Capitulo-30
Del cielo gris
resuenan relámpagos antes de precipitarse una abundante lluvia que empapa a
Connor, Charlotte, Natalia y Ezio en segundos. El sendero que lleva a casa de
Aquiles se ha transformado en fango y las pezuñas de los caballos se hunden
haciéndoles algo difícil el avanzar, pero ahora con calma entran a la hacienda
de Aquiles y amarran ahí a los Caballos.
Natalia se acerca
lentamente a Ezio con el fruto en sus manos, debajo de un árbol. Se han
detenido ahí porque Connor y Charlotte se han adelantado tomados de la mano
hacía la puerta de Aquiles aún con la lluvia sobre sus cabezas.
—¿Y bien? ¿Me darás el
beso? —pregunta sonrojada Natalia.
—Oh claro…
Toca su mejilla con
los nudillos de sus dedos y le sonríe. Natalia cierra sus ojos y prepara sus labios
para sentir los labios del galante joven italiano. Lo mojado que estaba lo
hacía lucir mejor y su aroma le gustaba más.
Lentamente Ezio se
acerca y la hace sentir su respiración en su boca y nariz, una mano se desliza
por su cintura y la otra…
—¡Lo tengo!
Arrebata el fruto del
Edén.
Natalia lo mira
mientras él se ríe y se aleja con la esfera dorada. El ceño de la chica se
frunce y antes de que pudiera ir más lejos le propina un buen puñetazo en su
cara que lo hace sangrar de la nariz y marearse un poco ¿Cómo una chica puede
pegar tan fuerte? Se le viene a la mente Aveline cuando le daba bofetadas, lo
amenazaba y peleaba contra él. Se le resbala el fruto de la mano y lo toma
Charlotte antes que Natalia.
—Basta ustedes dos.
Le pasa el fruto a
Connor.
—¡Eh Connor dámelo!
¡Yo lo encontré!
—No. Este objeto es
sagrado.
—¿Y el viejo? —pregunta
Natalia.
—No nos abre —responde
Charlotte— Dice Connor que no es la primera vez que lo deja afuera. Debe estar
molesto. Tiene mal genio.
—¡¿Por qué estaría
enojado con nosotros?! No le hicimos nada… —reclama Ezio.
—Hay que resguardarnos
de la lluvia. —dice Charlotte llevándose del brazo a Connor— O nos
resfriaremos.
—Vamos Ezio. —lo toma
de la mano Natalia.
—Que cambiante…
Ezio no le queda más
que dejarse llevar, limpiándose la sangre que sale de su nariz.
Haytham alcanzó a
preguntarle a una señora que corría por el camino para llegar a su casa y
resguardarse de la lluvia, hacía dónde vio ir a dos caballos que montaban
prisioneros. Y siguió el camino. Llegando a un pueblo que no conocía, ya no
había personas a quienes preguntar, y las huellas en el lodo eran casi
invisibles por la lluvia que no paraba. Pero sabía que debían estar cerca. Bajo
del caballo para caminar llevándolo de la rienda con calma poniendo mucha
atención a su alrededor, puede ser que se hayan instalado muy cerca para
descansar, o atender sus heridas. No conocía el pueblo, y aunque él también
sentía que debía descansar, y buscar donde resguardarse de la lluvia que
parecía duraría así unas horas más. Sentía que podía olerlos, y debía estar
alerta hasta encontrarlos.
Adentro del establo
Connor y Charlotte buscaron intimidad detrás de un montón de heno. Y Ezio y
Natalia quedaron viendo hacia afuera como caía a chorros la lluvia. Las ropas
de prisioneros que traían puestas no eran suficientes encima estaban mojadas y
frías, Natalia y Charlotte empezaron a temblar. Connor dejando el fruto sobre
el heno rodeo con sus brazos el delgado y helado cuerpo de Charlotte. Ella miró
sus ojos y sonrió, Connor por su parte lo intento, consiguiendo una ligera
sonrisa. Ambos deseaban que este momento perdurara, y que pudieran estar juntos
y en paz para siempre, al mismo tiempo los dos miran a su lado el fruto del
Eden. Objeto que desde el inicio les ha dado problemas, y podría ser culpable
del ataque a la aldea de Connor. Tanto poder no debería estar en manos de
hombres como Haytham Kenway. Sin embargo no sabían qué hacer con ese artefacto
casi mágico y milagroso. En el camino Ezio les dijo que podían ocultarlo en
casa de Aquiles, pero ¿en verdad allí estaría seguro? ¿Y qué pasa si Haytham
los ha seguido? Connor sabe que su padre no es de los que se rinden fácilmente.
Pero ahora su más grande preocupación tenía nombre, y se llamaba; Charlotte. Esa
forma que tiene de sonreír cuando mira sus ojos, esa forma en que esos ojos
verdes brillan como cristales. No podía permitir perderlos, no se imagina
volver a durar gran tiempo sin verlos.
Charlotte le desata su
cabello que está empapado, lo suelta y lo peina con sus dedos hacía atrás
riendo como si viera algo gracioso.
—Quien diría que
terminaríamos así aquí.—dijo Charlotte— La vida da sorpresas ¿No lo crees?
—Sí, cuando te
encontré ese día en el bosque, también fue una sorpresa.
Guardan silencio y tan
solo se miran los ojos.
—Está vez, vámonos
juntos Ratonhaketon. —habla con suavidad, y toca su mejilla— Esta vez no me
dejes ir.
—No lo haré. Lo prometo
—la agarra de su cintura y la atrae a su cuerpo.
Se recuesta llevándola
consigo lentamente hasta dejarla sobre él. Ella mira sus ojos antes de
plantarle un beso y hacerlo duradero. Se besan con ansiedad, con suavidad, y
pasión. Olvidándose de que no muy lejos de ellos, del otro lado del montón de
heno están Ezio y Natalia.
—¡Ah! ¡Estúpido
Templario! Ahora tiene una espada igual que la manzana del Eden.
—¿Manzana del Edén? —le
pregunta la chica de corto cabello negro mojado.
—¡Sí! ¡La misma cosa
que tiene Connor!
—Me sorprende lo que
hizo con nosotros, nos sanó en segundos totalmente, fue casi mágico.
—Si ese estúpido
Templario la tiene en sus manos, no importa que haga jamás morirá ¿No es así?
—¿Por qué lo quieres
matar?
—¿Te importa? Asuntos míos.
No dice nada la chica
y lo mira de perfil un momento.
—Sabes… eres muy lindo
—se ruboriza.
—¿Por eso me
golpeaste? ¿es tu modo de decir que te gusto? —suelta una risa.
Ezio mira la lluvia y
siente un beso en su mejilla. Voltea para ver a Natalia.
—Eres, muy rara.
—¿Por qué? —sonriendo
con un rubor en sus mejillas.
—Porque eres la primer
mujer que me parece fea.
—¡¿Qué dices?!
Connor y Charlotte
separan sus labios al escuchar un golpe.
La lluvia termina, y
la oscuridad domina en el cielo. Ya es tarde, y no hay rastros de ellos, se
rinde y busca con su mirada alguna posada cercana pero no ve más que a una
joven mujer de largos cabellos negros, que usa un vestido rojo descubriendo sus
hombros, a diferencia de él, ella se ve muy seca, seguramente acaba de salir de
algún lado. Ella camina hacia el lentamente. Haytham no se mueve.
—¿Buscas algo cariño? —acaricia
el pecho de Haytham.
Al verla de cerca
puede darse cuenta que la joven mujer posee una belleza atrapante. También que
no solo se ven sus hombros, sino también sus redondos senos que sobresalen de
ese fino vestido carmesí. Parece ser que se trata de una prostituta.
—A decir verdad sí —responde
Haytham
—Tal vez yo pueda
ayudarte —se deslizan por sus carnosos labios rosados las palabras mientras lo
rodea tocándolo con su mano.
—¿Acaso haz visto por
aquí a cuatro prisioneros en caballo?
—Oh sí, sí, claro que
sí, yo los vi. —abraza su brazo pegando su escultural cuerpo al de él.
—Que bien, entonces
dime dónde crees que pueden estar —mira su cara.
La mujer cubre con sus
manos sus labios para ocultar una risita.
—Tendrás que pagar por
esa información cariño. Sabes eres muy atractivo —apoya su barbilla en su
hombro pasando sus manos por su pecho, baja hasta tocar un bulto— Sé que
también te gusto. Deberíamos divertirnos. —le susurra al oído.
Por supuesto el hecho
de haber visto a aquellos jinetes era mentira pero Haytham por un lado estaba
desesperado en encontrarlos y por el otro estaba siendo seducido por esa mujer.
Ella lo llevo del brazo hasta su posada, le dio cobijo y lo hizo probar
placeres que hasta el momento el templario desconocía y que conoció después de
ver como se deslizaba ese vestido rojo ante él.
Estaban tan cansados y
con ganas de dormir, estaba tan oscuro y parecía que la lluvia paraba
lentamente dejando el ambiente húmedo, frío y lodoso por doquier. Que Charlotte
fue la primera en caer rendida en el sueño, una vez que sus ojos parpadearon,
al sentirse protegida en esos brazos, y muy cerca de su pecho. Para
Connor ahora no podía existir el sueño, si bien podría decirse que están
escondidos en uno de los establos de Aquiles, su padre seguramente los busca
por ahí y el fruto del Eden está a su lado. Y aunque tiene muchas ganas de
buscarlo y matarlo como debió hacer para vengarse sabe que mientras su padre
tenga consigo esa espada poderosa no puede hacer mucho. Además le prometió a
Charlotte guardar la calma para alcanzar la ilusión de vivir con ella en paz en
el bosque muy lejos de la ciudad y más allá del que era el valle Mohawk.
Solamente pasó sus
dedos entre los mechones rojizo anaranjado del cabello de Charlotte, habían
pasado tanto para estar así, se separaron por tanto tiempo, se encontraron y
volvieron a separar por seguir
persiguiendo algo que ahora ya no tiene mucho sentido. Cuando ahora debería ver
lo que tiene en las manos y no soltarlo jamás.
La observó y contemplo
con una casi imperceptible sonrisa, por su cabeza pasaba todo aquello que había
sufrido a causa de su inseguridad, no debió empujarla a aquel río, debió irse
lejos con ella. Justo lo que quiere hacer con ella, pero por ahora no debe
perturbar su descanso.
Recordando la primera
vez que la vio brillar en el bosque cuando niños, y entre él y sus amigos la
piel y cabello de Charlotte era como fuego y nieve, una mezcla explosiva que hizo
bailar su corazón. Y algo lo hizo confiar y acercarse a diferencia de sus
amigos que salieron huyendo como si se tratara de un monstruo lo que veían.
También recordando aquellos momentos de juventud en el bosque, saltando,
corriendo y trepando árboles y montañas, nadie lo había seguido a todas sus
aventuras ni siquiera su amigo que era tan consciente como miedoso. Charlotte
lo seguía en sus juegos y se ponían retos. Luego cuando la perdió o eso había
creído; la época gris. Y ahora aquí está dormida casi sobre él. No puede
dejarla ir esta vez, nada importa más que ella.
Ezio tenía su mejilla
algo hinchada por el golpe de Natalia, pero parecía no importarle se
concentraba al ver como caían las últimas gotas de lluvia. Ella algo
avergonzada unió sus manos y las miraba con sus mejillas sonrojadas.
—Perdón… —sale de sus
labios casi en un susurro.
—¿Te disculpas luego
de golpearme? Sí que debes estar loca, conocí alguien que nunca se disculpó,
ella sí que era realmente genial.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Del amor de mi vida.
Aveline…
Ezio se explayó
contándole su historia con Aveline, la que apareció llenando su vida de cambios
y actitudes que nunca había visto en una mujer. Sorprendiéndolo y enamorándolo.
También le contó como acabó la vida de Aveline y la razón por la que aún desea
matar a Haytham Kenway el líder Templario. Todo cobraba un poco de sentido para
ella.
—No sé qué decir Ezio
Auditore.
—No tienes por qué
decir algo. —la mira con el rabillo del ojo.
—No te vayas Ezio…
—¿Qué dices?
—Cada persona especial
que conozco —sigue mirando sus manos— Siempre se va y no la vuelvo a ver, por
favor no te vayas.
Ezio no dice nada pero
no puede dejar de verla. Haciéndose muchas preguntas en su cabeza que prefiere
guardarse.
Tras una hora aproximadamente, ella cae dormida a su hombro y Ezio
se recarga en el montón de heno a su espalda para dormir sin alejarla de su
cuerpo.
Justo a las seis de la
mañana Haytham despierta tras una noche con la mujer desconocida de la cual no
sabía ni su nombre que lo atrapo con sus encantos. Estando en una gran cama con
cobijas rojas de terciopelo. Con su mano tantea a su costado esperando sentir
el maravilloso cuerpo de la mujer pero no siente nada. Se fija y esta vació.
Frunce el ceño y se levanta casi de un salto buscando lo más valioso que poseía
y por supuesto que no quería perder; Su espada dorada.
Tampoco estaba.
Todas sus entrañas se
retuercen, la piel de su cara se enrojece su sangre hierve ¿Cómo pudo caer en
un truco tan viejo? ¿Acaso no pudo aguantar su hombría? Esa mujer se había
llevado la espada dorada. Busco y busco con desesperación hasta que volteo la
habitación dejando un desorden revoltoso. No había nada. Aún sin conocer su
nombre la buscaría, su perseverancia y necedad no terminarían. Estaba consumido
en esos deseos que tenía de poder controlar a las dos ciudades. De un golpe
abrió la puerta para salir y se encontró en el camino con la señora de la
limpieza, ella comenzaba a barrer la casa. Era gorda y de cabello corto pero oculto
bajo un gorro tradicional.
No perdió la
oportunidad de preguntarle sobre la mujer pero la señora no supo decirle a
dónde había ido, solo la vio salir.
Se tomó un respiro.
Apoyó su mano sobre una pared.
Tan solo era una
espada, y quizá no la necesite para conseguir el fruto del Eden, pensó por un
momento. Mas sin embargo se trataba de una de las piezas de las antiguas
civilizaciones, no era cualquier espada.
Claro que la necesita,
ellos tienen el Fruto del Eden y con el podrían manipularlo y matarlo. Con la
espada en su mano eso no funciona. Tenía que buscarla. No debía estar lejos,
debe seguir en el pueblo.
Ezio sintió que algo
le picó en sus costillas y se removió queriendo despertar pero sus parpados
eran pesados. No podía. Lo volvió a sentir con más fuerza se enterraba en sus
costillas una clase de palo.
—¡Eh, chico despierta!
Esa voz ronca, débil
pero clara, la reconoció enseguida; era Aquiles. Abrió sus ojos y empujó a un
lado a Natalia despertándola de golpe para levantarse.
—¡Viejo, tanto tiempo
sin verte!
Se extendió una
sonrisa en el rostro del joven Italiano así como sus brazos. Connor ya había
despertado pero ya que Charlotte seguía dormida no quería moverse para
despertarla. Ya que se encontraban acostados detrás del montón de heno tampoco
podían verlos desde allí.
Aquiles miró un
momento a Ezio quien no dejaba de sonreír y de sostener sus brazos abiertos.
Le golpeo con su
bastón en la cabeza.
—¡Oiga! ¡¿Por qué hizo
eso?! Podría ser más amable, ya hace mucho que no me veía.
—¿Cómo te atreves a
irte por un largo tiempo y luego volver cuando te plazca y usar mi establo de
refugio sin mi permiso? —se apoya en su bastón y se fija en sus ojos.
—Nosotros le tocamos
la puerta ayer antes del anochecer, usted no nos escuchó o no quiso abrirnos.
—No tenía por qué,
después de cómo te fuiste tú y…el otro chico.
—Connor.
—Ah sí…Connor.
—Pero ¿volvimos no? No
nos olvidamos de usted
—¿volvimos?
Natalia solo observaba
sin decir nada. Y Charlotte por las voces había despertado así que Connor pudo
ponerse de pie ayudando a la chica.
—Buen día Aquiles. —saludó
cordialmente Connor, tal y como el señor Aquiles lo había educado.
Los ojos de Aquiles se
llenaron un poco de lágrimas que jamás saldrían. Realmente veía a Connor como
un hijo, se parecía mucho a su hijo con el mismo nombre. Nombre que él le dio.
También recordó cuando era un salvaje sin modales, no sabía comer decentemente,
ni sabía tomar las cosas con delicadeza, entre otras cosas que él le enseñó
después. Tan solo con verlo, aquellos días cuando Connor y Ezio eran más
jóvenes vinieron a su mente. Cargándolo de viejos recuerdos que lo inundan de
nostalgia.
Los dejó entrar a su
casa Aquiles había notado a las chicas pero no les dio gran importancia. El
viejo jamás fue cordial no sabía lo que era la hospitalidad así que nos les
ofreció ni un vaso de agua, aparte de que no lo merecían por irse y no volver
en gran tiempo. Pero Connor aprovechó para mostrarle y hablarle sobre el fruto y
de su padre que seguramente los estaba buscando.
—Debe estar en el
pueblo, no muy lejos, pero tampoco muy cerca. —dijo Aquiles yendo a sentarse a
su sofá lentamente y encorvado.
—Señor Aquiles ¿conoce
algún sitio donde podamos esconder este artefacto? —quiso saber Charlotte.
Ezio le echó una
mirada a la bola dorada que sostenía Connor en sus manos. Se le quedó viendo un
buen rato sin pensar en nada más, simplemente enfocándose en el fruto. Se le
vino a la mente la muerte de Aveline a manos de Haytham Kenway. Algo dentro de
él…, no estaba tranquilo.
—Puede ser que lo
conozca. —miró a Charlotte a los ojos— Pero no estoy seguro si sea seguro.
—¿Cree que pueda
encontrarlo fácilmente en ese lugar? —cuestiono Charlotte interesada.
—No, no… es una cueva
que solo yo y una persona más conocemos, pero hace años que no voy ahí, temo
que si entramos no podamos salir, se debe estar cayendo a pedazos.
—Yo iré a esconderla
ahí. —se ofreció Connor.
Charlotte lo volteo a
ver y se acercó para tocar su hombro.
—No irás solo.
—Lo has escuchado, es
peligroso.
—Dijiste que ya no nos
separaríamos jamás.
Se miran a los ojos y
parecen comunicarse sin decir una palabra. Natalia se posiciona a un lado de
Ezio y mira el perfil del italiano que solo se fija en el fruto del Eden.
—Tranquila Charlotte. —dice
Ezio sonriendo— Yo iré con él tu puedes estar tranquila, nos ayudaremos
mutuamente, somos amigos ¿O no Connor?
—Sí. —responde Connor
queriendo sonreír sin conseguirlo.
—¡¿Y si te encuentras
a ese templario en el camino?! —se eleva la voz y los nervios de Charlotte.
—Estaré bien…
—Pero… —sus ojos se
vuelven cristalinos y brota una lagrimas— amor mío… no quiero alejarme de ti…
otra vez.
Connor le pasa el
fruto del Eden a Ezio y el joven italiano sonríe. Y así puede rodear con sus
brazos a Charlotte apretándola con algo de fuerza. Charlotte al sentirlo cerca
se desborda en llanto y lo estrecha también.
—Estaré bien, solo
dejaremos ahí el fruto del Eden, al fondo de la cueva saldremos después yo y tú, nos iremos a vivir muy
lejos. Más allá del valle Mohawk como te lo prometí, podemos buscar una de las
tribus aliadas de mi familia y formaremos parte de ellos.
Se aparta solo para
acariciar con sus grandes manos, el pequeño rostro de la mujer con la que
creció y comparte un amor que no le cabe en su pecho, limpia con sus pulgares
las lágrimas de la chica.
—Está bien…
Aquiles los observa y
se levanta del sofá apoyándose de su bastón. Da unos pasos lentos para retirarse.
—Bien… —suelta— Antes
de eso, estaría bien que cambiaran esas ropas de prisionero por unas más
decentes.
—Pero solo vamos a una
cueva ¿Por qué importa cómo vistamos? —Ezio miró al viejo alzando una ceja con
un gesto confundido.
—Porque a mí me
molesta ver esa sucia ropa con sangre, aparte huelen mal, deberían darse un
baño también. No subirán así a mi carruaje.
Sin detenerse siguió
caminando hasta salir de la habitación diciendo por último “síganme”.
A ellos, les entrego
su ropa de cuando era más joven calculando que podría quedarles bien, y a
ellas, con algo de dolor les entregó vestidos sencillos de su esposa que ella
usó en vida para andar en casa y hacer deberes.
Ezio terminó con un
traje colonial gris con blanco, y Connor con otro en color azul, no se
molestaron en usar sombreros pero si zapatos. Charlotte vistió un vestido
marrón y unas zapatillas y Natalia otro blanco.
Ezio y Connor
emprendieron el viaje a la cueva que Aquiles aseguraba estaba algo lejos y
tendrían que ir en su carruaje, que el conduciría. Las chicas se quedaron en
casa de Aquiles. Natalia quería seguir a Ezio pero ni Ezio ni Aquiles la
dejaron, por supuesto Charlotte también se aferró a la idea de acompañarlos
pero de nuevo se lo impidieron.
Habían pasado horas
desde que amaneció, era casi medio día y Haytham no podía encontrar a aquella
mujer de vestido rojo y gran belleza, también una ladrona que se llevó una
espada poderosa. Por más que preguntara por ella, nadie sabía a dónde había
ido. Es como si jamás existió y todo se trató de una alucinación, tal vez en
realidad solo perdió la espada pero ¿Quién sería tan tonto para perder objeto
tan valioso?
Se tomó un breve
momento para comer y beber algo en un bar, luego subió a su caballo para
rastrear las huellas de los caballos de Connor y Ezio, si es que aún
permanecían allí, y aunque probablemente ya era algo tarde para preguntar, aun
así preguntó por los jinetes que pasaron ayer por la tarde noche. Una persona
fue capaz de indicarle por dónde recuerda se habían ido, pues ya que parecían
llevar mucha prisa, y nadie en el pueblo cabalga así por las calles. Haytham
siguió la indicación, vislumbrando a lo lejos, una enorme casa que se escondía
entre los árboles, y ahí las huellas de los caballos eran más visibles, como si
no fuera común que más personas transitaran por estos caminos. Podría tratarse
de un sitió privado. Pero algo le decía que esas huellas de herraduras se
trataban de los caballos que ellos se habían llevado. Las siguió.
Natalia estando
hambrienta buscaba en la cocina de Aquiles y sin preparar nada especial, tan
solo agarraba y llevaba a su boca; pan, queso, una fruta, agua. Era como un
náufrago. Charlotte solo la veía, también tenía hambre, pero era mayor su
preocupación por Connor, no estaba tranquila, se imagina que ya deben irse
alejando cada vez más, piensa en rastrearlos, algo que aprendió de Connor
aquellos días de juventud en los que le enseñaba a cazar conejos y pequeñas
criaturas. No podía dejarlo ir ¿Y si no lo vuelve a ver? ¿Y si le sucede algo?
Y si Haytham…
Sabe que ese hombre no
se rinde. Debió decirle que no se involucrara y se lo dejará a Ezio y Aquiles,
pero es que así es Connor, siempre queriendo ayudar, es parte de él.
—Ven come algo Charlotte.
—le dice su amiga sentada en una silla de la mesa.
A Charlotte le
sorprendió tremenda educación de sentarse a la mesa cuando ya ha arrasado
salvajemente con toda la comida sentada en el suelo.
—No gracias.
—Aunque sea un bocado,
vamos, no haz comido en dos días.
—Natalia, Connor se ha
ido, a una cueva que no conoce que Aquiles dijo era peligrosa, luego si se
encuentran con Haytham…
—Ya tranquila… no
pasará nada, ya volverán. Ven…
Cruza sus brazos y tan
solo la mira de lejos con desaprobación, no podía comprenderla.
Natalia no dejaba de
ver sus ojos, hasta que la convenció y Charlotte se sentó a la mesa, aunque la
inquietud no se iba, sus manos temblaban. Miró a Natalia y quiso sonreírle pero
no podía.
Haytham guiado por las
huellas de los caballos llegó al frente de la hacienda. Hasta ahí llegaban las
huellas, de hecho, pudo reconocer a los caballos tenían el símbolo de la
guardia. Sonrió y se detuvo a contemplar la imponente casa.
—Así que, aquí se
esconden. —dejó ahí atado su caballo y se encaminó a la puerta de la casa.
Toco educadamente la
puerta, cosa que lo distinguía al ser inglés. Podría ser tonto e incluso
arriesgado que se enfrente a ellos sin su espada, pero podría usar el viejo
truco, y capturar a la chica de cabello rojo que sabe su hijo debe amar. No le
gustaría recurrir a eso pero debe ser inteligente para conseguirlo y tiene que
usar todo lo que esté al alcance de sus manos. Luego que tenga el fruto los
matará a todos, aunque pensar en matar a su hijo aún sea una idea que no puede
concebir ni asimilar, es decir, después de todo…es su hijo.
El sonido de los tres
golpes en la puerta altero a Charlotte y Natalia tranquilamente se levantó de
la silla y se dirigió a ver quién era. La imagen de Haytham entrando a la casa
y llevándoselas consigo a la fuerza se vino a su mente…como una visión más.
—Espera… —dijo
Charlotte.
Pero Natalia no la
escuchó. La chica también se puso en pie para seguirla. La joven italiana tomo
la perilla de la puerta para abrirla. La mano de Charlotte le ganó la carrera y
le puso seguro tratando de no hacer ruido.
—¡¿Qué…?! —apenas
logró decir Natalia antes de que Charlotte le tapara la boca con su mano—
Y con la mirada le
pidió que se callara. Natalia no comprendía, pero tampoco se movía.
Haytham logró escuchar
el sonido del seguro de la puerta y levantó las comisuras de sus labios,
formando una sonrisa. Sabía que alguien estaba adentro y no quería que entrara.
Bastante obvio. Pero sin perder su paciencia golpeo nuevamente la puerta tres
veces, pasando su mirada por las ventanas y todo lo que su rango de visión
podía ver. Silencio.
Charlotte se estiró
sin soltar a Natalia para ver a través de una rendija que dejaba una cortina de
la ventana cercana, y como lo había visto, ahí estaba Haytham.
Los ojos de Haytham
captaron la mirada de Charlotte desde la cortina.
En vista de que no
abrirían la puerta no importa cuanto lo
pidiera cordialmente, en su desesperación, la golpeo con su pie pero la puerta
era más resistente de lo que pensaba.
Charlotte enseguida se
llevó a Natalia, corriendo al fondo de la casa, buscando una ventana o puerta
por dónde salir, pero no veía nada. Natalia ingenuamente veía a Charlotte.
—¿Qué sucede? ¿Quién
es?
—Haytham.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo nos
encontró?!
—Es un maldito con
suerte.
Otro golpe más a la
puerta y está ya se estaba rompiendo no resistiría más. Casi temblando Charlotte
trato de abrir una puerta trasera que encontró, estaba cerrada con llave, luego
pudo ver una ventana un poco abierta lo suficiente para que sus manos entraran
ahí y levantarla para poder salir, eso sí podía levantar la ventana, reza por
dentro para que no esté atorada o algo así, o tendrían que optar por esconderse
lo más rápido posible.
—Rápido, ayúdame a
abrirla. —le pidió a Natalia.
Haytham se toma un
respiro, ya casi la abre, un golpe más y listo. Se hace un poco hacia atrás y
empuja con su cuerpo. Rompiendo el cerrojo de la puerta, logra abrirla.
Hay silencio y sin
rastros de presencias a la vista. Se
pone a pensar ¿Por qué no han usado el fruto contra él? Puede ser que crean,
todavía tiene la espada consigo.
—No lo hagan más
difícil… salgan de dónde están y entreguen lo que no es suyo. —Ordenó Haytham
arriesgándose a que notaran no trae la espada.
¿Qué más le queda? Ha
llegado hasta aquí por el fruto, tanto que ha esperado y buscado, es ahora o
nunca. No puede simplemente abandonarlo e irse, se arrepentiría toda su vida,
todo su esfuerzo será tirado a la basura. Y su orgullo pisoteado.
Charlotte y Natalia se
han ocultado debajo de una mesita y están muy cerca, casi abrazándose guardando
silencio y escuchando los pasos que da, cuando ven las piernas de Haytham pasar
por enfrente.
No lograron escapar y solo les quedó esconderse en el primer
sitio que vieron.
El Templario se queda
parado justo ahí luego mira cada detalle de la habitación, los cuadros, los
muebles y muy cerca estaba la cocina. Sus ojos pasan a una mesita que parecía
tener algo abajo que hacía mucha sombra, de inmediato llamó su atención y se
agachó para ver mejor.
Eran las chicas pero
antes de que pudiera decir algo las dos mujeres se le echaron encima como dos
leonas, y empezaron a golpearlo, sus golpes eran fuertes para ser mujeres, no
estaba tratando con damas comunes, si no con ladronas, asesinas. Él pensó en su
espada común para defenderse pero al llevar su mano ahí no la encuentra cuando
la punta de su espada ya está tocando su barbilla. Levanta la mirada y es
Charlotte, que se ha puesto de pie y también su amiga dejándolo tumbado en el
suelo. Sin duda ha sido entrenada por Asesinos, y lo han atacado con la guardia
baja…, muy listas. Lo que más le impresiona es que no llevan sus ropas de
prisioneras, tienen vestidos de campesinas puestos, y hasta zapatos que no les
quedan muy bien, pero en sus cabellos se les nota lo salvaje. Esa mirada que le
dirige la mujer de cabello rojizo, lo hace sonreír porque se parece mucho a la
de su hijo.
Charlotte había notado
que no lleva esa espada, y también se había puesto de acuerdo con Natalia,
debían actuar, porque si escapaban seguramente las seguiría y ¿A dónde irían?
Aún debe esperar que regrese Connor, o en todo caso ir a buscarlo. No puede
moverse de ahí y sería tonto conducirlo hasta la cueva, porque ella podría
rastrear el camino que han tomado Aquiles, Ezio y Connor. Pero llevar a Haytham
hasta ahí sin querer, solo por querer huir, sería su peor error, lo único que
le quedaba era luchar y no podía darse el lujo de esperar a que las encontrara
porque era un pésimo escondite, y de ser así serían fácilmente atrapadas. Luego
Haytham pensó en su mosquete corto, y también lo busco cuando descubrió que la
otra chica de cabello corto lo tenía en su mano pero no lo apuntaba con el
arma. Lo han desarmado.
—Vete de aquí y no
vuelvas. —le pidió Charlotte frunciendo el ceño.
—¿Dónde están el
italiano y…?
—¡Se han ido, ahora
vete!
—¿Se han ido? Qué
raro, que raro sería que mi enamorado hijo abandonará así a la mujer que ama
¿no lo crees? Quizá este también por ahí escondido.
Haytham desesperado no
podía dejar de aferrarse a la intención y deseo de tener el fruto en sus manos.
Aún si eso pone su vida en riesgo.
—Busca lo que quieras —casi
grito Natalia y se veía que sabía usar bien un arma, ya que se toma un segundo
para ver si está cargada y apunta con el cañón— Podría matarte en este momento
si quiero.
—Natalia, no. —dice Charlotte.
—¿Y qué más da? Es una
escoria.
—Es el padre de
Connor, sea como sea.
—Tú no puedes
Charlotte ¡Pero yo sí!
Haytham aprovecha que
se han mirado mutuamente para discutir y sin hacer ruido se levanta del suelo,
y en un ágil desplazamiento engancha su brazo al cuello de Charlotte poniéndole
en la garganta su hoja oculta que con un chasquido sale de su escondite.
—Creo que se les ha
olvidado este pequeño detalle ¿En serio creían que sería tan fácil?
Natalia abre mucho sus
ojos y todo su cuerpo vibra pero no baja su arma que lo apunta a él. Se queda
sin palabras.
—Que descuidadas son
mujeres. Ahora… creo que el asunto es evidente ¿O no? —se fija en los ojos de
Natalia.
Charlotte arruga su
ceño y le dice que no a Natalia con su cabeza. Que de ninguna manera lo
conduzca a dónde se encuentran Connor y Ezio. Y espera que la haya entendido.
Ellos han llegado a la
cueva desde hace rato, se han adentrado. Aquiles iba caminando a la cabeza para
guiarlos hacia el fondo de la cueva y así ocultar ese fruto que lleva Connor en
sus manos. El que no podía parar de hablar era el joven Ezio, Connor casi no
decía palabras y Aquiles les pedía que tuvieran más cuidado y sobre todo que
Ezio no hablara tan fuerte o gritara, la cueva estaba en pésimas condiciones,
era como si en cualquier momento pudiera derrumbarse, hasta sus cuidadosos
pasos hacían que temblara el lugar, o esa sensación les daba. Faltaba poco para
llegar al punto que Aquiles deseaba alcanzar cuando Ezio vio su oportunidad,
desenfundó su espada y le apunto con ella a Connor. El nativo y el viejo
pararon sus pasos en seco y lo miraron, no se lo esperaban.
En la expresión del
rostro del joven italiano se podía ver lo inseguro que estaba pero también lo
decidido.
—Lo siento amigo, pero
tengo que vengar a Aveline. Quizá tú ya estés feliz y satisfecho porque tienes
a Charlotte, pero ese Templario mató a la mujer de mi vida, y esto no lo puedo
dejar así
—¡Baja esa espada…,
Ezio! —levanto un poco su voz Aquiles, no quería ponerse en riesgo debajo de
esas rocas que se mantenían por un hilo en su lugar.
—¡No! Dame el fruto
Connor, solo tienes que dármelo, no quiero pelear contigo.
Connor inmutable y sin
quitarle los ojos de encima, tomo aire para enfrentarse de nuevo con el que
siempre finge ser su amigo.
—¿Qué piensas hacer
con él? —preguntó con calma.
—Sé que él tiene una
espada poderosa, pero sé también que quiere el fruto, de algún modo deseo
matarlo, ya veré yo como obtengo la espada, pero también quiero contar con el
fruto del Eden.
—Olvídalo.
—¡Maldita sea Connor!
¡No quiero matarte! ¡Por favor no me obligues! —exclamo poniéndose rojo de la
cara y con el ceño arrugado.
—Tú no vas a matarme,
y tampoco tendrás el fruto.
Aquiles escucho un
ruido de rocas tras los gritos de Ezio, el suelo vibraba.
—¡Salgamos de aquí
rápido! —avanzó lo más rápido que le permitían sus viejos huesos y su bastón.
En su desesperación
Ezio saltó a lanzarle una estocada a Connor que el esquivo fácilmente, se dio
la vuelta y empujó el cuerpo de Ezio contra unas rocas, que empezaron a caer.
El joven mestizo reaccionó al instante, cargó a Ezio de un brazo y ayudó a Aquiles haciendo que se apoyara en él,
y trato de avanzar rápido mientras las rocas rodaban y caían tras él.
Ezio se sacudía
exigiendo que lo soltara, Connor era más fuerte físicamente que él y lo sabe.
Su espada quedó bajo los escombros. Aquiles se esforzaba por ir rápido pero por
más que lo intentaba no podía, los estaba atrasando y el derrumbe los estaba
alcanzando.
—¡Olvídalo chico!
¡Vete con Ezio, sálvense! ¡Y dame eso!
Era viejo, pero hábil.
Así que le arrebato el fruto del Edén a Connor. Sin dejar de avanzar. El polvo en el aire apenas le permitía ver el rostro de su maestro.
—¡Aquiles! —grito
Connor sin querer soltarlo.
—¡Rápido no hay
tiempo! ¡No lo lograré, pero tu si chico! —se retira y le da un empujón
quedándose atrás.
Connor sin querer ver
más se echó a correr como pudo cargando el peso de Ezio soportando el querer soltar una lágrima. Medio cerró los ojos,
frunció el entrecejo concentrandose en distinguir el camino entre la cortina de polvo, agachó su cabeza sin querer pensar en Aquiles. Una roca golpeo su hombro, otra mas pequeña cayó en la cabeza de Ezio.
Salió de la cueva que
quedó destrozada, se levantó mucha tierra. Ezio tocia por la que entro a
su garganta.
—¡No! ¡El fruto del
Eden quedo ahí!
Por dentro Connor
lamentaba más la perdida de la valiosa vida de su maestro Aquiles. Y se
apresuró en regresar a casa del viejo, dónde había dejado a su querida
Charlotte dejando atrás a Ezio, quien se quedó viendo un momento las enormes
rocas que bloquearon la entrada a la cueva y como se disipaba el polvo poco a poco.
No le importa en
absoluto el Fruto del Eden, tan solo había deseado que no cayera en manos equivocadas.
Ese fruto fue el causante de la pérdida de su familia, también de separarse
tantas veces de Charlotte, ahora estaba dónde debía estar, en el olvido. El
carruaje de Aquiles lo dejaron ahí, pero Ezio se llevó un caballo para alcanzar
a Connor, sabe que Haytham anda tras él, y aunque haya perdido su espada, aún
le queda su mosquete largo y sus ganas tan fuertes de matarlo. Connor opto por
ir corriendo, y saltando por los árboles, quizá así se iría el dolor de la
pérdida de su maestro.
Haytham había buscado
en toda la casa hasta en los establos rastros de los jóvenes pero no encontró
nada, entonces las chicas tenían razón no estaban. Pero era evidente que saben
a dónde fueron así que amenaza una vez más a Natalia tocando con el filo de su
hoja oculta la garganta de Charlotte, y por más que Charlotte le pedía que no
le dijera. Natalia sucumbió al Templario.
—Fueron a esconder el
fruto. No, no recuerdo a dónde.
Haytham se aproxima a
ella y mira sus ojos.
—¿Estás segura que no
lo sabes?
Aprieta el filo en la
garganta de Charlotte lo suficiente para causarle dolor. Charlotte se queja y
respiraba más profundo.
—¡A una maldita cueva!
No sé dónde está, los llevó el dueño de esta casa ¡Es todo lo que sé! ¡¿Estás
feliz?!
—Entonces solo queda
esperar… —sonríe— Les diré lo que haremos.
Connor entra a la casa
sin ver rastro de Charlotte a la vista. Entra un poco en pánico.
—¡Charlotte!
¡Charlotte! —camina y abre una puerta buscando.
—Aquí cariño
Se escucha atrás de
él. Voltea y la abraza con fuerza.
—Me da gusto que estés
bien. Todo ha acabado, vámonos.
Entra por la puerta
que Connor dejó abierta, Ezio.
—¿A qué has venido? —le
pregunta Connor.
— Vine por Natalia
claro. —miente.
Sale Natalia de una
habitación.
—¿Por mí en serio? —con
una gran sonrisa corre a él y lo abraza y da besos en todo su rostro.
—Eh, si, si…
Charlotte se apresura
para decirle lo que ha pasado a Connor al oído y mientras él la escucha.
Haytham hace su aparición saliendo de la cocina y caminando hacia ellos.
—¿Interrumpo? Supongo
saben porque estoy aquí.
—No tenemos el fruto,
quedó sepultado bajo las rocas en una cueva, se ha perdido —respondió Connor—
si tanto lo quieres ve por él.
Sin darle importancia
toma la mano de Charlotte y se dispone a retirarse. Haytham no le cree en lo
absoluto y sujeta la muñeca de Charlotte, pero Connor no la suelta.
Mira directamente a
los ojos a su padre.
—Dime dónde está hijo.
—Ya te lo he dicho
Haytham ríe una pizca.
—Sé que no fue así.
Tendré que quitarte algo valioso para ti, tú me has quitado algo valioso para mí.
—No lo permitiré. —lo
fulmina con su mirada.
Charlotte no deja de
mirar a Connor pero empieza a temblar, aprieta fuerte la mano de Connor, no se
quiere alejar de él.
—¡El experto para
quitar lo valioso eres tu maldito Templario!
Se escuchó un grito
detrás y Ezio ataca a Haytham, el detiene la espada con la suya. Tomando
distancia y poniéndose en guardia contra Ezio.
Connor mira los ojos
de Charlotte, el momento ha llegado, el momento que estuvieron esperando,
tantos años. Poder escapar juntos, como debieron hacerlo antes, lo pueden al
fin hacer ahora. Tomados de la mano se echaron a correr para salir de la casa
de Aquiles, sin mirar atrás, en ese momento no importaba nada solo huir, a
Connor ya no le importaba quedar como un cobarde por que no sería totalmente
valiente si dejaba ir de nuevo a lo que más ama en el mundo. Connor le ayudó a
Charlotte a subir al caballo, aunque a ella le preocupaba Natalia, sabía que
quizá Ezio la protegería, deseaba despedirse de su amiga, pero ya no había
tiempo de retroceder, ahora solo mirará hacia el futuro, hacía dónde está
Connor, hacía dónde está su felicidad.
Haytham y Ezio
lucharon, Ezio por Aveline, Haytham por querer saber dónde habían dejado el
fruto del Eden, pero sin duda todas las batallas más importantes, son por algo
que en el fondo deseamos, sea bueno o malo, lo deseamos, y es eso tan grande
que puede decidir entre la vida y la muerte.
Haytham y Ezio
murieron en batalla, los dos, sobre un charco de sangre. Haytham era un
Maestro pero la fuerza que tenía Ezio por ser joven, y por el amor que le tenía a Aveline, lo llevó a esa victoria aunque
arriesgando su vida. Natalia con ojos más lacrimosos que nunca, derramaba un
llanto desconsolado adentro de la que fue casa de Aquiles abrazando a Ezio, le
tenía cariño y no deseaba perderlo. Ella volvería a hacer ladrona, y quizá
regresaría a prisión.
Quizá fue un sueño
antes de dormir eternamente, quizá esto realmente pasó en espíritu. Pero Ezio
pudo ver la escena, de su cuerpo sin vida bañado en sangre, a su lado el
Templario de la forma que tanto deseo ver, y la chica a quien se quedó con
ganas de darle un beso sin que se lo pidiera. Pero algo toco su mano. Era
Aveline, como si lo estuviera esperando, le beso sus labios. Y lo llevó con
ella, por un sendero desconocido.
Pasó el tiempo y
Charlotte junto con Connor habían encontrado una tribu aliada a su familia Mohawk.
Una de las pocas sobrevivientes de las masacres hechas por Washington y Haytham.
Se habían convertido
en la nueva familia y casa de Connor y Charlotte. Dejaron el pasado atrás y
aunque extrañaban a algunos amigos solo podían ver hacia el futuro que tenían
juntos.
El cielo se había
teñido de un naranja rosado, el sol se estaba ocultando, y Connor abrazaba por
la espalda a Charlotte, acercó sus labios para besarle la mejilla. Los dos
vestían con ropas hechas de piel animal, botas del mismo material, y el cabello
de Charlotte vibrante y libre como el fuego ondeaba con el viendo hacía un
lado. Parados arriba de una pendiente del bosque, observando hacía el horizonte
en sus ojos se reflejaba el astro rey.
—¿Y si abandonamos la
Tribu y nos aventuramos solos? —cuestionó Charlotte.
—Por supuesto.
Charlotte se giró para
verlo a los ojos con una sonrisa de oreja a oreja. Los dos eran espíritus
libres, los dos volvían a ser niños, jóvenes, a pesar de vivir en plena
adultez. Corrieron juntos por el bosque, tomados de las manos y solo se soltaron
para trepar juntos lo más rápido que pudieron un árbol, estando arriba se
miraron los ojos y no necesitaron decirse palabras, sabían lo que debían hacer.
Compitieron, debían
llegar pronto saltando por las ramas de los árboles hasta la montaña que estaba
más adelante, y el primero que trepara a la cima ganaría.
Mientras pasaba de un
árbol a otro Charlotte reía y cuando subieron descubrieron que habían llegado
al mismo tiempo, no había un ganador.
—¡No es justo! —se
hecho al suelo de espaldas Charlotte— He perdido mi toque —suspiró.
—No lo has perdido, es
que antes siempre me dejaba ganar pero eres buena, no he podido llegar primero.
—también se echó a un lado de ella viendo al cielo.
—¿En serio lo hacías? ¿Por
qué?
—No hacen falta
razones.
Charlotte se voltea a
un lado para verlo apoyándose sobre su codo y la cabeza en su mano. Connor
podía ver como sonreía tan ampliamente, gesto que no se esperaba, siempre la
dejaba ganar porque le gustaba verla sonreír pensaba que si no lo hacía ya no
sonreiría, pero no es así.
Ella sonreía, y era
como una caricia a su corazón, ella sonreía y eso era suficiente.
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