Capitulo- 5
Es una tensión creciente la que hace respirar
entrecortadamente a Vicky. Sus pulmones y garganta se contraen.
Enseguida busca dentro del bolsillo de su mandil, su “Inhalador”, y llevándolo a su boca puede entrar el aire, pero un ataque de tos
incontrolable, se hace sentir. Cubriendo su boca con su mano, se avergüenza y retrocede.
Consiguiendo las miradas curiosas de algunos comensales, entre ellos…Gabo.
—Oye…
El joven no puede
evitar ponerse en pie para verla de cerca.
—¿Estás bien?
Vicky hace un esfuerzo
por dejar de toser y tocando su pecho, logra respirar profundamente, viendo al
joven ante ella.
—Sí. Me pasa a menudo.
Nada de qué preocuparse. —le muestra una sonrisita.
—Bueno…
Con una amplia
sonrisa, regresa a su lugar frente a la comilona de Grey. Quien no muestra ni
el más menor interés.
Gabo ha roto la
tensión y le ha inspirado confianza. Así que Vicky se posiciona cerca de su
mesa guardando su inhalador en el mandil.
—Disculpa… tú,
¿conoces a…?
Baja su mirada. Ni
siquiera sabe su nombre. Que torpe.
Siendo gentil, Gabo le
presta atención, como si se tratara de una amiga. Algo normal en él.
—¿Ajá? —espera que
termine de formular su pregunta.
—¡Habla ya! —pierde la
paciencia Grey, exaltando sus ojos.
Después de todo
también está presente.
—Disculpen… —cabizbaja—
La verdad, no conozco a ese hombre, pero sé que es su amigo, y bueno…
«¿Qué estoy haciendo?
Debo parecer una idiota. »
—¡Ah! ¡Ya se! —chasquea
sus dedos el joven— ¿Quieres decir Pepe no? —atina.
—¿Co-Cómo lo sabes?
—Bueno, siempre las
chicas me preguntan por él. Y sí, es mi amigo. Mi mejor amigo de hecho. —con
orgullo.
Los parpados de Vicky
se abren de más, y boquiabierta lo observa. Sin poder dejar de verlo.
—¿Quieres su número
cierto? Siempre es así… a ver. —voltea a ver a su novia, quien lo ignora con su
boca llena de comida— Grey, préstame tu bolígrafo.
Como respuesta solo
clava su mirada en él, diciendo así “no”.
—Por favor. Anda… sé
que lo llevas a todos lados junto con tu pequeña libreta en tu bolso.
Sin pronunciar una
palabra le pasa su bolígrafo junto con su libreta de apuntes. Y la abre justo
en una hoja en blanco. Gabo escribe el número del celular de José, y como un
extra, su dirección. Al notar esto, Grey hace una pausa al comer para
murmurarle de cerca.
—¿Qué crees que estás haciendo?
¿Estás loco? ¿Cómo puedes confiar tan rápido en una desconocida?
—No creo que sea una
completa desconocida. —susurra sin quitar su vista del papel— El otro día… —baja
más el volumen de voz, aproximando más su cara a la de Grey— Vi como Pepe no
dejaba de verla. —le guiña un ojo sonriente.
No muy convencida, y
negando con su cabeza, Grey vuelve, y termina su platillo. Restándole
importancia al asunto.
Vicky, pudo
escucharlos mas no entender lo que decían entre ellos. Recibe en su mano un
papel bien doblado.
—Ahí tienes amiga. El
número de celular y su dirección.
Regresa al pasillo que
conduce a la cocina, deteniéndose para recargar su espalda en la pared, desdoblando
poco a poco ese papel, con sus manos temblorosas, y observa detenidamente el número
y dirección. Sintiendo la tentación de marcarle de una vez, pero al mismo
tiempo, los nervios se desenvuelven en su interior.
—Por primera vez, veo
que ha violado nuestra ética. Eso da mala reputación e imagen a nuestro
restaurante… señorita Victoria.
La varonil y suave voz
de Akiva.
Sufriendo un
sobresalto, la joven lo mira y con ansiedad intenta guardar rápido el papel.
No está en posición de
decir algo, solo de bajar su cabeza.
—Estaba relacionándose
con un cliente, más allá de lo que requiere un buen servicio. ¿No es así?
Da un paso hacia ella,
quedando cara a cara. Tan cercano que Victoria puede percibir su respiración.
Akiva coloca su mano
derecha contra el muro y mira sus ojos, pero Vicky los cierra intranquila y
tratando de controlar su respiración… ¿O sus emociones?
—Que no se vuelva a
repetir. —va disminuyendo su volumen y sonríe— Me extraña viniendo de usted.
—Sí, discúlpeme. —se
aparta yéndose de vuelta al trabajo.
Akiva guarda una vez
más, sus ganas de besarla, por respeto.
En medio de la soledad
y el silencio de la noche. José transcribe otra de sus composiciones. La
oscuridad no es problema, una lámpara de luz blanca, lo acompaña en su trabajo.
De cuando en cuando,
revisa su escrito, y vuelve a su guitarra acústica, probando algunas notas que
le puedan servir, siguiendo la secuencia y resonancia. Tan concentrado, tan
ocupado y dedicado.
El sonido del tono de
su celular taladra sus oídos. Sacándolo violentamente de su entorno musical.
Pobre desafortunado,
el que está llamando. José se ha dignado a contestar, pero viendo un número que
no viene en su directorio, se detiene, y lo deja pasar.
Tras unos instantes el
silencio y paz vuelven a él, retomando el viaje. Su composición va muy bien.
Otra vez su celular
ruidoso, escandaloso. Perdiendo su concentración y también su tolerancia. Preguntándose
¿Quién es? Esta vez lleva a su oreja el móvil. Sentado y aun sosteniendo su
guitarra.
—¿Quién mierda eres?
¿Y cómo es que tienes mi número? —en su voz se distingue su disgusto.
—Eh… lo siento.
Una voz de mujer, que
no logra reconocer. Lo que despierta su curiosidad, sin dejar de buscar el
rostro relacionado con esa voz, en su mente.
—Tampoco te conozco.
Aunque… ahora sé que te llamas José.
No es una admiradora,
puesto que apenas sabe su nombre, y esa voz… esa voz…
Claro… “Son galletas de la suerte. Dentro de ellas
encontrarán un mensaje”. Es esa chica del restaurante, la que se ha estado
encontrando varias veces, a la que defendió. No… imposible ¿Cómo va a ser ella?
No se conocen, por lo tanto es ilógico que tenga su número de celular.
Al no estar seguro,
prefiere sellar sus labios. Esto es como para volverse loco.
Sin atreverse a
colgarle, algo dentro de él, le exige que siga escuchando.
—Solamente te hablaba
para…
—No sé quién seas, y
no me interesa. Tampoco sé cómo conseguiste mi teléfono. Ahora mismo estoy muy
ocupado, como para perder mi tiempo contigo, ya no quiero que se te ocurra
volver a hablarme ¿De acuerdo?.
—Pero…
—¿Acaso es una “bromita”?
No quiero que me molestes. Te lo advierto, no sabes con quien te estás metiendo.
Cuelga.
Arroja su celular
sobre su escritorio y con el entrecejo arrugado, empieza a rascar con suavidad
las cuerdas de su guitarra. Sabe que así se relajará.
¿Lo mejor es dejarlo
en paz? Tan solo desea agradecerle. Quizá deba
verla en persona. El tono en el que José se dirigió a ella no se compara
al tono y trato que recibe de su esposo. Por eso, seguirá insistiendo, algo le
dice que siga insistiendo que no se dé por vencida.
Su día libre lo toma
para ir a buscar a José hasta su casa, a pesar de no estar segura si esté en
casa o no. Es un riesgo que tiene que tomar.
Llega en taxi. Encontrándose
con Gabo, lo puede ver más delante de su
camino, como si tuvieran el mismo destino. Quiere gritarle, correr para
alcanzarlo, pero son acciones, que no puede hacer, por su padecimiento.
Lo alcanza cuando Gabo
está ante la puerta de barandal mecánico de seguridad. El joven, parece estar
hablando a través de una bocina expuesta, a un costado del portón de rejas que
se abren deslizándose automáticamente, y Vicky toca con las puntas de sus dedos
su hombro.
—¡Hey! ¡¿Qué onda?!
Saluda con júbilo, el
moreno. Girándose para verla de frente.
José ya espera a su
amigo en la sala, preparando dos vasos de cristal y abriendo con tranquilidad,
una botella nueva de Whisky. Unos pasos aproximándose
lo hacen levantar su vista. Y la expresión en su rostro cambia rotundamente.
Ahí está, su gran amigo.
—Tú… y…
También es día libre
para Akiva. Estando en su casa aguardando como de costumbre, la visita de
Vicky. Revisa el reloj, y una preocupación se apodera de él. No es nada normal,
que Victoria no haya venido a la hora de siempre. Es inevitable para él, coger
su celular para llamarle a su empleada. Sin importarle, que le había dicho que
solo le marcaría en una emergencia.
José no les ha quitado
la mirada de encima a Gabo y Vicky.
—¿Se conocen?
—Eh… algo así. —responde
su amigo, inseguro.
—¿En serio? ¿Cómo se
llama? —arruga su frente.
—Eh…
Gabriel gira su cabeza
hacia su nueva amiga, como buscando una escapatoria, una “ayuda” de su parte.
El móvil de Vicky
sonar. Los salva.
—¿Hola? —contesta la
chica de inmediato— ¿Akiva? ¡¿Pasa algo?! ¡¿Está todo bien?!
Vibra en su oído una
risa suave y profunda.
—No…no pasa nada, en
lo absoluto. Solo… creí que vendrías a mi casa ¿Te encuentras bien? Pensé que,
quizá te había sucedido algo…
—Estoy en perfectas
condiciones.
José ignora lo que habla
la chica, y se sirve un trago de Whisky. Enseguida lo siente correr por su
garganta, soportando sus ganas de echarla de su casa ¿Por qué se aparece aquí?
Y no es la primera vez que la ve. ¿Quién es ella?.
Gabo incomodo
permanece inmóvil ahí parado a un lado de la joven.
—Lo lamento de verdad.
Pensaba ir más tarde a su casa…
—No hay problema, yo
comprendo. Como te decía… creía que te había pasado algo, pero veo que estás
bien. Eso me deja tranquilo… pero, cuídate.
—Sí.
Con su cabeza gacha,
guarda su celular, y se percata que entre Gabo y José existe una tensión, una
tensión que dispara la mirada de Pepe directamente a los ojos de su amigo.
Sabe que probablemente
él tuvo que ver, para que esa mujer este aquí.
—Quiero que se vaya.
Siendo preciso José.
—Pero, ella…
—No me interesa. Es
una descarada ¿Y la traes a mi casa? ¿Qué sucede contigo güey?
—Vamos güey, no seas
así. Es una buena chica.
—No la conozco. —posa
con fuerza el vaso de vidrio vacío en un mueble cercano.
El sonido de unos
delicados pasos, son cada vez más cercanos para José.
—Lo lamento. No fue mi
intención, molestarte, ni causar esto.
Suena la fina y
profunda voz de Vicky.
José succiona un poco
sus mejillas hacía adentro, con altanería, alzando su barbilla al mirarla.
—Yo solo quería decirte…gracias.
—mirándolo tímida—Gracias, por defenderme. Me gustaría saber cómo podría
agradecerte ¿Qué hacer para..?
—Dejándome en paz.
—En…Entiendo. —cabizbaja.
¿Por qué le parece “insuficiente”?
Quiere darle más.
—Ahora vete. —pone sus
manos contra los hombros de la chica, y le da vuelta, empujándola suavemente obligándola
así, a caminar.
Gabriel viendo esto,
se entromete sin poder evitarlo.
—Güey no te pases. No
está haciendo nada malo. ¿Qué te hace?
Yendo tras él. Sin
obtener respuesta.
Llegando a la puerta,
José la abre con una mano y con la otra le da un empujón a la frágil Victoria, expulsándola
de su casa.
—Pepe, te estás
pasando ¿Qué no lo ves? Es una mujer.
—Una que no conozco, y
es molesta.
La chica avergonzada
se marcha viendo abajo.
—Güey…
Se miran fijamente un
momento.
—¿Qué te pasa? Andas
muy raro, tú nunca…
—Largo.
—¿Qué? ¿Yo? —se apunta
a sí mismo.
—¡Sí, largo!
Lo avienta afuera de
un impulso con sus manos y resuena un portazo.
Acabaron con la única
pizca de humor que le quedaba.
Encontrándose con la
soledad y el silencio de su habitación. José, se dispone a terminarse esa
botella de Whisky.
¿Qué era lo que había sentido?
Su corazón, se sacudía violentamente, tan violentamente que hasta dolía. Como
si una capa de hierro que lo había estado protegiendo desde su último romance,
se estuviera quebrando. ¿A causa de que, y por qué?
¿Quién es esa mujer?
Que como fantasma se le ha estado apareciendo en todas partes, y sigue dando
vueltas en su mente.
Su fiel amigo…el
alcohol, le ayudará a olvidar, y vaciar su mente, por el momento.
No quiere caer, no
puede caer, no debe caer…una vez más.
Al salir del portón de
seguridad. Gabriel llega a Vicky.
—¡Oye!
Su grito la hace parar
y darle la cara.
—Disculpa a mi amigo,
el así es. Malhumorado, mal genio… tú sabes.
—Lo entiendo. No
tienes que preocuparte. —su expresión dice otra cosa.
—Ha pasado por tantos
problemas. Por tantas decepciones, traiciones, que… le es muy difícil, confiar
en alguien. Por eso no tiene novia —se le resbala de la lengua.
Eso atrapa el interés
de Vicky. Quedando enmudecida.
—Bueno, no te quito más
tiempo —suelta una risita— ¡Oh cierto! —toca sus labios— ¡Grey! Debe estar
enojada, le prometí… —voltea a verla, resaltando su sonrisa— ¡Adiós, te veo
luego!
Se va dando grandes
zancadas, hacia dónde había dejado estacionado su coche.
«Le es difícil…confiar
en alguien. Eso debe ser tan…amargo »
Existe una conexión
entre los dos. Ya que Vicky logró sentir, y comprender como si hubiera vivido todas
esas traiciones, decepciones, todo ese dolor. ¿Debería ayudarlo? Pero si ni
siquiera lo conoce. Algo la quiere halar hacia él, algo…la quiere obligar a
hacerlo. La ata, la atrae… con más fuerza, aunque no quiera, tiene que
intentarlo.
Su siguiente día
libre, lo aprovecha para ir a buscar a José. Al estar componiendo, tuvo suerte
porque ahí se encontraba, pero ignora el llamado del portón de seguridad. Y teme
que sea quien está pensando y lo atormenta.
—…Por favor, soy yo.
La chica del otro día, la que vino con tu amigo. Solo quiero…darte algo.
Continúa hablando por
la bocina del portón de seguridad sin respuesta alguna.
—Por favor…
Lo esperaba…que no la
dejara entrar. Por lo que, opta en infiltrarse de todos modos. Hay una fuerza
que la sigue atrayendo, y es irresistible, incontenible, imparable.
Hace el intento por
trepar la barda que protege el frente de la casa, al usar esa falda a sus
rodillas y zapatillas, le es difícil el ser flexible. Resbalándose y cayendo al
suelo, sin éxito alguno. Vuelve a intentarlo, y consigue pasar del muro, pero
se da un doloroso golpe adentro del territorio de la casa. Sin importarle que
se ensucie su elegante ropa, se pone en pie con esfuerzo.
« ¡Lo logré! » Festeja
dentro de ella, esbozando inconscientemente una sonrisa.
Ahora trata de abrir
una ventana pero es inútil, no cuenta con la suficiente fuerza o habilidad.
Además será imposible usando solo sus manos.
El entrar sin permiso,
ha hecho que la alarma de seguridad suene dentro de la gran casa de José, en
cada rincón. Volviendo a desconcentrarlo.
Se supone que debería
llamar a la policía, pero sabe de quién se trata, ha escuchado su voz, a través
de la bocina.
Incorporándose con un
gesto que refleja su rabia, camina a pasos pesados, hacia la escalera.
Bajando los escalones
de prisa, a sus oídos llega el sonido de unos golpeteos insistentes de una de
las ventanas amplias de la planta baja. Sin dudarlo va a afrontar a esa mujer,
de la cual ya se está cansando.
Sale de su casa y la
encara, clavando su mirada en sus ojos.
—¿Qué crees que estás
haciendo aquí? ¿Quieres problemas? —exaltando sus ojos— Ah, cierto… eres
también tú, la que me llamo al celular ¿verdad?.
Vicky le mira viéndose
dispuesta, determinada, y se le nota en su mirada. No logrará intimidarla,
ahora sabe el porqué es así.
Sin contestar, enlaza
sus brazos a su cuerpo, uniendo su mejilla con la contraría, sonriendo de
placer. Sintiéndolo tan cerca…tan cerca, que por esos segundos, José calla, y
ambos experimentan una sensación plena, como si un lazo los estuviera rodeando
y rodeando hasta ajustarse en ellos, aferrándolos, aprisionándolos, sin
dejarlos moverse.
Hasta que eso se rompe,
mas no la unión.
—Vine… a verte José.
—¿Pero qué…? ¿Estás
loca? ¡Aléjate! —la separa con su mano y mira sus ojos directamente— Escucha…vete,
o llamaré a la policía.
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