y con su celular en mano, su mirada se posa en ella y exhibe una delicada sonrisa.

—Tranquila, llamaré a mi enfermera Sofía. Ella te revisará.
—No tienes que hacerlo. —se abraza a sí misma como si tuviera frio.
—Claro que sí. No te puedo dejar así.
—No es para tanto. —cierra sus ojos.
—Para mí…lo es.

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Anochece. Las estrellas titilan en el oscuro cielo, alrededor de la luna.
José Madero ha encontrado privacidad en su casa. Ha conseguido despejar su mente, vaciarla de todo aquello que ha pasado con su amigo y con…lo que ya no quiere recordar. Finalmente concluyo en qué; fue una simple casualidad. Que se repitió tres veces, pero que, ya no sucederá de nuevo.

Por ahora lo que le preocupa es iniciar con la composición de las letras del nuevo Álbum. Y claro que el alcohol ha sido una pequeña ayuda para estar en paz, relajado y olvidar todo aquello.
Dos copas de whisky, y listo para escribir. Con lápiz y hojas de papel en su escritorio, junto a una lámpara.
Las letras llegan por si solas, su mano parece tener vida propia. Está transcribiendo, está transmitiendo con una facilidad que le proporciona un placer inmenso. Así le gusta, eso es.
Primera canción…terminada (La vida en barandal)

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El tobillo de Vicky está perfecto, gracias a la atención de Akiva y su enfermera.
Desde muy temprano se dirige al cementerio en donde descansa su madre. Apenas amanece y Vicky ya está ahí con un ramo de rosas blancas hermosas y grandes. Se pone de rodillas en el bien podado y verde césped, ante la lápida donde se grabó el nombre, fecha de nacimiento y muerte de su madre.
Hace dos años atrás la perdió. Nada se compara, ni comparo a ese dolor que sufrió cuando su madre se fue dejándola sola, completamente sola. Su padre las abandonó, cuando ella era niña. Por eso, su madre era lo único que tenía. Deja el ramo de rosas frente la lápida y una pequeña lagrima rueda por su mejilla. Viniendo a su mente recuerdos, así como viene el viento y mueve su cabello cobrizo.

—Hija…no quiero que te quedes sola. Yo, no voy a estar contigo por siempre.

Dijo su madre acariciando su mejilla mientras tomaban un té en el jardín de su casa.

—Tienes que encontrar a esa persona especial. Tener hijos. Si no te tuviera a ti —retira su mano, para tomar un sorbo de té— Estaría sola. Eso no es bueno, para nadie.



Vicky había entrado a una habitación de un Hotel en donde trabajaba. Para limpiar el desorden que dejo una pareja, cuando alguien más entra por la puerta.

—Victoria tienes una llamada urgente.

La expresión en el rostro de su compañera indicada que no era nada, nada bueno.
Al tomar la llamada. La voz de un hombre se escucha.

—¿Usted es la señorita Victoria Cortés?
—Sí, así es. ¿Qué sucede?
—Su madre ha fallecido. En un accidente vial. Lo lamento mucho.
—No… —sus ojos se abren de par en par y brotan las lágrimas formando ríos en sus mejillas— ¡No es verdad! ¡Por favor dígame que no es verdad! —con voz quebrantada.

En esta vida nada está asegurado. Ni nuestra propia vida.

Eso fue lo que aprendió Vicky. Ese inmenso dolor tan pesado como todo el mundo cayó sobre ella, fluyendo en lágrimas, pero… ni todas las lágrimas que pudieran salir de sus ojos, servirían de algo, su madre no volvería.
En ese momento la soledad vino de la mano del dolor, y la abrazaban oscureciendo su entorno, hasta que un día vino una luz. Su jefe de ese entonces. La envolvió con calidez en sus brazos, secó sus lágrimas, le dio fuerza. No se sentía sola. Está bien con él… el divorciado de su jefe quien meses después  se convertiría en su esposo.

Aunque con el tiempo cambió y se transformó en lo que es ahora ¿Y por qué? Solo porque Vicky descubrió que es estéril.
No puede tener hijos, y ese calor, esa compañía que en un pasado sintió que le brindaba, se ha ido muy lejos. A pesar de seguir con él…se siente sola, está sola, sin hijos, justo como le advirtió su madre.

—Mamá.

Deja las memorias que la han hecho humedecer sus ojos y mejillas.

—Todavía no encuentro a esa persona especial, pero…es peor no tener a nadie ¿Cierto? Te echo mucho de menos, extraño tu rostro…tu voz…todo. —baja su mirada. Respirando con esfuerzo.

Su padecimiento asmático vuelve a atacarla.
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Necesita algunas cosas del supermercado. José puede mandar a una muchacha por lo que ocupa. Pero su trabajo le exige una distracción fuera de lo común, si desea crear buenas canciones, necesita distraer su mente en alguna parte donde hace tiempo no pone un pie.
El supermercado es una buena opción. Y por supuesto piensa ir muy temprano antes de que haya más gente, entre menos personas mejor. Además no quiere hablar ni ver a Ricky, Gabo y los demás por el momento. De hecho ya ni les ha respondido mensajes de texto o llamadas. “Estoy componiendo. No molestar”. Si tan solo tuviera el tiempo de enviarles a todos ese mensaje.

Está de buen humor. Ha terminado una canción y va por la segunda.
Llega al súper mercado y rápidamente lleva el carrito al departamento de “carnes”. Claro, después podría reunirse con todos y hacer una “carne asada”. Habla con el señor para que lo atienda. Y unos gritos llegan a sus sensibles oídos.

—¡Apúrate! ¡Que no tengo tiempo!

Conoce esa voz. Lo que hace brincar su corazón ¿Otra vez? ¿Es ese tipo y esa chica? Voltea para cerciorarse. Si... es ese mismo hombre del otro día y esa  misma chica del restaurante, de la calle y del centro comercial. El solo ver como aprieta ese delgado brazo de la chica, lo hace hervir su sangre hasta dolerle su cabeza. Es como si eso mismo, se lo estuviera haciendo a él.
Es suficiente, ya no puede más. Le sigue gritando, estrujándola, estirándole el cabello…le da una bofetada. Ese rostro tan dulce y bello como el de una niña a punto de llorar…es la gota que derramo el vaso.

—Aquí tiene… —le dice el hombre que le atendía, entregándole su orden de carne para asar.
—Espere… —dice José sin apartar su vista de la pareja que no conoce pero ya ha tolerado.

Decide ir hacia ellos apretando sus puños. ¿Cómo es que nadie hace nada? Eso no lo puede tolerar. Llega hasta ellos y clava su mirada en el hombre.

—Déjala en paz ¿oíste? —con ese tono grave, ronco, rudo.

Sin duda esas palabras y el modo en que las escupe, son como un golpe para el esposo de Vicky quien solo tiembla inconteniblemente soportando el dolor de sus brazos y otras partes. El señor voltea a verlo y muestra una sonrisa medio burlesca.

—¿Quién diablos eres tú? Esto no te incumbe. Lárgate.


José medio cierra sus ojos, viéndolo directamente. Una mirada muy fría. Esa mirada que sería la misma de un asesino. Vicky empieza a reconocerlo. Es el mismo joven que fue cliente nuevo en el restaurante ¿Qué debe hacer?

viernes, 24 de enero de 2014

Teengears [En guerra]








Capitulo-20              —En guerra





Break teclea en el tablero del mando de la nave. Arrugando el ceño y con su vista al frente viendo como los Alienbots que ha enviado se enfrentan a la milicia. Las naves del equipo Break. Han tomado cierta distancia en el cielo y esquivan fácilmente los disparos de los soldados. Y las naves redondas enemigas, intentan derribarlos con potentes ráfagas que producen, pero es en vano.

—¿Break, que pasará con Lea, Seungri y el otro par? ¿Crees que podremos vencerlos sin ellos? No son suficientes Alienbots.

Sonó la voz de Steve a través del transmisor de la nave.  Break observa como a un Alienbot, lo han hecho pedazos en el campo de batalla afuera del laboratorio, y no muy lejos de la concentración del Haarp. Desde ahí se puede divisar.

—No te distraigas. —Objeta serio.

«Sé que ellos podrán controlar a Jake. Pueden evitarlo y escapar. Estoy seguro de que lo lograrán… si trabajan juntos. Nuestro objetivo principal es destruir el Haarp, pero lo están defendiendo, es justo como me lo esperaba, pero no exactamente como creí que pasaría. »

Posa su mirada en el Laboratorio unos segundos «Lea… Seungri, vengan ya. ¡Hagan algo! »

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Los gruñidos seguían junto con el sonido de unos pasos. Se acerca lentamente saliendo de la oscuridad y se descubre un rostro conocido para Edric y Lea: Jake.

María esta atónita completamente pasmada. No puede pensar ni moverse, aún sufre el dolor de su herida en el hombro. Edric está muerto del susto y se puede ver con claridad en su rostro, no deja de temblar y retrocede unos pasos con cobardía. ¿Qué puede hacer? Solo es un científico, no está preparado para esto, pero Lea… sí.
La responsabilidad de proteger, tanto a Edric, Seungri, como a la chica desconocida, cae sobre ella, con un peso enorme, casi insoportable. Pero… ¿Quién más va a hacerlo? Sin embargo tiene que considerar, que se trata de Jake un compañero, un aliado y hasta un amigo. Seguramente Break no le perdonará que le quite la vida, además que no es capaz, y ¿Qué tan segura puede estar de lograrlo sola? Tiene que ir con cuidado. Se ve obligada a luchar contra Jake, sin lastimarlo al grado de dejarlo sin vida. ¡Pero qué difícil!

Le falta seguridad, pero aún así, toma el mando de la situación.

—¡Edric! —le llama y lo voltea a ver determinada— Quiero que cuides de Seungri y la chica.
—Mi nombre es María. —articula débilmente y desvía su mirada.
—Bueno, a María.

Casi involuntariamente intenta arrastrar a Seungri hacia Edric, pero se percata que es tan ligero como una pluma. ¿A qué se debe esta sensación? Lo puede cargar en sus brazos, como si fuera un machote bien fornido. ¿Cómo es posible? ¿De dónde ha salido tanta fuerza?

Sin importarle nada, ni si quiera las miradas de María y Edric, se apresura y lo acerca a Edric, acostándolo en el suelo cerca de sus pies.

—No se muevan de aquí. Yo… me encargaré ¿De acuerdo? —sonando insegura.

Un Jake con ojos irritados y siendo manipulado, da pasos hacia ellos balanceándose.

—¿Te has vuelto loca? —habla María tocando su hombro sangrante y frunciendo el ceño la mira— ¡Solo míralo! ¡Estamos acabados!
—¡Tú cállate! —le dirige una fulminante mirada— Fui entrenada para esto. Puedo hacerlo. —eleva el volumen de voz—

Edric enmudecido admira la valentía y decisión de Lea, de la cual le gustaría empaparse. Es fascinante. Tan bella como valiente.
Sin más. Lea avanza hacia Jake quien no le da tiempo y se echa sobre ella, como un lobo a su presa, haciéndola caer al suelo. Y la sujeta de sus muñecas, cuando forma un puño con su mano, pretendiendo golpearla, Lea al solo querer apartarlo, involuntariamente le da un fuerte empujón, lanzándolo al aire hasta impactarse en la pared hundiéndose en el muro de metal y se derrumba al suelo, aturdido mas enfurecido. Lea con sus ojos muy abiertos por lo que ha pasado, se levanta y sintiendo una energía inmensa, una potencia que recorre su cuerpo, se carga de seguridad y se traza una sonrisa en sus labios. Aunque no comprende mucho el ¿Por qué esa fuerza? Ahora mismo, es lo que menos importa.

—¡Jake! ¡Sé que estas siendo manipulado mentalmente por el Haarp! Pero… lo siento. Tengo que hacer esto.

Jake gruñe muy fuerte, casi sonando a grito. Y apretando sus dientes va hacia Lea con sus manos como garras al frente. En tanto Lea se impulsa y en un salto largo cae sobre sus pies detrás de él, dando un giro. Todo en un instante. Engancha un brazo a su cuello, y lo atrae haciéndolo caer al piso, reteniéndolo ahí. No le permite moverse aunque se esfuerce y siguiera emitiendo sonidos guturales.

Edric sostiene a Seungri quien todavía no reacciona y María cae de rodillas debilitada. Esa bufanda que ató en su hombro no es suficiente, muy lentamente va perdiendo sangre. Ahora se ve más pálida y cierra sus ojos lentamente.

—¡María! —le grita Edric.
—¡Estoy bien! —responde indignada— Tú… fíjate cómo podemos salir de aquí. Debe haber alguna forma. —medio abre sus ojos viéndolo— ¡Revisa la puerta! ¡No te quedes ahí sin hacer nada! ¡Mira a Lea!

Edric pasa su mirada a la chica de melena rubia esponjada, que aún retiene a Jake con sus brazos, sin mucho esfuerzo, recostados en el suelo.

—¡Edric! ¡Intenta hacer que reaccione Seungri! ¡O encuentra una salida! —vocifera.

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Aquella masa de energía brillante, en lo más hondo del océano, en donde una multitud de guerreros marinos junto con Zafrina se encuentran reunidos. Resplandece intensamente, y es Zafrina quien logra escuchar o percibir algo que el Diju y Lubus le comunican.

—¡Los recipientes de Lubus y Diju, están en peligro! —anuncia la sirena blanca alzando sus manos— Pero me dicen que aún no nos necesitan. Sin embargo existe una amenaza, para los humanos que acompañan a nuestros recipientes. Escuchen bien lo que haremos —eleva su mirada arriba con esos ojos cubiertos de diminutos diamantes.

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Gerard se ha escondido dentro del laboratorio en una oficina. Desde allí puede contemplar la batalla a través de unas proyecciones extendidas en una pared, y también puede dar órdenes y dirigir su milicia. Pero una idea que no sabe cómo no se le ocurrió antes, viene a su mente.

—Olvídenlo, no tiene caso. Solo estamos perdiendo tiempo y  soldados. Creo que me precipite a defender el Haarp, cuando ese mismo es la mayor arma con la que contamos. ¡Acabemos con ellos de una vez!

Se apoya más en su bastón con sus dos manos, casi dejando caer todo su peso para arrimarse más a la proyección con sus ojos exaltados.

—¡Activen el Haarp de una maldita vez! ¡Y diríjanlo a esas naves sin que lo detecten! —Indica y ordena con una mueca de coraje— «Al controlarlos… los tendré a mis pies»

Ahoga una risa escabrosa.

—Sí señor. —responde el comandante de la milicia.

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Desde la concentración de las antenas del Haarp, se extiende al cielo la onda expansiva que se proyecta en la aurora yendo directo hacia las naves del equipo Break.
Ellos no se percatan de ese ataque, siguen controlando sus respectivos Alienbots.

Y de pronto… Break, Steve, Greg y Derek en sus naves caen al suelo colapsados.
Sus naves se mantienen en el aire flotando automáticamente, pero los Alienbots al igual que ellos se echan a los suelos como desactivados.
Los soldados y los que volaban quedan apacibles y aguardan las nuevas órdenes.

—Pueden descansar soldados. Ya son nuestros. El Haarp ha hecho su trabajo.

Sonó en cada dispositivo que llevan los soldados en su oído. Seguido de una risa.
Los soldados desbaratan su posición y retroceden. Retirándose. Gerard empieza a maniobrar en los controles del Haarp, para “programar” sus mentes a su antojo.
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Las cosas se complican para Lea. Jake, está siendo manipulado y cada vez es más violento. Lo único activado en su cerebro es la “Ira” y “Destrucción”. Lea resiste, aprisionándolo entre sus brazos en tanto Edric examina la puerta. No hay ventanas y ni otro medio de escapatoria.
María descansa a un costado de un Seungri todavía desmayado ¿Habrá muerto ya? Es absurdo el pensarlo, pero así parece ser.

—Está muy bien diseñada. No hay modo alguno de abrirla. —Edric toca con su mano pálida la puerta plateada— Un momento… qué locura. Está hecha de plata esterlina.
—No hablas en serio. —con un hilo de voz María.
—Sí. Es muy resistente. —baja su mirada sintiéndose impotente.

Jake hunde sus dientes en el brazo de Lea con fuerza queriéndola desgarrar y Lea solo aprieta sus parpados extrañándole el no sentir el dolor esperado.

—¡Seungri! —grita Lea viendo al mencionado— ¡Nunca creí que diría esto pero… necesito tu ayuda!

De su brazo empieza a brotar ese fluido rojo, pero no lo suelta. «¡Maldita sea! ¡¿Tengo que matarlo?!. No… ¿Qué puedo hacer?»
Seungri despega sus parpados perezosamente, como reaccionado gracias al sonido de la voz de esa chica que conoce bien. Y lo primero que ve es: María. Una imagen nublada de ella, que lentamente se va aclarando.

—¿Lea?... Lea…
—¡Seungri! ¡Eres un inútil!

Su voz lo hace levantarse del suelo súbitamente.

—¡Lea! ¡Oh Dios mío! ¡¿Qué haces?!... ¡¿Jake?! —atonito.
—¡Cállate y haz algo imbécil!

Seungri llega en un segundo a ella sin notarlo.

—Jake basta, tú no eres así.
—Él no es el Jake que conocemos, está siendo manipulado. ¿Qué no lo ves?

Se lo quita a Lea de sus brazos y lo lanza a otra pared sin darle tiempo de caer, lo sujeta de su camisa y lo arrastra por el suelo.

—¡Vamos Lea! ¡Hay que salir de aquí! —voltea a verla.
—¡¿Pero cómo?! ¡¿Y qué crees que haces?! ¡Es Jake!
—¡Si, y mira tú brazo! Lo siento no hay otra manera.

La facilidad con la que Seungri maneja a Jake es impresionante. Pero no hay tiempo de cuestiones.

—¡Vamos! —exclama Seungri sonriente.

Jake se libera y está por golpearlo con su puño. Seungri atrapa su puño con su palma y lo sujeta bien, torciendo su brazo hasta que truena. Jake suelta un grito y jadeando entre dientes intenta con su otra mano apretar su cuello, pero Seungri lo esquiva y con su codo golpea su nuca noqueandolo y viéndolo derrumbarse al suelo.

—¡¿Cómo pudiste?! ¡Seungri! —grita Lea agobiada.
—Solo esta inconsciente. Lo hubieras hecho antes, fue pan comido. —camina hacia ella tranquilamente y sonriente- Y todo gracias a los sensores que nos implanto Break.
—Ya no los tenemos. —le recuerda Lea con un rostro serio.
—¡¿Qué?! ¡Espera! ¡¿Cómo hice eso?! —se detiene ante ella.
—Olvídalo, no me importa. Por ahora debemos salir de aquí Break nos espera.

María ya ni puede articular palabras, no se siente nada bien. Edric se acerca a ellos tímidamente.

—La puerta esta echa con plata esterlina. Será imposible tumbarla de un golpe.
—¡¿En serio?!. No lo creo. —Seungri visualiza a Lea— Vamos Lea…
—¡Sí!

Ambos se posicionan frente a la puerta y en un impulso con sus cuerpos empujan la puerta. Es como si algo dentro de ellos les brindara la seguridad, la fortaleza.



Por lo visto los intentos de Gerard por manipular las mentes de los científicos. Son en vano. Ellos no han bajado de sus naves. Algo está mal.
«¿Cómo es esto posible?... El Haarp nunca falla. ¿Acaso ellos también son inmunes como esos jóvenes? ¿Por qué?»

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Las sirenas de las profundidades del océano, por órdenes de sus espíritus marinos, han enviado su energía para protegerlos del Haarp. Tal y como el Lubus y Diju hicieron con Lea y Seungri.
Ahora los Alienbots se ponen en pie, y contraatacan con sus disparos electromagnéticos que al impactarse estalla cuanto se interponga. Algunos soldados que aún siguen custodiando, son aniquilados. El equipo Break se ha recuperado, saben que han sido atacados por el Haarp pero no sufrieron cambios. No es momento de analizarlo, es momento de luchar por lo que han venido.
Todo este movimiento, sorprende a Gerard. Distingue que esos Aliens son más ágiles y fuertes que antes. Sus soldados caen uno tras otro. Y una desesperación recorre su ser.

—¡Acaben con esos Aliens y las naves! —gruñe.
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El llamado finalmente ha llegado. Desde el Migima, Zafrina detecta la señal del Diju y Lubus. Es hora de salir a ayudarlos.

—¡No debemos permitirlo! ¡Ayudémosle a destruir ese monstruo llamado Haarp!

Exclama Zafrina dirigiendo al grupo de guerreros al frente como una líder. Mueven su cola enérgicamente, sacudiéndola y desplazándose por las aguas frías con vigor. Ascienden para alcanzar lo más alto del mar, y salen como disparados a la superficie, hasta el cielo. Sus cuerpos son mágicos, y deslumbrados por el suave sol, vuelan como si el aire siguiera siendo agua, surcando el cielo, atravesándolo por las nubes, hasta llegar a lo alto de los mares cerca de Alaska y miran más haya en donde saben que se encuentran. Sus espíritus los guían.

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Retumba el ruido del golpe. La puerta ha caído. Gracias a la fuerza incomparable de Seungri y Lea.

—Rápido Seungri. Lleva a María y Edric a un lugar seguro, lejos de aquí

Lea lo mira con el rabillo del ojo.

—¿Qué? Pero tu sola no…
—¡Hazlo! —escupe la palabra.

El joven asiático, carga en sus brazos a María sin esfuerzo y asiente junto con Edric. Siguiendo otra dirección. Lea se echa a correr por el corredor estando alerta a su contorno. Pasa por enfrente de una puerta medio abierta. Y unas voces masculinas llegan a sus oídos, haciéndola parar en seco.

—¡¿Qué es lo que se aproxima a lo lejos?! ¡¿Acaso son más de ellos?!

Cuidando de no hacer ruido al aproximarse. Asoma su cabeza a esa oficina. Puede ver a Gerard totalmente solo ante una proyección por donde ve el campo de batalla que se desarrolla fuera del laboratorio.
Los Alienbots atacando con sus cañones por los que expulsan algo parecido a relámpagos, que cortan el aire y combustionan completamente a los soldados hasta dejarlos hechos cenizas, en un segundo. Viéndolo bien, los Aliens del equipo Break, llevan ventaja.
Con sus ojos Lea vislumbra en el cielo que una multitud de siluetas blancas que parecen fantasmas se van acercando y logra captar que son sirenas y sin duda la que surca el cielo y frente a los demás que la siguen, es Zafrina, la única figura femenina. Su amiga. Sus parpados se abren tanto que sus labios se separan quedando boquiabierta. «Zafrina ¿Ha venido a ayudarme?»

—¡Maldita sea! ¡¿Qué son esos seres?! ¡Destrúyanlos cuanto antes!
—¡Imposible señor! No disponemos de elementos suficientes ahora.
—¡Mierda! Entonces activen el Haarp, hacia cada una de las personas de Estados Unidos. Quiero que estén de nuestro lado. Traigan todos los que puedan aquí ¡Ya!

Si tan solo pudieran usar el Haarp para controlar a esos seres supuestamente marinos. Pero es inútil. El Haarp fue creado para controlar solo mentes humanas.

—Señor. ¿Está seguro de eso? ¿No le parece una locura?
—¡¿Cómo osas cuestionarme?! ¡Háganlo ya!
—Sí.

Lea se oculta tras la puerta.
«¿Es capaz de traicionar y poner en riesgo a su propia gente?... Ay, por supuesto que sí». Suspira cerrando sus ojos »Tengo que hacer algo. Justo ahora.

Vuelve a echar un vistazo uniendo sus cejas.

La onda expansiva del Haarp que se proyecta desde los cielos de Estados Unidos, envuelve cada una de las ciudades. La gente, que era la única en el mundo “normal” y se esforzaban por llevar una vida “normal”, a pesar de las noticias. Son colapsados en sus lugares de trabajo, escuela, hogares, parques…
Los niños y bebés no soportan la carga del Haarp, por lo que fallecen al instante. Son los sacrificios que se lleva el Haarp. ¿A cuenta de qué? ¿Y por qué?
A simple vista las personas parecen una clase de Zombis. Y en sus mentes alteradas ya tienen grabado lo que tienen que hacer. Gigantescas naves del ejército de E.U. Los recogen y reúnen una gran cantidad. Son miles.
Ahora son los nuevos soldados de Gerard.

En un santiamén son llevados a Alaska. Donde la batalla está a punto de ser ganada por el equipo Break, ya que se han puesto de su lado ese grupo de sirenas, que desde el cielo, lanzan sus flechas, con sus arcos de plata fina, las cuales se roban el alma de quien tocan.
Break detecta aquellas naves enormes de donde puede ver que van bajando a toda prisa gruñendo como fieras, una gran cantidad de personas. Son miles.

—Esa gente… —murmura Break.

Nuevamente las voces de su equipo se escuchan a su alrededor.

—Break, esa gente es inocente, están siendo controlados por el… —comenta Greg.
—Ya lo sé. Pero, no nos queda alternativa. —baja su mirada.
—Espera. ¿Qué pasará si trae a más gente? Este tipo es capaz. —agrega Derek.

No responde, solo chasquea su lengua.

—Tal parece que esas sirenas están de nuestro lado. Así que podremos acabar con ellos y el Haarp pronto. —añade Steve— Para que esa gente vuelva a la normalidad.

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En la oficina de Gerard resuenan sus carcajadas.
—Se creen héroes. Adelante, ustedes mismos destruyan aquello que según quieren salvar. —frunce el ceño— Es mejor así. ¡El mundo es mejor ahora! ¡La humanidad jamás hubiese cambiado! ¡Ya no hay delitos, ya no hay abusos, ya no hay maldad! ¡¿No pueden entender que así es mejor?!


Lea da un paso adentro de la oficina.