martes, 4 de marzo de 2014

La Bruja y el Ángel mestizo [Capitulo 3 ]










                              Capitulo- 3












Arriba brilla el sol. A su alrededor, hay una pacífica vegetación. Justo lo opuesto que hay adentro del joven nativo, quien temblando y reteniendo toda esa conmoción, todo ese pesar lo más que puede. Retrocede unos pasos del borde del barranco. 
¿Qué acaba de hacer? ¿Estuvo bien, o estuvo mal? Solo sabe que es lo mejor. Charlotte debe irse y ya no regresar con él. Nunca más. 
Si es necesario, tiene que odiarlo hasta que no le queden ganas de volver a verlo. Para salvarla… para protegerla. 

La gente blanca es mala. Esa gente quiere destruirlos, arrebatarles sus tierras. Según le cuenta su madre. Charlotte es una de ellos, por dentro también es ambiciosa, maliciosa, una amenaza y un peligro. Como lo fue su padre Haytham Kenway.  
Hace años, gracias a él pudieron localizar la ubicación de su aldea, la incendiaron, perdiendo a muchos miembros de la familia. Quizá ahora crean que acabaron con ellos, pero no es así. Temen que los encuentren de nuevo, y la catástrofe se repita. Por eso es que Kaniehtío no quiere que su hijo se relacione con una mujer blanca, no quiere que cometa el error que ella cometió. 

Mejor se echa a correr. Antes de arrepentirse e ir a sacarla del río. Antes de que su corazón le gane. 
Su amigo se ha puesto en medio de su carrera. Y va disminuyendo velocidad. 

—Ratohnhaketon…mira —con su mano sostiene de las patas a dos zorros y un conejo.

En su rostro se refleja su alegría y triunfo. No es muy bueno cazando, por eso cada que logra una caza es motivo de orgullo. 
Ratohnhaketon hace un esfuerzo por calmar su agitación y no mostrar ni la más mínima señal de sus sentimientos. 

—Bien hecho. —lo observa detenidamente. Inexpresivo. 
—¿En dónde estabas? 
—No importa. Hay que seguir cazando, todavía no conseguimos suficientes pieles ni carne. 
—Está bien… 

Podría parecer extraña su forma de comportarse, pero de Ratohnhaketon se espera, y no es para nada raro. 
Guardarlo todo… tiene que guardarlo todo y no dejarlo salir, ni de sus labios, ni en sus expresiones. 




Su cráneo se golpeó contra una roca, y la sangre que brota se pierde con el matiz de su cabello. Y es arrastrada por la corriente del río, completamente inconsciente, poco a poco va entrando agua por su nariz y boca. 
Hasta que una roca grande en medio del torrente, la retiene, aferrándola a la piedra, y su nariz y boca quedan fuera del alcance del agua, pero a duras penas respira.

Una mujer algo robusta, camina por una vereda del bosque cargando en sus hombros un venado que ella misma ha cazado. Agotada y con la garganta seca.
Ha sido un día de caza muy activo, por lo que se dirige al río más cercano a su escondrijo de cacería. Descarga su presa a sus pies, y se asienta un momento a orilla del río para tomar un respiro antes de arrodillarse y beber con su mano de la limpia y fresca agua que corre sin cesar. Al terminar echa un vistazo a su entorno, cuando algo muy llamativo —rojo— a lo lejos del río capta su atención. ¿Acaso es una persona? ¿Será una joven mujer? Se levanta para ir a ver sin olvidar su venado. 
En efecto estaba en lo correcto, es una mujer. ¿Estará muerta o viva? No puede quedarse con la duda, esto no es algo que se vea a diario. 



En su escondrijo del bosque. Ella se ocupa en despellejar aquel venado, afuera de su refugio hecho de madera. Ahí adentro en el suelo del mismo material, descansa Charlotte. A la luz de una pequeña chimenea y un par de ventanillas por donde entra aire fresco. El olor a leña quemándose invade la cabaña. Pero ni ese aroma tan fuerte, ni el ruido que produce la mujer cazadora afuera, la despertarán. 
Su cabello está mojado, al igual que su vestimenta hecha a mano, similar a la que usa la cazadora. 
Minutos más tarde. Algo se está cocinando en la chimenea, una hoya que gorgotea, y la mujer se ha sentado cerca de la chica, sacándole filo a su daga favorita con una piedra especial que en la fricción soltaba chispas. 
¿Fue el sonido de la piedra rascar el filo? ¿O el subconsciente de Charlotte? Lo que la hace abrir sus ojos tan verdes como las hojas de los árboles que rodean la cabaña. 

—Ah… por fin despiertas. 

Sigue insistente con el filo de su cuchillo y una sonrisa intacta.

Esta desorientada, y con unas pulsaciones dolorosas en su cabeza, tan insoportables. Levanta su espalda del piso y toca su frente soltando un quejido y haciendo una mueca de dolor. Quiere encontrar información en su cerebro, pero no le es posible el pensar con claridad. 

—Mi nombre es Myriam —dice la mujer sin quitar la vista de su filo— ¿Cuál es el tuyo? 
—¿Cuál… es mi nombre? —le devuelve la pregunta, frunciendo el ceño al verla. 

Myriam suspende su labor para clavar su mirada en la chica. 

—Te encontré en el río. Estabas inconsciente y sangrando de tu cabeza, pero no te preocupes, ya te unte algo que te ayudará a sanar la herida, la tienes que untar continuamente por dos días. Por fortuna, no es una herida muy profunda. 
—No…no entiendo. —baja su mirada más enredada.
—Ya te recuperarás. Seguro es por algún golpe que posiblemente sufriste en tu cabeza. Aunque realmente no sé cómo es que te ocurrió eso. 

La cazadora se pone en pie y se dirige hacia la hoya hirviendo que soltaba vapor. Sirve en un tazón un poco de su guisado de carne, con verduras que ella misma cosechó. 

—Ten… —le ofrece el tazón con una sonrisa. 

Charlotte con inseguridad lo sostiene, sintiendo lo caliente que es, pero no como para quemar sus manos. No ha comido nada desde que su padre fue asesinado, aunque no lo recuerda, siente mucho apetito. Por lo que empieza a comer con ansiedad. 
¿Por qué esa mujer es tan amable con ella? Es su naturaleza. Por eso también le cuenta un poco de su vida, aunque Charlotte, no pronuncie una sola palabra. 
Dos tazones vacíos quedan sobre una pequeña mesa. La chimenea encendida, les proporciona luz y calor. Empieza a oscurecer. 

—Así que…mejor quédate aquí. Afuera es muy peligroso. Y todavía no te recuperas del todo. 

En una silla, la cazadora cocía una de sus vestimentas hechas a piel. 

—Sí… ¿o…no? —toca su frente haciendo un esfuerzo por recordar. Y ese dolor regresa— Ah… 
—Mejor duerme.

Suspende lo que hace para ir por su “colchoneta” hecha por ella misma, para prestársela. La joven sin más se recuesta sobre ese colchón sintiendo más confort, cierra lentamente sus parpados. 

Pasan un par de días. 

A pesar de tener la aceptación de su aldea, y la aprobación de su madre. No está tranquilo, no está feliz ¿Y cómo va a estarlo? ¿Cómo toda su familia puede estarlo? 
Hay mucho que le preocupa, le inquieta. En primer lugar; Charlotte. No deja de preguntarse ¿Qué habrá sido de ella? Sabe que puede nadar, así que es muy probable que siga viva, por eso ya no ha vuelto a buscarlo ¿Eso quiere decir que se ha ganado su odio? Sea lo que sea, espera y siga con vida.  Y en segundo lugar; los hombres blancos. Que amenazan  acabar con ellos. Es tan abrumador, pero aún así sigue viviendo, preparado para lo que sea. 
Siente que debe proteger su aldea. Aunque ellos quieran ignorarlo, sabe que en cualquier momento ese desastre que ocurrió pueda volver a suceder. Le preocupa ver que los suyos no quieran hacer nada al respecto. Sintiendo que cae sobre el toda la responsabilidad de protegerlos pero… ¿en verdad lo merecen? Es su familia, y fueron también los culpables de lo que haya pasado con Charlotte. Los culpables del dolor que siente ahora ¿Debería irse? ¿Abandonar la aldea? No…ser un traidor jamás. Aparte ¿A dónde va a ir? Solo conoce esta vida, este lugar. Y Charlotte ya no está con él. Es muy tarde para pensarlo. Continúa con su vida. 



—Tengo que irme…

La voz baja de Charlotte suena detrás de Myriam, quien tiende unas pieles al sol. 

—Bueno… ya te sientes mejor ¿verdad? ¿Pero a dónde irás? —sin perder la atención en sus pieles— Dices que apenas recuerdas quien eres. Y que sientes la necesidad de irte del bosque. ¿Quieres ir a la ciudad? —termina su labor y la ve de perfil. 
—No lo sé. Solo sé que debo irme…muy, muy lejos. 
—Ya te he contado… —le da la cara— Porque abandoné mi casa en Nueva York y decidí vivir aquí. No te recomiendo vivir en la ciudad. Pero…si tú quieres, puedo darte mi casa. Que espero y siga ahí. Eso sí, no puedo darte dinero. Primero piensa bien las cosas Charlotte. 
—No me siento bien estando aquí. —camina apartándose un poco de ella y contempla el panorama natural que las rodea— Me siento como…enferma. No me gusta esta sensación. Pesa. 
—¿Has pensado porque estabas en el río? —se posiciona a un lado de ella— Fue como si hubieras sufrido un accidente. O tal vez alguien…
—¡No quiero pensar en eso! —cierra sus ojos— Solo deseo irme y ya no volver. 



En la siguiente mañana. Myriam decide acompañarla hasta Nueva York, en busca de la que fue su casa. Está decidida a ayudarle, le ha caído muy bien la joven pelirroja, y ha cuidado de ella, ya que la ve como una pequeña hermana. Le asombra lo tan rápido que se ha encariñado con ella. 
No sabe si tiene familia o si esto es lo mejor, sabe tanto de ella como Charlotte recuerda; casi nada. 
Adentrándose por las calles de la ciudad, invadidas por los habitantes que vienen y van. Los comerciantes, el rumor de la vida en Nueva York y todos esos olores. Es tan distinto, es tan agradable, la sensación de “estar en casa” para Charlotte, que no puede con tanta emoción. En su faz es notable. 

—Este lugar es hermoso. —sonriente mientras camina junto a Myriam. 
—Sí, eso parece. ¿Estás segura de esto Charlotte? 

Con su mirada localiza una tropa de casacas rojas, firmes, avanzan hacía ellas pasando por su costado dirigiéndoles miradas que logran intimidar. 

—Claro que sí. No tengo la menor duda. 

Al llegar a la esquina un grupo de niños huérfanos se atraviesan en su camino y juegan haciendo bromas entre risas. Quieren llamar su atención, no les permiten el seguir, quieren monedas o algo para calmar su estómago, eso solo Myriam lo sabe. Pero las dos van con las manos vacías. 

—Lo siento niños. No tengo nada para darles. —habla Myriam en un tono amable. 

Charlotte ríe con las bromas que hacen los niños, y Myriam le da un tirón a su manga. 

—Es por aquí. 

Doblan la esquina. Y finalmente llegan a la abandonada casa de Myriam. Abren la puerta y algunas ratas corren a esconderse a sus agujeros o muebles viejos. Y las telarañas, el polvo y un olor a madera húmeda, es lo que encuentran en las entrañas de la casa. 

—Bueno… esta fue mi casa. No está en perfectas condiciones pero, puedes refugiarte aquí. 

Dando un paso adentro. La joven explora con su mirada el interior. 

—Es perfecta. Gracias por todo Myriam. —la mira con el rabillo del ojo— Algún día te pagaré. 
—No es nada.

Se miran frente a frente.

—Si te arrepientes, o necesitas ayuda. Si cambias de parecer…siempre podrás contar conmigo, puedes regresar cuando quieras, ya conoces el camino.

Dice “si” con su cabeza, como respuesta, y vuelve a ver las paredes, piso, ventanas y escaleras de la que será su casa. 
El rostro de Charlotte cambió desde que llegaron a la ciudad. Y eso lo había notado Myriam. ¿De verdad siente que esto es mejor? ¿Qué aquí debe estar? La cazadora se preguntaba cosas importantes, que por lo visto Charlotte no toma en cuenta o ignora. ¿Cómo sobrevivirá en las colonias? Necesita dinero ¿Cómo va a conseguirlo? Una joven sola en Nueva York, suena tan peligroso. Pero sabe que es terca y no querrá retroceder, así que solo la deja ir, por el camino que crea es el correcto. Tampoco es que sea su madre, solo es su amiga. 
Limpió lo que pudo, sacudió cada una de las telarañas, y se acostó sobre un viejo colchón, para pasar su primera noche en casa. 
A través de la ventana sin cortinas, y el cristal roto, puede ver el oscuro cielo, tapizado de estrellas, las contempla con un silencio sepulcral, que es lo único que la acompaña. No obstante, se siente muy bien. 
Cierra sus ojos y empiezan a venir visiones a ella, todavía no duerme pero sabe que no está soñando, porque se ve tan real. Eso le es familiar, claro…ya ha tenido visiones antes, desde que era una niña. 

¿Es un joven nativo? Con un rostro apacible, y con una pizca de duda. Entierra su Tomahawk en el cuello de un hombre, luego en su pecho. Extrayendo su corazón, sus entrañas revientan en sangre, que fluye y fluye. El hombre se desangra y ya está muerto. ¿Quién es ese hombre? Puede verlo y tiene ganas de gritar. Hay otra visión; ese mismo joven la empuja de un barranco. 
¿Es una visión? ¿O un recuerdo? Charlotte se sumerge en un mar de confusión. Abriendo sus ojos de par en par, con su respiración agitada, toca su frente y distingue que está sudando en frío ¿Qué fue eso?... Ese dolor vuelve a alojarse en su cabeza, a torturarla. 



Transcurre casi una semana, sin llevarse alimento a su boca. Solo agua, que encuentra en los recipientes de animales domésticos vecinos. Y es una semana de sufrir esas mismas “visiones” del nativo, que se repiten una y otra vez. 
Tiene que comer algo o morirá. ¿Acaso Myriam tenía razón? Fue muy precipitada su decisión. —Debió prepararse— Ya no aguanta más, pero, de ninguna manera piensa regresar con Myriam, a pesar de todo, se siente bien estar lejos del bosque. Le da la sensación, de que ahí es dónde debe estar. 
No se ha relacionado con sus vecinos, con nadie. Un día lo intentó y pudo ver lo indiferente y cruel que es la gente, no se puede fiar de ellos, así que todo ese tormento que sufre con sus visiones lo guarda en secreto. Prefiere hablar con los animales, ellos si saben escuchar. 

Se sentó en el suelo de la calle, para poder acariciar a un perro que paseaba por ahí, y ya conoce. 

—Hola amigo ¿tienes hambre? También yo. —le sonríe palpando su cabeza canina. 

Para algunas personas parece una loca, y más aún por su ropa sucia, cabello rojo, mugriento y enmarañado. Otros la ignoraban, es mejor evitarla, tiene problemas mentales. 
Increíblemente, el perro menea su rabo y alegre la escucha, permaneciendo fiel ante ella. 

—Si… otra vez tuve esas visiones. Me estoy cansando de eso. 

A Charlotte no le importa lo mal que se vea hablando con un perro en plena calle. Ella se siente bien. Además le hace falta hablar o desahogarse con “alguien” o “algo”. No le contará a nadie más cómo se siente o lo que le ocurre. 
Sin embargo tiene que hacer algo para sobrevivir. 

El sonido de una carreta aproximarse, la alarma y se retira de en medio de la calle junto con el perro. Viéndola pasar. 
Un dolor soportable en su estómago le exige alimento. 

Se le ocurre una idea. No le gusta, pero no le queda de otra. 
Interrumpe a una mujer que conversaba con algunos hombres en una esquina, para pedirle unas monedas. Solo consigue una fría mirada. 
Intenta con un hombre… otra mujer. No le dan ni una moneda, a pesar de suplicarles casi de rodillas. 
La gente es tan apática y mala. Pero Charlotte no se rendirá. 

—Por favor se lo suplico —camina detrás de un joven castaño.

Él sigue su camino como si la chica fuera invisible.

—Necesito comer algo… por favor. Por favor. 

En su desesperación toca su hombro, para atrapar su atención. El joven hace un alto y retira la mano con arrogancia. 

—¡No… me toques! —voltea a verla con desprecio— Aléjate de mí. 

La hambrienta chica, da tres pasos atrás y agacha su cabeza avergonzada. En tanto él retoma su camino.
Queda quieta, inmóvil, solo puede verlo irse lentamente y con sus ojos detecta su bolsa de dinero, que cuelga de su cinturón. Ahora guarda silencio y cuidando sus pasos, sigue su espalda, revisando que nadie más la esté viendo…le arrebata su bolsa. 

—¡Oye!... ¡Guardias! ¡Hay una ladrona! 

Alza su voz e intenta atraparla con sus manos. Charlotte se echa a correr a una dirección contraria, y  varios ojos se posan sobre ella. Un grupo de soldados la persiguen, y la joven de carmesí cabellera tiene que escapar, si quiere vivir. 



No importa cuánto se esfuerce por superarlo, por soportarlo. Su amiga sigue estando tan presente en su mente. No hay día que no la piense y se pregunte lo mismo por ella. Es tan frustrante, tan doloroso… querer ir a buscarla, pero no poder hacerlo.
Ni siquiera tiene la certeza de que esté viva, ni siquiera puede contarle a su amigo cómo se siente o lo que piensa. No puede protestar, hablar o desahogarse. Solo lucha consigo mismo, enfrentando sus más profundos sentimientos. 

Como cada día, va a visitar el lugar de descanso, que él mismo cavó para el padre de Charlotte, que descansa bajo tierra. Ahí cerca del bulto de tierra. Ratohnhaketon inclina su cabeza y cierra sus ojos, usando su lenguaje natal. 

—Perdón… señor Grint. Perdóneme… de verdad lo lamento. Usted que siempre confió en mí, no merecía esto. No pude proteger a Charlotte como lo prometí, y debía ser. Solo pude salvarla, pero no estoy seguro si realmente valió la pena, si realmente se salvó. 

Su rostro mantiene una expresión afligida. Sus orbes lucen cristalinos, con lágrimas que jamás saldrán. 
No se cansa de pedir disculpas al difunto padre de Charlotte. Su conciencia, corazón y espíritu, no pueden estar en paz.

Por primera vez después del incidente de hace semanas. Se atreve a entrar en el que fue hogar de su amiga. Sube por las escaleras y se dirige a la habitación de Charlotte. Una habitación vacía, porque no está ella ahí. 
Algo captura su atención. Una caja, realmente es un cofre. El joven nativo se ve atraído intensamente por ese objeto, por lo que lo abre y puede ver que un montón de plumas de águila se encuentran ahí guardadas. 
Si…son las mismas plumas que entre los dos habían estado encontrando, buscando. 
Toma una de las plumas para verla detalladamente y recordar todas esas aventuras que había vivido con ella. Trepando por los árboles juntos, saltando, escalando, corriendo, nadando, saltando… todo para alcanzar los nidos en donde estaban esas plumas. 
Nunca se imaginó que las estuviera guardando como si fueran un tesoro. Cabizbajo cierra el cofre y lo carga para llevarlo a la sepultura del padre de Charlotte. Y muy cerca entierra esa caja de madera. 

Si tan solo pudiera también, enterrar todo su sentir, todo su pesar. 
Sabe que lo mejor sería olvidarlo todo ¿Pero cómo olvidarlo? ¿Cómo borrar todos esos momentos? ¿Cómo eliminar estos sentimientos? Que no hacen más que destrozarlo, dañarlo por dentro. 





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1 comentario:

  1. Ahh!!! no se por que dijiste que el cap esta aburrido si esta muy interesante :D
    ajaja los niños huerfanos jaja XD no podian faltar
    Myriam es muy buena con charlotte :3 me cayo bien
    y la pobre de charlotte hambrienta D: y nadie le ayudaba D: por eso me cae gorda la gente -.- no le quedo de otra mas que robar u.u
    Ratohnhaketon T__T esta sufriendoooo y nadie se da cuenta u.u pobresitooo!! D: no es bueno guardarse dolores internos u.u se tienen que sacar T__T casi me hace llorar aww y esta arrepentido por haber matado al señor grint u.u pobree T__T no me gusta verlo tan triste u.u y encontro todas las plumas que recolectaron juntos desde que eran niños asdfasdfgfdsdf <3 que hermoso u.u y eso es un tesoro <3 :') asdasdfasd me quede con ganas de mas *_* ya quiero leer el que sigue :D muy bueno (Y)

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