Capitulo-20
Aveline, a
duras penas corre y corre tras un Asesino que ha encontrado. El ardor en su cintura
por dónde sigue perdiendo sangre, a causa de la lesión que le dejó la batalla contra
los Asesinos, es lo que menos le preocupa, tiene que cumplir con ese deber a toda
costa. Y aunque se sienta algo débil y cansada, no puede parar.
A través de las
calles, subiendo por las paredes y saltando por los tejados, persigue al
Asesino, no lo dejará escapar. Su mirada la mantiene fija en aquella túnica
blanca y capucha, que puede divisar cada vez más y más cerca de ella. Nota que
han llegado al puerto de Nueva York, y el Asesino se ha tirado al agua del mar,
en la orilla, dónde se pueden ver los barcos que han desembarcado ahí. Sin
pensarlo mucho también entra al agua nadando con gran esfuerzo, necesita
alcanzarlo. El encapuchado trepa por el casco de uno de los barcos hasta la
cubierta, y Aveline también sube. Los dos completamente empapados se miran
directamente, respirando hondo por la agitación. Es la chica quien se acomoda
su sombrero de tres puntas, y desenvaina su espada adoptando una posición
retadora, aunque algo encorvada por el dolor de su herida sangrante.
—¿Cuánto
más vas a huir? ¡Ríndete!
Sin
decir una palabra el Asesino se balancea hacía ella con rapidez, y Aveline se
pone en guardia.
El
último casaca azul cae a los pies de Connor sin vida. Después el joven lo contempla un momento, barriendo su mirada
por todo el terreno que alcanza a ver en el fuerte Templario. Todos esos
hombres asesinados a manos de él y Garrett, le recuerda el paisaje de muerte que
vio en su aldea. Se detiene a pensar un momento. Cuando Garrett, al caer en la
cuenta de que no lo está siguiendo, se gira a verlo inexpresivo.
—¿Connor
que haces? —con desgane—Tenemos que revisar las entrañas de este edificio.
—Ellos
no deberían pagar las culpas de esos Templarios. Eran inocentes.
—¿Hablas
en serio? Te he dicho que estos hombres también trabajan para ellos.
—Sí,
pero ellos no son quienes dan las ordenes.
—Eh,
si sigues así nunca encontrarás a Aveline.
Imponente
y firme, Connor camina para darle la cara a su compañero.
—Solo
no me parece justo que tantos hombres sean asesinados. —dice con voz intensa
sosteniéndole la mirada— Ellos no son Templarios, ustedes los Asesinos no
deberían quitarles la vida. —lo apunta frunciendo el ceño.
—Pero
están con ellos, eso los hace nuestros enemigos. Sigamos adelante. —avanza
rápido.
Connor
da un último vistazo a los cadáveres en el suelo y le sigue.
Pasando de la
gran puerta que abrieron de par en par, pisan el vestíbulo de lo que parece una
mansión. Se detienen a admirar la elegancia y los colores rojos, blancos y
dorados que estaban presentes en la sofisticada decoración. Así como cuadros, y
retratos enmarcados en las paredes, largas cortinas color vino, y el piso bajo
los pies de Connor, lustroso casi como un espejo. Arriba, cuelga un candelabro
con las luces encendidas, y ante ellos se extienden dos escaleras que llevan a
un piso superior.
—No
hay que perder tiempo Connor. —dice Garrett dando un paso adelante.
—¿Se
divirtieron haya afuera? —se escucha otra voz masculina.
Tanto
el Asesino como el Nativo, se alertan, y miran a todas partes esperando a que
ese sujeto haga presencia.
Suenan
pasos a lo alto, y cuando elevan sus miradas hacía el final superior de las
escaleras, pueden ver a un hombre con una túnica diseñada con colores negros y
rojos, lleva su cabello todo recogido hacía atrás en una corta coleta, se ve
joven. Y mientras baja por una de las escaleras, les es posible distinguir el
símbolo Templario al centro de su pecho.
—Espero
que se hayan divertido, porque de aquí ya no podrán salir. Al menos no con
vida. —baja el último escalón quedando lo suficientemente cerca de ellos—
Asesinos.
—Yo
no soy un Asesino. —habla Connor con voz grave— Pero sé que ustedes fueron los
responsables del incendio en mi aldea, y la muerte de mi madre. ¿No es cierto?
Todo lo que quieren, es esa cosa que llaman fruto del Edén.
Garrett
solo mira de reojo a su compañero, dejándolo hablar.
—Ah…¿Eres
tú el nativo que tanto está buscando el gran Maestro? ¿El que esconde y posee
el fruto?. En ese caso, tu no morirás, pero tu amigo sí. —sonríe una pizca
viendo a Garrett.
Han
quedado un minuto en completo silencio. Hannah no es capaz ni de parpadear al
ver en el lío que se ha metido, había olvidado que Charlotte era la encargada
en cuidar la base Asesina. Ezio por su lado permanecía tranquilo y seguro de sí
mismo, inclusive hasta esbozaba una encantadora sonrisa, con toda la intención
de convencer a la chica que tenía frente a sus ojos, chica que se mostraba algo
ceñuda y callada.
Es
el joven italiano quien se anima a abrir la boca.
—Buenas
tardes, señorita… —enarca una ceja y mueve su mano como queriendo pescar el
nombre de la chica del aire.
—Charlotte.
—Charlotte…
—finaliza— Mi buen amigo Connor, me ha contado mucho de ti, y vaya sí que eres
preciosa, pero, seguramente te lo han dicho hasta el cansancio. —suelta una
risa suave— Verás, yo y Connor, como bien sabes, solíamos ser buenos amigos,
muy unidos de verdad, pero, de pronto ya no. Es por eso que he decidido
buscarlo para recuperar nuestra unión amistosa. ¿Me entiendes? Solo eso, es lo
que deseo.
—Estás
mintiendo. —se aproxima más a él y le apunta con su dedo— Connor me ha dicho
que trabajas para Aveline de GrandPré. —eleva su tono de voz, sonando irritada—
No puedo creerte, y no puedo confiar en ti. Ahora desaparece de aquí. —mueve su
dedo hacía la puerta— Hannah, llévatelo enseguida.
—Por
supuesto Charlotte. —toma el brazo de Ezio— Por favor joven Ezio, sígame…
—¡No,
no, me rehúso a hacerlo! —resiste sin moverse de su sitio— ¡Por favor
Charlotte, tienes que creerme! Necesito recuperar la amistad del buen Connor,
en serio, no estoy mintiendo.
La
chica gira en sus talones y se aleja, yendo cerca de la chimenea para
contemplar el fuego.
—Hannah,
ayúdame. —sujeta a la joven rubia de sus hombros— Tú más que nadie conoces mis
intenciones.
—Eh…
Yo, creo que tengo que regresar al trabajo.
Hannah
sale huyendo del sitio.
—¡Espera
Hannah!
Le
grita pero, no hace nada por seguirla o detenerla. Voltea a ver la espalda de
Charlotte, revisándola, puede detectar el armamento que tiene a la vista. Unas
flechas, arco, una espada. Analizando puede saber que seguramente ha sido bien
entrenada por los Asesinos, pero también tiene en cuenta que no lo dejará ir
por la dirección que tomó Connor. Y es Connor, el único que podría ayudarle a
llegar con Aveline, puesto que también la está buscando, seguramente él debe
saber algo sobre la mujer que lo tiene loco.
—¿Todavía
no te marchas?... —lo observa de perfil por un segundo.
Ezio
tiene que arriesgarse, por Aveline. Así que descarga de su espalda su mosquete
largo y lentamente lo lleva hasta debajo de su barbilla y cerrando un ojo,
viendo por la mirilla, se concentra en su cabeza, en ese cabello rojo recogido
con un trenzado. Piensa aprovechar la distracción de la chica, tiene que ser
rápido, aunque su cuerpo esté temblando, jamás ha asesinado a una chica.
Una
nube de humo le hace imposible ver algo, abre mucho sus ojos y baja su
mosquete, cuando de un empujón cae al suelo cuan largo era, y un brazo presiona
su tórax a la vez que puede sentir un filo tocar su abdomen. Es Charlotte,
quien está sobre él, inmovilizándolo.
—¿Qué
crees que hacías? —cuestiona Charlotte.
—Hey
tranquila ¿No piensas matarme o sí? Yo solo… —hace una mueca de temor.
—No…no
tengo permitido hacer eso, va en contra del credo. Pero si puedo herirte si
quiero.
Por
un instante Ezio había olvidado que fue lo que hizo que llegará aquí, y que decidiera
apuntarle con su arma; Aveline. Entonces usando su habilidad se libera de
Charlotte, poniéndose en pie, cambia su mosquete largo por su espada. Espera a
que ella se incorpore, y la mira
fijamente con una sonrisa.
—Muy
bien, en ese caso tengamos una pelea limpia. ¿Te parece? Es mi primera vez con
una chica… en batalla claro.
—Sí
así lo quieres. —guarda su hoja oculta y desenvaina su espada yéndose contra
él.
Sus
aceros chocan, y fallan el propósito de sus ataques por un rato, hasta que el
filo de la espada de Ezio roza el brazo de Charlotte, rasgándole la manga y
dejándole un rasguño. Eso no distrae a la chica, quien estocada tras estocada
intenta herirlo, pero Ezio se defiende bien.
Con
un ágil movimiento, la Asesina tira la espada de Ezio al suelo, dejándolo
desarmado. El joven retrocede, y al esquivar la espada de Charlotte, tropieza y
cae de espalda, cerca de un muro. Como lo suponía había sido bien entrenada. Charlotte
enfunda su espada, y toma su arco, luego una flecha apuntándole en medio de los
ojos.
Ezio
respirando acelerado, recuerda que cuenta con un mosquete corto que cuelga en su pantalón, y
lleva su mano hasta que toca el mango, extrayéndolo, todo en un breve segundo.
—¡Es
un Asesino!
Vocifero
uno de los tripulantes del barco que cargaba una caja en sus brazos, dejó caer
la caja para poder correr por los guardias.
A
Aveline le cuesta un gran esfuerzo defenderse de los ataques del Asesino que en
ese barco le daba batalla. Su lesión ardía más, como si la estuviera quemando,
aparte la sangre que ha perdido le ha provocado un ligero mareo, sin embargo es
capaz de controlarlo. No es la primera vez en su vida que se siente así. Puede
con esto. Y se lo va a demostrar no solo a este Asesino, sino también a su
Maestro. Aunque solo sea un maldito Asesino, será uno menos.
Con
su mano izquierda sujeta la muñeca del Asesino que amenazaba con su hoja
oculta, y con su rodilla golpea su estómago dejándolo sin aire, y encorvado,
acto seguido alza su puño contra su barbilla, haciendo que se tambalee. Ha
recordado el estilo de pelea cuerpo a cuerpo que le enseñó su Maestro, justo
cuando lo necesita, el Asesino le hizo perder su espada, y es tan listo que no
la deja cambiar de arma, más aparte este dolor…
No
obstante ha tenido la fuerza necesaria para quitárselo de encima. Por supuesto
esto no es suficiente para matarlo, ya que el Asesino se recupera y se balancea
contra ella, cuando una tropa de guardias llega corriendo.
—¡Ahí
está! ¡Es un Asesino!
—¡Atrápenlo!
¡Hay que llevarlo a la horca!
El
Asesino se percata de los guardias, y se dispone a pelear contra ellos.
Aveline,
siente un gran alivio, no sabía cuánto más aguantaría. Piensa que quizá Shay
tenía razón, tiene que tomar un descanso, no se siente nada bien y esta batalla
la ha dejado muy exhausta. Ha gastado tantas fuerzas, que no le queda ni lo más
mínimo para al menos caminar, por eso busca un rincón en ese barco y se sienta
a descansar, respirando profundamente. Si quiere cumplir con su misión de
acabar con los Asesinos debe recuperarse, en cuanto pueda andar, irá a buscar a
un Doctor. No puede defraudar una vez más a su Maestro.
Desde
ahí, puede visualizar el conflicto de los guardias contra el Asesino. De los
seis guardias solo quedan dos, el resto han sido asesinados. Hay manchas de
sangre en la cubierta del barco. Y es que los guardias eran rivales más
sencillos para los Asesinos, más que un Templario. Eso es lo que teme Aveline,
si los guardias no pueden retenerlo vendrá contra ella, aprovechando que esta
lastimada profundamente, y justo ahora se siente incapaz de defenderse. Esta
doliendo cada vez más. Creía que no fue una herida profunda, pero estaba
equivocada. La Templaria puede tomar un respiro cuando observa como los únicos
dos guardias, se llevan al Asesino, a la fuerza, él sigue luchando, intentando
liberarse aunque este lesionado, de una pierna y su espalda.
En
el vestíbulo de la base Templaria, se ha desenvuelto una pelea entre Shay y
Garrett. Connor recibió la orden de Garrett, y se dispuso a buscar por toda la
mansión alguna otra rata Templaria, principalmente si había señales de Aveline,
pero no encontró más que a un par de guardias con los que tuvo que luchar,
usando su Tomahawk hasta que los vio en el suelo sin vida. Guardó su hacha de
mano manchada de sangre, y siguió buscando, pero hizo un alto por uno de los
corredores cuando a sus agudos oídos llegó un grito. Sabe que es Garrett, y que
posiblemente necesite ayuda, así que de
inmediato regresa al vestíbulo.
El
Asesino sangra de un brazo donde recibió un disparo, pero sigue luchando contra
Shay que a cierta distancia le dispara una y otra vez, siendo hábil al cargar
cada tiro en su mosquete, en tanto Garrett se mueve rápido rodeándolo para evadir sus disparos, terminando
por cubrirse tras una de las columnas de la sala.
—¿Eso
es todo lo que puede dar el líder de la hermandad de Asesinos? No has podido
hacerme un rasguño. —deja salir una carcajada— ¿De verdad crees que podrás
contra el gran Maestro Haytham Kenway? Lo único que tienen a su favor es la
gran cantidad de Asesinos que reuniste. ¿Pero de qué sirve? Si son débiles…
Se
dirige hacia la columna por donde sabe que se esconde, y da mano a su espada,
portándola con suma seguridad y sonriendo tajante. Piensa acabar con él.
Garrett
sufría el dolor de su brazo, y no le importa que su respiración se escuche claramente,
en cuanto lo sienta cerca, tendrá que ser rápido y preciso para acabar con su
vida. Cuenta con su hoja oculta, que por fortuna la lleva en el brazo que no
recibió el impacto. Oyendo con atención los pasos del Templario venir, cierra
sus parpados, y con la mano de la hoja aprieta su brazo sangrante, y en su
expresión queda un rictus de dolor.
El
sonido de un peso caer seguido de un gruñido, lo hace asomarse por la columna,
viendo como Connor lo ha tumbado al piso y reteniéndolo ahí sobre él,
frunciendo el ceño, lo agarra del cuello de su túnica.
—¿Sabes
dónde está Aveline de Grandpré? —con voz severa.
Shay
forcejea pero el nativo es más fuerte.
—¿Qué
te hace creer que te lo diré?
—Sí
me lo dices te dejaré vivir.
—Está
allá afuera, acabando con los malditos Asesinos, como todos.
—¿Eso
es todo?
—¿Qué
más quieres que te diga? —aprieta sus dientes, y se esfuerza en zafarse—
Connor
lo suelta y le ayuda a levantarse del suelo.
Shay
está por decirle algo más, cuando su mirada se desvanece, y se derrumba al
suelo, saliendo sangre de su cuello a borbotones. Connor ve como Garrett
esconde su hoja, y toca su brazo perforado.
—¿Lo
mataste? —cuestiona el nativo mirándolo con desaprobación.
—Era
un Templario.
—Dijiste
que quienes importaban eran Haytham Kenway, Charles lee y Aveline de Grandpré.
—Sí
así es, y por lo visto no están aquí, sigamos buscando. Vamos. —se echa a
correr para salir del lugar.
Echándole
un último vistazo a un fallecido Shay, el nativo lo sigue.
La
Asesina de cabello carmesí, en vista del amenazador mosquete corto de Ezio, que
sostenía con una mano temblorosa, se apresura a disparar la flecha en su pierna
muy cerca del tobillo, y con un quejido de dolor el dispara pero su mosquete no
expulsa ninguna bala. Recuerda que olvidó cargarla.
—¡Ah,
como pude olvidarlo! —con una mueca de dolor toca su pierna sacándose la flecha—
—Vete
de aquí ahora. —evita ver su herida, ya que no tolera ver sangre.
Todavía
arrastra el trauma de lo que vio una vez.
—¿Cómo
se supone que me iré? No podré caminar bien.
Tras
unos segundos Charlotte lo empuja de la puerta, que lo lleva al pasillo directo
a otra entrada para regresar al bar. Justo por dónde entró.
—Ya,
ahora depende de ti, marcharte a partir de aquí.
Le cuesta ponerse en pie y camina sin apoyarse
del todo en su pierna lastimada.
Baja
del carruaje, y el conductor permanece ahí, viendo como el señor Haytham, se
encamina hacia la entrada del imponente fuerte Templario principal.
Con
tranquilidad, el líder descubre la gran cantidad de guardias muertos conforme
avanza. Una descarada firma, que le indicaba que los Asesinos atacaron, por
primera vez con sol en el cielo, justo como predijo, apenas se marcha unos días
y la situación se ha puesto peor.
La
expresión en su faz cambia a una llena de lastima y vergüenza, al ver ahí en un
charco de sangre a uno de sus hermanos en la orden; Shay Cormac.
«Me
pregunto ¿Quién habrá sido el responsable de tu muerte? Shay… »
Se
detuvo a pensar, y apartó su mirada uniendo sus manos a su espalda, se aleja
del cuerpo.
»Este
es el primer Templario caído. Somos un total de cinco Templarios, antes éramos
más, pero gracias a nuestro éxito en estas tierras, muchos regresaron a
Inglaterra. No debimos confiarnos, pero, ya es bastante tarde para
arrepentirse, y así mismo, para pedir un auxilio. No me resta más que hacerme
cargo yo mismo, esos Asesinos tienen que desaparecer una vez más, mi deber es
mantener la orden Templaria a raya, y estás tierras en nuestras manos. »
Camina
más rápido para salir de la mansión.
Antes
de que volviera a subir en su carruaje, un trío de guardias lo alcanza.
—Señor.
Uno
de ellos logra atraer la mirada de Haytham, que da media vuelta para verlos de
frente.
—¿Pasa
algo?
—Intentamos
capturar a esos Asesinos señor, pero se nos han escapado.
—¿No
me digas? —levanta sus cejas con sarcasmo— ¿Pueden decirme en dónde se
encuentra Charles lee?
—El
señor Lee —responde otro—está en la horca de la plaza mayor, haciendo pagar a
esos Asesinos.
—Ya
veo, debe de estar dando un buen espectáculo. —sonríe— Ustedes vuelvan a su trabajo.
—Sí
señor.
—Y
limpien el desastre que han dejado esos Asesinos. —voltea a ver con frivolidad
uno de los cadáveres de los guardias.
—Enseguida
señor.
Aquel
latente dolor en su pierna no le permite a Ezio caminar bien por sí solo, es
por eso que cuando vuelve al Bar, busca la atención de Hannah quien atiende su
lesión mitigando su dolor, y envolviéndole una garra. El joven no puede ir muy
lejos, por lo que decide pasar la noche en la posada de arriba del Bar. Es
Hannah la que le ayuda a subir los escalones y a recostarse en una cama de una
habitación.
Cuando
queda ahí solo en la cama, se empieza a sentir mejor. Recuerda que su amigo
Jace está buscando Asesinos, probablemente es lo que también hace Aveline, ha
descubierto que tal parece que Templarios y Asesinos son rivales. Sin darse
cuenta, queda dormido solo un momento, cuando despierta puede ver a través de
la ventana que empieza a atardecer. Y escucha unas pisadas en el suelo de
madera aproximarse.
«Espero
y sea Hannah, tengo que agradecerle, me siento mejor, aunque no sé si pueda
caminar bien o correr. De todas maneras no estaría mal calmar mis ansias
carnales con ella. Cierto he estado tan deprimido y ocupado en Aveline, que he
olvidado quien soy. Pero ya fue suficiente, tengo que recapacitar, pero sin
olvidar a mi mujer. »
Sonríe
con picardía. Y abre la puerta Jace, que trae un tarro de cerveza en su mano.
—¿Ezio?
—Jace
Amigo… —sonríe amplio— Que gusto verte.
—Ya
me contó todo Hannah, ahórrate tus palabras. —le da un trago a su cerveza, viéndolo
desde la puerta.
—¿Cómo
te va con tu búsqueda de Asesinos? —pregunta Ezio sentándose en el borde de la
cama con más ánimo.
—Ni
bien ni mal, aunque esos Templarios dan buenas recompensas eh.
—¿Templarios?
¿Por qué no me dijiste que los conocías?
—¿Cómo
iba a decírtelo? Nunca me ponías atención y siempre hablabas de tu Aveline.
—Bueno…eso
es cierto. Entonces llévame con ellos, tengo algo que preguntarles, y…decirles.
—No
Ezio, esos tipos son especiales eh. —le da otro trago a su cerveza y aclara su
garganta— No suelo verlos muy seguido, casi siempre se negocia con los guardias
y lo sabes.
—De
todos modos podemos hablar con ellos ¿no?
—Espera…
—da unos pasos adelante para acercarse más a él— ¿Qué estás tramando?
—Solo
dime algo. ¿Si capturamos Asesinos, podemos entregárselos personalmente?
—A
Charles lee, solamente.
—Con
eso basta, entonces manos a la obra. —dice con júbilo y de un salto, sale de la
cama, pero al apoyarse en su pierna le da una punzada de dolor— ¡Ah! ¡Maldita
sea! —se echa en la cama.
—Mejor
descansa, ya veremos mañana ¿te parece?
Ezio
dice “si” con su cabeza. Y traza una sonrisa en su rostro.