Capitulo 13
Un pájaro vuela por el cielo, y se posa en el borde de la ventana con
la cortina abierta de la habitación de José Madero. Ya había pasado un mes, y
se había distraído con fiestas, llevándose cualquier mujer a la cama para
desahogarse, y así parecía que volvía en sí y logro componer canciones, casi
terminando la lírica, planeando que la próxima semana empezarían a reunirse
para la composición de la música y después iniciar con las grabaciones. Tenía
su guitarra y la tocaba tratando de tararear en su cabeza y así armar una
canción. Cerrando sus ojos y con el ceño fruncido se concentraba.
La imagen del japonés hablándole y tocando a Victoria aparece en su
mente y abre sus ojos, desafinando la nota. Desde ese día, que no la ha vuelto
a ver, desde ese día que quiso abandonar esas ideas que tenía en su cabeza. Él
no era así. Sin embargo la curiosidad la seguía teniendo. Gabriel se había
reunido con él un par de veces y le contaba de esa chica, el por supuesto le
decía que no le importaba. Se acercaba también el cumpleaños de su mejor amigo
que seguía en Monterrey grabando videos para YouTube en su casa dónde vivía con
su novia.
«Como será vivir con novia? Esa chica seguirá siendo maltratada por
ese hombre? » Sacudió su cabeza y siguió tocando.
Akiba vierte té caliente en una taza pequeña, luego en otra. Adentro
de su oficina en el restaurante. Su madre y prometida han hecho su visita, al
parecer el tiempo límite que le había puesto su madre se ha terminado y ahora
no se ve muy comprensiva, se ve muy molesta, viéndola así prefiere no decir
nada y solo esperar a que diga lo que tenga que decir. Su prometida japonesa
toma un poco de té y como siempre mantiene su semblante serio y mirada fija en
sus ojos.
—Ya sabes porque estoy aquí Akiba —dice su madre dirigiéndole una
mirada de desaprobación.
Él prefiere no decir nada.
—Tienes que volver a Japón ya, y llevar a cabo el matrimonio acordado
con tu prometida. Lo haces o te mueres ¡No hay más opción!
—Madre… —toma asiento frente a ellas en la pequeña sala — Tengo una
vida aquí, por favor permítame continuar con ella.
—No, no y no —con énfasis levanta una ceja y toma aire — Te lo
advertí.
—¿Qué harás? Me quitarás el restaurante…, ya lo he tenido en cuenta y
me he estado preparando para eso. No me dejarás en la calle si es lo que
planeas, no te necesito, tengo a mi padre de mi lado, no estoy solo.
—Muy bien, entonces…—hace una pausa— Dejémoslo así —sonríe queriendo
reírse.
—¿Es todo?
—Sí es todo, vámonos Miharu
—Sí —se levanta.
Las dos japonesas salen de la oficina y Akiba queda algo confundido
¿En serio no hará nada? Lo duda. De su madre se puede esperar lo que sea.
En la enorme casa de Akiba. Victoria prepara la cena, mientras Akiba
le ayuda a limpiar lo que va ensuciando, trabajan muy bien juntos en la cocina.
Vicky ha conseguido olvidar más y más a su marido. También él ya no ha
dado señales de vida, por ahora, pero va siendo el momento de plantarle bien la
idea a Victoria de que vaya a demandar a su marido por maltrato en base a eso él
podría apoyarla y así obtendría su merecido. Hasta a la cárcel podría dar si
muestra sus golpes, pero Victoria los sigue maquillando, y mientras seca los
platos Akiba de reojo puede verla, apenas hace poco los tenia y los ha vuelto a
maquillar hasta que desaparezcan naturalmente, es lo que se ha acostumbrado a
hacer y siente que debe tener tacto con ella.
Esa sonrisa que esboza Victoria, por nada del mundo le gustaría
borrarla, pero no quiere que ese maltrato se vuelta a repetir. Termina de
acomodar los platos limpios y secos y se da un giro para verla a la cara
dándose cuenta que Victoria también y como si estuvieran sincronizados
totalmente…
—Necesito decirte algo.
Dicen al unisonó y después se ríen de su coincidencia.
—Tú primero —le dice Akiba con una sonrisa mientras seca sus manos con
una pequeña toalla.
—Bueno…, es algo que pasó hace un mes ya, pero… no había tenido el
valor de contarte
—Adelante, sabes que cualquier cosa yo te escucharé y entenderé, no
tienes que tener miedo —le acaricia con su pulgar la barbilla.
—Sí —baja su mirada y toma aire— Estuve a punto de matar a mi… esposo.
Esa noche, que me golpeo y abuso de mi fui a la cocina y pensé en quitarle la
vida con un cuchillo. Pero recordé a mamá y…
—Eso está bien.
—¿El querer matarlo? —abre de más sus ojos.
—No, claro que no. El que hayas decidido no hacerlo. Veo que tu madre
es tu inspiración en muchas cosas ¿No es cierto? Al cocinar, dices que ella te
enseño a hacerlo, la recuerdas constantemente, y es comprensible porque ahora está
en el cielo pero sigue en tu corazón.
—Sí, eso es obvio, yo amaba y sigo amando a mi madre.
—Por supuesto, sin embargo hay algo que no me gusta Victoria… —toma su
mano con delicadeza y la observa atentamente para no intimidarla con su mirada—
También dices que es por tu madre que estas con ese hombre. Me dijiste un día
que, ella te dijo que así debí ser, que te encontraras un hombre para que no
estuvieras sola, y a pesar de todo siguieras con él ¿Realmente eres feliz?
Haciendo la voluntad de tu madre.
—No, por eso ya no quiero volver con él.
—Pero sigues ahí, el volverá, no ahora pero lo hará, de hecho no ha de
tardar y debemos hacer algo al respecto.
—¿Qué podemos hacer?
La acerca y la rodea con sus brazos dándole un beso en la cabeza.
—Ya verás, pero no quiero que te alejes de mí, no te puedo dejar andar
sola mientras tanto, porque no deseo que llegue de sorpresa y pase algo.
Victoria no dice más, tan solo cierra sus ojos.
Después de tanta insistencia, Gabo consiguió al fin reunirse con Pepe.
Mejor aún en su casa, como no lo había hecho desde que llego a Monterrey. Ahí
estaba Pepe en la cocina como nunca lo imaginaron Grey y Gabo. Estaba fumando
sin importarle echarles toda la nube de humo en la cara. Grey estaba algo
molesta, no le agradaba para nada el amigo de su novio, y se le notaba, bastaba
con ver la expresión en su semblante para darse cuenta. Solo lo miraba
directamente mientras comía algunas almendras. Gabo tomaba una bebida
energética lentamente. Ya tenían casi cuatro minutos de esta forma sin decirse
nada. Desde que dejaron entrar a Pepe a la cocina que se ve muy callado, pero
sorprende más aún que Gabo sea el que este callado.
—Y… ¿Cómo vas en las composiciones? —trató de iniciar charla Gabo, con
una sonrisa tonta.
Pepe está por terminarse el cigarrillo y llena sus pulmones antes de
soltar el humo y desviar su mirada.
—Ahí va wey, no te apures.
—Ah pues que bueno —le da un trago a su botella de bebida energética.
—¿Y ya no has pensado en Victoria? —se integró Grey a la charla—
Seguro de ahí te inspiras
—Amor… —le llama Gabo tratando de darle una señal con sus ojos para
pedirle que no diga nada.
Pepe apachurro la punta del cigarrillo en la mesa para apagarlo y
levantó su mirada hacia la chica de mirada pesada y ahumada.
—Nunca he necesitado inspirarme, solo me propongo escribir una
canción, lo hago y listo.
—¿Y qué hay de Victoria? —se cruzó de brazos Grey.
José no dijo nada solo la miro y quiso reír.
—¡La próxima semana cumpliré años Pepe! —saltó al recate Gabo
poniéndose casi al frente de Grey quien no perdía su posición.
Cuando Grey y Pepe se veían a los ojos era como verse a un espejo en
su género logia contraria. Los dos alzaban su ceja, los dos se mataban con las
miradas y Gabo se sentía intranquilo.
—¿Si te conté no? Haré fiesta, la organizaré en un antro ¿Piensas ir?
—Claro que sí wey
—¡Genial!
Observa que no se han dejado de mirar y siente que en cualquier
momento saltaran a golpearse así que se aparta de Grey y se acerca a su amigo
tocando su hombro.
—Bueno —sonríe— Gusto en verte wey, creo que debemos grabar un video
para YouTube, así que… si no te importa
—Sí, entiendo —Pepe se ríe y se pone en pie para largarse mientras
lleva otro cigarro a sus labios arrugando su ceño con soberbia.
La pareja espera a escuchar que se cierra la puerta de entrada para
verse mutuamente.
—¡Suficiente Gabriel! ¡Ya no quiero verlo!
—Pero es mi amigo
—¡No me importa, y no quiero que lo acerquemos a Victoria, la pobre
suficiente tiene con ese vejete de su marido! ¡Este es otro igual!
—No lo creo, además sé que José ahí dónde lo ves, tiene buen corazón
—¡Cual buen corazón ni que nada! ¡Yo ya no te ayudaré a acercarlos,
hemos jugado suficiente!
Se da media vuelta para dirigirse a las escaleras.
—Amor… —le llama con tranquilidad y la ve subir las escaleras— Amor está
bien, pero necesito que me ayudes con el
video… —se encamina con prisa a las escaleras para seguirla.
El cambio de estación es cada vez más evidente, poco a poco el
ambiente en la ciudad de Monterrey se torna algo fresco, ya no hace el
bochornoso y asfixiante calor característico del territorio. Está por entrar el
otoño, el otoño está cerca, así como la fiesta de Gabo, la cual lleva tiempo
planeando.
Por otro lado el grupo de Pxndx ha empezado con los últimos arreglos
de las canciones, ya están hechas todas las liricas por parte de Pepe, pero
falta la música y uno que otro detalle que aporten los miembros. Reunidos en el
estudio cerca de un piano, teclados, guitarras, dejando lejos la cabina de grabación,
comienzan a hablar en un breve descanso que se han dignado a tomar. Incluso
José les invita unos cigarrillos que sin dudas aceptan Arturo y Ricky, a Jorge
no le apetece.
—¿Apoco si Gabo va a reunir a muchos de esos pendejos que hacen
videos? —preguntó Arturo mientras lleva el cigarro a sus labios.
—Quien sabe, el wey es popular, yo creo que sí.
—Se va a poner bien ¿no? —dijo Jorge— ¿podemos ir también?
—Si te deja tu vieja wey —contesto Pepe con una sonrisa burlona
dejando salir el humo de su boca.
Arturo y Ricky se rieron.
—Gabo es como un niño wey, sus fiestas no me gustan no hay buen pedo —comento
Pepe—
—¿Y crees que asista Victoria? —se integró Ricky— Es amiga de su novia
tú me dijiste, y su novia, es obvio que te odia wey, de que la invita la invita
al menos para molestarte.
—¿Quién wey? —preguntó Pepe con aire sarcástico.
—¿Victoria?
Pepe no dijo màs solo callo y se llevó su cigarrillo a los labios
aspirando todo el humo que pudo frunciendo el ceño.
Las nubes grises cubrieron el cielo apunto de anochecer, y de ellas se
disparó un torrente de lluvia casi violento, inundando en minutos las calles,
haciendo grandes charcos y empapando casas, edificios, árboles, tomando por
sorpresa a algunas personas que confiadas de que el día fue soleado salieron
sin sombrilla, se protegían como podían y se apresuraban para refugiarse en
techos cercanos.
Victoria fue una de esas personas desafortunadas, se empapo su blusa
blanca que le trasparentaba y no dudo en cubrir su pecho con su bolso amarillo,
su falda larga floreada también se vio arruinada por el agua, y ya no se movía
elegantemente por el viento, si no que se pegó a sus delgadas piernas. Su
cabello era un desastre y por suerte no usó maquillaje. Había salido a
comprarle un té sofisticado que le gustaba a Akiba y no había tenido él
oportunidad de salir a buscarlo, sería una sorpresa. Lo llevaba en su bolso que
gracias a que tenía una cubierta plastificada casi impermeable no parecía hacerle
nada la lluvia lo cual la tenía tranquila.
Llegó a casa muy remojada, la recibió en la puerta con una sonrisa
radiante Akiba, sonrisa que de rato se difuminó en vista del estado en el que
había llegado a casa. Rápidamente la abrazó y eso hizo que las mejillas de
Victoria se pusieran rosadas.
—¿Tienes frío? —le susurró al oído.
—Sí un poco, pero estoy bien.
—Claro que no lo estas Victoria —se apartó para ver su rostro y
acariciarlo— Debes secarte rápido y tomar algo caliente, puedes enfermar.
Le tomo de la espalda haciéndola entrar con cuidado.
Escena que pudo ser vista por su prometida japonesa que cerca de la
casa esperaba el momento sosteniendo su gran sombrilla negra, vistiendo un impermeable
rojo, la lluvia no era problema para ella. El auto plateado que parecía llevar un
chofer con el que había llegado a casa de Akiba se estacionó cerca y estaba
dispuesto a esperarla. La joven japonesa espero a que cerraran la puerta para
avanzar.
Haciéndole una señal a su chofer con la mano. Quien enseguida salió
del auto para abrir la cajuela y desbordar grandes maletas.
Akiba le secaba el cabello a victoria con una toalla blanca, agitándolo
haciéndola reír por que la despeinaba a la vez.
—Ya… —dijo entre risitas Victoria.
—Solo un poco más y estarás seca —sonreía.
Sonó el timbre, como si sonaran campanas en la puerta.
Victoria puso un pie adelante y de inmediato Akiba le atravesó su mano
para detenerla.
—Yo me encargo, no sé quién puede ser a esta hora, ya está
oscureciendo, encima con tanta lluvia.
Dicho esto se dispuso a atender la puerta. Se asomó y quedo atónito en
cuanto vio quien era y ver también que su acompañante tenía unas maletas en el
suelo a la espera de entrar.
((¿Qué significa esto? Madre…))
La japonesa volvió a sonar el timbre y Victoria quien se había instalado
en una silla terminando de secar su cabello volteo a verlo desde ahí.
— ¿Qué sucede Akiba?
Al japonés no le quedo de otra más que abrir la puerta lentamente fijándose
en su prometida y dedicándole una mirada cargada de odio.
—¿Qué haces aquí? —cuestiono en un tono muy bajo.
—¿Tú que crees? Mi amor —sus labios rojos esbozaron una sonrisa y sus
achinados ojos sonrieron también.
—Tienes que irte ahora.
—No puedo, ya estoy aquí
Lo hizo a un lado con su mano y entro a la casa seguida de su chofer
que cargaba dos grandes maletas, dejando otras cuatro más pendientes. Akiba
trago saliva y volteo a ver a Victoria, quien no entendía nada.
La japonesa se detuvo en cuanto vio a Victoria con ropa empapada y con
una toalla en sus manos. Su cabello cobrizo era más hermoso seco que húmedo.
—¿Tú quién eres? —le preguntó la japonesa con un semblante inerte.
Victoria no hizo más que mirar los ojos de Akiba sin encontrar
explicación alguna en ellos, luego giro su cabeza viendo las maletas puestas
cerca de las escaleras de la casa, aquel hombre traía más. Estaba confundida,
su cabeza no era capaz de asimilarlo.