Con éxito. Connor,
Ezio y el resto de cazarrecompensas aliados, entregan al malhechor a la
guardia, recibiendo su merecida recompensa. André felicita y agradece a Connor,
los demás solo quieren festejar, volviendo a la popular taberna a beber y beber
cerveza, reír y conversar acompañados de mujeres.
El joven nativo se
siente algo contento al ver a todos felices, y sabiendo que ha ayudado capturando a uno de los buscados. Pero aún tiene algo pendiente, ese pendiente
que no lo deja relajarse del todo. La mujer de cabello rojo, la asesina, tiene
que…
—Eh Connor, ¿porque
no vienes a jugar un poco?
Le habla André,
encapuchado, solo puede ver su sonrisa y esa barba corta, en la otra mesa más
pequeña. El hombre que había estado jugando con él se ha ido insatisfecho tras
la derrota. Rara vez, André pierde un juego.
Connor con algo de
confianza se acerca y voltea la silla de madera para sentarse, quedando el
respaldo enfrente donde puede apoyar sus brazos.
—Nunca he jugado.
¿Cómo es? —fijándose en el tablero de la mesa.
—Es fácil, vamos yo
te enseñaré.
De todo el grupito
de cazarrecompensas, él es el más amable, al que a Connor parece agradarle más.
Por este momento quiere vaciar su mente de esos pensamientos, controlar su sed
de venganza, y tratar de llevarse bien con todos.
Un mes, ha pasado un
mes. De búsqueda, de desafíos para Connor. Gracias a él, los cazarrecompensas
han atrapado a los rateros buscados por la guardia. Tachando los retratos del
muro en el sótano de Aquiles. Han limpiado la ciudad, pero todavía siguen
faltando esos dos. La ladrona asesina, y su amigo el asesino. Son los únicos
retratos que faltan por tachar. Y el solo verlo a Connor le retuercen las
entrañas, pero sabe que está cerca, puede sentirlo.
Por otro lado,
Garrett también sigue en su búsqueda del líder de los templarios asentados en
tierra americana. Tiene que enfocarse solo en asesinar al mandamás, ya que solo
hay un Asesino en todo Boston y Nueva York, y es él. Ha pensado en reclutar Asesinos, para formar
una hermandad pero, no hay tiempo, tendría que entrenarlos, y no puede
dedicarse a eso. Ya conoce el nombre del líder, por su cuenta lo ha
descubierto, usando el método que usó el maestro Altaír; Interrogando a
sospechosos.
Haytham Kenway.
De la única persona,
en quien puede confiar y sabe que tiene su apoyo; es Charlotte. Aunque ella
siga negándose a asesinar, aunque su ayuda no se haya visto, sabe que es un
apoyo.
Durante la noche,
Charlotte entra por la ventana del segundo piso de la casa del señor August
como acostumbra, nunca se permitiría ser vista entrando por una puerta. Alguien
puede verla. Adentro, baja su capucha marrón viéndose su cabello rojizo bien
recogido y trenzado, se quita esa mascara que cubre le cubre hasta la nariz,
dirigiéndose hacia la planta baja donde encuentra solo a Garrett, recargado en
una pared cruzado de brazos, vistiendo su túnica blanca de Asesino, pero ha
bajado su capucha y puede verse su cabello castaño corto, con el símbolo del
gremio de cinturón también ha dejado su armamento en una mesa. Está
contemplando la nocturna nevada a través de una ventana.
—¿Saliste a robar
con este frío? —dice Garrett sin moverse.
—Tengo que hacerlo. —queriendo
reír.
—He descubierto el
nombre del líder de los templarios. Es Haytham Kenway.
Fijándose en ella medio
sonriente, camina lentamente para darle la cara.
—Qué bien. ¿Dónde
está el señor August? Necesito bombas de humo, algunas flechas y veneno. —con
su mirada busca a su alrededor.
—Charlotte.
—¿Qué pasa?
—¿En verdad te
interesa ayudarme? —viéndola con esos ojos azules y perezosos.
—¿Por qué lo dices? —con
un gesto interrogante.
—Nunca me prestas
atención cuando te hablo. Y, parece que solo te preocupas por ti, no me has
ayudado en nada.
—Garrett ¿Qué pasa
contigo? Antes… no te importaba todo ese conflicto entre Asesinos y Templarios.
Aún me parece extraño que te intereses tanto en ello.
—Habíamos acordado
algo. Yo te ayudaría a ocultar tu identidad, te enseñaría a defenderte, a
pelear, y tú…
—Lo sé, pero tengo
que robar también. Aunque no quiera hacerlo.
La chica camina
hacia la mesa de madera, que en su centro tenía una vela encendida y unos papeles. Toma lugar
en la silla.
—Sabes que estoy
cansada de esto. Sigo intentado averiguar que sucedió antes de que Miryam me
encontrara. —observa la pequeña flama de la vela.
—Charlotte esto es
más importante. Los Templarios…
—Ya me has dicho lo
que son y lo que pueden llegar a hacer.
A Charlotte, le
viene el recuerdo de sus visiones. Visiones que ha estado guardando, quizá sea
oportuno revelarlas, probablemente así lo ayude en algo. Tal vez se esté arriesgando,
puesto que Garrett posiblemente ya no la vea de la misma manera ¿Qué pensará
sobre ella? Cuando se entere que tiene visiones.
—Sabes, creo que sé
dónde encontrar el fruto del Edén.
Despierta interés en
el joven Asesino, que se aproxima lentamente tomando lugar frente a ella en esa
mesa.
—¿En serio?
—Sí, pero…no sé si
puedas creerme. —se pone seria.
—Tú solo dime.
—He tenido visiones,
dónde veo una casa en una colina por el bosque, cerca de esa casa hay una
sepultura, por ahí está enterrada una caja dónde se esconde el fruto. Así lo he
visto.
Incrédulo la
observa, desviando su vista como con fatiga. Piensa que quizá lo está
inventando por que le ha dicho que no le ha brindado su ayuda. Por lo tanto no
le cree, y volviendo a ver sus ojos…
—¿Visiones
Charlotte? ¿Cuándo las tuviste?
—Hace ya tiempo
pero, no había querido decirte porque… —baja su mirada.
—No sé, mejor
seguiré buscando por mi cuenta. Ahora… iré a dormir.
Bostezando estira su
espalda y brazos poniéndose en pie, encaminándose a las escaleras.
—¿Y qué hay de mi
material? —lo sigue con su mirada.
—Ven a buscarlo
mañana. —dice sin ganas.
«Sabía que no me
creería… »Dice para si en su interior y suspira.
Los únicos que
quedan por encontrar son al Asesino y la mujer pelirroja. No los habían visto.
Aunque Ezio y sus aliados ya han perseguido a la ladrona tres veces sin tener
éxito. Connor no ha tenido la oportunidad.
Como casi a diario
por la noche, van al Pepper Black a beber y pasarla bien. Y el nativo empieza a
adaptarse al ambiente, aunque no acepte ponerse ebrio, ni todas las costumbres
que tienen, puede estar con ellos.
Un hombre barbudo y
fornido va hacia la mesa de Ezio y los demás. Connor y André están algo
apartados jugando una ronda en el tablero del Molino de Doce.
El sujeto con su palma golpea la mesa de Ezio capturando las miradas de todos.
El sujeto con su palma golpea la mesa de Ezio capturando las miradas de todos.
—¡Eynard! ¡Págame lo
que me debes maldito bastardo! —gruñe mirando con esos enrojecidos ojos al
mencionado.
Ezio sonríe
divertido, sabe lo que viene, una pelea. Todos están ebrios excepto Connor y
André, quienes observan desde lejos haciendo una pausa en su juego.
—¿Qué pasa? —pregunta
Connor frunciendo el ceño.
A Connor no le había
tocado presenciar lo que suele pasar con Eynard, siempre está metido en
problemas, al igual que Ezio.
—Ignóralos. —contesta
André haciendo una movida en el tablero.
Cuando vuelve a ver,
el sujeto le ha tirado un golpe en su cara a Eynard, a quien parece que su rostro se
incendia, lo afrontándolo truena sus nudillos y se prepara para pelear con él,
todos los hombres en la taberna comienzan a rodearlos para disfrutar del
pleito, con júbilo gritan y animan para que inicien.
A Ezio también le
encanta pelear, pero ahora mismo está con unas mujeres muy hermosas, que aleja
de la situación llevándolas afuera, parece que se las llevará a otro lado para
divertirse con ellas. Jace queda tranquilo fumando en la mesa en dónde hay una
botella de cerveza a medio terminar, botella que el hombre barbudo agarra para
romperla a la mitad y usarla como arma contra Eynard.
Mientras Connor hace
un esfuerzo por ignorar el borlote jugando con André. Afuera del Pepper
Black, Ezio mareado y algo desequilibrado, iba abrazando de
sus hombros a dos chicas, y las hacía reír. Cuando sus ojos captan a una mujer
de vestido verde y un sombrero, luciendo muy elegante, quien hablaba con otro
hombre de sombrero de tres puntas y un traje muy inglés. Apunto de subir a un
carruaje. A pesar de su media embriagues Ezio puede identificarla, reconocerla,
claro, ese color de piel… ese inconfundible porte, sin duda es esa mujer hermosa.
Aveline de Grandpré ¿Qué hace con un viejo inglés? Espera, ese hombre la ha
tocado de su barbilla y se acerca a decirle algo al oído. Su visión no es tan
clara pero puede verlo.
—Lo siento chicas
tengo que irme. —con voz barrida se aparta de ellas y se inclina como
reverencia— Que pasen una linda noche, bellezas.
Las mujeres
interrogantes se miran entre ellas y se van dejándolo solo. El joven italiano
camina lentamente y balanceándose un poco hacia la mujer que el hombre acaba
de abandonar en la calle. El carruaje se va, y ella mira el suelo.
—Aveline… —levanta
su voz llegando a ella.
Ella puede recordar
ese rostro, es ese molesto chico que no pudo ayudarla. Sin prestarle atención
sigue una dirección cruzando la calle. Caen copos de nieve suavemente, las
calles están casi vacías.
Su maestro la ha
humillado, ya que él se encargó de averiguar sobre el joven nativo, le han
dicho que lo han visto en una taberna, así que le ha pedido que busque en las
tabernas pero ella se rehúsa a hacerlo, esos sitios simplemente no son propios
de una dama.
—¡Oye! ¡Espera! ¡Por
favor!
Suena algo borracho.
Aveline detiene sus pasos, este tipo puede servirle de algo, seguro el conoce mejor las tabernas que
ella, así que gira en sus talones para mirarlo de pies a cabeza con
desaprobación. No le inspira nada de confianza pero no le queda otra opción.
—¿Qué es lo que
quieres?
—Me…gustaría —eructa
cerca de ella.
Con una mueca de
asco, Aveline da un paso atrás, ese olor a alcohol era tan desagradable.
—Hablar un poco
contigo. —termina.
Sus ojos a pesar de
estar irritados, eran profundos, encantadores, el verlos directamente hace
ruborizar a la chica, que gracias a su piel no se distingue. Vaya sí que tiene
encanto, por algo es un mujeriego.
Tiene que aprovechar
esta oportunidad, es posible que esta noche encuentre a ese nativo que la ha
tenido buscando durante meses.
—Está bien, pero
antes, necesito que me ayudes en algo. —levanta su vista.
Ahí enfrente de ella
está una taberna, con el nombre expuesto “Pepper Black”. Es evidente que su
maestro es muy listo y la ha dejado a la puerta de un sitio así para que pruebe
su suerte. Siempre se está burlando de ella.
No tiene miedo de
entrar a ese lugar, puesto que es una
Templaria, con el mejor maestro, sabe defenderse muy bien, incluso puede matar
a más de seis hombres si así lo quiere, pero el solo pensar en entrar en ese
sitio otra vez, le provoca una sensación desagradable en su estómago, como
tener deseos de vomitar.
—Estoy buscando a un
nativo. Dicen que suele concurrir una Taberna.
De entre sus pechos
saca un papel doblado. Lo extiende y se lo muestra. El retrato de
Ratohnhaketon. Ezio entrecierra sus ojos viéndolo con atención, sabe que es
Connor, no hay duda.
—Lo conozco sí.
Con una sonrisa
pícara la observa, se acerca más a su rostro y con sus dedos toca su barbilla.
—Pero si te lo digo.
¿Qué me darás a cambio? —susurra intentando seducirla a pesar de su embriaguez.
Se escucha el
chasquido que hace su hoja oculta al salir. De esas hojas ocultas que los
Templarios han robado a los Asesinos que derrotaron, y ahora poseen.
Le da un empujón
apartándolo de ella, y en un movimiento lo sujeta de su abrigo tocando con el
filo de su hoja su cuello
—No me mientas, si
lo haces te mataré. —masculla.
Termina llevándola
adentro de la Taberna en dónde se había recuperado la “tranquilidad” Y ahora
los hombres beben y ríen en sus respectivas mesas, mientras conversan. Un grupo de músicos se ha puesto a tocar sus
instrumentos para alegrar el ambiente. Y Eynard con un ojo morado y una gotita
roja saliendo de su nariz, está con Jace tomando cerveza. Todo indica que la
pelea ha pasado, y ya no hay señales del hombre que lo enfrentó.
La elegancia con la
que viste Aveline atrae las miradas de algunos hombres, lo que le incómoda de
sobremanera. Ezio a su lado la escolta hasta la mesa dónde jugaba Connor con
André todavía. Ella detecta al joven nativo que aunque lleve otras prendas diferentes a las que recuerda, sabe que es él.
—Connor te presento
a…
Empieza a
presentarla. Cuando Aveline lo aparta con su mano, y clava su mirada en el
nativo.
—Buenas noches. Soy Aveline de Grandpré. Y me gustaría hablar
contigo.
—¿En qué puedo
ayudarte? —se levanta de su asiento Connor. Dejándola a la altura de sus
hombros.
Ya es más alto, y
sus músculos han crecido, hasta su voz es más grave. La última vez que lo vio estaba
a su misma altura, pero ahora…
—Sé que tienes el
fruto del Edén, y quiero que me lo entregues. —dice en una voz más baja— Si no
me lo entregas, te mataré.
Ni André ni Ezio
saben lo que sucede, solo observan.
¿Fruto del Edén? El
recuerdo de la aparición de aquel “espíritu” viene a la mente de Connor. Está
hablando de ese tesoro que ha escondido bajo tierra. Viéndola a los ojos, puede
leer que sus intenciones no son buenas, tal y como le dijo el espíritu, que
tenía que protegerlo de los Templarios. O algo así. También recuerda esa noche
en que fue atacada su aldea, esa mujer ladrona y asesina también quería
arrebatarles ese tesoro. Pero ella no puede ser esa mujer, ya que sabe que es
pelirroja y ella, es de tez y cabello oscuro.
—¿Por qué quieres el
fruto? ¿Cuáles son tus intenciones? —inquiere arrugando el ceño.
—Connor —interviene
Ezio— No le hables así a esta encantadora mujer, solo dale lo que te pide.
—No. —responde.
—Te lo advertí. —dice
la mujer y saca su hoja oculta para matarlo.
Connor capta el
sonido de su hoja oculta, al ser cazador su oído es muy sensible. Y antes de
que pudiera enterrarle el acero detiene su mano y mira sus ojos. Deduce
que puede conocer a la mujer pelirroja, ya que las dos quieren lo mismo: El
fruto del Edén. Por lo visto son asesinas. ¿Pero porque ella no es buscada?
¿Quién es?
—¿Conoces a la mujer
que atacó mi aldea? ¿Son aliadas? —indaga el nativo sin soltar su mano.
En vista de que el nativo no cedería,
Aveline con su otro brazo libre lo golpea en la cara, y con un rodillazo en su
entrepierna logra debilitarlo para así librarse de él. Aprovecha para rasgarle
el pecho con su hoja. Connor deja escapar un quejido de dolor. Está armado,
pero no quiere lastimarla, ni pelear con ella.
De nuevo se reúnen todos los hombres
para ser espectadores del conflicto. Los músicos no paran de tocar.
Al involucrar una mujer, llama la atención
del Señor Johnson y su hija Hannah. Que desde la barra pueden divisarlo.
—Es una mujer padre.
—¿Pero qué? Esto nunca había pasado. Ya
hubo una pelea no toleraré otra más. —dice el señor de pelo y bigote blanco.
—¿Y si la chica resulta herida? Mejor
llama a la guardia. —sugiere su hija de grandes pechos.
André intenta retener a Ezio para que no
se meta, ya que sabe que es muy problemático pero el italiano se suelta y va
hacia Aveline.
—No deberías hacer esto adentro de una
Taberna es peligroso. Ven aquí. —intenta tomar su mano.
Pero ella lo empuja con su mano
alejándolo de ella.
—Vete, esto no te incumbe.
Ezio queda boquiabierta, sí, en efecto
nunca había conocido a una mujer tan intensa en su vida. Se limita a
contemplarla.
—Solo quiero que me des el fruto del
Edén —habla la mujer en voz alta concentrándose en Connor.
—No lo tengo. Y no me has dicho porque
lo quieres. ¿Por qué lo quieren ustedes los Templarios?¡¿Fueron ustedes los que atacaron mi aldea?!
—Eso no te importa. Yo sé que lo tienes.
Saca su mosquete
corto y lo apunta con él. Da pasos lentos acercándose cada vez más.
—Sabes dónde está ¿no? Si no me lo dices te volaré los sesos. —poniendo el cañón cerca de su
frente.
Todos los hombres
del lugar reían, y parecían divertirse con el conflicto. Animaban a Aveline
para que peleara contra Connor. A ella no le importa el escandalo ni que sean
el centro de atención. Entonces el nativo con agilidad retira el mosquete corto
y aprieta su muñeca para que lo soltara y cayera al piso. Se ve obligado a usar
su Tomahawk para amenazarla en su cuello.
—¡Y tú, sabes dónde
está esa mujer que atacó mi aldea! ¡¿No es cierto?! ¡Dime dónde está! —aprieta
sus dientes, alterado.
La tela de su pecho
se ha manchado de rojo, pero puede soportar el dolor. Aveline no se mueve, ni
expresa nada su rostro. Entierra la punta de su hoja en el costado de
Connor, solo para quitárselo de encima. No es conveniente matarlo, es el único
medio que tiene para llegar al fruto del Eden. El joven se queja del dolor y
retrocede tocando su herida y con una mueca de sufrimiento la observa.
Ezio se aproxima a
Aveline para susurrarle al oído.
—Calma preciosa,
déjalo así. Yo te ayudaré. ¿Quieres que Connor te diga dónde está esa cosa
llamada fruto del Eden? Bueno, yo haré que me diga algún día, pero por favor
déjalo. Confía en mí.
—¿Por qué confiaría
en ti? —dice viéndolo con el rabillo de su ojo.
La sugerencia del
italiano no sonaba tan mal. Quizá pueda ayudarla, ya que tal parece que lo
conoce. Precisamente en ese momento llega un grupo de guardias, que se abren
paso entre la multitud. Y al ver a Aveline le sonríen con complicidad, van por
Connor. Dos guardias lo agarran de sus brazos y lo alzan, aunque estuviera
encorvado del dolor.
—¡Yo no la he
lastimado!. —reclama molesto al ser arrestado— ¡No he hecho nada!.
—Claro que sí. Ahora
guarda silencio, o te irá peor.
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