martes, 3 de febrero de 2015

La Bruja y el Ángel mestizo [Capitulo 20]
















                           Capitulo-20










Aveline, a duras penas corre y corre tras un Asesino que ha encontrado. El ardor en su cintura por dónde sigue perdiendo sangre, a causa de la lesión que le dejó la batalla contra los Asesinos, es lo que menos le preocupa, tiene que cumplir con ese deber a toda costa. Y aunque se sienta algo débil y cansada, no puede parar.
A través de las calles, subiendo por las paredes y saltando por los tejados, persigue al Asesino, no lo dejará escapar. Su mirada la mantiene fija en aquella túnica blanca y capucha, que puede divisar cada vez más y más cerca de ella. Nota que han llegado al puerto de Nueva York, y el Asesino se ha tirado al agua del mar, en la orilla, dónde se pueden ver los barcos que han desembarcado ahí. Sin pensarlo mucho también entra al agua nadando con gran esfuerzo, necesita alcanzarlo. El encapuchado trepa por el casco de uno de los barcos hasta la cubierta, y Aveline también sube. Los dos completamente empapados se miran directamente, respirando hondo por la agitación. Es la chica quien se acomoda su sombrero de tres puntas, y desenvaina su espada adoptando una posición retadora, aunque algo encorvada por el dolor de su herida sangrante.

—¿Cuánto más vas a huir? ¡Ríndete!

Sin decir una palabra el Asesino se balancea hacía ella con rapidez, y Aveline se pone en guardia.




El último casaca azul cae a los pies de Connor sin vida. Después el joven  lo contempla un momento, barriendo su mirada por todo el terreno que alcanza a ver en el fuerte Templario. Todos esos hombres asesinados a manos de él y Garrett, le recuerda el paisaje de muerte que vio en su aldea. Se detiene a pensar un momento. Cuando Garrett, al caer en la cuenta de que no lo está siguiendo, se gira a verlo inexpresivo.

—¿Connor que haces? —con desgane—Tenemos que revisar las entrañas de este edificio.
—Ellos no deberían pagar las culpas de esos Templarios. Eran inocentes.
—¿Hablas en serio? Te he dicho que estos hombres también trabajan para ellos.
—Sí, pero ellos no son quienes dan las ordenes.
—Eh, si sigues así nunca encontrarás a Aveline.

Imponente y firme, Connor camina para darle la cara a su compañero.

—Solo no me parece justo que tantos hombres sean asesinados. —dice con voz intensa sosteniéndole la mirada— Ellos no son Templarios, ustedes los Asesinos no deberían quitarles la vida. —lo apunta frunciendo el ceño.
—Pero están con ellos, eso los hace nuestros enemigos. Sigamos adelante. —avanza rápido.

Connor da un último vistazo a los cadáveres en el suelo y le sigue.

Pasando de la gran puerta que abrieron de par en par, pisan el vestíbulo de lo que parece una mansión. Se detienen a admirar la elegancia y los colores rojos, blancos y dorados que estaban presentes en la sofisticada decoración. Así como cuadros, y retratos enmarcados en las paredes, largas cortinas color vino, y el piso bajo los pies de Connor, lustroso casi como un espejo. Arriba, cuelga un candelabro con las luces encendidas, y ante ellos se extienden dos escaleras que llevan a un piso superior.

—No hay que perder tiempo Connor. —dice Garrett dando un paso adelante.
—¿Se divirtieron haya afuera? —se escucha otra voz masculina.

Tanto el Asesino como el Nativo, se alertan, y miran a todas partes esperando a que ese sujeto haga presencia.
Suenan pasos a lo alto, y cuando elevan sus miradas hacía el final superior de las escaleras, pueden ver a un hombre con una túnica diseñada con colores negros y rojos, lleva su cabello todo recogido hacía atrás en una corta coleta, se ve joven. Y mientras baja por una de las escaleras, les es posible distinguir el símbolo Templario al centro de su pecho.

—Espero que se hayan divertido, porque de aquí ya no podrán salir. Al menos no con vida. —baja el último escalón quedando lo suficientemente cerca de ellos— Asesinos.
—Yo no soy un Asesino. —habla Connor con voz grave— Pero sé que ustedes fueron los responsables del incendio en mi aldea, y la muerte de mi madre. ¿No es cierto? Todo lo que quieren, es esa cosa que llaman fruto del Edén.

Garrett solo mira de reojo a su compañero, dejándolo hablar.

—Ah…¿Eres tú el nativo que tanto está buscando el gran Maestro? ¿El que esconde y posee el fruto?. En ese caso, tu no morirás, pero tu amigo sí. —sonríe una pizca viendo a Garrett.



Han quedado un minuto en completo silencio. Hannah no es capaz ni de parpadear al ver en el lío que se ha metido, había olvidado que Charlotte era la encargada en cuidar la base Asesina. Ezio por su lado permanecía tranquilo y seguro de sí mismo, inclusive hasta esbozaba una encantadora sonrisa, con toda la intención de convencer a la chica que tenía frente a sus ojos, chica que se mostraba algo ceñuda y callada.
Es el joven italiano quien se anima a abrir la boca.

—Buenas tardes, señorita… —enarca una ceja y mueve su mano como queriendo pescar el nombre de la chica del aire.
—Charlotte.
—Charlotte… —finaliza— Mi buen amigo Connor, me ha contado mucho de ti, y vaya sí que eres preciosa, pero, seguramente te lo han dicho hasta el cansancio. —suelta una risa suave— Verás, yo y Connor, como bien sabes, solíamos ser buenos amigos, muy unidos de verdad, pero, de pronto ya no. Es por eso que he decidido buscarlo para recuperar nuestra unión amistosa. ¿Me entiendes? Solo eso, es lo que deseo.
—Estás mintiendo. —se aproxima más a él y le apunta con su dedo— Connor me ha dicho que trabajas para Aveline de GrandPré. —eleva su tono de voz, sonando irritada— No puedo creerte, y no puedo confiar en ti. Ahora desaparece de aquí. —mueve su dedo hacía la puerta— Hannah, llévatelo enseguida.
—Por supuesto Charlotte. —toma el brazo de Ezio— Por favor joven Ezio, sígame…
—¡No, no, me rehúso a hacerlo! —resiste sin moverse de su sitio— ¡Por favor Charlotte, tienes que creerme! Necesito recuperar la amistad del buen Connor, en serio, no estoy mintiendo.

La chica gira en sus talones y se aleja, yendo cerca de la chimenea para contemplar el fuego.

—Hannah, ayúdame. —sujeta a la joven rubia de sus hombros— Tú más que nadie conoces mis intenciones.
—Eh… Yo, creo que tengo que regresar al trabajo.

Hannah sale huyendo del sitio.

—¡Espera Hannah!

Le grita pero, no hace nada por seguirla o detenerla. Voltea a ver la espalda de Charlotte, revisándola, puede detectar el armamento que tiene a la vista. Unas flechas, arco, una espada. Analizando puede saber que seguramente ha sido bien entrenada por los Asesinos, pero también tiene en cuenta que no lo dejará ir por la dirección que tomó Connor. Y es Connor, el único que podría ayudarle a llegar con Aveline, puesto que también la está buscando, seguramente él debe saber algo sobre la mujer que lo tiene loco.

—¿Todavía no te marchas?... —lo observa de perfil por un segundo.

Ezio tiene que arriesgarse, por Aveline. Así que descarga de su espalda su mosquete largo y lentamente lo lleva hasta debajo de su barbilla y cerrando un ojo, viendo por la mirilla, se concentra en su cabeza, en ese cabello rojo recogido con un trenzado. Piensa aprovechar la distracción de la chica, tiene que ser rápido, aunque su cuerpo esté temblando, jamás ha asesinado a una chica.
Una nube de humo le hace imposible ver algo, abre mucho sus ojos y baja su mosquete, cuando de un empujón cae al suelo cuan largo era, y un brazo presiona su tórax a la vez que puede sentir un filo tocar su abdomen. Es Charlotte, quien está sobre él, inmovilizándolo.

—¿Qué crees que hacías? —cuestiona Charlotte.
—Hey tranquila ¿No piensas matarme o sí? Yo solo… —hace una mueca de temor.
—No…no tengo permitido hacer eso, va en contra del credo. Pero si puedo herirte si quiero.

Por un instante Ezio había olvidado que fue lo que hizo que llegará aquí, y que decidiera apuntarle con su arma; Aveline. Entonces usando su habilidad se libera de Charlotte, poniéndose en pie, cambia su mosquete largo por su espada. Espera a que ella se incorpore, y  la mira fijamente con una sonrisa.

—Muy bien, en ese caso tengamos una pelea limpia. ¿Te parece? Es mi primera vez con una chica… en batalla claro.
—Sí así lo quieres. —guarda su hoja oculta y desenvaina su espada yéndose contra él.

Sus aceros chocan, y fallan el propósito de sus ataques por un rato, hasta que el filo de la espada de Ezio roza el brazo de Charlotte, rasgándole la manga y dejándole un rasguño. Eso no distrae a la chica, quien estocada tras estocada intenta herirlo, pero Ezio se defiende bien.
Con un ágil movimiento, la Asesina tira la espada de Ezio al suelo, dejándolo desarmado. El joven retrocede, y al esquivar la espada de Charlotte, tropieza y cae de espalda, cerca de un muro. Como lo suponía había sido bien entrenada. Charlotte enfunda su espada, y toma su arco, luego una flecha apuntándole en medio de los ojos.
Ezio respirando acelerado, recuerda que cuenta con  un mosquete corto que cuelga en su pantalón, y lleva su mano hasta que toca el mango, extrayéndolo, todo en un breve segundo.





—¡Es un Asesino!

Vocifero uno de los tripulantes del barco que cargaba una caja en sus brazos, dejó caer la caja para poder correr por los guardias.
A Aveline le cuesta un gran esfuerzo defenderse de los ataques del Asesino que en ese barco le daba batalla. Su lesión ardía más, como si la estuviera quemando, aparte la sangre que ha perdido le ha provocado un ligero mareo, sin embargo es capaz de controlarlo. No es la primera vez en su vida que se siente así. Puede con esto. Y se lo va a demostrar no solo a este Asesino, sino también a su Maestro. Aunque solo sea un maldito Asesino, será uno menos.
Con su mano izquierda sujeta la muñeca del Asesino que amenazaba con su hoja oculta, y con su rodilla golpea su estómago dejándolo sin aire, y encorvado, acto seguido alza su puño contra su barbilla, haciendo que se tambalee. Ha recordado el estilo de pelea cuerpo a cuerpo que le enseñó su Maestro, justo cuando lo necesita, el Asesino le hizo perder su espada, y es tan listo que no la deja cambiar de arma, más aparte este dolor…
No obstante ha tenido la fuerza necesaria para quitárselo de encima. Por supuesto esto no es suficiente para matarlo, ya que el Asesino se recupera y se balancea contra ella, cuando una tropa de guardias llega corriendo.

—¡Ahí está! ¡Es un Asesino!
—¡Atrápenlo! ¡Hay que llevarlo a la horca!

El Asesino se percata de los guardias, y se dispone a pelear contra ellos.
Aveline, siente un gran alivio, no sabía cuánto más aguantaría. Piensa que quizá Shay tenía razón, tiene que tomar un descanso, no se siente nada bien y esta batalla la ha dejado muy exhausta. Ha gastado tantas fuerzas, que no le queda ni lo más mínimo para al menos caminar, por eso busca un rincón en ese barco y se sienta a descansar, respirando profundamente. Si quiere cumplir con su misión de acabar con los Asesinos debe recuperarse, en cuanto pueda andar, irá a buscar a un Doctor. No puede defraudar una vez más a su Maestro.
Desde ahí, puede visualizar el conflicto de los guardias contra el Asesino. De los seis guardias solo quedan dos, el resto han sido asesinados. Hay manchas de sangre en la cubierta del barco. Y es que los guardias eran rivales más sencillos para los Asesinos, más que un Templario. Eso es lo que teme Aveline, si los guardias no pueden retenerlo vendrá contra ella, aprovechando que esta lastimada profundamente, y justo ahora se siente incapaz de defenderse. Esta doliendo cada vez más. Creía que no fue una herida profunda, pero estaba equivocada. La Templaria puede tomar un respiro cuando observa como los únicos dos guardias, se llevan al Asesino, a la fuerza, él sigue luchando, intentando liberarse aunque este lesionado, de una pierna y su espalda.



En el vestíbulo de la base Templaria, se ha desenvuelto una pelea entre Shay y Garrett. Connor recibió la orden de Garrett, y se dispuso a buscar por toda la mansión alguna otra rata Templaria, principalmente si había señales de Aveline, pero no encontró más que a un par de guardias con los que tuvo que luchar, usando su Tomahawk hasta que los vio en el suelo sin vida. Guardó su hacha de mano manchada de sangre, y siguió buscando, pero hizo un alto por uno de los corredores cuando a sus agudos oídos llegó un grito. Sabe que es Garrett, y que  posiblemente necesite ayuda, así que de inmediato regresa al vestíbulo.
El Asesino sangra de un brazo donde recibió un disparo, pero sigue luchando contra Shay que a cierta distancia le dispara una y otra vez, siendo hábil al cargar cada tiro en su mosquete, en tanto Garrett se mueve  rápido rodeándolo para evadir sus disparos, terminando por cubrirse tras una de las columnas de la sala.

—¿Eso es todo lo que puede dar el líder de la hermandad de Asesinos? No has podido hacerme un rasguño. —deja salir una carcajada— ¿De verdad crees que podrás contra el gran Maestro Haytham Kenway? Lo único que tienen a su favor es la gran cantidad de Asesinos que reuniste. ¿Pero de qué sirve? Si son débiles…

Se dirige hacia la columna por donde sabe que se esconde, y da mano a su espada, portándola con suma seguridad y sonriendo tajante. Piensa acabar con él.
Garrett sufría el dolor de su brazo, y no le importa que su respiración se escuche claramente, en cuanto lo sienta cerca, tendrá que ser rápido y preciso para acabar con su vida. Cuenta con su hoja oculta, que por fortuna la lleva en el brazo que no recibió el impacto. Oyendo con atención los pasos del Templario venir, cierra sus parpados, y con la mano de la hoja aprieta su brazo sangrante, y en su expresión queda un rictus de dolor.
El sonido de un peso caer seguido de un gruñido, lo hace asomarse por la columna, viendo como Connor lo ha tumbado al piso y reteniéndolo ahí sobre él, frunciendo el ceño, lo agarra del cuello de su túnica.

—¿Sabes dónde está Aveline de Grandpré? —con voz severa.

Shay forcejea pero el nativo es más fuerte.

—¿Qué te hace creer que te lo diré?
—Sí me lo dices te dejaré vivir.
—Está allá afuera, acabando con los malditos Asesinos, como todos.
—¿Eso es todo?
—¿Qué más quieres que te diga? —aprieta sus dientes, y se esfuerza en zafarse—

Connor lo suelta y le ayuda a levantarse del suelo.
Shay está por decirle algo más, cuando su mirada se desvanece, y se derrumba al suelo, saliendo sangre de su cuello a borbotones. Connor ve como Garrett esconde su hoja, y toca su brazo perforado.

—¿Lo mataste? —cuestiona el nativo mirándolo con desaprobación.
—Era un Templario.
—Dijiste que quienes importaban eran Haytham Kenway, Charles lee y Aveline de Grandpré.
—Sí así es, y por lo visto no están aquí, sigamos buscando. Vamos. —se echa a correr para salir del lugar.

Echándole un último vistazo a un fallecido Shay, el nativo lo sigue.


La Asesina de cabello carmesí, en vista del amenazador mosquete corto de Ezio, que sostenía con una mano temblorosa, se apresura a disparar la flecha en su pierna muy cerca del tobillo, y con un quejido de dolor el dispara pero su mosquete no expulsa ninguna bala. Recuerda que olvidó cargarla.

—¡Ah, como pude olvidarlo! —con una mueca de dolor toca su pierna sacándose la flecha—
—Vete de aquí ahora. —evita ver su herida, ya que no tolera ver sangre.

Todavía arrastra el trauma de lo que vio una vez.

—¿Cómo se supone que me iré? No podré caminar bien.


Tras unos segundos Charlotte lo empuja de la puerta, que lo lleva al pasillo directo a otra entrada para regresar al bar. Justo por dónde entró.

—Ya, ahora depende de ti, marcharte a partir de aquí.


 Le cuesta ponerse en pie y camina sin apoyarse del todo en su pierna lastimada.




Baja del carruaje, y el conductor permanece ahí, viendo como el señor Haytham, se encamina hacia la entrada del imponente fuerte Templario principal.
Con tranquilidad, el líder descubre la gran cantidad de guardias muertos conforme avanza. Una descarada firma, que le indicaba que los Asesinos atacaron, por primera vez con sol en el cielo, justo como predijo, apenas se marcha unos días y la situación se ha puesto peor.
La expresión en su faz cambia a una llena de lastima y vergüenza, al ver ahí en un charco de sangre a uno de sus hermanos en la orden; Shay Cormac.

«Me pregunto ¿Quién habrá sido el responsable de tu muerte? Shay… » 
Se detuvo a pensar, y apartó su mirada uniendo sus manos a su espalda, se aleja del cuerpo.

»Este es el primer Templario caído. Somos un total de cinco Templarios, antes éramos más, pero gracias a nuestro éxito en estas tierras, muchos regresaron a Inglaterra. No debimos confiarnos, pero, ya es bastante tarde para arrepentirse, y así mismo, para pedir un auxilio. No me resta más que hacerme cargo yo mismo, esos Asesinos tienen que desaparecer una vez más, mi deber es mantener la orden Templaria a raya, y estás tierras en nuestras manos. »

Camina más rápido para salir de la mansión.

Antes de que volviera a subir en su carruaje, un trío de guardias lo alcanza.

—Señor.

Uno de ellos logra atraer la mirada de Haytham, que da media vuelta para verlos de frente.

—¿Pasa algo?
—Intentamos capturar a esos Asesinos señor, pero se nos han escapado.
—¿No me digas? —levanta sus cejas con sarcasmo— ¿Pueden decirme en dónde se encuentra Charles lee?
—El señor Lee —responde otro—está en la horca de la plaza mayor, haciendo pagar a esos Asesinos.
—Ya veo, debe de estar dando un buen espectáculo. —sonríe— Ustedes vuelvan a su trabajo.
—Sí señor.
—Y limpien el desastre que han dejado esos Asesinos. —voltea a ver con frivolidad uno de los cadáveres de los guardias.
—Enseguida señor.




Aquel latente dolor en su pierna no le permite a Ezio caminar bien por sí solo, es por eso que cuando vuelve al Bar, busca la atención de Hannah quien atiende su lesión mitigando su dolor, y envolviéndole una garra. El joven no puede ir muy lejos, por lo que decide pasar la noche en la posada de arriba del Bar. Es Hannah la que le ayuda a subir los escalones y a recostarse en una cama de una habitación.
Cuando queda ahí solo en la cama, se empieza a sentir mejor. Recuerda que su amigo Jace está buscando Asesinos, probablemente es lo que también hace Aveline, ha descubierto que tal parece que Templarios y Asesinos son rivales. Sin darse cuenta, queda dormido solo un momento, cuando despierta puede ver a través de la ventana que empieza a atardecer. Y escucha unas pisadas en el suelo de madera aproximarse.

«Espero y sea Hannah, tengo que agradecerle, me siento mejor, aunque no sé si pueda caminar bien o correr. De todas maneras no estaría mal calmar mis ansias carnales con ella. Cierto he estado tan deprimido y ocupado en Aveline, que he olvidado quien soy. Pero ya fue suficiente, tengo que recapacitar, pero sin olvidar a mi mujer. »
Sonríe con picardía. Y abre la puerta Jace, que trae un tarro de cerveza en su mano.

—¿Ezio?
—Jace Amigo… —sonríe amplio— Que gusto verte.
—Ya me contó todo Hannah, ahórrate tus palabras. —le da un trago a su cerveza, viéndolo desde la puerta.
—¿Cómo te va con tu búsqueda de Asesinos? —pregunta Ezio sentándose en el borde de la cama con más ánimo.
—Ni bien ni mal, aunque esos Templarios dan buenas recompensas eh.
—¿Templarios? ¿Por qué no me dijiste que los conocías?
—¿Cómo iba a decírtelo? Nunca me ponías atención y siempre hablabas de tu Aveline.
—Bueno…eso es cierto. Entonces llévame con ellos, tengo algo que preguntarles, y…decirles.
—No Ezio, esos tipos son especiales eh. —le da otro trago a su cerveza y aclara su garganta— No suelo verlos muy seguido, casi siempre se negocia con los guardias y lo sabes.
—De todos modos podemos hablar con ellos ¿no?
—Espera… —da unos pasos adelante para acercarse más a él— ¿Qué estás tramando?
—Solo dime algo. ¿Si capturamos Asesinos, podemos entregárselos personalmente?
—A Charles lee, solamente.
—Con eso basta, entonces manos a la obra. —dice con júbilo y de un salto, sale de la cama, pero al apoyarse en su pierna le da una punzada de dolor— ¡Ah! ¡Maldita sea! —se echa en la cama.
—Mejor descansa, ya veremos mañana ¿te parece?


Ezio dice “si” con su cabeza. Y traza una sonrisa en su rostro.




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