jueves, 8 de enero de 2015

La Bruja y el Ángel mestizo [Capitulo-19]









                               Capitulo-19







Dentro de la seguridad de una cámara oculta en la base principal de los Asesinos, se esconde el fruto del Edén ahora. Connor creía que nadie podía custodiar mejor ese artefacto que la propia hermandad, puesto que nadie sabe cómo destruirlo, lo mejor es protegerlo, será lo más conveniente para todos. Dejarlo muy lejos del alcance de las sucias manos Templarias.
En su regreso, Garrett le contó a Connor la procedencia de aquel fruto. Mencionando, que era una pieza muy importante, y muy deseada por los Templarios, pero que también puede ser bastante peligrosa. Aprovecho para darle información sobre la primera civilización, le desveló todo lo que los Asesinos saben sobre ellos. El joven nativo, casi podía sentirse parte de la hermandad, sin embargo todavía no puede serlo, ya que primero que nada debía cumplir con una misión. Misión, que ya tiene muy en mente.
Tanto Charlotte como Connor, saben que no será nada sencillo  encontrar a esa Templaria, y mucho menos darle muerte. Garrett, como buen líder, se dedicó en luchar junto a sus hermanos, contra los pocos templarios que encontraban. La orden Templaria tenía de su lado al gobierno, por lo tanto las hojas asesinas se manchaban de sangre templaria, y de guardias comunes. También era duro ver como caían algunos de sus hermanos en la batalla.
Garrett le pidió a Charlotte que custodiara y defendiera la base principal de Asesinos, ahora poseen lo que más desean los templarios dentro de su casa. Otro grupo de Asesinos se encargaría de proteger y vigilar las vías subterráneas en la ciudad.

A Charlotte le desespera el no poder ayudar a Connor en su búsqueda, pero tenía otra obligación. Solo le resta rezar por él.


Después de tres semanas.
A través de uno de los túneles bajo tierra, Connor acompaña a Garrett. Atrás, los siguen un par de Asesinos bien encapuchados con máscaras oscuras que no permiten ver sus rostros. Garrett también portaba esa capucha. La túnica de Asesino aún no puede ser entregada al nativo, así que usa su atuendo azul y ese sombrero de tres puntas tan distinguido. Y por supuesto, todos iban bien armados.
 Se dirigen al punto más cercano de la base principal Templaria. Atacaran en plena luz del día, justo cuando menos lo esperan, los Asesinos habían estado actuando de noche casi siempre. Aunque dentro del húmedo túnel apenas iluminado por algunas antorchas en las paredes de tierra, puede ser fácil olvidar que arriba hay sol, y no luna.

—…por eso, mantén los ojos bien abiertos, Connor. Es probable que logres ver a esa Templaria, o incluso a…tu padre. —lo mira de reojo Garrett.
—A ese hombre no puedo llamarle “padre”, y si logro verlo, tendré que hablar con él para estar seguro... —dice con calma— Algo me hace pensar, que él tuvo mucho que ver con el ataque a mi aldea, y el asesinato  de mi madre. Los Templarios, fueron quienes buscando el fruto destruyeron mi aldea. Mi familia, protegía ese fruto como algo sagrado. No me sorprendería que él fuera el culpable de todo.
—Tienes razón, es lo más lógico.

Subiendo por unos escalones, salen uno a uno del túnel por una pequeña puerta de madera oculta entre el herbaje que crecía en torno al Fuerte principal. Desde dónde podían contemplarlo con cautela, se trataba de una zona restringida cercana a la ciudad de Nueva York, la cual es posible apreciar a la distancia. Vislumbran que hay muchos guardias rodeando el fuerte, y por supuesto que esperan encontrar a unos cuantos Templarios también. Sería mucha su suerte si se llegasen a encontrar con el mismísimo Haytham Kenway, o Aveline de Grandpré, su discípula. Pero antes debían organizarse.

—Muy bien adelante hermanos, ustedes saben qué hacer. —les deja retirarse al par de Asesinos que lo acompañan.
—¿Y qué es lo que haremos nosotros? —pregunta Connor.
—Yo buscaré a Haytham, y tú a Aveline. —señala hacia la entrada del fuerte— Mira…

Le hace ver como algunos hermanos desde sus escondites, asesinan a los guardias y los ocultan en los arbustos o detrás de los árboles, dónde no pudieran ser vistos. Otros han trepado por los muros y se han infiltrado.

—Se están encargando de dejarnos el paso libre. Andando. —se adelanta.
—¿Y qué haremos si no se encuentran aquí? —le sigue.
—Entonces interrogaremos a algún Templario, haremos que nos diga a dónde es que han ido, o en dónde están.
—¿Crees que un Templario ceda tan fácilmente?
—Por algo hay que empezar Connor, nadie dijo que sería fácil. Además, pronto se enteraran que hemos atacado su fuerte principal y vendrán a nosotros tarde o temprano, para entonces, tenemos que estar preparados—le lanza una mirada cómplice y avanza más rápido agachándose para no ser detectado a lo lejos.




El cielo tan despejado y celeste, el aire con aroma a verano. Es un ambiente envolvente para Ezio que, arriba de un tejado, de los tantos que hay a su alrededor, sentado con una pierna doblada en dónde apoya su codo; piensa profundamente, recuerda profundamente, a la mujer que lo ha arrebatado por completo. Incluso, se siente distinto, como si ya no se conociera ni así mismo. Ha perdido la ambición, ha perdido su tentación a las mujeres. De hecho, ya ni le preocupa su trabajo como cazarecompensas, se ha apartado mucho del único amigo que le queda, y todo por Aveline. Necesita verla, necesita hablarle, estar con ella. Todo este sentir, lo ha llevado a tener una idea quizá algo riesgosa, hasta podría parecer absurda. Abandonarlo todo para entregarse a ella.
Está tan serio, y forzando su mente para recordar ese bello rostro de color, que ni el ruido de un hombre acercarse lo distrae. Se escucha un peso caer en el tejado, y zancadas que cruzan detrás de él, seguido de un salto. Seguramente un delincuente huyendo, pero no le presta ni la más mínima atención. Tras unos segundos se escucha que viene alguien más, esta vez ese alguien se aproxima a él y antes de que pudiera sentirlo más cerca, algo en Ezio se activa y lo hace levantarse como si tuviera un resorte, desenvainando su espada le apunta al hombre que, resulta ser Jace.

—Ah, eres tú… —dice Ezio  bajando su espada.
—Con que aquí haz estado, hace tiempo que no te veía amigo. —le tiende su mano.
—Mis disculpas. —acepta el apretón de manos— He estado, poniendo en orden mi mente.
—Sí ya lo creo, desde cuando debiste haberlo hecho, te hacía falta ¿no? Oye ¿Qué crees? Encontré a un Asesino, y gracias a ti lo he dejado escapar, no sabes cómo han estado aumentando las búsquedas de Asesinos últimamente, tenemos mucho trabajo amigo.

Ezio lo escucha y se cruza de brazos haciendo una mueca desinteresada.

—Ya veo…

Jace enarca una ceja, distinguiendo en él, algo diferente y bastante raro.

—¿Sucede algo? Creí que te emocionaría saberlo.
—Verás Jace, creo que lo que quiero ahora es otra cosa. —le sonríe ampliamente— Supongo que te haz de imaginar que es.
—¿Hablas de esa mujer?
—Tiene nombre Jace, se llama; Aveline de Grandpré —mira al cielo un momento— Y si… —pone sus manos en su cadera y camina de un lado a otro— He decidido que me uniré a ella, creo que es algo llamado… ¿Templaria? O algo así, está buscando esa cosa que tiene Connor, y que vi que llevó a una habitación secreta en el Pepper Black, quizá esa información le sea útil…
—A ver… ¿Qué estás diciendo? ¿Olvidas que esa mujer…,es decir, “Aveline”, te amenazo de muerte la última vez? Incluso creo que, te dejo herido.
—Tenía sus razones. Yo la entiendo.
—No, tú estás enamorado. —pone su mano sobre su hombro y lo mira de cerca— Espero y estés seguro de lo que quieres hacer.
—Estoy más que seguro, no hay cosa que desee más, que ayudarle. —sonríe mostrando sus dientes— Pero, necesito encontrarla…
—¿Y qué has sabido de Connor?
—Es cierto, Connor. —mira abajo— Él también la está buscando, quizá él pueda…

«Esto será como seguir una cadena que me lleve hasta Aveline…» Piensa sonriente.

—Necesito ir al Pepper Black.






Una estocada atraviesa el estómago de un Asesino que cae al suelo derramando sangre, otro viene hacia ella pero antes de que pudiera tocarla, Aveline sujeta su brazo donde portaba su hoja oculta, torciéndolo hasta que crujen sus huesos, escuchando el alarido de dolor,  con un golpe le entierra la suya por su espalda acabando con él, un Asesino más cae de arriba  sobre ella, Aveline se derrumba al suelo, sintiendo que la ha inmovilizado, este Asesino al que no puede verle su rostro por la capucha, está apunto de clavarle su hoja en el cuello cuando alguien más le dispara en el cráneo. La chica se quita de encima el cuerpo sin vida del Asesino, y ve ante ella una mano, al elevar su mirada descubre que, quien le ha ayudado es; Shay Cormac.

—Creí que habías dicho que podías tu sola. —sonríe una pizca.

Sin responder, Aveline lo deja con su mano tendida, poniéndose ella sola en pie sin mucho esfuerzo, más sin embargo esta sangrando de un costado, en dónde se toca con su mano y con una mirada inalterable, observa a su hermano Templario.

—Eran muchos.

Observa su contorno, todo el piso bajo sus pies está repleto de sangre y cuerpos de Asesinos fallecidos en la batalla contra ella.
Shay nota una vestimenta diferente en la chica, ya no viste su vestido elegante color esmeralda, ahora porta un pantalón, botas y un sombrero de tres puntas, en colores más suaves. Ropa que le brindaría mejor agilidad.

—Y todavía hay más. —Shay pasa su mirada arriba, a la copa de los árboles que se encuentran cerca, cerciorándose de que no queden más y estén ocultos.

No muy lejos, se podía divisar uno de los principales pueblos próximos a Nueva York. Cabañas, corrales, amplios campos de siembra y mucho herbaje, personas llevando heno para alimentar a sus caballos. Ni se imaginaban lo que ocurría en aquella zona en dónde habían muerto un grupo de Asesinos, en manos Templarias. El ruido y los alaridos no alcanzaron los oídos de los pueblerinos.

Aveline caminando lentamente se aleja de Shay yendo a otro lado.

—¿A dónde vas? —cuestiona Shay.
—Tengo que cumplir con lo que me encomendó mi Maestro.
—En esas condiciones —levanta su tono de voz— Dudo que puedas matar a más de tres Asesinos.

La chica se detiene en seco.

—No es nada. —sigue su camino.
—Me sorprende que la discípula del gran Maestro Haytham Kenway, se encuentre en un estado tan deplorable.


No siente necesario contestarle algo a su compañero Templario, y se marcha por su cuenta.

«Es cierto, son muchos Asesinos, jamás creí que la hermandad crecería tanto en estas tierras» Se decía Aveline en sus adentros. » pero… no creo que todos sean de Nueva York y Boston, estoy segura que pidieron refuerzos de Asesinos de otros países, solo que… no se pueden ver sus rostros. »
»Reducir la cantidad de Asesinos, ese es mi deber por el momento. »


Viene en un carruaje en una de las carreteras que cruzan el bosque, y que lo conduce de vuelta a Nueva York. Haytham Kenway, había viajado en corto para atender otros asuntos que tenía, pero no puede descuidar tanto a la orden Templaria, dejarla en manos de Charlees lee y Aveline, sería tan decadente. Sabe que la hermandad Asesina se ha desarrollado y sabe lo que desean. Pero él también tiene entendido que es lo que sus superiores están buscando desde hace años, y que fue esa la razón por la que pisaron estas tierras, por lo que están aquí. Justo cuando sentía que de los Asesinos ya no debían preocuparse, que ya los habían derrotado, surgen desde las cenizas, como si de un ave fénix se trataran.
Entonces, cree que ya es hora de tomar el mismo las riendas del asunto, de la búsqueda del fruto del Edén, ya bastante oportunidad le dio a Aveline, ya bastante tiempo dejo pasar, por eso ha estado pensando y pensando. Tiene muy claro que aquel joven Nativo protege el fruto gracias a las erróneas y primitivas creencias de su tribu, pero también sus sospechas han caído en esa taberna que tanto frecuenta el joven. ¿Qué hay ahí? Tal vez debería ir a investigar un poco, eso no vendría nada mal.

—Algo me dice que el Pepper Black, tiene algo especial. —se dice a si mismo mientras mira por la ventanilla de la carroza—Podría ser como algún punto de encuentro del Nativo y sus aliados, si tanto lo frecuenta es por algo, seguramente ahí esconde el fruto, y si no es así, de todos modos tengo que ir, probablemente los que trabajan ahí, saben algo de él, a qué hora llega a qué hora se va, lo que sea que me digan me será útil. Necesito presentarme personalmente con ese salvaje, y ponerle fin a todo esto.

«Pero antes debo ir a la base. Espero que Aveline, Shay, Charles lee, y los otros, estén haciendo bien su trabajo. »




Faltaba poco para el crepúsculo. Y Ezio Auditore dio marcha hacia su taberna favorita.
Desmonta su caballo y ata bien la cuerda afuera del sitio, todavía no entra y ya puede escuchar las risas y la música del interior. Ese ruido le gusta y lo hace sonreír.
Al entrar el rumor de las conversaciones, la música más fuerte, y el olor a cerveza y tabaco, le da la bienvenida. Se encamina hacia la barra en dónde puede divisar a Hannah llenando unos tarros con cerveza de un barril. Y un par de hombres se le atraviesan, uno de ellos le da palmadas. Lo saludan con júbilo. Ezio apenas responde su saludo, y otro grupo de hombres que estaban en una de las mesas lo invitan a beber con ellos, pero Ezio rechaza amablemente su invitación, todos lo ven interrogantes. Nunca había entrado sin ganas de beber, o divertirse un rato. Ya llevaba la mitad del camino, y tres mujeres muy hermosas con vestidos que descubrían sus hombros se le acercan dándole caricias, esta vez no siente tentación de nada, y con elegancia las aparta de su camino.
Es como si fuera otro, como si haya cambiado, su rostro se ve serio y dispuesto a lo que ha venido. Dejando a un lado su popularidad con hombres y mujeres, finalmente llega al frente de Hannah, quien acomodaba los tarros sobre una bandeja preparándose para ir a servirles a unos clientes.
Pero la chica se detiene con la bandeja en mano para verlo detenidamente.

—Ah, Ezio. Me alegra verte aquí. —sonriente mira a sus lados— ¿Has venido solo? Hace rato que no venías, ya hasta te había echado de menos.
—Sí, eh… Hannah. —apoya sus brazos sobre la barra acercándose más— Dime ¿Has visto a Connor últimamente por aquí?
—A Connor. Claro que sí. —deja su bandeja sobre la barra, para descansar sus brazos.
—¿Y crees que venga hoy?

Hannah medio cierra sus ojos dando un paso hacia atrás, Ezio jamás había indagado tanto sobre Connor, ni siquiera por alguien.

—De hecho…
—¡Eh mujer! ¡Tráenos la cerveza de una vez! —le grita un hombre con sombrero desde una mesa siendo acompañado por otros hombres.
—Ezio, ve arriba. —le señala las escaleras del sitio que llevan a lo alto— Ahí podremos hablar, pero solo será un momento ¿Está bien?...

El joven agradecido y sonriendo con picardía, aprovecha para tomar su mano y besarla.

—Gracias, preciosa.


Recargado en una pared en el piso superior del Bar, Ezio espera a la chica, cuando escucha sus tacones subir las escaleras, se endereza y le sonríe al verla.

—Hannah, de verdad necesito saber si vendrá Connor hoy. —le hace a un lado con sus dedos un mechón dorado de su frente.
—Ay Ezio, me gustaría decirte, pero es que son  asuntos que mi padre no me permite revelar.

Eso despierta la intriga en Ezio.

—¿Hay algo más no? La última vez que vine, pude ver como tu padre y Connor entraron a una puerta secreta.
—¿Los seguiste? —abre mucho sus ojos.
—Tranquila. —acaricia su mejilla y toca su barbilla, tomando su cintura con su otra mano— Solo necesito saber, si es que lo sabes, dónde está Connor, o si es que vendrá más tarde.
—Ezio, oh Ezio… —se ruboriza al ver sus ojos entrecerrados que parecían absorber su mirada—De verdad, no debes saber en dónde está Connor.
—Hannah, por favor, sé que sabes en dónde está.  Tus ojos lo dicen todo—susurra cerca de sus labios— ¿Está detrás de esa puerta? ¿En esa sala? —inquiere rozando sus labios en los de ella.
—Eh… —empieza a temblar.
—Vamos dime, no te pasará nada… —desliza por su piel sus labios hasta alcanzar su oreja— Yo te protegeré. —dice con suavidad.


Sus palabras, su cercanía, su voz, hacen que la chica sintiera que se derrite del placer. Tan irresistible, que suelta la lengua.

—Si ahí está, yo vi por dónde se ha ido. Si quieres, te llevo…

Con una sonrisa llena de satisfacción se aparta de ella.

—Por favor.



En la sala de Asesinos debajo del bar. Charlotte visualizaba en sus manos la pequeña pluma que Connor le había obsequiado antes de marcharse, con sus ojos posados en el gesto de amor del chico, recuerda ese instante.

Connor antes de seguir a Garrett y los otros Asesinos, se tomó un minuto para tomar las manos de Charlotte y ver su rostro.

—Sé fuerte, y protege este sitio, sobre todo, aquello que sabes que es muy peligroso si los Templarios lo encuentran.
—Sí. Eso haré. —esboza una sonrisita.

Charlotte no resiste envolverlo en sus brazos, y Connor ceñudo, la aprieta contra su cuerpo cerrando sus ojos, queriendo darle fuerza, y protegerla, pero no puede hacerlo por ahora.
Se separa de ella, y de su cabello desprende esa pluma que siempre llevaba atada para entregársela en su palma, que con sus manos cierra lentamente.

—Prometo que volveré con vida, cuando vuelva juro que ya no te dejaré sola, ya no te dejaré ir.
—Ratohnhaketón. —conmovida lo observa.

Sus labios se fundieron en un beso.


Charlotte sonriendo guarda la pluma en un bolsillo, y escucha la puerta abrirse de par en par. Se gira alarmada y frunciendo el ceño lleva una mano a su arco, cuando sus ojos captan a Hannah y a un tipo que reconoce al instante, pero sin duda es un sujeto que no debería estar aquí. Por supuesto que tampoco le inspira confianza, Connor le ha dicho que al parecer trabaja para Aveline, una Templaria. No es para nada de fiar.
Hannah lleva a Ezio a una de las puertas de los túneles, ignorando la presencia de Charlotte, ya que ella es la única autoridad ahí, puesto que sus hermanos que vigilaban la puerta fueron a luchar, le corresponde a ella detenerlos.

—¿Hannah? —le llama Charlotte.

Ezio y Hannah la voltean a ver con asombro, como si no la hubieran notado, será por la vestimenta negra que lleva la chica, muy distinta a las túnicas de Asesino que usan sus hermanos.

—Oh Charlotte, creí que, no había nadie. —nerviosa le sonríe y le hace reverencia.
—¿Qué hace él aquí? —se aproxima a ellos y se enfoca en Ezio, revisándolo con recelo.






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