martes, 29 de julio de 2014

La Bruja y el Ángel mestizo. [Capitulo 9]













                      Capitulo- 9 
















Ahí sentado frente a Achilles en el sótano, escucha atentamente lo que le dice. Llega a saber que Achilles es el maestro de Ezio, por asi decirlo, ya que le enseñó a empuñar y usar una espada, entre otras armas y técnicas necesarias para ser un cazarrecompensas reconocido. Que la ciudad esta infestada de delincuentes, que  nunca falta la recompensa que estén ofreciendo a cambio de entregarlos, ya sea vivos, o muertos. Intenta explicarle lo que hace Ezio, y que por lógicas razones, se ha retirado de esa dedicación.
Afuera está nublado el cielo, por lo tanto es escasa la luz que entra por las ventanas, las velas ayudan a alumbrar un poco más.

—…mi aldea fue atacada por ella, yo la vi. —cuenta Connor con intensidad en su voz— Quemó y acabó con la vida de mi madre, mi amigo, y el resto de mi familia. Tiene que pagar por lo que hizo.
—Primero, tienes que prepararte. —con esa voz cansada por el peso de su edad—Necesitas saber lo necesario para convertirte en un cazarrecompensas.

El joven solo asiente con esa tensión en su entrecejo, y lo observa como estando dispuesto.

—Deberíamos empezar hoy. Pero antes. —se levanta de su silla— Vamos a tomar el desayuno, y después comenzaremos con el entrenamiento.


Sin dar una respuesta, simplemente se pone de pie y sigue al viejo.
 Comida, no le caería mal, no se ha llevado bocado a la boca desde que partió de lo que quedó de su hogar.  
Connor no se detiene a pensar ¿Por qué el anciano es tan amable con él? Tampoco tiene la malicia de creer que, solo lo usará para su beneficio, ya que vio sus habilidades, y su capacidad. Que puede ser mejor que Ezio. Tan solo está buscando la oportunidad de encontrar a esa mujer, que ha hecho pedazos su vida, como la conocía. Suficiente tenía con haber aceptado que Charlotte ya no está con él, y ya no regresará.






Horas y horas le llevan a Ezio Auditore, llegar a Nueva York. Tanto que casi atardece, el cielo está cambiando, pero sigue nublado.
Desmonta su caballo dejándolo descansar casi a la entrada de una Taberna, en dónde hay otros dos caballos. Amarra bien las cuerdas, y se adentra al sitio. Sabe muy bien que adentro se encontrará con sus amigos, es aproximadamente la hora en la que acuerdan siempre reunirse en el Pepper Black.
Apenas pasa de la puerta y el olor a humo de cigarro, el ruido de carcajadas, voces hablando, y la música del pequeño grupo tocando en una esquina, lo invaden. Un ambiente agradable para él, lo que le provoca sonreír muy leve, y dando unos pasos, buscando con su mirada a su grupito de conocidos entre todos los hombres de las mesas. En su visión se atraviesa alguien, que ya conoce bien.

—Ezio…bienvenido.

Una voz encantadora, de una mujer con una trenza rubia que cae en su hombro, labios rojos y pechos grandes.
Como lo esperaba, se acerca de más, sujetándolo de su brazo, dándole caricias con su mano.

—Te vez cansado ¿necesitas algo cariño? —esboza una sonrisa pícara.
—Hannah, es un placer verte. —con sus dedos roza la barbilla de la chica— Algo de cerveza por favor. Y también un poco de carne.

Vuelve a barrer su alrededor con su vista. Encontrando en una mesa a sus amigos.

—Estaré por haya preciosa. ¿De acuerdo?

La mujer le guiña el ojo, y se dirige a la barra.

En la mesa a la que se encamina Ezio hay tres hombres que beben cerveza en tarros. Los dos que presenciaron a Charlotte en la horca y otro más. El que fuma y fuma, de cabello castaño peinado todo hacia atrás, largas patillas y anteojos, parece ser el más delgado del grupito pero no se ve débil.
Por lo visto, estos tres sujetos aparentan ser mayores que Ezio más no viejos.

—¡Eh, amigos! —el joven con ese acento italiano llega a ellos con sus brazos abiertos y una sonrisa, saludándolos.
—¿Qué tal Ezio? —le responde el de la capucha café con gentileza.
—Tenemos algo que contarte, siéntate y escucha. —casi ordena el del sombrero con mirada dura.


Le informan a su líder lo que vieron por la mañana. La ladrona capturada por los guardias. Luego que fue rescatada por un hombre encapuchado a quien también están buscando y ofrecen una recompensa menor.

—Entonces ahora está libre.
—Sí y la siguen buscando. —agrega el de anteojos y lleva su cigarrillo a su boca.
—Han modificado los carteles —dice el de barba y capucha— ahora sabemos que la ladrona es pelirroja, y conocemos su rostro, quizá así sea más fácil encontrarla ¿no crees?


Hannah viene cargando una bandeja con un tarro de cerveza y una pieza de carne, tenedor y cuchillo. Se lo entrega a Ezio y enseguida le sonríe al hombre encapuchado del grupo, va y se sienta en sus piernas, dejando la bandeja sobre la mesa para poder abrazárlo por el cuello.

—Hola André. —parece olfatearlo con delicadeza.

Claramente se siente atraída por él y es una descarada, pero a André parece no incomodarle o molestarle en lo absoluto, más bien le es indiferente.

—Cabello rojo. —se toca la barbilla Ezio viendo el tarro de cerveza que sostiene— He visto a varias mujeres así, no es una seña particular me parece. Pero puede ayudar.

Guarda silencio un momento, quedando pensativo. Sus amigos lo observan mientras la mujer de grandes pechos le baja la capucha a André para  jugar con su castaño cabello.

—Caballeros. —los apunta con su dedo aplicando énfasis a sus palabras— Lo he decidido, la atraparemos muy pronto, y esa recompensa será nuestra. —eleva su tarro lleno de cerveza— ¡Juntos por la victoria!

Exclama con una voz entusiasmada, y sus compañeros unen sus tarros a lo alto.

—¡Por la victoria!

Gritan al unisonó con energía. Y después dan un gran sorbo a la cerveza.





Pasan dos días.
El señor August y Garrett se han encargado de ir a la imprenta y pagarle lo suficiente al dueño para que deje de crear más carteles, y se mantenga así un tiempo, hasta que el rostro de Charlotte se borre de sus memorias y vuelvan a buscarla como antes, encapuchada y con gran parte de su rostro cubierto. Fue una gran suma de dinero, que consiguieron gracias a los cofres que hurgó Charlotte la semana pasada.
Le han conseguido una vestimenta de ladrona idéntica a la anterior, un arco, flechas, veneno y la mascara con la que se cubre y solo deja ver sus verdes ojos.
En estos dos días, Charlotte no ha salido de su casa para nada. Se ha mantenido escondida, los ciudadanos siguen creyendo que esa casa está abandonada. Ya que Charlotte solo la limpió un poco cuando recién llegó, pero no la ha reparado, ni arreglado absolutamente en nada, solo esta lo que parece una cama y unas velas, lo demás lo encuentra en casa del señor August.
Le ha costado mantener esa idea en la gente, y pasar desapercibida. Y es que le gusta dormir en esa casa.

Con una mirada de desprecio observa desde la ventana de arriba a los que tocan su puerta. ¿Cómo se atreven a venir a su casa? August y Garrett. Y el joven trae consigo una caja.
Mejor se apresura a bajar por las escaleras para abrirles la puerta lo más pronto posible.

—Rápido entren.





Con sus brazos cruzados los observa fijamente en lo que había sido una cocina.

—¿A que han venido? —viendo la caja que sostiene Garrett con una mirada cansada.
—Hemos hecho que ya no produzcan esos carteles. —dice el señor barbudo y rechoncho— Puedes volver a tu trabajo Charlotte.
—¿Qué trabajo? Yo era ladrona.


Atrae la mirada de Garrett que luce más viva ahora.

—¿A qué te refieres con era?

Cuestiona el Joven y Charlotte camina de un lado a otro viendo el suelo de madera y sus zapatos, la falda de su vestido sencillo, tal y como suelen vestir las mujeres en Nueva York. Nunca se ha sentido tan cómoda siendo normal todo el tiempo, sin necesidad de brincar a ser una ladrona.
Les sonríe a los dos.

—Oigan. He estado pensando y…, ya no quiero seguir en esto. —se detiene para verlos— Sí, era divertido, y sí, disfrutaba hacerlo pero. Bueno sabía que probablemente terminaría en la Horca algún día, pero solo era un pensamiento pasajero. En ese momento, al ver que perdería mi vida. No sé, me arrepentí… Quiero rehacer mi vida, ser una persona nueva.

Garrett y August intercambian una mirada. El menos satisfecho con esto es su tío y lo puede leer en su cara.

—¿Haciendo qué? —dice el señor descontento— Charlotte, sabes que nos va muy mal en las ventas, a veces no vendemos y tú nos has ayudado mucho, la ayuda es mutua ¿no?


Sin decir una palabra y ni siquiera mirarlo.
Garrett la sigue viendo, pero se mueve para dejar la caja sobre una mesa de madera desgastada, aún resistente. Entretanto su tío va hacía la chica y la toma de sus hombros, viendo su rostro con atención. No la ve más que como una mina de oro, una fuente de dinero, de ganancias, sin mucho esfuerzo, es por eso que tiene que convencerla.

—Chica escucha. Tienes que seguir siendo ladrona.
—¿Para terminar de nuevo en la Horca? —en un tono apagado— ¿Qué no lo ven? —se altera— Ya lo saben, ya saben quién soy, saben que mi cabello es rojo, conocen mi rostro. Ya no será tan fácil esconderme. Ya no podré vivir como antes, siendo…yo misma. Y siendo “la ladrona” aparte. Además ahora también buscan a Garrett como un asesino.

Garrett se ha puesto cómodo en un sillón cerca de ellos.

—Charlotte, hay algo más importante…
—Yo solo obedecí una corazonada. —haciendo caso omiso a sus palabras—algo… me decía que esta ciudad, era mi hogar, que no debía estar en los bosques, que debía irme muy lejos. Pero… Creo que aquí, ya no puedo vivir, yo…regresaré con Myriam.


El señor se aleja de ella y le da la espalda, quedando pensativo. Con un suspiro de fatiga Garrett la observa desde su asiento.

—Todavía tenemos que saber quién es esa mujer que se hizo pasar por ti y estuvo Asesinando con tu identidad. Y está bien, no tienes que seguir robando, ya nos ocuparemos de tener lo necesario. —voltea  a ver a su tío— Solo lo necesario. —mira a Charlotte— Necesito que te unas a la hermandad, yo cuidaré de ti, te enseñaré lo que necesites. Necesito tu ayuda.
—¿Para qué? Yo no quiero ser una Asesina ¿Me oíste?. No quiero… matar. Ese no es mi camino.
—Hay muchos Templarios, y yo soy el único Asesino, necesitaré ayuda. Ellos están tomando el control de estas tierras. Me pregunto si tienen el fruto, si lo llegan a poseer, no sé qué pasará pero seguro será terrible.
—¿Qué no habías renunciado a la Hermandad por tu comodidad, por que viste que aniquilaron a todos los Asesinos? ¿En dónde está el resto del Gremio? ¿Qué no los hay en todo el mundo?  Tú me dijiste, entonces, llámalos, que vengan a ayudarte.
—No es tan fácil, ellos están en lo suyo en sus respectivos terrenos. Estoy solo. —deja de verla y se remueve un poco de su asiento—Asesinaron a todos mis hermanos y a mi Mentor. Estoy solo en esto. Necesito reclutar Asesinos, pero es difícil encontrar hombres o mujeres de confianza, que sean fieles, que puedan servir a la hermandad.

Hay silencio total durante un minuto.
Charlotte repara en la caja de madera que Garrett había dejado en una mesa.

—¿Y eso que es?
—Conseguimos otro traje, y todo lo que necesitas para que regreses a ser ladrona. —contesta el señor.
—Charlotte ¿te unes? —pregunta el joven— Yo he pensado bien las cosas, espero tu hagas lo mismo.
—Fuera de aquí. —les indica la puerta— Váyanse, déjenme sola.

Enseguida se marchan, pero no se llevan la caja. La joven de cabello rojizo la abre y extiende un vestuario, mirándolo atentamente. Está atravesando una confusión. No le importa lo que hagan los Templarios, ella quiere saber qué pasó aquella vez. Aquella vez que Myriam la encontró con un golpe en la cabeza en el río. Después de tres años, apenas se lo pregunta, porque es como si sentir la muerte cerca le ha abierto los ojos por completo. Pensar más en su vida y en lo que está haciendo con ella.
Todo este tiempo, solo se había preocupado por sobrevivir. Se ha enfocado solo en eso, y las memorias no ha podido recuperarlas. Pero al fin se detiene a analizar, a buscar en su interior, escudriñando, indagando. Quiere saber ¿quién es?.

Por la noche va y busca debajo de su almohada, ahí había guardado ese collar que desde el día en que despertó en el refugio de Myriam tenía en el cuello. Es muy peculiar, parece algún detalle nativo. Recuerda que el señor August le había dicho que en el pueblo Lexington han visto a unos cuantos nativos, que no son muy bien recibidos.
No sabe que signifique esto o ¿Por qué ella tiene algo que podría pertenecer a un nativo? Si ella, no lo es. Vuelve a ponérselo al cuello y se mira a un espejo viejo y algo roto, tocando los colmillos de lobo con sus dedos, esforzándose por recordar algo… pero es inútil.
Ahora tiene un deseo, ¿podría ser un sueño? Saber de su pasado, saber a dónde pertenece.






.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por leer!. Puedes comentar no importa si no tienes Blog, comenta como Anónimo, o pon tu nombre y el link de cualquier pagina, ahí te da opciones el Blog. Recuerda tus comentarios son gratificantes e importantes para mi :)