miércoles, 17 de septiembre de 2014

La Bruja y el Ángel mestizo. [ Capitulo-14 ]








                 Capitulo-14




Después de un poco más de tres años puede verla. Es ella, su amiga, la chica por la que mató a un hombre, por la que manchó sus manos solo para protegerla. Está ahí, frente a sus ojos. Viva. 
A estas alturas, podía darla por muerta, en aquel entonces no podía estar completamente seguro de que pudiera sobrevivir sola. Eso era lo que más le dolía y temía, el no saber que paso con ella después. Pero ahora, su mente se ha vaciado, enfocándose solo en ella, todo es tan claro.
Experimentando un manojo de sentimientos, que lo hacen sonreír, con una sonrisa ligera pero visible. Son esos sentimientos los que no dejan que piense más a fondo. Sin poder decir una palabra más, se inclina para abrazarla, estrechándola en sus brazos, para sentir que es real, que no está soñando. Justo en este instante, no importa nada más. 

—Creí que te había perdido. —abrazándola, hunde su barbilla en su cuello— pero estás aquí. 

Ezio perplejo los contempla, y retrocede dos pasos sin saber que decir o hacer. Charlotte no está mejor, para ella, es un completo desconocido, ya que no lo recuerda, no entiende porque la abraza, más aún, no entiende porque involuntariamente sus brazos han respondido y lo están abrazando. Le parece extraño que, se sienta tan bien. Avergonzada y boquiabierta, queda tiesa cual muñeca de cera.
Éste joven, por lo visto la conoce. ¿Será parte de ese pasado que no ha logrado recordar? 

Poco a poco Connor se aparta de su cuerpo, y la mira a los ojos, como queriendo entrar en ellos, esperando sus palabras, algo de su parte, lo que sea. 


—¿Me conoces?
—Sí, y me alegra verte bien. —apoya sus manos sobre los hombros de la chica— Charlotte...
—Esto es... 
—¡Esto es inesperado! —interviene el italiano viendo a Connor— Así que la conoces. No me habías dicho que conocías una chica. Já, increíble..., y yo que creí que no eras bueno con las chicas... —cruzado de brazos se acerca más— Por cierto ¿Me estabas siguiendo? Creí que habías... 
—Contigo hablaré después. —dice Connor fijándose en él con recelo— Por ahora quiero que te vayas.
—¿De verdad? Eh, Connor ¿Qué acaso no somos amigos? —alza sus cejas fingiendo incredulidad. 

El joven nativo se posiciona ante él, taladrándolo con su mirada y apretando sus puños. Ezio puede ver el imponente cuerpo del nativo y entiende lo que quiere decir. Una sonrisa brota de sus labios.

—Entiendo, entonces te esperaremos, sabes que necesitamos de tu ayuda. Esos maleantes andan sueltos y alguien tiene que detenerlos. 


Dicho esto se marcha. Al joven mestizo no le importa que estén en medio de todo el borlote de la gente que ha salido a comprar en la plaza mayor. Es tan grato para él verla sana y salva que todo lo demás queda en segundo plano. El frio aumenta para Charlotte por los nervios de no saber que sucede, por lo que se da la vuelta pensando en irse de una buena vez. No es que le moleste pero, es algo que va más allá de su comprensión. Y no puede relacionarse tanto con alguien que apenas conoce, además por lo que dijo ese joven que acaba de marcharse, apuesta a que son esos caza recompensas que la persiguen, será mejor retirarse.
En tanto Connor recuerda el dolor que ha dejado en ella, a causa de la muerte de su padre en manos suyas. Y también que fue algo imprudente el tirarla al río para que no lo buscará más. Sabe por qué hizo todo eso, y sabe que ella no. Y como siempre, no puede esperar, no puede dejar pasar más tiempo del que ya pasó.

—Puedes irte si quieres, estás en tu derecho.

Esa voz hace detener los pasos de la chica que parece abrazarse a sí misma, en un intento por mitigar el frío de su cuerpo.

—Pero Charlotte, déjame decirte algo. —tocando su hombro la hace girar hacia él, clavando su mirada— Lo…lamento

Su expresión ha cambiado a una entristecida. Su voz suena más delicada, pero sin perder su fuerza.

—En verdad lamento lo que hice —continúa— Yo…tenía que hacerlo para que mi madre, mi aldea, no te hicieran daño…


Con una confusión creciente, Charlotte niega suavemente con su cabeza, viéndolo con sus ojos muy abiertos, siendo inútil el poder recordar algo. Ni si quiera sabe si deba creerle. ¿Quién es?

—No sé de qué hablas. —retrocede dos pasos— Y no sé quién eres. No sé…como sabes mi nombre.

Es demasiado para Charlotte, sin más pretende huir, cuando es atraída por ese hombre desconocido.

—Espera por favor. Si necesitas algo, siempre puedes contar conmigo. Puedes buscarme en el Pepper Black por la noche, siempre suelo estar ahí.


No dice nada. Se suelta de él y sigue su camino con “tranquilidad” sin atreverse a mirar atrás. El joven puede ver como la pierde de vista entre la gente.
Charlotte ha hablado mucho con un extraño.  ¿Y si se trata de alguien que quiere engañarla para descubrir que ella es la ladrona pelirroja que tanto buscan? Ese tipo que le hablo desde un principio, con acento italiano. Ya lo ha visto antes, seguro es uno de esos caza recompensas. No, no puede confiar en nadie que no sea el señor August y Garrett. Ese hombre la ha dejado tan intranquila. ¿De verdad la conoce? ¿Será alguien que ha olvidado?




En todo Boston y Nueva York hay fuertes de Templarios, pero uno es el más grande y la base Templaria. Garrett ha averiguado en dónde se ubica y que ahí es dónde se encuentra el líder Templario; Haytham Kenway. A quién sin piedad alguna debe asesinar.
Con su túnica de Asesino bien puesta, que se ha manchado de la sangre de los guardias que custodiaban el fuerte base. Se infiltra a la mansión bajo un frío atardecer. Podría ser una locura, el cargar con este deber él solo, pero es su arrepentimiento lo que lo ha traído hasta aquí, ese sentimiento de culpa por haber abandonado la hermandad y saber que los Templarios dominaban y acababan con sus hermanos. Quiere hacer algo por la hermandad, aunque este solo en esto, y aunque le cueste la vida.

Camina lentamente en el interior de una habitación, se asoma afuera de la puerta y no hay nadie a la vista, puede salir y recorrer los pasillos buscando a su objetivo; Haytham. Asesinando en silencio a los guardias que se encuentra en su camino. Se detiene cubriéndose tras un muro al escuchar que alguien sale de una habitación cercana, asoma su cabeza encapuchada y visualiza a una mujer de piel canela, con vestido verde y un elegante sombrero. Ella cierra la puerta y toma otro rumbo. Garrett puede distinguir que esa chica lleva consigo una hoja oculta y siente la tentación de seguirla, cuando un hombre con una túnica similar a la de un Asesino, y llevando su cabello atado en una pequeña coleta, llega a esa misma puerta y da unos golpeteos.

—¿Maestro?
—Adelante… —una voz adentro de la habitación.

El hombre pasa de la puerta y Garrett puede estar seguro de que Haytham se encuentra ahí adentro. ¿A quién más le llamarían maestro y le guardarían respeto? Podría entrar, pero ese viejo tiene que está solo, si hay alguien más la cosa se complicaría. Aguarda a que ese hombre salga de la habitación, y entra con facilidad, viendo la espalda del líder Templario, puede reconocerlo.  Se está apoyando en el escritorio, revisando unos papeles con suma atención.

—Qué oportuno. —dice Haytham sin darle la cara.
—He venido a ponerle fin a tu reinado.
—¿Reinado? —voltea a verlo queriendo reír— Ah cierto, eres un Asesino. ¿Tú solo has penetrado estos muros, con el único motivo de encontrarme? Es increíble…, y no porque has llegado aquí, si no por que creí que todos los tuyos se habían extinguido. Pero veo que aún queda una rata. No hay problema. Una no es problema.
—¡Suficiente!

Cargado de furia al oír cómo ha ofendido a sus hermanos pone su ballesta en mano y dispara. Haytham aunque ya no sea aquel ágil joven puede esquivarlo con facilidad gracias a su maestría.

—Vamos…¿En serio crees que puedes vencerme tu solo?

Sin responder, el joven Asesino avanza contra él en un abrir y cerrar de ojos, desenvaina su espada y da una estocada que falla su propósito. El acero de sus espadas chocan, ambos se defienden y atacan al otro sin llegar a nada, hasta que Haytham se aburre de jugar y le hace dos cortes en su cuerpo, las heridas arden y sangran, pero el joven lo soporta y sigue intentando herirlo…matarlo. El maestro Templario es un experto. Viendo la espada venir hacia él, da una vuelta desviándola con la suya y quedando tras su oponente, antes de que el Asesino pudiera girarse, el filo de su espada está tocando su garganta.

—Como dije uno no es problema. Puedes morir ahora mismo, o puedes irte y renunciar a tu causa. Tú eliges…

No dice, ni hace nada. Haytham retira su espada y con una sonrisa lo observa.

—Perfecto. Pero si te vuelvo a ver por aquí, ten por seguro que no te perdonaré la vida.


Al menos iba a intentarlo, eso se prometió así mismo. Que lo intentaría. A pesar de sonar a una locura, él solo, no puede y está claro. Necesita de una hermandad. Hermandad, que ha muerto en estas tierras que permanecen bajo el mando de los Templarios. ¿Está todo perdido? Ya le falló una vez a la hermandad, y aunque uno no haga mucha diferencia. Es ese sentimiento de culpa, el que lo atormenta. El no haber estado ahí con sus hermanos.
¿Debería renunciar? Tal vez no tenga caso, ya ha medido la fuerza de Haytham y tal y como lo pensó, es muy fuerte. Por ahora no le queda más que ¿escapar?.
El Templario lo ha dejado ir, y con una sonrisa medio burlesca, ve por su ventana cómo corre saliendo del fuerte.

«No es más que un muchacho desorientado» Dijo a sus adentros Haytham.




Otra noche de invierno. Para los tres caza recompensas es mejor quedarse adentro de la taberna, toda la ciudad se está bañando en nieve.
Connor solo puede pensar en Charlotte y su venganza. ¿Su amiga del pasado vendrá esta noche a buscarlo al Pepper Black? Solo puede esperar. Y antes de que Ezio de su primer trago, debe  hablar con él seriamente, sigue siendo sospechoso.
Se levanta de la mesa en la que estaba sentado junto con Jace y otro hombre, para encaminarse a uno de los rincones del lugar dónde puede vislumbrar a Ezio hablando con una hermosa mujer castaña. Pasa por los hombres que beben de sus tarros, y conversan. Oyendo la música alegre que toca el grupo de músicos, que hace bailar a unas cuantas parejas, mientras otros aplauden con regocijo rodeándolos.

Escucha las risitas de la mujer que está con Ezio, cuando él acaricia su cuello.

—De acuerdo, suena interesante. —toca el pecho del italiano— Pero primero ¡vamos a bailar un poco! ¿Qué te parece? ¿Sí?.
—Lo que usted desee. —besa su mano— También lo deseo yo.

La chica se adelanta saltando de gusto y Ezio la sigue. De un tirón Connor lo aproxima a él para ver sus ojos.

—Tenemos que hablar.

Su mirada y voz llevan una intensidad que Ezio no había percibido en él.

—¿Qué pasa? Connor ¿no ves? Es una chica… —la señala con su mano.
—Esto es importante.
—¿Qué sucede contigo? —enarca una ceja.

Connor lo agarra del cuello de su saco, alzándolo un poco del suelo y lo encara empezando a alterarse.

—¡Me vas a oír quieras o no!.
—Muy bien, muy bien, tranquilo.


El joven italiano recargado en la pared con sus brazos cruzados viendo con desinterés al nativo que lo ve a la cara con el ceño fruncido. En su entorno sigue el ambiente nocturno de la taberna.

—Tú conoces a esa mujer ¿cierto? —lo apunta con su dedo.
—¿De qué mujer hablas? Conozco tantas… —se encoje de hombros poniendo sus ojos en blanco.
—Aveline.
—¡Ah, Aveline!

Su rostro parece iluminarse con una sonrisa.

—Me…gustaría conocerla.
—¿Qué fue lo que le susurrabas la otra noche?
—Ya sabes como soy cuando se trata de una bella mujer, intentaba conquistarla.
—No es cierto. Tú la conoces, tú fuiste quien la trajiste a mí. Y tú fuiste el único al que no le importó en lo absoluto que haya asesinado a nuestros amigos ¡¿Me equivoco?!
—Espera ¿Crees que yo tuve que ver con lo que pasó esa vez? ¿Crees que yo estoy de lado de Aveline? —brota una risa de sus labios— ¿De dónde haz sacado eso?
—Ella es una Templaria… —empieza a caminar de un lado a otro lentamente—Ella quería el fruto del Edén. —con más calma— En aquella ocasión. —se detiene a verlo directamente— Fue también una mujer la que quería robarnos esa pieza, quería lo mismo que quieren los Templarios. El espíritu me dijo que los Templarios quieren el fruto y si cae en sus manos puede ser peligroso. Ellos fueron los que ocasionaron la perdida de mi pueblo. Además ¿Cómo es que ella sabe que yo tengo el fruto? Solo una mujer debería saberlo, la misma que lucho contra mi esa noche.
—Pero Aveline no puede ser esa mujer que buscas. Recuerda que es la ladrona pelirroja más buscada, por ser también una asesina.

Connor queda en silencio un momento viendo a otro lado. Tratando de analizar más a fondo.

—Oye relájate. Ya la encontraremos.
—Aveline no es inocente de nada. Ella también es una asesina, y no se lo perdonaré jamás. La próxima vez que vuelva a verla, esta vez sin duda la mataré.

Girando en sus talones va con Jace, dejando a Ezio boquiabierta.
Nunca le dirá que realmente le importa más ayudar a Aveline. Se ha enamorado de ella y no perderá la oportunidad de impresionarla. Necesita pensar en algo para poder hacer que Connor suelte la lengua, y le diga en dónde está eso que ella quiere.

Horas más tarde, Ezio ha evitado el embriagarse para estar en perfectas condiciones y poder hablar con Connor, es mejor hacerlo justo ahora.
Hannah con una bandeja llena de panecillos que deja al centro de su mesa, muestra una cara larga de tristeza. Sus ojos irritados como si ha llorado durante mucho tiempo pero no pierde su atractivo.

—Aquí está. Provecho. —con voz apagada.

El amigo de Jace, pasado de kilos y con bigote, coge un panecillo y lo devora con hambre.

—Deliciosos y justo a tiempo. —palmea su estómago y sigue comiendo.
—Hannah, te echaba de menos. —le guiña un ojo Ezio— …¿Sigues llorando por André?
—Claro que sí, no encontraré a otro hombre igual.
—¿Pero de que estás hablando? Me tienes a mí, soy mil veces mejor ¿o no?

Connor con sus brazos sobre la mesa y agachado, por ese sombrero de tres picos no se ven sus ojos, y Jace con su puro en los labios dice entre dientes:

—Deberías ver a la mujer viuda de André, ella sí que esta devastada. Incluso me ha dicho que quiere quitarse la vida.
—Vaya, ninguna mujer me ha dicho que quiera quitarse la vida por mí. Y no sé si me han llorado…lo más seguro es que sí. —le da un pequeño trago a su tarro.
—Basta no puedo con esto —dice la chica rubia de grandes pechos— el verlos aquí reunidos en esta mesa como siempre, me hace acordarme de él. Mejor me voy.

Regresa a la barra de la taberna.

—Connor, tú solías jugar el molino de doce con André ¿verdad? —lo mira de reojo Ezio.
—Sí.
—¿Qué te parece si jugamos un poco? André y yo jugábamos mucho antes, de hecho él fue quien me enseñó. Vamos, para recordar viejos tiempos. Además te ves muy… —levanta sus cejas al verlo. Los ojos de Connor se clavan en él, y no se atreve a decir más.
—De acuerdo. —hace un esfuerzo por sonreír un poco.

Tan solo es un oportunista. Intentará saber en dónde está el fruto, para ayudarle a esa mujer que le ha robado el sueño, y sus pensamientos más profundos.
En una de las mesas del juego de molinos. Ezio y Connor se colocan viéndose cara a cara y con el tablero puesto para iniciar.

—Hace tanto que no juego esto. —rompe el silencio Ezio.
—Pareces muy feliz como para haber perdido a tu mejor amigo hace poco.
—Ah, vamos. ¿Sigues con eso Connor? La vida es para disfrutarse ¿o no? André está en un lugar mejor, déjalo descansar en paz.

Sin decir más, Connor hace su primer movida con sus piedras blancas.

—Pero tienes razón. —sigue hablando el italiano— Esa mujer es misteriosa, si te cuento como la conocí ¿me creerías? Apenas la conocí y pasó eso, en serio. —observa el tablero— Ya me conoces. ¿o no? La verdad estaba ebrio y no recuerdo mucho.

Ezio coloca su piedra negra en una esquina del tablero y espera a Connor. Quien enseguida coloca otra.

—Me gustaría saber cómo conoces tú a esa mujer pelirroja que vimos en la plaza mayor. Pero entiendo si no quieres contarme. —toca su barbilla concentrándose en el tablero.
—Eso no importa.
—Así que tú tienes el fruto del Edén. La verdad no sé muy bien que sea, tiene un nombre raro. Pero yo creo que deberías destruirlo. Deshacerte de él. —levanta su mirada para ver su rostro.
—Lo he escondido. No es algo de lo que puedas deshacerte con facilidad, es muy poderoso, en mi aldea lo usaban para comunicarse con los espíritus que habitan dentro de él.
—¿Y dónde lo escondiste?
—Tal y como me pidió el espíritu. En dónde no pudieran encontrarlo.
—¿En qué lugar?

No obtiene respuesta. Connor con su mirada le exige que continúe el juego. Y Ezio pone una piedra en dónde sea.

—Eso no te lo diré.
—¿Por qué? Por favor, yo no soy un Templario. Sabes lo que hago.
—Todavía no puedo estar seguro de que lo que has dicho es cierto.
—¿No confías en mí? —se señala a sí mismo.


El nativo se cruza de brazos echándose hacia atrás, y eleva su barbilla viéndolo con desaprobación.

—Pues entonces, espero recuperar tu confianza algún día.



Pasan meses y el frío se está yendo, la primavera se avecina. Connor ha estado ansiando ver a Charlotte, pero no ha venido a buscarlo al Pepper Black. Se preocupa por ella, no sabe si este bien. Una desesperación y frustración se apoderan de él, no han podido encontrar ni a la Ladrona ni al asesino. Connor se ha puesto a buscar sin descanso, incluso ha dejado de ir muy seguido a la taberna con Jace y Ezio, para dedicarle más tiempo a su búsqueda. No puede perder más tiempo.
Charlotte ha estado muy insegura. Algo le dice que vaya a buscarlo, pero también algo se lo impide, debe cuidarse, y Garrett también se lo ha dicho, no puede exponerse tanto aunque sea en su apariencia civil. Pero de algún modo siente la gran necesidad de desahogarse, de hablar con alguien que pueda entenderla. Y sabe que puede contar con ese “alguien”; Myriam. Hace tanto que no la ve, y ella le dejo dicho que podía buscarla cuando la necesitara, y cree que este es el momento. Aunque tenga que volver al bosque, a ese lugar que le da una mala sensación y hace que se le retuerzan sus entrañas, lo tiene que hacer. Viaja en un carro hasta salir de la ciudad y de los pueblos.
Escucha las pisadas de los caballos al andar, y por la ventanilla echa un vistazo, hay árboles, matorrales...su corazón golpea su pecho, tiene que calmarse. Queda dormida recargada en la ventanilla. Y el carro se detiene, la puerta se abre.

—Señorita hemos llegado a los terrenos de la Hacienda Davenport.

Despierta de sobresalto. Es el señor de nariz aguileña que conduce el carro.

—¿Siguió el camino que le indique? Le he dado un mapa.
—Sí, es justo aquí, así es como se llaman estos terrenos. De esta comunidad.
—Ah, no lo sabía.

Baja del carro y reconoce el sitio, se despide del conductor y sigue el camino que recuerda.

En el campamento de Myriam, puede verla ahí tendiendo unas pieles a la luz del sol.

—¡Myriam! —grita la chica echándose a correr hacia ella con una ancha sonrisa.
—¿Charlotte? —la voltea a ver— ¿Eres tú? Vaya, que cambiada estás. Mírate, ese vestido…, apenas puedo ver tu cabello rojo bajo esa gorra. ¡Luces como toda una mujer de la ciudad!.

Charlotte ríe dando una vuelta para que pudiera verla mejor.

—Te extrañe.
—¿En serio? —con sus manos en la cadera.
—Así es, creo… que eres mi única amiga, por eso, he venido a buscarte. No sé cómo pagarte todavía, por lo que me ayudaste.
—Descuida, no tienes que hacerlo. Pero dime. ¿Qué has hecho para sobrevivir en la ciudad?
—No, eso…no es lo que importa Myriam. Me gustaría hablar contigo, tengo tanto que contarte.
—Soy toda oídos. —sonríe— Pero tendrás que acompañarme, justo tengo que llevarle esta carga de pieles a Aquiles Davenport.
—¿A quién?
—Ya lo conocerás.

Empujando una carretilla cargada de pieles de todo tipo, Myriam baja de su campamento emprendiendo camino rumbo a casa de Aquiles por una vereda del bosque. A Charlotte no le queda más que seguirle el paso. Ya le hacía falta este tipo de compañía, en Myriam podía ver una amiga. Y eso era lo que más necesitaba ahora. Una amiga.
Al caminar a su lado a través de un camino de tierra, sobre su cabeza bailan las ramas de los árboles en donde se traspasan los rayos del sol. Es bueno respirar aire fresco para ella.
Le cuenta que conoció a unos vendedores, y también sobre el joven extraño que parecía conocerla. Es incapaz de decirle lo que se dedica a hacer, le gana la vergüenza. Por su parte Myriam le explica como conoció a ese hombre llamado Aquiles, que lo conoce desde antes de conocerla a ella. Y que al darle permiso de cazar en sus tierras por la insistencia de un joven italiano, como agradecimiento ella a veces le regala pieles, carne, o lo que necesite.

—Ya casi llegamos.

Con una sonrisa  hace un alto para señalarle con su dedo a lo lejos la vista de la casa de Aquiles.

—Entonces Myriam… —dice Charlotte viéndola buscando sus ojos— ¿Qué crees que deba hacer?
—Tú dijiste que querías saber sobre tu pasado, que fue lo que sucedió esa vez que te encontré en el río hace tres años. —vuelve a levantar la carilla y la rueda comienza girar por el camino— Entonces tienes que hablar con él. Quizá él sabe algo…
—Bueno… Es que no puedo confiar tanto en él, de hecho…en nadie.
—¿Por qué? —la mira de perfil.

El sonido de un caballo galopar y acercarse las distrae. Ese caballo pasa por enfrente de ellas en el sendero atravesado, y Myriam reconoce al jinete.

—¡Ezio! —con su mano arriba.

El muchacho que monta el caballo tira de las riendas para detenerlo, lo hace retroceder para poder verlas. Charlotte viendo con más atención su rostro, le parece conocido. Sí…es aquél muchacho que le habló en el bazar. Con algo de timidez, trata de ocultar su cara de la vista del joven con su mano.


—¡Myriam!

Lleno de gusto desmonta su caballo y de las riendas lo lleva consigo hasta ellas.

—Que gusto verte por aquí. —toma la mano de Myriam y la besa— Siempre estás trabajando duro ¿eh? Una mujer tan bella como tú no debería esforzarse tanto.
—Ah, por favor Ezio, me conoces… sabes que estoy acostumbrada a esto.
—¿Necesitas ayuda? —acaricia la mano de Myriam entre las suyas— Yo puedo llevar ese carro hasta el viejo, si quieres.
—Sabes que yo puedo sola.

La mirada de Ezio detecta a otra mujer, que aunque se haya alejado un poco y esté dando su espalda, llama su atención enseguida.

—Disculpe ¿señorita? —tiende su mano cerca de ella—¿Se ha perdido?
—Es amiga mía Ezio —se le escapa una risa— Es muy tímida, déjala en paz.
—Muy bien, como quieras.

Se despide de ella con una sonrisa, acto seguido sube al caballo y cabalga.

—¿Lo conoces? —cuestiona Charlotte siguiendo a Myriam—
—Claro que lo conozco. Él es el muchacho del que te hablaba, el que aquella vez  me encontró con heridas, me ayudó a caminar, y me llevo con el señor Aquiles, él fue quien insistió tanto hasta convencer a Aquiles de darme permiso de cazar en sus tierras, para que esos soldados ya no me molestaran. Es un buen muchacho.

La joven guarda sus comentarios y la acompaña hasta la casa de Aquiles.



Con un suspiro de cansancio, Myriam deja la carreta al frente de la enorme casa.

—Voy a buscar a Aquiles, tú espera aquí.

Charlotte observa como su amiga primero va a tocar la puerta y notando que no hay nadie dentro, se dispone a buscarlo en los alrededores. La chica pasa a ver las pieles, y sus oídos captan el ruido de unos pasos acercarse. Gira su cabeza y encuentra a ese mismo joven que ya había visto anteriormente. Viste con ese mismo traje azul, pero ahora no lleva el sombrero de tres picos, sino que deja ver su cabello oscuro que tiene medio atado. Está cargando en su hombro una cantidad de leña. Connor estaba muy enfocado en su búsqueda en la ciudad, pero ya tenía tiempo que no ayudaba a Aquiles, así que regreso solo para brindarle su ayuda.

Cuando detecta la presencia de Charlotte, descarga lentamente la madera en el suelo sin dejar de verla. En tanto la chica con sus ojos muy abiertos, mueve sus labios queriendo decir algo pero las palabras no salen de su boca.

—Charlotte. ¿Qué haces aquí?.

Camina hacia ella, y el solo verla a los ojos es capaz de escarbar en lo más hondo de su corazón y desenterrar todo ese amor que siente por ella. Su mirada refleja lo que hay en su interior.

—Yo, acompañe a mi amiga. Ella trajo esto. —señala las pieles.
—¿Estás bien?

Con delicadeza toca su frente, su brazo y su mejilla, solo para verificar que no estuviera enferma o lastimada.

—¿Por qué te preocupas por mí? No nos conocemos.

La expresión en el rostro de Connor cambia. Sus palabras le duelen.

—Te entiendo.

Se aparta y baja su mirada uniendo sus manos algo decaído.
Por un momento, ella olvida que tiene que cuidar su identidad. El verlo de nuevo la hace llenarse de curiosidad, de saber quién es él, tal vez sea parte de su pasado.

—¿Cuál es tu nombre?
—Ratohnhaketón. —mira sus ojos— Lo sabías ¿no?. Por ahora me llamo Connor. Aquiles dice que así es más fácil.
—No, no lo sabía. Yo… no recuerdo nada.
—¿No recuerdas nada? ¿Por qué?
—No lo sé. Me gustaría recordar, pero esa memoria no vuelve. —toca su frente bajando su vista.
—¿Recuerdas a tu padre?
—¿Tenía un padre? —levanta su vista.
—Sí.
—¿En dónde está?


Tal vez sea mejor para Connor que Charlotte no recuerde nada, pero a la vez es muy triste para él, eso quiere decir que ha olvidado todos esos momentos que pasaron juntos. No puede dejarla así, tiene que hacer algo para ayudarla, sabe que eso tiene que estar en su cabeza pero tiene que ayudarle a recordarlo todo. Aunque eso pueda traerle problemas a él mismo, o hacerle daño a Charlotte. Incluso puede perderla de nuevo. ¿Qué es lo mejor para ella? Eso es lo que le importa.

—¿Te gustaría recordar todo? Saber todo lo que sucedió, incluyendo a tu padre, sea bueno o malo.
—Sí, por supuesto que sí. —avanza hacia él para verlo de cerca.

No estaba preparado para decirle lo de su padre ahora. Probablemente nunca lo esté, será mejor ir poco a poco, hasta que por ella misma recupere sus memorias.

—Entonces ven conmigo. —la sujeta de su mano y la conduce hacia adentro de la casa de Aquiles.

Charlotte puede sentir como su corazón tiembla, finalmente sabría algo de su pasado. Entonces, él verdaderamente la conoce. No parece ser peligroso, o eso espera.
La lleva directo a su habitación. Dónde encuentra una cama, muebles con libros, velas y objetos de nativos, y en las paredes una decoración de la misma etnia, pero sin perder la elegancia.

—Yo te regale ese collar que llevas puesto. —dice Connor sin soltarle su mano, frente a ella, con su dedo toca los colmillos de lobo— Yo he hecho uno igual. —se señala el que trae puesto.
—¿Así que fuiste tú? ¿Qué éramos tú y yo?
—Amigos… —sonríe muy tenue.
—¿Amigos?
—Sí.

La joven toca con sus blancas manos la faz del nativo admirándolo con detalle.

—¿Cómo es que he olvidado todo? —baja sus manos.

Mientras el joven le quita su gorro dándoselo en sus manos, y con sus dedos desbarata su trenzado, soltando su cabello, dejándolo caer como una cascada roja hasta debajo de sus hombros.

—¿Qué haces?
—Así es justo como te recuerdo. —acaricia su cabello, y lo acomoda, de modo que esa rojiza cabellera enmarcara su rostro.

Enmudecida Charlotte mira sus ojos, sintiendo sus mejillas arder.

—Seguramente también lo has olvidado, pero tú me enseñaste algo.
—¿Qué?
—¿Quieres que te lo muestre?
—Claro, lo que sea, quiero saberlo todo.

Connor dobla la mitad de su cuerpo levemente para alcanzarla, deslizando sus manos por la cintura de la chica uniéndola más a él, al tiempo que Charlotte deja caer la gorra al suelo y pone sus manos contra su firme tórax sin querer. Las manos del joven suben por su espalda, dejándola paralizada. Sus miradas se encuentran.

—Cierra los ojos. —le pide en voz baja el nativo.

Con tranquilidad Charlotte pega sus pestañas y ya sabe lo que viene, pero la voz y la cercanía de este hombre, la ha cautivado por completo.
¿Qué eran realmente? ¿Qué sentía por él? Si dice que ella le ha enseñado esto. Entonces esos sentimientos… es como si los estuviera descubriendo, estaban almacenados dentro de ella, su corazón se lo está diciendo.





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1 comentario:

  1. Soy Marial!!

    Aaahhhh!!!! Ese final por Diossssss!!!!! Y cuando vio por primera vez después de 3 años a Charlotte!!!!! Esos sentimientos! !!♡♡♡
    Por otro lado.. me muero si Ezio se pone de lado de Aveline!! Ah nooo ahi si que lo mato! jjaajj
    Excelente capítulo!!!!

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