domingo, 15 de marzo de 2015

Extintos (Oneshot) The Walking Dead





















Se habían quedado sin combustible, tanto para sus coches, como para sí mismos. Habían perdido mucho; sus seres queridos, sus refugios, sus energías, la esperanza de una salvación, de una cura, de una mejor vida en alguna parte, lejos de esos muertos que caminan, que los invaden, que no los dejan respirar.
Michonne, fue quien convenció al líder de ese grupo de sobrevivientes, a que creyeran nuevamente. A que creyeran, que en Washington podrían tener una oportunidad de vivir. Ya que, el creer que el supuesto científico sabía de una cura, no era más que un vil cuento, que había destruido toda ilusión.
Recuperando así la fe del grupo, siendo como una chispita de luz, entre tanta oscuridad y lágrimas. Daban marcha hacía Washington, tenían un largo camino por delante, y no les quedaba más que emprenderlo a pie.

La lucha por la sobrevivencia parecía interminable, y solo dejaba sufrimiento. El seguir vivo, resultaba ser bastante caro, demasiado difícil en todo sentido. Pero a pesar de todo, querían seguir teniendo esa pequeña fe  en Washington. Suponían que si Eugene, el supuesto científico, creía que ahí podía haber una salvación, era por algo, ya que a pesar de lo inútil que pudiera parecer, era inteligente.

Guiándose por la carretera, todo el grupo de más de diez personas, siendo liderado por Rick, caminaban y caminaban, bajo el sol. Detrás de ellos, venían siguiéndolos lentamente una masa de “caminantes”, como solían llamarles. Pero ya estaban tan agotados, y no se habían llevado un bocado a la boca, desde hace día y medio, que lo ignoran. Aparte Rick les pidió que no gastaran energías, de no ser necesario. Tener a todos esos muertos vivientes amenazando tras ellos, era muy incómodo, porque ya no les provocaban temor. Se estaban acostumbrando, tuvieron que matar a miles de ellos para llegar hasta ahí con vida. Y no solo caminantes, también personas,  vivos, pero peligrosos, incluso más que los muertos. La humanidad se había perdido, pero ellos no querían aceptarlo, no querían estar muertos, para convertirse en una de esas cosas, es por eso que, defenderían su vida a toda costa.

Eran, el líder y el hombre de la ballesta, quienes iban a la cabeza del grupo, por si se presentaba algún enfrentamiento, serían los primeros en responder.


—Ya han pasado casi dos semanas desde Atlanta. —Rick, mira a Daryl a su lado—


No obtuvo palabras de Daryl, ni siquiera una mirada. Todos estaban sudados, sucios, y sus piernas apenas respondían para seguir andando.


—Sé que perdiste algo muy importante ahí. —refiriéndose a su novia Beth, asesinada.


Como si no hubiera escuchado, lo que dijo el líder, siguió adelante, con la vista al frente. Sonó el lloriqueo del bebé de Rick; Judith. Pequeña que lloraba en brazos de una jovencita, novia de su hijo; Jade. Una rubia que hacía lo que podía para calmarla, ya que su llanto podía atraer a caminantes. Rick y Daryl echan un vistazo hacía dónde Jade arrullaba a la bebé, pasándola después a los brazos de Carl.

—Tiene hambre. —dice Daryl con el ceño arrugado por el sol.
—Está bien, estará bien. —asiente con su cabeza Rick, bajando su mirada.
—Necesitamos comida y agua. —levanta su vista al cielo analizando el movimiento y aspecto de las nubes— En unas horas lloverá.
—Sí, eso parece. Buscaremos un asentamiento alto, en donde podamos refugiarnos.
—Sí.


A ellos se acercó Carol, con sus brazos cruzados.

—Rick, si no comemos algo o tomamos un poco de agua, desfalleceremos.
—Lo sé.
—Iré a buscar algo que cazar. —avisa Daryl ajustándose su ballesta que siempre lleva a su espalda.
—Muy bien, pero no tardes. —hace un alto, y todo el grupo al notar esto se detiene.
—Yo iré contigo. —se ofrece Carol.
—No. —responde en seco Daryl, yéndose enseguida.

Se adentró solo al bosque.


Por alguna parte del bosque una pareja de sobrevivientes se defendía de cinco caminantes.
Meg Ackerman, una joven maestra en Taekwondo, hacía gala de sus habilidades, dando giros con patadas a los zombis, clavándoles en la sien el cuchillo que amarró a sus botas hunter, y que sobresalía de su talón, con empujones los apartaba, y a patadas fuertes y precisas, les volaba la cabeza, o les rompía el cuello. Cuando caían al piso, aplastaba su cráneo podrido con su bota. En su blusón, que solía ser blanco —pero a causa de las peleas y los días sin poder lavarse bien, estaba muy sucio— puede verse el rastro de la podredumbre que le dejó ese grupo de caminantes con los que había acabado. Se tambaleaba por el cansancio y la sostuvo su novio; Owen Macgrain, era delgado, de tez blanca como ella, usaba lentes por necesidad visual, un pantalón caqui y una camisa azul, algo rota y sucia.

—Te estás exigiendo demasiado, y también te expones demasiado. —le dice a regañadientes, Owen.
—Tenía que matarlos, y lo sabes. —hace un esfuerzo por ponerse en pie por si sola.
—Sabes que no me gusta que te expongas así, te pueden morder. Hemos visto lo que pasa cuando sucede eso.
—Huir, no siempre es la mejor opción, pueden venir más, y más. ¿Y luego que harás? —lo mira de perfil.
—Lo que hice con uno de ellos, que no habías visto detrás de ti. —le enseña esa manopla con navaja incluida que había encontrado. La navaja esta manchada de sangre podrida.
—¿Mataste uno? —sonríe.
—Sí.
—Bien hecho, así debe ser.
—Pero porque fue necesario. —se posiciona frente a ella para verla directamente a los ojos— Sabes que no quiero que te pase nada.
—Owen…
—En serio.

El joven observaba el morral de cuero que él llevaba cargando.

—Eh, tenemos suficiente comida y agua. Podemos buscar un refugio, pasar la noche ahí. —toma sus manos— Y otros días, sin tener que vagar, solo así, por el bosque. Sabes que están en todos lados.
—Cuando se nos terminen las provisiones, tendremos que salir de todos modos.
—Entonces lo haremos, pero mientras tanto. ¿No lo entiendes? Hay que evitarlo. Tenemos que descansar. —acaricia su mejilla y une sus labios con los de ella suavemente.

Con su mano tocaba su cabello negro, con un flojo trenzado hacia un lado. Meg lentamente lo rodeaba con sus brazos. Se escuchó un gruñido.
Un come-carne estaba cerca, o quizá eran más. Salieron corriendo tomados de las manos.
Todo este tiempo, habían estado solos, preferían tenerse el uno al otro, protegerse mutuamente. Meg era quien mataba más caminantes, y Owen se preocupaba más por tener siempre recursos, y un refugio. Lo segundo era más difícil. Formaban un buen equipo, juntos. Cada que les tocaba ver como alguien necesitaba ayuda, lo dejaban pasar, los grupos de sobrevivientes o campamentos no llamaban su atención.
Como si hubieran sido escuchados por los dioses, sus ojos divisaron un pequeño granero no muy lejos de dónde estaban. Sin pensarlo mucho, dieron marcha hacía allí, se acogerían dentro de ese sitio, era perfecto para pasar la noche también, ya se habían cansado de tener que acampar. Apenas hace poco su coche había sido su cama  también, pero al quedarse sin gasolina, era inservible, los zombis los obligaron a moverse.
Entraron y estaba vacío, sin personas ocupándolo, al menos no vivas, pudieron ver un par de cadáveres de los antiguos dueños que se suicidaron. Meg limpio lo más que pudo, aunque no fue la gran cosa, de su mochila sacó las cobijas y lámparas, todo lo necesario, para ponerse cómodos en un rincón de ese granero. Un olor pestilente, revuelto de muerto, excremento y humedad, se impregnó en sus narices, pero no había nada mejor que un techo y paredes.
El cielo empezó a nublarse, aunque la luz de día estaba presente, no era suficiente para alumbrar el interior del oscuro granero. Meg se sentó recargada a la pared y cerro sus ojos, intentando relajarse. Owen también se puso cómodo cerca de ella y por su parte, continuaba leyendo su libro favorito, que había conservado, mientras comía algo de una lata. Una lámpara de aceite los iluminaba. Poco a poco la cabeza de su novia se posó en su hombro, su cercanía lo desconcentró.

—Extraño un buen baño, con agua caliente. —comenta el chico cerrando el libro.
—Yo extraño todo.
—Al menos tengo la fortuna de no extrañarte a ti.
—Pronto esto terminará, o encontraremos una salida. —toma su mano.
—Eso espero. Por ahora, deberías comer algo, no haz comido en todo un día.

Owen quería levantarse para ir por comida a su morral. La mano de Meg no lo dejó ir, y se acercó para besarlo con pasión. Fundiéndose sus cuerpos, y recostándose en el suelo de madera. Apagaron la lámpara.
La luz, y el ruido, atraen a los muertos vivientes. Lo que deben evitar en lo absoluto. Se relajaron hasta el punto de quedarse dormidos. No era hora de dormir, pero hace días que no podían conciliar el sueño, por estarse cuidando. Estaban tan cansados, y relajados. El sentirse acobijados bajo un techo, era tan cálido y envolvente…, que cayeron rendidos al sueño.


Daryl tenía más de hora y media buscando algún animal para cazar, sin embargo, no hallaba nada vivo. Sus tripas reclamaban comida, y seguramente las de los demás están igual, o peor. Se rindió, no hay nada. Se sentó bajo un árbol, para descansar, y pudo ver como el cielo empezó a oscurecer, y el olor a humedad invadió el aire. No tardaría mucho en llover, y el grupo no tenía dónde refugiarse. Cada vez todo se ponía peor.
Suspiró  viendo que su única compañía, en ese íntimo momento consigo mismo, era su ballesta. No puede dejar de recordar como su novia Beth fue asesinada. Un proyectil de bala atravesó su cráneo fluyendo su sangre, cayendo su cuerpo sin vida. Sangre… la sangre de su amada derramándose en el suelo. No se lo merecía.
Esa imagen permanecía en su mente, y experimentó un profundo dolor que le estrujaba con violencia su pecho, retorciéndole su corazón, no pudo evitar dejar salir sus lágrimas, en un gesto que rara, muy rara vez se veía en su rostro, un gesto de sufrimiento. Con sus manos se limpió sus lágrimas, pero no podía dejar de llorar. Estaba destrozado, y aunque seguía en ese grupo, se sentía…solo.


En la carretera todos estaban sentados, esperaban a Daryl. Sus caras reflejaban lo exhaustos y desgastados que estaban, sin energía, sin ganas de nada. Maggie seguía muy afectada por la pérdida de su hermana Beth, y ni siquiera su novio Glenn, le podía consolar. Sasha seguía furiosa, por la muerte de su novio. Todos en algún momento, perdían a alguien.
Rick de pie con su hijo Carl, no podía dejar de mirar por dónde había entrado Daryl al bosque. Perdía la paciencia.
Empezó a soplar un viento fuerte y húmedo. Justo como predijo Daryl; llovería.

—Ya tardó mucho. —dice Rick algo inquieto.
—Volverá. Él es fuerte. —Carl clava su vista en la misma dirección.
—Rick, Daryl no ha regresado. —Carol lleva sus pasos a ellos— ¿Qué tal si le pasó algo? ¿O está en problemas? Deberíamos ir a buscarlo.

Michonne alcanzó a escuchar sus voces, e hizo presencia.

—Ustedes pueden ir, yo me encargaré de mantener aquí todo en orden.

Rick observó a Michonne con aprobación, sabía que podía confiar en ella.

—Sí. —asiente con su cabeza— Está bien.
—Vamos… —se adelanta Carol.
—No Carol —toca su brazo el líder— te necesito aquí, para que ayudes a Michonne, y cuides de Judith y Jade. 


Carol sin decir nada, solo volvió con los demás. Y Carl siguió a su padre.


Fue hasta que retumbó la puerta al abrirse de golpe, seguido de una corriente de aire, lo que despertó a la pareja en aquel granero. Un montón de caminantes habían invadido su refugio, y venían rápido contra ellos, estiraban sus brazos queriéndolos alcanzar para comerlos vivos. Se apresuraron en recoger sus pertenencias y levantarse del suelo. Esos zombis les estaban saturando mucho espacio, bloqueándoles las salidas más fáciles.

—¡Vete Owen, yo me encargaré de ellos! —le da un empujón—
—¡¿Estás loca?! ¡Son demasiados! Y no pienso dejarte.


Meg no perdía de vista como venían los caminantes, aunque lentos, casi los alcanzan. Owen detectó con sus ojos unas escaleras que llevaban a una parte superior del granero. Pero ya habían unos cuantos caminantes cubriéndola.

—¡Rápido por ahí! —grita Owen dándole un tirón a Meg de su manga.

El joven se vio obligado a emplear su manopla con navaja para perforar la cabeza de dos de los come-carne. En tanto Meg a patadas destrozó las podridas cabezas de otros, quedándose concentrada en matar a unos cuantos más. Owen se percató que se estaban reuniendo todos lo zombis siendo atraídos por el ruido de los golpes que ejecutaba su novia, y se estaban retrasando, tenían que subir, ya.

—¡Déjalos! ¡Vámonos, rápido!

La empujó a la escalera indicándole que ascendiera de una vez, pasándole su morral de cuero, y Meg aventó primero el morral, luego su mochila, para estar más ligera y subir rápido, veía que Owen venía seguido de ella, y varios muertos llegaron a sus pies, sujetándolo con fuerza. No lo dejaban avanzar.


—¡Owen!

Meg palideció en solo ver que estaba en peligro. Y con sus manos lo agarró de sus brazos tirando hacía arriba. Pero no sería suficiente, eran más y más los zombis, que atenían a Owen de sus piernas, e intentaban morderlo, pero el sacudía sus pies con desesperación, tratando de evitarlo, se dejó sostener de un solo brazo, mientras con el otro, empuña su manopla con navaja, queriendo cortar los brazos que lo retienen, en tanto su novia seguía aplicando todas sus fuerzas en traerlo arriba con ella, queriendo arrebatárselo a esos come-carne.

Aahh… se extendió un grito desgarrador. Lo habían mordido, una, dos, tres, cuatro veces. Le estaban devorando sus piernas. Meg cerró sus ojos sofocando su llanto, para enfocarse en jalar con más fuerza. Hasta que atrajo por completo a su novio, cuyas piernas se desangraban, estaban destrozadas. Lo veía incapacitado, y no se permitiría abandonarlo, por lo tanto se las empeñó en llevar su mochila y el morral de un lado, más aparte del otro sostenía el peso de Owen, que al estarse desangrando y tremendamente infectado, se ha mareado y no responde.

—Estarás bien, estarás bien. —ella misma trataba de convencerse.


Se alejó de la escalera, casi arrastrándose por todo el peso que cargaba, pero no se rendiría, los caminantes estaban subiendo también. La chica, temblaba y con sus ojos arrasados en lágrimas, siguió adelante, buscando con su mirada algo borrosa por su lloriqueo, una salida. Pero no halló ventanas, ni por dónde escabullirse. Apartándose lo más que pudo de esos muertos vivientes, no le quedó más que intentar una locura; de una fuerte patada cargada de toda su furia, rompió la pared de madera, pero no fue suficiente, y debía darse prisa, los caminantes ya venían, estaban muy cerca. Dio otra patada, y otra más de modo de abrir un agujero con el espacio necesario. Consiguiéndolo, se impulsa para aventarse desde ahí, usando las mochilas a su espalda para amortiguar su caída, y abrazó a Owen dejándolo sobre ella, para no lastimarlo tanto.
Con un soportable dolor en su cuerpo por el impacto, quedó ahí un momento, tratando de recuperarse, escuchando muy lejos los sonidos guturales de los zombis, y empapándose con la lluvia que estaba presente. Con esfuerzo se movió haciendo el cuerpo de Owen a un lado, agradeciendo que los caminantes fueran descerebrados y no puedan salir por el hueco que dejó en la pared, estaban como atorados ahí.


En su camino en busca de Daryl. Rick y Carl, habían tenido que enfrentarse a unos cuantos muertos, sus armas de fuego, les facilitaban el trabajo, pero debían moverse rápido, el ruido de los disparos atraían a más.  La oscuridad del bosque, la despejaban con una linterna de mano que traía Carl. La cortina de lluvia ante sus ojos, y en todo su alrededor, no les ayudaba a buscar bien. El lodo bajo sus pies era resbaladizo, tenían que fijarse bien por dónde pisaban y tener precaución. Pero Rick, como buen líder no abandonaría a Daryl.

—¿Y si ya volvió con los demás?

Interrogó su hijo con un rostro serio, y sin bajar la guardia, mientras caminaba por entre los árboles, abriéndose paso entre la maleza, junto con él.

—No lo sé. Hagamos esto; si no lo encontramos en unos minutos más, regresamos. —apuntaba con su pistola a todas las direcciones dónde miraba.
—¡Daryl! —exclama Carl siendo imprudente.
—Carl.
—Tal vez nos escuche.
—Sí, y tal vez los caminantes también nos escuchen. —viéndolo con desaprobación.

Sin inmutarse Carl siguió adelante, hasta se colocó frente a su padre, demostrándole que no tenía miedo, y que él podía arreglárselas solo. Escucharon unos pasos rápidos detrás de ellos. Se dieron la vuelta apuntando con sus armas, estando listos para disparar. Si bien, los pasos rápidos no eran indicadores de los lentos caminantes, podía ser algún vivo que les ocasionará problemas, como anteriormente. Ya no confiarían en nadie.
De entre la oscuridad sale Jade, la chica rubia de dulce rostro, ahora empapada por la lluvia, y cargaba su escopeta.

—Carl, Rick, que bueno que los encontré. —sonriente.
—¿Jade que haces aquí? —pregunta Rick con el ceño fruncido.
—Quería ayudarles. Menos mal que escuche la voz de Carl, gritar “Daryl”

Jade riendo fue hacía Carl y lo abrazó, el chico correspondía y esbozó una pequeña sonrisa.

—Que bien que sirvió de algo. No te separes de mí.
—Carl. —lo llama molesto su padre.
—Ni creas que le voy a pedir que regrese sola, además seguimos buscando a Daryl, si nos vamos no hay vuelta atrás. —tomando la mano de su novia la conduce hacia adelante para que vaya junto con él haciendo guardia.


Daryl estaba a punto de regresar a la carretera, el cielo seguía llorando por él.  Entonces un grito de una mujer muy cerca entró a sus oídos como un taladro. No acostumbraba ser un salvador, pero tampoco podía pasarlo como desapercibido. Se dirigió hacia dónde escuchó que venía el grito, y vislumbró un pequeño granero, que por el ruido podía estar seguro que estaba repleto de caminantes. Los que también habían oído a la chica gritar, y salieron por la puerta siendo atraídos a dónde una joven mujer berreaba en el fango, con una manopla-navaja en su mano, y un hombre convertido, que supone ha tenido que asesinar para no ser mordida.

—No, no, no… —con su mano temblorosa acaricia el rostro pálido de un Owen convertido y muerto.


Esa escena, le recordó a él mismo, con su novia Beth en brazos, y rompiendo en llanto. Se siente identificado, puede comprender el dolor que la envuelve en ese momento. Pero los caminantes no daban tiempo ni de llorar. Caminaban hacía ella…, y Daryl sintió que debía hacer algo. Puso su ballesta en manos y le disparó a uno, dos, tres zombis, mientras se aproximaba a la chica.

—Eh tú, tienes que irte. —hace guardia viendo como venían más caminantes desde el interior del granero.

Meg parecía no poder escucharlo, estaba tan hundida en su sufrimiento, tan perdida en el dolor.

—Owen... Owen tenías razón, perdóname… —abraza el cadáver de su novio.

Las piernas ensangrentadas y mordidas de Owen llamaron la atención de Daryl. Luego volvió su vista a los enemigos, disparándole a otro par.

—¿Qué estás haciendo? Vete. —le dice Daryl.
—No, no pienso dejarlo aquí.
—Está muerto.
—Eso lo sé. —con voz quebrantada.
—Mierda…

Daryl cargó a su espalda el cuerpo de Owen y la sujetó del brazo obligándola a pararse.

—Vámonos.

Meg se llevó rápido su cargamento y huyó con el hombre desconocido, por su vida, y por Owen.

El suave sonido de la lluvia que empezaba a calmarse es lo único que escucharon los tres buscadores en el bosque. No han tenido éxito, y no querían gastar más munición.

—Hasta aquí. —Indica Rick, y con una seña hace que dejen de andar— No podemos ir tan lejos, y no creo que Daryl haya ido muy lejos.
—¿Entonces volvemos? —cuestiona la rubia exprimiendo su cabello mojado con sus manos, dejando su escopeta colgando.
—Será lo mejor. —dice Carl, girando en sus talones, y dando el primer paso para retornar.
—Sí… es lo mejor. —asiente Rick.
—Daryl es muy bueno, no creo que la esté pasando mal, él puede cuidarse solo. —comenta Jade para calmar a Rick, yendo a un lado de Carl.



Al volver a la carretera, el resto del grupo seguía ahí, se tuvieron que defender de muchos caminantes que amenazaron con morderlos. Y estaban perdiendo la paciencia. La lluvia había cesado, la noche los abrazaba, y el viento les enfriaba su piel y ropa mojada. Les informan que Daryl no regresó aún, lo que preocupó a Rick al grado de pensar lo peor. Es Michonne la que hace el intento de tranquilizarlo.

—Ya volverá, y estará bien. Podemos seguir esperándolo aquí.
—Creí dejarle claro que no tardara. —resopla y con sus manos en la cadera clava su vista en el suelo— No podemos pasar la noche en medio de la carretera.
—De todos modos tenemos que descansar, o pasar la noche en alguna parte. —espera para verlo a los ojos— Estamos muy desgastados, apenas tenemos energía para seguir en pie. No podemos seguir caminando, y tampoco podemos arriesgarnos a entrar en el bosque a seguir buscándolo, eso ya lo hicieron tú y Carl.
—¿Dónde rayos está?
—Donde quiera que esté. No creo que Daryl nos haya dejado, para ir por su cuenta. Solo ten paciencia.
—Daryl volverá yo lo sé. —tercea Carol, cruzada de brazos— Solo tenemos que esperarlo, no podemos irnos sin él.
—No, no nos iremos sin él. Lo necesitamos. —le mira con cansancio Rick.

Maggie, Glenn, Abraham, Rosita, Sasha, y los demás, no tenían energía, como para reclamar u opinar algo. Por lo visto, no morirían mordidos, ni asesinados, están más cerca a morir de hambre.

Había hecho lo posible para convencerla en unirse al grupo, quería llevarla con él de vuelta, pero Meg estaba como en shock, no respondía, no hablaba, no lo miraba. Perdió al ser que desde el inicio la acompañó, al ser que amaba, al ser… que murió por su culpa. No debió patear las cabezas de esos zombis, solo debió correr hacía la escalera, no debió haberlos atraído más. Owen se sacrificó por ella, y ni todas las lágrimas que pudiera llorar en su vida, llenarían ese vacío. Siente que lo perdió todo.
El hombre de la ballesta, encontró un espacio entre los árboles, si bien, no era un lugar seguro, tenían que asentarse en alguna parte para pasar la noche y no había mejor opción. Meg no quería alejarse del cadáver de Owen, mirando su rostro apagado en el sueño eterno, acariciaba su cabello, y le ajustaba sus lentes, con los ojos repletos de lágrimas que nunca saldrían.
Daryl entendía lo lastimada que estaba. Por eso no quería dejarla sola, se sentiría culpable, porque aunque aparentaba ser rudo, frio, cruel, tenía corazón. Seguía siendo un humano, y al menos el, no quería perder esa esencia.
Con un ambiente helado tras la lluvia, Daryl trajo algunas ramas de árboles, las secó lo más que pudo, y siendo un experto, creó fuego, aunque le haya costado. Necesitaba calor, y ella también, pero no se acercaba seguía hundida en el dolor, viendo a su amado muerto, como no queriendo aceptar su muerte, no queriendo despedirse, o deseando inútilmente que abriera los ojos para decirle adiós. Prefirió no molestarla. Pero se atrevió a hurgar en el morral de cuero, que estaba pesado, y como lo suponía lleno de latas de comida, algunos duraznos,  frutillas y agua. En la mochila grande, había cobijas, una lámpara, más comida, entre otras cosas. Sí que andaban bien cargados. Cogió una lata y la abrió con un cuchillo que cargaba, con sus dedos empezó a comer con ansias, desesperado por mitigar su hambruna. Arrojó la lata vacía lejos, y miró un momento el fuego, sabía que la luz atrae a los caminantes, tenía que apagarla.

—Oye, acércate al fuego. ¿No tienes frío?.

Tenía el conocimiento, que, el hablarle es inútil ella nunca le responde. Pero al menos lo intentó. Sabe bien que lo escucha.

—Como quieras.

Se cruzó de brazos y cerró los ojos unos segundos, para luego abrirlos. No podía dormir, tenía que cuidarse de algún caminante que se acercara. Apagó el fuego echándole barro con sus botas, y volvió a su lugar.
Los primeros rayos de sol brillaron, y traspasaron las ramas de los árboles, haciendo que Daryl abriera sus ojos con un sobresalto. Sin darse cuenta quedó plácidamente dormido, pero por fortuna, no sentía dolor alguno, lo que significa que no fue mordido, ni paso nada. Estaba acostado en la tierra, y tomó un respiro, apoyando su cabeza en el suelo. Cuando cayó en la cuenta que un delgado brazo estaba sobre su pecho como abrazándolo. Y una respiración suave cerca de su oído. La chica estaba dormida a su lado, y de inmediato se retiró, levantándose y sacudiéndose las hojas y el fango seco, se estiró mientras revisaba el terreno, sin encontrar el cuerpo del chico cerca. Restándole importancia, se giró para cargar su ballesta y al voltear, el rostro de la chica lo asaltó.

—Gracias.


Daryl sin inmutarse, asiente, y sonríe, pero parece más una mueca que una sonrisa.

—Tengo que irme. —dice Daryl.
—Yo iré contigo. ¿Estamos juntos ahora no?.
—Sí. —casi en un susurro— Vamos.

Le ayudó a cargar la mochila más grande, y ella se llevó el morral de cuero. En el camino se cruzaron con un caminante, antes de que Daryl pudiera dispararle, Meg había corrido y de una patada le rompió la cabeza. Podría ser una buena compañera en el grupo, y de mucha ayuda, aún sin usar armas ha sobrevivido, solo con sus técnicas de combate. Que sin duda son silenciosas. Meg aprovechó ese tiempo rumbo a la carretera para presentarse, y charlar un poco con el hombre que le había ayudado. También le dijo, que ella misma había sepultado muy temprano el cuerpo de Owen.

Se encontraron con el grupo. Poco a poco todos notaron la presencia de Daryl, y se fueron poniendo en pie, mas no se veían felices de verlo de regreso, ya que traía consigo una acompañante desconocida, y los desconocidos nunca serían de fiar. Rick, Carl, Carol, Jade, Maggie, Glenn, fueron los primeros que alzaron  sus armas, directo a la chica.

—¿Qué hacen? Es inofensiva. —les dice Daryl, yendo hacía ellos.

Meg se detuvo viéndolos con temor.

—¿La conoces? —pregunta Rick desconfiado.
—La conocí, le ayude a escapar de un grupo de esas cosas. Perdió a su novio, déjenla en paz. —arroja la mochila en el pavimento— Trae la suficiente comida para alimentarnos a todos el día de hoy, y agua. Dije que iría a buscar comida. —le lanza una mirada despectiva a Rick.

Nadie bajó la guardia, seguían apuntándole.

—¡No podemos confiar en ella Rick! —levanta la voz Carol—
—Traigo comida. —les avienta su morral de cuero— Pueden tomarla, toda, les juro que haré lo que sea por quedarme. No voy a hacerles daño. Estoy sola, no me dejen sola por favor. —da un paso adelante— Si Owen siguiera conmigo, no los molestaría. Pero… —queda cabizbaja.
—Ya basta con esa mierda de la desconfianza. —le da una palmada Daryl a Rick.

El líder baja su pistola, y los demás hacen lo mismo, a excepción de Carol.

—No podemos aceptar esa comida Rick. —lo mira de reojo, la señora.
—Lo sé.
—¿Creen que tiene veneno o algo así? Son latas, y están selladas, por Dios. —dice en su defensa Meg.
—Yo comí una anoche. —trata de apoyarla Daryl.

Rick, veía a los ojos a Daryl, negó con su cabeza, para él era inaceptable un desconocido más.
Meg fue por su morral, sin importarle que la señora no dejara de apuntarle con su cañón. Tomó una de las latas, la abrió con la navaja de la manopla de Owen lo más rápido que pudo, y probó un poco, demostrándoles que la comida no tiene nada malo.
Todos la contemplaron, sin hacer ni decir nada. Rick avanzó hacia ella, y le quitó su morral.

—Bien, gracias por la comida. Pero puedes irte. —le da la espalda volviendo con su grupo.


Daryl lo encaro algo molesto.

—Oye viejo, no puedes robarle su comida y hacer que se largue así nada más.
—No pienso discutir contigo Daryl. No la conozco, y todos necesitamos comer para recuperar energía y seguir en camino a Washington.
—Bueno, entonces sigan su camino, no cuenten conmigo. —pasa de su hombro para ir con Meg.
—¡Daryl!

Él hizo caso omiso a su llamado, y siguió caminando hasta llegar con Meg, a quien tocó de su espalda pidiéndole que avance. No le parecía nada justo, y mucho menos humano lo que estaba haciendo Rick.
Carol queriendo seguir a Daryl, es Michonne quien la detiene.

—Déjalo ir.
—No podemos dejarlo ir. —va hacia Rick— Rick, no podemos dejarlo ir.
—El quiso irse Carol, es su decisión, no puedo hacer nada.
—Pues yo no me iré sin él. —se echa a correr introduciéndose en el bosque.

Nadie hizo algo por detener a la necia de Carol. Rick se frotó sus ojos con sus dedos y respiró profundamente, estresado.

—Ahora son dos menos. —dice Carl a un lado de su padre, muy tranquilo, comiendo de una lata— Tienes que hacer algo.

Rick observa que su hijo está algo despreocupado.

—Tenían pudín. —asiente medio sonriendo, y sigue comiendo.



Meg y Daryl seguían una vereda muy angosta y es la chica quien se paró en seco. Ella no quería volver a caer en lo mismo. Andar sobreviviendo junto a un hombre, solo dos personas, no era seguro, si Daryl ha sobrevivido, si toda esa gente del grupo sobrevivió es porque entre más sean es mejor. No creía que lo mejor fuera aventurarse solos.

—Tenemos que volver. —se gira a ver el rostro de su acompañante.
—¿Estás loca? ¿No lo viste? Te han rechazado.
—Sí pero, hay que convencerlos de algún modo.

La joven intenta explicarle las razones por las cuales, no cree que sea buena idea ir solos.

—Rick  no te aceptará. —continua caminando.
—¡Pero hay que hacer algo! —lo sigue—
—Olvídalo. —se detiene solo para fulminarla con su mirada.
—Oye…
—¡Cállate! ¡Puedo dejarte sola en este momento si quiero! —se exaspera poniéndose ante ella— ¡¿Y qué vas a hacer?! ¡eh!
—Daryl, no grites, los caminantes…
—A la mierda con ellos.

La visión de un grupo de muertos vivientes avanzando hacia ellos los hizo pausar sus pasos.
Daryl tenía que ahorrar flechas, así que se desvió para evadirlos, y Meg fue tras él.
Carol alcanzó a verlos de lejos, y aunque se haya apresurado no llegó a dónde ellos, y el grupo de caminantes se le cruzó en su camino. Empuñó su cuchillo para matar a unos cuantos y así poder escapar, queriendo seguirles el paso, pero les pierde la pista. Se quedó ahí parada en medio del bosque, viendo a todas partes, jadeante por correr. Tenía que encontrar a Daryl.


En la carretera, todos estaban comiendo de las latas sin importar cual fuera su contenido. Jade le daba un poco de puré de fruta que encontró en la mochila grande a la pequeña Judith, Carl ya había secado bien su sombrero en el sol así que se lo puso de vuelta. El hambre pasó, pero la preocupación por perder a dos de ellos, los carcomía, más aún al líder.
Michonne y Rick sentados en el pavimento, con todo el grupo reunido, formando un círculo, discutían sobre Carol, y Daryl.

—¿Qué le sucede a Daryl? ¿Por qué de repente se preocupa tanto por una desconocida? —cuestiona Glenn.
—No lo sé. —contesta Rick— Pero no vamos a ir a buscarlos en grupos, no quiero que nos separemos, ya no. Tenemos que estar juntos. —pasa su mirada viendo todas esas caras conocidas— Los esperaremos solo el día de hoy, tal vez también toda la noche, si no vuelven con nosotros, tendremos que seguir adelante sin ellos.
—¿Todo un día y noche? ¿Vamos a quedarnos aquí en la nada? —pregunta disgustada Rosita, atrayendo la mirada de todos.
—Sí, son parte de nosotros, no podemos irnos sin ellos. —contesta el líder—Si tenemos que esperarlos, lo haremos ¿Está bien?. Sé que vendrán.
—¿Por qué no aceptaste a la chica? —le pregunta el padre Gabriel, que aunque inseguro se ha atrevido a hablar—

Todos sin excepción voltearon a verlo, miradas que resultaban intimidantes para el señor, y bajó su vista.

—So-solo digo que, de haber sido así —con voz temblorosa, levanta su mirada posándola en Rick—tal vez no tendríamos que esperar, estaríamos de camino a Washington.

Rick por más que busca las palabras adecuadas en su mente para explicarle, no las encuentra, y prefiere callar, desviando su mirada.





Un flechazo atravesó un conejo. Daryl lo recogió y enganchó a su cinturón junto a una ardilla. Tuvo la suerte de encontrar que cazar, ahora tenían comida.
Meg lo esperaba a orilla de un arroyo con los pies descalzos dentro del agua, en dónde se reflejaba su rostro, que había lavado para borrar el rastro de lágrimas, sudor, mugre. Oyó las pisadas fuertes de su acompañante y sonríe leve, volteando atrás.

—Volviste. Creí que me abandonarías.
—No pensaba encontrarme con estos silvestres. —los desengancha y se los muestra.

Meg jamás había visto algo igual. Y puede suponer que pretende convertirlo en su comida, lo que le causa gracia, y emite una carcajada.

—Nunca he comido un conejo o una ardilla, pero entiendo que en estas condiciones, eso no tiene importa.

Mientras habla, Daryl se apresura en despellejarlos ahí mismo con sus manos.

—Eres hábil con eso. Sin duda un buen cazador—lo adula— ¿Puedo ayudarte?
—No.

Meg se puso en pie acercándose más a él, cruzando sus brazos, se encoge de hombros un segundo.

—Oye… ¿También perdiste a alguien importante para ti no?

No obtuvo respuesta. Él seguía atento en su trabajo de despellejar.

—¿Fue alguien que amabas? Solo, estoy suponiendo, en este mundo, es fácil perder a alguien, incluso perder tu propia vida.
—Lo es. —la mira un momento—

Dejó ahí cerca el conejo y ardilla sin pellejo, y listos para cocinar. Se detuvo para fijarse en sus ojos.

—¿Trajiste leña para el fuego?
—Ah, cierto, lo olvide, ahora mismo voy… —se gira, y una mano se engancha en su brazo.
—No. Quédate aquí, iré yo. —la hace a un lado y da marcha con su ballesta en sus manos.
—Daryl…

Su voz llamándolo lo hizo parar sus pasos, cuando de pronto sintió que lo abrazaba por la espalda. Su corazón dio un brinco. Esa sensación… es igual a la de aquella vez, cuando empezó a sentir algo por Beth, ella había hecho lo mismo, lo abrazó por su espalda, y no lo soltó en un rato, justo como hace Meg. Como si se tratara de su reencarnación. Aturdido, quedó ahí sin moverse, el recordar a Beth con la presencia de Meg; es tan nostálgico, que sus ojos lagrimean sin que lo pudiera controlar. Pero esta vez, no se quedaría con las ganas que reprimió en aquella ocasión, no cometería el mismo error, aunque no fuera Beth, era el mismo sentimiento. Se dio vuelta, para envolverla entre sus fuertes brazos, casi estrujándola, y cerrando sus parpados, hundió su frente en el cuello de la chica. Meg abrió mucho sus ojos, y tocaba su espalda, su corazón golpeaba con rudeza su pecho, desatando un sentir inexplicable.



Después de un rato, Carol es capaz de divisar a la chica que se había ido con Daryl cerca de un arroyo y completamente sola, la joven se ponía sus botas hunter, y en su bota del pie derecho, podía ver como sobresalía del talón un acero afilado. Al no encontrar a Daryl junto a ella, arrugó su entrecejo y avanzó más rápido.

—¿Dónde está Daryl?

Meg se levantó del suelo y le sonrió.

—¡Señora! ¿Usted es parte de ese grupo verdad? ¿Todavía no se van? —da un paso más adelante— Usted podría ayudarme a entrar. Por fa…
—Dije ¡¿Dónde está?! —levanta su escopeta contra ella— ¿Qué le has hecho?
—Nada. —cambia su tono de voz, y la expresión de su rostro— No le he hecho nada. Él está…
—No te creo. —casi gritando.

Meg soltó una risa que no pudo contener y se llevó su mano a la frente. No podía creer cuan desconfiada era esa gente. ¿Acaso así eran todos ya? Nunca se había relacionado con alguien más que con Owen desde que comenzó todo el desastre. Aunque solamente Daryl, parecía ser distinto.

—¿De qué te ríes? ¡Voy a matarte!
—Te haz de sentir muy poderosa, portando un arma bien cargada ¿no? —levanta sus manos—¡Mírame! Yo no tengo armas como tú. Yo no tengo un grupo. Y aun así sigo aquí. Y aun así, puedo defenderme. ¿En serio crees que yo puedo ser capaz de hacerle algo a Daryl? Después de que me ayudó. Aparte, él tiene una ballesta. Ustedes andan bien armados. Yo no podría…
—¿Cómo sé si realmente estás sola?
—Lo estoy.

Se acercaba el sonido de unos gruñidos,  seis caminantes que salieron de entre los árboles. Carol, actuó rápido y con su escopeta les disparó, tardando en darles en la cabeza, desperdiciando munición sin querer. Estando todos los zombis en el suelo, Carol trató de cargar su escopeta, pero se percató que se ha quedado sin carga. Cambió su escopeta por su cuchillo de mano.

—Ahora estamos igual. —dice Carol, abalanzándose a ella con el cuchillo en alto.


Meg esperó a que estuviera cerca para con su mano desviar su brazo con el cuchillo, y hundió su rodilla de golpe en las costillas, haciendo que se encorvara, y tardara un momento en reponerse.

—¿Qué intentas hacer? ¿Estás loca? —arqueando su ceja, la joven la observa— ¿Quieres matarme?
—Sí… —respira agitada y se endereza para voltear a verla— Veo que sabes pelear ¿no? ¿Has matado a alguien?
—¿Qué?
—Dije ¿Qué si has matado a alguien? —vocifera.
—Claro que no, eso es algo…, inhumano. ¿Por qué mataría a alguien?
—Yo sí. A tres personas.

La señora volvió a intentar herirla, pero su ataque es esquivado, con sus brazos Meg la empujó, y con un giro golpeó su costado con su pie, tan fuerte que la derrumbó a la tierra. Viéndola ahí con el peso de su cuerpo, y luchando con la oposición de Carol, la sometió.

—¿Por qué Daryl te siguió? —gruñe Carol.
—No lo sé. —arrugando el ceño, encima de ella.
—Ni si quiera lo conoces. Él debería querer estar conmigo ¡No contigo!
—¿Así que por eso actúas así? ¿Estás loca de amor y por eso quieres matarme?

Sin responder, sujetó bien su cuchillo y lo llevó a la cabeza de Meg, quien atrapó la muñeca de Carol evitando su intención, y la agarró del cuello de su blusa para levantarla del suelo, Carol con tremendo esfuerzo, la apartó de ella, y trató de apuñalarla pero la chica se hizo hacia atrás y la señora solo consiguió cortarle su hombro por el que comenzó a sangrar, seguido de un quejido de dolor, no tenía tiempo para distraerse con el daño que le había hecho. La mujer con un semblante arrasado en rabia vuelve a querer apuñalarle. Meg sujetó su muñeca y torció su brazo, Carol apretó sus dientes soportando el dolor y, por mera defensa, la joven impactó su rodilla en su abdomen, una, dos, tres, cuatro, cinco veces hasta dejarla sin aire, debilitándola, se adueñó de su cuchillo y la hace retroceder hasta ponerla contra el tronco de un árbol cercano, en dónde se detiene a ver los ojos de esa peligrosa mujer.
Por lo visto no la dejará en paz. ¿Tiene que matarla? Jamás ha asesinado a nadie. Podría esperar a Daryl para ver si él puede calmarla. ¿Y si no se calma? ¿Y si empeora el asunto?

—Estás…loca. —musita Meg.

Recibiendo una escupida en su cara como respuesta. Esto la enfurece y se limpia con su mano.

—¡Vieja asquerosa! —toca su cuello con el filo del acero— Yo no he matado a nadie, pero podrías ser la primera.


Carol solo alzó su barbilla viendo el cuchillo cerca de su garganta. Algo se enterró en el muslo de Meg, la mujer le había clavado otra arma blanca, como si la haya sacado debajo de la manga, la tenía bien guardada. Meg retrocedió tambaleándose sin poder apoyarse bien en esa pierna, Carol aprovechó para ir contra ella con su otro cuchillo, y con su otra pierna la joven la empujó, cayéndose por sí sola al suelo por el dolor en su herida, ya tiene dos lesiones sangrantes, no puede sostenerse en pie. Jadeando por el ardor en su cuerpo, tendida en el suelo sin fuerzas, observó como la mujer volvió a levantar su cuchillo para acabarla, cuando una bala se hundió en su sien. La señora cayó hacía un lado en una muerte segura e instantánea.
Meg volteó hacía dónde vino venir la bala, y ahí está presente Daryl con un rostro inexpresivo, y esa mirada intimidante. Llega hasta la chica y la mira unos segundos, para después posar su visión en una muerta Carol.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunta Meg apretando con sus manos su muslo dañado, ahí sentada en la tierra.
—Iba a matarte.
—Sí, pero…
—Ya no importa. —viéndola con el rabillo de su ojo.
—Daryl, así no nos aceptaran en el grupo. Si llegan a saber que…
—No iremos con ningún grupo. Esperaremos a que se marchen para ir directo a Washington por nuestra cuenta. He ido a echar un vistazo y siguen ahí, seguramente esperando a Carol.
—¡No podremos solos! ¡Necesitamos estar en un grupo!

Daryl, la ignora para ponerse a hacer la fogata con la leña que ha traído.

—¡Daryl!
—Tienes que atenderte esas heridas.

Regresó a ella para arrancar un trozo de tela de su blusón, atándolo en su muslo y otro más para su hombro. La joven solo lo contempló sin protestar más.


La noche cayó sobre ellos. Una flecha se clavó en la frente de un caminante. Daryl está protegiendo su campamento. Meg se quedó dormida, es tanto el dolor, y gasto tantas fuerzas que se ha rendido en los brazos de Morfeo.
Recargada en un tronco, que Daryl encontró y  arrastro para usarlo como asiento, cerca del calor de la fogata, dormía plácidamente. El hombre de la ballesta la miró con detenimiento y se sentó a su lado, imaginando por un segundo el rostro angelical de la rubia Beth, pero es Meg. Con su mano retiró un mechón oscuro de su cara iluminada por la luz del fuego, acortando la distancia entre sus labios, le plantó un beso, quedándose así un rato. Logra despertar a Meg, y estando por reclamar, Daryl la abraza inmovilizándola y se acarician sus labios con ansiedad.
Todo lo que reprimió con Beth, todo lo que no se permitió con ella, lo estaba desahogando con Meg. Era su consuelo, su compañía, lo que le faltaba…lo que le llena.


Apenas se distinguió algo de luz en el cielo, y Daryl abrió sus ojos, se había quedado dormido hace aproximadamente una hora, y tenía que despertarse constantemente para vigilar. Ahí en el tronco, con la fogata apagada, se vio solo. Meg había desaparecido. Pronto empezó a buscarla, podría estar en peligro en alguna parte del bosque, pero no encontró rastros de ella. Algo pasó por su cabeza; el grupo. Es probable que haya ido a buscarlos. Con su ballesta en la espalda, se encamina a la carretera, maldiciendo en su camino.

Carl entretenía a su pequeña hermanita, Michonne hablaba con Rick, planeaban marcharse de una vez, Carol y Daryl ya no regresarían y ya han esperado el suficiente tiempo, no deben retrasarse más, en ir en busca de una esperanza a Washington. Habían conservado unas cuantas latas de comida para cuando realmente las necesitaran, el camino es largo.
Escucharon pasos, pero sabían que no se trataba de un caminante, al voltear a ver lo que venía hacía ellos; Meg. Todos se pusieron en guardia, seguían sin tenerle confianza. A Rick le llamó la atención sus heridas apretadas con la tela. La joven caminaba cojeando, pero perseverante, se encontró con ellos frente a frente.

—¡Por favor acéptenme en su grupo!
—¿Y Daryl? —cuestiona Rick con recelo.
—Él está bien, seguro sigue dormido, puedo llevarlos a él si quieren. Les juro que estoy dispuesta a hacer lo que sea por unirme a ustedes.
—¿No vieron a Carol? —pregunta Maggie.
—No… a ella no. —tuvo que mentir.

Rick asintió con sus manos a su cadera, y miró al pavimento. Carl es el primero en captar que llegó Daryl. Tocó el brazo de su padre.

—Papá, mira.

Rick ve como se aproximó su amigo, y en lugar de ir a saludarlos o integrarse al grupo, sujetó del brazo a Meg, dándole un tirón hacía él.

—¿En qué diablos piensas? ¿Por qué has venido a buscarlos?
—Tenía que hacerlo. —con su frente arrugada lo observa.
—¿Estás loca? Ahora mismo nos vamos.

La conduce hacía el bosque.

—¡Daryl!

Está vez Rick se apresuró a alcanzarlo. El mencionado sintió un peso en su hombro y se detuvo volteando a verlo.

—Tienes que quedarte con nosotros. Te necesitamos para buscar a Carol, ella te ha ido a buscar, y no ha vuelto.
—No me importa.

Dio un paso adelante sin soltar a Meg. Y Rick se movió poniéndose frente a él.

—Sí te importa, tú siempre quisiste a Carol.
—No.
—Vamos Daryl, tienes que ayudarnos, la pobre Carol debe estar perdida o quizá en problemas.
—Está muerta. —lo mira a los ojos.
—¿Qué? —Rick pasa su mirada a Meg. Le ha mentido—¿Está muerta? ¿Un caminante la atacó?
—No.

Cada vez era más extraño para Rick, se tomó un segundo para seguir reteniendo a Daryl, y continuar con las preguntas. Sus sospechas cayeron en la chica, a quién miró a los ojos tratando de descubrir algún sentimiento de culpa en ellos, pero ¿Por qué Daryl está tan tranquilo? Si Meg era una mala persona, ¿Por qué Daryl confiaría en ella?. Se trataba un embrollo que incluso para un policía como él, resultaba complicado.

—Explícame eso. —pidió Rick.
—Yo la mate.

Esas palabras cayeron como una pesada piedra sobre Rick. Tan frío, tan seco, tan perdido, veía a Daryl. Pero no era posible, él sería incapaz de asesinar a Carol. ¿Por qué lo haría?

—¿De verdad? ¿Hablas en serio? —deja de tocar su hombro para ponerse más serio.
—¡Sí, yo mate a esa perra, maldita sea!
—¡¿Por qué lo hiciste Daryl?!

Exclamó tan fuerte que los demás lo escucharon con claridad, y se acercaron un poco más.

—¡¿Qué mierda importa?! —lo encara, viéndolo con una mirada llameante— ¿A ti te importó Beth? —refunfuña— Cuando ella estaba ahí frente a esa perra policía, una policía igual que tú. ¡No hiciste nada! —lo empuja violentamente— ¡Yo estaba esperando a que tu hicieras algo por ella! Se suponía que tú eras el maldito líder, que tú sabías que hacer, como detenerla. Que siempre sabes que es lo mejor. —se aleja pero sigue viéndolo— ¡¿Para proteger a quién Rick?! —escupe las palabras— ¡A ti solo te importan tus dos engendros de hijos! ¡Carl!...¡Judith! ¡Es todo lo que te importa!

Rick solamente lo escucha, y el resto expectante rezan por que no empeore el asunto.

—¡¿De verdad te importa el maldito grupo?! —se aproxima para ver su rostro más de cerca— ¡A ti no te importa una mierda el grupo!. Solo los usas para tu propia protección. ¿Te importa Carol? —se vuelve a retirar y camina de un lado a otro sin dejar de verlo— ¡¿Te importo yo?!... ¡Que te jodan! —le da la espalda y atrae a Meg para irse con ella.


El brazo de Rick se enganchó en el cuello de Daryl, y con su otro brazo lo aprisionó  para que no intentara atacarlo. Inmovilizándolo con facilidad, sabe de eso.  Meg se aparta temerosa, y los demás comienzan a inquietarse. Al líder le ha molestado de sobremanera como se ha expresado de él, y de sus hijos.


—¡Siempre supe que estabas algo desquiciado! —le masculla al oído— Pero nunca te creí capaz de matar a una amiga. ¿Qué vas a hacer? ¿Sobrevivir el resto de tu vida en el bosque? Comiendo ardillas, serpientes, conejos, bebiendo de los riachuelos… Yo, te estaba dando la oportunidad de que vinieras con nosotros.
—Yo siempre me preocupaba por todos. No como tú… —intenta sacudirse para quitárselo de encima pero no lo logra— Nosotros también iremos a Washington. ¡Ya quiero ver, cuantos sobreviven sin mí! Porque tú solo protegerás principalmente a tus hijos. ¿No?
—Deja de meterlos en esto… —le aprieta el cuello.

Daryl gruñó haciendo un esfuerzo por resistir. Glenn no pudo contenerse más, debía hacer algo, y como siempre él es quien se entrometió.

—¡Oigan ya basta! ¡Rick! —palmea su espalda— Suéltalo por favor, déjalo ir… nosotros podremos seguir sin él.

Se escucha una risa ahogada de Daryl. Rick con su rostro colorado, y ceñudo, hace caso omiso a Glenn.

—¡Caminantes! —grita en aviso Sasha muy alarmada.


Rick voltea a ver la horda de caminantes que fueron atraídos por los gritos, y se han reunido viniendo lentamente. Acto seguido, suelta a Daryl, quien se balancea tocándose su cuello y tomándose un segundo para respirar bien, Meg acudió a él preocupada. Abraham, Rosita, Carl, Maggie, Glenn, todos empezaron a disparar a los caminantes. Matan a los zombis que iban al frente pero vienen más atrás. Son demasiados. Y están bloqueando la carretera, no pueden seguir el camino.

—¡Al bosque, rápido! —exclama Rick, moviendo su brazo indicándoles que entraran.


Pudo ver como Daryl y la chica buscan escabullirse aparte de ellos, pero Rick alcanza a agarrarlo del brazo, y le da un tirón.

—¡Tú vienes con nosotros!

Lo empujó hacia adelante, y coloca en su nuca  el cañón de su pistola haciéndolo caminar. Con una simple mirada hizo que Meg los siga también a toda prisa.
El grupo avanzó por los senderos del bosque, la luz en el cielo del amanecer, les ayudaba a ver con claridad por donde pisan, también les volaban los sesos a uno que otro caminante que vagaba por el bosque y se les atravesó en su camino. Rick es quien les dice por dónde ir, yendo enfrente del grupo, para que no se separaran, y poder perder a la multitud de caminantes que los siguieron. Ya que ellos son más rápidos y listos. Logran perderlos en el bosque.
Corriendo, llegan a encontrarse con un pequeño granero, no dudan en querer entrar. Era el mismo granero que previamente Meg se había refugiado con Owen, aquellos recuerdos vienen a su cabeza y no puede evitar tocarse el pecho, sintiendo como se forma un nudo en su garganta. Mas aparte, teme en lo que le pueda pasar ahora a Daryl, el líder no deja de amenazarlo con su arma. Creía que tal vez Daryl, tenía razón, tenían que ir aparte del grupo, pero ya es bastante tarde para pensarlo.
La puerta estaba abierta, así que yendo por delante, Carl le dispara a un par de caminantes que estaban ahí, limpiando el sitio. Siendo seguido por los demás que entraron, y es Glenn quien cerró la puerta. Le dieron su espacio a Rick, quien pronto sentó a Daryl, y amarró con una cuerda sus muñecas a una columna de madera, asegurándose de que no pudiera moverse de ahí. Se inclinó doblando sus piernas para verlo a los ojos.

—Bien. —hace una pausa— No puedo dejarte ir. Sé que intentarás seguirnos para hacernos daño o dificultarnos las cosas ¿o no?
—No.
   —De todos modos no puedo dejarte ir. No estaré tranquilo sabiendo que andas por ahí, yendo exactamente a la misma dirección que nosotros. Mataste a Carol —asiente lentamente— Puedes matar a otro más si quieres.
—No sabes por qué la mate.
—Lo importante es que lo hiciste.
—Él no lo hizo. —suena la voz de Meg— Está mintiendo para protegerme. —acerca sus pasos a ellos— Realmente fui yo, yo fui quien mató a Carol. Ella me encontró, discutimos, intentó matarme, tenía que hacerlo… —le lanza una mirada de complicidad a Daryl.
—¿Estás hablando en serio? —le habla Rick incorporándose y viéndola—Hace un rato me mentiste. ¿Te gusta mentir, no?

Daryl cierra sus ojos y se agacha respirando profundamente.

—¡Daryl deja de protegerme! —le grita Meg— No tienes por qué mentir. Yo soy la mala influencia, tenías razón. —pasa su mirada a Rick— Yo soy el peligro para ustedes, me iré, o pueden matarme, hagan lo que les plazca, pero a Daryl no le hagan nada, la única culpable aquí soy yo.

Todos la escucharon con atención, unos creían, otros estaban confundidos.
El líder se posicionó frente a la chica.

—Ya veo… ¿tenías miedo de que nos enteráramos que mataste a Carol y por eso no quisiste decir que la habían visto? ¿Cierto?
—Así es.
—¡No, eso no es así! —levanta la voz Daryl— ¡Fui yo!
—Él solo quiere protegerme Rick, es un buen hombre, y lo sabes.
—¡Meg! —la llama Daryl con voz temblorosa y grave—

El solo imaginar que la perdería como a Beth. Una vez más… le dolía. Estaba restregando la cuerda contra la madera desde hace un rato, haciendo fricción quería romperla,  liberarse y defenderla. Hacer lo que tuviera que hacer para protegerla e irse con ella. Justo como debió hacer con Beth. Y no esperar a que alguien más hiciera algo, porque nadie haría nada, mucho menos por Meg, y no esperaría hasta el último momento para actuar…

—Pero no te puedo dejar ir. —dice Rick retrocediendo un poco, y levantando su pistola contra ella— Lo siento, no confió en ti. No quiero que nos sigas.

Los demás se removieron con impresión. Rick había cambiado, se volvió más frío, más duro, más…despiadado. Pero tal parecía que la chica era igual a él, mató a Carol, y no mostraba ninguna señal de arrepentimiento, así que todos aprueban la decisión de su líder, y mantienen la boca cerrada.
Jade cargando a Judith, le cubre sus oídos con sus manos, esperando que en cualquier momento, sea expulsada esa bala.
Meg asiente, aceptando su “castigo”. No merecido, pero estaba dispuesta a arriesgarse por Daryl, además, ya había perdido a su novio, quería encontrarse con él, en el cielo.
El hombre al que le confiscaron su ballesta, sentía que la cuerda está más delgada y la estira, rompiéndola con sus fuerzas y dejando sus manos libres, no perdía de vista como Rick no bajaba su arma, y Meg no se movía. Y como esperaba… nadie hacía nada. Justo como pasó con Beth. Maldijo  entre dientes, se puso en pie como si todo transcurriera más lento.

—¡No lo hagas Rick!

Se mueve para abalanzarse hacía Rick, y precisamente cuando esta por tocarlo, la bala disparada resuena como un relámpago que traspasó el corazón de Daryl, y se impactó en la frente de Meg, siendo impulsada hacía atrás, cae con todo su peso al suelo de madera, levantando el polvo. Daryl tumbó al suelo a Rick, pero no pudo evitar ir a dónde Meg, y la levantó para sostener su espalda en sus brazos, viendo sus ojos abiertos, pero sin el destello de vida que había en ellos. Con un rictus de dolor y temblando, sus lágrimas ruedan por sus mejillas, en un llanto silencioso. Desliza su mano por la mejilla de la joven, y con sus dedos cierra los parpados de la fallecida. Estrechándola entre sus brazos.

Rick se incorporó y no soltó el arma. Daryl ya no podía pensar en que debía encargarse de Rick, esta vez, realmente se ha perdido en el dolor, y se quedó ahí llorándole a Meg como no queriéndose separar de ella. Rick con su mirada les dijo a todos los del grupo “vayan afuera” Y poco a poco empezaron a salir, saben lo que hará. Aprovechando que Daryl seguía sumergido en un mar de dolor, Rick tomó aire para volver a levantar su arma. Y aprieta el gatillo. Resonando hasta afuera del granero, dónde los demás lo esperan.
No existe la piedad, no existe el perdón, no existe la humanidad. Es como si ya estuvieran extintos… los seres humanos. Ahora, no son más que viles animales, más inteligentes, que luchan por sobrevivir miserablemente. No hay compasión, no hay leyes, no hay conciencia. Todo eso y más, ha sido destruido por el pasó del apocalipsis Zombi, ha quedado en el pasado. Incluso hasta el más mínimo rayo de amor, es debatido. El más pequeño rayo de felicidad es oscurecido. No les queda más que aferrarse a un hilo de esperanza, por poder vivir. Solo vivir, pero ya nada será igual… están extintos, y todavía no quieren darse cuenta.

Ahí, dentro del pozo que cavó el mismo Rick, echaron a Daryl junto a Meg. Con una pala va llenando de tierra, hasta cubrirlo completamente. Se limpió el sudor de su frente con su antebrazo, y miró hacía el horizonte… la puesta de sol, que ruborizaba el cielo.
Escuchó pasos venir detrás. Es su hijo, que traía la ballesta de Daryl consigo. Se detuvo a mirar los ojos de su padre. Rick abrió sus labios para decir…

—Daryl no iba a perdonar lo que hice. Era él o yo. Tenía que…
—Tenías que protegernos. A todos. —termina su oración.
—Sí. —asiente y mira abajo, luego la cruz de madera que hizo Maggie.
—Hiciste lo correcto.

Carl colocó la ballesta debajo de la cruz, de modo que luciera bien.

—Vámonos papá.
—Sí, vámonos. —toca la espalda de su hijo caminando juntos hacía dónde los esperaban los otros.




“Quemamos a los muertos, sepultamos a los que queremos”








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1 comentario:

  1. Excelente trabajo. Me has dejado un trago amargo. Plasmas muy bien lo inhumanos que pueden llegar a ser las personas cuando enfrentan ciertas situaciones.

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