Capitulo-7
Podría ignorar la ruidosa llamada, pero no tiene las agallas. Hay algo que le pide que
conteste.
—¿José?
—dándole la espalda al japonés, y encogiéndose de hombros.
—Ese
mismo. ¡Eh!, te tengo un trato.
—¿Trato?
—Este
reloj que me diste…es de muy mala calidad. No me gustó. —dice mientras revisa
con su mirada el objeto cubierto de oro— Asi que, no creo que pueda aceptar tus
“gracias” así.
—No
entiendo ¿Cuál es el trato?
—Bien,
la cosa esta así. Para aceptar tus agradecimientos tendrás que ser como mi
esclava durante tres meses. Solo así, aceptaré tu gratitud, y estaremos a mano.
Aunque
suene absurdo, solo busca divertirse. Está seguro que al ser tan tonta estará
de acuerdo.
—No.
Ante
la inesperada contestación, José abre mucho sus ojos, sintiéndose casi
ofendido.
Y
es que Victoria se ha prometido a ya no volver a permitirse más locuras que
involucren a este desconocido hombre, del que apenas sabe su nombre. Pero ¿Por
qué? ¿Por qué sigue enredándose con ella? ¿Con que propósito?
¿Después
del trato que le brindó, espera que haga lo que le plazca con ella? De ninguna
manera. Ya está lo suficientemente madura como para caer.
—¿Entonces
no?.
—No
José. Perdóname, no entiendo porque quieres hacer esto. —traga saliva. Está
agarrando coraje para hablar— Creí que solo te molestaba. ¿Acaso estás…loco?
Ta-Tampoco es que hayas hecho la gran cosa...Adiós.
Cuelga.
Se
desconoce asi misma. En ninguna otra ocasión le había hablado así a un hombre.
Pero tiene que hacer un alto, justo ahora.
No quiere tener problemas con su marido, si se llegará a enterar…
Cuando
baja el móvil de su oreja, pierde el equilibrio, y se balancea, como si las
únicas fuerzas que le restaban, se hayan ido con las palabras que le ha dicho. Akiva
le deja recargar su espalda en su pecho, y así la sostiene. Mareada, medio
cierra sus ojos, y siente que su garganta se contrae, y sus pulmones se ponen
tensos. Respira de su inhalador que tiene a la mano.
—Victoria…¿Quién…?
—No
importa. —se sostiene en pie y guarda el celular en su bolso volteando a verlo—
Gracias por todo, pero debo irme…mi esposo…
—Precisamente
de él quiero hablar. No me digas que él es quien te hizo eso. —observando sus
brazos con manchas cafés y medio violetas.
—¿De
qué hablas? Esto es… —mirando a otro lado— Perdóname. Pero no tengo tiempo para
explicaciones. —avanza como puede, ya que sigue con su debilidad.
Akiva
le bloquea el paso con su cuerpo.
—Tú
perdóname a mí, pero no te dejaré ir hasta que me lo expliques. —arrugando el
entrecejo la mira fijamente.
Un
temblor inevitable se adueña de Victoria. Su rostro y labios, pierden su color.
—¡Mierda!
Refunfuña
José apartado en aquel pasillo bien decorado con dos cuadros.
«¡Maldita
perra! ¡¿Cómo se atreve a decirme eso?! ¡Esto no se puede quedar así! Vas a ver
cabrona…»
La
piel de su cara, tan enrojecida, y esas facciones endurecidas, delatan su
sentir.
»Quieras
o no serás mi maldito juguete. ¡Porque yo lo digo! ».
No
está acostumbrado a ser rechazado, ni ignorado. Por lo tanto resulta más que
humillante, se siente ridiculizado. Sensación que no soporta en lo absoluto.
Toma
un respiro y acto seguido escoge el número de su amigo “Gabriel Montiel” del
directorio. Sin importarle la hora que sea. Sabe que atenderá su llamada.
—¿Hola?
¿Pepe? ¿Qué pasó güey? —con voz ronca.
—Güey,
nunca creí que dijera esto pero…necesito tu ayuda.
Gabo
todavía no recupera sus sentidos del todo. Ya estaba durmiendo a lado de su
novia Grey, quien sigue dormida. Desprende un poco su espalda del colchón, y se
apoya en su codo, frotándose sus ojos para despabilarse.
—Estaba
dormido…
—¿Tan
temprano? Apenas son las diez de la noche.
—¡Ah!
Teníamos sueño… —enjuaga su rostro con su mano.
José
se pone cómodo, recargando un costado de su brazo en la pared del pasillo.
—Verás,
necesito una maldita distracción es todo. Y creo que la mujer rara esa que tú
conoces. Podría servirme.
—¿Cuál
mujer?
—La
tipa esa que trajiste a mi casa esa vez.
—¡Ah!
¡La chica del restaurante! —como resorte se levanta sentándose al borde de su
cama, ya bien despierto— ¡Eh! ¡Lo sabía! ¡Sabía que te gustaba ella amigo!
«No
puedo creer que recurra a Gabo. Pero es preferible a poner en riesgo mi
reputación y orgullo».
José
trata de explicarle el favor que quiere que le haga, y su propósito.
—Ah
ya…Pepe, eso suena muy cruel. No seas así con ella.
—Tú
solo cállate y ayúdame. ¿O qué? ¿No eres mi mejor amigo? Además, solo tú puedes
hacerlo, ya que la conoces.
—Bueno…conocerla,
conocerla, mucho, pues…
—¿Sí
o no?
—Mira…lo
difícil para mí será ocultar lo que debo hacer de Grey. Si se entera de lo que
voy a hacer, o de nuestras intenciones. ¡Nos va a matar!
—Sé
que lo harás bien. —sonríe una pizca.
¿Será
que solo es por “diversión”? ¿O solo es un pretexto que sin darse cuenta, José
busca para acercarse a ella?
Victoria
sigue intentando irse. Pero ya sea que trate de ir por la derecha de Akiva, o
su izquierda, él se mueve de modo que le impide el paso. Los nervios en la
chica son crecientes, y muy alterantes. Con su vista abajo se rinde, pero no
del todo.
—Akiva
te lo pido por favor. Déjame ir…si llego tarde —se le resbala de la lengua, y
corta su oración, esperando que no haya puesto atención.
—¿Si
llegas tarde a casa? ¿Qué sucede Victoria? Dime…
Da
un paso hacia ella, teniéndola muy cerca de él. Pone sus manos sobre sus
hombros.
—Quiero
que te calmes ¿Está bien? No te presionaré más. Lo entiendo todo.
Su
voz es tan profunda, que parece acariciarla con esas palabras.
—Solo
que...no permitiré que te ponga una mano encima otra vez. No sé mucho de ti, y
tampoco te conozco lo suficiente. Pero…
Victoria
alza su mirada. Y sus ojos se enlazan con los de Akiva.
—En
tus ojos veo tristeza —continúa— Y eso no me gusta. Esta noche vendrás conmigo
a mi casa.
La
joven de un sobresalto esta por gritar…
Akiva
la rodea con sus brazos en un abrazo firme, cálido. Que la deja como aturdida.
—Él
te hace daño ¿Cierto? Y si llegas tarde, lo volverá a hacer. Yo no podría
dormir, ni quedarme tan tranquilo, sabiéndolo. No es bueno ni para ti, ni para
mí.
—Akiva…
—es incapaz de corresponder su abrazo— ¿Por qué lo haces?
Es
difícil asimilarlo para Victoria. Más difícil comprender por qué su propio
corazón está respondiendo tan inquietante. ¿Será por el miedo? ¿O por otro
sentimiento?
Termina
en la cama de la habitación de huéspedes en casa de Akiva. No logra conciliar
el suelo hasta que casi amanece. ¿Qué pensara su esposo sobre esto? Tendrá que
regresar mañana a su casa para explicarle —para enfrentarlo— aunque sabe lo que
sucederá…ya está acostumbrada.
Un
día soleado, caluroso y rutinario.
En
el restaurante no hay muchos comensales. Victoria regresaba de su descanso, y
en el corredor de casilleros se pone de vuelta su mandil largo, y en el espejo
de la puerta de su casillero se revisa sus dientes, haciendo su mejor sonrisa.
—Si
conseguimos más pruebas podríamos denunciarlo.
La
súbita voz de Akiva la hace brincar del susto, y algo tímida, da media vuelta
para verlo ahí ante ella, firme, y con sus manos a la cadera, viéndola
directamente con esos ojos rasgados.
—Mientras
tanto podrías volver a casa solo por una muda de ropa y lo que necesites —eleva
sus cejas— Lo traes todo a mi casa, te daré llave. Para que estés más segura,
en tanto yo me encargo del resto.
—No
es tan fácil como parece. No conoces a mi marido. —desvía su mirada—
—Tú
no te preocupes por eso. Ahora…
—Akiva
—lo mira a los ojos— Agradezco tú preocupación, en serio, muchas gracias. Pero…
te voy a pedir que por favor no te metas en mi vida. Estoy bien. —fuerza una
sonrisa.
—Victoria…
—arruga el ceño.
—Tampoco
me conoces a mí. —dice en voz baja antes de dar la vuelta y encaminarse directo
al trabajo.
“Ningún
otro hombre se fijara en ti. Cuando se entere que no puedes ser madre” “Una
mujer tan inservible e inútil como tú ¿Quién la va a querer? Ni siquiera puedes
dar una familia” “Yo a pesar de saber que eres estéril y asmática te quiero, de
verdad Victoria. Perdón por lastimarte…”
Todas
esas palabras que le ha dicho su esposo, viajan por su cabeza dando vueltas y
vueltas. Mientras camina hacia las mesas del restaurante, con una libreta de
notas, y bolígrafo para tomar su orden. Por más que quisiera vaciar su mente,
no puede.
Una
camioneta negra, corre por la vía pública no muy transitada de San Pedro.
Siendo conducida por José, que usa unas gafas de sol, y luce su cabello peinado
todo hacía atrás.
—¿Entonces
qué? ¿Ya pensaste cómo ayudarme?
Gabo
algo tenso, se ha distraído viendo por la ventada del copiloto.
—Güey…
—José voltea a verlo de reojo por un segundo.
—¿Qué?
Ah…bueno. —inseguro baja su vista— Verás, estaba pensando ¿Y si retomas el
viaje que pensabas hacer? Tú sabes. Yo cuando volví a la ciudad, te detuve para
que no te fueras y pudiéramos pasar tiempo juntos, pero si el viajar te ayuda a
relajarte y eso, pues… —hace un gesto de complicidad— ¿no? —viéndolo de perfil,
casi estremeciéndose.
José
pisa más el acelerador y arranca rebasando al resto de autos. Gabriel se aferra
a su asiento y cierra sus ojos muy espantado. Maniobra para dar una vuelta en
una esquina, y resuena un sonido rechinante.
Entrando a otra calle, frena de golpe.
El
cantante se quita sus gafas para clavar su furiosa mirada en su amigo.
—Güey…ya
te dije lo que quiero hacer. No salgas con idioteces ¡¿Me vas a ayudar sí o
no?!
—¡Sí!
¡Cla-Claro que sí! —alarmado, se remueve de su asiento.
—Entonces
deja las tonterías, y piensa en cómo ayudarme. —se pone sus lentes oscuros y
las llantas de su camioneta vuelven a rodar.
Se
dedica a limpiar una mesa pasando un trapo húmedo. Sumida en sus pensamientos.
Y ocupada en su trabajo. Algunos de sus compañeros y compañeras se reúnen cerca
del mostrador aprovechando que solo hay unos cuantos comensales, y sin clientes
a la vista, para hablarse entre ellos, casi al oído. Teniendo a Victoria en la
mira.
—Anda
muy rara…
Comenta
una mujer con kilos de más y piel morena. Que atendía la caja.
—De
hecho. Es raro verla tan triste y desanimada. Ella que siempre está tan alegre
y le echa muchas ganas, aunque sea la más torpe de todos.
Dice
un joven alto y delgado con nariz aguileña.
—Sí,
comete muchos errores en los pedidos, se le cae casi todo lo que lleva. Aun no
entiendo como el jefe la prefiere y le paga más.
Agrega
una rubia artificial con anteojos y buenas curvas corporales.
—Es
muy obvio que está enamorado de ella.
Pronuncia
en voz baja una joven morena y muy delgada.
—Al
menos ella está ocupada en su trabajo.
Una
voz extra, y muy conocida para ellos, los hace ponerse tiesos, y dispersarse
volviendo cada quien a lo suyo.
Akiva
con una mirada de desaprobación los revisa estrictamente. Respetando el lugar
de trabajo, por la “imagen” Ya les llamará la atención personalmente.
Le
es imposible no echarle un vistazo a Victoria, que se endereza terminando de
limpiar y recoge un mechón de su pelo cobrizo detrás de su oreja.
El
japonés no quiere que vuelva a su casa, pero tampoco quiere molestarla. Tendrá
que dejarla hacer lo que mejor le parezca.
Tras
unas horas, ya faltaba poco para que llegue la hora de irse a casa. Y de la puerta,
entra un sujeto que le es familiar mas no muy conocido. Gabriel.
El
joven de tez morena, no muy agraciado pero simpático, toma lugar en una de las
mesas, y Victoria lo contempla desde lejos. Se ve tan misterioso. Ya que esta
vez viene solo, completamente solo, y parece algo nervioso. Lo cual no le da
buena espina.
El
roce de una tibia y suave mano tocar la piel de su brazo, captura su atención.
Akiva está a su lado y le sonríe, sus achinados ojos parecen sonreír también.
—Ve
a atender esa mesa. —ordena con delicadeza.
—S-Sí.
—sus mejillas se enrojecen.
Esa
mano se desliza por su piel lentamente y se separa de ella, dejándola con el
extraño sentir y deseo de “Más”.
—Bienvenido
al restaurante Itadakimasu. ¿Puedo tomar su orden? —se inclina muy leve hacia
él, sonriéndole.
«Órale,
si es bonita. Hey tranquilo Gabriel, es la futura mujer de tu amigo. Además
Grey…»
El
solo pensar en su novia le produce cierto escalofrío.
—Eh,
no sé ni pronunciar lo que viene aquí —pone la carta del menú a su vista— Así
que trae lo que quieras, pero ¿Podría hablar un rato contigo?
—Lo
siento. Eso va contra nuestra ética. No puedo hacerlo. —se endereza un tanto
avergonzada.
—Solo
será un minuto. Por favor —eleva el volumen de voz.
—Sshh,
baja la voz. —mira a sus lados.
—¡Te
lo juro me siento muy mal! Mi amigo Pepe quiere que le ayude contigo. Veras…él
no es bueno para expresarse y…aparte si mi novia se entera de lo que estoy
haciendo, me matará. —arruga su frente.
—Lo
lamento.
Se
gira para alejarse de la mesa yendo de vuelta a la recepción.
—¡Espera!
¡Por favor no me hagas esto! —se levanta para seguirla.
Grita
atrayendo las miradas de casi todos los ahí presentes.
—¡Solo
necesito un minuto de tu tiempo! ¡Oye!
Akiva
se entera del escandaloso cliente y enseguida manda a los guardias del
restaurante por él.
Los
dos hombres sujetan a Gabo de sus brazos.
—¡Oigan
que hacen! ¡Eh, chica escúchame! —forcejea con la intención de librarse.
—Por
favor cálmese joven —le dice uno de los guardias que con esfuerzo casi lo
llevan a rastras.
—¡Mi
amigo José te ama! ¡Eso era lo que me mandó decirte! ¡¿Me escuchas?!
Exclamó
lo más fuerte que pudo, hasta resuena en las paredes del interior del
restaurante.
Victoria
se esconde tras un muro, cerca del pasillo que conduce a la cocina, y toca su
pecho respirando rápidamente ante las palabras del joven ¿Serán ciertas? ¿Por
eso le llamó? Pero…es tan extraño.
«¿Me
ama? ¿Por qué me siento así? »
—¿Lo
conoces? ¿Quién es José?
Cuestiona
Akiva frente a ella. Victoria levanta su vista a él.
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woow excelente capítulo me encanto xD mmmm no se como que no me gusto mucho el como está actuando Pepe pero bueno.... por fa sube otro xD
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