viernes, 25 de abril de 2014

La Bruja y el Ángel mestizo [ Capitulo-5 ]











                         Capitulo-5











Se levanta el humo de su aldea, hacia el cielo. Las flamas arden provocando caos, desorden. Gritos lloriqueos, seguidos por gimoteos de dolor, se pueden oír desde el exterior. Dónde, su amigo defiende la esfera que brilla como el sol, teniéndola en una mano, y en la otra una daga, que intenta clavar en la mujer. Vestida de marrón, con una capucha y arco con flechas colgando de su espalda. Es imposible ver su rostro. Es una intrusa, seguro ella es la culpable de esta tragedia, y parece que quiere arrebatarle ese objeto reluciente a Kanentokon.
Preparando una flecha desde el follaje del oscuro bosque, dispara directo a la espalda de la mujer extraña, solo por ayudar a su amigo. Viendo como cae de rodillas en la tierra, quejándose por el malestar e intentando sacarse la flecha.

—¡Kanentokon!

De un grito el joven nativo se acerca a su amigo encorvado, con una mueca de dolor y una respiración agitada. Sangrando de su brazo y pecho, pero aún tiene fuerza para mantenerse en pie.

—¡Ratonhaketon! —lo mira iluminándose su rostro.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué…?
—¡Tu madre…tienes que ir a verla! ¡Es mi deber proteger el tesoro del clan! ¡Tú ve con tu madre, rápido!
—¿Qué le ha pasado a mi madre?

La intrusa encapuchada ha logrado pararse, y expulsando una hoja oculta de su muñeca viene contra ellos.

—¡Vete ya! —gruñe empujándolo a un lado.

No puede abandonar a su amigo en ese estado, y con esa extraña que a pesar del flechazo, se ha recuperado muy pronto y se muestra cargada de energía. Pero…su madre.
La recuerda y evadiendo los derrumbes, impidiendo ser rozado por el fuego, llega al que fue su hogar, que ahora, poco a poco se destroza. Se echa con el abdomen al piso, para asi evitar el humo que no lo dejaría respirar, apenas lo inhale. Arrastrándose y arrastrándose, hasta alcanzar a su madre, que muy quieta y con una faz serena, sus ojos entrecerrados y haciendo un gran esfuerzo por respirar sus últimos alientos. Espera su muerte. Alguien la ha lesionado gravemente, su pecho esta ensangrentado. Un hilo de sangre escurre por la comisura de sus labios. ¿Han intentado asesinarla?.

—Madre… —inquieto se postra ante ella para verla de cerca— Tengo que sacarte de aquí.

Está por cargarla, cuando su madre usa sus últimas fuerzas que le quedan para apretar su brazo y apartarlo bruscamente.

—Vete. Vete Ratohnhaketon. —Articula con debilidad.
—No lo haré. —frunce el ceño.
—Entiende…hay cosas que no puedes evitar, por más que te esfuerces.
—No hables. Tan pronto te saque de aquí, te pondrás bien.
—¡No seas tonto!

Se escucha como tose su madre, casi ahogándose. Escupiendo sangre.
El techo se cae a pedazos. En cuestión de segundos se derrumbará por completo, y si no se apresuran, será su tumba.

—Dime ¿Quién hizo esto? ¿Fueron los hombres blancos verdad?
—Una mujer…vestida como la tierra. Esconde su rostro y cabeza… —libera un quejido tocando su propio pecho con una mancha roja— Se fuerte hijo… —con su mano ensangrentada, estrecha la de su hijo para darle fuerzas— Tienes que serlo. Yo siempre… estaré contigo… hasta el fin de tus días. Te…amo.
—No te irás.

La carga en sus brazos y esquivando los pedazos de techo y paredes, que decaen. Salen de ahí.
Tiene que salir de su incendiada aldea si desea salvar a su madre, quien permanece con sus ojos cerrados.

Afuera se encuentra con su amigo, que todavía lucha contra ese demonio vestido de mujer. Sin embargo de momento es incapaz de darle una mano. Su madre, es primero. Detrás de un arbusto la recuesta y revisa si sigue respirando. Nada..., Después, toca con su mano por sobre su pecho para sentir su corazón. Nada…

—Madre…

Expresando esa tristeza en su cara, y con sus ojos húmedos, mas sin derramar una lágrima. Pasa su mano por la frente de su madre, dejando una marca de la misma sangre que ella compartió en su mano. Despidiéndose así de ella. A pesar de todo, la quería… porque, a pesar de todo…era su madre.
Guarda todo ese dolor, como bien sabe hacer, y su preocupación cae en su amigo.

La bola dorada con líneas grabadas, que está en la tierra, rueda hacia los pies del joven nativo.

—Ratohnhaketon no dejes que…

Recogiendo la esfera al instante, la mujer le lanza su hoja oculta haciéndole solo un rasguño en su mejilla. Desenvaina su Tomahawk, y aunque nunca haya lastimado a un humano. Todo ese odio, que se acumula en su interior lo impulsa. Después de todo, no le dará lo que desea, por lo visto, esa bola de oro. —regalo de los espíritus y dioses según creían—
El sonido de la hoja raspar al salir de su brazo, da inicio al enfrentamiento. Un gruñido feroz, y garras rasgando la tierra, se pueden escuchar. Su mascota, que había tenido desde niño. Un lobo. Se le echa encima a la mujer, mordiendo su brazo con rabia, sin soltarla. Ratohnhaketon aprovecha para arrojarle a su amigo la bola dorada, y avanza hacia la chica con su Tomahawk. Cuando con un movimiento preciso, la hoja de la mujer asesina al lobo. Antes de que el nativo pudiera atacarla, ella se lanza sobre su amigo y lo tumba al suelo, enterrando su hoja en el cuello. Se adueña de la esfera, y Ratohnhaketon se la arrebata de inmediato, impactando el filo de su hacha en el hombro de la mujer. Cayendo rendida, de rodillas, gimiendo de dolor, tocándose su hombro. El nativo se posiciona cerca de ella para acabar con su vida.

—Ratohnhaketon...

La voz de su amigo lo hace voltear a verlo.

—No dejes que se lleve el tesoro.
—Kanentokon. —preocupado.

Tiene la misma expresión de su madre en su último aliento. Cuando vuelve su vista para terminar con la asesina. Ya no está. Ha desaparecido.
Con su mirada la busca alrededor y nada…
Ha huido. La tentación de buscarla —ya que cree que no pudo haber ido tan lejos, tan herida— lo domina, pero…su amigo.

Conservando la esfera dorada, y con su Tomahawk manchada de rojo va con su amigo.

—Kanentokon resiste…
—¿Ves la aldea? Todos están muriendo. Ahora me toca a mí.

Se limita a verlo y escuchar.

—Tú… siempre fuiste mejor que yo en todo. Yo jamás, pude alcanzarte…jamás quise delatarte con tu madre tampoco. Ni espiarte. Pero… dime Ratohnhaketon, dime que me perdonas, y que mi muerte…no es en vano ¿verdad?. Al menos cumplí con proteger el tesoro.

De los labios del joven, no salen palabras. Solo observa compasivo.

—Al menos esta vez hice algo… Ratohnhaketon, sé que no mataste a Charlotte, te pude ver con mis ojos…todo lo que hiciste, pero eres mi amigo, sabía que la amabas, asi que ya no te delate. Sé que todavía la sigues amando, y…la extrañas. —emite un gemido de dolor— Búscala.
—Ahora me preocupa más esa mujer. Tengo que buscarla y acabar con ella, ayudar a quien pueda en la aldea…

Con esfuerzo suelta una risita.

—Siempre…ocultando tus sentimientos amigo.

La sonrisa en sus labios se desvanece al igual que su vida. Ratohnhaketon con sus dedos cierra sus parpados delicadamente.

—Te perdono…amigo. —susurra.

Salta de rama en rama. Su visión es tan aguda que no importa la oscuridad de la noche. Todo lo ve tan claro. Y aunque examine los rastros en la tierra, esa mujer no aparece a la vista. La ha perdido.
En su aldea ya es muy tarde, el fuego ha consumido todo a su paso hasta cesar. Solo hay ceniza flotando en el aire, ruinas, y cadáveres de su familia por doquier. Camina en medio de lo que quedó. Nada. No hay señales de vida, ha quedado completamente solo.
¿A dónde puede ir? Si este es el único hogar que conoce. Se queda en las cercanías de su aldea, y con los árboles a su espalda y un profundo silencio, y un vacío inmenso, elabora una fogata, para iluminarse y proporcionarse calor. Un rostro apacible queda en él, como si no tuviera corazón o sentimientos. Enfocado su vista en las flamas que pareciera que bailan ante sus ojos. Recordándole el largo cabello de Charlotte siendo movido por el viento al correr. Cierra sus ojos despejando esos pensamientos. Volviendo a concentrarse en la fogata.
«Esa mujer tiene que pagar por lo que ha hecho. ¿Por qué lo hizo? ¿Alguien la mandó? ¿Fueron los hombres blancos? ».
Sostiene con ambas manos la esfera brillante, que había protegido su amigo.
«¿Por qué quería esto? »
La bola irradia luz, que se expande, extendiéndose a lo amplio de su alrededor. Entrando como a otra dimensión, viendo frente a él, como una clase de espíritu femenino, que nunca había visto antes. Cabello largo y negro, con algo extraño en su cabeza, vistiendo de blanco, pálida, tan pálida de su rostro, lo está observando detenidamente por unos segundos.

—No debes permitir que los templarios obtengan el fruto.
—¿El fruto?.

Todavía no puede comprender ¿Qué sucede y que es lo que está viendo? Será…

—¿Eres…un espíritu?
—Mi nombre es Minerva. Y bueno, sí, algo así… lo importante es que escondas el fruto, no dejes que caiga en manos equivocadas.
—¿Quiénes son los templarios?
—¡Se están apoderando de todo!. Han acabado con todo miembro de la hermandad de asesinos en América. —camina de un lado a otro lentamente— Quizá no lo entiendas. Pero lo que tienes que hacer, es esconder el fruto en un lugar donde no puedan encontrarlo. ¿Entendido?
—¿Esconderlo?

El espíritu se esfuma junto con todo lo que lo rodea.

Lentamente sus ojos se abren, viendo la luz del día. Se percata que está echado sobre la hierba en medio del bosque. ¿Cómo llegó ahí? Quien sabe…
El fruto, está en su mano.
Se incorpora y recuerda lo que debe hacer. Se echa a correr directo a la sepultura del padre de Charlotte. Y desentierra la caja de plumas de su amiga. Abriendo el cofre, introduce el fruto y lo guarda. Volviendo a echarle tierra hasta cubrirlo totalmente.
Continúa sepultando en ese mismo lugar, con su respectivo espacio, a su amigo, a su madre. Sin duda este se ha vuelto un sitio muy especial.
Si tan solo pudiera saber, si Charlotte está viva, o muerta. Lo más seguro es que haya muerto y siendo así, le gustaría al menos poder darle un lugar de descanso cerca de sus seres queridos. Sentirla, más cerca.
Siente la gran necesidad de ir a buscar a la asesina de su gente, a quien ocasionó toda esa serie de muertes. ¿Sería una templaría? Aún tiene muchas preguntas y dudas. Pero sus ganas de vengarse, cada vez crecen más.

Va más allá del valle, y más allá del bosque. Pasando de los casacas rojas que vigilan. Evitando ser visto por ellos.
Logra vislumbrar casas de madera y vida humana. Es gente blanca, seguro ellos pueden saber algo de esa mujer asesina.

Es un pueblo pequeño a las afueras de la ciudad de Nueva York.
Pasea por las calles, y hace un alto para acariciar a un perro callejero. La gente le dirige miradas de desprecio y con gestos de repugnancia. Saben que es un nativo, y desconfían al creer que es un salvaje, literalmente. Con confianza, se aproxima a una señora.

—¿Dónde está la mujer asesina? —pronuncia en un tono violento, como exigiendo respuesta.
—¡Aléjate de mí salvaje, o llamaré a la guardia!

Sigue con su andar, ahora más apresurado por el miedo de ver a un salvaje. A pesar de su esfuerzo el tono de voz del nativo, no era para nada educado, y que decir de la forma en la que pregunta. Está empezando a llamar mucho la atención y sobre todo, a alterar  los habitantes del pueblo.
Estando al centro de la calle, pensando por dónde comenzar a buscar por sí solo. El sonar de las pezuñas de un caballo, es cada vez más cercano.
Un joven vistiendo elegante, y portando una espada y una pistola. Con su cabello castaño atado de una pequeña coleta hacía atrás y una notable cicatriz en sus labios. Frena a su caballo.

—¡Apártate de mi camino indio!

Ratohnhaketon ni siquiera se mueve, más que para verlo inmutable.
Los ojos del joven con acento italiano, se distraen al captar a una mujer muy bella y joven, paseando por ahí, sin prestar atención a su alrededor. Y enseguida desmonta el caballo.

—Señorita, luce usted tan hermosa ¿Me concedería el honor de saber su nombre? —toma la mano de la chica y deposita un beso en su dorso. Sonriendo una pizca.
—Eh… bueno. —abochornándose— Mi nombre es Alicia.
—Alicia, un placer Alicia. El mío es Ezio… Ezio Auditore. ¿Vas a alguna parte? Yo con gusto puedo llevarte, debes estar cansada. Vamos sígueme…

De su mano la conduce a su caballo. Es ya muy común en él, seducir a cuanta mujercita se encuentra en su camino.

El nativo despega su mirada de ellos, pero algo blanco lo hace mirar el suelo. Mientras el joven le ayuda a la dama a subir al caballo. Algo se le ha escapado de su ropa. Es un papel que se lleva el viento hasta los pies de Ratohnhaketon. Recogiéndolo lo desdobla, pudiendo ver el retrato de la misma mujer que está buscando. No sabe leer, pero arriba se puede leer “Se busca viva o muerta” Y en la parte inferior, la cantidad que están ofreciendo de recompensa. Claramente dice, que es una ladrona. 





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sábado, 19 de abril de 2014

Hilo Rojo [Capitulo 6 ]














                    Capitulo-6















—…No quiero irme. —mantiene su mirada fija.

Sus miradas enlazadas concentran cierta energía. Lo que parece debilitar a José, obligándolo a apartar su vista. Con un gesto tieso. Descarta la idea de llamar a la policía, y se le viene otra mejor. Claro…puede funcionar. Le dará lo que “quiere” justo y como hace con todas.

—Ten…

Le extiende su mano invitándolo a coger un reloj de oro, que sacó de su pequeño bolso.

—Como dije, solo quería darte algo. De esta forma te agradezco.

José de un manotazo a la frágil muñeca de la joven. Lo tira al suelo…cayendo al césped del frente de su casa. Acto seguido engancha su mano en el brazo de Vicky y la conduce adentro de su mansión, empujándola contra una pared. Lo sujeta de sus hombros para ver sus ojos antes de “actuar”, como solía hacer. Una sonrisa que expresa lascivia, es visible en sus labios, borrándose así, toda tensión y rastros de coraje en él. Su mirada es diferente, y la clava en sus ojos profundamente, siendo atrayente, tan absorbente que hace temblar a Vicky.
Continúa deslizando sus manos a lo largo de los delgados brazos de la chica, dejándola sentir su respiración contra la piel de su cuello.
Un cosquilleo la recorre, y aquella mirada la ha dejado tiesa, como espantada, alterada. Ningún músculo le responde, ni siquiera es capaz de cerrar sus ojos, mucho menos de abrir sus labios, para decir algo.
José coloca sus manos a la cintura de Vicky como diciendo “esto es mío ahora”.
Algo es extraño, tanto que lo hace detenerse a ver los ojos de la joven, cuando experimenta una sensación fuera de lo usual. El ver en su rostro el miedo grabado, junto con esas mejillas tan coloradas, sus ojos viendo al infinito, sin un punto en específico, como estando perdida, y temblando. Esa visión, ese sentir, toca su corazón, y siente como si dejara de latir por dos segundos. Y no le es posible el pensar, en lo absoluto.
Recupera sus sentidos, y se aleja del cuerpo de la chica, dejándole ver su espalda.

—Vete.

Vicky logra respirar, pero entrecortadamente, luego de nuevo le es necesario usar su inhalador, para finalmente salir como si la estuviera persiguiendo alguien.
Esa mujer da miedo… ¿En serio le da miedo? ¿Cómo puede hacerlo sentir asi? ¿Qué tiene de especial? Solo es una mujer. Una que le impidió el seguir jugando con su cuerpo, sin siquiera decir una palabra, sin siquiera hacer un leve movimiento.
No está, ni la mitad de buena que todas las mujeres que ha conocido. Es muy flaca, y tampoco es muy bonita. ¿Entonces por qué?. Cualquier chica cae rendida a sus encantos, no se resisten y se lanzan como fieras a él.
Pero ella… ¿Es diferente?


Victoria está convencida. No lo volverá a hacer, dejará de buscarlo, esta sin duda es la última vez, ya ha tenido suficiente de él. No le importa más. O de eso, quiere convencerse. Su interior le grita “Ve con él” y hay algo muy pequeño aferrado a ella muy, muy dentro que le pide…amarlo. ¿A un desconocido? Qué locura. A decir verdad, ha hecho demasiadas locuras, que ya no se puede permitir más.




Ha recogido el reloj de oro sin poder evitar una mueca de repugnancia, y lo lleva hasta su habitación. Lo observa detalladamente, con su estricta mirada, y lo arroja sobre un mueble. Es un reloj barato. No tiene ningún valor, ni siquiera sentimental claro está. No sabe por qué lo ha traído a su recamara. Si no significa nada para él. Por ahora tiene que volver a centrarse en su trabajo, la siguiente composición espera.



Después de varios días.
Está acostumbrada a esta vida. La costumbre es su fuerza. De hecho, la costumbre es fuerte. Qué difícil es quitársela de encima, y es tan pesada como el mundo entero.
Victoria como cada día, después del trabajo. En casa, lo primero más importante que debe hacer, es prepararle la cena a su esposo. Y tiene que terminar, lo más rápido que pueda, sin importar si está muy cansada, o con ganas de ir directo a la regadera. Es su deber como esposa ¿En serio lo es? ¿A tal grado?
Viven en una ciudad de alta sociedad en Nuevo León. La ciudad más costosa y rica de todo México, y no es por exagerar. Claro… José Madero es casi un vecino. Su esposo tiene el poder para pagarle a una sirvienta, pero… no lo hace. También puede mantener a su esposa sin problemas, y asi no mandarla a trabajar para que cubra sus gastos pero…tampoco lo hace.

—Espero te guste.

Vicky pasa el platillo bien servido de salmón y ensalada, a la mesa. Y le pone a su alcance un vaso de vidrio con limonada y una rodaja de limón decorándola.
El hombre con un gesto duro, y en silencio empieza a comer. Victoria sabe que no debe molestarlo. Asi que da pasos alejándose del comedor.

—¿A dónde vas?

Su voz retumba en las paredes.

—A darme una ducha. —en un tono débil.

Su esposo se levanta de su silla como si tuviera un resorte, dirigiéndose a ella y atrapándola con sus brazos desde su espalda.

—No tengo mucha hambre. —diciéndole al oído.

Victoria traga saliva, sabiendo lo que sigue. Siente como si el cuerpo y las manos de su marido le estuvieran quemando. Su barba rasurada que frota en su mejilla, es una sensación parecida a muchas agujas raspándole. Pero tiene que aguantar. Un quejido y…

—Vamos a la cama. —articula entre dientes. Insinuando.

La aprieta entre sus brazos y la mueve a otro lado.

—No. Daniel no por favor. —conteniendo su desesperación, y controlándose.

Se encierra con ella en su habitación.


Desde que amaneció, el cielo se tornó nublado, y conforme han pasado las horas, ha traído más nubes grises, se han estado acumulando. Avisando una próxima precipitación.
Pero no se puede permitir el faltar un día al trabajo. Llega puntual, como siempre, y ofrece su torpe y despistado servicio en el restaurante Itadakimasu. Aquel joven no ha salido de su mente, le angustia el perderlo. Sin embargo no es un impedimento para seguir adelante.
Es minutos antes de que termine su jornada, que del cielo fluyen las gotas de agua tan abundantemente, y con el resonar de los truenos. Victoria no puede ir a buscar un taxi, tendrá que pedirlo a la puerta del restaurante.
Aguarda paciente en el techo de afuera del negocio, todavía iluminado, puede ver escurrir el agua, de la cubierta sobre su cabeza que la protege de la imparable lluvia.  

Por supuesto que su esposo no vendrá por ella ni de broma. Akiva aprovecha que está sola, y que casi todos se han marchado, para acercarse a su lado y verla de perfil.

—Yo podría…llevarte a casa sin problemas. Pero sé que, no aceptaras. Me gustaría saber el por qué no me permites ayudarte nunca. —guarda la mitad de sus manos en los bolsillos de su pantalón de traje.
—No es necesario.

Intimidada, al pensar en las consecuencias con su esposo, al verla llegar en el auto de otro. Si así fuera.

—Estoy bien. —agrega. Hace como si quisiera abrazarse a sí misma.
—Victoria. —con su mano toca su cabeza— Mírame. ¿Por qué nunca quieres verme a los ojos? Y cuando llegas a hacerlo, no me das tiempo para ver dentro de ellos.


Es incapaz de hablar o comprender lo que trata de decirle. Solo escucha. Tampoco se mueve, sigue viendo abajo, escuchando el chorro de agua que continua sin cesar, junto con el relampagueo que azota el cielo. Y el pasar de un coche por la calle.
Le gustaría pedirle que se vaya y la deje sola, pero al mismo tiempo que la abrace, para poder llorar como lo hace el cielo, y desahogarse entre sus brazos. Siendo el único hombre que le inspira paz, confianza y la hace sentir muy bien.

—De acuerdo. No vas a responder. —pasa su mano al mentón de la chica y se posiciona frente a ella.

Concentrando su mirada en esos rosados y pequeños labios, tan tentadores que ya no puede resistirse. Este es el…
Victoria se mueve alejándose de él. Avergonzada, asustada. ¿Qué pasaría si “él” la llega a ver? Es atacada por una clase de paranoia.
Por un impulso la chica sale a la lluvia, empapándose en segundos. En cuanto Akiva vuelve adentro del restaurante por una sombrilla transparente.

A pasos agigantados la alcanza protegiéndola de la fría lluvia. Pero no siendo suficiente la sombrilla, él empieza a mojarse. Por su cara corren ríos de agua.

—Victoria…discúlpame.

Ahora si tiene motivos para no verlo a los ojos. El japonés ha sido muy obvio, Vicky ahora lo sabe, si quería besarla significa que… ¿La ama?
¿Cómo puede estar tan segura de lo que significa el amor? Si nunca lo ha vivido. ¿Cómo se siente ser amada? Quizá lo esté confundiendo.



El delgado cuerpo de Victoria es muy débil y delicado. Está temblando, descontroladamente y ya usó su inhalador un par de veces. Aun así el absorber el aire con su nariz y boca es todo un trabajo. La ha envuelto en toallas, hasta hay una sobre su cabeza, como si fuera una capucha. Sentada en un banco de la cocina del restaurante. Akiva termina de prepararle un té caliente.

Un taxi se ha cansado de esperar al frente del restaurante y sus llantas ruedan a otra dirección, yéndose.


Continúa lloviendo pero, sin el escándalo de la tormenta, tan solo el agua caer. El agua que se desliza por la amplia ventana en casa de José.
Ha reunido a todo el grupo para hablar más sobre el álbum y pasar un buen rato.
En una sala con sillones blancos y decoración en rojo. Cada uno toma asiento excepto José. Él camina de un lado a otro, inquieto, tenso, jugando con el reloj de oro en su mano.

—Es que no puedo wey. Necesito hacer algo fuera de lo común, Para que me den ganas de escribir ¿Si me entiendes? —dirigiéndose a Ricardo.
—Sí wey, ya sé. Pues… no sé. Ve a una Iglesia, mata a alguien. No sé…

Comentario que le arranca una carcajada a Arturo.

—Hablo en serio wey. —sonando molesto José.

Deja de pasearse y pasa su mirada viéndolos a todos.

—Es importante. Apenas terminé dos canciones. Y el tiempo es oro.
—Relájate Pepe, ya te inspirarás, tú tómalo con calma. —Jorge. Sentado y con sus codos sobre sus piernas, sonriéndole.
—Hey wey, a todo esto… —se une a la conversación Arturo— ¿Ese reloj qué? —lo apunta exaltando sus ojos.
—Ah, esto… —queda viendo el reloj con atención— Un momento… —no puede contener una sonrisa— Ya sé, como distraerme.

El resto esperan a que les diga más detalles. Sin dejar de verlo. En cambio José retrocede unos pasos. Buscando la privacidad de un pasillo de la casa, lejos de ellos. En su celular encuentra aquel número, que ya sabía a quién pertenece.



Victoria recibe la taza de té en sus manos. El temblor ha bajado, es más ligero, pero en su expresión facial se puede distinguir que sigue en mal estado. Pálida, tan pálida y cabizbaja, como con falta de energía.
Aparte de su salud, está cargada de miedo, nunca se ha retrasado para llegar a casa. No puede ni imaginar lo que le espera.

—Bébelo todo, te hará bien. —sugiere Akiva y arrastra otro banco cerca de ella para acompañarla— Quiero que por favor olvides lo ocurrido. ¿De acuerdo? —se inclina buscando su mirada.

Le preocupa que no pruebe ni tantito su té, está paralizada, como enferma. Si no fuera por el leve vibrar de su cuerpo, juraría que es una estatua.

—Bien… dame eso. No lo quieres.

Le quita el té de sus manos y lo deja sobre un mueble de metal, que es parte de la cocina. Retira la toalla de su cabeza y comienza a secar su cabello con delicados movimientos. Continúa pasando la toalla por uno de sus brazos, para secarlo y darle calor. Está muy helada.
Mira ese sereno rostro enmarcado en un cabello cobrizo y húmedo.

«Algo pasa con ella. Estoy seguro. Pero es tan reservada y yo…bueno, no me gustaría entrometerme tanto en su vida. Aunque…». Guarda en sus pensamientos.

Frota la toalla en la piel del brazo de la chica con la intención de “hacerla reaccionar”. Pero es en vano. Sigue estática.
Al ver que sus grandes orbes avellana se han cubierto de una delgada capa brillosa. Detiene su acción.

—Victoria…

Pasa su fina mirada a su brazo y descubre las marcas de los moretones, algunas pequeñas heridas.
Ese maquillaje que estaba obligada a usar a diario, para esconder las señales, se ha borrado gracias a la lluvia y el roce de la toalla de Akiva. Los ojos del japonés se hacen grandes, examinando bien su piel con cuidado. Victoria se percata que la está viendo y se apresura a ocultar su brazo con una toalla. Alarmándose notablemente, pero ya es muy tarde.

Está claro que alguien es el responsable de esas marcas. Algo le hace creer al japonés que el culpable de dicho maltrato es su marido ¿Quién más puede ser?.

—Akiva… —brota de los labios de Vicky.
—Victoria tú…

¡Ring, Ring!
Su celular anuncia una llamada. Victoria va por su bolso que no está muy lejos. Experimentando una oleada de emociones al ver quién es el que está llamándola.

¿Esto es verdad? ¿Esto de verdad está sucediendo? ¿Cómo pudo ser tan descuidada? ¿Cómo José puede…?
Hace un esfuerzo por tomar aire, antes de querer contestarle. El tono del celular no deja de sonar.





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sábado, 12 de abril de 2014

Teengears [ Dentro de las venas ]






Capitulo- 23    —Dentro de las venas











Se ha alojado dentro de Lea, el espíritu que poseía Seungri. Aquel joven que yace sin aliento en el suelo, siendo pisoteado por la multitud alocada de manipulados. Estos dos espíritus: “Lubus y Diju” se unen y le brindan el suficiente poder como para destruir todo el inmenso laboratorio.
Entonces todo parece congelarse como si el tiempo se detuviera. Y con sus brazos extendidos a los lados, viendo que la rodean muchas personas como paralizadas. Solo su pecho se mueve al respirar. Lea puede sentir paz.
Observando como su alrededor se desvanece, y una luminosidad se traga toda imagen. Volviéndolo todo blanco.

Ahora se encuentra como en un nexo. Pueden verse cada vez más cerca dos siluetas humanas. Presentándose ante ella como dos fantasmas; una mujer de muy larga cabellera, vistiendo un sencillo vestido en blanco,  sin rostro. Y un hombre con una especie de alas de fuego, y de la misma forma un inexistente rostro. Son tres veces más, la altura de Lea. Estos son los supuestos “espíritus marinos”. Que de marinos no tienen una pizca, pero Lea no tiene idea de lo que está sucediendo, se muestra boquiabierta e incrédula. ¿Estará soñando? ¿Acaso ha  muerto?

—Sacrificio Lea…

Una potente voz femenina que retumba en sus tímpanos.

—¿Sacrificio?

Inquiere la joven uniendo sus cejas al verlos hacia arriba.

—Espera… —continúa— ¿Sabes mi nombre? ¿Quiénes son ustedes?.
—No hay tiempo para explicaciones. El mundo está en sus manos.

Objeta una profunda voz masculina.

—Bueno, eso es cierto. Pero… ¿A qué te refieres con “sacrificio”? —cuestiona interesada con su vista alta.
—Es verdad lo que dijo. No pueden matarlo…si lo hacen, estarían haciendo lo mismo con toda esa inocente gente del planeta. —afirma la voz varonil— Sin embargo, hay una solución. El sacrificio, traerá la liberación mental de la humanidad.
—Alguien que comparta la misma sangre que Gerard, pero que tenga un corazón más puro. —agrega la mujer— Y de buenas intenciones. Será quien podrá modificar dicho efecto del Haarp, a cambio de su propia vida.
—Entiendo… pero. ¿Por qué me dicen todo esto? ¿Qué son ustedes? —curiosa los observa detenidamente.
—Ahora que lo sabes, adelante… entrega el mensaje —indica la mujer haciendo caso omiso a sus preguntas— A Break.
—¿Break?
—Sí, él es un heredero.

Guarda silencio unos segundos tratando de asimilarlo. ¿Era un heredero? Eso quiere decir ¿Qué él sabía que estaba contra su familia todo este tiempo? No logra entender mucho sobre por qué Break tomó una decisión diferente a su familia, y no siguió el rumbo de ellos.

—En ese caso ¿por qué a mí me dan directamente el mensaje? ¿Por qué no al mismo Break?
—Los científicos se cierran a lo espiritual. Por eso los escogimos a ustedes. Ellos están bloqueados. —responde el hombre de alas en llamas— Pero, por esta vez… tendrá que…creer.


Se esfuman, como evaporándose, y Lea es capaz de visualizar su entorno, su realidad otra vez. Aunque se haya calmado, los manipulados no. Siguen queriéndola aruñar, empiezan a agarrarla con sus manos para estrujarla, le dan tirones, y Lea se resiste, sabe lo que debe hacer, sus ojos están completamente abiertos y como iluminados.
Jake está como mareado, aún perdido mentalmente. Y ni qué decir del cadáver de Seungri.
Algo la está impulsando, y ayudando a controlar ese poder, aún asi puede abrirse paso entre la muchedumbre alocada, salvaje. Y el resto de Alienbots hacen un esfuerzo por detener la gente. Lea dirige su mirada a Steve cuando llega frente al equipo.

—Con eso se comunican. —señalando la pequeña antena parpadeante de su oreja.
—Asi es. —responde irritado.

Lea se lo arrebata.

—Hey…
—¡Lo necesitaré! ¡Ustedes retengan lo más que puedan a esta gente! ¡Si no quieren morir!

Exclamando mientras avanza al elevador.  Dando sugerencias, que más bien sonaban a órdenes de líder.
Ha sido un cambio impresionante en menos de un segundo, parece otra persona, hace un momento estaba llena de rabia y se descontroló por causa de la muerte de Seungri, pero ahora se muestra…muy fuerte. Los espíritus siguen en su interior, dándole fortaleza para seguir con cordura y prudencia. 

El equipo Break contempla como se va en el elevador, tan determinada, sin un rastro de miedo, coraje o tristeza en su faz.

—¿Ella quien es para darnos ordenes? —pregunta enarcando una ceja Derek.

Varias personas logran penetrar la detención de los Alienbots, y se echan sobre Derek y Greg.
Steve, alcanza a reaccionar y evadirlos, manteniendo su compostura. El inalterable Steve , piensa que hacer en medio del lío.



Adentro del ascensor Lea se cruza de brazos y mira abajo.

—¿Break? ¿Estás ahí?
—… ¿Lea?
—¿En dónde te encuentras?
—Cómo es que… —suspira— ¿Cómo están los demás? ¿Sucede algo?
—No importa ahora. Dime en que piso estás ¡Maldita sea!
—…En el último.





—Desactiva el Haarp… Gerard. —ordena Break viéndolo fijamente.

En su brazo se engancha todavía María, pasando a ser una simple espectadora.

—Eso es imposible ¿Es que no lo entiendes? —tomando su distancia el señor— La única forma es asesinándome, pero de ser así, con mi muerte el Haarp se autodestruye, y junto con él, todas las mentes de la humanidad. Más claro no puede ser.

Gerard recuerda su “Haarp portátil”, que esta guardada muy cerca de la maquina ante sus ojos. Y se le ocurre una brillante idea.

—Pero… ya que no tengo opción, y es probable que intentes matarme, al no creerme. Está bien, intentemos algo. Síganme. —se traza una sonrisa en sus labios y se encamina a la máquina.

Alzando una ceja, Break, lo visualiza inseguro y desconfiado ¿A qué se debe ese cambio repentino de ideas? ¿Será que el efecto de ser la fuente del Haarp le está dañando el cerebro?
A pesar de no estar seguro, sus pasos se dejan guiar por su antepasado. Inyectándole confianza a la chica de su lado.

El señor de barba canosa y bastón dorado, se apoya para poder inclinarse y extraer un aparato pequeño que sostiene con ambas manos, es el “Haarp portátil” que anteriormente ha usado en Jake.

—Con esto posiblemente se pueda alterar el Haarp, pero deben probarlo en ustedes.

Carece de sentido lo que dice, y es evidente su posible malintención. Break con un gesto incrédulo, lo observa en tanto María abre sus parpados examinando con su mirada aquel aparato.

—Un momento…


Le trae unas memorias.

Con un movimiento de sus dedos les indica a sus agentes que traigan a Jake a sus pies. Teniéndolo arrodillado ante él. Gerard toca el suelo con una rodilla para alcanzarlo y esbozando una sonrisa, le enseña el dispositivo del tamaño de su mano.

—¿Me dirás? ¿O quieres que te sacrifique?.

Por unos segundos Jake mantiene fija su mirada tan cargada de odio que no hacían falta palabras para expresarlo.
Se atreve a escupir en la cara de su interlocutor sin importarle nada. Gerard con asco cierra sus ojos y con una mueca de indignación y claro disgusto, limpia su rostro con la manga de su traje blanco. Acto seguido sujeta a Jake de su cuello oprimiendo un poco

—¿Sabes que puedo matarte ahora si quiero verdad? —gruñe frunciendo el entrecejo.

Jake aprieta sus labios y desafiante lo observa a los ojos. Edric y María se alarman siendo simples espectadores.
Sin soltar su cuello, Gerard lleva la mano en la que tiene el dispositivo portátil, contra el pecho de Jake y al tocarlo con este mecanismo el aparato se abre y con unos tubos como si fueran las patas de una araña se aferra a su cuerpo. Jake queda como paralizado, con un rictus de dolor.





—¡Está mintiendo! ¡Esta cosa es…!
—¡Silencio! —grita el señor, furioso.

Break mira a María, y después a Gerard entre cerrando sus ojos.
Sin decir más Gerard se apresura y toca el pecho de María con ese aparato oprimiéndolo contra ella, abriéndose y expulsando unos tubos que se pescan a su cuerpo, que no le permiten el moverse.
Quedando estupefacto, Break sigue viendo como la chica vibra incontrolable, y se pueden ver claramente las venas de su cuello, rostro, brillando en azul eléctrico. Destacando más las del contorno de sus ojos, tan abiertos, redondos y sin color.
No puede permitirlo, no se saldrá con la suya. Break le tira un golpe a puño cerrado en la cara al viejo. Gerard pierde el equilibrio y se balancea dejando caer el aparato al suelo, al igual que cae María.
Con una sacudida a su mano, puesto que no había dado un golpe jamás, arruga el ceño afrontándolo.

—¿Qué crees que hacías? —masculla.

Una risa creciente brota de los labios del viejo.

—¡Olvídalo! ¡Es ridículo lo que haces! ¡Jamás podrás salvar a esa gente! ¡Ríndete! —limpiando la sangre de su nariz.



—¡No lo creo!

Una voz femenina y firme interviene. Una joven de una melena rubia y esponjada viene hacia ellos.

—Break puede hacerlo.

Detiene sus pasos cerca de ellos.

Las risas de Gerard se vuelven carcajadas hasta que se queda sin aire, y empieza a toser.

—¡Adelante Break! ¡Alimenta al Haarp con tu sangre! ¡¿Qué estas esperando?! ¡¿Lo sabes no?! ¡Este hombre es como tu abuelo! ¡Un antepasado! Entonces tú puedes controlar el Haarp. Hazlo…

La expresión el rostro de Gerard cambia al instante durante un momento.

—¡Eso es falso! —incapaz de creer el viejo. 
—¡Demuéstrale que es verdad Break! ¡Rápido!

Lea lo empuja con una mano.

—Sé que sabrás como hacerlo. Si fuiste capaz de crear una contra-maquina, y toda una cuidad en las profundidades del océano, junto con un hermoso jardín real. ¡Esa máquina no es nada para ti!
—Cuida de María.

Pide, y se posiciona al frente de la máquina. Lea le echa un último vistazo al viejo, antes de ir al suelo por María. Con sus manos intenta reanimarla.

—María…anda abre los ojos.


Break con sus manos explora la maquina, revisándola también con su mirada. Localiza las conexiones por donde entra el ADN. Mientras Gerard aprovecha la distracción de los dos para levantar su bastón de oro y apuntar hacia la espalda de Break. Cierra un ojo para fijar bien su puntería, en cuanto Lea percibe un peligro y voltea a verlo en el acto, poniéndose en pie y yendo hacia él. Los espíritus hacen que sea tan veloz como el rayo, y lo alcance adueñándose del bastón y tumbándolo al suelo. Acto seguido, le apunta estando por disparar.

—No Lea.

La voz de Break. Se ha detenido para verla.

—Todavía no puedes hacerlo.

En el rostro de Lea se refleja toda esa ira que guarda en sus entrañas. Recordando todo ese dolor y sufrimiento que ha causado la pérdida de su familia, amigos y ahora… Seungri. Todo es su culpa, por culpa de su ambición ¿Quién iba a devolverle sus seres queridos? Aún si el Haarp desaparece y todo vuelve a la normalidad. Ellos ya no estarán.
Sus ojos azules se humedecen y su mano tiembla pero apretando ese bastón que sostiene, y que se rehúsa a dejar de amenazarlo con él, con su pulgar en el botón plano para activar el disparo. Son demasiados sentimientos, tan profundos y fuertes, que ni siquiera los espíritus pueden comprender, mucho menos controlar. Se escapa de sus manos. 

María se mueve y lentamente deja el suelo. Abre sus orbes que se han tornado rojizos. Su programación cerebral es la misma que la del resto de personas en el laboratorio. “Acabar con los intrusos”





Se ha unido a la multitud de marionetas del Haarp, el manipulado de Jake. Aunque este golpeado y adolorido.
El equipo Break esta en aprietos. Greg y Derek han perdido sus controles, en cuanto a sus Alienbots han quedado inactivos, inservibles. Los dos Alienbots de Steve no son suficientes para detener esa gente. La habitación de las proyecciones y controles es invadida por la masa de personas que amenazantes, comienzaa a atacar con puños, aruñazos y mordidas a Greg y Derek. Steve se aleja lo más que puede y usando sus Alienbots, no le queda más que sacarlos del mar de gente y atraerlos a él, viendo como esas personas corren contra ellos.

—¡Al ascensor!

Indica Steve, y huyen al elevador de cristal  que usó Lea, cerrandose las puertas que al instante son empujadas y golpeadas por la gente. Solo dos Alienbots los acompañan. 

Salen a un piso central en la torre del laboratorio, y ahí pueden tomar un respiro.
Parece una sala de investigaciones. Greg descansa en un sillón quejándose del dolor de la mordida en su brazo. Derek se recarga en una pared agotado.

—Menuda paliza que nos han metido esas marionetas. Casi nos matan. —habla Derek con una mueca de disgusto.
—Sí, pero no podemos lastimarlos. —les recuerda Steve.
—¿Y qué hay de Jake? —Greg palpa su brazo que sangra— Él estaba ahí.
—No tiene caso, el está siendo manipulado. Hasta que el Haarp los libere mentalmente, lo tendremos de vuelta.

El par de Aliens robots, permanecen activados pero vigilando la entrada.
Se puede sentir una sensación como de múltiples pisadas en el piso.

—¡Vienen hacia acá! —grita Greg.
—¡Maldición han usado otro acceso! ¡Sí que se mueven rápido! —vocifera Steve— ¡Hay que regresar y salir del laboratorio! ¡Ir a las naves!
—¿Qué pasa con Break…Lea y…? —interroga Greg.
—Break se encargará de lo demás. Nuestro deber es distraerlos mientras todo acaba. Alejarlos de Break lo más posible. Retenerlos... ¿Recuerdan?

Esperan a que aquella gran cantidad de personas los puedan ver, para salir por otra dirección y correr por las escaleras y pisos descendientes, yendo a sus espaldas el par de Alienbots, seguidos por la muchedumbre alborotada. Deben conducir a la gente afuera del Laboratorio y muy lejos de su alcance.











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