Capitulo- 9
Ahí sentado frente a
Achilles en el sótano, escucha atentamente lo que le dice. Llega a saber que
Achilles es el maestro de Ezio, por asi decirlo, ya que le enseñó a empuñar y
usar una espada, entre otras armas y técnicas necesarias para ser un cazarrecompensas
reconocido. Que la ciudad esta infestada de delincuentes, que nunca falta la recompensa que estén
ofreciendo a cambio de entregarlos, ya sea vivos, o muertos. Intenta explicarle
lo que hace Ezio, y que por lógicas razones, se ha retirado de esa dedicación.
Afuera está nublado el
cielo, por lo tanto es escasa la luz que entra por las ventanas, las velas
ayudan a alumbrar un poco más.
—…mi aldea fue atacada
por ella, yo la vi. —cuenta Connor con intensidad en su voz— Quemó y acabó con
la vida de mi madre, mi amigo, y el resto de mi familia. Tiene que pagar por lo
que hizo.
—Primero, tienes que
prepararte. —con esa voz cansada por el peso de su edad—Necesitas saber lo
necesario para convertirte en un cazarrecompensas.
El joven solo asiente
con esa tensión en su entrecejo, y lo observa como estando dispuesto.
—Deberíamos empezar
hoy. Pero antes. —se levanta de su silla— Vamos a tomar el desayuno, y después
comenzaremos con el entrenamiento.
Sin dar una respuesta,
simplemente se pone de pie y sigue al viejo.
Comida, no le caería mal, no se ha llevado
bocado a la boca desde que partió de lo que quedó de su hogar.
Connor no se detiene a
pensar ¿Por qué el anciano es tan amable con él? Tampoco tiene la malicia de
creer que, solo lo usará para su beneficio, ya que vio sus habilidades, y su
capacidad. Que puede ser mejor que Ezio. Tan solo está buscando la oportunidad
de encontrar a esa mujer, que ha hecho pedazos su vida, como la conocía. Suficiente
tenía con haber aceptado que Charlotte ya no está con él, y ya no regresará.
Horas y horas le
llevan a Ezio Auditore, llegar a Nueva York. Tanto que casi atardece, el cielo está
cambiando, pero sigue nublado.
Desmonta su caballo
dejándolo descansar casi a la entrada de una Taberna, en dónde hay otros dos
caballos. Amarra bien las cuerdas, y se adentra al sitio. Sabe muy bien que
adentro se encontrará con sus amigos, es aproximadamente la hora en la que
acuerdan siempre reunirse en el Pepper Black.
Apenas pasa de la
puerta y el olor a humo de cigarro, el ruido de carcajadas, voces hablando, y
la música del pequeño grupo tocando en una esquina, lo invaden. Un ambiente
agradable para él, lo que le provoca sonreír muy leve, y dando unos pasos,
buscando con su mirada a su grupito de conocidos entre todos los hombres de las
mesas. En su visión se atraviesa alguien, que ya conoce bien.
—Ezio…bienvenido.
Una voz encantadora,
de una mujer con una trenza rubia que cae en su hombro, labios rojos y pechos
grandes.
Como lo esperaba, se
acerca de más, sujetándolo de su brazo, dándole caricias con su mano.
—Te vez cansado
¿necesitas algo cariño? —esboza una sonrisa pícara.
—Hannah, es un placer
verte. —con sus dedos roza la barbilla de la chica— Algo de cerveza por favor.
Y también un poco de carne.
Vuelve a barrer su
alrededor con su vista. Encontrando en una mesa a sus amigos.
—Estaré por haya
preciosa. ¿De acuerdo?
La mujer le guiña el
ojo, y se dirige a la barra.
En la mesa a la que se
encamina Ezio hay tres hombres que beben cerveza en tarros. Los dos que
presenciaron a Charlotte en la horca y otro más. El que fuma y fuma, de cabello
castaño peinado todo hacia atrás, largas patillas y anteojos, parece ser el más
delgado del grupito pero no se ve débil.
Por lo visto, estos
tres sujetos aparentan ser mayores que Ezio más no viejos.
—¡Eh, amigos! —el
joven con ese acento italiano llega a ellos con sus brazos abiertos y una
sonrisa, saludándolos.
—¿Qué tal Ezio? —le
responde el de la capucha café con gentileza.
—Tenemos algo que
contarte, siéntate y escucha. —casi ordena el del sombrero con mirada dura.
Le informan a su líder
lo que vieron por la mañana. La ladrona capturada por los guardias. Luego que
fue rescatada por un hombre encapuchado a quien también están buscando y
ofrecen una recompensa menor.
—Entonces ahora está
libre.
—Sí y la siguen
buscando. —agrega el de anteojos y lleva su cigarrillo a su boca.
—Han modificado los
carteles —dice el de barba y capucha— ahora sabemos que la ladrona es
pelirroja, y conocemos su rostro, quizá así sea más fácil encontrarla ¿no
crees?
Hannah viene cargando
una bandeja con un tarro de cerveza y una pieza de carne, tenedor y cuchillo.
Se lo entrega a Ezio y enseguida le sonríe al hombre encapuchado del grupo, va
y se sienta en sus piernas, dejando la bandeja sobre la mesa para poder abrazárlo
por el cuello.
—Hola André. —parece
olfatearlo con delicadeza.
Claramente se siente
atraída por él y es una descarada, pero a André parece no incomodarle o
molestarle en lo absoluto, más bien le es indiferente.
—Cabello rojo. —se
toca la barbilla Ezio viendo el tarro de cerveza que sostiene— He visto a
varias mujeres así, no es una seña particular me parece. Pero puede ayudar.
Guarda silencio un
momento, quedando pensativo. Sus amigos lo observan mientras la mujer de
grandes pechos le baja la capucha a André para
jugar con su castaño cabello.
—Caballeros. —los
apunta con su dedo aplicando énfasis a sus palabras— Lo he decidido, la
atraparemos muy pronto, y esa recompensa será nuestra. —eleva su tarro lleno de
cerveza— ¡Juntos por la victoria!
Exclama con una voz
entusiasmada, y sus compañeros unen sus tarros a lo alto.
—¡Por la victoria!
Gritan al unisonó con
energía. Y después dan un gran sorbo a la cerveza.
Pasan dos días.
El señor August y
Garrett se han encargado de ir a la imprenta y pagarle lo suficiente al dueño
para que deje de crear más carteles, y se mantenga así un tiempo, hasta que el
rostro de Charlotte se borre de sus memorias y vuelvan a buscarla como antes,
encapuchada y con gran parte de su rostro cubierto. Fue una gran suma de
dinero, que consiguieron gracias a los cofres que hurgó Charlotte la semana
pasada.
Le han conseguido una
vestimenta de ladrona idéntica a la anterior, un arco, flechas, veneno y la mascara
con la que se cubre y solo deja ver sus verdes ojos.
En estos dos días,
Charlotte no ha salido de su casa para nada. Se ha mantenido escondida, los
ciudadanos siguen creyendo que esa casa está abandonada. Ya que Charlotte solo
la limpió un poco cuando recién llegó, pero no la ha reparado, ni arreglado
absolutamente en nada, solo esta lo que parece una cama y unas velas, lo demás
lo encuentra en casa del señor August.
Le ha costado mantener
esa idea en la gente, y pasar desapercibida. Y es que le gusta dormir en esa
casa.
Con una mirada de
desprecio observa desde la ventana de arriba a los que tocan su puerta. ¿Cómo
se atreven a venir a su casa? August y Garrett. Y el joven trae consigo una
caja.
Mejor se apresura a
bajar por las escaleras para abrirles la puerta lo más pronto posible.
—Rápido entren.
Con sus brazos
cruzados los observa fijamente en lo que había sido una cocina.
—¿A que han venido? —viendo
la caja que sostiene Garrett con una mirada cansada.
—Hemos hecho que ya no
produzcan esos carteles. —dice
el señor barbudo y rechoncho— Puedes volver a tu trabajo Charlotte.
—¿Qué trabajo? Yo era
ladrona.
Atrae la mirada de
Garrett que luce más viva ahora.
—¿A qué te refieres
con era?
Cuestiona el Joven y
Charlotte camina de un lado a otro viendo el suelo de madera y sus zapatos, la
falda de su vestido sencillo, tal y como suelen vestir las mujeres en Nueva
York. Nunca se ha sentido tan cómoda siendo normal
todo el tiempo, sin necesidad de brincar a ser una ladrona.
Les sonríe a los dos.
—Oigan. He
estado pensando y…, ya no quiero seguir en esto. —se detiene para verlos— Sí,
era divertido, y sí, disfrutaba hacerlo pero. Bueno sabía que probablemente
terminaría en la Horca algún día, pero solo era un pensamiento pasajero. En ese
momento, al ver que perdería mi vida. No sé, me arrepentí… Quiero rehacer mi
vida, ser una persona nueva.
Garrett y August
intercambian una mirada. El menos satisfecho con esto es su tío y lo puede leer
en su cara.
—¿Haciendo qué? —dice
el señor descontento— Charlotte, sabes que nos va muy mal en las ventas, a
veces no vendemos y tú nos has ayudado mucho, la ayuda es mutua ¿no?
Sin decir una palabra
y ni siquiera mirarlo.
Garrett la sigue
viendo, pero se mueve para dejar la caja sobre una mesa de madera desgastada,
aún resistente. Entretanto su tío va hacía la chica y la toma de sus hombros,
viendo su rostro con atención. No la ve más que como una mina de oro, una
fuente de dinero, de ganancias, sin mucho esfuerzo, es por eso que tiene que
convencerla.
—Chica escucha. Tienes
que seguir siendo ladrona.
—¿Para
terminar de nuevo en la Horca? —en un tono apagado— ¿Qué no lo ven? —se altera—
Ya lo saben, ya saben quién soy, saben que mi cabello es rojo, conocen mi
rostro. Ya no será tan fácil esconderme. Ya no podré vivir como antes,
siendo…yo misma. Y siendo “la ladrona” aparte. Además ahora también buscan a
Garrett como un asesino.
Garrett se
ha puesto cómodo en un sillón cerca de ellos.
—Charlotte, hay algo más importante…
—Yo solo obedecí una corazonada. —haciendo
caso omiso a sus palabras—algo… me decía que esta ciudad, era mi hogar, que no
debía estar en los bosques, que debía irme muy lejos. Pero… Creo que aquí, ya
no puedo vivir, yo…regresaré con Myriam.
El señor se aleja de ella y le da la
espalda, quedando pensativo. Con un suspiro de fatiga Garrett la observa desde
su asiento.
—Todavía tenemos que saber quién es
esa mujer que se hizo pasar por ti y estuvo Asesinando con tu identidad. Y está
bien, no tienes que seguir robando, ya nos ocuparemos de tener lo necesario.
—voltea a ver a su tío— Solo lo necesario. —mira a
Charlotte— Necesito que te unas a la hermandad, yo cuidaré de ti, te enseñaré
lo que necesites. Necesito tu ayuda.
—¿Para qué? Yo no quiero ser una
Asesina ¿Me oíste?. No quiero… matar. Ese no es mi camino.
—Hay muchos Templarios, y yo soy el
único Asesino, necesitaré ayuda. Ellos están tomando el control de estas
tierras. Me pregunto si tienen el fruto, si lo llegan a poseer, no sé qué
pasará pero seguro será terrible.
—¿Qué no habías renunciado a la
Hermandad por tu comodidad, por que viste que aniquilaron a todos los Asesinos?
¿En dónde está el resto del Gremio? ¿Qué no los hay en todo el mundo? Tú me dijiste, entonces, llámalos, que vengan
a ayudarte.
—No es tan
fácil, ellos están en lo suyo en sus respectivos terrenos. Estoy solo. —deja de
verla y se remueve un poco de su asiento—Asesinaron a todos mis hermanos y a mi
Mentor. Estoy solo en esto. Necesito reclutar Asesinos, pero es difícil encontrar
hombres o mujeres de confianza, que sean fieles, que puedan servir a la
hermandad.
Hay silencio total durante un minuto.
Charlotte repara en la caja de madera
que Garrett había dejado en una mesa.
—¿Y eso que es?
—Conseguimos otro traje, y todo lo
que necesitas para que regreses a ser ladrona. —contesta el señor.
—Charlotte ¿te unes? —pregunta el
joven— Yo he pensado bien las cosas, espero tu hagas lo mismo.
—Fuera de aquí. —les indica la puerta—
Váyanse, déjenme sola.
Enseguida se marchan, pero no se
llevan la caja. La joven de cabello rojizo la abre y extiende un vestuario, mirándolo
atentamente. Está atravesando una confusión. No le importa lo que hagan los
Templarios, ella quiere saber qué pasó aquella vez. Aquella vez que Myriam la
encontró con un golpe en la cabeza en el río. Después de tres años, apenas se
lo pregunta, porque es como si sentir la muerte cerca le ha abierto los ojos
por completo. Pensar más en su vida y en lo que está haciendo con ella.
Todo este tiempo, solo se había preocupado
por sobrevivir. Se ha enfocado solo en eso, y las memorias no ha podido
recuperarlas. Pero al fin se detiene a analizar, a buscar en su interior,
escudriñando, indagando. Quiere saber ¿quién es?.
Por la noche va y busca debajo de su
almohada, ahí había guardado ese collar que desde el día en que despertó en el
refugio de Myriam tenía en el cuello. Es muy peculiar, parece algún detalle
nativo. Recuerda que el señor August le había dicho que en el pueblo Lexington
han visto a unos cuantos nativos, que no son muy bien recibidos.
No sabe que signifique esto o ¿Por
qué ella tiene algo que podría pertenecer a un nativo? Si ella, no lo es. Vuelve
a ponérselo al cuello y se mira a un espejo viejo y algo roto, tocando los
colmillos de lobo con sus dedos, esforzándose por recordar algo… pero es
inútil.
Ahora tiene un deseo, ¿podría ser un
sueño? Saber de su pasado, saber a dónde pertenece.
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