sábado, 7 de marzo de 2015

La Bruja y el Ángel mestizo [ Capitulo 21]




















                           Capitulo-21














—…así mismo, estos Asesinos son una gran amenaza para nuestra nación.


Vocifera con imponencia Charles lee al frente de una multitud de ciudadanos, en la horca de la plaza mayor.
El cielo se tornó rojizo por el atardecer, y tres encapuchados de la hermandad de Asesinos con sus manos atadas con cuerdas, y daños visibles en sus cuerpos por la batalla. Tenían una soga rodeando su cuello, preparados para ser ejecutados.

—Les recuerdo que si encuentran a uno de ellos, lo reporten de inmediato a la guardia. Es por la seguridad de todos, son peligrosos, amenazantes… —lanza esa mirada pesada al verdugo como avisándole—Como saben, estos asesinos deben pagar sus crímenes. —regresa su vista al público—¿Y de que otra manera puede ser más que quitándoles la vida? ¿Eh? ¿Estos Asesinos deben morir? —grita.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Mátenlos!  

Responden con júbilo y elevando su puño con fuerza, alentando.
Charles, con una sonrisa maliciosa, hace una seña con su mano al verdugo indicándole que haga lo suyo.
Los pies de los Asesinos cuelgan, y con su propio peso y la gravedad, sus cuerpos tambalean, la soga les asfixia rompiéndoles el cuello. Mueren.
La masa de gente se regocija, festejando a gritos y aplausos. Charles lee sigue sonriendo y con su visión, detecta la venida de su líder, quien camina llegando a la base de la horca y con una mirada le pide que baje.
Se reúnen y buscan un espacio apartado del escándalo de la gente, para poder hablar.

—Los cazarecompensas hacen bien su trabajo, son de gran ayuda a la guardia y sobre todo a nosotros. —dice Charles viendo los ojos de su líder— Pero no son más rápidos que nuestros hermanos Templarios, si fuéramos un poco más, seguramente ya hubiéramos acabado con todos estos Asesinos.
—Llego la hora de hacernos cargo nosotros mismos Charles. No podemos dejarles todo el trabajo a esos granujas que encima debemos pagarles. No hay tiempo para esto, los Asesinos nos superan en cantidad, sí, pero no son mejores que nosotros.
—¿Tienes algún plan?
—Estaba pensando en…Pepper Black, tengo mis sospechas puestas en ese tan especial Bar. Algo me dice que…
—¡Ahhh!

El grito de una mujer, seguido de otros más. Haytham y Charles giran su cabeza y  pueden ver cómo la gente huye con pánico. Un grupo de Asesinos que parece salieron de la nada, habían llegado tarde para salvar a sus hermanos, pero cobraron con la vida de unos cuantos guardias, incluso la del verdugo, y se encontraban luchando contra una tropa de casacas azules.

—Dejémoslo para después. Vamos tras esos Asesinos. —Haytham le lanza una mirada a su camarada.

Los Asesinos se echan a correr y escalan por los muros hacía los techos, solo Haytham y Charles pueden seguirlos, los guardias no saben seguirlos por los techos, solo los cazarecompensas, o Templarios, pero no hay a la vista más que ellos. Los casacas que encuentran en los techos vigilando, los Asesinos pasan de ellos cortándoles el cuello y salpicando sangre por doquier.
Haytham sabe que sería más fácil interrogar a uno de esos Asesinos bajo amenaza de muerte, para que le dijera en dónde se esconden, pero también puede estar seguro que cuando de Asesinos se trata, esto no serviría para nada, ellos están dispuestos a dar su vida, y jamás podría conseguir nada de información.

En esa misma plaza mayor, en dónde dieron muerte a los tres Asesinos. Llegan a toda prisa Connor y Garrett, el ruido les había atraído, pero no han llegado a tiempo. Garrett puede ver como tres de sus hermanos cuelgan sin vida. En tanto el joven nativo revisa su alrededor.

—Se han ido. —dice Connor— Los templarios son quienes dan muerte a los Asesinos. ¿Cierto?
—Así es.
—Estaban aquí. —camina hacia el rastro de sangre, llegando a dónde yacían los cuerpos de los guardias asesinados—También había Asesinos, fueron tras ellos.

Apretándose su brazo herido Garrett respira profundamente.

—Vámonos.
—¿Qué? —voltea a verlo ceñudo Connor— ¿No vamos a buscarlos?
—Ya es tarde, y necesito descansar.
—Puedes aguantar, necesitamos encontrar a uno de esos Templarios, ayudar a tus hermanos.
—Charlotte está sola ¿Lo olvidas? ¿Y si le ha pasado algo?
—No. —niega con su cabeza— Ella está bien.
—¿Cómo lo sabes?

Se hace el silencio unos segundos. Connor lo mira a los ojos y baja su cabeza como resignado.

—Tienes razón.


Después, al llegar a la base de Asesinos, la luna ya está en el cielo, y Charlotte junto con otro Asesino, atienden la herida de bala en el brazo de Garrett, envolviéndolo con un vendaje. Él está recostado cerca a la chimenea. Después Connor toca el hombro de Charlotte para llamar su atención.

Ha estado muy callada desde que regresó, como si ocultara algo pero no quiere decirle.
Charlotte conoce muy bien a Connor, y sabe que si le dice que Ezio vino a buscarlo y se enfrentó a ella queriendo matarla, se alterará y no estará tranquilo. No desea darle un pesar más, suficiente tiene ya. Porque conoce el corazón de Connor, él no puede perdonarse así mismo por lo que tuvo que hacer con el padre de Charlotte.
No quiere preocuparle más.

Sus ojos se miran, y con su mano el joven nativo atrae a Charlotte para apartarla de Garrett y el otro muchacho, buscando algo de privacidad.

—¿Pasa algo? —pregunta con una expresión de angustia. Expresión que en rara ocasión aparece en él.

No le gusta verla así, así no es ella, ella siempre sonríe, siempre es alegre y radiante.

—No. No te preocupes. Todo está bien. —hace un esfuerzo en sonreír, y le truena un beso en su mejilla.
—No tienes que tener miedo. —acaricia sus hombros— Siempre estaré aquí.
—No es miedo, solo…desearía que no estuviéramos metidos en todo esto. —baja la voz, revisando que no la escuchen— Ratohnhaketón, piénsalo. Podemos abandonar esto, e irnos al bosque, en dónde pertenecemos, y ser felices juntos. Olvida la venganza. —le acaricia su mejilla— No vale la pena, que te arriesgues, que nos arriesguemos. ¿No crees, que ya hemos perdido demasiado?
—¿Crees que está mal?
—Claro que lo está.
—Tú eras una ladrona, antes de esto.
—Lo hacía para sobrevivir. Y yo no quería ser Asesina, yo no quería esto, pero Garrett, me amenazo, mató a Miryam, mi amiga. —con voz quebrantada, sus ojos lagrimean— Y si hubiera podido, me hubiera matado a mí también. ¿Quiénes son los buenos aquí? ¿Asesinos o Templarios? Ambos luchan por sus causas, pero ninguna parece ser buena. Matan, ambos matan, y no lo hacen por…amor.
—¿Por qué hasta ahora dices esto?
—Porque, no quiero perderte. Lo estuve pensando. —lo estrecha en sus brazos, como acurrucándose en él.

Connor pasa sus manos con suavidad por su cabeza y espalda, queriendo consolarla.

—Ellos destruyeron mi aldea, mataron a mi madre. Deben pagar. —la aparta de él, y clava su mirada en sus ojos—No puedo abandonar eso. Pero no moriré, ni tu tampoco.


Garrett con su brazo vendado, los observa con suma atención.
Pasada una hora, Connor le pide a Garrett seguir buscando, pero él no lo aprueba, siente que necesita descansar, y que lo mejor será seguir mañana.


Muy temprano por la mañana, Aveline sale de la estancia del médico, en dónde había descansado toda la noche, y habían atendido sus heridas. Aunque el doctor le haya sugerido que reposara un poco más, solo ella sabía por qué no podía permitirse un descanso más prolongado. Afuera seguía infestado de Asesinos, todavía tenía una misión que cumplir. Por eso al ser capaz de caminar y moverse, al ya no sentir más dolor le parece suficiente para retomar su deber. No debe holgazanear. Recoge sus armas y sale del sitio en busca de más Asesinos que matar.
Por otra parte. Ezio ha vuelto al trabajo como cazarecompensas, esta vez ha bajado de las nubes, para poner los pies en la tierra, no obstante, es incapaz de olvidar por completo a Aveline, ella sigue presente en su cabeza, y ahora ha pensado un nuevo plan, que seguramente será exitoso.
Aquel flechazo que Charlotte clavó en su pierna lo dejo muy lastimado, y aunque se haya tomado toda la noche, no es tiempo suficiente, no se siente del todo bien, y camina cojeando pero, quiere seguir adelante, por eso hará un esfuerzo.
Jace no se ve muy convencido de ser acompañado por un amigo incapaz de correr bien, y que le será imposible subir a los tejados, pero Ezio es muy necio. Optan por ir a caballo, de esta forma Ezio podrá ir a un ritmo adecuado, y la búsqueda será más eficiente, que ir a pie. Cada uno avanza a caballo por entre las calles de la ciudad Boston, barriendo con su mirada todo su alrededor; los edificios, los callejones, las calles ocupadas por gente, tropas de guardias y carruajes, los techos, algunos vigilados por casacas azules. Todo lo que alcanzan a ver sus ojos.

—Entonces solo hay que atrapar a uno de esos Asesinos y presentarlo a Charles Lee. ¿Un Templario cierto? —comenta Ezio, sonriente.
—Sí, es correcto, lo difícil es encontrarlos y sobre todo, atraparlos. —responde Jace  viendo enfrente.
—Qué bah, somos expertos en esto amigo.
—Fanfarroneando como siempre Ezio. Tu estado físico no ayuda mucho, eres incapaz de moverte con agilidad, y así vamos muy lento, dudo que encontremos uno hoy. Esos Asesinos, saben moverse, ocultarse de la simple vista. Me ha costado mucho dar con unos cuantos de ellos. Hay muchos, pero, no es un trabajo fácil.
—Pues estás de suerte amigo, Ezio ha vuelto, y cuando estoy aquí, las cosas que parecen difíciles se hacen más fáciles. —ríe por lo bajo—


Connor se cuelga su arco a la espalda, carga su Tomahawk y echando un vistazo a Garrett y Charlotte muy cómodos en la sala de la base Asesina, lleva sus pasos a ellos. Con un semblante sereno y a la vez duro, los contempla un segundo.

—Es hora, debemos ir a encontrar a esos Templarios.
—Tómalo con calma Connor. —Garrett sentado en un sofá sostiene una taza de té.
—No podemos perder más tiempo. —frunce el ceño y se acerca más al líder Asesino— Tú lo has escuchado, lo que dijo tu hermano Asesino, están acabando poco a poco con tu gente, así como acabaron con la mía.
—Lo sé, ya le pedí a Arno, que me avisara cuando escuchará de otra ejecución en la horca. Tengo a varios hermanos vigilando las plazas. Me han informado que sin falta uno de los Templarios siempre está ahí a la hora de dar muerte a los Asesinos en público. Entre tú y yo podremos con un Templario, luego él nos llevará a los demás.
—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? Incluso de la vida de Arno. Me voy. —se da la vuelta para irse.
—Ratohnhaketón. —lo llama Charlotte poniéndose en pie— Yo iré contigo. Si vamos a hacer esto, hagámoslo juntos.

Al escuchar la voz de Charlotte, se gira para encararla, relajando sus facciones.

—No. Tú aquí te quedas, es más seguro para ti quedarte aquí.
—Charlotte… —le habla Garrett— Déjalo si quiere irse. Nosotros quedémonos aquí.

La chica mira a Connor, luego a Garrett sin saber que hacer o decir. Mientras Connor avanza hacía Garrett y lo señala con su dedo.

—No, tú vienes conmigo. —lo sujeta de su brazo y lo obliga a levantarse, haciendo que su taza de té se le resbale de la mano cayendo al suelo.

Se lo lleva a empujones. Realmente no lo necesitaba, él podía hacer todo por sí solo, pero el  pensar que Garrett se quedaría a solas con su amada Charlotte, le hizo hervir la sangre. Sin saber que Garrett no es que esté interesado en ella, solo que es algo holgazán y sigue sintiendo algo de malestar y debilidad por la bala que se incrustó en su brazo. Siendo el líder Asesino y casi el de Connor también, debería hacer su voluntad. Voluntad que no puede cumplir, juzgando por la fuerza y terquedad de Connor, sumándole su carácter e instinto salvaje, prefiere hacer lo que él le diga.  

Ezio y Jace, siguen avanzando a caballo, ahora atraviesan la plaza mayor. Sin haber detectado nada extraño, la vida en la ciudad de Boston transcurre con normalidad. Así que se dirigen a Nueva York. Pasando de un pueblo, apunto de subir el puente que los llevará a Nueva York, los ojos del joven Ezio quedan anonadados. De un tirón a las riendas detiene su caballo. Jace no parece haber captado lo que ha visto Ezio, pero si como ha hecho un alto, así que también frena, buscando con su mirada aquello que ha dejado a su amigo boquiabierto.
Era Aveline, que luchaba contra tres encapuchados de túnicas blancas, sin duda esos Asesinos.
La chica le pega tres disparos a uno de ellos dejándolo en el suelo, mientras aparta a otro de una patada, se defiende bien, pero aun así Ezio no puede evitar preocuparse por ella. Espolea su caballo y lo hace correr hacía el puente. Jace no puede hacer más que seguirlo.
Solo resta un Asesino contra ella, ya casi acaba con él, pero siente un golpe en su costado vendado, justo su punto más débil ahora, seguido de una punzada de dolor que la hace tambalearse y soltar un quejido, cuando hace un gran esfuerzo para seguir luchando. El Asesino cae al suelo con una mancha creciente de sangre en su pecho. Ezio lo había atravesado con su acero, y la observa.

—Aveline. ¿Te sientes bien? —lleva su mano a ella para tocarla.

De un manotazo, la chica impide que la toque. Y con el entrecejo arrugado lo taladra con su mirada.

—¿Por qué me has ayudado? Lárgate.
—Pero Aveline. —une sus cejas en un gesto de dolor.


Jace mantiene su distancia de ellos, ni si quiera ha bajado de su caballo. Aveline sin más, se gira para caminar lentamente, intentando alejarse y seguir con su misión. No puede saber cuántos Asesinos quedan vivos, pero necesita seguir buscándolos, solo así puede saber si continúan siendo un estorbo para los Templarios. Podría presentarse con su maestro para ponerse al tanto de todo, pero no se atrevería hasta estar segura de haber servido bien a la orden.
Ezio no puede dejarla ir, ya no. Entonces, sin moverse ni hacer el intento de tocarla, porque no desea molestarla. En tanto enfunda su espada, eleva su barbilla viéndose seguro.

—Vengo a proponerte algo Aveline.

Levanta la voz, pero no es suficiente para atraer la atención de la chica, que poco a poco está más lejos.

—Quiero unirme a ustedes. Ser uno de ustedes.

Esas fueron palabras precisas. Logran detener los pasos de la chica y capturar su mirada. Una mirada atónita. Sin dejar de verlo, Ezio aprovecha para aproximarse un poco más a ella y seguir su plan.

—¿Todavía buscan el fruto? Creo que sé dónde puede estar. He visto lo que parece ser la base de los Asesinos o algo así. Seguramente ahí es dónde lo guardan. —sonríe alzando sus cejas— Pero antes debes aceptarme como tu fiel compañero, quiero ayudarte, ser útil para ustedes. —desvanece su sonrisa, para adoptar un semblante serio, y una mirada fija— Esta vez voy en serio.


La joven Templaria no puede reaccionar de ninguna manera. Pero tampoco puede dejar de verlo, tratando de analizar su voz, sus ojos, sus palabras, todo… aparenta ser tan seguro, tan verdadero. ¿Podrá confiar en él? O, es solo otra de sus mentiras para estar con ella.
Algo dentro de su pecho se agita, queriendo llamar su atención, exigiendo que lo escuche. Ya no puede engañarse, este chico ha demostrado tanto interés en ella, y además de ser atractivo, es capaz de luchar, podrían ser un buen equipo. ¿Y si es cierto que sabe dónde puede estar el fruto? Esto…sería una gran ventaja para ella. Sí lleva el fruto a manos de su Maestro, esa imagen de “Templaria inservible” desaparecería. Sin embargo, este chico,  haría lo que fuera para engañarla otra vez.

Se da la vuelta, quedando cara a cara, rebuscando en su mirada, algo, para descubrir si está diciendo la verdad… o se trata de otra mentira más.




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