Capitulo-11
Sentía un dolor en la
cabeza y su cuerpo algo adolorido, cuando al fin abrió sus ojos viéndose frente
aquel embalse de agua llamado popularmente como “Presa de la Boca”
No sabía cómo había
llegado ahí, y estaba dentro de su auto. Daniel se tocó la frente y trato de
recordar…, claro había ido por Victoria al restaurante, y llegó la entrometida
rubia y le dio un mal trato. Esto no se iba a quedar así. Seguramente fue ella
también quien lo dejó aquí.
Al fijarse bien, nota
que casi no hay gente cerca, por la hora y el día, menos mal no es un Domingo. Y
colorado del coraje, se mueve al volante y mete llave para arrancar y salir de
la Presa, directo al restaurante. Quería que Victoria dejara de trabajar para
que así esté siempre en casa cuando llegue, y alejarla de ese oriental que no
le da confianza, por supuesto también regresará para exigir informes de la
rubia, probablemente la demande por el trato que le dio. Pero gracias al tráfico,
y la hora tan tarde que era, no llega a tiempo y el restaurante se encuentra
cerrado. Pasadas las nueve de la noche, resopla y lo deja pendiente, toma su
celular y le intenta llamar a su esposa, pero parece que la línea está ocupada.
«¿Con quién estará
hablando? » Se cuestionó.
El tan solo quería
tener consigo a su esposa, y mantenerla al margen, así como el cree debe ser.
Era estéril.
Finalmente una persona
cercana a Vicky, aparte de su esposo lo sabe. Para Akiba, ese no era un grave
problema, al menos no lo podía ver así, pero si se ponía en su lugar, siendo
mujer, y una tan delicada y sensible como Victoria, entonces si era muy pero
muy problemático, y sobre todo triste. No poder concebir hijos era algo que
seguro ha marcado a Victoria como mujer, y le debe doler mucho. Le resulta muy
fácil comprenderla. Se tomó un momento para pensar muy bien las siguientes
palabras que debía decirle, por supuesto no quería lastimarla, sí que era un
tema delicado, y se imagina lo que ha sufrido por saberlo.
Al otro lado del
teléfono Victoria contiene las lágrimas, y aguanta un nudo en la garganta
apretando sus labios cerrados, espera que Akiba tal y como su esposo, reaccione
de mala manera, y la menosprecie como mujer, ya que ha sido la única imagen
varonil que ha tenido de ejemplo. Y aunque sabe que Akiba es diferente, muy
diferente, no deja de ser un hombre y probablemente no la entienda en lo
absoluto. Fueron segundos de silencio, pero sin dudas los segundos más largos
de la vida de Victoria, empezó a temblar su delgado, frágil, pero femenino
cuerpo. Y su corazón daba golpes a su pecho, golpes que le dolían por dentro.
Se estaba imaginando la respuesta.
—…Victoria —suavizó su
tono de voz— Me gustaría verte a los ojos, para que veas que lo que diré, viene
de mi corazón. Pero, mira…
—Ya lo sé…
—Espera —hace una
breve pausa— No tienes que temer quedarte sola, no lo estarás. El tener hijos,
eso no es tan importante como parece, al menos para mí sería más importante mi
mujer y con ella me bastaría. El que seas estéril, no le da derecho ni razón
alguna a nadie, para tratarte mal. Tú no mereces esa vida ¿entiendes? Tú
mereces ser feliz. Déjame decirte que, eres la mujer más maravillosa que he
conocido, una mujer dulce, delicada, de esas que en estos tiempos están
desapareciendo. Me atrae mucho una mujer así.
—¿Te atraigo Akiba?
—Sí. Y al menos, a mí
no me importaría tu condición, al contrario siento que así tendríamos más
tiempo para nosotros, y te disfrutaría más. No vales ni más, ni menos que una
mujer que si puede tener hijos. Lo que eres es lo que importa, y no te falta
nada ¿de acuerdo?
—Akiba… —le brota una
pequeña lágrima de su ojo, que no puede ver Akiba— Gracias.
—No me agradezcas. Y
ya no te lamentes, amate tal y como estás hecha, eres perfecta.
—Aun así no puedo
dejar a mi marido, me casé con él, y el no querrá darme divorcio. Pero, no
quiero volver a casa.
—No importa. Ven a
vivir conmigo, te abro las puertas de mi casa. No malpienses, si quieres, solo
velo como un amigo que quiere ayudarte.
—Pero, él me irá a
buscar al restaurante, esto te traerá problemas.
—Yo me encargo, tú no
te preocupes.
¿Es en serio? Tanta
bondad. Tanto amor.
Victoria se percata de
que Akiba siempre ha sido un buen hombre, y siempre quiere ayudarla, apoyarla.
Su esposo no es ni la mitad de lo que es Akiba, por eso empieza a sentir algo
en su corazón hacía él. Termina aceptando su ayuda, después de todo, puede confiar
en él, puede creer en él.
Esa pizca de sonrisa
que no se borraba de la cara de Arturo, por primera vez estaba poniendo
nervioso a Pepe. Sensación tan nueva como extraña para él, que optó por perder
su mirada hacia otro lado y guardarse todo otra vez. ¿Para que le dice? No
entendería, porque ni siquiera él lo entiende, aparte no aguantaría las burlas
que Arturo le haría después, por lo tanto pensó que decir.
En la cara de Arturo
se veía que él, ya lo daba por hecho, el que estuviera por segunda vez enamorado,
aunque sería raro que él se enamorara tan rápido ya no es un jovencito, por eso
espera le confirme.
—No güey, nada que
ver. Sí es por mis canciones. Antes me llevaba componer una canción un día,
ahora desde que empecé se me complica, y eso me estresa. No sé qué me pasa.
—Pues, debe estar
pasando algo definitivamente ¿no? —enarca su ceja al verlo.
—No lo sé. Quizá es
porque tengo encima a Gabo, hace tiempo no me ve y anda emocionado buscándome y
buscándome…me asfixia.
—Pues ya sabes güey —le
pone la mano sobre su hombro— Cuando quieras, tengo unas amigas que…
—Sí, buena idea
Arturo, tienes razón, necesito despejarme. —le sonríe.
Sin embargo algo muy
adentro de José Madero no estaba conforme, no estaba tranquilo, ahora que
Arturo se acercó de ese modo, mostrando interés por lo que le pasaba, sentía
que necesitaba desahogarse, sacarlo todo, soltar la lengua pero con otra
persona. Pensó en Gabriel, pero seguro no lo entendería, hace tiempo que no se
comunicaban tan personalmente así que no sabe, que ya no es el Pepe de antes,
aunque el crea que sí.
Dejó pasar un par de
días, se ha hecho “amigo” de las chicas que le presentó Arturo, tanto que se
han conocido hasta en la intimidad, pero ni eso lo dejó tranquilo, Vicky se
aparece en su mente y en la cara de cada una de ellas, es como estar viéndola
en ellas, y en cada mujer que se le cruza, como si se estuviera volviendo loco.
Apenas puede terminar una canción más, pero esas ganas de confesarle cómo se siente
a alguien no se van por más que lo desee. Por eso, estando en un antro sentado
en alguna zona vip en donde no hay mucho ruido y tomando algo de whisky, espera
solo la llegada de Ricardo, le había citado ahí, porque quería hablar
precisamente con él. Llegando con unos minutos de retraso aparece Ricardo y
toma asiento a su lado en ese sofá largo con un centro de mesa, detrás de ellos
estaba una pared corta de vidrio que se extendía a lo largo de la planta alta.
Abajo se veía el ambiente del antro y mucha gente. Ricardo lo saludó como de
costumbre y José se preparó sacando un cigarrillo y poniéndolo en su boca; lo
encendió.
Empezaron hablando de
nimiedades, hasta que José quiso dar con el clavo, la razón del porque quería
hablar con él, le contó sobre Victoria, todo, cada detalle, desde que comenzó
todo; El casi accidente, como se la encontraba a dónde sea que fuera, como
empezó a sentir algo por ella sin siquiera saber la razón. Y también la última
estupidez que hizo de subirla a la
fuerza a su camioneta y llevarla a su casa, para robarle un beso y luego
dejarla ir, con la suerte de que no le ha demandado ni nada. Pero tampoco se ha
aparecido ya en su vida, y curiosamente eso lo extraña, muy adentro quiere
verla de nuevo, que se le atraviese otra vez, pero ya no es así y no entiende
que es lo que pasa con él. Pepe no dejaba de tocar el reloj dorado que tenía en
su muñeca, ese mismo reloj que le había regalado Victoria como agradecimiento,
y tampoco se da cuenta de lo que hace. Ricardo lo escuchó atentamente, tomo un
gran sorbo del whisky y respiro. Jamás había visto a José así, tan expresivo,
tan abierto, tan enamorado más aparte todo era tan raro, como se había
desarrollado todo. Era una chica que ni siquiera conocía ¿Cómo era eso posible?
Cuando terminó, llenó
su vaso con más whisky y lo tomo de golpe, viendo a Ricardo, esperando lo que
sea que le fuera a decir, apretó sus labios, por primera vez se sentía
expuesto, vulnerable a que se burlaran en serio en su cara, pero por algo había
escogido a Ricardo; sabía que él no lo haría.
—Pues…, —buscó las
palabras y miró la mesa.
Los ojos de pepe eran
diferentes, y eso más que extrañarle le daba cierta inquietud.
—Güey, sinceramente te
estás comportando de un modo muy infantil. —se le escapó y lo miró preocupado,
esperando un directo rechazo, un insulto, lo que fuera.
No pasó nada. Solo lo
seguía mirando esperando que continuara. Más serio que nunca.
—Es como si tu corazón
sabe, pero tu mente no. Estás confundido, debes acercarte, tratar de conocerla
¿por qué evitarla? Solo es una chica, no pasa nada. Por favor…, mírate ¿tú?
¿escondiéndote? ¿escapando? No lo creo. Cázala güey, pregúntale bien quien es,
habla bien con ella, deja claras las cosas en tu mente.
—Está casada.
—¿Y eso que tiene que
ver?
—Ella me odia. —baja
su mirada— me odia y eso que no me conoce bien.
—¿Cómo sabes que te
odia?
—Lo sé porque no la he
golpeado pero, seguro cree que soy como su esposo. Te dije vi como la
maltrataba, y a como he sido yo con ella, de forzarla a subir a mi camioneta.
Ella…, ella me admiraba, incluso hasta estaba agradecida por aquella vez que la
defendí, y yo quise verla como cualquier otra chica, pero no es así. Ha de
pensar que soy un desgraciado como su esposo…
—Pues entonces
demuéstrale que tú no eres así y ya.
—No es tan fácil —suspira
y suelta el humo del cigarro— Ella es diferente a todas.
—Acércate a ella güey.
José no dijo más, tan
solo lo miró y decidió cambiar de tema, hasta que se despidieron.
Estaba en la
habitación de su casa, entre los papeles con composiciones fallidas ¿Por qué no
le gustaba nada de lo que escribía? Como si alguna vez eso le haya importado.
Todo siempre tan solo salía, y como salía estaba bien. Ahora ya no es así.
Pensó por un momento el consejo que le dio Ricardo, consejo que por supuesto no
tomaría, no era lo suyo. Mejor se bloqueó, mejor siguió bloqueando todo, si es
que podía. Porque hacer eso que le dijo, sería ser alguien que no es él ¿pero
quién está siendo él ahora?
En estos días el
esposo de Victoria intentó demandar al restaurante varias veces, pero Akiba lo
había protegido, tenía más seguridad, y lo había tachado como un cliente
problemático, indeseable, hasta tenía testigos. Daniel tampoco dio con el
paradero de la rubia. Se estaba volviendo loco, porque tampoco sabía dónde
estaba Victoria, y no le permitían pararse en Itadakimasu.
Por otra parte han
sido días de profunda paz para Vicky, ha estado mucho más tranquila lejos de su
esposo. Tal parece que ya no le preocupa más. Está viviendo en casa de Akiba, y
se siente muy bien, muy a gusto, como jamás pensó sentirse. Aunque para mucha
gente pudiera ser raro que vivan juntos cuando se supone no son novios, quizá
si amigos, pero su relación siempre ha sido de Jefe y empleada. Ahora no figura
ser así.
Se acerca el fin de
semana y Akiba pide a Victoria que lo acompañe a hacer unas compras al súper,
le explica que no le gusta enviar a su criada por las compras porque él es muy
especial al elegir sus alimentos, y productos para su consumo personal.
Victoria gustosa lo acompañó.
Y ahí estaban en la
tienda, Akiba empujaba el carrito y Victoria iba a su lado ni tan apartada ni
tan cerca, tan solo lo suficiente como para que parecieran una pareja de recién
casados. La gente los miraba y Victoria jamás se sintió más tranquila. Las
compras con su esposo eran tormentosas, la apuraba, la presionaba, y le daba
muchas órdenes. Junto a Akiba todo era paz, él la dejaba ayudarle a elegir los
productos y ella sonriente los metía al carrito y seguía a su paso. No sabía por
qué no podía dejar de ver su perfil, y esos rasgados ojos, que debes en cuando
la miraban con una pizca de sonrisa que le ponía su piel erizada.
—¡Ah! ¡Y galletas
también! —Victoria se apresuró a escoger unas galletas de chocolate y las echó
dentro del carrito casi lleno. Volteó a verlo con una sonrisa amplia— ¿Qué más?
—No lo sé Victoria, la
mayor parte de productos que llevamos son chucherías y helado. Eres como una
niña
Con un gesto amable,
le toca con su índice la punta de su nariz y Victoria se sonroja.
«Al fin la veo feliz
como antes, cuando la conocí… es como si finalmente su esposo haya desaparecido
de su vida, ya lo ha olvidado. Pero sé que él no la ha olvidado a ella, y sigue
algo pendiente… »
—Yo quiero ayudarte a
hacer los rollos de sushi esta noche —comenta Vicky con una sonrisita y un leve
rubor en sus mejillas.
—Claro que sí, será un
honor…
Suena el celular de
Akiba.
No reconoce el número,
duda un momento y luego contesta.
—Hola ¿Quién habla?
—Akiba, soy tu madre.
Sus ojos se exaltaron
al reconocer esa voz, además le estaba hablando en japonés, sí, sin duda era su
madre ¿Quién le habrá dado su número de celular? Eso no importaba ahora, más
importante ¿por qué está aquí?
—Madre ¿cómo está
usted? Ha sido un largo tiempo… —hablo en japonés.
Victoria se quedó ahí
sin decir nada, más aparte no entendía el lenguaje.
—¿Haz olvidado tus
responsabilidades con la familia?
—No sé a qué se
refiere.
—No te hagas el tonto.
Sabes a que me refiero
—Bueno, este… —cerró
sus ojos pidiendo por dentro que no fuera lo que está pensando que es.
—¿Por eso viniste a
México? ¿Para escapar de tus deberes? Sé que tu padre esta de tu lado, pero yo
no y lo sabes. Ya no puedo permitir que las cosas sigan así. Ahora mismo estoy
en la capital de este país, en dos semanas iré a Monterrey —le costó pronunciar
el nombre—
—Pero, pero…
—¡Pero nada! ¡Estas
deshonrando a tu familia y lo sabes!
—Madre… —miró un
momento a Victoria luego desvió su mirada. Suspiró aliviado, sabe que Victoria
no entiende nada— Madre yo no la quiero a ella.
—¡No me importa! ¡Te
veré en dos semanas! ¡Adiós! —colgó.
Bajó el celular de su
oreja y respiró profundamente viendo el suelo sin decir nada, sin mirar a
Victoria.
—¿Pasa algo? —preguntó
Victoria con su frente arrugada.
—No, todo está bien. —volvió
a hablar español.
—¿Era tu padre?
—No, ojalá hubiera
sido él.
—Akiba… —se acercó y
sus miradas se encontraron.
—No pasa nada, era… un
socio que no entiende —ríe y empuja el carrito.
Victoria se ha seguido
comunicando con Gabo y Grey, pero más que nada con Grey, ya que a Gabriel no le
tiene aún tanta confianza, sabe que conoce a ese hombre tan problemático. Y
aunque Grey también estaba con ellos, sabe que solo es novia de Gabriel, no
amiga de José, de hecho hasta Grey misma le ha confesado que no le cae bien el
amigo de su novio, que incluso han llegado a tener grandes diferencias, y
discusiones. Ahora que está viviendo separada de su esposo, se siente libre,
feliz, y por fin siente que puede relacionarse más con la gente, hasta puede
tener una amiga con la que se lleva muy bien. Hacen competencias de “haber
quien come más” “quién corre más lejos” o “quién golpea más fuerte” incluso las
llamadas “vencidas” en estas últimas siempre gana Grey, bueno, de hecho en todo
siempre gana Grey, pero lo importante era divertirse. Se pasaban horas hablando
por teléfono, aunque la que más hablaba era Victoria, Grey era excelente
escuchando.
Esto formaba parte del
plan de Gabriel para juntar a Victoria con su amigo, al cual se le nota está
enamorado de ella, es su amigo, él lo sabe. Y aunque se trataba de un simple
plan, para Grey no lo era así, en serio la consideraba una amiga.
Un día soleado, con el
cielo totalmente despejado, un calor que elevaba la temperatura hasta cuarenta
grados. En la escuela de Tae Kwon Do de Grey, Vicky es derrumbada al suelo y es
vencida por un niño practicante, alumno de su amiga. El niño medía la mitad de
su cuerpo, tampoco es que Victoria fuera alta. Grey al ver esto aguanta una risa y se acerca
para darle la mano. Ambas llevaban puesto el traje blanco de la disciplina;
Grey cinta negra, Vicky cinta blanca. También
habían recogido su cabello en una coleta para que no les estorbara.
—Está bien, está bien.
Estás empezando… —dijo Grey al ayudarle a levantarse del suelo.
—Sí pero a diferencia
de su edad. Esto es vergonzoso —se rasca con el dedo índice la punta de su
nariz viendo hacía donde estaba el grupo de niños principiantes.
—Ey, nadie nace
sabiendo. —palmea su espalda.
—Tienes razón —sonríe.
—¡Vaya! —cruza sus
brazos— Estas semanas, has estado más sonriente ¿lo ves? Debías alejarte de
aquel imbécil. —frunce el ceño.
—Sí pero, de todos
modos lo tendré que volver a ver, si quiero pedirle el divorcio. He estado
pensando…, hablar seriamente con él. No en casa, en algún café.
—Buena idea… —abre
mucho sus ojos— ¡Pero por si las dudas! ¡Yo te acompaño! O sea, estaré cerca,
ya que no permitiré te vuelva a poner un dedo encima. —hace una posición de
combate.
—Sería perfecto,
gracias Grey. —extiende más su sonrisa mostrando sus dientes.
—Bueno hora de comer…
Se encaminan a la
oficina de Grey ahí cerca de su escritorio tiene un microondas, en el que introduce
dos botes de ramen instantáneo Ottogi. Se sienta a un lado de Victoria.
—Aún no me acostumbro
a tus comidas —ríe entre dientes Victoria.
—Y lo que te falta
¿vienes conmigo a la convención de comics de este fin de semana?
—¿Es ese evento del
que me hablabas el otro día?
—Sí, claro. Quizá vaya
disfrazada…
—Pues, claro… ¿Por qué
no? Será divertido. —sonríe una pizca.
Entra una llamada al
celular de Grey. Contesta.
—Qué onda. —se pone en
pie.
—Grey mi amor ¿sigue
Victoria contigo?
—Sí.
—¡Genial! Necesito que
la invites al restaurante bar El Patrón, al que invite a Pepe, para que se
encuentren ya sabes. Ya te tiene confianza, entonces ya podemos dar el
siguiente paso.
Suena el pitido que
hace el Microondas al avisar que ha terminado. Victoria saca con cuidado los
dos botes con ramen y los pone sobre el escritorio viendo la expresión del
rostro de Grey. Su entrecejo arrugado, y sus ojos muy abiertos.
—Está listo Grey… —dice
Vicky— ¿Pasa algo?
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