Nada le aseguraba a
Natalia que, si confesaba dónde estaba lo que buscaban iba a ser beneficiada.
Ahora que ha visto a ese joven con acento Italiano desea vivir para poder
conocerlo, hay algo en el que ha atrapado su atención. Un último intento para
vivir no vendría nada mal. Charlotte no puede pensar en otra cosa que no sea la
vida de Connor. Haytham la ha soltado y se ha fijado en la otra chica, pero los
guardias no le permiten acercarse a su amado, su corazón da un vuelco y siente
un dolor latente.
—Yo puedo decirles. —dijo
Natalia desde los barrotes— Escúchenme…
Todos pudieron
escuchar a detalle cómo les describía el lugar en dónde los Asesinos escondían
el fruto, todo indicaba a que era en la Iglesia de Santa Isabel al centro de
Nueva York, sin embargo esto no sonaba convincente para Haytham. Nadie le vería
la cara, así que acercó sus pasos hacía la celda de aquella mujer de cabello
corto y azabache, clavándole su mirada en esos ojos amarillos.
—Ah, perfecto. Sí es
así, entonces no tendrá la señorita inconveniente por acompañarnos para
comprobar que lo dicho es verdad. —se da la vuelta para ver a la chica de
cabello rojizo— Lo mismo va para ti y el nativo. —sonríe una pizca— Si no es
verdad, o se trata de alguna trampa, colgaran de una soga en la horca hoy
mismo. —sin desvanecer esa sonrisa avanza, adelantándose— Bien, vayamos. —le
hace una seña con solo una mirada a Charles lee.
Su “mano derecha” de
inmediato indica a los guardias lo que
deben hacer. Se llevan a Connor entre dos Guardias sosteniéndolo de sus hombros
y brazos, el mestizo apenas podía caminar por si solo con algo de esfuerzo. Otros
más, se llevan a las chicas. Cuando acuerdan, Ezio ya no está, se esfumó y ni
lo notaron.
—¡Se ha escapado!
—¡Maldita sea hay que
buscarlo!
Un grupo de guardias
se dedican a dar con el paradero del joven Italiano, escurridizo. Había
aprovechado el momento en que Natalia les revelaba la ubicación del Fruto del
Eden, en vista a que todos junto con los guardias se encontraban sumergidos en
las palabras de la chica, se deslizó hasta pasar de los guardias y solo
Charlotte lo alcanzó a ver pero con su dedo índice sobre sus labios, el joven le
pidió silencio y se marchó.
Saliendo de Prisión, los
guardias suben a un carro a los tres prisioneros y cierran la puerta
asegurándola. Haytham sube adelante junto con Charles lee quien tiraría las riendas, y llevan a su pequeña
escolta de soldados a caballo, por si hay que deshacerse de algunos Asesinos.
Desde el lugar de
Charlotte se escucha lo que hablan los Templarios a través de la pared de
madera, y una pequeña abertura cuadrada parecida a una ventanilla de cristal,
puede ver el perfil del que sabe es padre de Connor que, con su cabeza
descansando en las piernas de Charlotte sigue inconsciente, la chica quiere
escuchar su corazón, con su oreja pegada en su pecho pero no es capaz de
captarlo. Natalia la observa sin decir nada, sabe que si Charlotte solo es una
loca que dice disparates morirá más pronto de lo esperado junto con ellos, pero
en el fondo lo está aceptando, le cuesta creer que con solo una visión la chica
sepa dónde está realmente.
—Algo me dice Charles
que esta vez estamos cerca.
—¿Y si no es así
señor?
—Por favor Charles sé
más positivo. Además, si no es así, los prisioneros serán asesinados, con mis
propias manos. Supongo la chica debe saber dónde está, ella y Connor tienen una
relación muy cercana, seguro alguna vez le mencionó algo.
—Sí que está lleno de
esperanzas señor.
—Debo estarlo, todo
esto me está cansando, me siento como un perro con mal olfato buscando un
hueso. Me gusta la idea de controlarlo todo con el fruto del Eden, aunque no
estamos seguros que tanto poder tenga, es algo que debo tener.
—Porque así lo pidió
el líder y debemos llevarlo a Inglaterra.
—Tonterías Charles,
una vez que lo tenga será mío. No he perdido mi tiempo por nada.
Charles prefiere
quedar callado y mirar a un lado el recorrido de la carroza. Y Charlotte al
escuchar que los iba a matar, eso quiere decir que Connor está vivo, si no, no
tendría caso traerlo. Esto la hace sonreír y abrazarlo con lágrimas en los
ojos.
—¡Connor! —lo aprieta
a su cuerpo y besa sus labios.
—Eh, Charlotte —le
habla Natalia en voz muy suave.
Ella solo la mira sin
alejarse de Connor.
—Piénsalo, podemos
pedir nuestra libertad a cambio. Si descubren que es verdad, pidamos nuestra
libertad.
—Natalia, creí que… no
te importaba morir.
—Así era, pero… —baja
su mirada— Ahora tengo algo que buscar, algo que seguir, y si muero no podré.
—¿Qué es?
—Un hombre
—¿Cuál hombre?
—Ahora te entiendo
Charlotte. Entiendo que quieras dejarlo todo por ir libre con Connor.
—Pero, ellos no creo
que sean capaces de…
—De acuerdo, no lo
intentes pero yo si lo haré.
—Ellos prometieron no
matarnos de ser verdad —mira los ojos de Natalia— ¿Qué te hace pensar que
pueden dejarnos libres?
Natalia cierra la boca
y mira el cerrojo de las puertas que los mantenían encerrados en ese carro.
Quizá Charlotte tenga razón y no les den libertad, de ser así le gustaría poder
escapar ¿pero cómo? También se preguntaba dónde podría estar ese joven con
acento italiano de gran atractivo ¿Qué habrá pasado con él? Se esfumó pero,
espera profundamente que esté bien.
Las ruedas del carro
rodaban rápidamente siendo tiradas por los dos caballos. Se tambaleaba al
brincar algunas piedras en el camino terroso, se levantaba la tierra, y el
joven italiano tenía que contener sus ganas de toser y estornudar. Iba bien
agarrado con sus manos y bien sostenido con sus pies, debajo del carro con la
espalda abajo, desde ahí escuchaba las voces de los templarios y hacia un gran
esfuerzo por mantenerse así. Era más difícil cuando el carro se tambaleaba, sus
brazos ardían, y casi se resbalaba en algunos saltos, pero debía resistir, sabe
que adentro se encuentran Connor y Charlotte, la otra chica, y por supuesto no
iba a estar tranquilo hasta vengarse de Aveline. Si bien sabe que no es capaz
de derrotar a Haytham Kenway, al menos tratará de conseguir el fruto primero o
de ser necesario ayudar a los Asesinos, lo que sea con tal de evitar que ese
asqueroso Templario no consiguiera lo que quiere.
«Quisiera hablar con
Connor, aunque así como esta de lesionado dudo que pueda luchar ¿Seguirá vivo?
Yo… mi pierna aún no está del todo bien, y tengo algunas heridas aun sangran,
pero resisto una pelea o..., eso creo»
Fruncía el ceño y
apretaba sus dientes. No puede caer del carro, tiene que sostenerse.
De pronto dejó de ser
sendero terroso a un sendero de piedra, habían entrado a otra parte de la
ciudad, la Iglesia no debía estar lejos, estaba llegando el momento.
Adentro del carro una
voz hace estremecer de gozo el corazón de Charlotte. Era Connor llamándola en
un tono muy débil, aún así él pudo levantar su mano y tocar la pálida mejilla
de Charlotte y sentir como se deslizó una lagrima de alegría por sus dedos. Los
ojos de Natalia se abrieron mucho, y Charlotte quería gritar, pero se contuvo,
no podía hacerlo, podrían escucharla y arruinar el momento. Solo se extendió
una amplia sonrisa y lo abrazo intentando no apretarlo mucho, el cuerpo de
Connor estaba aún dañado, igual el de ella aunque no se comparaba. Natalia
todavía con las marcas de golpes, aunque ya no le daba importancia. Los ojos de
Connor y Charlotte se miraron unos segundos antes de que pudieran decirse algo.
Sus miradas se comunicaban.
—Vas a estar mejor —dijo
Charlotte acariciando la cabeza de Connor— En cuanto salgamos de aquí y vean
que el fruto del Eden está siendo resguardado ahí, nos podremos ir, y seremos
libres.
Para Charlotte, era
como si viendo con vida a Connor, le devolviera la fe en todo, incluso en lo
que hace rato no creía, su mundo se llenaba de luz y color. No obstante eso
altero los nervios de Connor aunque no lo demostró, levanto su espalda y miró
el rostro golpeado de Natalia y el pequeño espacio de madera en el que estaban
y que se mantenía en movimiento.
Soportando un dolor
intenso y sintiéndose sin fuerzas aun así arrugo el ceño y miró a Charlotte.
—¿A dónde nos llevan?
—Vamos a una Iglesia
en dónde yo sé que esconden el fruto los Asesinos. Connor —toca su mejilla— Ya
no hay que pelear…
Sin decir nada Connor
voltea a ver la ventanilla por donde se ve la silueta del sombrero de su padre.
Se acerca más y lo ve más de cerca, ese perfil. Era sin dudas él.
—¿Dónde está Ezio? ¿Y
Garrett?
—No importa cariño —se
desliza hacía el y abraza su espalda apoyando su barbilla en el grueso hombro
de Connor— Ahora solo importa que estás vivo, que lo estamos y podemos
reiniciar nuestra vida. Lejos, muy lejos de aquí. —extiende una suave sonrisa.
El joven mestizo baja
su mirada y ve sus ropas de prisionero manchadas de sangre y se gira a
encontrarse con el rostro apacible y sonriente de la chica de cabellos como el
fuego. Intenta sonreír, pero solo consigue levantar una pizca su comisura. No
porque no quisiera sonreírle, sino porque es un gesto al que no está
acostumbrado.
—Sí. —desvanece su
sonrisa— Tenemos que salir de aquí —toma sus manos y sin expresar dolor, tan
solo toca su vientre y hace una mueca de desagrado. Evidentemente no estaba
bien.
—Ya saldremos de aquí —Charlotte
lo rodea con sus brazos y besa su frente.
—Me temo que no será
así —tercea la voz de Natalia—Ahora que lo pienso ¿Y qué pasa si no es real la
visión que tuviste? Nos matarán.
—Esa visión es cierta.
—afirma Charlotte.
Connor se guarda sus
preguntas, se concentra en pensar cómo salir de ahí, aunque sabe que si salen,
se darán cuenta y tendrán que enfrentarnos, aparte que, escucha más caballos
cerca, debe venir una tropa de guardias atrás.
—¿Y cómo lo sabemos
Charlotte?
—Te digo que es así.
—Nos matarán… —habla
Connor y las observa—Aún si lo encuentran. Conozco a mi padre, el arrasó con
toda una aldea, con toda mi familia. Y pudo mandarme a matar a mí también, pero
esa vez…, solo porque yo no me encontraba ahí, no lo hizo.
Quedan un minuto en
silencio.
—No queda más que
romper esa puerta y correr lo más que podamos.
—Pero Connor, en tu
condición no podrás escapar. —le dice Charlotte.
—Entonces escapa tú.
—¡No!
Haytham alcanza a
percibir el “no” y gira un poco su rostro.
—¡No te dejaré! ¡Ya
no! Vivamos juntos, o fallezcamos juntos, pero ya no quiero separarme de ti. —se
abraza a él y Connor acaricia su espalda sin decir nada por un momento—
—Está bien.
Ezio siente dolor en
sus manos y pies que lo mantienen debajo del carro, pero debe aguantar.
Entonces el carro se detiene, y los caballos atrás también. Han llegado a la
Iglesia y lo sabe. Continúa escuchando, como bajan de los caballos los guardias,
y se acercan al carro. Ezio se deja caer al suelo de piedra para descansar al
fin, abre y cierra sus manos como un ejercicio para recuperarlas, mientras
observa por debajo todos esos pies que se están acercando más y más. Los
Templarios también bajan del carro.
—Tráiganlos.
Suena la inconfundible
voz del líder Templario en una clara orden, después puede ver como sus pies
junto con los del otro templario se adelantan. El sonido cuando abren la
puerta, seguido de unos gritos y el movimiento arriba de él por la salida de
las chicas y Connor. Lo hace encogerse, espera no lo descubran, pero algo si
tiene claro, debe intentar entrar, y hablar con los Asesinos, ayudarles a
resguardar el Fruto, quizá puedan ellos distraer mientras él se lo lleva lejos
a otro lado, no puede permitir que ese asqueroso Templario obtenga lo que
quiere después de robarle la vida a su amada. Además, debería salvar de paso a
Connor y Charlotte, pero eso sería más difícil, igual no está de más tratar de
salvarlos. Después de todo sin la voluntad y fuerza del joven mestizo, él jamás
hubiera logrado escapar de la prisión.
Al frente casi
llegando a la puerta de entrada de la iglesia van Haytham y Charles lee, detrás
de ellos el grupo de guardias sujetando bien a Connor, Charlotte y Natalia.
Connor sigue pensando que hacer para huir, apenas puede caminar, sigue sin
recuperarse, pero no piensa abandonar o separarse de Charlotte una vez más,
prefiere controlar sus ganas de dar unos últimos golpes e irse junto con
Charlotte, nada le asegura que esa idea vaya a salir bien.
Haytham mira atrás y
puede ver que su hijo se ha recuperado del desmayo y puede caminar por sí solo.
«Sin duda se parece a
su madre»
Se detiene al frente
de la puerta y desde ahí puede ver que de la arboleada que rodea la Iglesia se
asoman unas cabezas con capuchas blancas, y al mirar arriba puede sentir que lo
observan. Tranquilamente con sus manos atrás Haytham mira de perfil a Charles.
—Como lo suponía la
tienen bien custodiada. Si está bien custodiada, es porque lo que nos dijo la
mujer es cierto.
Escuchan los pasos de
los guardias hacer un alto atrás de ellos.
—Si es verdad que
tiene visiones entonces serviría de mucho a la orden ¿no cree?
Haytham queda callado,
y es que, está de acuerdo con lo que dice su mano derecha, sin embargo sabe
también que esa mujer, tiene una relación sentimental con su hijo, y muy en el
fondo, no desea quitársela.
—No Charles, no nos
hará falta una vez que tengamos el fruto del Eden, mucho se ha hablado de su
poder. Hable mucho con Ziio, ella me dijo que con ese artefacto se comunicaban
con espíritus, puede que su poder vaya más allá de lo que imaginamos.
La mirada ceñuda de
Charles se pasea por todo el alrededor.
—¿Y ahora? ¿Dará la
orden de ataque? No creo que amablemente nos dejen entrar estas ratas.
—Tranquilo Charles. La
guardia no lo traje para los Asesinos, sino para los prisioneros, especialmente
para mi hijo, lo conozco bien. —extrae lentamente de su funda la espada que
brilla como el sol y la alza a dónde todos puedan verla, retrocediendo unos
pasos— Muy bien, supongo que saben que tengo aquí ¡Asesinos! Así que déjenos
entrar o todos mueren.
Todos los ojos de los
Asesinos ocultos en las sombras, de Connor, Charlotte, Natalia y los guardias,
se posaron en aquella brillante espada, irradia la misma luz dorada que el
fruto del Eden. Connor y Charlotte se dan cuenta que entonces la esfera dorada
no es el único fragmento del Eden. Garrett les había contado de la existencia
de otros fragmentos, pero que no sabía dónde podían estar.
Ezio se arrastra para
poder salir de abajo del carro, y cubriéndose en la puerta trasera del carro
asoma su cabeza y capta un destello enorme, era como si atrapara la luz del
sol, que se encuentra sobre el cielo. Sus
ojos se exaltaron.
«Se parece mucho al
fruto del Eden. Ese maldito Templario…»
Se abren las enormes
puertas de madera de la Iglesia, de par en par. En el rostro de Haytham se
traza una sonrisa y el entre cejo de Connor se arruga.
Avanzan para entrar, y
los guardias hacen caminar a los prisioneros. Según esto, no los dejarían
libres hasta tener el fruto en sus manos.
Mientras tanto el
joven italiano se apresura a esconderse en el follaje de la naturaleza que
rodea la Iglesia, ahí un Asesino lo sujeta por atrás y lo inmoviliza, sacando
su hoja oculta que acerca a su cuello.
—¡Ey, ey, ey!
¡Tranquilo amigo! Yo voy a ayudarles ¿está bien?
—Silencio —susurra el
Asesino.
—Esos Templarios,
supongo sabes a que vienen. Yo sé dónde pueden esconder el fruto, en serio confíen
en mí. No soy un Templario.
Parte del Credo de los
Asesinos no les permite enterrar su hoja en carne inocente. Los tres Asesinos a
su alrededor se dan cuenta que tan solo es un tonto desubicado.
—Lárgate. —dice otro
de los encapuchados.
—¡No, no me iré sin el
fruto y mis amigos! Miren, sé que es de ustedes, si quieren no me lo den pero,
solo síganme. Vamos, sé que son pocos los suyos, no podrán contra ellos, además
¿ya vieron la espada que poseen?
Los Asesinos quedan en
silencio pero no le apartan la mirada. Lo habían visto salir por debajo del
carro a escondidas de ellos, lo que puede darle veracidad a lo que está
diciendo.
Caminan entrando más y
más en la Iglesia, pasando por las largas bancas de madera. En el altar se
encuentra un sacerdote dando la espalda como si estuviera rezando. Un sonido
hace que Haytham y Charles lee detengan sus pasos; dos de sus guardias han
caído al suelo muertos, con una herida que desborda sangre de su cuello. Seguro
un par de Asesinos actuaron con el método más antiguo: Sigilo. Excelente acción
por su parte para protegerse de ser vistos y asesinados en un segundo por la
poderosa espada que guarda Haytham enfundada.
Los guardias se ponen
en posición de alerta, los templarios intentan encontrar con sus miradas la ubicación
de los Asesinos en el techo. No ven nada.
Unos pequeños
cuchillos pasan volando y se incrustan en la frente de otros dos guardias dejando
tan solo tres vivos. Por un momento Charlotte y Connor pudieron moverse al ver
que sus opresores fueron asesinados pero de inmediato los guardias restantes
los sujetaron.
Haytham no era capaz
de percibirlos, está seguro que son los Asesinos más experimentados, puesto que
son los que han sobrevivido a la caza de Asesinos de los últimos meses. Se da
la vuelta para ir por Charlotte, la toma de su brazo y le da un tirón que la
lástima y hace sobresaltar a Connor, a quien dos guardias lo reprimen con todas sus fuerzas
¿Cómo puede estar herido y tener fuerza? ¿será porque se trata de Charlotte?
Ya que las supuestas
visiones de la chica atinaron, seguro debe saber en dónde se encuentra exactamente
el fruto del Eden, no tendrá necesidad de amenazar al Sacerdote quien, como si
no sucediera nada detrás de él, continuaba sus rezos tranquilamente.
—Ahora dime ¿en dónde
está?
Tras unos segundos de
silencio, la chica agacha su cabeza y respira.
—No lo sé.
—Si lo sabes. Dime.
—¿Si se lo digo nos
dejará ir?
La comisura de Haytham
se alzó en una media sonrisa.
—Claro que sí.
—Bueno…
—¡No Charlotte! ¡No lo
hará! —grito Connor— Lo conozco bien, recuerda lo que te he dicho.
Haytham ignoró totalmente
a su hijo y enterró sus dedos en el brazo de la chica. Apretó.
—Dímelo ahora.
.