Charlotte puede sentir
como la adrenalina sube en su interior. Una tropa de casacas rojas se han
lanzado a cazarla. Sus pies se desplazan lo más rápido, y lo más lejos que
puede. El pequeño saco de monedas, que lleva en su mano, parece tan pesado como
piedras. Lo ha robado…
Algunas personas
estorban en su camino, pero no se detendrá por ningún motivo.
—¡Deja de huir!
—Muy lenta. Mejor
ríndete.
Escupen las palabras
que llegan a los oídos de la joven. Un breve vistazo, vienen detrás suyo, y
empieza a agotarse lentamente.
Hace un alto frente a
un edificio, tomando aire y revisando que los guardias están cada vez más
cerca. Acto seguido, trepa por los bordes de la pared y ventanas con facilidad,
subiendo al tejado. ¿Cómo lo ha hecho?
No lo recuerda, no
recuerda quien ha sido su maestro. Por lo visto, su mente está recuperando su
memoria ¿O solo ha perdido parte de ella? No se detiene a analizar. Tres guardias
también saben subir, mas aparte, se ha encontrado con otro par que vigilaban
desde arriba. Se echa a correr, evadiéndolos, y entre jadeos avanza saltando de
un tejado a otro. Pero no consigue perderlos, vienen tras ella.
Si continúa así, solo
logrará cansarse hasta caer al suelo, y eso será malo, la castigarán por
ladrona. Tiene que buscar un escondite.
Baja del tejado por
unas escaleras, y hace un esfuerzo por encaminarse a un callejón, dónde no
llega la luz del sol. Sus piernas las siente pesadas y entumidas. Está agitada.
Con su espalda contra
la pared, asoma su cabeza, y descubre un montón de guardias, ahora son más, que
con armas alzadas, amenazan cortando distancia. Indudablemente le dispararán. Va
hacía el otro extremo del callejón y con su mirada localiza una carreta
estacionada en la calle. A grandes zancadas que le cuestan un tremendo
esfuerzo, alcanza el carro y se introduce en la parte trasera, en la carga.
Enseguida, los casacas rojas se preparan
para disparar buscando con su mirada alrededor, dejando de correr, la han
perdido de vista.
—Olvídenla… se ha
salido con la suya. —gruñe un guardia.
—Bah...tengo mejores
cosas que hacer…
Se ordenan en grupo y
otros se separan, para volver a invadir las calles.
Todavía alterada con
el corazón queriendo salir de su pecho, Charlotte descansa dentro del carro. En
un suspiro, con su mano al pecho, abre sus ojos y puede sentir y ver que está
sentada sobre cajas y cajas de objetos varios, y aunque es algo incómodo, sabe
le ha salvado la vida, siendo el mejor escondite que halló.
—Sí, esta es la
última.
Una masculina y grabe
voz afuera del carro, seguida de unos pasos que son más y más cercanos. Alguien
se aproxima.
Un manojo de nervios
la ataca ¿Qué va a hacer si la ven?. Solo puede removerse hacia atrás, con una
expresión atónita. Se abraza a sus piernas dobladas ocultando su rostro,
pidiendo muy dentro de ella desaparecer. Aferra sus dedos en la bolsa de dinero
que sostiene.
Debajo de ella vibra,
por el peso de otra caja de madera que han depositado. Las cortinas se cierran,
ella levanta su rostro, ya no puede ver, más que las cajas y esas cortinas. Las
ruedas del carro comienzan a rodar. Ahora debe salir, no puede seguir ahí
dentro, no sabe a dónde la lleve y aún no conoce muy bien la ciudad. Pero se
arriesgaría a hacerse daño, sería muy alocado saltar de un carro en movimiento.
No le queda más que esperar.
La carreta deja de
andar. Quienes tomaban las riendas han bajado. Es el momento, tiene que salir
antes de que vengan a descargar su mercancía.
—¡Vamos sobrino! ¡Trae
las cajas!
—Sí, ya voy…
—desganado.
Apenas va a atravesar
las cortinas y lo puede ver venir. Es un joven de facciones duras, tez clara y
una capucha color marrón como el resto de su traje.
En breve, retrocede
regresando a su rincón. Es muy tarde…
—¿Por qué siempre
tengo que hacer todo yo? —se queja entre dientes.
Abre las cortinas enganchándolas
arriba para mantenerlas abiertas y carga en sus brazos una caja, llevándola a otro
lado. Cuando se va de la vista de Charlotte, aprovecha que no ha sido
descubierta para irse.
Sus pies tocan el
suelo y se dispone a marcharse.
—Ladrona ¿A dónde vas?
Esa voz la hace frenar
sus pasos, y se gira a ver ese mismo joven que sostiene una caja.
Sí…en efecto, la ha
perdido, sigue tratando de convencerse, con todas sus fuerzas.
Ratonhaketon permanece
sentado en silencio, con su mirada perdida, siendo participe de un ritual como
toda su aldea. Adentro de una choza, la más grande, se han reunido cada
habitante, en torno a una fogata.
Le abren el paso a la
madre del clan quien elevando en sus manos un tipo de esfera dorada, tan
deslumbrante como el sol, se adentra parándose al centro. Al centro de
observación.
Kaniehtío está
disgustada, al ver como su hijo es el único que no muestra respeto y parece que
está en otro mundo. Está así de decaído desde hace unos días. Y es que
realmente ha estado aguantando mucho, pero ya no puede fingir más.
Kanentokon está a su
lado, a un costado de su amigo, preocupándose discretamente por él.
La anciana desciende
aquel objeto brillante y lo contempla, teniéndolo en sus manos.
—Nuestro mayor tesoro,
desde hace algunos años, nos ha estado ayudando a escuchar a los grandes espíritus.
Nos dicen que debemos protegerlo —cierra sus ojos — Si lo hacemos, nos
recompensará en abundancia.
«¿Y que nos protege a
nosotros de los invasores? Que no tardan en volver » Se lo guarda para sí
mismo.
Sigue el discurso de
la madre del clan.
¿Ladrona? ¿La ha
llamado ladrona?
—Hemos visto como
escapabas de los guardias y subías al carro. —clava sus ojos azules en esa
bolsita llena de monedas — Descuida, no te delataremos, no si gastas esas
monedas con nosotros. —fija su mirada en ella— ¿Qué dices?
Dentro de una pequeña
casa, le ofrecen asiento. El joven encapuchado se recarga en una pared
cómodamente con sus brazos cruzados, viéndola desde ahí, en tanto su tío…un
hombre barbón y con sobre peso, abre con un gancho, una caja de alimentos.
—…es la necesidad más
grande, importante y básica de la vida, es verdad. —dice el señor.
Extrae una porción de pan
y se lo entrega en la mano.
—Toma, eso calmará
rápido el hambre.
Charlotte deposita la
bolsa completa en la mano del señor, sin importarle. Comiendo el pan con hambre
y ansiedad.
—Esto es mucho por un poco
de pan. ¿No necesitas nada más?
—Tal vez ropa decente.
—responde en su lugar el joven, disimulando su sonrisa.
—Es verdad…
El hombre barbudo la
examina detenidamente de pies a cabeza. Viste un pantalón, hecho con cuero al
igual que toda su vestimenta.
—Por tu apariencia…no
pareces una mujer de las colonias.
—En efecto, no lo soy—termina
su bocado y baja su mirada para no verlos. Está algo avergonzada—Pero quiero
vivir aquí.
—Si quieres vivir
aquí, necesitas vestir como una. —sugiere el señor.
—Pero eres una ladrona
¿o no? —agrega el chico.
—No soy una ladrona.
Brota una carcajada de
la boca del joven encapuchado.
—No, no lo eres. Solo
robaste dinero.
—Garrett… —lo llama su
tío. Dirigiéndole una mirada que le indica que guarde silencio— Nosotros le
venderemos lo que necesite, sin importar si es o no una ladrona. Somos
comerciantes después de todo. Tú danos dinero, y no habrá problema. —viéndola.
No sabe si llamarle
“ayuda” a lo que ofrecen. Más bien es parte de su negocio, pero necesita
dinero, necesita… ¿seguir robando?
Para sobrevivir oculta
su identidad tras una máscara que cubre nariz y boca, su cabello lo recoge y
esconde con una capucha en tono marrón, y así se forma su nueva vestimenta, con
telas del mismo matiz. Cada noche que es perseguida por robar a las personas,
sube por las bardas, los muros. Y con grandes saltos precisos, se traslada de
un techo a otro. Descubre esa habilidad, pero desconoce su procedencia. No se
quiere preocupar por eso, solo desea sobrevivir, y ha encontrado la forma. Es
capaz de seguir adelante, aunque tenga que ir contra la ley. Esta es la ley de
la vida, y nadie le va a ayudar, tiene que hacerlo por ella misma. Por lo
tanto, lo más importante se vuelve su propia persona, no hay algo o alguien más
relevante que ella.
Esa sonrisa que se
dibuja en sus labios, al huir por los tejados, como si dentro de ella quisiera
salir un bello recuerdo, que la hace sentir muy bien, es divertido, lo más
divertido que puede hacer. Esquivar a los guardias, salir de su campo de
visión. Enfrentar la vida sola…
Así transcurren
semanas. El joven Garrett y el señor August, se vuelven sus únicos contactos.
No obstante es imposible, para ella, verlos como “amigos” ¿Ellos la han
orillado a esto? ¿Acaso la ayudan? No…solo son vendedores, quienes saben que
ella es la ladrona que amenaza a Nueva york, pero no la llevarán a los guardias,
además Charlotte les da monedas extra.
Ayudándose con un
gancho Charlotte vestida de ladrona abre la ventana en casa de Garrett y
August. Con la luna en lo alto, ya todos duermen.
Con sigilo, y cuidando
cada paso se desliza hasta la habitación de Garrett. Él duerme sin camisa,
dejando ver su cabello corto y negro.
Con su mano, la joven
retira esa delgada tela que cubría sus labios y baja su capucha dejando a la
vista su bien trenzado y recogido cabello rojo. Lo remueve un poco con la
intención de despertarlo.
—Garrett…Garret.
Sin ganas abre sus
ojos azules para verla.
—Ah, eres tú…déjame
dormir. —se vuelve a acomodar para recuperar el sueño.
—Necesito material
para elaborar un…arco y unas flechas, creo que sé cómo hacerlo. —esboza una
sonrisa, viendo arriba— Eso me facilitaría el saquear algunos cofres
custodiados por casacas rojas. Aunque no deseo matarlos, la flecha será
inofensiva, me gustaría envenenarlos. Por eso, también necesito que me traigan
algún veneno que no sea mortal. —en su voz se distingue la emoción.
—¿Podrías callarte, y esperar a mañana? —con un hilo de voz— Quiero
dormir… —gruñe.
Charlotte observa el bolso de piel que cuelga de su hombro, el cual está
bien cargado del botín de esta noche.
—Estoy segura que usando un arco y veneno, los cofres serán pan comido, y
las ganancias crecerán tanto para mí…como para ustedes.
Los ojos de Garrett se abren de par en par.
—¿Ganancias?...¿Más ganancias?
—Así es… —sonriente.
En el nublado día. La joven de cabello carmesí, viste
como cualquier mujer de las colonias. Así es por el día, ya que así puede ser
ella misma, sin mascaras. Con un vestido sencillo de un matiz discreto, y su
cabello bien peinado sin uno solo suelto.
Escoge algunas manzanas rojas por los mercaderes de la
ciudad, con una canasta a su brazo. Voltea a sonreírle al señor August y el
joven Garrett que exponen su mercancía en el mercado. Nadie sospecha que es
ella la mujer encapuchada de la cual solo pueden ver sus ojos, y exhiben en carteles
por toda la ciudad. En meses se ha convertido en la ladrona más buscada, y
hasta ofrecen recompensa por ella ya sea viva o muerta, una enorme recompensa,
que pone en dudas a sus aliados comerciantes.
Espera a que la gente se aparte del puesto de sus
conocidos para acercarse.
—¿Lo ven? ¡Les dije que las flechas con veneno funcionarían!
—intenta no elevar mucho la voz pero no puede contener su exaltación.
—Sí, pero… —habla el joven cruzándose de brazos y
tomando asiento en un banco— Es pesado tener que fingir que no te conocemos y
venir a vender… seguir trabajando sin necesidad, solo por no levantar sospechas
y seguir ayudándote.
—No seas flojo Garrett. Bah que digo siempre lo has
sido —August lo visualiza con desaprobación— Charlotte no escuches a Garrett,
tú sigue así, por nosotros no hay problema. Deberías preocuparte en disminuir
tu nivel de búsqueda. Ya sabes…arranca carteles, ve a sobornar heraldos, haz lo
posible por tener menos seguidores encima.
Con su canasta cargada de fruta camina por la calle,
por donde la gente va y viene, encontrando un cartel de la ladrona, vigilando
que nadie la vea, lo desprende, haciéndolo bola con sus manos, y se marcha pasando
por enfrente de un grupo de habitantes que ponen sus ojos en un heraldo.
—…es rápida, escurridiza, ya la han visto muchas veces
por las noches, pero jamás, han sido capaces de alcanzarla! ¡Esta mujer
envenena temporalmente a quien le impida lograr su objetivo! ¡Es peligrosa y
viste de un café oscuro, ocultando su identidad y vaciando los bolsillos de sus
víctimas! ¡Tienen que tener cuidado!
Se eleva la voz del hombre y es cada vez más alta,
conforme Charlotte se aproxima, mezclándose con la multitud.
—¡A cambio de su entrega! ¡Se dará una recompensa!
¡Una recompensa tan grande como sus crímenes! ¡Si alguien es capaz de
capturarla, llame enseguida a la guardia!
Termina de informar y la gente se dispersa yendo por
su camino. La chica camina hacia el heraldo, al momento de verlo bajar del pódium.
Sin más le pasa a su mano con disimulo, una bolsa
repleta de monedas.
—Pagar por el silencio ¿Es justo?
El hombre entre risas la acepta y la mira a los ojos.
—Buena pregunta señorita. Dejémoslo así…gracias.
Por el momento ya no hablará de ella. Pero ni deshaciéndose
de todos los carteles, ni sobornando a Heraldos, y a la imprenta, es
suficiente. No tiene caso…no tiene solución.
No solo es perseguida por los guardias, sino también
por los cazarrecompensas. No consigue paz total, pero se divierte.
Después de dos años, Charlotte sigue igual.
Mirándose al espejo, toca con sus dedos ese collar de
tres colmillos de lobo, que no sabe por qué no quiere quitárselo, como si fuera
parte de ella.
Siendo casi las dos de la mañana, terminada su labor.
Entra a su casa, esa misma que le dejó Myriam hace tiempo, y a quien ya echa de
menos. Se dispone a ir a su cama, y antes de echarse en el colchón, vienen a su
cabeza unas imágenes continuas —como fotografías—.
Es noche…y lo que parece una aldea nativa, está siendo
envuelta en llamas ardientes. Una mujer, que no logra distinguir y se muestra
como una silueta, una sombra oscura. Asesina a otra mujer… que descansando en
el suelo es abrazada por las llamas, consumiéndola, quemándola.
Abre sus parpados, y toca su frente, viendo al techo.
«¿Qué fue eso?...¿Un incendio? ¿Un asesinato? » Dice
en su mente. »¿Es un recuerdo o una visión?... ».
No es en ese mismo instante, pero…llega la noche,
pasado un corto tiempo.
Ratonhaketon no le teme a la oscuridad ni a las
bestias del bosque, que pudieran aparecer, por eso cada noche cuando sabe que
todos duermen, él se escapa para ir a visitar la tumba del padre de Charlotte,
como hacía desde aquella vez. Esa sepultura que se encuentra muy cerca de la
antigua casa de su amiga. Ese lugar se ha vuelto, el más pacífico y el único en
el que se siente bien, y puede relajarse.
Ahí se sienta en la tierra como suele hacerlo, para
sumirse en sus pensamientos, y revivir los recuerdos que ha guardado de
Charlotte… los abrazos, los besos. Son su consuelo.
Alza su mirada hacia el horizonte, desde la colina en
la que reposa, puede divisar una nube de humo, y algo que brilla como el fuego,
va ascendiendo al cielo, sobresaliendo de los árboles. Se abren mucho sus ojos,
al coincidir esa zona, justamente en donde habita su tribu. ¿Qué está pasando?.
.
Sin palabras, el mejor capitulo.
ResponderEliminarSASDFGDSDF!!!! me encanto ajaja garret es muy flojo >:D alemnos fueron buena onda esos tipos con charlotte :D
ResponderEliminarD: ya pasaron dos años desde la ultima ves que se vieron u.u
y a charlotte ya la buscan en todo nueva york D:
NOOO que le pasa a la aldea de Ratonhaketon? sera que l< vision que tuvo charlie sea cierta? *__* espero con ansias el que sigueee!! que intrigaaa! asgasfghfcbunvhtbrmfhtkuh jeejjeje a Ratonhaketon le gusta recordar cuando charlotte lo beso ¬u¬ y quiere otro am ino me engaña ok no XD aaa como el comentario de arriba SIN PALABRAS
Moyyyy bueno el capitulo!!! Excelente!!
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