miércoles, 21 de octubre de 2015

La Bruja y el Ángel mestizo [Capitulo 25]












                         Capitulo-25 











En minutos Haytham convocó una reunión de guardias. Se subió a la plataforma de madera, una de las varías que había en la ciudad en dónde ejecutaban a los Asesinos capturados. Algunas personas a cierta distancia veían curiosos la inesperada reunión. Con un semblante sereno, y a su lado Charles lee con un gesto duro, rehusándose a ser atendido por sus lesiones. Haytham, el líder Templario observó de izquierda a derecha a la tropa de soldados que alcanzó a reunir rápidamente. Y empezó a hablar en voz alta.

—Por ahora, suspendan la búsqueda de Asesinos. De todos modos supongo la cantidad de ellos ha disminuido. Justo hoy, en esta tarde, quiero que empiecen a buscar a un hombre cuya apariencia es nativa, pero vestido con un traje azul de soldado. Lleva un arco con flechas y un hacha de mano, supongo algunos de ustedes ya lo han visto antes. Quiero que lo encuentren y lo traigan a mi presencia en el Templo.

Por uno de los callejones sale Ezio. Sigue cojeando un poco al caminar y se abre paso entre las personas que desde ahí veían como Haytham daba una nueva orden. El joven se detiene a escuchar con suma atención.Tras haberse despedido de su amada Aveline y darle su digna y merecida sepultura.

—Su nombre es Connor… —se ahorró el decir su apellido—, y quiero que lo busquen hasta el último rincón, incluyendo los bosques y el valle que nos rodean.

Sabía que tenía que ir directo a su hijo, él debe tener el fruto, o por lo menos saber dónde está. Por otro lado, el joven italiano, frunció el entrecejo y tensó su mandíbula, tan rabioso y alterado, que se atrevió a llevar sus pasos hacia dónde estaba la multitud de guardias custodiando a los Templarios de la plataforma. Ezio, alzó su dedo índice apuntando a Haytham con tremendo odio grabado en sus ojos. Por supuesto, no podía quedarse callado.

—¡Tú maldito! ¡Tú que fuiste capaz de matar a uno de los tuyos! ¡¿Quién te crees para dar órdenes en esta nación?! Para manipular a todo mundo.

De inmediato los guardias saltaron a sujetar a Ezio para llevarlo a prisión por faltar al respeto a los Templarios, sobre todo al líder, e ir en contra de lo establecido.
Viéndose atrapado por casacas azules, que lo privan de su libertad de movimiento, se sacude tratando de librarse, seguido de un gruñido, poniéndose rojo del coraje.

—¡Te mataré  yo a ti maldito bastardo! Y si no lo hago yo, lo hará Connor ¡Pero considérate muerto! ¡Suéltenme maldita sea!

La gente se dispersa y la guardia emprende la nueva búsqueda, su nuevo objetivo: Connor, el mestizo.

Charlotte se desvaneció en el suelo con sus parpados cerrados. Enseguida el joven mestizo se agachó y con sus brazos buscaba sostenerla pero no entendía porque siente como si ha perdido su fuerza justo en ese instante. Al verla ahí en un estado inmóvil, pareciendo muerta, lo alarma y provoca que de sus ojos broten unas pequeñas lágrimas. No puede estar muerta, ella no…
Y no le salen las palabras por más que quiera llamarla. Esa espada ha dejado una herida en su torso de dónde ve salir ese fluido rojo. Con sus manos intenta presionar para evitar que siga perdiendo sangre, lo hace como puede. Solo contempla el pálido rostro de la chica, le baja la capucha para descubrir su identidad; ese cabello carmesí, recogido completamente en una trenza que rodea su cabeza. Los labios de Connor tiemblan y sus ojos están bien abiertos, viendo ese hermoso perfil de la chica.
Está tan hundido en sus emociones, que hasta ha olvidado por completo a la joven Templaria. Ella continua ahí, la culpable del estado tan lamentable de Charlotte, que tranquilamente limpia con un pañuelo la sangre que quedó en la punta de su espada, para después caminar hacia dónde habían dejado la misteriosa caja, aprovechando la distracción del nativo. Acto seguido, abre la caja y sus grandes ojos azules descubren que ahí adentro, reposa el deslumbrante y poderoso fruto del Eden, y ahora lo tiene en sus manos.
Lo sabía.
Sabía que era algo más que simples armas…
Se quedó quieta, admirando esa esfera dorada que refleja de luminosidad su cara, y la hace sonreír.

—¡Charlotte!

Grito por fin Connor, con una voz más sensible de lo normal. Pero la chica no responde. Revisa poniendo su oreja contra el pecho de la chica, con la intención de percibir alguna señal de que sigue con vida. Y recibe un débil sonido de su corazón latir. Una buena señal.
Charlotte sigue desangrándose aunque con menos cantidad que antes, el joven no deja de presionar, y hace lo que puede para retener su sangre, usando un trozo de su sacó, que se arrancó. Connor, recupera sus sentidos y la carga en sus brazos enfocándose en la vida de Charlotte, está dispuesto a ir directamente en busca de un médico, su cabeza solo puede concentrarse en ella, y nada más.
Recién avanzó unos pasos y la voz de Elise lo hace parar en seco.

—Sí que son patéticos ustedes los Asesinos, mira que proteger el fruto en una simple caja y dejarla en manos de una inútil Asesina, tan débil…

Sin más se da la vuelta para retirarse con la caja del fruto en sus manos.

—No lo es… —responde con seriedad Connor, y se gira para verla arrugando el ceño.
—Sí lo es. Y morirá, no tiene caso que intentes ayudarle.

Seguía hablando al caminar, sin siquiera dedicarle una mirada.

—¡No morirá!

Vocifera con furia. Y es como si con esas palabras le haya inyectado al mestizo un instinto asesino incontrolable. Ella y nadie más que ella era la responsable de que Charlotte este tan herida y que su esperanza de vida descienda con cada minuto.
Dejó con sumo cuidado a Charlotte en el suelo cerca de un herbaje pegado a una pared de uno de los edificios cercanos al callejón. Para que así, no la vieran a simple vista. Posteriormente se apresuró a ir tras la Templaria, para cazarla…

Un par de guardias empujan a Ezio adentro de una celda sucia y oscura, apenas entraba algo de luz por una pequeña abertura que simula ser una ventanilla. Rápidamente cierran la puerta de acero, resonando el portazo. Esta pesada puerta tiene una diminuta ventanita dónde apenas se puede asomar a ver alguien. Ahí es por dónde Ezio no duda en mirar.

—¡¿Por qué me encierran aquí?! ¡Ni siquiera he asesinado a su estúpido gobernador! ¡Sáquenme de aquí! ¡Saben quien soy! ¡Soy Ezio Auditore, el cazarecompensas! ¡¿Lo han olvidado?!

Se resigna después de un rato de gritar protestando en vano. Y se echa en el suelo, con su espalda contra una de las cuatro paredes de esa angosta celda. Apenas contaba con espacio para caminar y encontrar una cama y un bote dónde se supone debe hacer sus necesidades. Una porquería…
Se cruza de brazos y suspira. «¿Dónde estará Connor? Más vale que acabe con ese maldito Templario, ni merece que piense su nombre….tengo que salir de aquí» Pensaba y apoyo su nuca en la pared resoplando.

Segundos después recuerda a Aveline y sus lágrimas ruedan por sus mejillas. No puede olvidar tampoco cuando habló delante de la sepultura decente que el mismo hizo.
Estaba ahí de pie viendo el bulto de tierra en dónde descansa ahora su amada, y sus ojos enrojecidos por soportar el dolor de perderla.

—No sabía casi nada de ti. Solo sabía que eras una mujer hermosa…muy diferente a las otras que conocí. Y ni siquiera me hizo falta tratarte personalmente más a fondo. Tú me lo demostraste tan pronto, desde el primer momento que te vi y el cómo actuaste. Y créeme…he conocido a muchas mujeres, me acostumbre a ellas. Por eso cuando te conocí y pude ver una chispa en ti, algo distinto, ese algo se incrusto en mi corazón y ahí se quedó. Fui a la cama con muchas, muchas mujeres, pero, con un simple beso tuyo, que tuve el privilegio de recibir, con eso fue suficiente. Tan solo deseaba protegerte, y que estuvieras conmigo siempre… parecías una mujer muy difícil, pero quizá no lo eras. Simplemente eras difícil para mí, porque no eras igual a lo que estaba acostumbrado. —Baja la mirada y suspira— También me gustaría que pudieras escuchar esto que digo mi amor. Perdóname por no poder protegerte. Mi castigo será, ya no lograr conocer una mujer como tú, y estoy dispuesto a pagarlo.


Termino de recordar aquel duro momento, uno de los más duros de su vida. Y se quedó ahí en medio de su miseria. Encerrado y condenado a ser ejecutado después. Por un momento se rinde a la vida ¿De qué sirve seguir vivo? Si ha perdido a Aveline, y ni siquiera es capaz de vengar su muerte. Aunque desee hacerlo, lo principal es salir de ese agujero.

Los soldados se dividen en tropas que patrullan las calles de Nueva York y Boston, hasta en los techos, en busca del mestizo que Haytham ha pedido que capturen y lo lleven a su presencia. Algunas personas quieren poner de su parte y ayudan en la búsqueda, en tanto el resto de ciudadanos tratan de continuar sus vidas. Naturalmente Haytham ha decidido buscar por su cuenta, siendo como siempre acompañado por su mano derecha; Charles lee.


Con su hacha en mano, Connor ataca a Elise por la espalda pero ella ya lo había escuchado previamente, y soltó la caja para que en un ágil movimiento empuñar su espada y parar el acero del hacha con el de su espada, lo aparta y se mueve hacía un lado lentamente sin perder la guardia contorneandolo. Connor no se mueve más pero en cambio la observa directamente con una expresión de clara furia en su faz.
Charlotte reposa a lo lejos, y la caja en el suelo de piedra, en ese callejón que se ha vuelto el escenario de su enfrentamiento.

—Tú…no eres una mujer. Eres una Templaria, y careces de corazón. —dice el mestizo con voz grave.


Enseguida se quita su sombrero azul de tres puntas y lo arroja al suelo, dejando ver bien su rostro de piel morena, cabello castaño oscuro, atado en una coleta.

—Y yo, me llamo Ratonhaketon, no soy un Asesino, tampoco un Templario…solo soy un hombre.

La chica no bajaba su espada, ni dejaba de rodearlo, con su brazo doblado a la espada y postura recta. Sin decir más lleva su espada a él pero el joven la esquiva sujetándola del cuello con el peso de su cuerpo en un impulso la tumba abajo haciendo presión en su cuello cuando puede sentir un filo rozar su garganta. Elise pudo atravesar su espalda entre ellos para amenazarlo.

—¡Suéltame! O te mato… —amenaza, apenas pudiendo pronunciar sus palabras.

Siente que se ahoga por la mano apretando su delicado cuello. El mestizo la suelta para sujetar la muñeca de la mano que sostiene la espalda, y darle la vuelta torciendo a su espalda su brazo, para así, sacarle su arma. La chica aprieta sus dientes y une sus cejas, haciendo un esfuerzo por moverse pero es mucha la fuerza que ejerce el cuerpo de Connor.

—Escúchame —levanta la voz Connor— No estoy aquí para proteger el fruto del Eden. Estoy aquí, para proteger a Charlotte. Pero, ya que la lastimaste. Te mataré.

La alza del suelo con un solo brazo,  y la chica patalea, luchando por conservar su vida.

—¡Aún si me matas! ¡Ella morirá! ¡Sigues perdiendo el tiempo… mientras ella muere!

Los orbes de Charlotte se abren una pizca, y con escasa nitidez puede apenas distinguir entre las hierbas,  al fondo, el cuerpo de Connor y el de la chica siendo sostenido en el aire. Después como él azota con su hacha a Elise, arrojándola al suelo para continuar atacándola con su acero, hasta que ella deja de gritar y moverse, reclamando por su vida…
Charlotte cierra sus ojos. Sangre otra vez... 

—…Charlotte…Charlotte…

Escucha la voz de Connor y vuelve a abrir sus ojos, esta vez más, y le es posible ver con más claridad. Un terrible ardor que recorre sus entrañas, y se concentra en su costado cerca de sus costillas, no tiene la suficiente fuerza para mover ni siquiera un dedo. Sin embargo se conforta al verse muy cerca del pecho de Connor, y el la mantiene en sus brazos e intenta mostrarle una sonrisa, cuando ve esos ojos verdes con ese peculiar brillo, que parecían desprender luz. Esos mismos ojos que vio por primera vez cuando eran niños en el bosque. Conservan su inocencia y vida.
Connor no lleva su sombrero puesto, lo ha dejado atrás. Y está salpicado de sangre por doquier; el rastro que le dejó Elise.

—Ratonhaketon…

Le llama con una suave voz. Sin mover sus labios.

—Estás viva.
—Sí, aún.
—Sabía que eras fuerte. —su media sonrisa se desvanece— Perdón. —queda cabizbajo—
—¿Por qué? —con debilidad.
—Por no protegerte. Eres lo único que me queda y…
—Ratonhaketon…estoy bien. —cierra sus ojos y sonríe muy leve.
—No, no lo estás, pero ya te pondrás bien. Lo prometo.

Era como si, finalmente se han encontrado. Esta vez verdaderamente se han encontrado. 

Están en una calle de la ciudad de Nueva York. Connor se ocultó tras un montón de cajas afuera de un negocio. Ya que detectó muchos carteles de “se busca” con un retrato de él. Y ha escuchado a varios grupos de guardias hablar sobre él. Está claro que lo están buscando. Pero no es tiempo de ocultarse, enfrentarlos, o escapar. Tiene que poner a salvo a Charlotte ir con algún medico lo más rápido posible.
Todavía se pregunta que habrá pasado con Garrett y Arno, pero por ahora no existe algo más importante que Charlotte, incluso había abandonado la caja que guarda el fruto del Edén, cerca del cuerpo sin vida de la Templaria. La abandonó junto con su venganza y el odio a su padre, terminando por restarle importancia a todo. Si bien aún sigue sin gustarle su padre, no puede pensar ya en venganza. En su mente aún resuena lo que le advirtió Charlotte «He tenido una visión. Tú y yo, podríamos morir, si seguimos así, por favor no continuemos...»
En sus brazos tiene que llevar a la chica, que muestra una gran mancha de sangre en la túnica blanca de Asesina. Esa túnica que la delata, si la ven en seguida la mataran. El peso del cuerpo lo hace ir más lento, pero es lo suficiente rápido para seguir adelante, escondiéndose detrás de los muros, carretas, cajas, teniendo cuidado de que no lo viera la gente que paseaba por las calles, o los guardias que parecen estar en cualquier parte que mira. Pero debe seguir dentro de la ciudad si quiere encontrar un médico. Si quiere salvar la vida de Charlotte que corre peligro.

Ahí estaba delante de ellos al otro lado de la calle, el edificio del médico y Charlotte aparentaba dormir, apenas podía sentir sus pulsaciones, y escuchar sus respiraciones. Cada vez está más y más débil. Sin duda no quiere perderla, no puede perderla, de ser así jamás se lo perdonará y vivirá con ese cargo de conciencia y es muy probable que ni un poco de sonrisa se vuelva a ver en su rostro.
Para su mala suerte, esa calle era patrullada por dos tropas de casacas azules, que van y vienen encontrándose a sí mismos. Pero tenía que salir de ese escondite e ir directo al médico de una buena vez, antes de que fuera muy tarde. Si lo atrapan es muy capaz de entregarse, de dar su vida por Charlotte, él cargaría con toda la culpa de ser necesario.
Espera…espera y espera el momento indicado. A pesar de que su corazón golpea fuerte por dentro, y el tiempo se le está agotando. «¡Sigues perdiendo el tiempo!…mientras ella muere. » Recordó las palabras de la Templaria, tenía razón había perdido valioso tiempo.
Era el momento el camino estaba despejado las tropas de guardias se quedaron estáticas en las entradas y salidas de la calle, parecían charlar entre ellos. Tenía que aprovechar…
Rápido.
Cargando a Charlotte se precipitó para ir al edificio, cuando sintió una mano agarrándolo de su hombro, y lo hala hacía atrás.

—¿A dónde crees que vas nativo?


Habló un guardia acompañado de otro par. Los otros veían a Charlotte con desagrado, se habían percatado de que era una Asesina, más aparte su moribundo estado. Tan deplorable…









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